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Resumen del Libro de Romero  |  Sociedad y Estado (2010)  |  UBA XXI

Uno. 1916

En 1916 Yrigoyen (UCR) asumió la presidencia, elegido según la ley Sáenz Peña sancionada en 1912. Se trató de esta manera de una voluntad ciudadana mayoritaria. El país había crecido de forma espectacular aprovechando su relación con Gran Bretaña, y los inmigrantes fueron integrados exitosamente. Yrigoyen modificó la actitud tradición represora del Estado. Podía verse la asunción como la culminación del largo proceso de modernización emprendido desde mediados del siglo XIX.

Otra imagen: Yrigoyen era un caudillo bárbaro, la Guerra Mundial significaba el fin del progreso fácil y la complejización del escenario económico en el que la relación con Gran Bretaña no bastaría para asegurar la prosperidad, y la sociedad estaba enferma por los cuerpos extraños (nacionalismo chauvinista).

La construcción

Consolidación del Estado: fue subordinando y dominando los gobiernos provinciales y aseguró el monopolio de la fuerza, eliminando las constantes batallas entre los poderes provinciales; el Estado afirmó su poder sobre los territorios controlados por los aborígenes; se definieron los límites territoriales. Constitución: fuerte poder presidencial con facultad de intervenir las provincias y decretar el estado de sitio, pero con controles institucionales del Congreso y la exclusión de la posibilidad de reelección para evitar la tiranía. Las instituciones fueron expandiéndose y adquirieron consistencia y solidez antes que la sociedad. El Estado actuó para insertar el país en la economía mundial, a través de la asociación con Gran Bretaña. Esta relación maduró luego de 1880 cuando comenzaron a surgir rivales (Alemania, Estados Unidos) y el mundo fue dividiéndose en áreas imperiales. El capital británico en Argentina creció: comercio, bancos, préstamos al Estado, préstamos hipotecarios sobre las tierras, inversiones en empresas públicas de servicios, ferrocarriles.

Los ferrocarriles lograban integrar el territorio, y en la pampa húmeda posibilitaron la expansión de la agricultura, y de la ganadería con el sistema de frigoríficos. Esta expansión requirió abundante mano de obra. La inmigración era estimulada del lado de Europa por el crecimiento demográfico, la crisis de las economías agrarias tradicionales, la búsqueda de empleos y el abaratamiento de los transportes, y desde el país se la fomentó activamente con propaganda y pasajes subsidiados. Los inmigrantes se adaptaron al mercado de trabajo: se concentraron en al construcción de las obras públicas y la remodelación urbana, y luego se volcaron al campo. El Estado solucionó los cuellos de botella y creó las condiciones para el desenvolvimiento de los empresarios privados. Las inversiones extranjeras fueron gestionadas y promovidas, se aceptó y estimuló la depreciación en beneficio de los exportadores, y se manejó el crédito con gran liberalidad. La clase terrateniente fue consolidada a partir de la incorporación y venta de las tierras de la Conquista del Desierto.

En el Litoral, los terratenientes se inclinaron por la agricultura, y en la provincia de Buenos Aires, por el lanar hasta que la instalación del frigorífico hizo rentable la explotación del vacuno. Las tierras se dedicaron a cereales, forraje y pastoreo, asociando definitivamente la agricultura con la ganadería. Dadas las condiciones del mercado cambiante, los empresarios rotaban en diversas actividades sin fijarse definitivamente en ninguna, formando una clase empresaria concentrada y no especializada. Estas condiciones también estimularon la conducta especulativa de los chacareros: inmigrantes que alquilaban extensiones importantes de tierra en lugar de comprar pequeñas parcelas.

Este comportamiento posibilitó un crecimiento espectacular. Cereales y carne. Gastos realizados en las ciudades: servicios de higiene y de transporte, avenidas, plazas, edificios públicos ostentosos, residencias, hoteles, nuevas necesidades de comercios, servicios e industrias. El sector industrial alcanzó una dimensión significativa y ocupó a mucha gente, creciendo asociado con la economía agropecuaria y nutriéndose de capitales extranjeros y de la clase terrateniente diversificada. Esto cambios ocurrieron principalmente en el Litoral y acentuaron la brecha con el interior, incapaz de incorporarse al mercado mundial, sin inmigrantes ni inversiones. Atraso relativo, excepto en el norte santafesino (quebracho), y en Tucumán y Mendoza (azúcar y vino), que prosperaron gracias a una fuerte protección aduanera.

En torno al estado se conformó un sector de especuladores, intermediarios y financistas. La crisis de 1890 fue atribuida a esta fiebre especulativa. La vinculación de la economía argentina a la internacional la sensibilizó a sus fluctuaciones cíclicas. La crisis afectó principalmente a los pequeños ahorristas, y frenó el ciclo especulativo urbano alentando la agricultura.

Inmigración masiva: la mayoría de la población de la ciudad era extranjera. Al interior fueron pocos. En el Litoral, muchos fueron al campo como arrendatarios. Se jugaron al ascenso económico rápido: los que pudieron se integraron a las clases medias, y los que no, marcharon a las ciudades o volvieron. Contribuyeron a las ganancias de terratenientes y casas comerciales exportadoras que se asociaban a los beneficios de los chacareros sin participar de sus riesgos. En las ciudades estaba la mayor demanda de trabajo, y los inmigrantes iban allí, instalándose en conventillos. Dificultades cotidianas: mala vivienda, costo del alquiler, problemas sanitarios, inestabilidad en los empleos, bajo salario, epidemias, mortalidad infantil. Aventura del ascenso familiar: casa y negocio propios, educación de los hijos. El país modernizado se diferenció del interior tradicional, y la nueva sociedad se mantuvo separada de las clases criollas tradicionales. Las clases altas se sentían tradicionales, dueñas del país, y se reservaron el manejo de la alta política. El sistema era republicano, pero las prácticas electorales eran ampliamente fraudulentas y la selección del personal se daba por medio de acuerdos. Existía en general una escasa voluntad de participación en las elecciones. La constitución de la ciudadanía fue lenta: los extranjeros no estaban interesados en nacionalizarse. No existía competencia entre partidos políticos alternativos; Partido Autonomista Nacional: federación de gobernadores. Los conflictos se negociaban en círculos reducidos. Cuando las discrepancias se hicieron más serias quedó claro que el unicato tenía limitaciones para canalizar las propuestas de cambio de una sociedad en proceso de constitución y diversificación.

Había que dar forma a la masa de extranjeros, pero existían competidores como la Iglesia, las asociaciones de las colectividades extranjeras y los grupos políticos contestatarios. Se impuso la presencia del Estado a través de las leyes de Registro Civil, Matrimonio Civil, y Servicio Militar Obligatorio, y con la educación primaria laica, gratuita y obligatoria, desplazando a la Iglesia y a las colectividades. Se aseguraba la instrucción básica común para todos los habitantes y la integración y nacionalización de los hijos de inmigrantes.

Tensiones y transformaciones

El Centenario de la Revolución de Mayo fue una celebración de los logros recientes. Las hostilidades externas pertenecían al pasado. Pero por otro lado, ocurrió una huelga general que amenazó frustrar los festejos y se plantó una bomba en el Teatro Colón. Pesimismo creciente: la sociedad estaba enferma. Todos los conflictos sociales y políticos podían ser atribuidos a los cuerpos extraños. Preocupación por la disolución del ser nacional. Nacionalismo chauvinista. Dos actitudes en la elite dirigente: conciliadora (se hacía cargo de los reclamos de la sociedad y proponía reformas), e intransigente (optaba por reprimir las manifestaciones de descontento).

Se podía ver en las crisis de 1907 y 1913 que la economía era muy vulnerable. La relación externa se complejizaba por la nueva participación de Francia, Alemania y Estados Unidos (controló las tres cuartas partes del comercio de carnes con Gran Bretaña por su dominio de la técnica del chilled). Relación triangular.

Primera Guerra Mundial. Emergencia de tensiones sociales en las zonas dinámicas del Litoral. Se eliminó el derecho de los extranjeros a votar en las elecciones municipales; ocurrió la revolución de Santa Fe en 1893, que fue reprimida por el gobierno. En 1912 ocurrió otro estallido social de los chacareros exigiendo contratos más largos, rebajas en los arriendos, etc. Llamaba la atención el contraste entre la violencia de la acción y la moderación de los reclamos. Los arrendatarios se organizaron en la Federación Agraria Argentina.

En las grandes ciudades la definición de las identidades fue compleja por la heterogeneidad cultural y lingüística, pero fue superándose, y las dificultades cotidianas impulsaron la constitución de asociaciones. La convivencia hizo al surgimiento de formas híbridas (tango, sainete, lunfardo). La escuela pública chocó con una masa de trabajadores adultos, analfabetos, que intentaron capturar intelectuales contestatarios como los anarquistas, a quienes el Estado reprimía arduamente. La Ley de Residencia posibilitó su expulsión. Las tensiones sociales fueron incrementándose; en 1910 ocurrieron grandes huelgas.

Se fue dibujando un sector de obreros más calificados en los que encontraron su público los socialistas a través de un lenguaje más racional que emotivo, y planteando una serie de reformas a través de la vía parlamentaria, incitando a la nacionalización. Sin embargo, fueron los sindicalistas que encauzaron las reivindicaciones de los trabajadores. Eran partidarios de las reformas graduales, pero se desinteresaban de la lucha política y buscaban terrenos de negociación con el Estado a partir de la creación del Departamento Nacional del Trabajo en 1907. La actividad sindical constituyó un actor de presencia y reclamos permanentes. El sistema político comenzó a revelar sus debilidades cuando los nuevos actores empezaron a hacer oír sus voces.

La UCR comenzó a crecer y a incorporar sectores sociales nuevos y chacareros. El radicalismo basaba su planteo en la vigencia de la Constitución, la pureza del sufragio y una moralización de la función pública. Su arma poderosa fue la abstención, la negativa a cualquier tipo de transacción con el régimen falaz. La UCR se negaba al establecimiento de un sistema de partidos y exigía la remoción total del unicato.

Muchos dirigentes, como el presidente Quintana, optaron por acusar a minorías extrañas y reprimir. Pero esta postura fue cada vez más insostenible y daba cuenta de la ilegitimidad. La sanción de la ley electoral de 1912 apuntaba a incorporar a la ciudadanía a una masa de gente sin mucho interés en votar, y establecía la representación de mayorías y minorías en la proporción de dos a uno. Los que diseñaron el proyecto estaban convencidos de que los intereses tradicionales ganarían sin problema, que se erradicaría la política criolla, rompiendo con el aparato de caudillos y constituyendo un partido de “notables”, y que las minorías quedarían para los nuevos partidos como la UCR y el PS, pero fue el radicalismo el partido que se impuso. Yrigoyen se convirtió en un líder nacional. Los grupos tradicionales intentaron organizar el Partido Demócrata Progresista, pero como muchos dirigentes eran reticentes al proyecto de la reforma política y prefirieron plantear su propia alternativa, los conservadores estaban divididos.


Dos. Los gobiernos radicales, 1916 – 1930

Yrigoyen fue presidente entre 1916 y 1922, cuando fue sucedido por Alvear. En 1928 fue reelecto Yrigoyen, y luego depuesto por un alzamiento militar en 1930. Ambos eran radicales, pero Yrigoyen era para unos el iniciador de la regeneración y quien terminara con el ignominioso régimen, y para otros era el caudillo ignorante y demagogo, y Alvear fue identificado con los grandes presidentes del viejo régimen. Uno y otro debieron conducir las demandas de reforma de la sociedad que el radicalismo había asumido. Voluntad reformista. Pero la Primera Guerra Mundial modificó todos los datos de la realidad. No resultaba entonces claro si el radicalismo tenía respuestas.

La PGM también presentó un problema. Yrigoyen mantuvo la política de neutralidad benévola: abastecimiento y financiación de los clientes tradicionales. Alemania inició el ataque contra los buques comerciales neutrales, empujando a la guerra a Estados Unidos, que pretendió arrastrar consigo a los países latinoamericanos (panamericanismo). El Ejército tenía simpatías por Alemania por su formación profesional, y la Marina, por Gran Bretaña. La oposición conservadora era predominantemente rupturista. Una parte de los socialistas adhería a la ruptura y otra a la neutralidad. Los radicales estaban divididos: Leopoldo Melo y Alvear estaban a favor de Inglaterra y Francia, mientras Yrigoyen defendió una neutralidad, que lo distanciaba de Estados Unidos y de los aliados europeos.

Yrigoyen tuvo varias actitudes de hostilidad hacia EEUU: ordenó que una nave de guerra saludara el pabellón de la República Dominicana, ocupada por los marines norteamericanos, se opuso al diseño del presidente Wilson de la Liga de las Naciones, y proclamó al 12 de octubre como Día de la Raza, excluyendo a los vecinos anglosajones. El antinorteamericanismo venía creciendo desde la guerra de Cuba. Reforma Universitaria.

Crisis social y nueva estabilidad

La Primera Guerra Mundial agravó las tensiones sociales por las dificultades del comercio exterior y la retracción de los capitales: inflación, retraso de los salarios reales, desocupación, baja en las exportaciones de cereales, etc. El clima de conflictividad comenzó a manifestarse desde 1917 con los primeros signos de reactivación, y se inició un ciclo violento de confrontación social, recogiendo los ecos de la revolución soviética y de los movimientos revolucionarios en Alemania, Italia y Hungría apenas terminó la guerra. La revolución de los trabajadores y la contrarrevolución de las clases propietarias terminaron con las democracias liberales que fueron ampliamente cuestionadas por dictaduras y experimentos autoritarios de base plebiscitaria en el mundo.

Huelgas impulsadas sobre todo por los grandes gremios del transporte. El gobierno abandonó la represión e impuso su arbitraje. La predisposición negociadora se dirigía especialmente a los trabajadores de la Capital (potenciales votantes de la UCR). La huelga de los frigoríficos y la de los ferroviarios de 1918 fueron enfrentadas con los tradicionales métodos de represión, despidos y rompehuelgas. En Nueva Pompeya hubo una huelga de trabajadores de la metalurgia, reprimida ferozmente por el Ejército, que con la colaboración de grupos civiles armados se dedicó a perseguir judíos y catalanes (identificados con los “maximalistas” y anarquistas). La Semana Trágica (1919) en realidad aumentó el número y la intensidad de las huelgas, que fueron igualmente reprimidas. La nueva actitud sensible a los problemas sociales y de arbitraje no llegó a materializarse en instrumentos institucionales. El gobierno abandonó sus veleidades reformistas y retornó con los mecanismos clásicos de la represión con la colaboración de la Liga Patriótica. La ola huelguista se había atenuado en las grandes ciudades.

Los sectores propietarios estaban a la defensiva frente a un proceso político y social que les desagradaba pero que estaba legitimado por la democracia. La Liga Patriótica Argentina (Asociación del Trabajo, que suministraba obreros rompehuelgas, clubes de elite, círculos militares, representantes de empresas extranjeras) fue la primera expresión de su reacción, que fue apoyada por el Estado y movilizó vastos contingentes de la sociedad para la defensa del orden y la propiedad y la reivindicación chauvinista del patriotismo y la nacionalidad. La Liga aportó los motivos del orden y la patria; los católicos combinaron el pensamiento social con el integrismo antiliberal; los jóvenes intelectuales difundieron las ideas de Maurras. Rechazo a la movilización social y crítica a la democracia liberal.

Cuando llega Alvear al gobierno vuelve la confianza en la democracia liberal. La Liga se dedicó al “humanitarismo práctico” mediante acciones sociales, y la Iglesia organizó la Gran Colecta Nacional para movilizar a los ricos e impresionar a los pobres. La Unión Popular Católica Argentina luchaba contra el socialismo en la difusión de cultura y en actos de caridad, lejos de crear un partido político por su rechazo a las instituciones democráticas. El Ejército empezó a interesarse en los asuntos políticos por su desconfianza a Yrigoyen.

El antiliberalismo funcionó como el discurso unificador. Era necesario volver a discutir cuál era el lugar de la Argentina, y la Liga organizó congresos con este fin. La ola de huelgas había sido formidable, pero no tenía como objetivo la subversión del orden, sino reclamos acumulados. Los anarquistas y comunistas no tenían mucha influencia. Las direcciones más fuertes correspondían a los sindicalistas, que apuntaron a mantener la negociación con el Estado, y a los socialistas. El socialismo era visto como el perfeccionamiento de la democracia liberal, como la última instancia de una modernización que debía remover obstáculos tradicionales como la “política criolla” (conservadurismo tradicional, radicalismo). El Partido Socialista logró cierto apoyo electoral, compitiendo con los radicales, pero los gremialistas preferían seguir a los sindicalistas cuando se trataba de protestas y movilización fuera de la actividad política partidiaria. A la izquierda se formó el Partido Comunista. Los socialistas apostaron a la acción legislativa, aunque no lograron dar forma a una fuerza política vigorosa, y a la ilustración de la clase obrera a través de su acción educadora. Fueron atenuándose los conflictos sociales. La Unión Ferroviaria descartó la huelga como instrumento de lucha y a partir de las negociaciones obtuvo éxitos sustanciales, a la vez que el Estado manifestó su voluntad de avanzar en una legislación social.

La sociedad argentina experimentaba cambios profundos: las asociaciones de base étnica empezaron a retroceder y la “cuestión nacional” empezó a desdibujarse. La escuela pública había generado una sociedad fuertemente alfabetizada y un nuevo público lector, con nuevas necesidades culturales. Ascenso. Las universidades por entonces eran socialmente elitistas y académicamente escolásticas. La agitación estudiantil por aumentar la participación fue muy intensa y coincidió con el tiempo de la crisis social (1918 a 1922). Los reformistas recibieron el apoyo de Yrigoyen. El reformismo universitario fue expresión de un movimiento de apertura social e intelectual y se vinculó con otras vertientes latinoamericanas.

Preocupación por adaptar las instituciones a la sociedad en cambio. Aspiración al ascenso individual y a la reforma social. Cambios en la vida cotidiana y en la cultura popular. Nuevos medios de comunicación. Homogeneización de la sociedad. Constitución de un mundo intelectual y artístico.

La economía en un mundo triangular

Con la Primera Guerra Mundial terminó el crecimiento fácil de la economía argentina, y se puso de manifiesto su vulnerabilidad por la dependencia de las exportaciones, el ingreso de capitales y de mano de obra y la expansión de la frontera agraria. Exceso de oferta en todo el mundo. Los inversores británicos fueron reemplazados por los banqueros norteamericanos. Estados Unidos exportó automóviles, camiones y neumáticos, fonógrafos y radios, maquinaria agrícola e industrial. Las grandes empresas realizaron inversiones significativas. La diferencia con las inversiones británicas estaba en que las norteamericanas no contribuían a generar exportaciones y divisas. Como, además, las posibilidades de colocar los productos tradicionales en Estados Unidos eran remotas, se produjo un fuerte desequilibrio en la balanza de pagos. Gran Bretaña no podía satisfacer las nuevas demandas del consumo y el capital británico era incapaz de promover las transformaciones que impulsaba el norteamericano. Argentina carecía de compradores alternativos. Triángulo económico mundial.

Los años finales de la guerra fueron excelentes por las ventas de carne enlatada. Cuando los gobiernos europeos cortaron sus compras, la situación cambió bruscamente. La crisis terminó de definir la diferenciación entre criadores e invernadores. El gobierno sancionó un conjunto de leyes que protegían a los criadores pero la resistencia de los frigoríficos obligó al gobierno a suspenderlas, probando su enorme poder.

La Sociedad Rural lanzó la consigna de “comprar a quien nos compra”, y la Unión Industrial la apoyó. La agricultura inició un largo período de estabilidad y la expansión se proyecto hacia las zonas no pampeanas. Los límites del mercado mundial más difícil, el fin de las ventajas comparativas naturales, el cierre de la frontera agropecuaria, el encarecimiento de la tierra y la escasez de inversiones eran visibles. El fin de la guerra hizo a una sostenida expansión industrial caracterizada por la diversificación de la producción e impulsada por el aumento de los aforos aduaneros y las inversiones norteamericanas para el equipamiento de las industrias.

