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Psicopatología
Resumen de Psiquiatría Clásica  |  
Psicopatología (Cátedra: Schejtman - 2023)  |  
Psicología  |  UBA
Psiquiatría clásica 
Paranoia: Kraepelin (1890)
Los delirios y las alucinaciones con frecuencia se pueden encontrar en estados 
psíquicos diferentes. Kraepelin sostiene que la naturaleza del delirio es de 
poca ayuda para el encargado de formular un diagnóstico de un síndrome mórbido. 
El enfermo desarrolla con tranquilidad y sin conmoverse todo un relato, que en 
sus trazos principales responde efectivamente a la realidad. Lo que llama la 
atención desde las primeras frases es el contento de sí mismo, la pedantería con 
que se jacta de su inteligencia y de su capacidad. Si uno les objeta a estos 
enfermos cuan lejos está la realidad de sus deseos ellos suelen responder con 
indiferencia que son demasiado brillantez para ser comprendidos. En este texto 
da el ejemplo del hombre de mundo que es acechado constantemente por la señora 
bulldog. Este hombre relataba que la señora bulldog viene persiguiéndolo hace 
más de veinte años con proyecto de matrimonio; y le atribuye a ella la culpa de 
que el vaya de fracaso en fracaso. En todas partes, comenta el paciente, nota 
las trapas de la señora bulldog. Ella es la encargada de que nada le salga bien 
al paciente (perder su fortuna, no encontrar trabajo, estar encerrado en el 
asilo). Vaya donde vaya ella lo encontraba. El enfermo suele escuchar con aire 
incrédulo de entendido todos los argumentos que se intenta oponérsele: pero 
estos siquiera rozan su convicción. Y permanece igualmente inquebrantable. Los 
síntomas principales de la paranoia son las ideas de persecución y la estima 
excesiva de su persona. Por otra parte, la comprensión la memoria y el conjunto 
de comportamiento son de lo más normales. A las ideas de persecución, a pesar de 
que estén en contradicción con todo sentido común, el enfermo no siente la 
necesidad de darles bases más sólidas, y las mantiene tenazmente. Estas ideas 
pueden existir muchos años bajo la misma forma, y todos los acontecimientos de 
la vida diaria son interpretados en el sentido del delirio. Ve el mundo entero a 
través de su delirio y las persecuciones que sufre se vuelven cada día más 
inverosímiles. Las alucinaciones sensoriales no tienen parte alguna en el 
desarrollo de su delirio. Es difícil de decir si lo que estos enfermos tienen 
alucinaciones o interpretaciones delirantes. Pero ocurre que frecuentemente sus 
ideas persecutorias se relacionan con cualquier tipo de incidentes, 
interpretados de modo totalmente especial. Se observa en la particular 
disposición a delirar de los enfermos una gran flaqueza de juicio; aún cuando se 
toma el profesional la labor de hacerle entender toda la absurdidad de su 
delirio, el paciente no llega a rendirse a la evidencia. La alta estima que 
tienen los pacientes de sí mismos es otra prueba de esta flaqueza de juicio: un 
fracaso nunca reduce sus pretensiones. No manifiestan ningún trastorno en el 
terreno de la voluntad ni de la emotividad. Se nota cierta susceptibilidad 
cuando uno discute con el sujeto de sus ideas delirantes o su supuesta 
superioridad. El resto del tiempo encara a los acontecimientos y a la gente con 
la mayor naturalidad. La conducta de estos pacientes suele ser irreprochable ya 
que no hay negativismo, manierismo, ni impulsividad. El enfermo no tiene la 
sensación que obedece voces interiores, su acción esta causada por el delirio. 
Kraepelin define a la paranoia como la afección en la cual la autofilia y las 
ideas de persecución se desarrollan con la mayor lentitud, sin que la voluntad o 
la emotividad sean transformadas. En esta enfermedad se instala un sistema que 
es a la vez producido por un delirio o por una manera especial de interpretarlo 
todo por medio del delirio. Se instala una manera particular de ver las cosas 
que el enfermo adapta a cada acontecimiento cuya presión le toca vivir. Su ritmo 
es esencialmente crónico y lento. Los pacientes comienzan por tener sospechas, 
las que pronto se tornan en certezas, para dar lugar, finalmente, a una 
inquebrantable convicción. Las ideas delirantes se injertan en hechos que son 
sometidos a una interpretación patológica. No se constatan jamás alucinaciones 
sensitivas, salvo excepcionalmente; pero de tanto en tanto se constatan errores 
de la memoria. Como estos enfermos no llaman demasiado la atención, su afección 
puede prolongarse durante largo años sin que se la perciba, y solo raramente se 
halla en los asilos. Por lo general, al cabo de unos diez años de comenzado el 
delirio aparece un relajamiento demencial bastante pronunciado. Es difícil que 
acepten el tratamiento en el asilo debido a la autofilia; luchan por conseguir 
la libertad.
En este escrito Kraepelin da el ejemplo de un sastre que tuvo un problema con un 
oficial de justicia que lo quiso desalojar de su local. Instantáneamente después 
de este episodio el enfermo comenzó querellas legales contra distintas personas 
que relacionaba a lo que el sintió como una injusticia. Redacta muchos reclamos 
largos, que contienen y repiten las mismas incoherencias. Haciendo abstracción 
de sus peticiones, no se nota nada anormal. Los enfermos se dan cuenta de su 
situación y no confunde los hechos del pasado. Cuentan sus altercados con la 
justicia con la mayor volubilidad y encuentran en ello cierta satisfacción. Al 
enfermo no le resulta embarazoso ninguna observación que se le haga; acumula 
detalles y detalles. Al cabo de cierto tiempo se agrega cierta tendencia a 
saltar de una idea a otra y a utilizar siempre los mimos giros gramaticales en 
sus frases. El sastre que se cita como ejemplo, culpa al abogado que lo había 
demandado de todas sus desgracias, aunque hacía varios años que no tenía 
relación: atribuye todos los contratiempos que luego se produjeron a aquella 
situación primera. A todos los sinsabores judiciales, estos pacientes le 
atribuyen un único y mismo origen. Poco a poco los pacientes incriminan a varias 
personas, que agrupan en una asociación que trabaja en su contra. Se trata de 
fenómenos reales, pero visto e interpretados de manera especial. El enfermo es 
absolutamente ineducable, es imposible hacerle entender nada de nada. No 
reconoce que se haya equivocado o que ha exagerado la importancia de los hechos. 
En cuanto se aborda el tema, el paciente se vuelve desconfiado; y si se lo 
contradice comienza a pensar que uno forma parte de sus adversarios. Algunas de 
las líneas que caracterizan el cuadro so: ideas de persecución, que están 
referidas a un punto bien determinado y que adquiere cada vez mayor extensión; 
ningún razonamiento sería susceptible de infringirlo. Esto habla de un delirio 
profundamente enraizado en el individuo psíquico, donde ha alcanzado a formar un 
sistema. Además existe en el paciente un indudable empobrecimiento intelectual 
que se traduce en la monotonía y la pobreza ideativa y sobre todo en la poca 
influencia que las más sensatas objeciones tienen sobre él. La memoria general 
de estos pacientes es fiel, pero no está intacta. En lo emocional se puede 
observar que su opinión de sí mismo es de lo más exagerada: se muestra como 
pareciendo superior, le gusta darse brillo con sus conocimientos jurídicos y, a 
pesar de sus continuos fracasos, espera con total confianza que su asunto 
termine exitosamente. Consideran que su caso es de la mayor importancia. A pesar 
de todos los infortunios que trae para sus seres queridos su delirio, el 
paciente acusa de su mala suerte a sus enemigos y a la justicia. Los reclamos se 
multiplican y son cada vez mayores. Se trata del hábito de encarar los hechos 
cotidianos a través de una interpretación delirante; el empobrecimiento mental 
es poco notorio en un comienzo, pero luego avanza. En su conjunto, es la misma 
subordinación de su conducta al delirio, en tanto que la memoria y la actividad 
psíquica se encuentran muy poco modificadas. Se trata de estados incurables. El 
delirio de querulancia representa una variedad ligeramente diferente de la 
paranoia. La afección comienza normalmente promediando la edad media de la vida, 
cuando el sujeto viene de ser víctima de una injusticia a veces imaginaria o a 
veces seria; es en torno a esta que se desarrolla y todo el conjunto complejo y 
confuso de representaciones mentales y de actos delirantes. Los querulantes no 
son siempre querellantes: fuera del delirio se comportan como gente suave y 
tranquila. Representa un fenómeno degenerativo; esta hipótesis se ve confirmada 
por la lentitud de su desarrollo, por la cronicidad, por la incurabilidad del 
mal, y la escasa importancia que las influencias objetivas engendran. 
La locura sistemática o Paranoia: Kraepelin
Kraepelin comienza el artículo haciendo un poco de historia. Comenta que un gran 
número de psiquíatras alemanes designan con el término de paranoia a todas las 
enfermedades mentales funcionales en el curso de las cuales el trastorno 
exclusivo concierne a la capacidad de juicio. Es la instalación de ideas 
delirantes o de ilusiones sensoriales que caracteriza a la enfermedad. Esto lo 
diferencia de la manía o la melancolía, donde los trastornos son sobre todo de 
orden afectivo. Kraepelin sostiene que la aparición de trastornos del juicio en 
el curso de las enfermedades afectivas es una consecuencia de un trastorno 
primitivo del humor, que puede ser triste o alegre. Entonces, para el 
diagnóstico de algunos estados, era más importante saber si los trastornos del 
humor o del juicio habían aparecido desde el comienzo, o, por el contrario, 
durante la evolución de la enfermedad. Kraepelin crítica a esta nosografía 
porque sostiene que solo se basaban en síntomas superficiales. Así, como la 
evolución de la enfermedad no era determinante, solo persistían como signos 
característicos los trastornos del juicio, las ideas delirantes, las ilusiones 
sensoriales. Kraepelin considera errónea toda evolución que haya tenido hasta 
ese momento el concepto de paranoia. La ve como un trato de los principales 
errores de la psiquiatría alemana, que se basa únicamente en los síntomas y que 
delimita entidades nosográficas a partir de hipótesis sofisticadas. La hipótesis 
de base que consiste en oponer los trastornos del juicio a los trastornos 
afectivos, es únicamente de orden psicológico y no de orden clínico. Kraepelin 
afirma que hasta ese momento todo intento de delimitación del grupo de la 
paranoia, y de distinción de esta respecto de otro grupo de enfermedades 
mentales, llegó regularmente a la conclusión que habían numerosas formas mixtas 
o de transición, lo cual dejaba sin aire a la noción misma de paranoia. Por 
estas razones Kraepelin descarta la diferencia entre enfermedades del juicio y 
enfermedades afectivas. Kraepelin no considera que las ilusiones sensoriales y 
las ideas delirantes no son útiles para prever la evolución de una enfermedad, 
ya que estas aparecen en muchas formas de enfermedad distintas. El mejor medio 
de apreciar las características de una enfermedad, establece Kraepelin, es 
observar su evolución y desenlace. A través de este planteo podemos decir que 
Kraepelin reestructura el concepto de paranoia. Este planteo asegura que ante un 
grupo de casos que tengan el mismo resultado final se esta en condiciones de 
distinguir particularidades clínicas en el interior de cada caso y se podrá 
apreciar más finamente el pronóstico de otros casos análogos. Por esta razón el 
profesional es capaz de distinguir entre manifestaciones parecidas de cuadros 
muy distintos, de establecer un diagnóstico evolutivo a partir de signos 
característicos y de apreciar exactamente la significación pronóstica de 
determinados estados. Kraepelin también reestructura la forma de diagnosticar. 
Kraepelin combate contra los diagnósticos que solo etiquetan, sin rescatar nada 
para casos futuros. A estos médicos nunca un diagnóstico los decepcionará, ya 
que están vacíos, pero tampoco les aportará nada. Los únicos estados patológicos 
que Kraepelin asemeja a la paranoia son aquellos que evolucionan globalmente del 
mismo modo que ella. No cree en la noción de paranoia aguda. Kraepelin define a 
la paranoia como un estado en el curso del cual se desarrolla, precoz y 
progresivamente, un sistema delirante, de entrada característico permanente e 
inconmovible, pero con una total conservación de las facultades mentales y del 
orden de los pensamientos. Son ellas las que conducen al sujeto a un trastorno 
total de toda la concepción de su existencia y a una mutación de sus opiniones 
respecto de las personas y los acontecimientos que lo rodean. La progresión de 
esta enfermedad es de manera muy lenta. Durante la fase inicial, que a menudo se 
extiende por muchos años, aparecen una cierta depresión y una cierta 
desconfianza, así como quejas corporales vagas y temores hipocondríacos, El 
enfermo está insatisfecho de su suerte: se siente dejado de lado. Es así que el 
enfermo, en secreto y de manera progresiva, va abriéndose un abismo cada vez 
mayor entre él y su entorno. Se mantiene apartado de su entono y se muestra 
distante, busca la soledad a fin de no ser molestado. El enfermo conserva en él 
la terrible nostalgia de algo grande y elevado, la necesidad secreta de un 
proyecto grandioso. Poco a poco se refuerza en el paciente la idea de haber 
nacido para una gran causa. Poco a poco sus concepciones y sus pensamientos 
patológicos comienzan a influenciar sus percepciones. Luego su hipersensibilidad 
y su desconfianza crecen. Comienza a atribuir significaciones ocultas o una 
intención deliberada de ofenderlo. Sienten que en todas partes la atención está 
dirigida a ellos. El enfermo ve demasiado bien que todo está fabricado con 
refinada malicia y que se trata simplemente de un arreglo artificial de 
coincidencia detrás del cual se disimula una oscura maquinación y golpes bajos. 
Toda esta organizado para engañarlo e impedirle defenderse ante los ataques. 
Habitualmente, en forma paralela al delirio de persecución se desarrollan ideas 
de grandeza, que pueden ser ubicadas como una estima de sí muy alta. Las ideas 
de grandeza incluyen que el enfermo se vea a sí mismo como particularmente 
dotado, después de algunos años de evolución de la enfermedad, puede comenzar a 
sospechar que no es hijo de sus padres, sino que su origen es mucho más ilustre 
y glorioso. Todas estas experiencias y concepciones realizan una extensa red de 
relaciones misteriosas de las cuales el enfermo es el centro. Hay un subtipo, la 
paranoia erótica, donde el enfermo observa que una persona excepcional por su 
situación muy elevada, pero del otro sexo, real o imaginaria, le quiere bien y 
le concede una atención muy particular que no pasa desapercibida. Pero el 
enfermo solo se entera por una mirada apenas esbozada, de las alusiones 
disimuladas, del diario o a través de rodeos de su amor. Los signos de 
persecución se incrementan con el progreso de la enfermedad. Toda la tonalidad 
de este amor es la de un apasionamiento romántico, platónico, mientras que el 
enfermo no tiene relaciones sexuales, sino solamente practican el onanismo. 
Después de todo este período de exaltación aparece una profunda contrición, un 
sentimiento de imposibilidad frente al ideal aureolado de tantas ventajas, una 
decepción frente a los rechazos que no comprende, así como un delirio impreciso 
de decepción y de culpa. La aparición de todas las ideas delirantes se hace 
sobre la base de interpretaciones patológicas de acontecimientos reales. Un poco 
más tarde se establecen relaciones de causa a efecto entre dos acontecimientos 
fortuitos pero sucesivos. Las ilusiones sensoriales son mucho más raras que las 
interpretaciones delirantes de acontecimientos reales. Solo se encuentran 
aisladamente ilusiones auditivas. Un trastorno que juega un rol importante en la 
aparición del delirio son las ilusiones de la memoria. A través de ellas el 
enfermo desfigura las experiencias del pasado: las ilusiones de la memoria 
nublan su vista. El carácter común de todos estos enfermos es su 
inquebrantabilidad: aunque a veces el enfermo reconoce que es incapaz de aportar 
una prueba formal de la validez de sus concepciones, toda tentativa de mostrarle 
el aspecto delirante de estas choca contra un muro. No tienen en absoluto 
conciencia de su enfermedad, y todo reproche lo toman como obra de sus 
perseguidores. El humor del enfermo está estrechamente ligado a su delirio. Vive 
sus persecuciones imaginarias como una suerte de tortura psíquica y se siente 
continuamente inquietado y supliciado; deviene suspicaz, huraño, irritable. Por 
el contrario, permanece satisfecho de sí mismo, pretencioso de tener siempre la 
razón. A menudo el humor varía por razones delirantes. Las actividades y el 
comportamiento del enfermo pueden permanecer durante mucho tiempo casi 
inalterados. Aunque se considera muy dotado, el enfermo nunca realiza algo 
positivo y solo tiene sinsabores en todas partes. A fin de evitar todas las 
persecuciones, el enfermo cambia de trabajo y de vivienda constantemente; pero 
este método solo le dura un coto lapso, hasta que se da cuenta que vaya donde 
vaya están sus perseguidores. A veces intenta llamar la atención sobre su 
persona y su pobre condición por medio de comportamientos extravagantes; pueden 
existir tentativas de suicidio. Las ideas de grandeza pueden convencer al 
enfermo de acercarse a sus ilustres padres. Son por lo general los 
comportamientos peligrosos los que conducen al enfermo al asilo. Cuando ingresan 
al asilo, los enfermos se resignan creyendo que pronto será descubierto el 
error. En estos momentos el enfermo oculta sus ideas delirantes. Poco a poco se 
le vuelve claro que el sistema secreto de las persecuciones tiene prolongaciones 
en el interior del asilo. En otros casos considera el estadío en el asilo como 
una prueba que debe soportar antes de llegar a su misión grandiosa; esto no lo 
deprime, por el contrario, le confirma su misión importante. La evolución 
posterior de la enfermedad es habitualmente muy lenta: se extiende por muchos 
años de manera casi inalterada. Solo tras la evolución de varias décadas se 
manifiesta un debilitamiento psíquico creciente a vivacidad de espíritu mientras 
todo el sistema delirante no cesa de enriquecerse. La frecuencia de la paranoia 
no es muy grande: no alcanza el uno por ciento. Los hombres parecen más 
frecuentemente afectados que las mujeres. Una disposición hereditaria a los 
trastornos mentales juega un rol importante. Las adversidades del destino, las 
decepciones, la soledad, la lucha contra la miseria y las privaciones son causas 
de esta enfermedad. Pero también debe tenerse en cuenta que los sin sabores son 
consecuencia del comportamiento del enfermo, perturbado tiempo atrás. En general 
la enfermedad se inicia entre los veinticinco y cuarenta años. Kraepelin 
sostiene que con una observación atenta no es difícil el diagnóstico de esta 
enfermedad. Se debe prestar atención a la lentitud de la evolución, el carácter 
particular de las ideas delirantes que se enlazan unas a otras, la conservación 
de la inteligencia, los pensamientos y el comportamiento. La paranoia existe 
desde muchos años antes de ser reconocida. Ulteriormente, todos los pensamientos 
y todas las acciones del enfermo están totalmente bajo la influencia del 
delirio, donde no escuchará razones y defenderá sus ideas obstinadamente. El 
tratamiento de estos enfermos no tiene más que un fin: evitar, merced de 
ocupaciones y distracciones, que se hundan en sus ideas delirantes. En algunos 
casos los enfermos son capaces de vivir en libertad sin dificultades graves, a 
pesar de la enormidad de su delirio.
