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Resumen del Libro de Identidad y Envejecimiento (Cap. 1)  |  Psicología de la Tercera Edad y Vejez (Cátedra: Iacub - 2016)  |  Psicología  |  UBA (Sede Independencia)

LA IDENTIDAD SOCIAL EN EL ENVEJECIMIENTO Y LA VEJEZ – Iacub (cap 1)

El recorrido sobre los términos

Los significados del envejecimiento y la vejez suponen concepciones diversas, contradictorias entre sí, dinámicas en el tiempo, con sentidos variables, positivos o negativos, son espacios en construcción.

 

Las definiciones de envejecimiento suelen apuntar a su biologia, reduciendo y generalizando este campo a otros. A su vez, suele tener un claro tinte ideológico en tanto plantean un esquema evolutivo-involutivo que lleva a concebir el envejecer como un proceso que se sintetiza en el deterioro progresivo. Iacub destaca dos definiciones:

  1. Ribera Casado considera al envejecimiento como “el resultado de una acumulación de cambios diversos que se producen en el organismo y en el funcionamiento del cuerpo humano”
  2. Aragó amplia esa definición diciendo “es considerado en principio una acción y un efecto en el que algo o alguien toma las formas de la vejez”

 

Este proceso supone que el sujeto, a lo largo de su vida, toma las características asociadas a la vejez. Estas resultan variables y se relacionan con la diversidad cultural, histórica, generacional y subjetiva, razón por la cual los signos del proceso del envejecimiento, previos a la edad del comienzo de la vejez, podrán ser significados de maneras tan disímiles como las clasificaciones existentes sobre la vejez, incluyendo tanto el deterioro o la involución como la maduración y la sabiduría.

Es importante diferenciar los diversos procesos de envejecimiento biológico, psicológico o social que, aun produciéndose en un mismo individuo, pueden tener formas diferentes. Ninguno de estos procesos es lineal y cada uno presenta rasgos diferenciales en cada etapa.

 

 

La vejez se define de un modo instrumental como una significación, que produce un corte en lo social y que determina una razón de medida en la noción de edad. En tanto significación, le es proferida al tramo final de la vida, entendido desde un punto de vista normativo, o lo que implique el final del termino laboral, o de reproducción, etc., y conlleva una serie de procesos biológicos y psicológicos propios. Esta etapa, al ser significada por cada cultura, toma características particulares a dicho grupo humano que promueven espacios sociales con variantes muy disimiles.

El termino VEJEZ es definido como la cualidad de ser viejo o también es aplicable a las personas que han vivido mas tiempo que las demás, es decir que surge desde una comparación con el interior de una comunidad o de un grupo.

 

La palabra “viejo” resulta en nuestra comunidad lingüística la más interiorizada socialmente, aun cuando produce un alto nivel de rechazo. Otras palabras como “anciano”, “tercera edad” o “adulto mayor” hacen referencia a la idea de viejo. Cada una refleja una historia de la lengua cargada de significaciones propias y dinámicas → actualmente existen una serie de términos que aluden a esta franja etaria, descripta desde los 60 en adelante para los países en vías de desarrollo y desde los 65 en adelante para los desarrollados, los más utilizados son: “tercera edad”, “adultos mayores”, “personas de edad” o “jubilados”.

 

 

 

 

 

La construcción del concepto

Cada sociedad construye su propia concepción acerca de lo que significan las edades del ser humano y, dentro de ellas, la vejez. Sin embargo, las concepciones son múltiples y coexisten en cada sociedad y cultura con distinto nivel de validez.

La categoría “edad” es uno de los cortes que realiza una sociedad conformando un esquema social determinado. En este caso, nos referiremos a la vejez como una subcategoría que se continua de la categoría “edad”. De esta ultima, se despreden una serie de funciones y roles sociales asociados a cada edad, con toda una serie de valoraciones, tanto positivas como negativas.

La edad determina en el diagrama social de un pueblo los modos en que una sociedad considera y habilita posibilidades de trabajo o de goces, usos de poder y saber, etc., determinando con ello una serie de valoraciones diversas e interconectadas en relación con un amplio sistema social, económico y cultural.