La preocupación de los gobernantes se centraba en los problemas presupuestarios: la precariedad del financiamiento del Estado que estaba apoyado en los ingresos de Aduana, los impuestos indirectos y los préstamos externos, y se redujo en la crisis. Yrigoyen necesitó recursos para su política social y para la amplia distribución de empleos públicos, que formaron su principal arma política. Alvear empezó con una política fiscal ortodoxa y redujo fuertemente los gastos hasta que debió apelar a la misma distribución de puestos que su antecesor. Los gastos del Estado aumentaron. Debía buscarse otra forma de financiamiento: Yrigoyen propuso un impuesto a los ingresos personales, que fue tratado cuando Alvear insistió. El motivo del bloqueo parlamentario fue la oposición a cualquier legislación que diera al presidente más recursos que volcaría en menesteres electorales.

Difícil construcción de la democracia

El frustrado debate fiscal es uno de los ejemplos de las dificultades para constituir un sistema democrático eficiente. La reforma electoral no tuvo tanto impulso como se esperaba: la masa de inmigrantes siguió sin nacionalizarse, y la participación no fue masiva. La ciudadanía se constituyó lentamente en la sociedad. Las asociaciones y los partidos políticos contribuyeron a la gestación de experiencias de participación y de mediación entre las demandas de la sociedad y el poder político. Su estilo era el clientelar del caudillo que repartía favores; el radicalismo pudo expandir esta red gracias al apoyo oficial. El mismo gobierno impuso políticas sociales con finalidades electorales (carne, pan, alquileres “radicales”). También apuntaron a la educación y a la integración del ciudadano en una red de capacitación, entretenimiento, cultura, contribuyendo al desarrollo de las capacidades políticas.

La UCR pudo funcionar eficazmente aún lejos del poder por su dimensión nacional y de masas; se basaba en la Constitución y adecuaba sus ofertas a las demandas de la gente, y pudo suministrar una identidad política nacional. Pero se asentaba en elementos muy tradicionales: el liderazgo de Yrigoyen, el culto a su persona. El Partido Socialista carecía de dimensión nacional, pero en la Capital compitió con el radicalismo. La UCR fue el único partido nacional y sólo enfrentó oposiciones locales.

La participación finalmente se canalizó a través de los partidos y la sociedad se politizó. Yrigoyen tuvo un Parlamento hostil y para ganar las elecciones usó el presupuesto del Estado. Intervino las provincias para asegurar la victoria. Desvalorizaba al Congreso y desconocía su autoridad. El presidente debía cumplir un mandato y una misión, la “reparación” para la que había sido plebiscitado, y eso lo colocaba por encima de los mecanismos institucionales. Quienes se convirtieron en custodios de la pureza institucional fueron los que manifestaron escaso aprecio por dichos mecanismos: conservadores y radicales disidentes defendieron el orden institucional y hasta salieron a la calle.

Alvear se benefició de la máquina montada, pero una vez en el poder limitó la creación de empleos públicos, aceptó el control del Parlamento y no dispuso intervenciones federales por decreto. Se contrapuso el “popular” Yrigoyen con el “oligárquico” Alvear. Los seguidores del viejo caudillo aumentaron su hostilidad hacia el gobierno. El radicalismo se dividió en genuflexos, incondicionalmente obedientes a Yrigoyen, y contubernistas, antipersonalistas, conservadores y socialistas. Gallo, ministro del Interior y contubernista, quiso desplazar a los yrigoyenistas repartiendo empleos públicos e interviniendo provincias, pero Alvear no quiso abandonar sus principios; Gallo renunció. Alvear quedó en el medio del fuego entre los antipersonalistas y los yrigoyenistas.

La derecha conservadora estaba volcada a impedir el retorno de Yrigoyen como la encarnación de los peores vicios de la democracia; estaba segura de sus objetivos. Algunos criticaban el mismo sistema democrático, y los ojos se volvieron hacia las Fuerzas Armadas, alentando las esperanzas de un golpe militar regenerador, pero no había una crisis social que lo justificara. Las Fuerzas Armadas, a cuyos planteos Alvear era sensible (creación de la Fábrica Militar de Aviones, dirección de un militar de Yacimientos Petrolíferos Fiscales), estaban ocupando un lugar cada vez más importante en el Estado y constituyendo un actor político considerable. Tenían una relación con la derecha liberal tradicional y con la Liga Patriótica y eran profesionalistas. El tema del petróleo se instaló en la discusión pública con el crecimiento de Shell y Standard Oil.

La vuelta de Yrigoyen

La opinión se polarizó en torno a la vuelta de Yrigoyen. El yrigoyenismo fortaleció la imagen mítica del caudillo, que utilizó la derrota del contubernio y la nacionalización del petróleo como banderas. La nacionalización estaba alineada con la preocupación militar por la autarquía del país y la hostilidad de los sectores terratenientes hacia Estados Unidos por el conflicto de las carnes, y en general hacía al sentimiento antinorteamericano. El petróleo aseguraría la vuelta a la prosperidad. El proyecto de nacionalización fue detenido en el Senado. Yrigoyen firmó un tratado con los británicos otorgándoles fuertes concesiones comerciales, asegurándoles el suministro de materiales a los ferrocarriles del Estado y un arancel preferencial a la seda artificial, a cambio de la garantía de la compra de la carne argentina. También apeló al amplio reparto de puestos públicos y a la intervención de gobiernos provinciales.

Crisis económica mundial de 1929: caída de las exportaciones, retiro de los fondos norteamericanos, inflación, reducción salarial, despidos. Todas las voces de la oposición clamaban por la caída del gobierno. Las discusiones giraban acerca de si se buscaría una solución institucional o se apelaría a una intervención militar. La indiferencia frente al fin de la experiencia democrática se entiende por la falta de traducción de ese proceso en las instituciones, cuyo valor los gobiernos radicales no lograron transmitir. El radicalismo subordinó el desarrollo de las nuevas prácticas a la antigua costumbre. Por otra parte, la oposición hizo poco por lograr un diálogo constructivo con el gobierno e hizo menos por defender las instituciones. Además, la Primera Guerra Mundial cambió los datos del funcionamiento del mundo y exigía respuestas imaginativas, que si debían ser democráticas, era necesaria una ampliación de los espacios de representación y de discusión, en lo que las administraciones radicales tuvieron un déficit muy grande.
Tres. La restauración conservadora, 1930 – 1943

En 1930 Uriburu asumió como presidente provisional y en 1932 transfirió el mando a Justo. Incertidumbre del gobierno provisional entre la regeneración nacional y la restauración constitucional.

Regeneración nacional o restauración constitucional

La incertidumbre era común a todos los sectores que coincidían con la deposición de Yrigoyen, la persecución con la política de mano dura adoptada con el movimiento social. La movilización social era escasa. La revolución se había hecho contra los vicios atribuidos a la democracia, pero no había acuerdo sobre qué hacer. La propuesta de los nacionalistas era del autoritarismo elitista que tenía suceso en todo el mundo, y les permitía un respaldo del poder. Uriburu los apoyó, pero jugó sus cartas a una elección de gobernador en la provincia de Buenos Aires en 1931 en la que fue derrotado por Pueyrredón, y que fue luego anulada. Intento movilizar al Ejército mediante la Legión Cívica, una escuadra civil organizada por oficiales, pero tampoco fue exitoso. Los nacionalistas eran más eficaces para golpear que para construir y fueron distanciándose del gobierno a medida que crecía la influencia de quienes rodeaban a Justo y a la alternativa institucional, que terminaron apoyando. Los temas tradicionales contra la democracia se integraron con un anticomunismo y antiliberalismo. Redujeron todos sus enemigos a uno: los extranjeros, los comunistas, los judíos. Reclamaban la vuelta a una sociedad jerárquica como la colonial, no contaminada por el liberalismo.

El grueso de la clase política optaba por la defensa de las instituciones constitucionales y los principios del liberalismo. Esta alternativa fue reclamada desde la sociedad. Los socialistas y demoprogresistas pasaron nuevamente a la oposición. Constituyeron la Federación Nacional Democrática, liberal y opuesta a Uriburu, que fue fracturada por el Partido Conservador, menos hostil a la política presidencial. La derrota de 1931 creó las condiciones para un reagrupamiento de fuerzas en torno de la candidatura del general Justo. Los grupos conservadores constituyeron el Partido Demócrata Nacional. El radicalismo antipersonalista se había desgranado. El Partido Socialista Independiente sólo podía ofrecer una base sólida en la Capital tras la figura del general Justo.

Justo podía presentarse como un militar con vocación civil y con el respaldo del Ejército. Salió triunfante de una guerra con Uriburu por el control de los mandos principales. Los oficiales eran reclamados por diferentes grupos de activistas: los radicales, los nacionalistas, y los adeptos a Justo que unían las banderas del profesionalismo con las del constitucionalismo, pero en el grueso predominaba la desconfianza hacia la política. La mayor dificultad estaba en los radicales que habían resurgido, pero no tenían ideas definidas entre apostar a la carta electoral y derribar el gobierno provisional. Los oficiales radicales iniciaron una revolución que fue sofocada, y el gobierno vetó la candidatura de Alvear por motivos de seguridad y por razones constitucionales. Los radicales volvieron a la abstención y dejaron el campo libre a la candidatura de Justo, como un punto medio entre Uriburu y Alvear. Justo fue enfrentado en las elecciones sólo por una coalición entre el Partido Socialista y el Demócrata Progresista, que proponía a Lisandro de la Torre y a Nicolás Repetto, pero no tenía mucha organización nacional.

Justo ganó las elecciones; las formas institucionales estaban salvadas y la revolución parecía haber encontrado un puerto seguro. Las abstención radical pesaría luego, pero entonces constituía una ventaja. Organizar el oficialismo no fue una tarea sencilla. Justo equilibró la participación de las distintas fuerzas en su gobierno. El Partido Socialista Independiente se disolvió, y sus dirigentes cumplieron un papel fundamental en la estructuración de la alianza y en la formación de la Concordancia parlamentaria. Los partidos oficialistas ganaron las elecciones usando técnicas muy conocidas con que combinaban el apoyo de la autoridad con el caudillismo. Los radicales mantuvieron su abstención. La ciudad de Buenos Aires se vio libre de los mecanismos fraudulentos y ganó siempre la oposición, a diferencia de la provincia.

Intervención y cierre económico

La eficacia del gobierno debía quedar demostrada en su capacidad de enfrentar La Depresión económica. Cesó el flujo de capitales, los precios internacionales de los productos agrícolas cayeron fuertemente, los ingresos de la economía se contrajeron fuertemente. Debieron reducirse drásticamente las importaciones y los gastos del Estado. En la crisis, los países centrales utilizaron su poder de compra para defender a sus mercados. Gran Bretaña se refugió en el proteccionismo comercial y declaró la inconvertibilidad de la libra, como luego hicieron Alemania, Francia y Estados Unidos. Se avanzó entonces con el crecimiento de la intervención del Estado y el cierre progresivo de la economía, y con el reforzamiento de la relación con Gran Bretaña. Se estableció el impuesto a los réditos (viejo proyecto de Yrigoyen), y disminuyó la dependencia de las finanzas públicas de los impuestos a las exportaciones y los préstamos. Junto con una reducción inicial de los gastos, el gobierno logró equilibrar su presupuesto. También se centralizó la compra y venta de divisas, y existieron luego dos mercados de cambio: uno regulado por el Estado que administraba las divisas provenientes de las exportaciones agropecuarias, y otro en el que se compraban y vendían libremente las originadas en préstamos o exportaciones no tradicionales. El primero tuvo una devaluación mínima y logró acumular una importante masa de recursos, que fueron vendidos para el servicio de la deuda externa, atender las importaciones esenciales y las remesas de las empresas de servicios públicos.

Se crearon el Banco Central para regular las fluctuaciones cíclicas de la masa monetaria y controlar la actividad de los bancos privados, y la Junta Nacional de Carnes y la Junta Nacional de Granos para asegurar un precio mínimo y regular la producción agropecuaria. En general, el Estado fue asumiendo mayores funciones en la actividad económica según el modelo keynesiano. La producción industrial comenzó a crecer en el marco de la crisis: se sustituían los bienes importados por otros producidos localmente (cierre creciente de la economía, aranceles y escasez de divisas). Creció mucho el sector textil y la mayoría de las actividades volcadas al consumo. Los grandes capitales se orientaron hacia la industria. Diversificación de los grupos propietarios. Las reglas del juego eran puestas por el Estado y se abrió un nuevo campo de negociación. Los cambios en el sector agropecuario fueron menos notables: la ganadería siguió retrocediendo respecto de la agricultura. Éxodo rural. Crecieron algunos cultivos industriales (e.g. algodón). Se extendió la ocupación de nuevas tierras y se constituyó un amplio sector de pequeños productores dependientes de un sector comercial e industrializador.

La crisis y las respuestas habían creado una serie de condiciones que hacían muy difícil el retorno a la situación previa.

La presencia británica

La cuestión de la relación con Gran Bretaña resultó muy controvertida. Gran Bretaña optó por reconcentrarse en su imperio, fortalecer sus vínculos con las colonias y dominios, presionada por el avance de Estados Unidos. Redujo en un tercio las compras de carne congelada argentina y en un 10% la enfriada. Esto se trataba de un punto sensible por la magnitud de los intereses constituidos en torno de la exportación de carne: productores, frigoríficos y empresas navieras eran capaces de presionar fuertemente sobre el gobierno. A la vez, el gobierno argentino tenía un arma decisiva: la política arancelaria y el control de cambios permitían discriminar las importaciones y regular el monto de las divisas que sería utilizado para pagar el servicio de la deuda británica, para seguir comprando productos británicos o para remitir las utilidades de las empresas británicas instaladas en la Argentina. En un contexto de escasez de divisas y con fuertes demandas de los intereses comerciales norteamericanos, el punto era sumamente importante para Gran Bretaña.

Tratado Roca-Runciman o de Londres: se mantendrían las condiciones de 1932, se limitó al 15% el cupo que podría ser manejado por frigoríficos nacionales, y se aseguró que la totalidad de las libras generadas por este comercio se emplearían en Gran Bretaña (pago de la deuda, importación de carbón, material ferroviario o textiles, remisión de utilidades de empresas británicas) y que se daría un tratamiento benévolo para las empresas británicas. Este tratamiento benévolo consistía en el aumento de ventajas monopólicas para postergar su deterioro y posterior venta al Estado: las empresas ferroviarias y de transporte urbano tenían gastos fijos muy altos, una reducción general de su actividad y la creciente competencia del transporte automotor.

El tratado fue apoyado por los grupos propietarios pero opuesto por el Partido Socialista, preocupado sobre los efectos sobre los consumidores locales. Luego afloraron los conflictos entre los frigoríficos y ganaderos invernadores, y los criadores, que debían optar entre la exportación de carne congelada de menor calidad, la venta a los invernadores o el consumo interno. Los grandes invernadores se organizaron en la Sociedad Rural; los criadores en la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP). La Junta Nacional de Carnes debía intervenir en la regulación del mercado.

Lisandro de la Torre pidió una investigación sobre el comercio de carnes y los frigoríficos, y se reconoció la existencia de abusos importantes por parte de estos. Unió el ataque contra los frigoríficos y el gobierno, en un argumento antiimperialista y contra la oligarquía. De la Torre era la figura destacada de la oposición parlamentaria de socialistas y demoprogresistas. En una de las sesiones cayó asesinado un senador. El gobierno perdió mucho ante la oposición.

Un Frente Popular frustrado

El régimen de Justo fue visto como ilegítimo, fraudulento, corrupto y ajeno a los intereses nacionales. Desde 1935 comenzó a crecer la movilización social y política. El general Molina hizo un reclamo por la vigencia de la soberanía popular y de elecciones libres, que recibió el apoyo de la Federación Universitaria. Huelgas. Alvear fue elogiado como un obrero auténtico de la democracia nacional. La UCR alcanzó la mayoría en Diputados. El gobierno intervino la provincia de Santa Fe. La derecha alertó contra el resurgimiento de las masas ciegas y la turbia democracia, y justificó el fraude patriótico. La reacción del gobierno se dirigió hacia el nuevo sindicalismo combativo: la Ley de Residencia fue aplicada para deportar comunistas de origen italiano, y se aprobó una ley de represión del Comunismo, que fue bloqueada por los diputados. Las derechas convocaron a un “frente nacional” contra el Frente Popular que se esbozaba. Fue muy importante el cambio de posición del Partido Comunista: al adoptar las nuevas orientaciones del Comintern, cambió su consigna de “lucha de clase contra clase” según la cual combatían a los nazis y fascistas y socialdemócratas, para impulsar la unidad de los “sectores democráticos” y enfrentar el nazifascismo. El gobierno de la Concordancia fue identificado con el enemigo universal. Influencia de la Guerra Civil española: integró a conservadores autoritarios, nacionalistas, filofascistas y católicos integristas contra el liberalismo democrático, y radicalistas, comunistas, socialistas, demoprogresistas, estudiantes de la Federación Universitaria, dirigentes sindicales de la CGT y progresistas independientes contra el fascismo.

Reforma Universitaria: antiimperialista, democrática, popular. Combinación de lo académico y lo político también en el Colegio Libre de Estudios Superiores, una suerte de Universidad popular, y en revistas. Análisis de los problemas de la sociedad, crítica y propuesta. Espíritu reformista y convocatoria.

La recuperación económica y la reorientación industrial empezaron a hacerse notar: la desocupación fue gradualmente absorbida, el éxodo rural decreció. Engrosamiento del cinturón suburbano. Seguían dominando la Unión Ferroviaria, la Fraternidad, la Unión Tranviaria, los municipales, los empleados de comercio, pero fueron creciendo los grupos de trabajadores de las nuevas industrias manufactureras o de la construcción, en los que los dirigentes comunistas tuvieron éxito. La actividad sindical resurgió, manteniendo la tendencia de deslindar los reclamos gremiales de los planteos políticos y obtuvieron algunas mejoras (licencia por enfermedad, indemnización por despido, sábado inglés, sistemas de jubilación). El gobernador Fresco declaró que su objetivo era armonizar el capital y el trabajo, y reprimía duramente a los comunistas al mismo tiempo que legalizaba los sindicatos y utilizaba el poder arbitral del Estado para protegerlos. El Departamento nacional del Trabajo fue extendiendo la práctica del convenio colectivo y del arbitraje estatal. Estado intervencionista y dirigista. La pieza clave del Frente Popular era la UCR: con el levantamiento de la abstención ayudó a mejorar la imagen de las instituciones. Pero la vuelta a la lucha política también aumentó las posibilidades de manifestación de grupos más avanzados del radicalismo como los yrigoyenistas.

La consigna de la democratización resulto tentadora para el oficialismo preocupado por la legitimidad del régimen. Justo pudo imponer la candidatura de Ortiz, radical antipersonalista, pero debió aceptar para la vicepresidencia a un representante de los grupos conservadores más tradicionales: Castillo. Se recurrió a procedimientos fraudulentos para enfrentar la candidatura de Alvear. Ortiz se propuso depurar los mecanismos electorales y desplazar a los dirigentes conservadores, pero una enfermedad lo obligó a delegar el mando en el vicepresidente Castillo, que deshizo todo lo construido en pro de la democratización. Los frentes populares en España y en Francia habían sido derrotados y el nazismo acumulaba triunfos militares contundentes. La política quedaba asociada con el fraude; el Estado encaraba la negociación directamente con los distintos actores de la sociedad.

