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Finanzas Públicas II
| Finanzas Públicas II | Apuntes de clase: La Política de Deuda Pública | Prof: Francisco Eggers | 1º Cuat. 2010 | Altillo.com | 
En teoría, todo el gasto público se financia con la recaudación de recursos 
(tributarios y no tributarios) del Gobierno. En el caso más general, los gastos 
públicos se financian con recursos corrientes: es decir, con la recaudación que 
ingresa en el mismo período en que se comprometen los gastos. Pero puede ocurrir 
que se usen reservas acumuladas, que representan recursos recaudados en el 
pasado. Y también puede ocurrir que el Gobierno se financie con deuda, es decir, 
con recursos a recaudar en el futuro (recursos con los que se debería pagar la 
deuda). 
La función primaria que cumplen tanto la acumulación de reservas como la 
colocación de deuda es lograr que los gastos tengan una distribución 
intertemporal distinta de los recursos corrientes . ¿En qué casos es racional 
gastar más de lo que se recauda, sabiendo que en el futuro habrá que hacer lo 
contrario?
• En el caso de que se ejecute una política anticíclica. En el contexto de una 
recesión, dado que los impuestos recaen en gran medida sobre las transacciones, 
al bajar la actividad económica disminuye (en general, en forma más que 
proporcional) la recaudación tributaria. Si el Gobierno pretende mantener el 
equilibrio fiscal, debería reducir en la misma proporción los gastos; pero esta 
reducción hará intensificar la recesión (es decir, será pro-cíclica). Si, en 
cambio, el Gobierno recurre a la toma de deuda o al uso de reservas, podría 
mantener el nivel de gastos, lo que ayudará a morigerar la recesión; o, en el 
mejor de los casos, podría expandir los gastos para compensar la disminución de 
la demanda privada . 
• En el caso de que los gastos tengan, a su vez, una distribución intertemporal 
distinta de los beneficios del gasto público: típicamente, en el caso de una 
inversión pública, los gastos se realizan en el presente (por ejemplo, la 
construcción de una represa hidroeléctrica) y los beneficios se extienden en el 
futuro (en el caso del ejemplo, en la forma de producción de electricidad a bajo 
costo, una vez construida la represa). Así, la política de deuda puede lograr 
que los costos que se impone a la población sean distribuidos en forma más 
aproximada a la distribución de los beneficios.
No se puede determinar la conveniencia de un endeudamiento sin un análisis 
cuidadoso de los costos y beneficios que se producirán en el caso de tomar la 
deuda, versus la situación en que no se la toma. Hace falta realizar una 
evaluación económica y financiera y, en caso de haber impacto macroeconómico, 
considerarlo (por ejemplo, desplazamiento del sector privado).
Para la evaluación económica, en el caso de los gastos corrientes, hay que 
considerar la tasa intertemporal de preferencia, es decir, cuánto se valora el 
gasto público que se puede realizar con un peso en el presente, en comparación 
con lo que se valoraría en el momento en que hay que pagar la deuda. Por 
ejemplo, en el contexto de una recesión, el poder seguir realizando gastos 
corrientes (como los subsidios a las familias de bajos recursos) puede adquirir 
un gran valor, que bien puede compensar el costo de no incrementar tanto los 
gastos en el futuro, cuando se supone que la producción privada y, por ende, la 
recaudación tributaria, estén creciendo. Esta tasa intertemporal de preferencias 
se comparará con la tasa de interés a pagar por la deuda: si es una tasa alta, 
la toma de deuda se encarece, por lo que disminuye su conveniencia; ante una 
tasa baja, es más probable que la toma de deuda para financiar gastos sea 
conveniente .
En el caso de los gastos de capital, hay que determinar el Valor Actual Neto de 
la inversión descontando a la tasa de interés de la deuda. Esto es similar a lo 
que haría una empresa privada; pero la diferencia radica en el tipo de 
evaluación económica, que debe considerar los costos y beneficios sociales y no 
los privados. 