El delirio de querulancia representa una forma evolutiva bien particular de los 
delirios sistematizados. El postulado de base en este cuadro clínico está 
representado por la convicción de un perjuicio real y de la necesidad imperiosa 
para el enfermo de pelear hasta el fin por la reparación de esta injusticia que 
está persuadido de haber sufrido. Esta convicción se injerta sobre una 
desventaja cualquiera de la que el enfermo fue víctima de muy buena fe, en el 
curso de un proceso. Es incapaz de reconocer sus errores, de evaluar la 
situación objetivamente, de tener en cuenta el punto de vista opuesto, y busca 
únicamente que se tomen en cuenta sus concepciones y sus deseos personales de 
manera total. Lo que caracteriza al querulante es su incapacidad de comprender 
la verdadera justicia, por una parte, y el acento que pone sobre sus propios 
intereses por otra. El punto de partida del delirio está constituido por un 
desarrollo de una concepción errónea que arranca en el momento en que tiene 
lugar el juicio, que es siempre insuficiente. Aún las pruebas más convincentes 
no tienen efecto sobre ellos, pues no reconocen el valor de la investigación de 
los hechos. Por su inquebrantabilidad, esta convicción absoluta de un prejuicio 
judicial, se revela delirante desde el inicio. Todas las proposiciones que van 
al encuentro de sus concepciones son concebidas por el enfermo como mentiras: 
todos los demás son locos o mentirosos. La inteligencia y la memoria de los 
querulantes parecen, al comienzo, intactas. Un examen profundo permite, sin 
embargo, demostrar que el enfermo no comprendió por completo el sentido de su 
exposición, y que deforma las frases más simples. Su relato se deforma en el 
sentido d su delirio cada vez que lo repite. Todo el interés y charla del 
querulante se reduce a su asunto. Todo pensamiento y diálogo es conducido a su 
único tema de interés. Una muy alta estima de sí es un signo que acompaña 
constantemente al delirio del querulante. Se encuentra también en los 
querulantes una irascibilidad netamente superior a la media, y la incapacidad 
para reflexionar con tranquilidad. Con el paso del tiempo, la obstinación y la 
exaltación apasionada no hacen más que acrecentarse. Suelen escribir 
interminables cartas y declaraciones. Todo lo demás es sacrificado en beneficio 
del andar patológico, y todas sus relaciones se perturban. Después de un cierto 
tiempo de evolución de la enfermedad, se instala constantemente un 
debilitamiento psíquico. Los discursos y declaraciones del enfermo devienen cada 
vez más pobres, monótonos e incoherentes. La irascibilidad se disminuye, el 
enfermo deviene apático, inofensivo e indiferente; comienza a dejar de esperar 
respuestas. Pero no modifica en absoluto sus convicciones delirantes. Kraepelin 
sostiene que este diagnóstico presenta dificultades al comienzo, por confundirse 
con otros cuadros clínicos. Para el diagnóstico del delirio de querulancia es 
preciso retener en particular: ante todo la constitución de un sistema de ideas 
delirantes, la total incapacidad de aprender de la experiencia, la continua 
extensión de las ideas de persecución que conciernen a un número cada vez mayor 
de personas, el desarrollo del todo el sistema delirante a partir de un punto 
único que permanece siempre en primer plano y que viene de intrincarse siempre 
con todos los pensamientos del enfermo. El conflicto primitivo nunca encuentra 
fin: no c esa de amplificarse desmesuradamente y solo halla la salida 
aparentemente por la fuerza. Las verdaderas causas del delirio de querulancia se 
ubican en una predisposición mórbida, en general hereditaria. La enfermedad se 
desencadena entre los treinta y cinco y cuarenta y cinco años, o más tarde. La 
evolución de la enfermedad comporta un debilitamiento psíquico más o menos 
pronunciado así como ideas delirantes persistentes. Pueden observarse períodos 
de mejoramiento notable, donde los enfermos esconden bien sus puntos de vista. 
El tratamiento de estos enfermos tiene por fin sustraerlos de su entorno durante 
lago tiempo, puesto que este los excita. 
Delirio de interpretación: Seriux y Capgras
El delirio de interpretación se caracteriza por la existencia de dos órdenes de 
fenómenos en apariencia contradictorios: por un lado los trastornos delirantes 
manifiestos, por el otro una conservación increíble de la actividad mental.
• Síntomas positivos: Las manifestaciones mórbidas del delirio de interpretación 
residen en las concepciones e interpretaciones delirantes.
1. Concepciones delirantes: aparece como el síntoma principal y llama la 
atención el tema novelesco. Se encuentran ideas de persecución y de grandeza, 
aisladas, combinadas o sucesivas. Las ideas de celos, místicas o eróticas son 
frecuentes. A veces se observan ideas hipocondríacas. Nunca hay ideas de 
negación. Saben defender sus ficciones a través de argumentos tomados de la 
realidad. Por lo general se mantienen dentro del dominio de lo posible, lo 
verosímil. La coordinación de estas concepciones en un sistema se realiza de un 
modo muy variable. La falta de sistematización proviene tanto de la abundancia 
de las interpretaciones que desorientan al enfermo, como el carácter dubitativo 
de este último. En algunos casos surgen, en vez de convicciones, dudas 
delirantes: el hecho delirante es considerado no como seguro, sino como posible. 
Estas concepciones delirantes permanecen de manera secreta. La disimulación es 
tan frecuente que casi podría considerarse un síntoma. Como la conducta 
permanece correcta, esta disimulación se convierte para el médico en una fuente 
de enormes dificultades, ya que puede durar mucho tiempo. La disimulación de 
ideas de grandeza es particularmente frecuente. A veces el paciente se calla, no 
por disimular, sino porque tiene conciencia de lo inverosímil de su delirio.
2. Interpretaciones delirantes: Los interpretadores no inventan completamente 
los hechos imaginarios; no se trata de ficciones sin fundamento o ensueños de 
una fantasía enfermiza. Se conforman con desvirtuar, disfrazar o amplificar 
hechos reales: su delirio se apoya más o menos exclusivamente en los datos 
exactos de los sentidos y de la sensibilidad interna. Allí donde otros solo ven 
coincidencia; ellos, gracias a su clarividencia interpretativa, saben 
desentrañar la verdad y la relaciones secretas de las cosas. Ellos comprenden lo 
que nadie comprende. Si la explicación es buscada en vano por el enfermo, esta 
dificultad suscita una nueva interpretación. La tendencia al simbolismo se 
exagera a veces hasta el punto de aparecer en el lenguaje y en la conducta. El 
campo de las interpretaciones es ilimitado. Existen dos tipos de 
interpretaciones: las interpretaciones exógenas que tienen como punto de partida 
los sentidos, al mundo exterior. El más pequeño incidente de cada día sirve para 
las búsquedas del interpretador. Las actitudes, los gestos, la mímica de los 
demás juegan un rol considerable. Los índices más leves provocan conclusiones 
extraordinarias. Se trata de un verdadero delirio de significación personal. La 
especialidad de algunos es la actualidad importante. No hay signo simbólico más 
importante para estos sujetos que la palabra: palabra y escritura son las 
fuentes inagotables del delirio de extrospección. Se pueden encontrar diálogos 
enteros tonel sentido cambiado, que provocan las concepciones delirantes: ellos, 
ante las acusaciones, responden “me lo dijeron” y es exacto, solo que la 
interpretación deformo el sentido. Los juegos de palabras constituyen otro 
argumento para el interpretador. Las interpretaciones basadas en las similitudes 
de sonido son bastante características. La escritura manuscrita sirve de punto 
de partida de muchas interpretaciones. La lectura de los datos provee 
innumerables datos. Las interpretaciones endógenas que tienen por fuente las 
sensaciones internas, la cenestesia, los estados de conciencia y las 
modificaciones psíquicas. Interpretaciones tomadas del estado orgánico: La 
introspección somática no es a veces, sino la expresión de un delirio de 
interpretación. Por lo general el enfermo no apoya sus concepciones sobre ningún 
estado mórbido, sino solamente sobre la observación minuciosa de su organismo, 
que le hace considerar patológicas ciertas constataciones que él no había hecho 
hasta el momento tan solo porque no las había buscado. Fenómenos fisiológicos, 
fatiga, erecciones, sirven de punto de partida para interpretaciones. 
Interpretaciones tomadas del estado mental: Algunos estados de conciencia, 
algunos trastornos funcionales psíquicos sirven de alimento a las 
interpretaciones. Algunos enfermos se sorprenden al ser asaltados por 
pensamientos inusuales, o bien observan una relación entre estos pensamientos y 
hechos concomitantes. Son interpretadas hasta las manifestaciones por emociones, 
fatigas, o agotamiento nervioso. En algunos casos, lo episodios delirantes 
agudos son considerados por el sujeto como accesos de locura, pero son 
atribuidos a envenenamiento o sugestiones. Algunos llegan incluso hasta 
interpretar su delirio retrospectivo. Cierto número de concepciones delirantes 
toman prestado quimeras de lo sueños, aceptadas sin modificación o desvirtuadas. 
Interpretación de los recuerdos: Empujados por la necesidad de encontrar nuevos 
motivos a sus padecimientos, o de satisfacer mejor su orgullo, excavan en lo más 
lejano de su memoria; la reviviscencia de antiguos recuerdos provee un amplio 
material para los errores de juicio. Algunas frases insignificantes pronunciadas 
hace mucho tiempo vienen a aclarar los errores de hoy, aclarar los 
sobreentendidos. Todos los hechos de la infancia toman una significación 
precisa. En esta investigación retrospectiva, la interpretación juega un rol 
predominante, pero no es la única en cuestión. Las ilusiones, la falsificación 
de recuerdos, deben de tenerse en cuenta. La trama del delirio retrospectivo 
implica algunos hechos exactos, pero los adornos son obra de la imaginación. Los 
enfermos hacen progresos sorprendentes en el arte de interpretar: su perspicacia 
se agudiza y adquiere una penetración singular. A través de la deformación 
sistemática de los hechos llegan a una concepción delirante del mundo exterior. 
El interpretador ya no ve nada bajo el sentido común: todo le parece extraño, 
vive en un medio ficticio desde el cual son rechazadas las explicaciones 
naturales. Entonces se producen errores de personalidad frecuentes, falsos 
reconocimientos.
• Síntomas negativos: si uno abandona el terreno del delirio se encuentra en 
presencia de una gran inteligencia, y la misma persona que se mostraba 
manifiestamente alienada, aparece lúcida y razonable. La ausencia de trastornos 
graves de la vida intelectual y de la vida afectiva, la falta o escasez de 
trastornos sensoriales, constituyen dos caracteres importantes del delirio de 
interpretación. También están ausentes síntomas físicos que encontramos en otros 
trastornos.
1. Estado mental: La constitución típica del interpretador consiste en una 
hipertrofia e hiperestesia del yo, falla circunscripta de la autocrítica. Seriux 
y Capgras no creen una disminución psíquica congénita predisponga a las 
interpretaciones erróneas. Se encuentran en estos sujetos muchos grados 
distintos de desarrollo intelectual. La interpretación falsa aparece exagerada, 
extravagante pero raramente absurda; a veces se mantiene verosímil. La aparición 
del delirio no modifica nada de la inteligencia. No hay trastorno de la 
conciencia, ni confusión en la ideas, tampoco alteración general de las 
facultades silogísticas; el sujeto aprecia exactamente los hechos que no pone en 
relación con su preocupación mórbida. Su memoria permanece fiel: no olvida nada 
de las cosas adquiridas con anterioridad y sabe sacar provecho de ello. Haciendo 
abstracción de las interpretaciones delirantes, los juicios de los 
interpretadores permanecen sensatos, sus apreciaciones son justas con 
frecuencia. La capacidad profesional permanece intacta, y algunos hasta son 
capaces de adquirir nociones nuevas. La vivacidad en la inteligencia se 
manifiesta en la defensa de sus ideas delirantes. El interpretador despliega en 
ella todos los recursos de una dialéctica cerrada. Acumula prueba sobre prueba, 
tiene para cada objeción una respuesta siempre lista, sabe replicar argumentos. 
Si se trata de hacer ver sus errores, pone la sonrisa irónica de alguien cuya 
convicción se sostiene en hechos indiscutibles, y permanecerá inquebrantable. 
Toda discusión con el interpretador es en vano: por lo común irrita, jamás 
persuade. Los sentimientos afectivos no presentan ningún trastorno primitivo. 
Los enfermos conservan sus relaciones. El amor propio, el sentimiento de 
dignidad, no está para nada alterado. Los sentimientos éticos, estéticos y 
religiosos persisten sin alteración. El humor varía según las circunstancias o 
el estado orgánico. También refleja el color que toman las ideas delirantes. 
Pero no hay nada comparado a la depresión o a la euforia. Algunos hablan con una 
abundancia prolija: hablan sin cesar sin perder el hilo de las ideas, no se 
agotan. Algunos tienen un lenguaje medido o de pocas palabras, juzgan inútil 
detallar acontecimientos conocidos públicamente. Saben sostener charla sin 
relación con su delirio. No se detienen en medio de frases para apelar a 
individuaos imaginarios, ni su discurso cae en una ensalada de palabras. Los 
escritos de estos pacientes presentan los mismos rasgos negativos. Su estilo 
representa su estado mental. Algunos interpretadores son grafómanos. El aspecto 
exterior, la actitud, no presentan nada anormal. No hay trastornos de la mímica 
voluntaria o emotiva. La actividad motriz no está alterada. Las manías o los 
tics solos testimonian a favor de una tara degenerativa. Son calmos, limpios, 
reservados, se interesan en el entorno, en los hechos cotidianos, adoran leer y 
ocuparse de varios trabajos. Pueden vivir mucho tiempo en libertad, solo 
llamando la atención en ciertas extravagancias. Algunos se vuelven violentos.
2. Ausencia de trastornos sensoriales: Esta ausencia es lo que caracteriza al 
delirio de interpretación. En algunos casos hay alucinaciones, pero ellas no 
aparecen sino con intervalos distanciados, solo juegan un rol secundario en la 
elaboración del delirio y no tienen influencia sobre su evolución. En algunos se 
observan trastornos sensoriales auditivos, en realidad escasos. Pero por lo 
general se cree que son ilusiones. No suelen escuchar voces cuando están en 
soledad. Esta alucinación auditiva, muy espaciada y solo presente en estados de 
exaltación, se reduce a una palabra o a una frase. Pero estas deben ser 
consideradas como un síntoma aislado. Las alucinaciones y las ilusiones de la 
vista, gusto y olfato parecen ser excepcionales. El rol de las alucinaciones en 
el delirio de interpretación es nulo: se trata de un síntoma secundario. En 
algunos casos las alucinaciones aumenta la repercusión del delirio sobre los 
centros sensoriales.
- Síntomas positivos: A Concepciones delirantes: variedades, grados de 
verosimilitud y sistematización, disimulación. B Interpretaciones delirantes: 1 
exógenas o tomadas del mundo exterior. 2 endógenas tomadas: a) del estado 
orgánico; b) del estado mental; interpretación de los recuerdos: delirio 
retrospectivos. Transformación del mundo exterior: falsos reconocimientos.
- Síntomas negativos: A Estado mental: persistencia de la integridad de las 
facultades intelectuales y de los sistemas afectivos. Lenguaje, escritos, 
conducta. B Ausencia de trastornos sensoriales: a veces alucinaciones episódicas 
(síntoma accesorio y transitorio). 
Delirio de la reivindicación: Seriux y Capgras
Lo reivindicadotes constituyen una categoría de personan netamente circunscripta 
y muy diferenciada del grupo de los interpretadores. El delirio de 
interpretación es una psicosis sistematizada por el predominio exclusivo de una 
idea fija que se impone al espíritu de forma obsesiva, orientando solo la 
actividad mórbida del sujeto en sentido manifiestamente patológico y exaltándolo 
en la medida de los obstáculos encontrados. El reivindicador se presenta como un 
obsesivo y un maníaco. Hay en él una combinación íntima de estos dos estados, 
que conducen más a un delirio de los actos que a un delirio de las ideas. Sus 
tendencias interpretativas y su paralógica están menos marcadas que la de los 
interpretadores. El delirio de interpretación y el delirio de reivindicación 
tienen numerosos puntos en contacto, pero son cuadros distintos. En el delirio 
de reivindicación se encuentran espíritus exaltados, razonadores, exagerados, 
fanáticos que sacrifican todo al triunfo de una idea dominante. Son desde el 
comienzo perseguidores y perseguidos repentinos: eligen a una persona o a un 
grupo de personas que persiguen con odio o amor enfermizo. A pesar de su 
aparente diversidad, que se debe a la variedad de la idea obsesiva, todos los 
reivindicadotes son idénticos. Su psicosis se caracteriza por dos signos 
constantes: la idea prevalente y la exaltación intelectual. Todos estos enfermos 
son degenerados. Tienen de ellos las marcas físicas y mentales: desequilibrio de 
sus facultades, obsesiones, impulsiones, perversiones sexuales, preocupaciones 
hipocondríacas. Su defecto al juzgar, su inestabilidad, los hace lanzarse a 
empresas temerarias, dilapidar su fortuna, entusiasmarse con ‘royactos o 
invenciones quiméricas. Algunos testimonian aptitudes remarcables: imaginación 
brillante, buena memoria, razonamiento hábil. Muchos de ellos están desprovistos 
de toda noción del bien y del mal, cometen faltas de delicadeza, abusos de 
confianza, estafas, teniendo permanentemente en la boca palabras de propiedad, 
de honor y de conciencia. Esta locura moral no constituye un carácter intrínseco 
de la locura de reivindicación: manifestación de tendencias individuales, puede 
o no existir, y ser reemplazado en algunos reivindicadotes altruistas por 
sentimientos éticos hipertrofiados. Ante cualquier incidente que se produzca la 
psicosis aparece e inmediatamente con sus dos síntomas especiales: la idea 
obsesiva y la manía. Los síntomas negativos son los mismos que los del delirio 
de interpretación. Síntomas positivos:
• Idea obsesiva: repetidamente, el reivindicador descubre el hecho material o la 
idea abstracta que dirige desde ese momento su actividad pervertida. No hay 
ninguna búsqueda ni ninguna acumulación de interpretaciones en el momento en que 
el hecho se produce, en el que la idea surge, cuando la persona se encuentra 
inmersa en su delirio, ahí da curso libre a la exaltación. Cualquier decepción, 
por mínima que sea, cuando se la considera inmerecida, se convierte en una 
preocupación obsesiva y provoca no solamente la necesidad imperiosa de una 
revancha, sino también la de infligir castigo a la persona culpable del daño. En 
otras circunstancias puede ser la sospecha de un descubrimiento, una teoría, o 
una misión religiosa que se quiere llevar hasta sus últimas consecuencias. Esta 
idea conductora va tomando día a día, para el reivindicador una importancia 
mayor, un valor desmesurado. Como no se le presta la atención suficiente a sus 
recriminaciones, saca como conclusión que se trata de una corrupción universal. 
La explicación que dan los pacientes no contraria el sentido común, no se opone 
abiertamente a la razón. Sus deducciones serían justificadas si la causa no 
fuera ínfima, ni el perjuicio invocado tan insignificante. Sus razonamientos 
serán siempre de una lógica exacta. La idea obsesiva de un reivindicador no 
llega a ser nunca el origen de un sistema de interpretaciones delirantes. Son 
incapaces de discutir: ningún argumento los convence por más poderoso que sea, 
si esto no armoniza con su estado afectivo. Aceptan solo juicios de las personas 
que los aprueban, y declaran falsos o inexistentes a todos los demás. Tienen una 
concepción unilateral del derecho. Aparecen en los reivindicadotes errores de 
juicio, interpretaciones falsas, pero que derivan más de la pasión que del 
delirio. La idea conductora que dirige los pensamientos del reivindicador tiene 
todas las características de la idea obsesiva. Se vuelve cada día más tiránica. 