La guerra y el “frente nacional”

La Segunda Guerra Mundial redujo las exportaciones agrícolas pero aumentó la venta de carne a Gran Bretaña y disminuyó las importaciones de origen británico. Se comenzó a exportar a países limítrofes productos industriales, acentuando el crecimiento industrial iniciado con la sustitución de importaciones. El país empezó a tener saldos favorables. Pinedo propuso su Plan de Reactivación Económica: compra de cosechas por parte del Estado para sostener su precio, estimular la construcción para movilizar otras actividades, y estimular la industria como “rueda menor” y sus exportaciones, modificando los términos de la relación triangular con un acercamiento a Estados Unidos. Requería una fuerte intervención estatal: debía movilizar el crédito privado y promover las exportaciones de productos manufacturados. El proyecto fue aprobado por el Senado, pero Diputados no lo trató: los radicales habían decidido bloquear cualquier proyecto oficial como repudio a la orientación fraudulenta de Castillo. El bloque democrático no advirtió las ventajas de este plan, que suponía la clausura del férreo bilateralismo con Gran Bretaña. Estados Unidos había modificado su política exterior (“buena vecindad”, panamericanismo), pero en Argentina el comercio bilateral estaba dificultado por los intereses agrarios competidores de la Argentina y el antinorteamericanismo.

La neutralidad no fue objetada por Estados Unidos. La guerra se impuso en las discusiones internas y revivió los agrupamientos de la opinión que asociaba el apoyo a los aliados con la reivindicación de la democracia y el ataque al gobierno. Se constituyó Acción Argentina, conformada por radicales, socialistas, intelectuales independientes y miembros de la oligarquía conservadora y dedicada a denunciar las actividades de los nazis en el país. Acción Argentina se diferenciaba del Frente Popular por la conversión a los valores de la democracia y la ausencia del Partido Comunista que optó por denunciar por igual a ambos imperialismos, como los radicales opositores a la conducción de Alvear.

Estados Unidos entró en la guerra y procuró atraer a los países americanos, pero la oposición argentina frustró sus planes. Argentina fue excluida del programa de rearme de sus aliados en la guerra y los grupos democráticos opositores al gobierno empezaron a recibir apoyo de la embajada.

Justo cultivó a los militares y se propuso despolitizar la institución. Castillo aumentó la presencia de los militares, que constituyeron un actor político (nacionalista, antiliberal, xenófobo, jerárquico). Pensaban que el equilibrio regional tradicional se alteraba por el apoyo estadounidense a Brasil y no a Argentina, porque la defensa requería de equipamiento industrial e insumos básicos. El Ejército se dedicó a promover industrias para garantizar la autarquía, y requería de un Estado fuerte y legítimo que no se parecía al gobierno tambaleante y radicalmente ilegítimo de Castillo.

Esta sensibilidad nacional no se limitaba al Ejército; se comenzó a dibujar un “frente nacional” como alternativa, antiliberal, nacionalista, antibritánico, que tenía como enemigo a esta potencia y a la oligarquía “entreguista”, lo que funcionó como un arma política formidable. Preocupación por lo nacional y el sentido de argentinidad. Los principales dirigentes del bloque democrático murieron (Alvear, Ortiz, Roca). Castillo había decretado el estado de sitio e ignoraba la Cámara de Diputados, se inclinó por Patrón Costas, poderoso empresario azucarero salteño y figura del Partido Demócrata Nacional. Las dos alianzas se sentían débiles, y cultivaron a los jefes militares. El Grupo de Oficiales Unidos depuso a Castillo en 1943.
Cuatro. El gobierno de Perón, 1943 – 1955

El gobierno militar fue encabezado por Ramírez y Farrell. Perón ganó las elecciones en 1946 y fue reelecto en 1951, y finalmente derrocado por un golpe militar en 1955.

La emergencia

La revolución fue encabezada por Rawson, que fue reemplazado por Ramírez, expresión de la indefinición del grupo a seguir. Los militares en el gobierno coincidían en la necesidad de acallar la agitación política y la protesta social: proscribieron a los comunistas, persiguieron a los sindicatos e intervinieron la CGT, disolvieron Acción Argentina y los partidos políticos, intervinieron las universidades y establecieron la obligatoriedad de la enseñanza religiosa. Contaron con el apoyo de nacionalistas y católicos integristas obsesionados por la fundación de un orden social nuevo y por evitar el caos del comunismo. La oposición identificó el gobierno militar con el nazismo.

Luego de que Ramírez decidiera romper relaciones con el Eje, fue desplazado por oficiales más antinorteamericanos. El gobierno se encontró metido en un callejón sin salida, que fue finalmente proporcionada por Perón, que llegó a ser vicepresidente y el alma verdadera del gobierno, por su capacidad profesional y la amplitud de sus miras políticas. Se ocupó del movimiento obrero a partir de la Dirección Nacional del Trabajo: se vinculó con los dirigentes sindicales y los impulsó a presentar sus demandas (jubilaciones, vacaciones pagas, accidentes de trabajo, equilibrio general de las relaciones entre obreros y patrones), y persiguió a los comunistas. Perón expandía los mecanismos del Estado árbitro esbozado durante el gobierno de Yrigoyen. La reacción de los dirigentes sindicales fue de duda y desconcierto; recientemente habían hecho acuerdos con los partidos políticos opositores para fundir los reclamos sindicales con la demanda democrática. La CGT se dividió entre un sector más afín a los partidos opositores (comunistas y socialistas), y otros más identificados con la línea sindicalista. Los sindicalistas aceptaron el envite del gobierno sin cerrar las puertas a la oposición democrática.

Tampoco les cerraba el propio Perón, dispuesto a hablar con todos. A sus colegas militares les habló sobre la necesidad de un Estado fuerte interventor; a los empresarios, sobre los peligros de la masa obrera desorganizada. Bombero piromaníaco. La oposición democrática empezó a reconstituirse. El gobierno aceptó el reclamo de Estados Unidos ante la inminencia del fin de la guerra para ser admitidos en las Naciones Unidas. Los partidos opositores reclamaron la retirada de los gobernantes y la entrega del poder a la Corte Suprema. El Ejército forzó la renuncia de Perón. 17 de octubre de 1945: presencia de los obreros como actor social importante. Definieron una identidad y ganaron su ciudadanía política. Los dirigentes sindicales crearon el Partido Laborista, que recogía motivos socialistas y dirigistas económicos y del Estado de bienestar. Perón era el primer afiliado y el candidato presidencial.

Perón fue apoyado por varios dirigentes conservadores, el Ejército y la Iglesia. La Unión Democrática incluyó a los partidos de izquierda pero excluyó a los conservadores. Sus candidatos provenían de la conducción alvearista del radicalismo, y tenía un programa socialmente progresista como el de Perón, pero lo esencial pasaba por la defensa de la democracia y la derrota del totalitarismo. Perón asumió el discurso de la justicia social, democracia real que fue contrapuesta con la democracia formal de sus adversarios, y obtuvo la presidencia en 1946.

Mercado interno y pleno empleo

El nuevo gobierno mantuvo la retórica antinorteamericana, y se distanció tanto del comunismo como del capitalismo, pero estableció relaciones diplomáticas con la URSS y con Washington. Aprobó las Actas de Chapulle, que permitían el reingreso a la comunidad internacional y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. Pero la hostilidad norteamericana no disminuyó y Estados Unidos siguió dispuesto a hacer pagar a la Argentina por su independencia durante la guerra, bloqueando armamentos e insumos vitales, y las exportaciones industriales a los países limítrofes empezaron a retroceder ante la competencia norteamericana. Las exportaciones agrícolas a Europa fueron obstaculizadas por Estados Unidos. Se lanzó el Plan Marshall, pero Estados Unidos prohibió que los dólares aportados a Europa se usaran para importaciones de la Argentina. Estados Unidos inundó el mercado con cereales subsidiados y la participación argentina disminuyó drásticamente. Gran Bretaña no aceptó las presiones norteamericanas para la restricción de sus compras en Argentina. Las empresas ferroviarias británicas fueron vendidas con un acuerdo sobre la venta de carne. La venta de cereales fue cada vez más difícil, y la de carne, cada vez menos interesante; reducción de la producción agropecuaria. El lugar en el mundo para Argentina fue haciéndose menos significativo.

La Segunda Guerra Mundial y las dificultades del comercio exterior habían contribuido a profundizar el proceso de sustitución de importaciones que avanzó en el sector metalúrgico y otros. Exportación a países limítrofes, aumento de la mano de obra industrial. Quienes estaban vinculados con las empresas tradicionales pretendían estimular las industrias “naturales” capaces de competir en el mercado externo, asociarse con Estados Unidos y mantener un equilibrio entre el sector industrial y el agropecuario, de donde saldrían divisas para la industria. La opción era difícil por la necesidad de recomponer una relación con Estados Unidos y de recuperación de los mercados de los productos agropecuarios. La otra alternativa era profundizar la sustitución, extenderla a la producción de insumos básicos mediante una intervención estatal y asegurar la autarquía. Imagen de la Unión Soviética, planes quinquenales.

Primer Plan Quinquenal: planificación de la economía, promoción del sector industrial, aumento del mercado interno por políticas redistributivas hacia los trabajadores, pleno empleo. Financiado principalmente por la reserva de divisas acumulada durante la guerra. El Instituto Argentino de Promoción del Intercambio monopolizó el comercio exterior y transfirió al sector industrial y urbano ingresos provenientes del campo. Golpe fuerte al sector agropecuario que ya no se consideraba la “rueda maestra” de la economía. Los productores rurales padecían la falta de insumos y maquinarias, el congelamiento de los arrendamientos, y el costo más alto de la mano de obra (Estatuto del Peón): caída de la superficie cultivada, y por el aumento del consumo interno, reducción de las disponibilidades. Participación del Estado en la dirección y regulación de la economía, inspiración keynesiana. Nacionalización de las inversiones extranjeras (empresas británicas), promoción de empresas estatales para la independencia económica, y del Banco Central. Negociaciones colectivas garantizadas por ley, seguridad social, miedo a los riegos del desempleo.

El Estado peronista

Perón ordenó la disolución de varios de sus núcleos de apoyo, como el Partido Laborista, solidario con Perón pero independiente, justificándose con los conflictos entre laboristas y radicales conservadores. Luego creó el Partido Peronista. Eliminó de la dirección de la CGT a Luis Gay para subordinar al Estado el movimiento obrero. No hubo resistencias. La sindicalización se extendió rápidamente a los gremios industriales y a los empleados estatales. Ley de Asociaciones Profesionales. Verticalización de los sindicatos, administración especializada, burocracia estable. En la base, la acción sindical conservó vitalidad ocupándose de problemas inmediatos. Las huelgas sirvieron para hacer cumplir los objetivos de las negociaciones, pero Perón se preocupaba por esta agitación. Consideró las huelgas como negativas y se optó por la represión, en paralelo al mecanismo del arbitraje. Eva Perón cumplió las funciones de mediación entre los dirigentes sindicales y el gobierno. Los sindicatos nunca dejaron de ser la expresión social y política de los trabajadores; el Estado peronista creaba una situación de comunicación y participación fluida para ellos, y en ellos tenía su fuerza legitimadora. También extendió sus apoyos a los sectores populares no sindicalizados a través de Eva Perón y de la fundación (escuelas, hogares, alimentos y regalos navideños, estimuló el turismo y los deportes, etc.) por medio de la acción directa. El Estado benefactor y providente adquirió una dimensión personal y sensible. Propaganda, “Evita me ama”, los “humildes”.

El Estado debía vincularse con cada uno de los sectores de la sociedad. Organizó a los empresarios en la Confederación General Económica. Tuvo un acuerdo básico con la Iglesia: enseñanza religiosa y conducción de las universidades en manos de personajes del clero; pero algunos se preocuparon por el autoritarismo creciente o la democratización y se alinearon con la oposición. Perón se cuidó de no inmiscuirse en la vida interna de las Fuerzas Armadas y de darles cabida institucional en el gobierno. El Estado, además de dirigir la economía y velar por la seguridad del pueblo, debía ser el ámbito de negociación de los intereses sociales organizados. Subordinación de los poderes constitucionales al Ejecutivo, camino hacia el autoritarismo. Reemplazó a la Corte Suprema, intervino provincias, acabó con la autonomía universitaria, el Poder Legislativo carecía de contenido real. El Ejecutivo avanzó hasta el “cuarto poder”: los medios fueron presionados. La reforma de la Constitución posibilitó la reelección presidencial (Perón y Quijano triunfaron en 1951). Uso de la autoridad estatal para disciplinar fuerzas propias (como hicieron Roca, Yrigoyen y Justo), utilización del liderazgo personal e intransferible, maquinaria propagandística. La doctrina peronista se convirtió en la Doctrina Nacional, unificando los conceptos de Estado, movimiento y comunidad que confluían en el líder (combinación de las tradiciones del Ejército y las de los modernos totalitarismos).

Peronización de todo espacio de la sociedad civil, pero que aseguraba los derechos políticos y sociales de vastos sectores como la mujer. Legitimación por medio de las masas que debían ser moldeadas según la doctrina, a través de la propaganda y la escuela. Las movilizaciones y concentraciones fueron jornadas festivas. “A los enemigos, ni justicia”. Verticalidad y correccionalismo. La derrota de 1946 desarticuló la Unión Democrática (última figuración del Frente Popular) y enfrentó a los partidos opositores que no concordaban en desde dónde atacar a Perón. Los socialistas mantuvieron su caracterización de nazifascismo, autoritarismo. El Partido Comunista tuvo un período de acercamiento pero luego fueron expulsados sus dirigentes. Los conservadores formaron la oposición frontal, defendiendo la legalidad republicana. El radicalismo se renovó; el Movimiento de Intransigencia y Renovación formuló sus principios, y sin renunciar al discurso constitucional y republicano, combatió al peronismo desde una posición más progresista en lo social y lo nacional, hasta que el gobierno lo hizo retroceder. El grupo unionista (alvearista) especulaba con un golpe militar, mientras los intransigentes discutieron en el Congreso cada uno de los proyectos gubernamentales, pero no llegaron a constituir una verdadera oposición democrática, porque su faccionalismo también era fuerte, y por la indisposición del peronismo a convertir el Congreso en un lugar de debate.

Un conflicto cultural

El régimen peronista no atacó ningún interés de las clases altas tradicionales. Los intereses corporativos no se opusieron al gobierno, y en ocasiones aprovecharon negocios con él. Apareció el “nuevo rico”. Los sindicalistas ocuparon puestos visibles. Las clases medias tradicionales tuvieron más motivo de quejas: algunos gozaban de rentas fijas que fueron reducidas por la inflación, y otros perdieron sus empleos estatales. Prosperidad económica de los trabajadores y educación de sus hijos. Las migraciones internas, a partir de la oferta de trabajo industrial y la atracción por la vida en las ciudades, modificaron la fisonomía de los sectores populares. Migraciones predominantes de las zonas pampeanas más cercanas y luego del Interior tradicional, imagen del “cabecita negra”, expansión de los cinturones de las grandes ciudades. Incorporación de los sectores populares a ámbitos visibles (consumo, ciudad, política). El reconocimiento de la existencia del pueblo trabajador y el ejercicio de nuevos derechos, y la justicia social fueron ideas clave del discurso del Estado (justicialismo) y de la identidad social en construcción. La acción del Estado retomaba la aventura del ascenso individual aportando un empujón inicial. Significado central del mundo del trabajo, acceso a la salud, al turismo y al deporte a través del sindicato. Propaganda oficial y control de los medios. El ser nacional se encarnaba en San Martín: nacionalismo, fundación, revolución. Los intelectuales se ubicaron en instituciones al margen del Estado.

El peronismo había surgido en el marco de un fuerte conflicto social que derivó en un enfrentamiento político, separando al oficialismo de la oposición y en un conflicto cultural. Oposición de lo oligárquico con lo popular: lo segundo combinaba las dimensiones trabajadora e integradora, y carecía de los componentes clasistas; lo primero pretendía restringir el acceso a los bienes y excluir al pueblo. Esta oposición nutría al ataque discursivo, pero no hubo muchas acciones concretas contra los destinatarios: “la oligarquía encerrada en sus madrigueras”. La oposición resistía las prácticas políticas del peronismo y la forma peronista de la democratización social. Reacción horrorizada frente a la invasión popular, a la pérdida de la deferencia y el respeto. Dos configuraciones antagónicas y excluyentes: Evita como la Dama de la Esperanza y la Mujer del Látigo; los “descamisados” se sacaban el saco en las ceremonias oficiales como ritual, y como falta de respeto.

Crisis y nueva política económica

La coyuntura externa favorable en la que surgió el Estado peronista comenzó a invertirse hacia 1949: los precios de los cereales y las carnes volvieron a su normalidad, los mercados se contrajeron y se agotaron las reservas. El desarrollo de la industria hacía el país más dependiente de sus importaciones. Murió Eva Perón. El nuevo rumbo económico fue ratificado en el Segundo Plan Quinquenal, mucho más específico que el anterior: restringió el consumo interno para reducir la inflación, eliminó subsidios a bienes de uso popular, estableció una veda parcial al consumo de carne y levantó el congelamiento de los alquileres. Perón hizo una apelación a la reducción del consumo. Se proclamó la “vuelta al campo”; el IAPI empezó a estimular a los productores rurales y dio prioridad a la importación de maquinaria agrícola, para aumentar la disponibilidad de divisas y seguir impulsando el desarrollo del sector industrial, que se encontraba en un estancamiento evidente por el alcance del límite de su crecimiento. El principal problema era su reducida eficiencia, oculta por la protección y subsidios estatales: maquinaria obsoleta, deterioro de los servicios, falta de competitividad por falta de competencia, altos costos de producción por el pleno empleo y la capacidad sindical de negociación. La expansión de la demanda perdió su efecto dinamizador.

La nueva política económica apuntó a esos problemas: restringió el crédito industrial y el uso de divisas, dio prioridad a las empresas grandes y a las industrias de bienes de capital. Los contratos colectivos de trabajo fueron congelados. El gobierno puso sus esperanzas en los capitales extranjeros (ley de Radicación de Capitales) en el marco de una reconciliación con Estados Unidos. Radicación de empresas extranjeras automotrices, contrato de explotación con Standard Oil con amplios derechos. Se redujo la inflación y se equilibró la balanza de pagos. La nueva política económica se mantenía dentro de la tradición peronista en el sentido de que no redujo el gasto público ni recurrió a la devaluación.

La crisis económica trajo manifestaciones de disconformidad por los sindicatos (que terminaron en represión e intervenciones) y el Ejército, que respondió a un avance del régimen sobre la institución y se indignaba con el autoritarismo creciente y la injerencia de Eva Perón en los asuntos del Estado. Por estos motivos los grupos oficiales decidieron derribar a Perón, y un intento de Menéndez dio el pie al presidente para declarar el estado de guerra interno y depurar los mandos militares, a la vez que restringió más la acción de los políticos opositores y obtuvo un aplastante triunfo en las primeras elecciones con sufragio femenino.

Consolidación del autoritarismo

Perón inició su segundo período consolidado por el nuevo plan económico que parecía tener éxito, la victoria sobre rebeldes militares y sindicalistas y el espectacular triunfo electoral. Fin de la etapa revolucionaria, nueva política económica, normalización de las relaciones con Estados Unidos. Perón tuvo una conducta errática en los últimos años de su gobierno: evidente dificultad para llenar el vacío de Eva Perón, y su luto. La Unión de Estudiantes Secundarios era una de las nuevas manifestaciones de la vía autoritaria. Se avanzó en la peronización de la administración pública y de la educación, y llegó hasta las Fuerzas Armadas, mientras que se reducían los espacios de la oposición. La marcha hacia el totalitarismo tuvo un paralelo con una reconstrucción del espacio de convivencia con la oposición, a partir del reconocimiento recíproco: algunos dirigentes se acercaron a dialogar y encontraron una respuesta cálida, que terminó con las bombas de Plaza de Mayo colocadas por grupos opositores, luego contestadas con incendios por parte de los grupos peronistas y con detención de dirigentes y personalidades opositores. En la segunda mitad de 1953 se aceptó liberar a los presos políticos. La elección de vicepresidente para reemplazar al difunto Quijano fue ganada por el almirante Teisaire gracias al montaje de la maquinaria electoral.