Para realizar la evaluación financiera, hay que considerar primordialmente la 
capacidad de repago: la deuda no debe poner en riesgo la capacidad financiera 
del gobierno en el futuro. Para ello, hay que evaluar la distribución de pagos 
comprometidos en el futuro, comparándola con una estimación de proyecciones de 
recursos que estarían disponibles para el pago. Hay que considerar los 
escenarios que se pueden presentar, ya que una negación del sector privado a 
prestarle al Gobierno, en caso de que crea que no le va a devolver lo prestado, 
puede tener consecuencias peores que la realización de un ajuste fiscal que se 
anticipe a esa situación . 
Deuda voluntaria o compulsiva
La deuda puede ser de colocación voluntaria o compulsiva. La deuda voluntaria se 
origina en una transacción financiera en la cual se le prestó dinero al Gobierno 
voluntariamente; en tanto la deuda compulsiva proviene de un incumplimiento del 
gobierno en pagar su deuda en el tiempo y forma establecidos. 
En el caso de la deuda compulsiva, generalmente la obligación del gobierno 
proviene de una transacción comercial (mercadería vendida, construcción 
efectuada, servicios prestados por el acreedor); pero también puede tratarse del 
cumplimiento de una sentencia judicial (por ejemplo, indemnización por 
accidente) o el incumplimiento del pago de una deuda financiera. La 
característica central es que, al constituirse la deuda como tal, la existencia 
de la deuda fue consentida (deuda voluntaria) o no (deuda compulsiva) por el 
acreedor, sin importar que haya cambiado de acreedor (por ejemplo, los títulos, 
tanto correspondientes a deuda voluntaria como compulsiva, pueden ser 
transferidos). Una deuda puede transformarse de voluntaria en compulsiva, si no 
es atendida a su vencimiento. 
Deuda interna o externa
Para clasificar una deuda como interna o externa, se utilizan tres criterios:
• El de residencia del acreedor: si la deuda es interna (es decir, los 
acreedores son, al mismo tiempo, potenciales contribuyentes del gobierno 
deudor), su toma implica absorción de recursos disponibles en la economía 
propia, y su devolución llevará a reintegrar esos recursos. En el caso de la 
deuda externa, los recursos totales de la economía se expanden al tomar la 
deuda, y se contraen al pagarla. Este criterio es el más relevante desde el 
punto de vista del análisis económico. El problema es que muchas veces 
(especialmente, cuando el acreedor puede modificarse sin notificar al deudor, 
como ocurre en el caso de los títulos públicos) puede ser difícil de establecer. 
El Gobierno publica estadísticas de deuda pública interna y externa sobre esta 
base, pero están basadas en estimaciones. 
• Según la moneda de pago: si la deuda debe pagarse en moneda local (en nuestro 
caso, pesos) sería deuda interna ; en caso contrario sería deuda externa. Este 
es un criterio sencillo, fácil de determinar y con importancia a los efectos de 
establecer la necesidad de moneda extranjera que puede tener el Gobierno. Pero 
no es suficiente para evaluar los efectos de la toma y pago de una deuda; para 
un acreedor interno, el prestarle al gobierno en pesos o en dólares puede no 
afectar en nada su comportamiento; por ejemplo, al cobrar la deuda, con los 
dólares puede querer realizar gastos en el país, con lo cual el pago de la deuda 
no tendría un efecto neto en la balanza de pagos. 
• Según la legislación aplicable: si una deuda es emitida sujeta a legislación 
argentina, sería deuda interna; si está sujeta a legislación extranjera (por 
ejemplo, si jurídicamente se emite en Londres o en Nueva York) sería deuda 
externa. Esta es una clasificación que en general no se considera relevante; sin 
embargo, fue una distinción importante cuando se produjo la llamada 
“pesificación” de la deuda a principios de 2002: como las leyes argentinas no 
podían afectar la deuda emitida en el extranjero, esta “pesificación” forzosa 
afectó solamente a la deuda en moneda extranjera sujeta a legislación argentina, 
sin abarcar a la deuda que se regía por legislación extranjera.