Para satisfacer su obsesión, el reivindicador descuida su ocupación, sin 
preocuparse por el futuro ni por los verdaderos intereses: solo lo guía su sed 
de venganza. No duda en sacrificar su fortuna, su libertad y su vida misma. El 
reivindicador no lucha contra su obsesión, solo busca satisfacerla. Pero en su 
camino a veces encuentra obstáculos que lo incitan y le provocan una angustia 
comparable con aquella que determine la resistencia interior en la crisis de 
pulsiones. En plena batalla, cuando los fracasos repetidos lo han sobreexcitado, 
puede ser asaltado por la idea de asesinato. Las características de la obsesión 
son la irritabilidad, la tortura moral provocada por cualquier tentativa de 
resistencia, y el alivio luego de su satisfacción. Su enfermedad es paroxística, 
y sus períodos de remisión coinciden con un éxito parcial de las 
reivindicaciones o luego de una escena de escándalo.
• Exaltación maníaca: El reivindicador no es solo un obsesivo, sino un maníaco 
razonador también. Las anomalías de su conducta no pueden ser atribuidas a una 
reacción ante las concepciones que lo subyugan. La necesidad de pelea es uno de 
los móviles de sus actos. Animado por una vanidad insensata, por un espíritu de 
contradicción sistemático, ávido de satisfacer su actividad mórbida, aún al 
precio del escándalo, el reivindicador emprende mil actividades. Se deja llevar 
por violentas cóleras contra su interlocutor. Tiene una necesidad insaciable de 
romper todo lo que se le opone. Luchar llega a ser para él el único objetivo de 
su vida. A medida que aumenta su exaltación, los reivindicadotes quieren hacer 
caer a cualquier precio sobre ellos la atención pública. Esta hiperactividad no 
puede ser asimilada a una relación secundaria o accesoria, es una de las 
expresiones fundamentales de esta psicosis.
El delirio de reivindicación tiene una evolución estrechamente ligada por un 
lado a la irritabilidad de la idea dominante, y por otro lado a la persistencia 
de la exaltación mórbida. No hay en su evolución ninguna fase determinada. El 
comienzo es súbito. Lo único que permite preverlo son los signos de 
regeneramiento y la impetuosidad del carácter, el orgullo desmesurado y la 
susceptibilidad mórbida. Luego, desde el momento en que acontece una causa 
ocasional banal, que fija la formula de la idea obsesiva, la psicosis se 
manifiesta con todos sus síntomas. Después evoluciona por crisis sucesivas, 
separadas por intermitencias más o menos largas. La marcha de la enfermedad es 
remitente. Durante las intermitencias el enfermo deja de estar obsesionado, su 
excitación maníaca se calma o se manifiesta por medio de una leve exhuberancia. 
Está contento consigo mismo, no lamenta sus tribulaciones pasadas, se alegra con 
pequeños éxitos y dice estar preparado para emprender nuevamente la lucha. Pero 
apenas ocurre cualquier incidente, su humor belicoso se despierta, llevado por 
una obsesión, retoma sus fuerzas y se deja llevar por la excitación. La marcha 
progresiva del delirio se acelera a través de estas remisiones: el enfermo 
agranda el círculo de sus reivindicaciones. La excitación se pone al servicio de 
ideas obsesivas. Nuevos reclamos se suman a lo anterior, y el reivindicador deja 
la demanda inicial para sumirse en una nueva demanda imaginaria. Aunque con el 
tiempo las ideas de orgullo alcanzan un grado extremo, no llegan nunca a 
verdaderas concepciones delirantes, ni a la megalomanía, como sucede en los 
interpretadores. La internación no hace más que incrementar la excitación. Es un 
estado crónico incurable, pero nunca se encamina hacia la demencia. Esta 
psicosis es considerada como un estado mórbido continuo del carácter, que como 
la manifestación de una personalidad psicótica, incapaz de modificarse en su 
esencia. Pero, a la larga, la hiperestesia efectiva se atenúa. La excitación 
disminuye y termina por desaparecer: en este sentido se puede concluir que es 
curable. Podría ocurrir que un delirio de interpretación siguiera a un delirio 
de reivindicación, o se asociara a él. Las variedades de este delirio se 
clasifican según la idea prevalente. Se separan dos variedades, según la idea de 
reivindicación venga del egoísmo, delirio de reivindicación egocéntrico, o del 
altruismo, delirio de reivindicación altruista. En el delirio de reivindicación 
egocéntrica yace un hecho determinado, ya sea daño real o interpretación sin 
fundamentos: el enfermo apunta solo a la satisfacción de sus ideas egoístas, a 
la defensa de sus propios intereses. Se conduce como un ser insociable, 
perseguidor agresivo y llega rápidamente a ser peligroso. El delirio de 
reivindicación altruista se basa en una idea abstracta y se traduce en teorías. 
Estos pacientes son soñadores inofensivos o filántropos generosos, nocivos para 
ellos mismos y para su familia. También se pueden dividir estas subdivisiones 
según el tipo de la idea obsesiva: la idea de perjuicio, que convierte al 
enfermo en un perseguidor procesito; la idea de despojo, los pacientes se 
sienten despojados de sus bienes y se reivindican más o menos violentamente; una 
idea ambiciosa, que obsesiona al reivindicador convirtiéndolo, a veces, en 
perseguidor, incluyendo lo reivindicadotes enamorados, políticos o místicos. 
Algunas características incluyen el alto concepto de sí mismos, la 
susceptibilidad despertada ante el menor perjuicio, la imposibilidad de respetar 
y comprender los derechos de los demás, desarrollo progresivo del delirio 
introduciéndose en un punto único de naturaleza vesánica, al cual las personas 
vuelven siempre, e incorregibilidad absoluta. El reivindicador, fuera de lo que 
concierne a su sistema delirante permanece calmo y dispuesto a vivir tranquilo.
Estos son los signos que separan el delirio de interpretación del delirio de 
reivindicación: Los estigmas físicos y mentales de degeneración están mucho más 
marcados en el reivindicador, lo mismo que sucede con los trastornos de la 
afectividad. Este último aparece como un espíritu exaltado, imperiosamente 
dominado por su pasión; el interpretador aparece como un espíritu falso, 
dirigido por sus tenencias paralógicas. En el reivindicador nos se descubre un 
tema delirante en desarrollo progresivo, sino una serie de períodos de 
excitación que sobrevienen cuando los hechos reales emocionan profundamente al 
sujeto. En el paciente interpretador aparece como una larga novela vesánica 
largamente preparada que se va agrandando a causa de la irradiación progresiva 
de la concepción predominante y de la proliferación de las interpretaciones 
delirantes. El delirio de reivindicación tiene como punto de partida una idea 
fija, el delirio de interpretación solo llega secundariamente a la idea fija, 
luego de una lenta incubación. El reivindicador se desgasta en esfuerzos 
múltiples, sacrifica su libertad, su honor, su vida. El interpretador la 
excitación es transitoria mientras que en el reivindicador está siempre en 
primer plano. Cuando recupera la clama, el interpretador no abandona sus 
quimeras. El reivindicador encuentra el sentido común desde el momento en que su 
pasión declina. El reivindicador comete errores de juicio, pero estas 
interpretaciones falsas no sobrepasan el límite de sus objetivos: se mantiene 
siempre en el terreno de las realidades. El interpretador, por otro lado, se 
pierde en el campo de las concepciones manifiestamente delirantes. El 
reivindicador conserva la noción exacta del medio que lo rodea, no se deja 
llevar por ilusiones de falso reconocimiento y no interpreta erróneamente las 
conversaciones con la gente. Ignora las persecuciones físicas y no atribuye 
significado a las sensaciones. Tampoco tiene ideas de grandeza propiamente 
dichas. El delirio de interpretación se presenta con interpretaciones múltiples, 
sistematización, extensión progresiva, ningún punto de partida exacto, ningún 
estimulante real, sino una serie de inferencias y deducciones basadas en hechos 
disfrazados. En el delirio de reivindicación un daño mínimo, pero real, tiene un 
eco exagerado en la actividad porque a esto se agrega una exaltación espontánea, 
independiente de este móvil. 
Psicosis pasionales: de Clérambault
Un substrato afectivo se observa en las más variadas formas mentales, delirios 
maníacos o melancólicos, obsesiones y fobias, anomalías sexuales y delirios de 
persecución. El paranoico delira con su carácter. El carácter es el total de 
emociones cotidianas mínimas convertidas en hábito y cuya cualidad está 
prefijada para cada día. En los pasionales, por el contrario, se produce un nudo 
ideo afectivo inicial, en el que el elemento afectivo está constituido por una 
emoción vehemente, profunda, destinada a perpetuarse sin cesar y que acapara 
todas las fuerzas del espíritu desde el primer día. El inicio del delirio no 
está marcada en el pasado: tiene una fecha precisa de comienzo. La desconfianza 
del paranoico rige las relaciones del yo con la totalidad de lo que lo rodea y 
cambia la concepción de su yo; la pasión de los pasionales no la concepción que 
tienen de sí mismos, ni sus relaciones con el entorno. El pasional, ya sea 
erotomaníaco, reivindicativo o celoso, tiene desde el inicio de su delirio una 
meta precisa. Su delirio pone en juego de entrada su voluntad, y eso es un rasgo 
diferencial: el delirante interpretativo vive en un estado de expectación, el 
delirante pasional vive en un estado de esfuerzo. El delirante interpretativo 
vaga en el misterio, el delirante pasional avanza hacia una meta, con unas 
exigencias conciente, completa de entrada, no delira más que en el dominio de su 
deseo: sus cogitaciones están polarizadas, así como lo está su voluntad. Todo el 
trabajo interpretativo queda reducido al espacio que se extiende entre el objeto 
y el sujeto, el desarrollo de las concepciones no se hará circularmente sino en 
sector: si los puntos de vista se alargan en el tiempo, será permaneciendo en el 
mismo sector, cuyo ángulo de abertura no cambia. Contrariamente a este proceso, 
las concepciones en el interpretador irradian constantemente en todos los 
sentidos. La conclusión de un trabajo tal para el sujeto es que su personalidad, 
toda entera, está amenazada o exaltada. En los reivindicadotes está ausente la 
megalomanía absurda y de transformación del entorno. El interpretativo tiene a 
menudo puntos de vista retrospectivos, va a buscar explicaciones en el pasado. 
El pasional, que está apresurado, mira siempre hacia el futuro. Las primeras y 
principales convicciones del pasional se obtienen por deducción del postulado 
(en este autor el postulado reemplaza a la idea prevalente de Seriux y Capgras). 
Si se suprimo el postulado, toda idea delirante en los pasionales cae. Ninguna 
de las convicciones de los interpretativos, en cambio, puede ser calificada como 
el equivalente del postulado: no hay directiva. En el interpretador se 
encuentran muchas ideas prevalentes. Este término, en sentido estricto, solo se 
aplica a los pasionales. En el núcleo ideo – afectivo que constituye el 
postulado, el primero de los dos elementos cronológicamente es la pasión. El 
mecanismo pasional de la erotomanía explica la presentación hipomaníaca tan 
frecuente. El erotomaníaco es un excitable excitado, lo mismo que el 
reivindicador. El erotomaníaco, ya antes de la fase de despecho, es un 
reivindicativo, pero condescendiente. Comparte las ideas de Seriux y Capgras, 
pero añade que los dos cuadros de delirio proceden de un dato único: la 
patogenia pasional. De rasgos tales como la animación inicial, el objetivo único 
y conciente de entrada, el olvido de cualquier cosa menos de la pasión, es de 
donde deriva la limitación de las ideas de persecución y de grandeza, al 
servicio de los intereses únicos de esta pasión, y la ausencia habitual de 
exceso en las concepciones terminales. Los delirios pasionales son en gran 
medida interpretativos, pero es solo secundaria. Desde que aparecen estos 
estados están marcados por la puesta en juego de la pasión, hasta entonces 
ausente. Toma lo que dicen Seriux y Capgras sobre las diferencias entre delirio 
interpretativo y delirio reivindicativo y los hace equivaler a la oposición 
entre el primero y el delirio erotomaníaco. 
Demencia precoz: Kraepelin
Comienza este informe con el caso de un joven que ingresa a la sala de 
entrevista tranquilamente, sin manifestar emoción y sin prestar atención a nada, 
aunque es conciente de lo que pasa alrededor suyo. Comprende perfectamente todo 
lo que se le dice, pero para obtener una respuesta es necesario hablarle muy 
despacio y repetir la pregunta. Él se considera enfermo, pero no tiene una 
noción precisa de los trastornos que experimenta ni sus características. Es 
hipocondríaco. Atribuye su enfermedad a las prácticas de onanismo de su 
infancia. Ha terminado toda relación con su entorno. Habla constantemente en 
tono monótono, sin signos de sentimientos en su rostro. Sabe perfectamente donde 
se encuentra, pero no le preocupa nada de lo que lo rodea. No siente la 
necesidad de hablar, por eso solo emite monosílabos. No se lo puede sorprender 
en la menor manifestación de voluntad. Sufre de una disminución de los 
sentimientos afectivos. Lo que ocurre alrededor suyo no le afecta. Conserva la 
inteligencia y la memoria. Permanecen días y días acostados, sin la necesidad de 
ocuparse. No habla, no se interesa por nada, permanece inmóvil. Por momentos ríe 
sin razón. La ausencia de afectividad coincide con una pérdida de juicio 
especial, esto último contrasta con la persistencia de los conocimientos 
adquiridos previamente. Este estado mórbido se traduce por la degradación de la 
inteligencia y la afectividad. Además de la degradación intelectual y la pérdida 
de las reacciones sensitivas los enfermos presentan una risa tonta y vacía, que 
no responde a ningún sentimiento de alegría. Otros signos de gran valor son las 
muecas, las contorsiones, los finos temblores de rostro, la tendencia a usar 
lenguaje estrafalario, a hacer palabras por asonancia sin preocuparse por el 
sentido. Cuando se les tiende la mano abierta, ellos ponen la suya muy rígida. 
Kraepelin piensa que el onanismo es más una manifestación que la causa de la 
enfermedad. La demencia precoz comienza por una fase de depresión. Los pacientes 
están ansiosos y luego se vuelven atontados. Kraepelin también da el ejemplo de 
un jornalero. Todos los movimientos de estos pacientes muestran cierta 
incomodidad y falta total de iniciativa. Tienen flexibilidad cérea; es decir, 
que copian los movimientos que ven. Tienen desigualdad pupilar. Es un estado 
patológico que se relaciona con el juicio y no con la memoria. La emotividad 
está muy atacada, por lo que se encuentran alteradas todas las manifestaciones 
de la voluntad que están bajo se dependencia. Hay una ausencia de toda actividad 
intelectual, un desapego a todas las cosas, y una imposibilidad de librarse a 
todo acto espontáneo. Estos síntomas representan, junto con el debilitamiento 
del juicio, las características fundamentales y permanentes de la demencia 
precoz. Todos los demás signos que se manifiestan, aunque pueden tomar un primer 
plano, no son primarios. La primera fase de la demencia precoz se caracteriza 
por estados de depresión con alucinaciones sensoriales, muy marcadas al 
comienzo, o con delirios estúpidos. Las modificaciones de la emotividad, aunque 
constantes, son poco apreciables en un comienzo. Por último Kraepelin da el 
ejemplo de un cartero. La llegada a la clínica no suscita ninguna reflexión en 
estos pacientes. Se constatan una exageración muy marcada de los reflejos 
rotulianos. Los rasgos principales son: emotividad debilitada, ausencia de 
voluntad espontánea, sugestionabilidad, alucinaciones sensoriales, una manera 
particular de tender la mano. Se resisten a toda actividad que se le solicite. 
El estado de imbecilidad es el final más común. Pero también hay casos donde 
existen las mejoras, y se los puede considerar curados. Los enfermos han perdido 
actividad e inteligencia, su emotividad está restringida, pero pueden retomar su 
antiguo lugar en la vida. Sus mejoras, son solo momentáneas por lo general, y 
las recaídas que se producen sin motivo aparente, toman entonces un aspecto más 
serio. 
Demencia precoz: Kraepelin
Kraepelin comienza haciendo una introducción de la historia de la escuela 
alemana. En el siglo XX hubo un debate que opuso a las dos grande escuelas que 
fundaron la clínica: la escuela francesa y la alemana, desembocando en una 
simple coordinación de la nosología alemana con el efímero concepto krapeliano 
de parafrenia y en una verdadera síntesis en la escuela francesa. La gran guerra 
interrumpió de manera duradera entre escuelas, en tanto que la propagación 
universal de las concepciones alemanas, facilitada por la difusión del 
pensamiento freudiano, iban a cerrar definitivamente un debate interrumpido 
demasiado pronto. Todo comienza con Kraepelin y la introducción, en la sexta 
edición (1899), el concepto de demencia precoz. Este concepto capitaliza el 
esfuerzo más específico de la escuela alemana. Kraepelin encuentra su fuente en 
el pensamiento de Griesinger, el fundador de la escuela clínica alemana, y su 
concepción de la locura como un gran ciclo donde cada especia sindromática 
representa una etapa de la degradación progresiva del espíritu que constituye la 
enfermedad mental. La herencia de Griesinger se invistió en el pensamiento de 
Kahlbaum, quién propone a partir de 1863 un bosquejo nosológico de gran 
originalidad del que procede la mayoría de los conceptos nosológicos 
kraepelianos. Él intenta una diferenciación de las psicosis en función de su 
desarrollo diacrónico, pero por sobre todo su terminación. De esta forma opone 
las formas cuya evolución clínica es ineluctablemente desagregativa, de aquella 
s que evolucionan sin regla particular pero dejan en su decurso un psiquismo 
intacto; y las formas estables cuya evolución cuantitativa del modo de inicio 
resume las capacidades diacrónicas. Hasta Kraepelin la clínica alemana permanece 
débilmente estructurada. Recién a partir de su cuarta edición (1893), donde 
aparece una clase de procesos psíquicos degenerativos, rebautizados procesos 
demenciales en la quinta edición (18996), donde Kraepelin reagrupa la hebefrenia 
y la catatonia de Kahlbaum, con una nueva forma delirante particularmente 
florida e incoherente, rápidamente discordante y desembocando bastante rápido en 
el debilitamiento psíquico disociativo: la demencia paranoide. En contrapartida, 
los estados secundarios desaparecen de la nueva clasificación, completamente 
absorbidos por la constitución del nuevo grupo. En la misma época, Kraepelin 
divide la gran clase de los delirios sistematizados (paranoia) en formas no 
alucinatorias y alucinatorias. En su sexta edición (1899) decide reagrupar 
procesos demenciales y paranoias fantásticas creando un único cuadro: el de la 
demencia precoz. Esta configuración nosológica va a dar vuelta al mundo y quedar 
como base del trabajo conjunto de los trabajos clínicos y psicopatológicos 
ulteriormente consagrados a la psicosis.