El radicalismo había definido su perfil y encontrado un ángulo de oposición posible, pero debía enfrentar una división interna entre los unionistas, jugados a la abstención, la ruptura total y el golpe militar, y los intransigentes, que insistían por la lucha institucional pese a la reducción casi total de los espacios y ganaron definitivamente cuando Frondizi alcanzó la presidencia del Comité Nacional, con una imagen de político intelectual basándose en la crítica institucional y la reivindicación de la reforma agraria y el antiimperialismo. Reapertura del debate público: periodismo abierto, fundación del Partido Demócrata Cristiano.

La caída

La fundación del Partido Demócrata Cristiano marcó el comienzo del conflicto entre Perón y la Iglesia, que era evitable y marcaba la pérdida de las habilidades del político. La peronización de las instituciones era un proyecto que marchaba independientemente de la voluntad del líder. Las voces disconformes eran cada vez más fuertes. La Iglesia era sensible a los avances del gobierno en el terreno de la beneficencia y la educación, y por eso tenía un desagrado por el culto laico del presidente. Al gobierno lo turbaba la intromisión de la Iglesia en la política, que resultó subversiva. Perón prohibió las procesiones, suprimió la enseñanza religiosa en las escuelas, introdujo el divorcio vincular, autorizó los prostíbulos y envió un proyecto de reforma constitucional de separación de la Iglesia del Estado, y fueron detenidos muchos sacerdotes y los periódicos se llenaron de denuncias sobre la conducta y moralidad del clero. La defensa de la Iglesia no fue poco eficaz. Se produjo un levantamiento de la Marina contra Perón. Los golpistas encontraron su ocasión: bombardeo y ametrallamiento de la Plaza de Mayo, que fracasó y fue respondida de la misma manera que la anterior: mediante el terror administrativo.

La actitud conciliadora de Perón siguió, pero había perdido mucha libertad de maniobra y era prisionero de sus salvadores militares. Concluyeron los ataques a la Iglesia, que los molestaban. Frondizi invitó al gobierno a volver a la senda republicana,; Perón concluyó que la posibilidad de abrir un espacio para la discusión democrática que lo incluyera era mínima. Renunció, convocó a los peronistas y atacó a la oposición. No se defendió frente a la sublevación militar encabezada por Lonardi, y ampliamente apoyada por la sociedad que tomó el poder, con Lonardi como presidente provisional.

Cinco. El empate, 1955 – 1966

Revolución libertadora. Heterogeneidad e incertidumbre del frente que derribó a Perón. Lonardi se presentó como presidente provisional para restaurar el orden constitucional y pretendió establecer acuerdos con los peronistas y eliminar los elementos corruptos. Por este motivo, los sectores más rupturistas con el peronismo tomaron el poder y Aramburu asumió la presidencia. El reordenamiento era exigido por un mundo occidental capitalista, liberalista, anticomunista y democrático en la Guerra Fría. Despliegue del Estado de bienestar.

Se formularon dos recetas:

monetarista: estabilización de la moneda abandonando la emisión fiscal, dejar de subvencionar a los sectores “artificiales”, abrir los mercados y estimular las actividades de exportación tradicionales (reforzaría las oligarquías);

estructuralista: modernización alcanzada a través de ayuda en forma de inversiones de los países desarrollados a los subdesarrollados, que acompañen con reformas estructurales (democratizaría la sociedad).

Es necesario reformar el aparato productivo, pero existía polémica sobre la confianza en el capital extranjero. Para los empresarios, la modernización implicaba una modificación del estado de cosas logrado por el peronismo: necesitaban recortar los ingresos y recuperar la autoridad patronal. Este era el mayor obstáculo: la clase obrera madura y con una clara identidad social y política. Entre las fuerzas embarcadas en la transformación, incapaces de definir sus objetivos, y la capacidad de resistencia de la clase obrera se produjo la situación de “empate”.

Libertadores y desarrollistas

Proscripción del peronismo. Desperonización: disolución del Partido Peronista, intervención de la CGT y los sindicatos, detención y proscripción de dirigentes políticos y sindicales, depuración de peronistas en las universidades y la administración pública, control de los medios de comunicación, prohibición de la propaganda peronista y de la mención del nombre de Perón, derogación de la Constitución de 1949.

Oficiales peronistas se levantaron y fueron reprimidos. Los “gorilas” (antiperonistas) fueron ganando el control del Ejército, depurándolo de peronistas.

Los militares, con la pretensión de transferir el poder a los civiles rápidamente, convocaron a los partidos, excepto al comunismo, a conformar una Junta Consultiva (parlamentaria sin poder de decisión).

En cuanto a la política económica, se elaboró un plan que combina principios de la nueva doctrina con estabilización y liberalización ortodoxas: se desmontaron los instrumentos intervencionistas del Estado, se devaluó el peso, se estimuló el sector agrario, se aprobó el ingreso de la Argentina a la FMI y al Banco Mundial, pero no hubo una legislación clara sobre el capital extranjero.

Se reprimió duramente toda expresión del peronismo, lo que reforzó la identificación entre este y los trabajadores (vandalismo, terrorismo). Los nuevos dirigentes sindicales más resistentes, formados en las luchas duras, comenzaron a ganar elecciones en algunos sindicatos. Estas organizaciones sindicales formaron la “columna vertebral” del movimiento.

Perón mantenía cierto poder de veto desde el exilio. Se planteaba el problema en el gobierno de qué hacer con el peronismo: confiar en la educación democrática; comprender, redimir e integrar a los peronistas; en la derecha, nacionalistas y conservadores populares optaron por acercarse; en la izquierda, la política represiva del gobierno los apartó de un bloque antiperonista.

El Partido Socialista se dividió entre antiperonistas y quienes creían que debía crearse una alternativa de izquierda más atractiva para los trabajadores que el peronismo.

Frondizi ascendió en la UCR y provocó su ruptura: por un lado Balbín, y los que se identificaban con el gobierno libertador (del Pueblo); y por otro, Frondizi, que prefería acercarse al peronismo (Intransigente). Con este objetivo, reclamó del gobierno la desproscripción y el mantenimiento de la legalidad del sindicalismo. Fue candidato a presidente de la UCR en 1956, y esta se dividió en Intransigente y del Pueblo.

El gobierno provisional comenzó a organizar su retiro y a restablecer la democracia, acosado por dificultades económicas y una creciente oposición. Convocó a una Convención Constituyente. Perón ordenó votar en blanco y esos votos fueron los más numerosos. Clara condición: quien consiguiera los votos peronistas ganaría las elecciones, mientras el peronismo estuviera proscripto.

Frondizi negoció su apoyo electoral con Perón a cambio del levantamiento de las proscripciones. Presidió el gobierno entre 1958 y 1962. Apuntó a renovar los acuerdos de origen peronista para compartir los beneficios del desarrollo económico impulsado por el capital extranjero. Desarrollismo. Solía negociar tácticamente con las grandes corporaciones, desvalorando la escena política. Tenía mayoría en el Congreso y controlaba la totalidad de sus gobernaciones, pero los votos eran prestados. Las Fuerzas Armadas no simpatizaban porque él había roto el compromiso de proscripción. Los partidos políticos tampoco lo apoyaban y el partido oficialista tenía poca iniciativa. Por eso actuó prontamente: aumentó los salarios y desproscribió partidos (ni a Perón ni al Peronista), y sancionó la Ley de Asociaciones Profesionales que la Revolución Libertadora había derogado. Negoció la explotación del petróleo por empresas extranjeras y autorizó el funcionamiento de universidades privadas.

Política económica: radicación de capitales extranjeros y promoción industrial (libertades en las inversiones y trato preferencial), con resultados notables.

Nueva crisis cíclica: ayuda del FMI; Plan de Estabilización (recesión): devaluación, congelamiento, supresión de controles: desocupación, baja en los salarios. Final de la ilusión integracionista. Protestas, represión, sabotaje. CONINTES.

Vandor: negociación y presión: nuevo sindicalismo. Los militares presionaban a Frondizi y vigilaban su relación con el peronismo

Las izquierdas encontraron a Alfredo Palacios: ganó una banca de senador en la Capital. El anticomunismo en las Fuerzas Armadas so pretexto de la seguridad interior. El presidente era reacio a condenar a Cuba (Revolución Cubana, Fidel Castro), pero por la presión rompió relaciones con Cuba. Debilidad del gobierno de Frondizi.

Frondizi desproscribió el peronismo y los enfrentó en elecciones abiertas; ganaron ampliamente y él intentó detenerlos. No fue respaldado por los partidos políticos y fue depuesto por los militares, y subió Guido al poder.

Crisis y nuevo intento constitucional

Guido buscaba integrar a los peronistas, pero los militares lo vigilaban y seguían totalmente antiperonistas (colorados). Pinedo pone en marcha una devaluación y es reemplazado por Alsogaray, quien continúa su receta estabilizadora.

El grupo de Campo de Mayo (azules) dentro del Ejército consideraba que eran demasiado grandes los costos de la participación política del Ejército y que debían acatar a las autoridades constitucionales. El legalismo era en realidad profesionalismo. Pensaban que la igualación entre comunismo y peronismo era exagerada, y que este podía colaborar en el frente anticomunista. Los azules triunfaron en los enfrentamientos con los “gorilas” (legalidad, respeto institucional, democracia), y Onganía llegó a Comandante en Jefe. Se planeaba llevar al gobierno una fórmula que reuniera militares, empresarios y sindicalistas, pero los empresarios desconfiaban de los peronistas, los peronistas de los frondicistas, y los antiperonistas rechazaban la nueva alternativa. La Marina también se enfrentó al Ejército y fue derrotada, pero después los azules retomaron las posturas antiperonistas.

Los frentistas insistieron en encontrar la fórmula alquímica pero esta vez sin los militares. Los sindicalistas hicieron valer su poder tomando provecho de todas las alternativas pero sin comprometerse con ninguna. Lograron la normalización de la CGT.

Elecciones de 1963: los peronistas votaron en blanco. Illia (UCR del Pueblo) gobernó entre 1963 y 1966.

Las principales fuerzas corporativas estaban lejos de comprometerse con el nuevo gobierno. La UCR del Pueblo tenía poco apoyo en la Cámara y controlaba pocas gobernaciones. Illia le dio más importancia al Congreso y a la democracia.

Respeto a las normas, no abuso de los poderes presidenciales, buscar que los conflictos decanten naturalmente. Criticado por irrealista e ineficiente. Política económica: énfasis en el mercado interno, políticas de distribución, protección del capital nacional, y planeamiento y control por parte del Estado. Ley de Salario Mínimo. Contratos petroleros anulados y renegociados. Los sectores empresariales se quejaban del bajo estímulo a la inversión extranjera, y los liberalistas, del rol protagónico del Estado y del avance de los sindicatos. Estos demostraron a través de un Plan de Lucha que constituían un actor político importante. Reorganizaron el Partido Peronista en el Justicialista y Vandor fue ganando posiciones. Fue creciendo el enfrentamiento entre ellos y Perón.

En las elecciones parlamentarias el “neoperonismo” obtuvo buenos resultados. Isabel reunió a los grupos adversos a Vandor y ganó una elección en Mendoza, pero no la de la conducción de la CGT: Perón superaba a Vandor en el campo electoral, pero no en el sindical.

Las Fuerzas Armadas adhirieron a la doctrina de la seguridad nacional: se apartaban de la política pero eran la garantía de los valores nacionalistas y debían protegerlos (contra los comunistas). La democracia empezaba a aparecer como un obstáculo para la seguridad.

La economía entre la modernización y la crisis

Frondizi: modernización económica: crea el INTA, el INTI, la CNEA, etc. Inversión pública, ciencia y técnica. Capitales extranjeros con efectos traumáticos: las nuevas industrias crecieron aceleradamente por la promoción, y las viejas se estancaron o retrocedieron porque el mercado retrocedía y debían competir con nuevos productos. Se creó una brecha entre un sector moderno y eficiente, y uno tradicional. El sector industrial se estancó y se deterioraron los ingresos de los asalariados por razones económicas y por el recorte en la capacidad de negociación de las organizaciones sindicales. Las empresas nuevas debieron adecuarse al tipo de fábricas heredado de la etapa peronista (pequeña, verticalizada, elevados costos y escasa competitividad) y por eso fueron menos eficientes que en los países de origen. Mercado interno. Contribuyeron, junto con algunas empresas nacionales, a fortalecer la injerencia del estado que pudiera garantizarles las ventajas especiales. La política de promoción fue muy errática, determinada por la capacidad de presión de los interesados y por razones políticas generales. En el sector industrial en general se creció, a pesar de la retracción de los sectores tradicionales, y en el agrícola también, por las mejoras tecnológicas y grupos de empresarios innovadores.

Las crisis cíclicas trienales fueron seguidas por políticas de estabilización y expresaban las limitaciones del país para un crecimiento sostenido (dependencia de las divisas). Los planes de estabilización (que seguían la normativa del FMI) consistían en la devaluación y en políticas recesivas que volvían al equilibrio, creando las condiciones para un nuevo crecimiento. Ciclos de avance, detención y nuevo avance en el contexto de la puja por el ingreso, que formaba parte de la puja política entre los distintos sectores: al empate político correspondía uno económico. En las fases ascendentes, los empresarios y los trabajadores industriales coincidían a costa de los sectores exportadores (base de la alianza peronista). En otras oportunidades, los empresarios aprovecharon para capitalizarse, había una traslación de ingresos del sector urbano al rural y de los trabajadores a los empresarios con las crisis y la devaluación, y las empresas chicas solían ser compradas por las grandes. Concentración de la propiedad.

La crisis potenció la puja por el ingreso. El Estado estaba a disposición de quien pudiera capturarlo un instante. Algunos sectores propietarios descubrieron las ventajas de este funcionamiento anormal. Otros reclamaban la presencia de un orden racional.

Las masas de clase media

La modernización económica introdujo cambios en la sociedad: migración del campo a la ciudad (que formaba parte de una tendencia iniciada en la década de 1940), pero no ya de las zonas pampeanas, sino de las zonas pobres del nordeste y el noroeste, y de países limítrofes. Forma de incorporación a las ciudades: empleo de la construcción, comercios pequeños y actividades de servicios. La migración fue por la posibilidad de trabajo, y por el deseo de disfrutar de la vida urbana. Cinturón de “villas miserias”. Los sindicatos contribuyeron a mantener una homogeneidad de la clase obrera. El sector de los desprotegidos constituyó una de las fuentes de tensión de la sociedad. Creció la clase media, y se demostró el papel que tenía la educación como vía de ascenso. Pérdida del valor de los títulos: otro foco de preocupación.

Las clases altas no recuperaron su antiguo prestigio; las élites siguieron diversificándose. Emergieron los “ejecutivos”, signos de la modernización económica, de que las empresas empezaron a ser manejadas por funcionarios profesionales, en lugar de la familia fundadora.

Actitud más flexible sobre las conductas sexuales y las relaciones familiares, modificación de la relación entre el hombre y la mujer. Voseo, psicoanálisis, televisor, automóvil, libros. Expansión y homogeneización del consumo: producción en masa, propaganda, acceso generalizado a bienes tradicionalmente propios de las clases altas. Centros comerciales en todos los barrios. El jean homogeneizaba, pero las marcas distinguían. Vida moderna.

La Universidad y la renovación cultural

Los intelectuales antiperonistas pasaron a regir las instituciones oficiales y el campo de la cultura. Las vanguardias artísticas se concentraron en el Instituto Di Tella. Recrear en Buenos Aires un verdadero centro del arte. La renovación cultural estuvo en la Universidad, empezando por su desperonización y siguiendo por su modernización. La ciencia debía convertirse en palanca de la economía. Las facultades se nutrieron con laboratorios y científicos con dedicación exclusiva a la enseñanza e investigación. Los egresados marcharon a completar su formación en el exterior. Psicología y sociología. La modernización era un medio de incorporación al mundo. Organismos de investigación estatales.

La Universidad se gobernó según los principios de la Reforma Universitaria. Conflicto entre la enseñanza “libre” y la “laica” a partir de que Frondizi permitió autorizar las universidades privadas. La Universidad se tornó una isla democrática (fe en la ciencia y en el progreso de la humanidad) en un país que cada vez era menos y que creía menos en la democracia. Propuestas políticas, extensión de las actividades a la sociedad (Eudeba).

Cuestionamiento del valor de la ciencia a la luz de las necesidades nacionales. Cuestionamiento de los paradigmas científicos. Cientificismo y anticientificismo. Crítica a la falta de compromiso con la realidad y con el país de los intelectuales y los artistas.

La modernización mostraba cambios superficiales y las resistencias de los grupos tradicionales. Por otro lado, el núcleo progresista giró a la izquierda y demostró la imposibilidad de mantener los acuerdos sobre los que la experiencia se había fundado.

La política y los límites de la modernización

La penetración de los sectores progresistas fue escasa excepto en la Universidad. Ruptura entre los intelectuales progresistas y los antiperonistas conservadores. Fracturas entre los antiperonistas.

Nueva izquierda: primero mirando al peronismo, luego a la Revolución Cubana; expansión del marxismo. La nueva izquierda abarcaba interpretaciones varias sobre el marxismo y la posición frente al peronismo. Antiimperialismo. Amalgama con sectores cristianos y nacionalistas, difícil y polémica. Revisionismo. Revolución Cubana: América Latina alzada contra el imperialismo. La nueva izquierda no tenía claro qué hacer. Para ella, la democracia era solamente una forma. Nadie confiaba en la democracia (izquierdas: opio burgués, frondicismo: prefiere la eficiencia tecnocrática; derecha: no podía organizar un partido; sectores concentrados: se manejaban en la escena corporativa; sindicalistas: no vencían a Perón en la escena democrática; militares: tutela del Estado no participativa). Querían romper el empate. Para los militares, la democracia era un obstáculo en el combate contra el comunismo, y la vanguardia (sexual, artística, etc.) atentaba contra los valores occidentales y cristianos. Reclamaban un Estado fuerte para ordenar. Crítica al gobierno, desprestigio del sistema democrático, exaltación de la figura de Onganía.

Depusieron a Illia y Onganía subió al gobierno. Terminó el empate.

Seis. Dependencia o liberación, 1966 – 1976

El ensayo autoritario

El golpe comenzó con amplio consenso (sectores empresarios, partidos políticos, etc.), que partía de la indefinición inicial. Era necesario reorganizar el estado, hacerlo fuerte, con autoridad y recursos. Unos querían elementos keynesianos para romper con las barreras del crecimiento; otros, un reordenamiento antiliberalista de la sociedad.

La primera fase del gobierno se caracterizó por un “shock autoritario”: se disolvieron el Parlamento y los partidos políticos, se redujeron los ministerios y se creó un Estado Mayor de la Presidencia (Seguridad, Desarrollo Económico y Ciencia y Técnica: el planeamiento económico y la investigación científica se consideraban insumos de la seguridad nacional). Se reprimió el pensamiento crítico, disidente o diferente. Las universidades fueron intervenidas. Noche de los bastones largos. Censura. Reducción del personal en la administración pública y reducción de los costos de las empresas estatales. La protesta sindical fue reprimida y se condicionó la posibilidad de iniciar huelgas. Los sindicatos lanzaron un Plan de Acción (que recuerda al Plan de Lucha) pero sufrieron despidos, retiros de personería sindical, intervenciones, etc. El gobierno entonces puso fin al la puja sectorial descolocando al sindicalismo vandorista y a Perón, pero no había adoptado un rumbo claro en materia económica.

Se resolvió en favor de los llamados liberales (que ni creían en las libertades individuales ni en el liberalismo económico ortodoxo): Krieger Vasena ministro de Economía y Trabajo (grandes grupos empresarios). Su plan apuntaba a superar la crisis cíclica y a lograr una estabilización prolongada, y a largo plazo, racionalizar el funcionamiento de la economía. El Estado intervino regulando las grandes variables, congelando los salarios, suspendiendo las negociaciones colectivas, congelando tarifas y precios. El déficit fiscal se redujo con una fuerte devaluación y una retención sobre las exportaciones agropecuarias. Se arreglaron las cuentas del Estado, se evitó el alza de los alimentos, se impidió que la devaluación fuera aprovechada por los sectores rurales y se aseguró una estabilidad cambiaria. La inflación fue reducida drásticamente.