 

 

La perspectiva del curso de la vida

El curso de la vida es una perspectiva que se presenta como un diagrama integrador, en la medida en que permite un abordaje interdisciplinario o multidisciplinario, en contenido y en métodos: une abordajes del curso de la vida aparentemente divergentes, reflejados en disciplinas académicas tales como la sociología, la psicología, la antropología, la economía y la historia; halla factores comunes en cada uno de estos abordajes; y señala sus aspectos complementarios. Posibilita la convergencia entre diversos modos de pensamiento, que indagan los procesos de análisis micro y macrosocial, y donde se incluyen las poblaciones y los individuos a lo largo del tiempo. Iacub destaca ciertos ejes básicos:

  1. El envejecimiento como un proceso de diferenciación progresiva: el envejecer es una realidad de cualquier forma de vida, aunque su complejidad difiera según la especie, el individuo y la etapa histórica; de allí que existen tantas formas de envejecer como individuos. A medida que se envejece, la variabilidad interindividual aumenta tanto por razones genéticas como del ambiente.
  2. Reconceptualización del desarrollo y el envejecimiento: el desarrollo y el envejecimiento deben ser analizados más allá de sus aspectos biológicos, pudiendo indagarlos desde una perspectiva cultural que vaya más allá de concepciones unidimensionales, estáticas y limitantes. El desarrollo y el envejecimiento han de entenderse como procesos simultáneos y permanentes durante la vida, en los cuales se conjugan ganancias y perdidas, así como múltiples influencias y orientaciones.
  3. Multidimensionalidad, multidireccionalidad, plasticidad y discontinuidad: estos criterios implican que diferentes factores y sistemas de conjugan e interactúan en direcciones disimiles en la construcción de la vida de cada persona. Cada curso vital implica, al mismo tiempo, continuidad y discontinuidad: mientras algunos aspectos se mantienen, surgen otros nuevos.
  4. El envejecimiento como un proceso dinámico y contextual: las múltiples influencias de las que se compone el envejecimiento conforman una serie de ecología social en la que resultan determinantes la ubicación estructural, la construcción social de los significados y las conexiones entre el individuo y lo social.
  5. El curso vital modelado por transiciones y trayectorias relacionadas con la noción de edad: la edad aparece modelada por una estructura social, al tiempo que las vidas humanas se ajustan al modo en que se considera “adecuado vivir” según la edad. El modelo de “curriculum vital” presenta el modo en que una sociedad construye y propone a los individuos ciertos principios organizadores del desarrollo de su vida. Son sistemas de normas que generan los roles por edad y las transiciones en las etapas vitales.
  6. Importancia del contexto y de la historia: los modelos contextuales son los más apropiados para estudiar las trayectorias vitales, dado que estas son cada vez más atípicas. Existen factores que inciden en el curso vital: expectativas sociales relacionadas con la edad, influencias históricas y acontecimientos personales únicos.

 

 

De la definición a la identidad

Los modos en que se construye una cierta definición, es decir, el conjunto de sus descripciones, implican un esbozo de identidad socialmente establecida. Toda definición supone el ejercicio de una serie de controles sobre la trayectoria vital de los individuos, imponiendo normas acerca de lo que significa tener “cierta edad”. Estas formas de control son parte de las políticas sobre la identidad desde las cuales se determina lo que se designa por vejez y el tipo de problematización que se realiza, es decir, el modo en que esta será identificada, tratada y valorada.

Partimos de la existencia de una correspondencia entre la estructura social y las subjetividades, entre las divisiones objetivas del mundo social y las formas de su visión y división que les aplican los agentes de esa dominación. Al sujeto se lo intenta definir a través de un conjunto de relaciones objetivas ancladas en ciertas formas de poder que lo transforman en alguien que puede ser concebido por un determinado discurso narrativo y que se espera que actúe desde el campo de dominación, lo cual es otra forma de construir la identidad.

Dichas representaciones, ya sean divisiones etarias, de genero o de clase social, suelen presentarse como discursos hegemónicos → con la capacidad de poder establecer el sentido común, la doxa social o el fondo de descripciones autoevidentes de la realidad social que normalmente permanecen inexpresadas.