El concepto kraepeliano de demencia precoz está constituido alrededor de la 
distinción entre, por una parte, un síndrome basal caracterizado por el 
doblegamiento afectivo, la indiferencia, la apatía, la ausencia de iniciativa 
voluntaria, la desorganización del pensamiento y de la psicomotricidad, y por 
otra parte de síntomas accesorios variados (depresión, excitación, ideas 
delirantes, alucinaciones, síndrome catatónico) que especifican las formas 
clínicas de la afección. El síndrome basal define esta demencia muy particular 
que constituye la esencia de la afección, y del cual la emergencia y la 
dominación progresiva resumen de hecho la evolución de las diversas formas 
clínicas. Afecta esencialmente a la esfera afectiva y volitiva, soporte y 
corazón de la personalidad, que ella desagrega. Todo el esfuerzo de Kraepelin 
conduce sobre un diagnóstico que anticipe sobre la evolución ineluctable de la 
demencia precoz, detectando los primeros signos del síndrome basal en medio de 
la masa de síntomas secundarios que inicialmente y con frecuencia los 
enmascaran.
Kraepelin sitúa bajo el término de demencia precoz una serie de cuadros clínicos 
que tienen la particularidad común de culminar en estados de debilitamiento 
psíquico característicos. No es sistemático, pero su frecuencia es muy grande. 
Las lesiones corticales solo son, en el mejor de los casos, parcialmente 
reversibles. En el interior de la demencia precoz existen tres grupos 
principales: la hebefrenia, la catatonia y la demencia paranoide. La primera es 
lo que Kraepelin venía llamando hasta el momento demencia precoz; la segunda es 
la catatonia de Kahlbaum; y la tercera incluye no solo los cuadros clásicos 
ligados a la demencia paranoide, sino también los cuadros clínicos considerados 
antes como paranoia, pero que evolucionan rápidamente hacia un profundo 
debilitamiento psíquico.. Todo el campo de la demencia precoz recubre procesos 
demenciales. Hay una diversidad muy grande en los estados clínicos observables 
dentro del cuadro de la demencia precoz, sin embargo en todos los casos 
encontramos trastornos fundamentales bien específicos, que pueden ser en 
principio no muy marcados y que se vuelven nítidos sobre el final de la 
evolución, cuando las modificaciones durables y características de la vida 
psíquica engendradas por la demencia precoz no están enmascaradas por los signos 
secundarios que acompañan a la enfermedad.
• Trastornos psico – sensoriales: La aprehensión misma de las percepciones 
exteriores no está gravemente alterada. Los enfermos comprenden muy bien lo que 
pasa alrededor de ellos. Su orientación está casi siempre conservada: saben 
donde se encuentran, reconocen las personas presentes y pueden decir la fecha 
del día. Conservan de una manera totalmente característica la conciencia, que 
solo puede perderse por momentos en estados de estupor. Puede ocurrir que el 
sentido de la orientación este desordenado a causa de las ideas delirantes: no 
porque son incapaces de comprender o de reflexionar, sino porque las ideas 
delirantes son más poderosas que las señales otorgadas por la percepción. Los 
datos otorgados por los sentidos están gravemente perturbados a causa de la 
aparición de falsas percepciones o alucinaciones. En algunos casos están a lo 
largo de toda la enfermedad; más frecuentemente tienden a desaparecer 
progresivamente para solo reaparecer de una manera remarcada en ciertas fases de 
la evolución terminal. Las ilusiones auditivas son las más frecuentes. Estas 
alucinaciones tienen en general, al comienzo de la enfermedad, una tonalidad 
desagradable e inquietan mucho a los enfermos. Más tarde son percibidas de 
manera diferente: algunos las viven como producciones artificiales, mientras que 
otros no le prestan mucha atención y no hablan de ellas. Lo más frecuente es que 
estas no posean ningún sentido ni coherencia.
• Trastornos de la atención: La conciencia del enfermo está perfectamente 
conservada. Solo está trastornada en los estados de excitación o de estupor. Por 
el contrario, la atención está habitualmente perturbada durante estas fases. 
Incluso si se logra que uno pueda, por un pequeño instante, llamar la atención 
del enfermo, se observa que solo presentan una gran distractibilidad que vuelve 
imposible su mantenimiento bajo esas circunstancias. Lo que le falta a estos 
enfermos es el interés, el anhelo o las motivaciones internas para dirigir su 
atención sobre los hechos del entorno. A pesar de percibir perfectamente lo que 
ocurre a su alrededor, no se engancha, no intenta aprehenderlo. En los casos de 
estupor refundo puede volverse completamente imposible despertar la atención del 
enfermo. La memoria de los enfermo está relativamente poco trastornada. Las 
capacidades de observación están frecuentemente bien conservadas. El curso del 
pensamiento termina siempre, más o menos rápidamente, por estar alterado, ya que 
cierta incoherencia del pensamiento se instala progresivamente. En los casos 
menos graves, esta incoherencia aparece simplemente bajo la forma de una gran 
distracción o de una gran versatilidad de pensamiento. En los casos más graves 
se desarrolla un profundo desorden del lenguaje con una pérdida completa de toda 
lógica interna y la formación de neologismos. Se encuentra en el interior del 
pensamiento de los enfermos, índices de estereotipias, fijaciones con ciertas 
representaciones, que pueden además dominar todos los pensamientos. Más tarde 
las capacidades de juicio quedan gravemente alteradas. Ya no comprenden bien lo 
que sucede a su alrededor, ni se inquietan por la situación en curso. Por esta 
razón, no tienen más que una opinión inexacta de su situación Aunque tienen 
cierta conciencia de las modificaciones mórbidas que padecen, les falta la 
posibilidad de comprender la gravedad de sus trastornos.
• Ideas delirantes: Ideas delirantes, durables o transitorias, se desarrollan 
con extrema frecuencia. En los primeros momentos de la enfermedad, presentan en 
general una tonalidad depresiva con temas hipocondríacos, de culpabilidad y de 
persecución. Un poco más tarde se agregan ideas de grandeza. Todas estas ideas 
delirantes quedan rápidamente teñidas de incoherencia, tienen un aspecto 
quijotesco que resulta del desarrollo precoz de un debilitamiento psíquico. 
Estas ideas se modifican rápidamente en su contenido por el abandono de ciertos 
temas. Los enfermos traen a diario nuevas ideas delirantes. En la mayor parte de 
los casos, las ideas delirantes que en un comienzo eran muy extravagantes, se 
desdibujan lentamente hasta que al final desaparecen. En el mejor de los casos 
se mantienen ciertas ideas delirantes sin extenderse por un tiempo, hasta que al 
final terminan por desaparecer.
• Apatía emocional: Al nivel de la afectividad los enfermos sufren 
perturbaciones intensas. Al comienzo de la enfermedad desarrollan estados de 
tristeza, de ansiedad, acompañados, a veces, de un aviva agitación. Lo más 
importante es la instalación, sin excepción, de un deterioro más o menos 
acentuado de la afectividad. El desinterés por el entorno es una consecuencia de 
este desorden afectivo, ya que el las motivaciones afectivas son el motor para 
llamar la atención sobre cualquier cosa. La indeferencia característica del 
enfermo en sus relaciones, el embotamiento respecto de sus seres queridos, son 
característicos. El enfermo ya no experimenta ni una verdadera tristeza ni una 
verdadera felicidad interior nunca más. Pasan días enteros sin participar de la 
vida. Se vuelven cada día más insensibles a los malos tratos corporales. Solo la 
alimentación pareciera conservar para ellos un cierto atractivo. Esta total 
indiferencia respecto de los hechos exteriores se mantiene, incluso en los 
cuadros terminales, como una de las características principales de la entidad 
clínica. A veces se le suma la irritabilidad que aparece por momentos y no 
persiste de manera durable.
• Trastornos de la voluntad: es en estrecha conexión con los trastornos de la 
actividad que se despliegan trastornos importantes del comportamiento y de las 
acciones. Gozan de una disminución de los impulsos voluntarios que es el 
desorden fundamental, pero en los estados terminales la voluntad puede llegar a 
ser inexistente. Los enfermos han perdido todo deseo de ocuparse o de tener 
actividades. Paralelamente a esta incapacidad de acciones autónomas, pueden 
aparecer, de manera durable o transitoria, impulsos a actuar. No se trata de un 
brote de impulsos voluntarios, sino solo de una excitación motora: estos 
movimientos no apuntan a la realización de objetivos, sino a la exteriorización 
desordenada de una tensión interna. Todos estos comportamientos se desarrollan 
de manera muy violenta y extremadamente rápida. Actúan impulsivamente, sin 
predisponerse en lo más mínimo sobre el motivo que los lleva a actuar. Esta 
incapacidad para controlar la emergencia de impulsos se encuentra en las fases 
de excitación y también durante las de estupor. Estas fases están caracterizadas 
por la obstrucción de la voluntad: cada impulso causado por esta se encuentra 
aniquilado por una fuerza contraria: negativismo. El negativismo se encuentra 
muy a menudo en esta patología. Hay en ellos una resistencia inflexible contra 
toda modificación de la situación. Las influencias externas no pueden hacer nada 
sobre este negativismo, pero puede suceder que impulsos internos logren 
quebrantarlo. Cuando estos impulsos logran emerger una vez tienden a reaparecer 
en un intervalo más o menos corto; así se instalan toda clase de estereotipias 
gestuales, verbigeraciones, y manierismo. Todas estas manifestaciones son 
desviaciones condensadas y mórbidas de gestos usuales. Actos normales como 
respirar o escribir se realizan de una manera particular, añadiendo todo tipo de 
impulsos paralelos. En la demencia precoz es muy común la aparición del 
automatismo de comando: se relaciona con una importante alteración de la 
voluntad y desaparición de las inhibiciones y motivaciones propias del 
individuo. Los enfermos son dóciles e influenciables. Las capacidades para el 
trabajo del enfermo están sensiblemente alteradas. Pierden el sentido estético, 
y son llevados a realizar producciones fuera del sentido común; también se 
aprecia una caída del sentido artístico.
• Trastornos somáticos: Existen un aserie de signos mórbidos que pueden tocar el 
cuerpo pero las relaciones fundamentales con el trastornos no están del todo 
aclaradas. Existen ataques similares a ataques epilépticos que son más comunes 
en algunos enfermos que en otros. Tales ataques pueden constituir el signo del 
inicio de la enfermedad. También se observaron calambres, parálisis histéricas, 
afonías, contracturas localizadas, embotamientos súbitos, etc. Estos trastornos 
pueden aparecer y desaparecer súbitamente. Las pupilas están claramente 
dilatadas, donde puede haber desigualdad pupilar, y los reflejos osteo – 
tendinosos son exagerados. Existen variaciones en el ritmo cardíaco, la 
salivación, la sudoración, la menstruación, el sueño, y el peso entre otras.
La demencia precoz está compuesta por diferentes modalidades evolutivas mórbidas 
que tienen el mismo punto de partida. La demencia precoz se diferencia de otras 
enfermedades por tener un pronóstico relativamente más favorable. Los síntomas 
más comunes de la demencia precoz incluyen un debilitamiento mental, el aspecto 
insensato de quejas hipocondríacas, la ausencia de la capacidad de juicio, la 
indiferencia con respecto a las actitudes de las personas que los rodean, la 
actitud alelada, la ausencia de mejoría durante los momentos de alivio, y 
manifestaciones de automatismos de comando y negativismo. Aquí se sitúan algunas 
diferencias entre la demencia precoz y otras enfermedades:
• Diferencia con parálisis general: Las manifestaciones psíquicas pueden 
asemejarse mucho, pero en la parálisis general el debilitamiento es mucho más 
acelerado, así como la declinación del espíritu. En la parálisis general los 
desórdenes se manifiestan en la orientación, la compresión, la memoria y la 
capacidad de atención; mientras que el embotamiento y la debilidad del juicio 
aparecen en primer plano en la demencia precoz.
• Diferencia con la Amentia: Los enfermos de amentia se comportan de manera 
mucho más natural y no están presentes el negativismo y las estereotipias tan 
marcadas que sí aparecen en la demencia precoz.
• Diferencia con Epilepsia: En la epilepsia el humor es eufórico, mientras que 
en la demencia precoz está dominado por las ideas e impresiones delirantes.
• Diferencia con la Psicosis Maníaco – Depresiva: En la demencia precoz se 
instalan previamente las alucinaciones múltiples y las ideas delirantes 
insensatas. El humor del demente es independiente de sus representaciones, 
mientras que no es así en el psicótico, donde nunca faltan la tristeza interior 
y la ansiedad. La reticencia de los depresivos encuentran fin ante la amenaza, 
mientras que en la demencia precoz son insensibles de cualquier intimidación.
• Diferencia con la Manía: Los maníacos son menos lúcidos que los dementes. Pero 
el discurso de los dementes está a menudo más desprovisto de sentido que el de 
los maníacos. La atención de los maníacos está exaltada.
• Diferencia con la Histeria: La principal diferencia reside en la debilidad 
mental del demente precoz, la incoherencia de pensamiento y la incapacidad de 
juicio opuesto a la conservación intacta de estas facultades en la histeria.
• Diferencia con Paranoia: Los delirios de los paranoicos evolucionan más 
lentamente y siempre tienen coherencia y se insertan dentro de un sistema; 
mientras que en el demente precoz son extravagantes, faltos de coherencia e 
inconexos. Son más comunes las alucinaciones en la demencia precoz, además de 
tener un comienzo súbito. En los dementes las ideas delirantes desaparecen o son 
reemplazadas por otras, en el paranoico el núcleo del delirio siempre permanece 
intacto. El paranoico conserva el aspecto exterior de sujeto sano, mientras que 
el demente precoz se deteriora rápidamente.
• Diferencia con la Imbecilidad: Es la relación entre los datos anteriores y las 
capacidades intelectuales actuales lo que ayuda en esta diferenciación: si el 
enfermo ha logrado adquirir en un pasado conocimientos se trata de la demencia 
precoz.
Psicosis alucinatoria crónica: Ballet
Cuando se aborda el grupo de las psicosis, la etiología se vuelve dudosa, la 
patogenia se vuelve oscura, y la anatomía patológica casi nula. Los únicos 
recursos para establecer entidades mórbidas residen en la sintomatología y 
evolución de los trastornos. Incluso la noción de evolución es a veces poco 
segura, ya que la misma enfermedad puede tener un desarrollo y un desenlace 
variable. Las individualidades clínicas que se aceptan deben ser tomadas como 
provisorias. Los hechos que ballet reúne bajo esta denominación no son nuevos, 
pero fueron agrupados y clasificados de una manera distinta a la que él propone. 
Los cuadros en lo que estaban clasificados les parecían insuficientes. 
Anteriormente la psicosis era caracterizada como con un comienzo de un estado 
cenestésico penoso con una inquietud indeterminada; el cual conduce, lenta o 
rápidamente, a ideas explicativas de persecución y de prevención. Estas mismas 
ideas se yuxtaponen, se reemplazan o se suceden con rapidez o lentitud. Se 
asocian con alucinaciones de variados sentidos que parecen determinarlas. Pero 
estos casos solo eran considerados desde el punto de vista sintomático y 
haciendo abstracción de su evolución. Según Magnan (francés como Ballet, pero de 
otro hospital) los delirios de persecución, con alucinaciones se dividen en dos 
grupos completamente diferentes: unos pertenecen al delirio crónico y los otros 
al delirio de los degenerados. Ballet lo critica en primer lugar diciendo que el 
delirio no es solo de persecución, sino también de pretensión. El delirio 
crónico se caracterizaba nosológicamente por su etiología especial y su 
evolución lenta, progresiva y regular. Desde el punto de vista etiológico, 
sobrevendría habitualmente en forma bastante tardía en individuos con herencia 
psicopatológica leve, y normales hasta la aparición de los primeros síntomas. 
Desde el punto de vista evolutivo recorre cuatro períodos muy diferentes unos de 
otros: el período de inquietud o de interpretación delirante, el período de 
ideas de persecución con alucinaciones, el de ideas pretenciosas, y finalmente 
la demencia. Los delirios degenerativos tendrían causas, fisonomía y desarrollos 
muy distintos: sobrevendrían con frecuencia de modo precoz, en individuos con 
herencia psicopática pesada, habiendo presentado antes de su aparición signos de 
desequilibrio mental o de debilidad; evolucionarían sin períodos regulares, y se 
caracterizarían por su polimorfismo. Ballet piensa que esta concepción no puede 
ser conservada con el rigor nosológico que se le ha otorgado. Ballet quiere 
separar del grupo de los delirios aquellos que no están marcados por las 
alucinaciones (delirios de interpretación). En este texto se encarga de los 
delirios alucinatorios. Crítica el concepto de delirio crónico porque dice que 
son excepcional las veces que en la clínica se encuentra en forma esquemática 
este delirio. La tercera fase parece más bien una asociación de ideas 
pretenciosas y de persecución que una sustitución de las primeras por las 
segundas. Por otra parte, no está demostrado que se constante la cuarta fase. La 
herencia ocupa aquí un lugar preponderante entre las causas predisponentes. Le 
herencia ocupa el mismo lugar en los degenerados que en los perseguidos, lo que 
influye no es la tara hereditaria en sí misma, sino la forma que se transmite a 
sus descendientes. Ballet dice que el delirio de los degenerados existe con las 
características que le fueron asignadas: delirios sin evolución regular que 
aparecen en sujetos que aparecen en sujetos con una pesada herencia psicopática, 
sujetos débiles o desequilibrados desde siempre. El polimorfismo, característico 
del delirio de degeneración, se puede subdividir en dos tipos: polimorfismo a 
través del tiempo o sucesivo (aparece como una sucesión de estados diversos, 
agitación o depresión, e ideas delirantes variadas, sin esbozo de 
sistematización), y polimorfismo simultáneo (se manifiesta por la multiplicidad 
de ideas delirantes). En estos delirios polimorfos se asocian en una vaga 
sistematización ideas de persecución, de celos hipocondríacos, místicas, 
eróticas, megalómanas. En el fondo, estas concepciones tan diferentes, no son 
sino aspectos diversos de dos formas de ideas delirantes: las ideas de 
persecución y las ideas pretenciosas. En conclusión, Ballet no piensa que el 
polimorfismo tenga la importancia que se le ha atribuido. No le parece fundada 
la separación que se quiso establecer de los delirios alucinatorios en dos 
grupos distintos desde el punto de vista etiológico, sintomático, evolutivo y 
pronóstico. Sostiene que es cierto que hay diferencias sintomáticas y evolutivas 
en los dos extremos de la serie: en la base, la sistematización delirante solo 
está esbozada, mientras que en la cúspide del delirio de sistematización es más 
perfecta. El terreno sobre el cual se desarrolla la afección varía según los 
casos. Pero esto no alcanza para separar lo delirios. Por otra parte, Ballet 
critica que Kraepelin haya considerado que todos los casos que terminan en 
demencia pertenecen al mismo grupo. Así agrupo dentro de la demencia precoz a la 
catatonia, la hebefrenia y la demencia paranoide, que solo formaba un subgrupo 
dentro de esta. Ballet le critica esto diciendo que en las formas de psicosis 
alucinatoria mejor sistematizadas la demencia adviene tardíamente. Y además dice 
que, suponiendo que todas las demencias paranoides terminen demenciados, no 
alcanza para acercarlas a la hebefrenia y a la catatonia. Lo que en otros 
autores es la demencia paranoide, en Ballet es la psicosis alucinatoria crónica. 