Inversiones estatales en obras públicas, beneficios a exportaciones no tradicionales, reducción de los aranceles y eliminación de subsidios a economías regionales.

El sector más concentrado resultó el mayor beneficiario. Se desnacionalizó la economía por compras de empresas. La situación de estabilidad permitía a las empresas extranjeras hacer pesar sus ventajas. Los perjudicados fueron los sectores rurales (retenciones a la exportación), los sectores empresarios nacionales (falta de protección y desnacionalización), economías provinciales enteras (supresión de protecciones tradicionales), sectores medios.

La nueva política eliminaba la situación de empate beneficiando a los grandes empresarios. El plan estaba sostenido por los “liberales”, que no querían el Estado benefactor, pero sí uno intervencionista.

Un grupo de sindicalistas contestatarios ganó la conducción de la CGT y la dividieron. La CGT de los Argentinos comenzó un movimiento de protesta controlado por el Estado a través de amenazas y ofrecimientos, y formado por los vandoristas, y los participacionistas (que asumían su función de expresión corporativa y despolitizada; una vez terminada la reestructuración económica, sería posible iniciar el “tiempo social”). Las voces del establishment salieron a defender a Krieger Vasena y comenzaron a pensar en una salida política. Con el Cordobazo, el mito del orden se derrumbó.

La primavera de los pueblos

Estudiantes y obreros ganan el centro de la ciudad. Represión policial. El Ejército recuperó el control. El enemigo de la gente que salió a la calle era el poder autoritario, detrás del cual, el capital.

Nuevo activismo sindical: los obreros estables, especializados y bien pagos extendieron no se limitaron al aspecto salarial, y extendieron sus protestas a las condiciones de trabajo, los ritmos, sistemas de incentivos, etc. Las grandes empresas podían negociar particularmente los convenios de trabajo y crear sindicatos por planta, debilitando a las organizaciones sindicales, pero permitiendo que surgieran conducciones diferentes (honestidad, democracia interna, problemas de la planta) a las del sindicalismo nacional (negocio de los salarios, matonismo). Se pasó de un cuestionamiento concreto a uno más amplio de las relaciones sociales.

Hubo episodios similares al Cordobazo. Las movilizaciones surgían de cuestiones de la vida cotidiana y comprendían a sectores más vastos que los obreros sindicalizados. Primavera de los pueblos. Los problemas de la sociedad se concentraban en el poder autoritario y sus amigos. En el mundo había situaciones parecidas. En América Latina se buscaba la revolución para la liberación (Cuba, Che, guerrillas en Brasil y Uruguay, partidos marxistas en Chile, etc.). El Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo proclamó su preocupación prioritaria por los pobres, sumándose a esta primavera: la violencia de abajo era consecuencia de la violencia de arriba. La solidaridad con el pueblo los identificaba con el peronismo. Las universidades se transformaron en centros de agitación y reclutamiento. Muchos fueron atraídos por el peronismo proscripto. Se hizo una lectura estratégica del discurso de Perón y así logró integrar a varios sectores (catolicismo, nacionalismo, revisionismo histórico, izquierda). Convicción del enfrentamiento entre el pueblo peronista y el poder autoritario. Exigencia de la acción. Se interpretaba la política con la lógica de la guerra; surgieron las organizaciones guerrilleras: Fuerzas Armadas Peronistas, Descamisados, Fuerzas Armadas Revolucionarias, Fuerzas Armadas de Liberación, Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo. Secuestro y asesinato del general Aramburu, tomas de control de pequeñas ciudades. Actos de violencia para el equipamiento de las organizaciones, o demostrar la impotencia del estado. Montoneros agrupó todas las organizaciones guerrilleras (excepto el ERP) por privilegiar la acción, no estar atados políticamente; estaban menos orientados al movimiento obrero, buscaban su apoyo en los sectores cultivados por los sacerdotes tercermundistas.

Militares en retirada

La movilización popular fue identificándose con el peronismo y con Perón. Onganía intentó buscar una salida, con modificaciones menores como el sacrificio de Krieger Vasena y una apertura más decidida a “lo social”. Pero los sindicalistas eran menos dóciles. Los militares depusieron a Onganía y designaron a Levingston.

Se impulsó una distribución salarial y se protegió a las empresas nacionales (“compre argentino”, “argentinización del crédito”). Levingston confiaba en que en algunos años se crearían las condiciones para una salida política democrática. Alentó la formación de partidos políticos nuevos que asumieran la continuidad de la transformación. Consignas antiimperialistas El gobierno reflotó la CGT convocándola a negociar. La Hora del Pueblo, firmado por los partidos políticos, ponía fin a las proscripciones y aseguraba el respeto a las minorías y a las normas constitucionales, e incluía definiciones económicas nacionalistas y distribucionistas.

La emergencia social hacía al resurgimiento del sindicalismo organizado, y Levingston resultó incapaz de manejar el espacio de negociación que abrió, hostilizado por el establishment y enfrentado con los partidos, con quienes no quería negociar. Los jefes militares pensaron que Levingston era tan incapaz como Onganía. Una nueva movilización masiva en Córdoba los impulsó a removerlo y reemplazarlo por Lanusse.

Reestablecimiento de la actividad política partidiaria y convocación a elecciones generales subordinadas a un Gran Acuerdo Nacional. Las Fuerzas Armadas finalmente daban prioridad a la salida política y a la reconstrucción de la legitimidad. Pero no sabían cómo enfrentar a las organizaciones armadas e iniciaron una represión ilegal. También había vacilaciones en cuanto a la política económica y se disolvió el Ministerio de Economía. El tironeo sectorial quedó instalado en el gobierno.

GAN: condena general de la subversión, garantías sobre la política económica, respeto a las normas democráticas, y tutela del Ejército sobre el gobierno.

Perón apoyó las organizaciones armadas y a La Hora del Pueblo, y organizó el Frente Cívico de Liberación Nacional. Lanusse planteó que el GAN era condición para las elecciones pero tuvo que reducir sus exigencias frente a Perón. Entonces se autoproscribió a cambio de que Perón no fuera candidato. Perón organizó su combinación electoral: Cámpora – Solano Lima. “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. El peronismo triunfó, los militares escaparon, y los presos políticos fueron liberados. Perón como el salvador de la nación. Heterogeneidad de la figura de Perón; su figura simbólica reemplazó a su figura real. Para todos, Perón era nacionalista y popular. Para los peronistas de siempre, esto se encarnaba en el líder histórico. Para los más nuevos, Perón era el líder revolucionario. Para los anticomunistas, Perón era la subversión social. Para las clases medias y altas, Perón era el pacificador sin ambiciones.

1973: un balance

Modernización general de la economía (tractores, cosechadoras, semillas híbridas, plaguicidas, herbicidas, fertilizantes sintéticos). Crecimiento de las exportaciones de granos y aceites, y de las industriales en los países vecinos (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio). Expansión suave y sostenida, por la maduración de inversiones y, a partir del impacto de la instalación de las empresas extranjeras, por la captación de ciertas empresas nacionales de un segmento del mercado, o su crecimiento por la competencia. Las empresas nacionales aprovecharon los subsidios y la promoción estatal. También creció el mercado interno que dio nueva vida a los sectores más tradicionales. La racionalización de la producción fue común a las empresas nacionales y extranjeras.

La industria se modernizó y se acercó a los estándares internacionales por los procesos de concentración y depuración, y por la inversión del estado, la nueva infraestructura y la expansión del sector consumidor pudiente. El mercado interno se expandió por el aumento del empleo industrial y de la construcción. Los sindicatos conservaron su eficacia, pero no valió para la masa de trabajadores no sindicalizados. Hacia 1973 la expansión se acercaba a sus límites por falta de una importante inversión privada.

La conflictividad social esta vez no podía ser satisfecha con la redistribución típica del peronismo, y requería una regulación estatal mayor de las relaciones entre las partes y la integración de los excluidos a la mesa de negociación. Los sectores propietarios mantenían los atributos del Estado y su capacidad para definir las reglas del juego, a pesar de llamarse liberalistas. Pero nadie controlaba el conjunto de las estructuras. “Estado burocrático autoritario”. La puja sectorial terminaba en empates o bloqueos recíprocos. Durante el gobierno de Perón, su poder y su voluntad de controlar a todas las fuerzas sociales aseguraban la disciplina. La conducción vandorista desmovilizaba a los trabajadores y garantizaba la posibilidad de negociación. Pero este equilibrio se rompió luego de 1966, con fuerte movilización social, la ineficiencia de

cualquier estructura mediadora y la de los militares para custodiar el poder.

Entonces confiaron en Perón para que controlara la movilización social: el acuerdo entre la CGT y la CGE (Confederación General Económica, empresas nacionales) ilustraba el pacto social. Podía vislumbrarse un futuro para la escena corporativa, pero sobre la escena democrática había más dudas. El Partido Justicialista era una pequeña fracción del movimiento peronista, y los otros partidos se limitaron a apoyar a Perón o a aceptar sus términos renunciando a su participación. La idea de democracia tenía poco prestigio en una sociedad acostumbrada a que cada parte negociara por separado. Los sectores populares no encontraron representación política, y su movilización se transformó en una máquina de guerra apartada de la alternativa política.

La vuelta de Perón

En 1973 asumió Cámpora y regresó Perón al país. Hubo un enfrentamiento entre grupos armados del peronismo. Cámpora y Solano Lima renunciaron y asumió Lastiri. En las nuevas elecciones ganó Perón-Perón, y más tarde murió Perón. Isabel lo reemplazó hasta que fue depuesta en 1976.

Perón intentó un acuerdo democrático con las fuerzas políticas, un pacto social con los grandes representantes corporativos y una conducción más centralizada de su movimiento. Las Fuerzas Armadas eran reticentes y limitaban el control de Perón, y los mecanismos estatales estaban desgastados y resultaron ineficaces. Por eso el pacto social falló de entrada. El pacto democrático funcionó formalmente, pero resultó irrelevante.

El Programa de Reconstrucción y Liberación Nacional intentaba superar las limitaciones al crecimiento de la economía, sin modificar los rasgos básicos. Se esperaba apoyar el crecimiento de la economía en la expansión del mercado y de las exportaciones. Las exportaciones tradicionales tenían buenas expectativas: buenos precios y nuevos mercados; la nacionalización del comercio exterior garantizaba la transferencia de los beneficios al sector industrial. Por otro lado se trató de preservar los ingresos de los sectores rurales. Las empresas nacionales fueron respaldadas con líneas especiales de crédito y el “compre argentino”; algunas fueron subvencionadas. El Estado controlaba el crédito y los precios para la estabilización. Aumentó sus gastos y el empleo público.

La clave estaba en el pacto social para solucionar el problema clásico de la puja distributiva. Perón recurría a la concertación y a la disciplina mediante la persuasión y la autoridad. Congeló los precios, suprimió por dos años las convenciones colectivas y aumentó los salarios. La inflación se freno, se logró un buen superávit y se aumentó la actividad interna. Pero más tarde resurgió la inflación, encarecieron las importaciones a raíz del aumento del precio del petróleo, y se complicaron las cuentas externas y los costos de las empresas. El Mercado Común Europeo cerró para las carnes argentinas. La crisis cíclica no podía ser resuelta por un gobierno que se había abanderado de la inflación nula. Nuevamente se volvió a la lucha sectorial con el incumplimiento del pacto social. Las fábricas estuvieron en “estado de rebeldía”. El pacto fue desgastándose y Perón pidió disciplina y amenazó con renunciar.

Los actores cambiaron de estrategia y volvieron a sus formas clásicas (negociación dura, vandorismo). Isabel construyó una base propia de poder para homogeneizar el gobierno, rompiendo las alianzas que había tejido Perón. La crisis económica pedía medidas drásticas y el gobierno debió convocar a paritarias, se decidió un aumento del 40%, pero fue seguido por una devaluación del 100% y aumento de tarifas y combustibles similar(“Rodrigazo”). Se pidió un aumento del 200% pero Isabel no aceptó. La CGT se movilizó contra el gobierno peronista, Isabel accedió y el gobierno entró en su etapa final.

La lucha alrededor del pacto social fue paralela a la lucha dentro del peronismo (Perón contra la “tendencia revolucionaria”: Montoneros y Juventud Peronista). Perón lideraba incluyendo a todos quienes invocaran su nombre. Su estrategia era la de movilizar a los sectores populares y presentarse como el único capaz de contenerlos (“bombero piromaníaco”).

La concepción que se apoyaba en vieja tradición peronista, nacionalista y distribucionista, con un estilo político autoritario, faccioso, verticalista y anticomunista: “patria peronista”, identificada con el sindicalismo y los grupos de extrema derecha; la otra incorporaba la crítica radical de la sociedad (“liberación o dependencia”): “patria socialista”, identificada con Montoneros.

El ERP no creía en la vocación revolucionaria del peronismo ni en la democracia, y retornó a la lucha. Para Montoneros, el triunfo de 1973 abría una lucha decisiva por el control del poder y el discurso peronista, y ganaron para su causa al propio Perón. Los militantes de la “tendencia” ocuparon espacios de poder en el Estado, pero pronto se reestablecieron las relaciones de fuerza reales y a partir de la renuncia de Cámpora perdieron las posiciones ocupadas. La “tendencia” entonces se lanzó a la lucha de aparatos en competencia con el sindicalismo y los grupos de derecha, bajo la forma de terrorismo, asesinatos. Montoneros eliminaba personajes, y contra ellos se constituyó otro terrorismo parapolicial (Acción Anticomunista Argentina, matones sindicales).

En el aspecto discursivo, cuando Perón regresó, habló inequívocamente. Perón los expulsó y no aparecieron hasta su funeral. Fundaron el Partido Peronista Auténtico sin éxito. Volvieron a la vieja táctica y pasaron a la clandestinidad: asesinatos, secuestros, intervenciones armadas en conflictos sindicales, etc., seguidos por el ERP. Contra ambos creció la represión clandestina. El Ejército convocado por la presidenta asumió la tarea de reprimir la guerrilla en Tucumán.

La crisis económica del “Rodrigazo” preparó la crisis política. En 1975 ni las Fuerzas Armadas ni los grandes empresarios respaldaron a Isabel. Los empresarios cedieron con facilidad a los reclamos de los sindicalistas, se separaron de la CGE y atacaron al gobierno. Los militares comenzaron a prepararse para el golpe. Videla puso plazos, y finalmente, luego de intentos en vano de confrontar la crisis, bajo una tensión insoportable y una aceptación anticipada de cualquier salida, Isabel fue depuesta. El golpe fue recibido con alivio y expectativas.

Siete. El Proceso, 1976 – 1983

El genocidio

En 1976 la Junta de Comandantes en Jefe (Videla, Massera, Agosti) tomó el poder y comenzó el Proceso de Reorganización nacional, con Videla como presidente. Las condiciones para un golpe de Estado que prometía restablecer el monopolio estatal de la fuerza estuvieron sentadas por el caos económico y el terrorismo anteriores. La Junta pretendía eliminar el problema de raíz mediante una represión sistemática (ensayada en Tucumán). Los grupos parapoliciales se disolvieron o se subordinaron al poder. La represión tomaba lugar a partir de un complejo aparato administrativo como terrorismo de Estado (secuestro, tortura, detención y ejecución). Centros clandestinos de detención. La pena de muerte nunca se aplicó; las ejecuciones eran clandestinas, pero en general los cadáveres se ocultaban: “desaparecidos”. Algunos pertenecían a las organizaciones armadas; Montoneros tuvo que limitarse a acciones terroristas. La amenaza real de las organizaciones cesó, pero la represión siguió en marcha: militantes políticos, sacerdotes, intelectuales, abogados, activistas de derechos humanos, y otros por motivos poco relevantes. La operación eliminó todo activismo y protesta social: la sociedad era controlada y dominada. El Estado tenía una parte clandestina y terrorista, y otra pública que silenciaba cualquier voz. Toda la actividad política y gremial estaba prohibida, los medios de prensa, censurados. La sociedad estaba inmovilizada, y en su mayoría aceptó el discurso estatal: “algo habrán hecho”, control propio, autocensura, vigilancia del vecino.

El gobierno militar no consiguió ni entusiasmo ni adhesión en la sociedad, pero su pasividad era suficiente para encarar las transformaciones que pretendían.

La economía imaginaria: la gran transformación

Martínez de Hoz debió enfrentar una crisis aguda, y diagnosticó que la inestabilidad política y social surgía de la puja corporativa sobre los elementos del Estado benefactor. Se buscaba el orden y la seguridad; no el crecimiento; se quería eliminar los problemas que la economía ponía a la estabilidad política, incluso a costa del crecimiento. El Estado intervencionista y benefactor era la fuente del desorden social; el mercado podía disciplinar a todos por igual, aunque en realidad la transformación concentró el poder económico en un conjunto de grupos empresarios de una manera que la negociación era imposible.

Se reprimió y desarmó a los actores del juego corporativo. La conducción económica debía crear una situación irreversible. Martínez de Hoz contó con el apoyo de los organismos internacionales, los bancos extranjeros y el sector más concentrado del establishment local. Su relación con los militares fue más compleja porque estos tenían ideas diferentes. Ellos creían que el desarme del juego corporativo tenía que acompañarse con el mantenimiento del pleno empleo, o con la supervivencia de las empresas estatales y la expansión del gasto público. Las relaciones con los empresarios tampoco fueron fáciles por los intereses sectoriales; su inflexibilidad y capacidad de predicador fueron decisivas. Había colocado a la economía en una situación a partir de la cual solo era posible seguir avanzando.

Intervino la CGT y los principales candidatos, fábricas, reprimió a los militantes, suprimió las negociaciones colectivas, congeló los salarios. Así superó la crisis cíclica sin desocupación, y el Estado balanceó el déficit. Comenzaron a plantearse las grandes reformas. En el sector financiero: regulación de la tasa de interés, existencia de crédito a tasas negativas, distribución de este subsidio según normas y prioridades fijadas por las autoridades. Se liberó la tasa de interés, se autorizó la proliferación de bancos e instituciones financieras y se diversificaron las ofertas. La competencia mantuvo altas tasas de interés y la inflación en un clima especulativo. El Estado garantizaba los títulos y también los depósitos a plazo fijo, tomados a tasa libre por entidades privadas. Liberación, eliminación de controles y garantía: ruina.

La otra gran modificación: apertura económica y eliminación de los mecanismos de protección a la producción local. Pauta cambiaria: tabla de devaluación mensual del peso para reducir la inflación, pero como subsistió, el peso se revaluó considerablemente respecto del dólar. Gran afluencia de dinero del exterior (reciclamiento de los dólares generados por el aumento del precio del petróleo), que fue utilizado para aprovechar las elevadas tasas de interés internas. La “bicicleta”, la “plata dulce”. Un mercado altamente inestable; los capitales podían salir del país sin trabas.

Ninguna actividad podía competir con la especulación. Aumentaron las quiebras, el Banco Central decidió la quiebra de cuatro bancos importantes. Hubo una corrida bancaria que el gobierno logró frenar asumiendo las deudas de los bancos quebrados.

Viola asumió el poder, se devaluó el peso en un 400%. La inflación crecía terriblemente. La nacionalización de la deuda privada de las empresas hizo terrible la devaluación para el Estado. Los créditos para los países latinoamericanos se cortaron. La deuda externa ocupó el lugar disciplinador del mecanismo financiero deshecho.