Positiva o negativamente, dichas descripciones limitan los espacios identitarios y conforman a su vez identidades sociales expresadas por características que se suponen especificas.

Los sistemas sociales preceden al sujeto, brindándole un rol y un estatus dentro de su medio. Esto implica un marco de adaptaciones, siempre creativas, que el sujeto realiza en base a las normas ofrecidas, buscando el reconocimiento del otro.

Las modalidades de aceptación o del rechazo dependerán de las normas sociales imperantes y podran tener el signo de la virtud o del pecado, de lo bello o lo feo, de lo normal o anormal.

La identidad puede funcionar como una interfase entre una definición del sujeto enunciado por predicados sociales y predicados singulares.

 

La cuestión del gobierno de sí

El sujeto gobierno y construye su yo a partir de la interaccion entre las regulaciones sociales e individuales. La tecnologia del yo es definida como “la historia del modo en que un individuos actua sobre si mismo”, los mecanismos autodirectivos o el modo en que los individuos se experimentan, juzgan y conducen.

El modo en que una persona vieja se lee a si misma no es un resultado cierto de los discursos que se le plantean, aunque estos serán parte del conjunto de descripciones desde donde el sujeto se narrará. Resulta necesario subrayar la heterogeneidad y especificidad de los ideales y modelos de individualidad y del envejecimiento que se despliegan en las diferentes prácticas sociales, los diversos códigos que emergen en las divisiones de genero, etnias o clases sociales, y su articulación con respecto a problemas y soluciones especificas concernientes a la conducta humana.

 

Presupuestos relativos a la noción de gobernabilidad de sí:

  1. La problematización es entendida como el modo en que un sujeto, el viejo, o una temática, la vejez, devienen temas a ser cuestionados y a la vez delimitados desde ciertos criterios sociales. Su producto serán las definiciones sobre este conjunto poblacional. Cada momento histórico problematiza y construye distintos parámetros socioculturales.
  2. Las teleologías son las formas de vida, metas o ideales propuestos a determinado grupo social, en las que se incluyen los códigos de conocimiento que apoyan estos ideales y valores éticos. Sobre cierta problematización surgirán teleologías y es allí donde la desvinculación puede ser un resultado tan cierto como la inclusión, la expectativa de dependencia o de autonomía, de pasividad o actividad, de fracaso o éxito y de retiro o continuidad. Todo dependerá del modo en que se problematice la vejez y se construyan ideales sociales que funcionen como expectativas sociales para este grupo.
  3. Las tecnologías son los montajes estructurados a partir de una cierta racionalidad práctica con el fin de encauzar la conducta de un sujeto en direcciones especificas, propiciando determinados roles y funciones sociales. Toda tecnología debe estructurarse a partir de practicas e instituciones sociales a fin de posibilitar el objetivo deseado.
  4. Las autoridades son aquellas a quienes se otorga o reivindica la capacidad de hablar verazmente de los seres humanos, de su naturaleza y sus problemas, ya sea el sacerdote, el medico o el psicólogo.
  5. Las estrategias vinculan los procedimientos para regular las capacidades de las personas a objetivos morales, sociales o políticos mas amplios concernientes a los rasgos deseables o no deseables de una sociedad. Las estrategias relativas a la vejez suponen una inversión social que implica esfuerzos humanos y económicos relativos a investigaciones o estudios científicos, narrativas artísticas, luchas sociales o políticas sociales, entre otros, y que posibilita un tipo de cuadro de realidad u otro, lo que implica una cierta problematización de la vejez.

 

Estas premisas permiten reconocer modelos de gobernabilidad y tecnologías del yo en diferentes temáticas que aluden a la posición del viejo y la vejez.

 

Perspectivas y significados de la vejez

Los modos en que se establecen los significados sobre la vejez son múltiples y disimiles a lo largo de la historia. Algunos resultan de mayor continuidad y otros aparecen localizados en determinados momentos históricos.