Resumiendo podemos decir que Magnan disoció demasiado, separando en dos grupos 
distintos hechos que no parecen nosiológicamente separables; Kraepelin, por su 
parte, sintetizaron demasiado fusionando la demencia paranoide con la hebefrenia 
y la catatonia. Las diferencias de evolución y terminación, que son reales, no 
alcanzan para permitir disociar el grupo. Las variables del terreno sobre las 
que se asientan la enfermedad explican las variaciones que se observan en la 
marcha.
Ballet resume las características principales de la psicosis alucinatoria 
crónica incluyendo las siguientes: desde el punto de vista etiológico, el 
terreno está preparado por la herencia; en gran parte de los casos se encuentran 
trastornos de carácter previos al desarrollo del delirio. La debilidad mental es 
raramente advertida en este tipo de psicosis. Ballet llama síntomas constantes a 
los síntomas basales, e inconstantes a los secundarios. Entre los síntomas 
constantes se ubica el estado cenestésico penoso (cenestésico es la sensación 
general de la existencia y del estado del propio cuerpo, independiente de los 
sentidos externos, y resultante de la síntesis de las sensaciones, simultáneas y 
sin localizar, de los diferentes órganos) e inquietud. El trastorno intelectual 
está condicionado por un trastorno cenestésico. El trastorno trata de un 
sentimiento vago de inquietud que extraña y sorprende al enfermo, más que 
entristecerlo. La inquietud no es puramente de carácter intelectual, es también 
de carácter afectivo. Este trastorno se asocia desde el comienzo a las ideas de 
persecución y alucinaciones de variados sentidos, entre los cuales las 
alucinaciones auditivas ocupan el primer lugar. A estos síntomas constantes hay 
que agregar la idea pretenciosa de grandeza, de fortuna, que no forma parte 
necesariamente del cuadro clínico. La génesis de estas ideas aparecen con motivo 
de una alucinación, un sueño o una lectura. Si las ideas de persecución y las 
ideas pretenciosas se asocian con tanta frecuencia, es porque son 
manifestaciones de una misma configuración mental, a la vez constituida de 
vanidad y desconfianza. La evolución de esta psicosis varía según los casos; 
excepcionalmente tiene cierta regularidad, y se llegan a discernir más o menos 
claramente las cuatro fases. Con más frecuencia la evolución es irregular, las 
ideas de pretensión y persecución se asocian, la afección parece avanzar a veces 
por sobresaltos con fases de remisión y períodos de calma, quizá más aparentes 
que reales. El proceso evoluciona siempre con cierta lentitud, puesto que el 
período de inquietud abarca un período más o menos largo, hasta que se afirman 
las alucinaciones con las ideas delirantes que la acompañan (hay casos en los 
que la instalación de los trastornos delirantes y fenómenos alucinatorios es 
rápida). El pronóstico de esta psicosis es siempre grave: puede evolucionar 
acentuándose, y sin períodos de alivio, durante muchos años hasta el 
debilitamiento intelectual; otras veces el delirio parece atenuarse luego de 
remisiones o sin remisiones aparentes, y el enfermo se estereotipia en un estado 
donde las ideas de persecución o pretensión y las alucinaciones persisten pero 
medio desdibujadas; por último, en algunos casos, delirio y alucinaciones se 
atenúan aún más y son remplazadas por un fuerte estado de decaimiento 
intelectual. La psicosis alucinatoria crónica se revela como presentando una 
real autonomía clínica a pesar de las diferencias de detalle que aparecen en los 
casos. Esta psicosis se descubre generalmente en sus comienzos por un estado 
cenestésico penoso, que conduce a ideas explicativas de persecución y 
pretensión. Estas ideas se yuxtaponen o se suceden entre ellas mismas, se 
asocian entre ellas con alucinaciones de los diversos sentidos. Uno de los 
síntomas que caracteriza a esta psicosis es la desagregación inicial y 
persistente de la enfermedad. El eco de pensamiento también se puede ubicar como 
un síntoma nodal de esta afección; y se encuentra cuando los enfermos dicen que 
se les adivina y se les repite el pensamiento. El eco de pensamiento es de una 
importancia capital en esta afección, y evidencia la desagregación de la 
personalidad que es el rasgo esencial de la psicosis alucinatoria crónica y 
sirve para diferenciarla de otros cuadros. La desagregación de la personalidad 
se produce espontáneamente, y se instala de forma crónica y definitiva, lo que 
constituye la característica psicológica principal de la enfermedad. Las ideas 
de persecución no son las que dan a la psicosis su carácter propio, aunque 
habitualmente se piense eso. Las alucinaciones son parte integrante necesaria de 
la sintomatología de esta afección. Pero las alucinaciones suponen que la 
personalidad ya esta desagregada, y ellas son una manifestación de esta 
desagregación. De la desagregación de la personalidad derivan el eco de 
pensamiento y las alucinaciones. Esto es lo que se encuentra sobre la base de la 
psicosis alucinatoria crónica, ya que las ideas delirantes de persecución y de 
grandeza son secundarias y contingentes. Las ideas de persecución son habituales 
en las psicosis alucinatoria crónica porque constituyen la interpretación más 
plausible de un trastorno del cual los enfermos tienen conciencia pero que no 
conectan con su propia personalidad a causa de la disociación de esta. La idea 
de persecución es un fenómeno secundario en la psicosis alucinatoria crónica. 
Aquí el primer período de la afección está caracterizado por un malestar que 
corresponde al comienzo de un proceso de desagregación. La idea de persecución 
puede incluso no aparecer en el período de las alucinaciones. La psicosis 
alucinatoria crónica es una enfermedad que consiste esencialmente en la 
desagregación de la personalidad, y por esto está acompañada de alucinaciones 
auditivas y por el eco de pensamiento. Las ideas de persecución, aunque 
constituyen el fenómeno sintomático más destacado de la afección, no son más que 
un fenómeno accesorio y secundario, en oposición a lo que se piensa 
generalmente. 
Parafrenia: Kraepelin
La desintegración de la personalidad psíquica se cumple en la demencia precoz de 
forma tal que los desórdenes de las emociones y de la volición dominan, en 
primer plano, el estado mórbido. En contrataste con esto existe un grupo 
relativamente pequeño de casos, en los cuales el desarrollo de los desórdenes de 
la emoción y la volición es más lento, y la armonía interior de la vida psíquica 
está considerablemente menos involucrada; en los cuales la pérdida de la unidad 
interior está esencialmente limitada a ciertas facultades intelectuales. Los 
delirios marcados y la coloración paranoide del cuadro mórbido son comunes a 
todas estas formas clínicas, que no pueden ser rigurosamente separadas (la 
demencia precoz y la parafrenia). Al mismo tiempo, existen anormalidades en la 
disposición, pero hasta los últimos períodos de la enfermedad no aparecen ese 
embotamiento y esa indiferencia que tan frecuentemente constituyen los primeros 
síntomas de la demencia precoz. Por último, también la actividad aparece 
frecuentemente influenciada mórbidamente, pero esencialmente solo por los 
contenidos anormales del pensamiento y por el humor. Solo se observan de tanto 
en tanto indicios de desórdenes de la volición. El agrupamiento de estos ataques 
presenta grandes dificultades, y esto texto consiste en un primer intento de 
Kraepelin por hacer la separación. Las parafrenias muestran una mezcla de 
delirios de persecución y de exaltación que se desarrollan lenta, pero 
continuamente. Kraepelin distingue cuatro tipos de parafrenia: la parafrenia 
sistemática es la principal, asociadas a ella existen como pequeños grupos, 
estrechamente relacionadas entre sí, la forma expansiva y la confabulatoria; 
mientras que la forma fantástica tiene una presencia excepcional.
• Parafrenia Sistemática: La parefrenia sistemática está caracterizada por el 
desarrollo extremadamente insidioso de un delirio de persecución continuamente 
progresivo, al cual se agregan más tarde ideas de exaltación, sin deterioro de 
la personalidad. El comienzo de la enfermedad a menudo comienza como un cambio 
en la conducta del paciente que se realiza muy lentamente. Se vuelve 
gradualmente silencioso, tímido, se repliega sobre sí mismo. De vez en cuando 
aparece una gran sensibilidad o irritabilidad. En el curso de los años, el 
delirio de persecución se torna más y más claro: el paciente nota que es objeto 
de la observación general. Sienten que los sentimientos de la gente que los 
rodea son cada vez menos amigables. Gradualmente la persecución se les torna más 
evidente, el paciente se siente espiado en todas partes y amenazado. 
Alucinaciones: Después de este extremadamente atormentador estado de 
desconfianza, incertidumbre y tensión continúa, por regla general, durante años, 
aparecen alucinaciones reales especialmente auditivas. A veces no se trata de 
percepciones sensoriales, sino de “llamados espirituales”. Las voces hablan de 
los pensamientos del paciente, lo critican, acompañan sus actos. Las 
alucinaciones de otros sentidos juegan un papel esencialmente más pequeño. Ideas 
de influencia: La idea de influencia s eléctricas, magnéticas, hipnóticas 
aparece muy frecuentemente en estos enfermos; puede estar conectada con 
disestesias corporales, dolores agudos, contracciones, dolores sordos, descargas 
eléctricas. Muchos pacientes hacen afirmaciones acerca de las influencias sobre 
la voluntad. Exaltación: Cuando el delirio de persecución ha continuado por una 
cantidad de años y se ha ido desarrollando con un progreso lento, el paciente 
produce ideas exaltadas. Al principio ellas pueden mantenerse dentro de los 
límites bastantes modestos. Es muy común que los pacientes reclamen grandes 
sumas de dinero que le fueron retenidas. Lo más común es que deduzcan de las 
alucinaciones auditivas su conocimiento de las cosas. En otro grupo de casos 
podemos encontrar que se trata de relaciones eróticas con personas con elevada 
posición. Atribuyen títulos altísimos a los amados. Otros exaltan a sus 
enemigos. Pero es mucho más frecuente la exaltación que concierne al paciente 
mismo. En algún número de casos las ideas exaltadas adquieren un tinte 
religioso. Estos delirios se ven reflejados en todo tipo de alucinaciones. Las 
percepciones son interpretadas megalomaníacamente. Frecuentemente las ideas de 
persecución y de exaltación llegan a tener cierta relación entre ellas. Su 
conjunción es muy frecuente y establece la conexión interna que existe entre 
ellas: las elaboradas combinaciones que se hacen para lastimarlos hacen que los 
pacientes piensen que debe existir alguna razón especial relacionada con sus 
personas, o que el obstáculo que se interpone en el camino de la realización de 
sus delirios de grandeza engendra ideas de persecución. Los intentos de 
explicación de los sucesos del paciente, son razones pensadas después del 
suceso. Como esto es un proceso mórbido progresivo, se entiende que las ideas 
exaltadas, por regla, no aparecen hasta que el paciente ha legado a prepararse 
para la lucha sin esperanza contra los poderes hostiles. Percepción: La 
percepción de los pacientes no está nunca perturbada. Ellos están lúcidos con 
respecto a su medio y a su situación, si no se tiene en cuenta las 
interpretaciones erróneas causadas por los delirios. La comprensión de la 
enfermedad está ausente por completo, aunque parece existir un sentimiento 
mórbido, por lo menos al principio. La esencia de las alucinaciones auditivas 
señalan eso; frecuentemente están relacionadas un desorden psíquico. Falsos 
recuerdos: La memoria y la retención no muestran ningún desorden, pero con 
cierta frecuencia se observan falsos recuerdos delirantes. Los falsos recuerdos, 
que uno al principio estaría tentado a creer que es una alucinación, relatan 
palabra por palabra, con lujo de detalle, como no sería posible jamás 
encontrarlo en una alucinación. Humor: Es al principio ansioso, deprimido, 
desesperado; pero luego se torna más suspicaz, forzado, hostil, amenazante. Más 
tarde, cuando las ideas exaltadas aparecen más claramente en un primer plano, 
los pacientes se vuelven más auto – concientes, altaneros, despectivos. Se 
apartan de las personas que los rodean, evitan relacionarse, van por caminos 
solitarios, pero de vez en cuando pueden ser agradables y accesibles. En sus 
afirmaciones orales y escritas generalmente son hábiles y listos, hacen un 
relato coherente de las cosas, refutan objeciones y se apasionan al hacerlo. 
Actividades: Las actividades de los pacientes están influenciadas fuertemente 
por sus delirios. Muchos pacientes pueden continuar viviendo por años en sus 
situaciones habituales; por otra parte, su conducta entera muestra muy pronto el 
cambio mórbido profundo que se ha producido en ellos. Se encierran en ellos 
mismos y se vuelven taciturnos, además de que caen en toda clase de disputas. 
Mantienen soliloquios en voz alta y se tornan agresivos. Se producen ataques 
repentinos de ansiedad. Llegan a realizar acciones completamente absurdas, 
causadas por los delirios, para liberarse de las voces. Autodefensa: Cuando la 
tensión interna aumenta, los pacientes que se ven a sí mismos desamparados y 
abandonados a la persecución, a menudo emprenden su autodefensa. Piden cuentas a 
las personas que los ofendieron. Atacan peligrosamente a sus supuestos 
perseguidores y se tornan perseguidores perseguidos. Algunos pacientes realizan 
intentos de suicidio para escapar de sus perseguidores. Las ideas exaltadas 
pueden conducir a toda clase de acciones mórbidas. Capacidad de trabajo: Los 
pacientes pueden conservarla bastante bien durante largo tiempo. Sin embargo, 
por la tensión y la excitación internas continuas, la capacidad para realizar un 
trabajo fructífero y regular, en la mayor parte de los casos, se ve afecta 
gradualmente pero en forma sustancial. Curso general de la enfermedad: Es muy 
lento pero progresa continuamente. Solo en medida limitada se presenta 
fluctuaciones en su estado. Los pacientes a veces son capaces e hacer pasar sus 
pensamientos delirantes a un segundo plano, solo por momentos. A menudo los 
pacientes sufren extremadamente por la privación de la libertad, y reciben 
renovada nutrición para sus delirios con la internación, tornándose más absurdos 
y extraordinarios. El enfermo se vuelve presuntuoso y se enfurece fácilmente. La 
forma de expresión ocasional se torna caprichosa, especialmente en estados de 
excitación, y la forma del habla, afectada. A pesar de todo esto, y una vez que 
la enfermedad se ha extendido durante unos veinte o treinta años, los pacientes 
permanecen lúcidos acerca del tiempo y del espacio, así como también acerca de 
su situación, también racionales en su comportamiento. Son capaces de ocuparse, 
de asumir una actitud frente a los hecho que ocurren a su alrededor, dan 
información coherente y comprensible. No parecen embotados ni pueriles, sino 
alegres y vivaces. Desenlace de la enfermedad: es una declinación psíquica con 
delirios persistentes, y por lo general, también alucinaciones sin desórdenes de 
la volición autónomos especialmente llamativos, y sin embotamiento emocional. No 
parece ocurrir una recuperación. Pero tampoco se alcanzan grados más elevados de 
demencia: aún después de una enfermedad que se produce durante muchos años no se 
registra desintegración de la personalidad. El mayor promedio de edad para el 
comienzo de la enfermedad es entre los treinta y los cuarenta años. No presentan 
una tara hereditaria severa. La enfermedad es engendrada por causas internas. 
Delimitación: Se separa de las formas paranoides de la demencia precoz por la 
conservación permanente de la personalidad psíquica. La enfermedad, después de 
unos años, no permanece estacionaria; sino que progresa muy lentamente después 
de una o dos décadas, continuamente, y nunca lleva a un estado terminal 
inalterado que no daña la conexión de la personalidad psíquica. Otra diferencia 
consiste en que en la parafrenia las alucinaciones notorias tiene una aparición 
muy tardía, a pesar del delirio de persecución que ha existido hace muchos años. 
Además estos enfermos tienen una elaboración mental detallada de los delirios, 
vivacidad y apasionamiento a la reacción emocional, ausencia de desórdenes de la 
volición autónomos, conservación del sentido y de la racionalidad en el 
comportamiento y en la acción, coincidiendo con delirios que ya están avanzados. 
Los delirios en la parafrenia toman forma lentamente, pero luego persisten con 
gran estabilidad y se vuelven grandes en extensión. Tratamiento: como los 
pacientes sufren mucho de la reclusión, se debe intentar cuidar de ellos en 
circunstancias más libres. En el trato personal se necesita de gran paciencia.
• Parafrenia Expansiva: La forma expansiva de la parafrenia está caracterizada 
por el desarrollo de una megalomanía exuberante con humor predominantemente 
exaltado y excitación leve. La enfermedad comienza, por regla general, 
gradualmente, pero también a veces subagudamente. Ocasionalmente parece preceder 
un período de ansiedad y depresión. La esencia de la megalomanía es, en la mitad 
de los casos, erótica: afectaba exclusivamente a pacientes mujeres. En la otra 
mitad de los casos se pueden ubicar ideas de exaltación religiosas. Junto con 
esto aparecen toda clase de ideas exaltadas. Alucinaciones: Aparecen casi 
siempre bastante pronto. Los pacientes tienen numerosas visiones, en su mayor 
parte más parecidas a sus seños. Contenidos de pensamiento religioso y erótico 
se tejen en forma altisonante a partir de imágenes visionarias que son 
descriptas por el paciente en parte como sucesos reales, en parte como 
invenciones. Ideas de persecución: Invariablemente, de la mano de la 
megalomanía, hay ideas de persecución, las cuales, sin embargo, en la totalidad 
del cuadro clínico, no adquieren una posición de dominio como en la forma 
precedente. Los pacientes deben sufrir juicios, deben ser oprimidos, el peligro 
está amenazando. Se los maltrata, se ríen de ellos. Aquí también las 
alucinaciones pueden jugar un papel. Falsos recuerdos: Durante este desarrollo 
la percepción, la orientación, la memoria, y la retención no están esencialmente 
perturbados en los pacientes, sin embargo, no infrecuentemente ocurren falsos 
recuerdos. Las profecías dependen de ellos. No existe una comprensión de la 
enfermedad. Humor: Es auto – conciente, alegre, a menudo no es forzado e 
irresponsable. Los pacientes tienen inclinación a las bromas y a los chistes, o 
están radiantes y sonrientes de felicidad. Se intercalan momentos en los que 
están irritables, son pretenciosos, presuntuosos o desconfiados, rechazantes. En 
su conducta parecen razonables, accesibles, agradables, pero caen fácilmente en 
una excitación intensa si las personas se ocupan de ellos durante un tiempo 
considerable. Actividades: Los pacientes están a menudo bajo el dominio de sus 
delirios. Tratan de acercarse al objeto de su amor o poseer el dinero que se les 
ha retenido. Aparte de algunos desvíos transitorios, los pacientes pueden 
parecer bastante discretos y ocuparse razonablemente. Sin embargo a veces 
despliegan un comportamiento afectado y pomposo. Curso posterior de la 
enfermedad: El cuadro mórbido solo cambia lentamente. Los pacientes se mantienen 
razonantes y lúcidos, pero adhieren firmemente a sus delirios, los cuales se 
tornan más absurdos y más incoherentes. Son locuaces, verborrágicos, distraídos; 
pero también vivaces, accesibles y dóciles. Muestran un humor cambiante. No 
aparece una demencia profundos ni una desintegración de la personalidad. Los 
pacientes que forman este cuadro son en su mayoría mujeres. La enfermedad suele 
comenzar a los treinta y cinco años. No se haya presente ninguna tara 
hereditaria ni causas externas de la enfermedad. Delimitación: Se distinguen de 
la demencia precoz por el daño llamativamente leve de la personalidad psíquica, 
después de una duración de muchos años. También se distinguen por la ausencia de 
todo desorden volitivo autónomo aparte de la afección que está conectada con las 
ideas exaltadas. En la parafrenia, las alucinaciones auditivas y las influencias 
corporales como sucesos delirantes ocupan un segundo plano, detrás de las 
alucinaciones visuales, las interpretaciones y los falsos recuerdos. Esto 
también sirve para separarla de la parafrenia sistematizada. Pero a esto se 
agrega el desarrollo frecuentemente más rápido de la enfermedad y especialmente 
del humor permanentemente exaltado a pesar de las ideas de persecución que 
aparecen igualmente, y el comportamiento accesible, agradable y natural. Los 
pacientes no están para nada tan atormentados como los perseguidores 
perseguidos. La intromisión continua en su vida está ausente en estos pacientes.