La economía real: destrucción y concentración

Se reclamó prioridad para las actividades en las que el país tenía ventajas comparativas y se reemplazó el criterio de proteger la industria por el de eficiencia. La estrategia del fortalecimiento del sector financiero, la apertura, y el endeudamiento no benefició a ninguno de los grandes sectores de la economía .El sector agropecuario vio frenada su expansión productiva paralela a la apertura de nuevos mercados por la sobrevaluación del peso. La industria sufrió la competencia de los artículos importados, perdida la tradicional protección. El producto industrial y la mano de obra ocupada cayeron. Muchas plantas fabriles cerraron. Los sectores más antiguos e ineficientes fueron barridos por la competencia, y los nuevos fueron fuertemente golpeados. La brecha se ensanchó irreversiblemente: las empresas beneficiadas fueron las de bienes intermedios, con un efecto dinamizador interno mucho menor. Se encontraron limitadas por la dimensión del mercado interno y se convirtieron en exportadoras.

La desocupación fue escasa, como exigía la conducción militar. La mayor expansión se produjo en la construcción y en obras públicas. Los salarios se mantuvieron bajos, y más adelante se dio una mayor libertad a los trabajadores para pactar sus condiciones, pero sin sindicatos. A partir de 1981, la crisis, la inflación y la recesión redujeron la ocupación y el salario real.

La principal consecuencia de la transformación fue una fuerte concentración económica, no en las empresas extranjeras, sino en grandes grupos locales (concentración en una rama de la actividad, conglomerados empresariales diversificados con instituciones financieras que los respaldaban). Se modificó la fisonomía del establishment. Sobrevivieron solo los que capitalizaron sus beneficios comprando empresas en dificultades y tenían una relación ventajosa con el Estado.

Obras públicas, privatización. Las empresas contratistas se beneficiaron con las condiciones pactadas y con el ajuste de los costos a la inflación. Otras empresas aprovecharon ciertos regímenes de promoción en proyectos específicos. Los empresarios locales específicos crecieron sin riesgo y luego se convirtieron en los tutores del Estado junto con los acreedores extranjeros.

Achicar el Estado y silenciar a la sociedad

Reducción de las funciones del Estado fue uno de los principios de Martínez de Hoz, recogiendo el argumento en expansión del mundo capitalista de la revisión del Estado dirigista y benefactor. El liberalismo económico no había encontrado eco entre los empresarios y los militares. Un Estado fuerte y democrático era peligroso si caía en manos de los sectores populares, pero sin ser democrático llevaba a relaciones espurias entre sindicatos y empresarios.

Reemplazar la dirección del Estado por la del mercado. Desmontó los instrumentos de dirección, regulación y control. La vigilancia y presión correspondió a los acreedores externos una vez asentada la crisis para que mantuvieran la política de apertura y liberalización.

Los militares eran reacios a que el Estado se desprendiera de empresas estatales, y la política en este aspecto fue menos directa (des calificación de la administración estatal, corrupción y destrucción, privatización no regulada). Las empresas de servicios estatales se deterioraron y endeudaron haciendo crecer a las contratistas privadas. Por otro lado, el Estado nacionalizaba las deudas de empresas y bancos.

Paradoja: la libertad de mercado se construía por la fuerza. Los resultados fueron contrarios. El Estado no premió a la eficiencia, sino a los que podían negociar con él. No mejoró la eficiencia del Estado, el gasto público creció, destinado a las Fuerzas Armadas, reequipadas por el conflicto con Chile y luego con Gran Bretaña, y a obras públicas. El gasto múltiple y la inflación hicieron borroso el presupuesto del Estado.

La distinción que debía existir entre el Estado terrorista clandestino y el legal no se mantuvo en la práctica. El poder no residía en el presidente, porque estaba sometida a limitación y control de los jefes de las tres armas (Junta Militar). La Comisión de Asesoramiento Legislativo debía discutir las leyes pero se convirtió en otra instancia de negociación. Podía asemejarse a la anarquía feudal. Las normas legales no eran claras en cuanto a quién las dictaba o a su alcance, y existía una reticencia para explicitar sus fundamentos; en algunos casos hasta su existencia se mantuvo en secreto. Por otro lado, se toleró su permanente violación o incumplimiento. No hubo límites normativos para el ejercicio del poder. No sólo se eliminaron los mecanismos democráticos constitucionales, sino también los controles que según las concepciones liberales eran propias del Estado. División del poder entre las tres fuerzas. Facciones en el propio Ejército.

Videla y Viola respaldaban a Martínez de Hoz, pero reconocían la necesidad de encontrar una salida política y se mantenían en contacto con los partidos políticos. Enfrentados con ellos, Menéndez y Mason pensaban que la dictadura y la represión debían continuar. Menéndez debió renunciar por insubordinación. Por otro lado, Massera y la Marina de Guerra querían una salida que legitimara popularmente el Proceso y llevara a Massera al poder. Desarrolló un juego propio: acotó el poder de Videla, se distanció de Martínez de Hoz y buscó banderas para lograr adhesión popular (Campeonato Mundial de Fútbol, conflicto con Chile, guerra de Malvinas). Logró una separación entre las funciones de presidente de la Nación y comandante en jefe del Ejército. Viola se retira del cargo de comandante en jefe y es reemplazado por Galtieri. La política del orden comenzó con el fracaso dentro de las mismas Fuerzas Armadas.

Lograron asegurar una paz relativa por cinco años por la escasa capacidad de respuesta social, que comenzó a surgir hacia el fin del período de Videla con la crisis económica y las dificultades del gobierno. Los empresarios apoyaron al Proceso desde el comienzo a la distancia; carecían de unidad y comenzaron a presionar cuando el gobierno dio señales de debilidad. Viola convocó a los empresarios pero esta participación concluyó con su caída, y desde entonces formaron parte de la opositor. El movimiento sindical sufrió duros golpes, y se dividió en dialoguistas y combativos. Los combativos hicieron un paro general de protesta, reprimido fuertemente, y reconstituyeron la CGT, marcharon (“pan, paz y trabajo”), organizaron huelgas, y se movilizaron en la Plaza de Mayo, nuevamente reprimidos.

La iglesia tuvo una actitud complaciente al principio, callando las críticas al gobierno, pero luego se apartó de la vida política y finalmente se preocupó por las cuestiones morales y los derechos humanos, apartándose del régimen militar y acercándose a los reclamos de la sociedad, entre los cuales se destacó el de las madres de desaparecidos que comenzaron a conmover la indiferencia de la sociedad. La prohibición política terminó de hecho en 1981 cuando los grupos de derecha fueron convocados para formar un partido oficialista para la apertura política. Por otro lado, la Multipartidiaria integraba al radicalismo, el peronismo, entre otros, pero no tenía dirección. Los partidos se comprometían a no colaborar en una salida electoral condicionada ni aceptar la tutela militar de la democracia, y se reclamaron los únicos depositarios de la legitimidad política e incorporaron las protestas de empresarios y sindicalistas y sobre derechos humanos.

A principios de 1982, estas voces eran difíciles de ignorar.

La guerra de Malvinas y la crisis del régimen militar

A partir de 1980 los dirigentes discutían la cuestión de la salida política. Viola quiso aliviar la situación de los empresarios locales haciéndose cargo de sus deudas y los convocó a discutir pero no logró ningún apoyo consistente. Galtieri lo reemplazó y se presentó como el salvador del Proceso. Quería alinear al país con Estados Unidos y apoyarlo en la guerra en América Central. Estados Unidos levantó las sanciones por las violaciones a los derechos humanos. Alemann condujo la economía desregulando y desestatizando, volviendo a la senda inicial y agudizando la recesión y la tensión social.

Se decidió ocupar las islas Malvinas, que venían siendo reclamadas a Gran Bretaña, como un reclamo nacional unánime para ganar legitimidad popular. También solucionaría el problema del canal del Beagle con Chile. Nacionalismo chauvinista. Mesianismo militar.

Las Fuerzas Armadas ocuparon las Malvinas y las instituciones de la sociedad manifestaron su adhesión. Habían triunfado en el Campeonato Mundial de Fútbol, y habían ganado una batalla. Los militares habrían saldado su deuda con la sociedad. Thatcher también pensaba usar una victoria militar para consolidarse internamente y obtuvo la solidaridad de la Comunidad Europea y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que declaró a la Argentina nación agresora. Estados Unidos intentaba mediar entre sus dos aliados sin buenos resultados.

El gobierno argentino intentó presionar a Estados Unidos mediante acuerdos preexistentes pero este apoyó a Gran Bretaña. Argentina no tenía aliados militares. Las tropas argentinas poco entrenadas y desabastecidos no resistieron, pero la manipulación de la información hacía creer al pueblo en la Plaza de Mayo que la victoria estaba cercana. Las voces críticas reclamaban contra una guerra y Alfonsín propuso un gobierno civil de transición. Finalmente, las tropas argentinas se rindieron. El pueblo fue convocado a la Plaza de Mayo y quienes no admitían la rendición fueron reprimidos. Los generales exigían a Galtieri su renuncia.

La vuelta de la democracia

La derrota agudizó la crisis del régimen militar. El Ejército impuso a su candidato Bignone, y asumió, porque la Marina y la Aeronáutica se retiraron de la Junta, que luego fue reconstituida. La salida electoral calmó los reclamos de las fuerzas políticas pero el gobierno quería acordar la garantía de no investigación sobre la “guerra sucia”. Todo esto se hacía público por una prensa que ignoró la censura formal. El acuerdo fue rechazado, pero antes de las elecciones se declaró una autoamnistía que eximía a los responsables de cualquier eventual acusación. Quienes estaban al frente del gobierno eran incapaces de controlar el aparato represivo entonces y de asegurar que no serían derrocados por algún grupo de oficiales. Debían enfrentarse con sus antiguos aliados se alejaban con una fe democrática, y con la sociedad que se enteraba de la represión sistemática. Las antiguas alianzas no podían ser recompuestas.

Organizaciones defensoras de los derechos humanos, Madres de Plaza de Mayo, nueva ética en la práctica política. La crisis económica generó motivos legítimos y movilizadores (impuestos elevados, efectos de la indexación, elevación de los alquileres, deudas impagas), cuestionando la política económica y la clausura de lo público. La sociedad intentaba resolver sus problemas al margen del gobierno y sobre la base de la solidaridad, fomentando una cultura no oficial. El activismo universitario y la participación sindical renacieron. El enemigo común estimulaba una nueva primavera. Se repudiaba la violencia y la idea de encontrar un actor único. Los sindicalistas reclamaron contra la crisis y a favor de la democracia. Se normalizaron los sindicatos. Reaprendizaje de los valores democráticos y republicanos. La afiliación a los partidos políticos fue masiva. El peronismo se convirtió en un aceptable partido, habiendo perdido su verticalismo por la falencia del vértice, pero la renovación no fue completa porque algunos caudillos provincianos mantuvieron su poder. El radicalismo se renovó con Alfonsín; había criticado durante el Proceso a los militares e hizo de la democracia su bandera. A la derecha, las fuerzas se habían comprometido con el Proceso y no resultaban atractivas. La izquierda había sido duramente golpeada y no estaba actualizada.

La sociedad miraba con esperanzas a la vuelta a la democracia (pluralismo, acuerdos sobre formas, subordinación de la política a la ética). El peronismo encaró su campaña convocando a la liberación contra la dependencia con poca convicción, y la UCR ganó las elecciones presidenciales con Alfonsín por amplia mayoría, que apelaba a la Constitución y aseguraba que se haría justicia con los responsables del régimen y que la democracia podía resolver los problemas inmediatos y a largo plazo. La sociedad olvidó cuántos problemas quedaban pendientes y el poco margen de maniobra tendría el nuevo gobierno.

Ocho. El impulso y su freno, 1983 – 1989

La ilusión democrática

Se puso de relieve pronto la resistencia de los enemigos juzgados vencidos y la dificultad para satisfacer el conjunto de demandas. La economía se encontraba desde 1981 en estado de desgobierno y de caos: inflación, deuda externa, carencia de recursos. Los poderes corporativos habían quedado comprometidos con el régimen caído y se encontraban a la defensiva. Faltaba un centro político que articulara sus voces. El peronismo vivía una fuerte crisis interna y sufrió la primera crisis electoral.

El radicalismo había obtenido una gran cantidad de votos y tenía mayoría en Diputados, pero había perdido en el interior tradicional y no controlaba la mayoría del Senado. La UCR constituía una fuerza heterogénea que obstaculizó varias medidas del presidente, que se rodeó de intelectuales y nuevos políticos, y de la Coordinadora, un grupo radical juvenil. El radicalismo no tenía apoyo de los poderes corporativos, un ámbito en el que los peronistas se movían con fluidez. El Estado carecía de eficiencia y de credibilidad.

Pero en la asunción Alfonsín tenía una enorme fuerza: la civilidad, democracia poderosa y “boba”. El presidente debía elegir entre gobernar activamente, tensando el polo de la civilidad y confrontándose con intereses establecidos, o privilegiar las soluciones consensuadas postergando los problemas que requerían definiciones claras. El gobierno eligió la primera línea, pero debió aceptar la segunda cuando su poder fue limitado.

Los problemas económicos parecían menos significativos que los políticos. En este último aspecto se desarrolló un programa de alfabetización masiva, se abrieron canales de discusión de contenidos y formas del sistema escolar (Congreso Pedagógico). Libertad de expresión. Los intelectuales vuelven a la Universidad, que regresa a sus tiempos de excelencia académica y pluralismo. Los intelectuales también se incorporaron a la política, intelectualizándola. Estuvieron habitualmente presentes en los medios de comunicación y Alfonsín recurrió a ellos para modernizar su discurso, y la discusión política y la cultura en general. Se aprobaron leyes de divorcio vincular y patria potestad compartida, aggiornando las relaciones familiares a las tendencias mundiales. La Iglesia tradicional intentó oponerse por mecanismos de presión habituales y manifestaciones que fracasaron; y logró instalarse en el Congreso Pedagógico. La Iglesia creció en hostilidad al gobierno radical y en cuestionamiento del régimen democrático: tenía poca injerencia en la enseñanza privada, sanción de la ley de divorcio, tono laico del discurso cultural oficialista. Asumió el papel de censor social atribuyendo los males de la droga, el terrorismo, el aborto, la pornografía, etc. a la democracia.

El discurso ético logró una reinserción del país en la comunidad internacional, y se encararon las cuestiones con Chile y con Gran Bretaña desde ese criterio, por medio del arbitraje papal y un referéndum popular que corroboraba el consenso, y por votaciones en las Naciones Unidas que instaban a la negociación, respectivamente. La Argentina se propuso mediar en Centroamérica, y sobre todo en Nicaragua, y logró que se alcanzara una solución relativamente equitativa. El gobierno mantuvo una buena relación con Estados Unidos en base a los principios éticos y democráticos, obteniendo a cambio el respaldo a las instituciones democráticas y a los intentos de estabilización de la economía.

La corporación militar y la sindical

El gobierno radical pudo avanzar con facilidad en la cultura y las relaciones exteriores, pero su poder era insuficiente para forzar a los militares y los sindicatos a aceptar sus reglas.

La sociedad se enteró repentinamente de las atrocidades de la represión (denuncias judiciales, medios de comunicación, informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, CONADEP). Los militares se justificaron con con la “guerra contra la subversión”, admitiendo “excesos” propios de una “guerra sucia”. Alfonsín quería actuar por los derechos humanos y al mismo tiempo subordinar las Fuerzas Armadas a su poder; juzgar a los culpables pero no a la institución, diferenciando entre quienes dictaron las órdenes, quienes las cumplieron, y quienes se excedieron: concentrar el castigo en las cúpulas y aplicar el criterio de obediencia debida. Se esperaba que las Fuerzas Armadas se comprometieran con esta propuesta y accedieran a su depuración. Se estableció una instancia castrense y otra civil y se inició el juicio de las Juntas Militares, y las cúpulas del ERP y de Montoneros. Pero los militares se negaban a revisar su acción y a juzgar a sus jefes. El fallo civil condenó a los ex comandantes, negando la justificación por la guerra y dispuso continuar la acción penal contra los demás responsables. La justicia siguió activa, citando y encausando oficiales. El gobierno intentó limitar la acción judicial en base a una decisión política: leyes de Punto Final (límite temporal a las citaciones judiciales, sin apoyo de nadie, que terminó agudizando el problema) y Obediencia Debida.

En la Semana Santa de 1987 un grupo de oficiales, “carapintadas”, se acuarteló en Campo de Mayo reclamando una solución política, sin respaldo social. La sociedad demostró su apoyo al orden institucional, firmando un Acta de Compromiso Democrático y cortó toda posibilidad de apoyo civil a los amotinados. La civilidad se movilizó, pero los militares no se doblegaron. Alfonsín llegó al acuerdo de aplicar la ley de Obediencia Debida: se demostró la imposibilidad de la civilidad de subordinar a los militares, el fin de la ilusión de la democracia.

Por otro lado, el poder de los sindicalistas estaba debilitado por la derrota electoral del peronismo y por el repudio de la sociedad a las prácticas de la corporación. Además, su institución estaba debilitada duramente por el régimen militar. El gobierno aprovechó la debilidad para democratizar los sindicatos (ley de normalización institucional de los sindicatos: voto secreto, directo y obligatorio, representación de minorías, limitación de la reelección, fiscalización de los comicios por el Estado). La ley fue aprobada en Diputados pero rechazada en Senadores y el gobierno acordó nuevas normas electorales y hacia 1985 los sindicatos se habían normalizado. El poder sindical reconstituido se enfrentó sistemáticamente con el gobierno apoyándose en las dificultades económicas, por medio de paros generales de la CGT, volviendo al método de “negociar y golpear”. El gobierno pudo resistir el embate sindical por el apoyo de la civilidad y la escasa presión de otras fuerzas corporativas.

La apertura de los frentes de oposición incitaron al gobierno a concertar a los sindicatos, nombrar a uno de sus dirigentes como ministro de Trabajo, y sancionar leyes que organizaran la actividad sindical. El gobierno obtendría una relativa tregua social porque la oposición quedó dividida. Pero el poder sindical estaba reconstituido y la ilusión de someterlo a la civilidad se desvanecía.

El Plan Austral

Crisis económica. Incertidumbre, especulación, inflación, déficit fiscal, deuda externa. Economía estancada, cerrada, ineficiente y fuertemente vulnerable en lo extremo. Los empresarios no estaban dispuestos a apostar al crecimiento y los grupos económicos concentrados tenían la posibilidad de bloquear intentos de modificar la situación.

La deuda externa crecía por la acumulación de intereses y el Estado en 1982 había asumido la deuda de los particulares. El déficit creciente tenía un origen que podía ubicarse en la magnitud del aparato de servicios sociales en épocas de mayor bonanza pero sobre todo en la reciente caída de sus recaudaciones por la inflación y la indisciplina de los contribuyentes, y en los pagos al exterior y las subvenciones que recibían los sectores empresarios ligados. La situación económica afectaba la propia capacidad del Estado para gobernar. Pero en el momento fue necesario subordinar estas dificultades a la reconstrucción de un sistema democrático.

La política económica se ajustó a las fórmulas dirigistas y redistributivas clásicas, se re activó el mercado interno, se movilizó el aparato productivo. Control estatal del crédito, el mercado de cambios y los precios. Medidas de acción social como el Programa Alimentario Nacional. Se mejoraba la situación económica de los sectores medios y populares, y se satisfacían las demandas de justicia y equidad social, logrando la oposición de sectores empresarios y resistencia de la CGT. Puja distributiva otra vez; insuficiencias de la política económica que no consideraba la radical transformación de la economía a partir de 1975. La conflictividad social aumentaba y los acreedores externos estaban disconformes. Sourrouille, nuevo ministro de Economía, comenzó una “economía de guerra”: Plan Austral en 1985, para superar la coyuntura adversa y estabilizar la economía . Se congelaron precios, salarios y tarifas, se regularon los cambios y las tasas de interés, se suprimió la emisión monetaria y se eliminaron los mecanismos de indexación. Se cambió la moneda. Se frenó la inflación y se ganó apoyo general, no hubo caída de la actividad ni desocupación ni se afectó a los sectores empresariales, y no se redujeron los gastos del estado. El “plan de todos”.