Existen factores que brindan continuidad, tales como la fragilidad física y la cercanía con la muerte. Por otro lado, aparecen otros como la jubilación o la noción de edad que resultan ligados a contextos socio-históricos más limitados.

 

Prejuicio y estereotipo → marcas sociales que imprimen un sesgo identificador, con altos niveles de aceptación social, sin que sean verificables desde ciertos códigos científicos, aunque los prejuicios y los estereotipos son también ángulos desde donde una cierta cultura local, con sus representaciones de la realidad, critica a otra. Toda cultura carga con representaciones ideológicas, determinadas por políticas de edad que nos llevan a pensar, investigar y producir la realidad de una determinada manera, sin creer por ello que nuestras lecturas de encuentran exentas de criterios prejuiciosos y estereotipados.

 

Existe una serie de falsas creencias acerca de la vejez → una de ellas es el “mito de la modernización”: consiste en creer que a lo largo de la historia, la vejez había sido apreciada y que la modernidad denigro el lugar simbólico de los mayores. También se sostiene que antes los viejos vivían en familias multigeneracionales y ahora en familias nucleares, o que antes los viejos estaban excluidos de la sexualidad y es ahora que se les empieza a posibilitar un espacio.

 

 

La perspectiva de la edad

A lo largo de la historia, la edad tuvo diversos niveles de influencia en la definición de los roles y las actitudes esperables a nivel social e individual.

El curso de la vida implica un conjunto de reglas que organizan una dimensión clave se la vida en una determinada sociedad y en un momento histórico especifico. Dicho curso de la vida se compone de un conjunto de trayectorias vitales, mas o menos entrelazadas, donde se desarrolla la existencia humana.

La modernidad tendió a la estandarización de las edades e intentó hallar en cada grupo etario diferencias notables y características, donde el trabajo se constituyó como el gran ordenador social. Así fue que se desarrollaron programaciones rígidas y curriculares donde a la niñez le correspondía la educación, a la adultez el trabajo y a la vejez la jubilación.

Con la posmodernidad, se produce una emergente desinstitucionalización y desdiferenciación del curso vital, dando lugar a una mayor individualización. Tanto la edad como el genero dejaron de ser variables relevantes para definir los roles y comportamientos.

Existe actualmente un cambio en la temporalidad adjudicada a cada edad, así como una flexibilización respecto de sus limites, lo que permite hallar adolescencias alargadas o envejecimientos postergados. Estudiar, trabajar o jubilarse se desvanecen de su ordenamiento por edades y se convierten en una serie de opciones alternadas y no consecutivas.

 

 

La perspectiva de género

La noción de genero surge como otra de las maneras de construir la identidad en lo social. Esta se define como un conjunto de creencias, valores y representaciones acerca del varón y la mujer, hetero u homosexual, que suponen roles, formas de expresión de las emociones y los sentimientos, tipos de actitudes y actividades. Cada una de estas formas se despliegan en contextos de interacción, mediatizadas por usos jerárquicos del poder.

Estos modelos de identidad son parte de una cultura que se transmite en cada generación aportando representaciones de genero, los cuales a su vez envejecerán de modos diferenciales. La rigidez de los modelos denominados tradicionales acerca de los roles de genero pueden fragilizarse antes los nuevos contextos que plantea el envejecimiento.

 

 

La perspectiva de cohortes

Se concibe la cohorte como un grupo de personas que experimenta un evento durante un mismo intervalo de tiempo. Por eso no debe confundirse la cohorte con la generación, ya que la primera se construye en función de influencias especificas de eventos y experiencias históricas, que no necesariamente son compatibles con el conjunto de las personas de la misma edad.

Las cohortes modelan a un sujeto en la juventud, debido a la apertura que se realiza a nuevos contextos y a múltiples formas de socialización. Se adquieren perspectivas del mundo, asociadas a valores, creencias y actitudes, que impactaran en esta etapa y se mantendrán el resto de sus vidas.

Las diferencias en el desarrollo entre personas de diferentes cohortes son de una gran variabilidad de características, incluso en personas nacidas en la misma época, ya que estas dependen de las circunstancias históricas particulares, generando trayectorias de edades especificas que se reflejan en capacidades cognitivas, las ideologías políticas, las características de personalidad y otras.