• Parafrenia Confabulatoria: esta forma esta relacionada con la anterior, e 
incluye un número pequeño de casos. Se distingue por el papel dominante que los 
falsos recuerdos desempeñan en ella. El comienzo parece ser un cambio en la 
conducta de los pacientes: se tornan callados, irritable, se enojan, se aíslan; 
y luego salen gradualmente con una narración de experiencias muy extraordinarias 
en el sentido de delirios de persecución y exaltación. Se sienten abandonados, 
son perseguidos, por todas partes hay señales sospechosas. Muchos de los 
pacientes escuchan voces, a veces remontan la persecución a la niñez. Todas 
estas experiencias son narradas con la más exacta descripción de los detalles, 
como sucesos que hubieran ocurrido muy recientemente. Megalomanía: Las fuentes 
fabulatorias de la megalomanía fluyen abundantemente. Los pacientes exponen con 
convicción un motón de historias extraordinarias, bajo la forma de experiencias 
personales. Informan con detalles precisos sucesos que se remontan a décadas 
atrás. A veces, las a menudo repetidas narraciones, se fijan a la mente del 
paciente de modo que se repiten con las mismas palabras. Al comienzo las 
historias son agrandadas continuamente con nuevos detalles. Los pacientes se 
toman a la ligera el hecho de que ellos previamente no han percibido sus 
experiencias. La manera en la que los pacientes sacan conclusiones de sus 
propias narraciones, atestigua del fácil desplazamiento del poder de la 
imaginación. Se atribuyen un parte rara en sus relatos: aunque se les advertía 
que iban a ser asesinados, no tomaban cartas en el asunto. Si se señala esto a 
los pacientes, no se logra causarle mucha impresión. El contenido de los falsos 
recuerdos no está de ningún modo limitado siempre a los delirios actuales de 
persecución y de exaltación, sino que está frecuentemente conectado también con 
experiencias personales más remotas y con sucesos cotidianos. Frecuentemente los 
falsos recuerdos están relacionados con el ambiente del momento: a los pacientes 
todo les parece familiar. Además de las ideas mórbidas que están en relación con 
los falsos recuerdos existen otros delirios de varias clases. Conciencia: La 
conciencia de los pacientes, a pesar de los delirios absurdos, permanece sin 
perturbación alguna. Los pacientes están tranquilos, perciben sin dificultad, 
dan información precisa y coherente, se comportan razonablemente. Están 
perfectamente lúcidos de su medio y su situación, sacando los delirios. Humor: A 
pesar de las ideas de persecución es alegra y exaltado, totalmente feliz, y 
temporariamente ansiosos e irritable. Los pacientes son muy accesible, locuaces, 
verborrágicos, incoherentes, con una tendencia a juegos tontos de palabras. 
Constantemente inventan detalles nuevos de los recuerdos delirantes. Curso de la 
enfermedad: Parece ser progresivo. En su mayor parte el crecimiento frondoso de 
falsos recuerdos solo constituye un período de la enfermedad relativamente 
corto, aún cuando las invenciones delirantes son retenidas por un tiempo 
considerable, repetidas, y abandonadas un tiempo más. En un año los pacientes 
pueden haber empalidecido: ya no quieren saber nada más ni de ellos ni de sus 
historias. Los delirios se tornan más absurdos e incoherentes. El humor se 
vuelve irritable, malhumorado o indiferente, muestra del deterioro psíquico. 
Ambos sexos son atacados en partes iguales. Puede aparecer entre los veinte y 
los cincuenta años. Delimitación: El comienzo relativamente temprano y la 
involución psíquica, ciertamente notoria después de algunos años, indicarían una 
relación con la demencia precoz. Pero aquí están ausentes las ideas de 
influencia corporal y los desórdenes volitivos.
• Parafrenia Fantástica: Es un grupo no muy grande de pacientes que se basa en 
un crecimiento florido de delirios altamente extraordinarios, desconectados y 
cambiantes. Coincide con la demencia paranoide, pero Kraepelin quiere adoptar un 
nuevo nombre. La enfermedad suele comenzar con mal humor. El paciente se vuelve 
debilitado, apocado, deprimido, silencioso, ansioso, sin una vitalidad 
apropiada, y a veces piensa en el suicidio. Ideas de persecución: Aparecen luego 
gradualmente en la superficie. Alucinaciones auditivas: Aparecen 
invariablemente. El paciente mantiene conversaciones con las voces. Las voces lo 
acusan, lo amenazan, lo alaban, le dictan. También hablan acerca de lo que hace. 
Alucinaciones visuales: Habitualmente juegan solo un pequeño papel. Disestesias 
o influencia: Por otra parte la cenestesia, y especialmente lo delirios de 
influencia personal, que están conectados con ella, ocupan un lugar muy grande 
en el cuadro mórbido. Los pacientes se quejan de dolores de todo tipo. Las voces 
también los influencian especialmente. El paciente siente y ve a otras personas 
deslizarse dentro de su cuerpo. A veces las perturbaciones son de naturaleza 
marcadamente sexual. También sufren de delirio de exaltación o de persecución; 
pero en parte se trata de un juego insensato y sin objeto, con las más 
extraordinarias y repentinas ideas. Falsos recuerdos: frecuentemente los 
delirios revisten la forma de falsos recuerdos. A veces los delirios de esta 
forma se relacionan con cada idea surgida por casualidad: el paciente 
experimentó por sí mismo cada sujeto d la historia que se menciona en la 
conversación. Se trata siempre, no de círculos de ideas conectadas y mentalmente 
elaboradas, sino de ideas del momento, repentinas, variadas y a menudo 
cambiantes, algunas de las cuales son retenidas por un tiempo, pero la mayoría 
son reemplazadas por creaciones siempre nuevas y igualmente transitorias. 
Durante los delirios los pacientes pueden ser increíblemente sensatos, lúcidos y 
razonables en su comportamiento; sin embargo, a menudo confunden de un modo 
alucinatorio lo que lo rodea y a las personas. Humor: Suele ser exaltado o 
indiferente, aunque a veces es algo triste, inclinado a la violencia. En las 
conversaciones extensas los pacientes suelen excitarse. Los delirios los exponen 
con fluidez pero de manera confusa y vaga. Su conducta está afectada y suelen 
observarse muecas. El habla está salpicada por giros bizarros y por neologismos. 
Muchas frases pueden ser completamente inentendibles. Son frecuentes los juegos 
de palabras tontos, las rimas absurdas y los chistes. Los pacientes pueden 
hacerse entender perfectamente. El curso de la enfermedad es progresivo: con el 
tiempo, las expresiones se tornan más con fusas e inconexas, y el comportamiento 
se torna bizarro. Las emociones llegan a ser embotadas con estallidos de 
violencia. La enfermedad suele desatarse entre los treinta y cuarenta años de 
edad. Delimitación: El daño a la volición por el proceso mórbido queda completo 
en un segundo plano. En general, la actividad mental de los pacientes se 
conserva llamativamente bien. Tratamiento: necesitan de la vida institucional y 
una ocupación adecuada.
Sistemática Expansiva Confabulatoria Fantástica
Definición Desarrollo insidioso de delirio de persecución progresivo. Mas ideas 
exaltadas pero sin deterioro de la personalidad. Megalomanía exuberante. Humor 
exaltado. Excitación leve. Predominan falsos recuerdos. Crecimiento florido de 
delirios extrordinrio, pero cambiantes, desconectados.
Comienzo Lento cambio de conducta. Se repliega. Irritable, violento, silecioso. 
Gradual. A veces subaguda. Le precede depresión. Cambio gradual de conducta. 
Callados, iritables. Mal huor. Debilitado, deprimido.
Persecuciones En primer plano. Atormentador, tensión. Deconfianza. Crece en el 
curso de la enfermedad. En 2° grado. Se acoplan a la megalomanía. Si. Si, 
parecen luego lentamente.
Ideas delirantes De influencia: eléctricas, magnéticas. Megaomanías eróticas y 
religiosas. Con el curso del tiempo produce ideas sexuales. En 1° plano: 
eróticas, religiosas, megalomanía, exaltadas. Megalomanía, ideas extraordinarias 
con la forma de experiencias personales. Exaltación con ideas delirantes 
repentinas.
Falsos recuerdos Recuerdos delirantes. Memoria sin desorden. Experiencias remots 
que relaciona con la actual. Memoria no alterada. En 1° plano. Narración 
detallada. Repentinos. Relación con niñez. No son ideas conectadas.
Alucinaciones Predominio de auditivas. Hay menos olfativas, tástiles y visuales. 
Visulaes pronunciadas. Auditivas. Aparecen bastante pronto. Auditivas. 
Auditivas, de influencia, disestesias (maléficas, mágicas).
Humor Ansioso, depresivo. Se vuelve hostil, violento, altanero. Irresponsable. 
Alegre, bromista. Irritable, autoconciente. Exaltado, feliz. También irritables. 
Exaltado a indiferente. Triste. A veces violento. Conducta afectada.
Curso de la enfermedad Declinación psíquica. Lento proceso. Los delirios se 
vuelven absurdos. Permanecen lúcidos, orientados sin desorden de voluntad. 
Institucionalizados. No se recuperan, pero no se vuelven dementes. Más hombres. 
Aparece entre los 30 y los 40 años. Cambia lentamente. Lúcidos y razonantes. 
Delirios más absurdos. Distraídos, falta de juicio. No hay demencia profunda. 
Son mayoría de mujeres. Aparece entre los 30 y 50 años. Progresiva. Crecimiento 
frondoso de falsos recuerdos que luego desaparecen. Lucidos. Deterioro pero no 
demencia. Aparece entre los 20 y los 50 años. Son poco casos. Ataca ambos sexos 
por igual. Progresivamente ideas se vuelven confusas. Comportamiento bizarro. No 
hay grado elevado de debilitamiento psíquico. Ataca mayoritariamente al sexo 
masculino. Aparece entre los 30 y 40 años.
Delimitación (diagnóstico diferencial) Demencia paranoide. Es distinto por el 
estado terminal (conservación de la personalidad). A diferencia de los 
alcoholicos, tiene una declinación rápida. Las alucinaciones etsán en primer 
plano. Con demencia paranoide: poo daño de personalidad y ausencia de desorden 
volitivo. Con parafreia istamática: alucinaciones auditivas en influencia en 2° 
plano. Con demencia paranoide: no hay ideas de influencia corporal ni desórdenes 
volitivos. Con formas paranoides de la demencia precoz: la actividad mental se 
conserva.
Esquizofrenia: Bleuer
Intenta ampliar el concepto de Kraepelin sobre las ideas de Freud. Cierto número 
de síntomas indican una tendencia al deterioro (demencia). Además de la misma 
sintomatología, se encuentra el mismo resultado final, no cuantitativa, sino 
cualitativamente, en términos de la dirección en la que se desarrolla la 
enfermedad. En un principio la demencia no se distingue de sus síntomas 
secundarios. Bleuer acuña un nuevo término para la enfermedad porque dice que: 
demencia precoz solo designa a la enfermedad y no al enfermo; sostiene que no en 
todos los casos aparece precozmente, y no siempre termina en demencia. La llama 
esquizofrenia el desdoblamiento de las distintas funciones psíquicas es una de 
sus características más importantes. Consiste de un grupo de psicosis cuyo curso 
es a veces crónico y a veces está marcado por ataques intermitentes, y que puede 
detenerse o retroceder en cualquier etapa, pero que no permite una completa 
restitutio ad integrum. La enfermedad se caracteriza por un tipo específico de 
alteración del pensamiento, los sentimientos, y la relación con el mundo 
exterior. Incluye un desdoblamiento más o menos nítido de las funciones 
psíquicas. Si la enfermedad es pronunciada, la personalidad pierde su unidad: en 
diferentes momentos, diferentes complejos psíquicos parecen representarla. La 
integración de los diferentes complejos e impulsos es insuficiente o falta por 
completo. Los complejos psíquicos no se combinan en un conglomerado de esfuerzos 
con un resultado unificado, como ocurre en la persona sana, sino que un conjunto 
de complejos domina la personalidad por un tiempo, mientras que otro grupo de 
ideas son segregados y parecen parcial o totalmente impotentes. Las ideas son 
elaboradas solo parcialmente y se pone en relación de un amanera ilógica 
fragmentos de ideas para constituir una nueva idea. Los conceptos dejan de ser 
completos, parecen prescindir de uno o más de sus componentes esenciales. El 
proceso de asociación opera con fragmentos de ideas y conceptos: da por 
resultado asociaciones que individuos normales considerarían incorrectas, 
extrañas e imprevisibles. Con frecuencia el proceso de pensar se detiene en 
medio de un pensamiento, o en el intento de pasar de una idea a otra, cesa por 
completo. Afloran nuevas ideas que no se pueden relacionar con lo anterior. No 
hay trastornos primarios de la atención, la percepción o la memoria (síntomas 
negativos). En los casos más graves faltan por completo las expresiones 
afectivas y emocionales. En los casos más leves el grado de intensidad de las 
reacciones emocionales no guarda proporción con los acontecimientos que 
provocaron las reacciones. Las variaciones afectivas pueden variar desde una 
completa carencia de expresión afectiva hasta respuestas afectivas exageradas. 
La afectividad puede manifestarse como cualitativamente anormal. Entre los 
síntomas accesorios se encuentran alucinaciones, ideas delirantes, estupor, 
manía, fluctuaciones afectivas melancólicas y síntomas catatónicos. Existen 
cuatro subgrupos que se distinguen por los síntomas accesorios:
• Paranoide: Las alucinaciones o ideas delirantes ocupan continuamente el primer 
plano del cuadro clínico.
• Catatonia: Los síntomas catatónicos dominan continuamente, o durante períodos 
muy largos.
• Hebefrenia: Aparecen síntomas accesorios, pero no dominan el cuadro.
• Esquizofrenia simple: A través de todo el curso solo pueden verse los síntomas 
básicos simples.
Los síntomas fundamentales consisten en trastornos de la asociación y la 
afectividad, la predilección por la fantasía en oposición a la realidad, y la 
inclinación a divorciarse de la realidad (autismo). Funciones simples alteradas:
• Asociación: Las asociaciones pierden su continuidad. Esta afección interrumpe 
a veces hilos aislados de pensamiento, a veces grupos o grandes segmentos de 
ellos. El pensamiento se hace ilógico y extravagante. Tienen importancia las 
asociaciones por el sonido, donde la semejanza sonora no es suficiente, y las 
asociaciones indirectas. Dos o más ideas son condensadas en una sola. La 
estereotipia produce la tendencia a aferrarse una idea que el paciente repite. 
Hay una escasez de ideas. Alguna idea domina la cadena de pensamientos. Estos 
trastornos de asociación tienen por resultado estados de confusión. Existe la 
prisa en el pensar, en el que la sucesión de pensamientos se incrementa 
patológicamente (flujo acelerado). También aparece el fenómeno de obstrucción: 
como si la actividad hiciera un alto brusco y completo; cuando se reanuda 
nuevamente surgen ideas que tienen escasa o ninguna relación con lo anterior. No 
son estados permanentes, sino episodios aislados. La obstrucción puede 
extenderse sobre la psique, y el paciente se queda en silencio y no se mueve. La 
obstrucción se puede encontrar en la esfera motriz, en las acciones, los 
recuerdos y las percepciones. Este concepto lo acuñó Kraepelin. En su mayoría, 
los pacientes encuentran la obstrucción como un estado desagradable. Pueden 
volverse ineficaces imágenes aisladas o combinaciones enteras de una manera 
aparentemente fortuita. El pensamiento opera con ideas y conceptos que no tienen 
relación o tienen una relación insuficiente con la idea principal. Solo en 
estados de estupor se detiene por completo el pensar. Aparecen nuevas conexiones 
después de una ruptura total en el curso de los pensamientos; relaciones con 
ideas que han surgido accidentalmente, condensaciones (palabras percha), 
asociaciones por el sonido, asociaciones intermedias y persistencia de ideas 
(estereotipia). Estas conexiones son normales en las personas sanas, pero en la 
esquizofrenia se encuentran exageradas. Los pacientes son aprisionados por un 
círculo de ideas al cual quedan fijos: estereotipia. La estereotipia puede 
fijarse durante largo tiempo. La tendencia a la estereotipia combinada con la 
carencia de propósito en el pensamiento conduce al pensamiento pegajoso: cierto 
tipo de persistencia y un empobrecimiento general del pensar. Los pacientes 
hablan siempre de lo mismo y no se interesan por nada más. Hay un desbordamiento 
de pensamientos porque no pueden retener nada en sus mentes, una urgencia de 
pensar, acumulación de pensamientos. Los pacientes se sienten forzados a pensar. 
Estos fenómenos pueden aparecer en el mismo paciente que en otro momento sufre 
de obstrucción. El contenido de los pensamientos apremiantes es siempre el 
mismo.
• Afectividad: La deterioración emocional es muy importante. En los casos más 
graves los enfermos dejan de manifestar emociones. La indiferencia ante todo es 
el signo exterior de su condición. El instinto de conservación es nulo. En los 
casos más leves la indiferencia puede estar disimulada. Al comienzo de la 
enfermedad hay una hipersensibilidad, de modo que los pacientes se aíslan 
conciente y deliberadamente a modo de evitar todo lo que pueda suscitarles 
emociones. Pero sus emociones carecen de profundidad. Hay una indiferencia 
parcial ante intereses pasados. Se observan estados de ánimos básicos 
significativos. El estado puede ser de euforia, tristeza o ansiedad. Los 
pacientes mezclan exteriorizaciones de diferentes estados de ánimo. Pasan de un 
segundo a otro a exteriorizaciones de diferentes estados de ánimo, sin modificar 
el estado de ánimo básico. Rápida alteración y rigidez emocional. Las 
peculiaridades emocionales de la esquizofrenia incluyen la displicencia, la 
indiferencia, la irritabilidad, la gran labilidad afectiva (movilidad de humor, 
versatilidad), la aparición caprichosa de emociones. Pueden surgir todos los 
matices emocionales, con su fuerza intensa, cuando recuerdan el pasado. La 
capacidad psíquica de presentar emociones no ha desaparecido en la 
esquizofrenia. Con frecuencia se descubren impulsos eróticos. En vez de interés 
se encuentra curiosidad. En la esfera de la irritabilidad es donde mejor se 
conservan las emociones. Se puede conservar el amor maternal o paternal. También 
se hayan rezagos de sentimiento de simpatía por los demás. No se les reconoce ni 
modestia ni vergüenza. Son inaccesibles a las influencias y caprichosos. El 
énfasis emotivo en los procesos corporales están menos afectados. Son 
impermeables a las necesidades dolencias físicas. La mayoría no es conciente de 
sus trastornos afectivos y considera normal su reacción.