Pero desde fines de 1985 se advirtió la vuelta de la inflación y las dificultades externas por la caída del precio de los cereales. Renacieron las pujas corporativas (CGT contra el congelamiento salarial; empresarios contra el congelamiento de precios; ambos reclamaban contra el Estado). La reaparición de los viejos problemas indicaba que el cambio había sido insuficiente. Se intentó reactivar la inversión extranjera, privatizar empresas estatales y desregular la economía, pero todo chocaba con ideas y convicciones de la sociedad. Cuando se agudizó la conflictividad social, el gobierno se recostó en los grupos corporativos que antes había combatido. Se renunciaba al sueño de controlarlos a partir del interés público, y volvían a dominar los intereses particulares.

Los militares desafiaron al poder civil en 1987, sin apoyo social: la democracia estaba salvada, a costa de la posibilidad de una reforma de la economía encarada democráticamente. El gobierno encaró un nuevo plan de reformas con el aval de los organismos externos: una reforma impositiva más dura, una política de privatización, y una drástica reducción de sus gastos. Este intento nació sin fuerza política, y el peronismo se negó a respaldarlo por el alto costo social. La reconciliación con las corporaciones no funcionó en el terreno económico, haciendo sentir la falta de gobernabilidad.

La apelación a la civilidad

Los dos grandes partidos tenían en el Congreso la posibilidad de vetarse recíprocamente (los radicales tenían mayoría en Diputados, y los peronistas en el Senado). Al gobierno se le planteaba la opción de gobernar efectivamente tensando las cuerdas de la institucionalidad. Era apoyado por la civilidad, un gran poder al principio por la incivilidad del régimen militar.

La agrupación interna de Alfonsín, el Movimiento de Renovación y Cambio, era una red de alianzas personales ineficaz para proponer lineas programáticas. Más notable fue la acción de la Coordinadora (socialistas, antiimperialistas, fe en la movilización) que tuvo una gran capacidad para organizar y movilizar a la civilidad. La Coordinadora ganó mucho poder y suscitó resistencias internas. El pacto entre Alfonsín y la civilidad se selló en su campaña electoral. Para la movilización callejera, la Coordinadora; pero entonces necesitaba intelectuales para que lo asesoraran. Lucha contra el autoritarismo, democratización; aplicadas en reformas concretas no concretadas pero con las que logró la iniciativa en la discusión pública. Proyecto democrático y modernizador. Su apelación a la movilización de la civilidad suscitó dudas sobre su relación armónica con el proceso de institucionalización democrática. El gobierno debía elegir entre atenerse a las normas republicanas o combinar el apoyo de naturaleza plebiscitaria como solía hacerse: sus limitaciones pasaban por la fidelidad al pacto inicial.

La izquierda se nucleó en torno al Partido Intransigente, con el mismo programa de la civilidad y la democracia, agregando consignas nacionalistas y antiimperialistas que apuntaban a la deuda externa, y señalando la infidelidad del gobierno al pacto inicial. Este partido fue absorbido por el peronismo renovado. A la derecha se creó la Unión del Centro Democrático, liberal, como la tercera fuerza que arbitrara entre radicales y peronistas; la crisis económica y sus críticas al estatismo y dirigismo le dieron cierto apoyo social. Los partidos y las instituciones reforzaron la institucionalidad al participar en el terreno de la opinión pública, y luego de las elecciones predominaron los nacionalistas de derecha que alentaban el acuerdo de políticos y peronistas con los militares y se oponían al acuerdo con Chile. Por otro lado, fue creciendo la corriente opuesta dentro del peronismo: la renovación, que combatió con la conducción oficial. En 1985 se dividió el bloque de Diputados. El peronismo renovador proponía adecuar el peronismo al nuevo contexto democrático. En el episodio de Semana Santa, los peronistas renovadores manifestaron su solidaridad con institucionalidad democrática y apoyaron al gobierno. De esta manera se creaba la posible alternancia entre partidos competidores y copartícipes.

El fin de la ilusión

Este episodio demostró la imposibilidad de subordinar un factor de poder a la civilidad. Por otro lado Alfonsín perdió la exclusividad de la civilidad, con el discurso del peronismo renovador, que ganó la mayoría en Diputados y el control de casi todas las gobernaciones en las elecciones de 1987. Los signos de la crisis pronto reaparecieron, y surgieron voces disconformes con la conducción de Alfonsín del propio partido.

La cuestión militar tuvo nuevos episodios: el coronel Rico, jefe de aquel alzamiento escapó de su prisión y volvió a sublevarse, y más tarde se rindió; el coronel Seineldín hizo una nueva sublevación y reclamó amnistía y reivindicación de la institución. El Ejército compartía sus ideas y se negaba a reprimirlo. Un grupo terrorista asaltó el cuartel de La Tablada y el Ejército aprovechó la ocasión para hacer una demostración de fuerza.

La cuestión política tampoco cerró satisfactoriamente para la civilidad democrática. Crecía la figura de Cafiero, jefe del grupo renovador que había modelado el peronismo a semejanza del alfonsinismo. Menem logró reunir a todos los segmentos del peronismo explotando su figura de caudillo tradicional, y logró su candidatura a Presidente. Tejió en privado alianzas con los intereses corporativos y en público apeló al mundo de los “humildes” con un mensaje mesiánico, testimoniando la realidad social dominada por la miseria y la marginalidad. Angeloz, su competidor radical, era más liberal, mientras que Menem prometía volver a la redistribución. El gobierno lanzó un plan económico “Primavera” para llegar a elecciones con la inflación controlada (congelamiento de salarios, precios y tarifas, reducción drástica del déficit estatal para lograr el apoyo de los acreedores externos), que marchó con graves dificultades y logró una situación explosiva. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional anunciaron que no respaldarían al gobierno, que anuló la devaluación del peso. El Partido Justicialista obtuvo un rotundo triunfo y Carlos Menem asumió la presidencia. Alfonsín renunció seis meses antes del traspaso del gobierno por incapacidad para lidiar con las tensiones sociales que causaba la hiperinflación.

Nueve. La gran transformación, 1989 – 1999

Ajuste y reforma

Asume Menem en un clima de alta tensión social generada por la hiperinflación que exponía la incapacidad del gobierno. Para enfrentar la crisis existía la receta genérica: abrir las economías nacionales para insertarlas en el mundo globalizado y desmontar los mecanismos del Estado benefactor e interventor costosos e ineficientes. Había una convicción generalizada de que la democracia por sí sola no solucionaba los problemas económicos. La ineficiencia se debía a la alta protección del mercado local y al subsidio otorgado a todos los que habían asegurado su parte en la puja distributiva. Déficit crónico por la recurrencia a la emisión e inflación. Se discutía si la crisis era del modelo o si se debía al endeudamiento generado durante el Proceso. La receta difundida por los organismos internacionales implicaba la reducción del gasto estatal y el retiro de su participación (privatizaciones) y tutela para la apertura competitiva internacional, y era resistida por todos los protegidos por el Estado y por quienes asociaban las reformas con la dictadura militar.

El nuevo presidente podía terminar como Alfonsín, devorado por un Estado en desintegración. Dada la conmoción social tan fuerte, existía una necesidad de orden público y estabilidad muy grande, la solución hasta entonces rechazada resultaba apetecible. Menem debía ganarse su apoyo; durante la campaña había prometido el “salariazo” y la “revolución productiva” en un estilo peronista viejo. Fue fiel al pragmatismo y se pronunció a favor de la receta liberalista y aperturista. Confió el Ministerio de Economía a los gerentes del más tradicional de los grupos económicos, Bunge y Born. Buscó convencer con acciones simples, toscas, brutales y destructivas. Para ganar margen de maniobra, lanzó la ley de Emergencia Económica, suspendiendo subsidios, privilegios, promociones, y autorizando el despido de empleados estatales, y la de Reforma del Estado para privatizar en masa. Amplió la Corte Suprema y obtuvo mayoría. Las privatizaciones conseguían fondos frescos, y se aceptaban títulos de la deuda externa a un valor más alto que el de mercado. Las nuevas empresas aumentaron tarifas, fueron escasamente reguladas y estuvieron en una situación monopólica. La apertura económica se realizó sin un criterio general entre reducir la inflación importando productos baratos y mejorar la recaudación fiscal cobrando derechos elevados. Se aumentaron los impuestos al Valor Agregado y a las Ganancias para aumentar la recaudación, pero en detrimento de la mejora del ahorro, la inversión y la equidad social.

En los dos primeros años no logró alcanzarse la estabilidad y la inflación se mantuvo alta. A partir de la segunda hiperinflación de 1989 el ministro de Economía González se apropió de los plazos fijos y los cambió por largo plazo en dólares: Plan Bonex. Restringió al máximo los pagos del Estado y la circulación monetaria y se redujo la inflación a costa de una fuerte recesión.

Los que rodeaban al presidente podían impulsar algunas decisiones del gobierno y este mecanismo se utilizó ampliamente con impunidad. El escándalo Swiftgate fue uno de estos casos, pero la perjudicada en una operación de chantaje era una empresa norteamericana y el propio gobierno estadounidense se movilizó. Renunció todo el gabinete, y Cavallo asumió como ministro de Economía. Encaró el programa de reformas de una manera más ambiciosa y despegado de empresarios y acreedores. Aprobó la trascendente Ley de Convertibilidad (un dólar equivalía a un peso), limitando la emisión monetaria. Realizó una reducción general de aranceles concretando la apertura económica con resultados muy exitosos. La Argentina volvió a ser confiable para los inversores. Con la mejora en la recaudación y la entrada al país de inversiones extranjeras se saldó el déficit estatal, las empresas se reequiparon y aumentó el consumo interno, aumentando la confianza y el optimismo.

El equipo gobernante pudo despreocuparse de la inestabilidad y la falta de credibilidad y encarar más reformas con más prolijidad y firmeza: venta de empresas del Estado con garantías de competencia, mecanismos de control, venta de acciones a particulares y participación sindical. Los ingresos obtenidos se destinaron a saldar las deudas con los jubilados. Cada trabajador pasaría a tener una cuenta de ahorro propia administrada por una empresa privada, y frente a algunas resistencias se decidió mantener en parte el régimen estatal. Reforma de los regímenes laborales, un campo en el que el gobierno apenas avanzó, con la desregulación de las obras sociales. Con los gobiernos de las provincias se firmó un Pacto Fiscal para que compartieran la política de reducción de gastos pero se tuvo una amplia tolerancia con los recursos que esos gobiernos usaban para el clientelismo político. Creció el Producto Bruto, se expandió el consumo, la inflación cayó, creció la actividad económica y el Estado mejoró su recaudación y tuvo un par de años de superávit fiscal.

Pero subió el desempleo: cada privatización implicaba despidos masivos (estas empresas habían acumulado cantidades excedentes de empleados como fruto del choque de intereses entre administradores y sindicalistas), y las empresas privadas tenían que reducir los costos para competir con los productos importados a partir de la apertura económica. Otros sectores eran golpeados por el congelamiento de sus haberes: los jubilados y los empleados estatales por el encarecimiento de los servicios públicos, por el cierre de sus establecimientos o por los cortocircuitos financieros de varios gobiernos provinciales. Manifestaciones públicas de descontento. Medidas paliativas: aumento de programas sociales, atenuación de la apertura económica, subsidios, reintegros y compensaciones a los sectores exportadores, y las empresas contratistas participaron en condiciones ventajosas de las privatizaciones.

Los sectores empresariales advertían los límites de la transformación, más eficaz en la destrucción de los viejo que en la construcción de lo nuevo. Las empresas más grandes se habían reestructurado eficientemente, pero por la sobrevaluación del peso sus costos estaban encarecidos, y solo podían tratar de reducir los costos salariales (que eran altos por la Ley de Convertibilidad, aunque sus beneficiarios no lo apreciaran). El alud de productos extranjeros generó un déficit comercial, y crecía el déficit fiscal por la reaparición de mecanismos de asistencia a los trabajadores.

La convertibilidad había regenerado la vulnerabilidad exterior de los fondos de inversión.

Una jefatura exitosa

Menem se dedicó a adueñarse del poder del Estado a partir de las dos leyes iniciales y la ampliación de la Corte Suprema. Removió a todos los miembros del Tribunal de Cuentas y al Fiscal General, nombró por decreto al Procurador General de la Nación, redujo el rango institucional de la Sindicatura General de Empresas Públicas y desplazó o reubicó a jueces o fiscales. Cuando el Congreso empezó a cuestionar algunas de sus iniciativas, combinó una disposición a negociar con una afirmación de la autoridad presidencial usando vetos y Decretos de Necesidad y Urgencia. Menem así tenía un estilo de gobierno “más propio de un príncipe que de un presidente republicano”. Trazaba las líneas generales de la administración pero delegaba en sus colaboradores los aspectos específicos que lo aburrían. Continuó haciendo vida de soltero, transgrediendo las convenciones y las normas policiales. Luego de la separación de su esposa se hizo más sedentario y transformó la residencia presidencial en una corte de orígenes variados con la que recorría el mundo. La fidelidad se retribuía con protección e impunidad, y también repartiendo el botín. La corrupción cimentó un pacto entre los miembros del grupo gobernante, y era practicada ostentosamente. El país estuvo gobernado por una banda. Menem y Cavallo se armonizaron y se potenciaron: la suma de la arbitrariedad y el eficientismo a costa de las instituciones republicanas.

Los viejos peronistas pedían preocupación por los aspectos sociales. Cavallo quería salvar las formas y la seguridad jurídica, y comenzó a competir con Menem. Narcogate: implicación de la Directora de audiencias en el tráfico de armas, que embistió frontalmente contra el empresario Yabrán, especializado en servicios postales y allegado al círculo presidencial. El peronismo de 1989 había perdido el carácter de movimiento para ser simplemente un partido político; se atenuó la identificación de peronismo con el pueblo, pero la solidez de la identidad peronista se mantuvo. Menem utilizó el rol compuesto de jefe partidario y presidente para mandar sobre dirigentes y cuadros acostumbrados a obedecer aunque expresaran sus disidencias, y reunió apoyos fuera del movimiento. Sabía comunicarse con la gente en general e ingresó en el campo de la videopolítica. El movimiento renovador se disolvió y muchos se incorporaron a la caravana menemista. Cafiero debió ceder la presidencia del partido a Menem y la gobernación de Buenos Aires a Duhalde. Menem logró la adhesión de otros sindicalistas que entendían los beneficios de plegarse al reformismo y los costos de no hacerlo. Menem lanzó nuevos dirigentes y convenció de que el peronismo tenía nuevo jefe. Las reticencias iniciales se apagaron y se habló de la “actualización doctrinaria” del peronismo (decía que Perón habría hecho lo mismo).

Fuera del peronismo, la oposición política fue mínima: la UCR no pudo remontar el descrédito de 1989 y no podían sustentar un argumento opositor con las diferencias ejecutivas en la política reformista. Menem había hecho contactos con los carapintadas, en especial con Seineldín, en sus tiempos de campaña y los indultó dentro de su política de reconciliación, y también a los ex comandantes, pero no introdujo ninguna modificación sustancial en la conducción del Ejército como reclamaban los “carapintadas”. Seineldín se levantó en 1990 y fue duramente reprimido por los mandos militares, que esta vez respondieron, y los responsables fueron juzgados.

El mando del Ejército fue asumido por Balza, un jefe que mantuvo la disciplina y la subordinación del Ejército en circunstancias difíciles. El presupuesto militar fue podado, se privatizaron muchas empresas militares y se suprimió el servicio militar obligatorio. Balza realizó una autocrítica con respecto a lo sucedido en el Proceso.

La Iglesia reclamó políticas de sentido social, reformas que fueron moderadas por el cardenal Quarracino, acompañado por Menem en el rechazo al aborto. También fue apoyado por los presidentes norteamericanos: la Argentina abandonó el Movimiento de Países No Alineados, se clausuró el Proyecto Cóndor de construcción de misiles, se respaldaron las posiciones internacionales norteamericanas y se acompañó en las empresas militares norteamericanas (con el costo de los atentados terroristas a la AMIA y a la Embajada de Israel). Se iniciaron negociaciones con Inglaterra, dejando en paréntesis la cuestión de las Malvinas, y se zanjaron las cuestiones con Chile. Menem viajó por el mundo luciendo su imagen de vencedor.

El gobierno enfrentó pocas resistencias: los sindicatos se movilizaron solo para defender sus propios privilegios, y hacia la campaña para la reelección, el gobierno fue sensible a sus protestas. Menem logró la reforma constitucional para ser reelecto, encontrando reticencias de quienes aspiraban a sucederlo en su partido, y en el establishment económico, pero sobre todo en el Congreso. Menem logró la aprobación del Senado, convocó a una consulta popular y amenazó con hacer aprobar la ley por una interpretación jurídica de la Constitución.

La UCR estaba a la defensiva, sin planes y dividida: los gobernadores provinciales dependían del fisco nacional, mientras que Alfonsín se oponía. Menem y Alfonsín se reunieron en secreto y acordaron impulsar la reforma constitucional con la cláusula de reelección y reducción del margen de la hegemonía presidencial (ballotage, reducción del mandato a cuatro años, con una reelección, creación del cargo de Jefe de Gobierno, designación de los senadores por voto directo). El justicialismo perdió algunos votos, y la UCR perdió muchos en beneficio del Frente Grande: peronistas disidentes, grupos socialistas y demócrata cristianos, y militantes de organizaciones de derechos humanos.

Comenzaron a notarse los efectos de la suba de las tasas mundiales de interés y Cavallo lanzó la Segunda Reforma del Estado (nuevas privatizaciones, ajuste de las transferencias de fondos a las provincias), pero los peronistas históricos decían que había que actuar en función de las próximas elecciones. Duhalde participó de esta peronización del gobierno. Crisis mexicana del tequila: México devaluó su moneda y hubo un retiro de fondos internacionales de la Argentina. Déficit fiscal, recesión, desocupación, frente a lo que se dio una poda presupuestaria, la reducción de sueldos estatales, un fuerte aumento de impuestos y apoyo de los organismos internacionales. Menem encarnaba el orden y la estabilidad en las nuevas elecciones, en las que se enfrentó al FREPASO (Frente Grande y un movimiento peronista dirigido por Bordón). Menem-Ruckauf derrotó a Bordón-Álvarez por la mitad de los votos.

Una jefatura decadente

Comenzó el declive. Era acosado de muchos lados, sobre todo del peronista. El sistema bancario pudo ser salvado de la crisis del tequila a costa de una concentración y extranjerización. Las empresas pudieron superar los problemas derivados de la sobrevaluación del peso por la fuerte caída de los salarios reales y la mejora en la productividad. La desocupación se instaló definitivamente. Por otro lado, la deuda externa crecía sostenidamente y la economía argentina dependía fuertemente de los capitales externos. Terminaron los tiempos de la afluencia fácil de capitales externos, y la restricción generó la suba de las tasas de interés, recesión, penuria fiscal y mayores dosis de ajuste y reforma, quedando poco margen para el clientelismo de Menem: el gobierno quedó atrapado entre las exigencias de mayor ajuste y los reclamos crecientes de una sociedad que iba recuperando su voz.

Cavallo inició una serie de privatizaciones, declaró la emergencia provisional y restringió los fondos transferidos a los gobiernos provinciales, que debieron sacrificar fuentes de clientelismo y realizar sus propios ajustes (privatización, transferencia a la Nación de sus sistemas jubilatorios, reducción de las plantas de empleados). El peronismo tradicional reclamó contra una política poco peronista por el malestar social y atacaron al ministro. Cavallo se enfrentó con la banda gobernante por la Ley de Patentes Medicinales (Menem defendía a su lobby de laboratorios locales, y Cavallo seguía las políticas norteamericanas), y por la privatización del correo. Cavallo acusó a Yabrán y a otros ministros cercanos al presidente, e instaló en la discusión pública el tema de la corrupción gubernamental. Menem lo relevó y lo reemplazó por Fernández, que presidía el Banco Central, y no tenía pretensiones políticas y estaba exclusivamente preocupado por ajustar las cuentas fiscales, subiendo el precio de los combustibles, elevando el Impuesto al Valor Agregado, reduciendo el número de empleados públicos, recortando el presupuesto e impulsando las privatizaciones. Fernández chocó con resistencias en el sector político del gobierno preocupado por las futuras elecciones. La legislación sobre flexibilización laboral no fue aceptada por el Congreso, Menem intentó sortearlo por medio de un Decreto de Necesidad y Urgencia que fue objetado por la justicia. En 1997, dejó de lado la reforma y pensó en los votantes. Llegó a un acuerdo con los gremialistas garantizándoles el monopolio en la negociación de los convenios colectivos, con unos artículos vetados por Fernández para lograr la aprobación de los empresarios. Fernández también rechazó un fondo de mejoramiento salarial para los docentes y un proyecto de construcción de autopistas, defendiendo el criterio del contador, debido a los derrumbes de los mercados emergentes, entre los cuales había algunos del Mercosur, que provocaron la contracción de las exportaciones y desató una oleada de reclamos de protección.