 

 

Las perspectivas de clases sociales, etnias y los niveles de educación

Cada sociedad construye diferencias y semejanzas ente los grupos etarios, y en el interior de estas hallaremos otras segmentaciones producidas por los contextos de significación en los que este sujeto esté inmerso. Ser pobre o rico no es simplemente un hecho económico, sino que implica una serie de vivencias biológicas, psicológicas y sociales que determinan modos de llegar a la vejez, expectativas de rol, tipos de familia, etc. Contar o no con una jubilación o un trabajo puede implicar niveles de independencia o dependencia, recursos de atención y cuidado, y capacidad de seguir desarrollándose, entre otros.

La noción de etnia es otro eje diferenciador → ciertas formas culturales basadas en orígenes comunes pueden ofrecer mayor o menores posibilidades de ofertas sociales, recursos para concebirse como un sujeto de determinado rango y escala social, etc.

 

 

Los significados de la enfermedad en la vejez

En el siglo XIX emerge una preocupación biológica y medica por tratar de solucionar las enfermedades de la vejez, evitar los signos del envejecimiento y alargar el curso vital. Este enfoque produjo una reducción de interpretaciones acerca del fenómeno del envejecimiento a un hecho biológico, en el cual todo debía ser visto y constatable en el cuerpo. Las enfermedades propias de la vejez se vuelven el eje de la temática.

Metchnikoff sugiere que se debía construir un saber (logos) sobre la vejez (geron) que dé lugar al vocablo “gerontología”. Se produjeron una serie de transformaciones en la percepción social de la vejez que se condensan en tres criterios esenciales:

  1. El cuerpo del viejo fue pensado como un sistema de significación en sí mismo, limitando a la visión de un interior microscópico done las metáforas biológicas iban en contra de cualquier ambigüedad.
  2. El cuerpo del viejo se presentó como separado y anormal, es decir, como un punto diferencial en la anatomía patológica, identificable con síntomas de enfermedad que requieren una terapéutica especializada profesional.
  3. El cuerpo del viejo fue concebido como el de un desfalleciente o moribundo, se lo redujo a un estado de degeneración.

 

Estos enfoques que heredamos siguen vigentes en múltiples lecturas de la actualidad.

Uno de los ejes centrales de la gerontología actual reside en calificar como prejuiciosa la asociación de la vejez con la enfermedad → presenta un cuadro de la vejez distinto, mostrando potenciales de salud más amplios y nuevas maneras de conceptializar la temática. La vejez excede en gran medida la dimensión de salud o enfermedad; la noción de salud se basa en normas rígidas asociadas a la juventud y existe una lectura moralista que ejerce controles sobre aquellos que tienen cuerpos diferentes a la norma.

 

El discurso gerontológico construyó un modelo de envejecimiento que desafiaba los estereotipos de patología y decrepitud, evidenciaba el potencial de salud, cuestionaba las falsas creencias sobre el verdadero estado de salud de los mayores y conformaba nuevos conceptos como la noción de salud funcional, que permite comprender la salud por fuera de esquemas rígidos y poco útiles para este grupo etario. La OMS y la OPS definieron la salud funcional en la vejez como la capacidad de enfrentar los procesos de cambio, con un nivel adecuado de adaptación funcional y de satisfacción personal.

 

 

Los significados de la erótica en la vejez

 

Los significados de la productividad y la autonomía en el envejecimiento

Las expectativas culturales de Occidente acerca del envejecimiento influyen sobre las metas y las motivaciones individuales, construyendo trayectorias del curso de la vida, expectativas que tiñen las lecturas de las ciencias, y en especial las sociales, en la medida en que estas pueden terminar reflejando y reificando lo que la misma cultura produjo.

“La primacía otorgada a la contribución productiva en la sociedad occidental, enraizada en la ética protestante del trabajo y, con el foco en el funcionamiento independiente, más que en la interdependencia entre las personas son sellos del pensamiento occidental” (Rice, Lockenhoff y Carstensen) → La vejez corre con el riesgo de presentarse como un antimodelo, por los cambios físicos que se producen y que ponen en riesgo el valor de la autonomía.