• Ambivalencia: Tendencia a otorgar a los psiquismos más diversos un índice 
positivo y uno negativo al mismo tiempo. Siempre está presente, y es una 
consecuencia de los trastornos de la asociación. En la ambivalencia afectiva el 
mismo suceso está acompañado de sentimientos agradables y desagradables. En la 
ambivalencia de voluntad el paciente quiere y no quiere hacer algo. En la 
ambivalencia intelectual el paciente afirma y niega lo mismo (“Soy Agostina, no 
soy Agostina”). Los pacientes no notan sus contradicciones. Piensan 
simultáneamente una cosa y su inversa. Las tres formas de ambivalencia no se 
distinguen fácilmente. La ambivalencia manifiesta todas las graduaciones hasta 
llegar al negativismo.
Funciones simples intactas: La sensación, la memoria, la conciencia, y la 
movilidad no están afectadas directamente. Las anomalías en estas esferas, que 
solo se detectan en pacientes avanzados, son solo secundarias, aunque a veces 
pueden dominar el cuadro clínico.
Funciones compuestas: la esquizofrenia se caracteriza por una peculiar 
alteración de la relación entre la vida interior del paciente y el mundo 
exterior. La vida interior adquiere preponderancia patológica (autismo).
• Relación con la realidad (autismo): Los esquizofrénicos graves viven en su 
propio mundo. Se encierran en sus deseos y anhelos, que consideran cumplidos, o 
se ocupan de las vicisitudes de sus ideas persecutorias. Este desapego de la 
realidad junto con la predominancia, relativa o absoluta, de la vida interior, 
se denomina autismo. No es totalmente impermeable con el entorno el paciente. 
Muchas veces el autismo también se manifiesta en su exterior (posición corporal 
y expresión). Los pacientes pueden tomar su mundo fantástico por real y la 
realidad por ilusión. Ya no creen en sus sentidos, y transforman la realidad por 
ilusiones y alucinaciones. Sin embargo los pacientes siguen actuando de acuerdo 
a la realidad.
• Atención: La atención se ve afectada como consecuencia de la afectividad. 
Mientras siga existiendo el interés, la atención será normal; pero cuando falta 
la disposición afectiva falta también el impulso a seguir los procesos externos 
e internos, a dirigir la marcha de las sensaciones y los pensamientos: no hay 
atención activa.
• Voluntad: La voluntad es la resultante de los diversos procesos afectivos – 
asociativos. Está alterada por la postración emocional fundamentalmente. Aún en 
los casos leves, los pacientes entran en colisión con su ambiente en razón de su 
abulia. Los pacientes parecen perezosos y negligentes porque ya no se sienten 
impulsados a hacer nada. También sufren de lo opuesto: la incapacidad del 
paciente para resistir a los impulsos que vienen de su interior. Llevan a la 
práctica cualquier deseo o fantasía inmediatamente. Evidencian displicencia, 
volubilidad y vacilación. En la esfera de la volición, la obstrucción es 
particularmente notable.
• Persona: La orientación autopsíquica es normal: los pacientes saben quienes 
son. Pero el ego nunca está totalmente intacto; particularmente la tendencia al 
desdoblamiento.
• “Demencia” esquizofrénica: El trastorno de la inteligencia está caracterizado 
por los trastornos de la afectividad y de las asociaciones. No aparece una 
pérdida definida de las imágenes de la memoria, por lo que está mal hablar de 
demencia.
La conducta esquizofrénica se caracteriza por la falta de interés, de 
iniciativa, y de una meta definida, por la adaptación inadecuada al medio 
ambiente, por la no consideración de muchos factores de la realidad, por la 
confusión, y por repentinas fantasías y peculiaridades. Lo notable en los casos 
leves, es su sensibilidad; pero igualmente están capacitados para vivir entre la 
gente normal. Los pacientes se apartan más y más de lo normal en su 
comportamiento, y se vuelven extravagantes. Tienen tendencia a la bufonería y a 
coleccionar cosas.
Síntomas accesorios: Los síntomas fundamentales no se manifiestan, en un 
comienzo, con la suficiente fuerza como para la internación; sino que son los 
síntomas accesorios los que llevan a consultar. Estos síntomas accesorio pueden 
presentarse durante todo el curso de la enfermedad, o solamente en períodos 
arbitrarios d ella. Son ellos los que proporcionan el sello exterior al cuadro 
patológico. Ellos incluyen: las alucinaciones e ideas delirantes, las 
perturbaciones de la función de la memoria y los cambios de la personalidad, el 
habla, escritura y varias funciones físicas modificadas, síntomas catatónicos.
• Ideas delirantes: se expresa todo lo que se teme y lo que se desea. El delirio 
de persecución es el que mayor se encuentra. La diferencia es que un 
esquizofrénico rara vez se cuestiona acerca de porque y como o persiguen. El 
delirio de grandeza es muy poco afectado por los hechos, por la posibilidad del 
cumplimiento de los deseos. El delirio de grandeza se combina con el delirio de 
persecución. Las aspiraciones eróticas se expresan en innumerables ideas 
delirantes. Los delirios eróticos consisten de una mezcla de ideas grandiosas y 
de persecución. Se puede ocultar bajo el delirio hipocondríaco o de ideas 
religiosas. Las ideas delirantes pueden durar unos pocos segundos como ideas 
morosas, o permanecer toda la vida si se tornan ideas fijas. Muchas ideas 
delirantes retroceden cuando pierden su valencia emocional por haber sido 
monótonamente repetidas. Los pacientes no corrigen sus ideas, sino que no 
piensan más en ellas.
• Alucinaciones e ilusiones: En los enfermos hospitalizados las ideas delirantes 
y las alucinaciones ocupan el primer plano. Las alucinaciones esquizofrénicas 
son de tipo auditivo y de sensaciones corporales mayoritariamente. Las 
alucinaciones táctiles, de olfato y de gusto son raras. Las alucinaciones 
visuales no son frecuentes e pacientes lúcidos, pero son comunes en pacientes e 
estado de obnubilación. El contenido de las alucinaciones puede ser provisto por 
cualquiera de las cosas que percibe la persona normal. Tampoco se presentan 
cosas muy complicadas, y por lo general están asociadas al placer o al dolor. 
Siempre se expresan los mismos deseos, temores y esperanzas. La alucinación 
auditiva más común es la del habla, las voces; a menudo se les concede 
existencia propia. Las voces suelen ser contradictorias, y por lo general 
critican. Hay “profecías” que también son expresados por las voces. Los 
pacientes escuchan sus propios pensamientos expresados por las voces. Por lo 
general escuchan frases breves o palabras aisladas, y son los pacientes los que 
le otorgan sentido. Por lo general aparece una voz buena y una mala. Aparecen 
sensaciones corporales muy fragmentadas, y también algunas sensaciones 
desconocidas para una persona normal. La ilusiones y alucinaciones kinésicas 
están en segundo plano. Los pacientes pueden pesar que están realizando una 
determinada acción y en realidad están quietos. Entre las alucinaciones 
corporales, las sexuales son las más frecuentes, aunque a veces están 
disimuladas. Las características de las alucinaciones esquizofrénicas son su 
intensidad, la claridad, la proyección, y el valor de la realidad. Son 
independientes entre sí, cada una puede variar dentro de los límites máximos sin 
modificar a las demás.
1. Intensidad: La intensidad no tiene relación con la atención obsesiva. La 
intensidad puede aumentar o disminuir con frecuencia según las oscilaciones de 
la enfermedad. La intensidad puede variar.
2. Claridad: La claridad puede aumentar o disminuir con frecuencia según las 
oscilaciones de la enfermedad. Suelen ser vagas, pero no perturban en absoluto 
el efecto subjetivo de la experiencia alucinatoria.
3. Proyección: La proyección puede aumentar o disminuir con frecuencia según las 
oscilaciones de la enfermedad. Muchas alucinaciones son proyectadas al exterior 
como percepciones reales, y no se las puede distinguir subjetivamente. Las 
alucinaciones de las sensaciones orgánicas ocupan u lugar especial: el cuerpo se 
convierte en el mundo exterior.
4. Valor de la realidad: Atribuyen realidad al contenido de las alucinaciones. 
Los pacientes no están seguros de escuchar realmente voces, o de obligarse a 
pensarlas. Por lo general las voces interiores no hablan, pero se sabe que dicen 
algo. Hay pacientes que ignoran las alucinaciones y hay pacientes que actúan 
como si ellas fuesen más reales que la realidad misma.
Psicosis basadas en el automatismo, De Clerambault (1925)
Resumen: 1° las psicosis crónicas de persecución, llamadas sistemáticas 
progresivas, no deben ser estudiadas aisladamente, sino junto con la psicosis 
alucinatoria crónica de hipocondría, de posesión y de influencia. 2° su fuente 
no se encuentra en la ideación ni tampoco en la afectividad: reconocen un origen 
histológico. Los elementos considerados hasta ahora como esenciales (temas 
ideativos, tonalidad afectiva, grado de sistematización) son accesorios; lo 
primordial es el elemento alucinatorio. 3° Las psicosis alucinatorias crónicas 
llamadas sistemáticas son resultado de procesos mecánicos extra conciente, y no 
productos de la conciencia. 4° De este modo estas psicosis se reintegran a la 
neurología. El automatismo mental es un síndrome clínico que contiene fenómenos 
automáticos de tres órdenes: motor, sensitivo e ideoverbal. Engloba a todos los 
tipos de alucinación conocidos, pero se prefiere utilizar el término automatismo 
verbal para hablar de alucinación. Este síndrome es el elemento inicial, 
fundamental, generador de las psicosis alucinatoria crónica. La idea dominante 
de la psicosis no es su generadora. El núcleo de dichas psicosis está en el 
automatismo, siendo la ideación algo secundario. En esta concepción se invierte 
la fórmula clásica de las psicosis. Son las alucinaciones las que crean las 
ideas de persecución. La mayor parte de los perseguidos alucinados son falsos 
perseguidos. Por otro lado vemos que los primeros trastornos experimentados en 
el terreno ideoverbal (especialmente el eco de pensamiento) son de tenor neutro 
y pueden persistir mucho tiempo, en ocasiones casi indefinidamente, sin 
modificar el carácter del enfermo y sin el agregado del delirio. El contenido 
ideativo de las alucinaciones ideoverbales tiende siempre a hacernos olvidar que 
lo único que importa científicamente es su mecanismo. Deben ser encaradas solo 
en bloque y asimiladas, en naturaleza, a las alucinaciones sensitivas de todo 
tipo, y a las alucinaciones motrices, constituyendo así estos tres grupos un 
triple automatismo de origen unívoco. Tal automatismo es una secuela tardía de 
una infección o una intoxicación. El proceso alucinatorio crónico es una secuela 
lejana de infecciones olvidadas o que pasaron desapercibidas; sin contar las 
condiciones constitucionales más que como predisponentes. El proceso 
alucinatorio sería una secuela tardía y sutil, resultado de efectividades 
insidiosas y sistemáticas. El ataque sufrido por las células es sutil y 
sistemático. Los nervios impactados de una misma afección van restringiéndose 
con la edad. Entre demencia y psicosis sistemática se extienden infinitud de 
casos que hacen que los casos extremos, diferentes por su tenor, son idénticos 
por su naturaleza. La lentitud del ataque es un factor de sutileza de la lesión, 
además favorece al juego de las efectividades solidarias. El período de latencia 
entre la infección y la psicosis, con la edad, e independientemente de la edad, 
es un factor de reparto sistemático; de sistematización en el sentido 
neurológico de la palabra. En un número de casos se establece confusión 
demencial, mientras que en otros se establece confusión paranoide. Las formas 
neurológicas más sistematizadas se observan en la edad adulta, los casos más 
jóvenes son menos regulares. La idea delirante es la acción de un intelecto y 
una afectividad, conservados sanos tanto el uno como el otro a los trastornos 
del automatismo, surgidos espontáneamente y que sorprenden a enfermo en la mayor 
parte de los casos en el pleno período de neutralidad afectiva y de quietud 
intelectual.
1. Dentro del automatismo sensitivo se incluyen todos los modos de sensibilidad. 
En general varios modos de sensibilidad son afectados simultáneamente. Sin 
embargo se encuentran automatismos monocordes. La intensidad, lo imprevisto, la 
constancia y la extrañeza de la sensación son las que incitan a estos sujetos 
débiles o seniles a tender hacia una explicación exógena. La interpretación 
recae sobre trastornos reales; pero sea cual fuere la sede del trastorno 
neurológico basal, siempre es el punto de llegada a la conciencia que lo 
psíquico se apodera de él, siendo por lo tanto lo mismo los fenómenos afectivos 
e intelectuales. Ante la pareja de idea más sensación es imposible juzgar si hay 
delirio interpretativo sobre sensaciones reales basales o delirio alucinatorio 
propiamente dicho. Las dosis respectivas de ambos factores son variables. La 
relación entre automatismo e ideas es la misma se trate de n automatismo 
sensitivo de orden sensorial, cenestésico o emotivo, de un automatismo motor o 
del automatismo mental propiamente dicho. En todos los casos el deliro no será 
más que una reacción casi obligatoria del psiquismo conservado intacto a 
trastornos neurológicos de orden inferior y de características subjetivamente 
insólitas artificiales.
2. Generalmente los trastornos cenestésicos son múltiples y polimorfos. 
Frecuentemente son provocados por una lesión visceral auténtica. Se presentan 
especialmente a la interpretación porque son innumerables, variados, indecibles, 
angustiantes por sí mismos, frecuentemente enigmáticos en todos los casos. Si 
antes de los trastornos cenestésicos intensos, el sujeto ya estaba dispuesto a 
la hipocondría, su delirio está trazado de antemano. La extrañeza de las 
explicaciones en el delirio corresponden a la extrañeza de las sensaciones. Esta 
extrañeza de sensaciones es muy estimulante para la imaginación, y pone en juego 
todas las latencias supersticiosas. Las doctrinas del momento y la actualidad 
influyen sobre las construcciones delirantes. El poseído cree llevar dentro de 
sí seres inteligentes. Sensaciones kinestésicas de todo tipo pueden dar lugar a 
un sentimiento de posesión, pero esta vez de posesión externa. Lo mismo ocurre 
con sensaciones emocionales sin causa, no previstas por el enfermo y no 
reconocidas como propias. La tendencia a la explicación exógena se lleva al 
extremo y se desarrolla como la idea de persecución en algunos casos. 
Transiciones continuas enlazan los delirios hipocondríacos, de posesión y de 
persecución. Estas transiciones se observan en el orden afectivo, en el orden 
sensitivo y en el orden ideativo. La elección de delirio depende de las 
modalidades intrínsecas de la sensación inicial, el carácter previo del sujeto, 
y sus ideas y las idas ambientales.
3. Las alucinaciones visuales muy rara vez se dan aisladamente. Aisladas o 
asociadas a otras alucinaciones difieren de ellas en que la noción d su 
irrealidad forma parte de su apercepción. Son intrínsicamente neutras: la 
ansiedad la disipa, un estado de euforia las favorece. La alucinosis es la 
producción crónica de alucinaciones en un sujeto pero sin interpretación, se 
acompaña de un estado afectivo neutro. L sujeto sufre los fenómenos sin ubicar 
la causa, los sufre con un leve asombro, sin que le inquieten en absoluto las 
dudas sobre su realidad. El sujeto termina por ceder a las explicaciones, todas 
fantasmáticas, que se ofrecen y que s ele imponen; no se puede trazar 
delimitación entre credulidad y delirio.
4. La constructividad delirante tiene por causas: la forma afectiva del sujeto, 
su forma intelectual, la concordancia entre la tonalidad alucinatoria y las 
disposiciones intelectuales y afectivas. La intensidad de la alucinación 
contribuirá a la intensidad del delirio. La naturaleza y la riqueza de la 
construcción delirante son función de tres órdenes de causas: modalidades 
alucinatorias, modalidades psíquicas, y congruencia entre distintas modalidades.
Las alucinaciones deben asentarse entre las zonas más elevadas, donde reside la 
representación del yo y cuya negación engendra la idea de negación corporal, la 
pérdida de la visión mental. La asociación de las alucinaciones, al igual que su 
nacimiento, se explica por causas orgánicas y no por la ideogénesis. Hay una 
diferencia entre la percepción normal y la percepción ilusoria. Las sensaciones 
alucinatorias son generalmente menos agudas, menos precisas y menos dolorosas 
que las normales. La repercusión emotiva de los suplicios que dicen sentir es 
mediocre. Hay una inquietud de fondo en estos enfermos. En la mayor parte de las 
sensaciones alucinatorias de los crónicos existe un carácter particular de 
incompletud. El carácter de extranjería se liga a la extrañeza. Los trastornos 
ideativos, ideoverbales y sensoriales, tomados en bloque o examinados en 
detalle, tienen un origen y un desarrollo mecánico, que se presentan a la 
conciencia como elementos espontáneos, autónomos y parasitarios, que sirven de 
base a una cogitación reaccional y racional, exactamente igual que los fenómenos 
sensitivos o motores; y que la disposición sistemática de las ideas desde la 
perspectiva patogénica es un fenómeno de último orden. Buena parte de la 
ideación elabora mecánicamente en el subconsciente, revelándose a la conciencia 
solo por sus resultados últimos, dispuestos y organizados, a menudo de 
naturaliza imprevista y de calidad importuna. En este estadio, la ideación 
delirante del sujeto puede escindirse teóricamente en dos partes: una personal, 
reactiva y no mórbida, la otra parasitaria y a menudo antagonista. La primera es 
la reacción a diversos automatismos, la segunda es íntegramente automática. 
Entre estas dos personalidades tienen lugar intercambios continuos. Se llama 
“síndrome de pasividad” a estos fenómenos cuando emergen en conciencia. Este 
término tiene la virtud de aplicarse a la ideación neoplásica que es sufrida por 
el enfermo. El síndrome de pasividad es un conjunto de fenómenos totalmente 
orgánicos: la psicosis que resulta de ellos es de naturaleza totalmente mecánica 
tanto en el punto de partida como en el desarrollo. Los procesos psicológicos no 
aparecen allí sino subsidiariamente. El síndrome de pasividad en un comienzo 
sorprende al sujeto con un estado de ánimo neutral, y los mismos trastornos 
iniciales son neutros. El desarrollo de las ideas delirantes solo tiene lugar 
allí donde las tendencias aferentes preexistían en proporción a dichas 
tendencias. El carácter paranoico es en principio congénito, aunque a veces 
puede ser adquirido. 
Introducción a la clínica psicoanalítica 
Introducción al narcisismo
La diferencia entre la neurosis y la psicosis está dada por el punto de 
fijación. Freud define narcisismo como aquella conducta por la cual el individuo 
da a su cuerpo un trato parecido al que daría al cuerpo d un objeto sexual: lo 
mira con complacencia sexual, lo acaricia, lo mima, hasta que gracias a estos 
manejos alcanza la satisfacción plena. El narcisismo entra dentro del desarrollo 
sexual regular del hombre. El narcisismo, en este sentido, no sería una 
perversión, sino el complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de 
autoconservación, de la que se atribuye una porción a todo ser vivo. Los 
parafrénicos (esquizofrénicos de Bleuer) muestran dos rasgos fundamentales de 
carácter: delirio de grandeza y el extrañamiento de su interés respecto del 
mundo exterior (personas y cosas). Esta última alteración los hace inmune al 
psicoanálisis, los vuelve incurables. Los neuróticos también han cancelado, en 
cierta forma, el vínculo con la realidad. Pero el análisis muestra que, aunque 
hayan cancelado el vínculo erótico con personas y cosas, aún lo conservan en la 
fantasía. Han sustituido los objetos reales por objetos imaginarios de su 
recuerdo o los han mezclados con estos, por un lado; y por el otro han 
renunciado a emprender las acciones motrices que le permitirían conseguir sus 
fines en esos objetos. A todo este proceso Freud lo llama introversión de la 
libido. Con esto Freud inaugura una nueva forma de represión: la introversión. 