La crisis de 1988 fue más profunda y prolongada que la del tequila: aumento de los intereses de la deuda, escasez y alto costo del crédito, caída de los precios de productos exportables y recesión interna. Trasnacionalización. El gobierno legó a su fin con un gran déficit, y comenzó a sufrir una oposición social cada vez más activa. Las tensiones sociales de la crisis se manifestaban en movilizaciones, huelgas, “cacerolazos”. La Iglesia sumó su voz a las protestas tras el reemplazo de Quarracino. Los gremios docentes instalaron una “carpa blanca” frente al Congreso como una noticia permanente. También hubo cortes de ruta (piqueteros) por la privatización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. El gobierno a veces apeló a la Justicia y a la Gendarmería; a veces negoció (Planes Trabajar).

El gobierno también sumó problemas en su frente interno: resurrección del peronismo histórico. Duhalde anunció su postulación, pero Menem lanzó su candidatura informalmente. Cavallo denunciaba los negocios ilícitos y la corrupción gubernamental se hizo pública. Hubo un destape impulsado por el periodismo indagador y la guerra interna del peronismo. Caso Cabezas: un periodista fue asesinado y su cuerpo fue dejado en la residencia de Duhalde; la investigación llegó a Yabrán, a quien Cabezas había fotografiado, y a Menem; Yabrán se suicidó.

El justicialismo sufrió una derrota en las elecciones legislativas. Menem intentó su reelección por medio de una interpretación caprichosa de la Constitución, un plebiscito que demandara la reforma constitucional, una presión a los gobernadores para alinearlos detrás de sí y dejar desamparado a Duhalde. La oposición vislumbraba el éxito electoral. Los peronistas abandonaron a Menem, y este desistió de su candidatura (luego intentó nuevamente, pero la Justicia declaró que su proyecto era ilegal).

El peronismo llegó a las elecciones sin líder y perdió. El FREPASO (disidentes del PJ y la UCR, la Unidad Socialista y otros pequeños grupos provenientes de la izquierda o el populismo) nunca llegó a tener una inserción territorial ni organización suficientes, pero entusiasmó a muchos buscando una renovación política y humana, y la constitución de una fuerza de centroizquierda alternativa de los dos partidos tradicionales, acentuando en los problemas sociales y las cuestiones éticas y políticas). La UCR pasó la crisis y superó las divisiones internas obteniendo éxitos electorales con Fernando de la Rúa electo como Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La UCR y el FREPASO confluyeron en la Alianza para la Justicia, el Trabajo y la Educación, triunfando en las elecciones legislativas.

La Alianza avanzó mientras el justicialismo sufría sus luchas internas, y puso el acento en la recuperación de la equidad social y las instituciones republicanas y la lucha contra la corrupción. De la Rúa-Álvarez venció a Duhalde-Ortega, con límites en el poder político (la Alianza tenía mayoría en Diputados, y el justicialismo en el Senado y controlaba la mayoría de las gobernaciones) y la condición de la crisis económica, y la dificultad de transformar una alianza electoral en una fuerza gobernante.

Epílogo. La nueva Argentina

El país cambio mucho; los cambios se ubican en la corriente general del mundo occidental (salto tecnológico, neoliberalismo, globalización): el Estado renuncia a dirigir la economía y reduce su función providente y benefactora. En el siglo XX en la Argentina hubo numerosos intentos que arrancaron con brío y terminaron calamitosamente, lejos de los objetivos fijados. Cambios en la economía: apertura y desprotección, estabilidad de precios (no hay tironeos sectoriales), endeudamiento externo impagable. La política de Martínez de Hoz y de Cavallo aumentó la desocupación, y la convertibilidad, sobrevaluación, condiciona la integración en el mercado internacional. Boom de las importaciones, estímulo a las exportaciones del agro tecnificado y el Mercosur: un nuevo mercado. Los sectores industriales también se han reestructurado por la concentración y aprovechamiento de la asistencia del Estado. Las empresas orientadas al mercado interno experimentaron una situación darwiniana; pasaje de lo electromecánico a lo electrónico. Presencia creciente del capital extranjero. Las transformaciones beneficiaron a un segmento, pero hubo poco beneficio general. No está claro qué lugar hay para Argentina en el mundo.

Los empresarios han sido liberados de la tutela del Estado. Reforma del Estado: eliminación de los recursos de intervención y regulación económica construidos desde 1930, incluso los que pertenecen a una concepción mínima del interés público. La crítica neoliberal afectó al Estado dirigista y al providente empeñado en el bienestar social. Corrosión dentro del instrumento mismo del gobierno: alejamiento de los funcionarios eficientes, instalación de la corrupción. Donde el Estado avanzó, eligió el camino de destruir lo que había, destruyendo su capacidad de imponer normas racionales y previsibles, y dejó proceder a los actores sociales según sus fuerzas respectivas, e incluso apoyó a los más fuertes. La transformación fue justificada con el neoliberalismo, que compitió con el discurso democrático y de la ética. Con las dos hiperinflaciones, el neoliberalismo pareció la única alternativa; el debate público se redujo a la economía y la economía a la estabilidad económica, abandonando las ilusiones del buen salario, del pleno empleo, del derecho a la salud, la educación, la jubilación y en general de la igualdad de oportunidades.

El mundo del trabajo, donde el pleno empleo había sido un dato central, se encontró erosionado por una alta desocupación en el sector industrial. El de las empresas públicas también se contrajo por la privatización, y sólo creció el sector de trabajadores por cuenta propia y de los subocupados. Se consolidó el mundo de la pobreza frente al cual el Estado ensaya planes de promoción social que son apenas asistencialismo o clientelismo electoral. La clase media perdió sus límites definidos. La sociedad se polarizó, sin instrumentos de negociación y redistribución. Contraste y exclusión: deterioro de la infraestructura urbana y de los servicios en paralelo al desarrollo de algunos espacios aislados donde grupos reducidos viven en un mundo ordenado, seguro, próspero y eficiente. Avance de lo privado sobre lo público, desaparición de este como un espacio de responsabilidad común. El Proceso ayudó a remover elementos negativos de la tradición democrática nacional, y en su caída abrió las puertas a la construcción de un orden democrático fundado en el respeto absoluto de los derechos humanos y la valoración de la pluralidad, la discusión y las formas institucionales. Se entró en una suerte de normalidad electoral: se perdieron las expectativas definitorias de las elecciones y las propuestas no democráticas desaparecieron del escenario.

Los partidos políticos gozan de una salud excelente; son organizaciones dedicadas a reclutar el personal político y ganar las elecciones. Política a través de la televisión. Los partidos políticos se profesionalizaron. Se perdió la conexión entre lo que un candidato dice en campaña y lo que hace luego de asumir. Las relaciones entre los poderes se hicieron más fluidas. En los años recientes se recuperaron las conductas comunes durante la reconstrucción democrática: una nueva primavera. Afianzamiento de la memoria del Proceso, retoma de la acción legal contra los genocidas. Acción de los medios de prensa para avivar la discusión sobre la injusticia social, la corrupción, el abuso de poder y la impunidad. Este entusiasmo colectivo culminó con la elección presidencial de De La Rúa. Se achicó el margen de acción de cualquier gobierno, y se perdió la capacidad de los partidos políticos para dar forma al descontento. Deber de la república de hacer algo por la igualación real.

Globalización, Sociedad, Estado y Mercado

Hechos impactantes

La caída del Muro de Berlín dio comienzo al período actual del mundo, al Nuevo Orden Internacional, marcando el fin de la Guerra Fría (enfrentamiento tácito) e iniciando el desmembramiento de la URSS. El capitalismo se transformó en el sistema económico-político dominante en el mundo. Las naciones latinoamericanas realizaron reformas neoliberales en sus economías expresadas en el Consenso de Washington (documento que intentaba afrontar los desastres económicos de los países latinoamericanos en la década de 1980: inflación, déficit, falta de fondos). En el siglo XXI creemos que no nos fue bien aplicando esas políticas.

Ataque terrorista a las Torres Gemelas y al Pentágono. Enfrentamiento religioso y cultural distinto al ideológico-político que había caracterizado a la Guerra Fría: Choque de Civilizaciones (Huntington: el futuro de la paz depende de la comprensión y cooperación entre los líderes políticos e intelectuales de las principales civilizaciones del mundo; existen ocho civilizaciones: sínica, islámica, hindú, occidental, latinoamericana, africana, ortodoxa y japonesa). En Argentina: incertidumbre, reaparición de algunos rasgos negativos del pasado, pero eficiente funcionamiento del sistema democrático. En 2001 Argentina sufrió una crisis de gran magnitud; De La Rúa tuvo que abandonar el cargo y ocurrió una crisis de representatividad manifestada por una sucesión rápida de siete presidentes.

Final de la Guerra Fría y la caída del comunismo, los Estados Unidos como potencia hegemónica mundial, el Eje del Mal, las guerras unilaterales impulsadas por los Estados Unidos, avances tecnológicos en las comunicaciones, globalización de los mercados financieros, planificación global de las empresas transnacionales, procesos de integración económica regional, desigualdad en la distribución del ingreso a escala mundial y dentro de los países, movimientos migratorios hacia los países más ricos, problemas medioambientales, narcotráfico y tráfico de armas, guerras étnicas, el fundamentalismo integrista islámico y el terrorismo suicida.

El mundo actual

Dos etapas: hasta septiembre de 2001, con los atentados terroristas en Estados Unidos, y desde esa fecha hasta la actualidad. El primer período está caracterizado por la solución rápida de casi todos los problemas internacionales graves y la aceleración de la globalización, con raíces científico-culturales (evolución de las comunicaciones, la informática y la electrónica) y económicas (internacionalización de la producción por parte de las empresas transnacionales). El segundo período, la potencia hegemónica define el terrorismo como su principal enemigo, e invade Iraq sin el aval de las Naciones Unidas; la globalización sigue vigente pero ha perdido el ritmo vertiginoso. Complejidad política, inestabilidad económica, desigualdad social, heterogeneidad cultural en conflicto.

Políticamente complejo y amenazante

La Guerra Fría estaba dominada por las ideologías; el período posterior, por las culturas o las civilizaciones. Según Kissinger, las principales potencias del mundo van a ser: Estados Unidos, Europa (Unión Europea), China, Japón, Rusia y la India. Conflictos internacionales: invasión de los Estados Unidos a Iraq, terrorismo fundamentalista (literal interpretación de los textos religiosos) integrista (identificación entre religión y política) islámico que amenaza a la potencia hegemónica (Guerra Santa). La política volvió a estar en el centro de la escena mundial, desplazando la economía, a partir de los atentados. Continuo fortalecimiento del poder del Estado; pérdida de las libertades individuales por la seguridad interior.

Incapacidad de los organismos internacionales para dar soluciones a estos conflictos, criticados por falta de democratización. Focos de conflicto: Israel-Palestina, Cachemira, Taiwán, península coreana; todos con armas atómicas. El de Medio Oriente es estratégico por la situación geográfica y el petróleo.

Orden pos Guerra Fría apoyado en civilizaciones. Los Estados Unidos creen que los pueblos no occidentales deben comprometerse con los valores occidentales; lo que para Occidente es universalismo, para el resto del mundo es imperialismo. Frente al éxito económico, la calidad y continuidad de las instituciones políticas de los países más desarrollados, Latinoamérica presenta inestabilidad política y fracaso económico. Inestabilidad y precariedad de nuestras democracias por la extrema pobreza, ausencia de gobiernos limitados y falta de libertades políticas y civiles, corrupción , inseguridad ciudadana y el narcotráfico. Problema de gobernabilidad.

Económicamente inestable

Durante los 80 el país estrella fue Japón, y el gran perdedor, Estados Unidos: déficit y bajo crecimiento de la productividad. A principios de los 90, la productividad de la economía norteamericana se disparó: tecnologías de la información. Los países emergentes implementaban reformas capitalistas y crecían a tasas mayores que los industrializados. En 2000, la economía de la información llegó a su techo coincidiendo con los atentados de septiembre de 2001. Krugman responsabiliza a la dirigencia norteamericana por su falta de liderazgo e incapacidad de previsión. Incapacidad económica, falta de previsibilidad, déficit fiscal y comercial, elevación del precio del petróleo (la guerra se desarrolla en zonas con este recurso). Las crisis mundiales de 1973 y 1979 habían surgido de conflictos económico: reformas liberales.

Tres grandes centros de poder económico mundial: América del Norte, Europa y Asia. Cambio de eje geoeconómico mundial hacia China. Durante el siglo XX, fracaso de los modelos de organización colectivistas o comunistas con el derrumbe económico del modelo soviético. El capitalismo se quedó sin contrapartida hace a uno más cruel y más global: búsqueda de mercados, crecimiento del poder empresarial privado, aumento de las desigualdades. Desocupación y exclusión social en paralelo a la concentración del ingreso. La intervención estatal es limitada (en el capitalismo anglosajón que enfatiza lo económico y minimiza el Estado; en el capitalismo renano se pone el acento en lo social y el Estado es más contenedor). El aislamiento sería más costoso que adaptarse a las reglas del capitalismo global. En Europa se da un envejecimiento de la población y una carga de la población pasiva sobre la activa, escasa natalidad, reorganización de la familia. Inmigración como fuerza de trabajo y amenaza cultural.

La competitividad hace más o menos atractivas las inversiones. Inestabilidad de los mercados financieros internacionales. En los 80 América Latina tuvo un pésimo desempeño económico. Conformación del Mercosur para enfrentar los problemas regionales. En los 90 se retorna al sendero del crecimiento económico y la modernización bajo el costo del aumento de la desigualdad y la desocupación. Incorrectas políticas económicas. Actualmente las perspectivas latinoamericanas son más favorables. El problema es conciliar crecimiento económico con equidad. Desarrollo sustentable. La economía mundial depende de la demanda de importaciones por parte de China y de la tasa de interés de referencia de los Estados Unidos. Los factores de riesgo son económicos, geopolíticos, sociales y ecológicos.

Socialmente injusto

Pobreza mundial, dispar distribución de la riqueza. Analfabetismo, falta de acceso al agua potable. Los problemas ambientales derivados del excesivo crecimiento: un aumento de la producción puede dar beneficios hoy y problemas mañana. División según la distribución entre países industrializados (PI) y países en desarrollo (PED). La mayoría de los pobres vive en zonas rurales. Los PI protegen y subsidian a los productores agricultores, perjudicando a los productores de los PED. El asistencialismo sólo puede dar soluciones pasajeras. Medio ambiente: los PI reciben los beneficios de su mayor actividad económica, pero los PED deben asumir los costos del deterioro medioambiental. Los PED han crecido más que los PI, pero la desigualdad se incrementó. Cumbre del Milenio sobre la pobreza y el hambre, educación primaria universal, igualdad de género, mortalidad infantil, salud materna, enfermedades, objetivos que no van a poder a ser alcanzados para el 2015, plazo planeado. El Grupo de los Ocho condonó las deudas de 18 países. Live 8: reclamo de los PI para ayudar al desarrollo de África. Se instalaron en el centro de la discusión el hambre y la pobreza.

Globalización

Impacto sobre la actividad humana que trasciende las fronteras nacionales: fuerza positiva y negativa. A América Latina le fue bien hasta la Crisis del Tequila, y luego mal, durante los 90; se pasó del discurso neoliberal a uno más social. El capitalismo globalizador frenó un poco con los atentados. Características de la Globalización: revolución tecnológica permanente y planificación mundial de la producción económica.

En una perspectiva histórica

Tendencia hacia la integración mundial. Cambios tecnológicos en las comunicaciones. La Globalización se destaca por la magnitud de los sucesos integratorios. En la actualidad no existen territorios no integrados, las empresas transnacionales tienen un peso enorme, los mercados financieros tienen mecanismos sofisticados de inversión y medios electrónicos rápidos, los organismos internacionales no existían, la democracia era más limitada, los líderes viajaban poco, y el conocimiento científico se divulgaba con atraso. Se puede comparar la actual situación política con la anterior a 1914: sobreexpansión imperial, rivalidad de las grandes potencias, sistema de alianzas inestable, terror.

Economía

Integración de los mercados mundiales: flujos internacionales, convergencia en los precios. Durante las guerras la integración retrocede y vuelve a crecer luego de 1950, pero las barreras comerciales son ahora más restrictivas, y nos afectan por ser significativas en el comercio agrícola. Proteccionismo en los mercados de commodities. Los cambios tecnológicos reducen los costos de transporte, información y de transacción. Los mercados de trabajo continúan influidos por las variables macroeconómicas locales y las legislaciones nacionales. Los productos realizados con trabajo más económico desplazan del mercado a los que se hacen con trabajo más caro; evitar la explotación. Los organismos internacionales presionan para la flexibilización del trabajo. Los Estados nacionales se ven entre proteger a su masa de asalariados o bajar costos para atraer a los inversores. Cuatro grupos de comercialización decreciente: commodities físicas, bienes que requieren escalas de producción y commodities industriales; bienes de consumo de alta productividad y mano de obra calificada, bienes de consumo de marca y servicios profesionales para los negocios; bienes y servicios regulados por legislaciones nacionales y bienes y servicios locales sin marcas; empleos públicos. Cuatro tipos de flujo de capital: inversión extranjera directa (compra de una empresa local), inversión de cartera en capital social (acciones), financiación de bonos (compra de bonos), préstamos de bancos comerciales (préstamos a organismos locales). El mercado global de capitales transmite los valores capitalistas mundiales.

Globalización, Estado, política e ideología

La Globalización afecta: la soberanía por la desterritorialización de las actividades productivas y del nuevo factor clave: el conocimiento, y la identidad. Debate ideológico-político. Tesis del fin de la historia: triunfo eterno de los valores liberales democráticos. Quienes apoyan la Globalización promueven la forma de organización neoliberal capitalista mundial de la economía, y quienes se oponen proponen la libre determinación de las diferentes sociedades de sus formas de organización política y económica. Movimiento antiglobalización. Los Estados son menos independientes y poseen menos margen de acción que treinta años atrás. Modificación de la vida personal: igualdad de géneros, invasión de la intimidad.

Globalización, tecnología y cultura

Tecnología de las información: telecomunicaciones y biotecnología. Operación en tiempo real. Tecnología: conjunto de conocimientos científicos, técnicos y artesanales que permiten producir un bien o un servicio. Cultura: pérdida de las identidades culturales demarcadas por los Estados-nación, predominio del idioma inglés, aparición de la industria de la cultura y el entretenimiento (negocio global pensado regionalmente). Las principales fuentes de socialización siguen siendo la familia, la comunidad de pertenencia y la escuela. Los medios de comunicación ejercen un rol cada vez más importante en el proceso de transmisión cultural. La ciudad de Buenos Aires tiene una potencialidad muy grande para convertirse en un centro de producción de contenidos culturales para todo el mundo por la existencia de recursos humanos altamente calificados.

Síntesis

Globalización: término nuevo, aunque el fenómeno descripto no sea; vigencia del modelo capitalista sin contrapartida y replanteo de la idea de Estado-nación; economía del conocimiento; avances tecnológicos, cambios en las relaciones humanas, desigual distribución de recursos (riqueza y conocimientos).


 

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