Hay dos dimensiones importantes en la cita: el valor de la productividad y de la autonomía. Aun cuando la noción de lo productivo ha ido transformándose, resultan remarcables las dificultadas que aun hoy sigue provocando la jubilación en muchas personas mayores y la difícil transición hacia actividades económicas no productivas.

La valoración social del trabajo formal, establecido no solo como medio de subsistencia, sino como ideal y referente vital, lleva también a que el termino de vida laboral se asocie con una pérdida de la pertenencia organizacional, la identidad laboral y las formas de socialización; cambio en la autoimagen, autoeficacia y autoestima; modificación de metas y objetivos, y de rutinas que estructuran el uso del tiempo.

Por otro lado, el valor de la autonomía, toma una dimensión muy peculiar en la cita: se contrapone la independencia con la interdependencia, presentando de este modo un rasgo de la cultura occidental actual que piensa al sujeto de una manera muy aislada de los otros, valorizando con ello un tipo de vivencia que pareciera excluir al otro. La autonomía puede incluir a otros que apoyen de una manera interdependiente.

 

 

Los significados del sujeto psicológico envejecido

Las descripciones del sujeto envejecido son múltiples y variables. El discurso emergente asociaba a la vejez como un momento improductivo, tanto a nivel reproductivo como económico, lo cual los hacia equivaler a los sujetos despreocupados por sus congéneres o egoístas, menos adaptables, que tendían a la desvinculación y se deslibidinizaban, lo cual podía conducirlos a posiciones perversas polimorfas y a niveles de inmadurez crecientes. Las fronteras entre lo normal y lo patológico no resultaban claras, motivo por el cual el horizonte de expectativa llevaba a pensar los síntomas demenciales a lo largo del envejecimiento.

 

Presupuestos acerca del sujeto psicológico en la vejez:

 

Esta descalificación promueve tres problemas centrales:

*Existe una opinión sobre la vejez totalmente opuesta que afirma que son todos sabios, lo cual más allá de ser un prejuicio positivo, es igualmente reduccionista de la vejez.

 

Los significados de la actividad en el envejecimiento

La actividad ha devenido uno de los referentes más actuales que sitúa la problemática del envejecimiento. Desde los años 60 la gerontología ha intentado salir de los esquemas discriminatorios al proponer para los viejos un estilo de vida “activo”, que evidencia el fondo mítico de los prejuicios y ponga en juego valores de la juventud en la organización de sus actividades.

La teoría gerontológica ha considerado el campo de las actividades posibles en la vejez no solo como un instrumento empírico profesional, sino también como un lenguaje critico acerca de las narrativas prejuiciosas sobre esta etapa de la vida, un nuevo ideal cultural y una racionalidad política.

Estas concepciones han generado que estar activo aparezca en las representaciones sociales actuales como un recurso para enfrentar el propio envejecimiento. Aun cuando resulte criticable la idealización de la actividad, no debemos dejar de tener en cuenta los efectos positivos de las mimas. Las propuestas de actividades pueden facilitar y volver accesible esta nueva etapa vital.

Es por ello que esta nueva demanda social requiere ser criticada en la medida en que obtura elecciones y ofertas más singularizadas, puede suponer una negación encubierta al propio envejecer. Sin embargo, también debemos tener en cuenta los innumerables efectos positivos de una vida activa, con opciones elegidas, frente a otros modelos de pasividad para los viejos.

 

El viejismo como una transformación conceptual

La noción de viejismo es un concepto que introdujo Butler en 1969 y que permitió reformular este conjunto de juicios estigmatizadores, tanto negativos como positivos sobre la vejez.

 

El viejismo se define como una alteración en los sentimientos, las creencias o los comportamientos en respuesta a la edad cronológica percibida de un individuo o un grupo de personas.

Este prejuicio involucra procesos psicosociales por los cuales los atributos personales son ignorados y los individuos son etiquetados de acuerdo con estereotipos basados en la afiliación grupal. Como todo prejuicio genera dos actitudes fundamentales:

 

Levy y Banaji plantean un punto de vista distinto acerca del viejismo → el factor implícito del mismo: puede operar sin ser advertido, controlado o con intención de dañar de manera consciente, lo que se convierte en un factor particularmente complejo. A diferencia de otros prejuicios, donde los victimarios y las victimas suelen ser claramente reconocibles, y donde el repudio es explicito.

No existen grupos que repudien y muestren antipatía hacia las personas viejas, como contra otros grupos minoritarios, e incluso los prejuicios y estereotipos suelen estar tanto en los jóvenes como en los viejos. La ausencia de un odio fuerte y explicito hacia los viejos y una amplia aceptación de sentimientos y creencias negativas, produce que el rol de las actitudes y los conocimientos implícitos acerca de la edad se torne especialmente importante.

Levy y Banaji utilizan dos categorías:

Entre el empoderamiento y el desempoderamiento

La palabra empoderamiento significa potenciamiento, apoderamiento o capacitación. En términos políticos es un nuevo modelo de confrontación social basado en el potenciamiento de grupos que carecían de poder, promoviendo la revisión y transformación de códigos culturales y de nuevas practicas sociales, propias de sociedades multiculturales.

El empoderamiento requiere la reconstrucción de un determinado discurso, mostrando el modo en que fueron conformados, es decir, respondiendo a determinados intereses o concepciones. Implica un proceso de reconstrucción de identidades, que supone la atribución de un poder, de una sensación de mayor capacidad y competencia para promover cambios en lo personal y en lo social. Esta toma de conciencia de sus propios intereses y de como estos se relacionan con los intereses de otros produce una representación nueva de si y genera una dimensión de un colectivo don determinadas demandas comunes.

En esta concepción del empoderamiento cabe observar tres dimensiones:

Desempoderamiento → el proceso de confrontación con diversos estereotipos sociales negativos minan lenta y progresivamente la consideración que los mayores tienen de si mismos, ya que se los comienza a identificar con la debilidad intelectual, fisica, con la improductividad, la discapacidad sexual, etc., limitando con ello su autonomía y autoconcepto.

 

Una lectura desde las investigaciones

Las creencias culturales y las teorías implícitas sobre el envejecimiento pueden influir en la autoeficacia durante la vejez, desalentando las expectativas, las metas y los resultados. Incluso aquellos que tienen expectativas positivas sobre su proceso de envejecimiento parecen ser vulnerables a la amenaza de los estereotipos. El efecto es un incremento de ansiedad y amenaza al yo, lo cual puede interferir con la ejecución de tareas intelectuales y motoras.

Los estereotipos negativos hacia la vejez, en las personas mayores, genera una sensación de amenaza a la integración personal, menor rendimiento a nivel de la memoria, en la capacidad para las matemáticas, en el sentimiento de autoeficacia, en la capacidad para la escritura, en trastornos de salud y en toda una serie de retiros anticipados de compromisos y roles laborales y sexuales.

 

La construcción de un sujeto y un agente

El concepto de empoderamiento se relaciona con la disposicion del poder sobre si, darse su propia norma y reconocerse con la capacidad de seguir disponiendo de su vida. La autonomía y el autoconcepto son dos ejees que permiten enfrentar “los mitos de la dependencia”. El sujeto no es un ente pasivo, sino que es el motor de cambio ante los modelos que sobre él se plantean. En la medida en el sujeto toma conciencia de su aminoramiento social, puede volverse capaz de subvertir el orden que lo victimizaba.

La misma persona que se encuentra construida por todos los significados que se le atribuyen es a la vez un agente social, en la medida que puede modificar y negociar el reconocimiento de su identidad, en el interior de una multiplicidad de representaciones ideológicas contradictorias. El mismo proyecto que construye sujetos dominados establece sujetos que resisten y donde los efectos nocivos, relativos a los estereotipos de la vejez, pueden modificarse en contextos que promuevan representaciones menos rígidas y negativas.

El concepto de empoderamiento, en tanto modificación del un orden ideológico y social que puede limitar y estereotipar a las personas viejas, se transformaría en una posibilidad de construir una identidad diferenciada y singular.


 

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