Los parafrénicos parecen haber retirado realmente su libido de las personas y 
las cosas del mundo exterior, pero sin sustituirlas por otras en su fantasía. 
Hacer la regresión en la fantasía permanece dentro de la elección de objeto. En 
la esquizofrenia, el destino de la libido retirada de los objetos, fue conducida 
al yo, y generó el delirio de grandeza. Este delirio de grandeza, es un estado 
exacerbado del narcisismo primario. El narcisismo que nace por replegamiento de 
las investiduras de objeto como un narcisismo secundario, que se edifica sobre 
las bases de otro, primario, oscurecido por múltiples influencias. En la vida 
anímica de los niños y de los pueblos primitivos podemos encontrar algunas 
características de los delirios de grandeza: sobreestimación del poder de sus 
deseos y sus actos psíquicos, la omnipotencia de los pensamientos, una fe en la 
virtud ensalmadora de las palabras, y una técnica dirigida al mundo exterior, la 
“magia”. La investidura originaria del yo es cedida a los objetos en forma de 
seudópodos, pero siempre algo se conserva en el yo. La oposición entre libido 
yoica y libido objetal establece que cuanto más gasta una, más se empobrece la 
otra. Las energías psíquicas que al comienzo están juntas en el estado de 
narcisismo y son indiscernibles, solo con la investidura de objeto se vuelve 
posible diferenciar una energía sexual, la libido, de una energía de las 
pulsiones yoicas. El ejemplo de la libido máxima puesta en el objeto es el 
enamoramiento, y de la libido puesta en el yo es la fantasía del fin del mundo. 
No está presente desde el principio una unidad comparable al yo en el individuo; 
el yo tiene que ser desarrollado. Las pulsiones autoerótica son iniciales, 
primordiales; por lo tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva 
acción psíquica, para que el narcisismo se construya. Freud deja esta nueva 
acción psíquica enigmática. La separación de la libido en una que es propia del 
yo y una endosada a los objetos es la insoslayable prolongación de un primer 
supuesto que dividió pulsiones sexuales y pulsiones yoicas. 
Tótem y Tabú: algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y los 
neuróticos. 
Freud se propone elucidar el mecanismo de la génesis de la religión. El totémico 
es un sistema entre ciertos pueblos primitivos que hace las veces de una 
religión y otorga las bases para una organización social. El totemismo es una 
identificación de hombre con su tótem. Freud toma dos autores que hablaron 
previamente del totemismo. Reinach postuló una serie de mandamientos totémicos, 
que incluye la creencia de los salvajes que descienden del animal totémico y el 
tabú de matarlo, con excepción del boquete totémico. Frazer, por su parte, 
aportó tres tipos distintos de tótems, la concepción de que el totemismo es 
tanto un sistema religioso como un sistema social, y la creencia en que el 
animal totémico es un antepasado en común que protege a la tribu. El aspecto 
social del totemismo se plasma sobretodo en un mandamiento social de rigurosa 
observancia y una enorme restricción: los miembros de un clan totémico son 
hermanos y hermanas, y están obligados a ayudarse y protegerse mutuamente. El 
tabú corresponde a la prohibición de casarse y de mantener relaciones sexuales 
entre miembros de un mismo clan. Es la famosa exogamia enlazada con el 
totemismo. El concepto de tótem se vuelve decisivo para la articulación y 
organización de la tribu. Bajo ciertas condiciones, y en aparente contradicción 
con la prohibición de comer al tótem, se produzca una suerte de goce ceremonial 
de su carne. El aspecto social más importante de esta articulación totemista de 
la tribu consiste en que a ella se conectan determinadas normas establecidas por 
costumbres para el comercio recíproco entre grupos. Entre esas normas, en 
primera línea, las que rigen el intercambio matrimonial. La exogamia emerge por 
primera vez en la época totemista. Los tótems fueron originalmente animales y 
eran considerados antepasados de cada linaje. El tótem se heredaba solo por la 
línea femenina; estaba prohibido matar y/o comer al tótem. Los miembros del clan 
totémico tenían prohibido mantener comercio sexual recíproco. El totemismo es un 
sistema primitivo tanto de religión como de sociedad. Como sistema de religión 
comprende la unión mística del salvaje con su tótem; como sistema de sociedad 
comprende las relaciones que hombres y mujeres establecen entre sí y con los 
miembros de otros grupos totémicos. Y con relación con estos dos aspectos del 
sistema están las dos pruebas directas o cánones del totemismo: la regla de que 
un hombre no puede ni matar ni comer a su animal totémico, y la regla de que no 
puede casarse ni cohabitar con una mujer del mismo tótem. Freud plantea que 
existen tres teorías que intentan dar respuesta a la pregunta por el origen del 
totemismo. Estas se dividen en:
• Teorías nominalistas: propone que los tótems habrían surgido mediante emblemas 
heráldicos mediante los cale los individuos, las familias y los linajes querían 
distinguirse unos de otros. El carácter del tótem es el de unos signos de 
escritura fácilmente figurables. Al llevar el nombre de un animal, derivaron en 
la idea que tenían un parentesco con este último.
• Teorías sociológicas: el tótem es el representante visible de la religión de 
estos pueblos, corporizan la comunidad, que es el verdadero objeto de 
veneración.
• Teorías psicológicas: el tótem cumple el lugar de un “alma exterior”; un lugar 
de refugio para el alma que la mantiene a salvo. También responde a la falta de 
conexión entre el coito y la procreación: responde al animal que ocupaba la 
fantasía de la mujer la primera vez que se sintió madre. El hombre no comería al 
tótem porque se estaría comiendo a sí mismo, solo lo haría para afianzar la 
identificación con él.
Freud está en desacuerdo con estas tres propuestas. A través de casos de 
zoofobia infantil Freud comprueba que lo niños desplazan ciertos sentimientos 
desde el padre hacia un animal. En estos casos el odio al padre proveniente de 
la rivalidad por la madre no puede difundirse desinhibido en la vía anímica del 
niño: tiene que luchar con la ternura y admiración que desde siempre sintió 
hacia esa misma persona. El niño se encuentra en una actitud de sentimiento de 
sentido doble, ambivalente, hacia el padre; y en ese conflicto de ambivalencia 
se procura un alivio si desplaza sus sentimientos hostiles y angustiados sobre 
un subrogado del padre. El desplazamiento no puede tramitar ese conflicto 
estableciendo una separación entre sentimientos hostiles y tiernos. El conflicto 
continúa entorno al objeto de desplazamiento, de este último se apropia la 
ambivalencia. Los intereses totemistas no despertaron directamente en el 
contexto del complejo de Edipo, sino en el complejo de castración. Tanto en el 
complejo de Edipo como en el de castración el padre desempeña el papel de 
oponente a los intereses sexuales. El psicoanálisis anuda a este punto todo 
intento de explicación del totemismo. Si el animal totémico es el padre, los dos 
principales mandamientos del totemismo, el de no matar al tótem y no usar 
sexualmente ninguna mujer que pertenezca a él, coincide por su contenido con los 
dos crímenes del Edipo, quién mató a su padre y tomó a su madre como mujer; y 
con los dos deseos primordiales del niño, cuya represión insuficiente es el 
núcleo de toda psiconeurosis. William Robertson Smith plantea la teoría del 
banquete totémico. En un primer momento el sacrificio no era otra cosa que un 
acto de socialidad entre el animal totémico y sus adoradores. El poder ético del 
banquete público descansaba en antiquísimas representaciones acerca del 
significado de comer y beber en común. Si se compartía el banquete con su dios 
expresaba el convencimiento que se era de una misma sustancia con él. Una vida 
que ningún individuo tiene derecho a eliminar y solo puede ser sacrificada con 
la complicidad y participación de todos los miembros del clan; esa es la vida 
del tótem. El animal sacrificial era tratado como un miembro del mismo linaje, 
tenían la misma sangre. El sagrado misterio de la muerte sacrificial se 
justifica por el lazo que une a los participantes con su dios; ese lazo no es 
otra cosa que la vida de la víctima, que mora en su carne y en su sangre, y es 
distribuido entre todos en virtud del banquete sacrificial. Esta es la base de 
todas las uniones de sangre. La acción prohibida solo se legitima con la acción 
de todos. Consumada la muerte, el animal es llorado y lamentado; un lamento 
compulsivo, inspirado en el miedo de una posible represalia. El psicoanálisis 
revela que el animal totémico es el sustituto del padre, y se caracteriza, al 
igual que el complejo paterno, por los sentimientos ambivalentes. En un comienzo 
hay un padre violento que se reserva todas las hembras para sí, y expulsa a los 
hijos varones, condenándolos a la abstinencia. Un día los hermanos expulsados se 
aliaron, mataron y devoraron al padre: unidos llevaron a cabo lo que 
individualmente no podían. El padre primordial era envidiado y temido, y en el 
acto de devorarlo se afianzaba la identificación con él. El banquete totémico, 
la primera fiesta de la humanidad, es el recordatorio de aquella hazaña 
memorable y criminal con la cual tuvieron comienzo las organizaciones sociales, 
las limitaciones éticas y la religión. Tras eliminar al padre, tras satisfacer 
su odio e imponer su deseo, aparecieron las mociones tiernas en la forma del 
arrepentimiento, y apreció la conciencia de culpa, que tiene que ver con el 
arrepentimiento sentido en común. El muerto se volvió aún más fuerte de lo que 
fuera en vida. Lo que antes él prohibía con su existencia, ahora ellos se lo 
prohibían con la situación psíquica de la obediencia de efecto retardado. 
Revocaron su hazaña declarada no permitida la muerte del sustituto paterno y 
renunciando a su fruto, las mujeres. Desde la conciencia de culpa del hijo varón 
crearon los dos tabúes fundamentales del totemismo, que coinciden con los del 
complejo de Edipo necesariamente. El tabú del animal totémico descansa en el 
sentimiento, mientras que la prohibición del incesto tiene un fundamento 
práctico. Fue lo que mantuvo a los hermanos unidos, y salvó la organización que 
los hizo fuertes.es un primer intento de religión porque se figura la necesidad 
de arrepentimiento frente al padre, para intentar calmar el ardiente sentimiento 
de culpa y conseguir una reconciliación con el padre. La religión no solo 
muestra el arrepentimiento y los sentimientos de culpa, sino que recuerdan la 
historia sobre el padre. El animal totémico es una primera forma de sustituto 
del padre, que luego se desarrollo y devino en un dios a terrenal y recuperó su 
forma humana. La familia fue una restauración de la antigua horda primordial y 
devolvió a los padres un fragmento de sus anteriores derechos, pero no fueron 
resignadas las conquistas del clan fraterno, por estos nuevos padres. El 
desarrollo de las religiones posteriores mantuvo la culpa del hijo varón, y el 
desafío ante el padre. En conclusión podemos decir que en el complejo de Edipo 
se conjugan los mismos comienzos que la religión, la eticidad, la sociedad y el 
arte. 
Seminario 1: Los escritos técnico de Freud
Lacan usa tres sistemas de referencia para comprender la técnica freudiana. 
Lacan propone que una de las cosas que se debe evitar es comprender demasiado, 
comprender más de lo que hay en el discurso del sujeto. No es lo mismo imaginar 
comprender que interpretar. Es lo contrario. Las puertas de la comprensión 
analítica se abren en base a un cierto rechazo de la comprensión. Todo el 
problema reside en la articulación de lo simbólico y lo imaginario en la 
constitución de lo real. El estadio del espejo no es solo un momento de 
desarrollo. Cumple una función ejemplar de revelar relaciones del sujeto con su 
imagen. Freud rechaza ubicar físicamente una localidad psíquica para todo su 
esquema del aparato. Lacan toma un esquema de la óptica para explicar el estadío 
del espejo. Las imágenes puramente subjetivas son llamadas imágenes virtuales; 
otras son imágenes reales se comportan en ciertos aspectos como objetos y pueden 
ser considerado como tales Se pueden producir imágenes virtuales de los objetos 
que son imágenes reales. En esos casos, el objeto que es la imagen real recibe 
el nombre de objeto virtual. Para que haya óptica es preciso que a cada punto 
dado en el espacio real le corresponda un punto, solo uno, en el espacio 
imaginario. El espacio real y el espacio imaginario se confunden; la 
subjetividad está constantemente comprometida. Por ejemplo cuando se ve un arco 
iris se ve algo totalmente subjetivo, pero gracias a una cámara fotográfica, se 
lo puede registrar objetivamente. Un espejo esférico produce una imagen real. A 
cada punto de un rayo luminoso proveniente de un punto cualquiera de un objeto 
situado a cierta distancia le corresponde en el mismo plano otro punto luminoso 
se reproduce una imagen real del objeto. El ramillete se refleja en la 
superficie esférica, para aparecer en el punto luminoso simétrico. Dada la 
propiedad de la superficie esférica, todos los rayos que emanan de un punto dado 
aparecen en el mismo punto simétrico: con todos los rayos ocurre lo mismo. Se 
forma así una imagen real. Más allá del ojo los rayos continúan su trayectoria, 
y vuelven a divergir. Pero para el ojo son convergentes y producen una imagen 
real, pues la característica de los rayos que impresionan un ojo en forma 
convergente es la de producir una imagen real. Convergen cuando llegan al ojo, 
divergen cuando se alejan de él. Si los rayos impresionan el ojo en sentido 
contrario, se forma entonces una imagen virtual. Es lo que sucede cuando se mira 
una imagen en el espejo: se ve allí donde no está. Aquí, por el contrario, se ve 
allí donde está, siempre y cuando el ojo se encuentre en el campo de los rayos 
que ya se han cruzado en el punto correspondiente. Se ve aparecer un ramillete 
imaginario en la boca del florero; y no se alcanza a ver el ramillete real. Se 
tiene un sensación de realidad, sintiendo al mismo tiempo que hay algo extraño, 
confuso. El dominio del yo primitivo se construye por clivaje, por distinción 
respecto del mundo exterior: lo que está incluido en el exterior se distingue de 
lo que se ha rechazado mediante los procesos de exclusión (aufstossung) y de 
proyección. En primer plano esas nociones son las de continente y contenido. Por 
esta razón, la relación entre el florero y las flores sirve como una metáfora. 
Durante el proceso de maduración fisiológica, en un momento determinado de su 
historia, el sujeto logra integrar efectivamente sus funciones motoras y acceder 
a un dominio real de su cuerpo, prematuro respecto al dominio real. Esta 
formación se desvincula del proceso de maduración y no se confunde con él. El 
sujeto anticipa la culminación del dominio psicológico, y esta anticipación dará 
su estilo al ejercicio ulterior del dominio motor efectivo. Es esta la aventura 
imaginaria por la cual el hombre, por vez primera, experimenta que él se ve, se 
refleja y se concibe como distinto, otro de lo que él es: dimensión esencial de 
lo humano, que estructura el conjunto de su vida fatasmática. En el origen 
suponemos todos los ellos, objetos, instintos, deseos, tendencias, etc. Se trata 
de la realidad pura y simple, que en nada se delimita, que no puede ser objeto 
aún de definición alguna. Que no es ni buena ni mala, sino a la vez caótica y 
absoluta, originaria. Aquí es donde la imagen de cuerpo le ofrece al sujeto la 
primera forma que le permite ubicar lo que es y lo que no es del yo. La imagen 
del cuerpo es como el florero imaginario que contiene el ramillete de flores 
real. Para que la ilusión se produzca, para que se constituya ante el ojo que 
mira, un mundo donde lo imaginario pueda incluir lo real, y a la vez formularlo; 
donde lo real pueda incluir y a la vez situar lo imaginario, es preciso cumplir 
con una condición: el ojo debe ocupar cierta posición, debe estar en el interior 
del cono. Si está fuera del cono no verá lo que es imaginario, porque nada 
proveniente del cono le impactará. Verá las cosas tal como son, en su estado 
real, al desnudo. La caja representa el cuerpo. El ramillete son los instintos y 
los deseos. El ojo es el símbolo del sujeto. En la relación entre lo imaginario 
y lo real, y en la constitución del mundo que de ella resulta, todo depende de 
la situación del sujeto. La situación del sujeto está caracterizada por su lugar 
en el mundo simbólico; en el mundo de la palabra. De ese lugar depende que el 
sujeto tenga o no el derecho a llamarse Pedro. Según el caso, estará o no en el 
campo del cono.
El florero será reproducido por el juego de reflexión de los rayos por una 
imagen real, no virtual, que el ojo puede enfocar. Si el ojo se acomoda al nivel 
de las flores, verá la imagen real del florero rodeando del ramillete, 
confiriéndole estilo y unidad; reflejo de la unidad del cuerpo. La definición de 
imagen en óptica dice que a cada punto del objeto le corresponde un punto de la 
imagen, y todos los rayos provenientes de un punto deben cruzarse en un punto 
único en algún lado. Es preciso que el sujeto se ubique en cierto ángulo. La 
cuestión trata de la relación entre la constitución de la realidad y la forma 
del cuerpo. Existen dos narcisismos: en primer lugar uno en relación a la imagen 
corporal. Esta imagen es idéntica para el conjunto de los mecanismos del sujeto 
y confiere su forma, en tanto hombre y no caballo. Ella hace la unidad del 
sujeto. Este primer narcisismo se sitúa a nivel de la imagen real, en tanto que 
esta imagen permite organizar el conjunto de la realidad en cierto número de 
marcos preformados. Este funcionamiento es completamente diferente entre el 
hombre y el animal. En el hombre, la reflexión en el espejo, manifiesta una 
posibilidad noética originaria, e introduce un segundo narcisismo. Su patrón 
fundamental es de inmediato la relación con el otro. El otro tiene para el 
hombre un valor cautivador, dada la anticipación que representa la imagen 
unitaria tal como ella es percibida en el espejo, o bien en la realidad toda del 
semejante. El otro, alter ego, se confunde en mayor o menor grado, según las 
etapas de la vida, con el ich – ideal, el Ideal del Yo. La imagen en el espejo 
es el Ideal del Yo. La identificación narcisista, la del segundo narcisismo, es 
la identificación al otro que, en el caso normal, permite al hombre situar con 
precisión su relación imaginaria y libidinal con el mundo en general. Esto es lo 
que le permite ver en su lugar y estructurar su ser en función de ese lugar en 
el mundo. Su ser libidinal; el sujeto ve su ser en una reflexión en relación al 
otro, en relación al Ideal del Yo. Las funciones del yo deben diferenciarse: por 
una parte desempeñan para el hombre, como para todos los demás seres vivos, un 
papel fundamental en la estructuración de la realidad; por otra, debe pasar en 
el hombre por esa alienación fundamental que constituye la imagen reflejada de 
sí mismo que es el Ur – Ich, forma originaria del Ich – Ideal como de la 
relación con el otro. La estricta relación entre objeto e Ideal del Yo, es una 
de las nociones fundamentales de la obra freudiana. En la carga amorosa, el 
objeto amado equivale, estrictamente, debido a la captación del sujeto que 
opera, al Ideal del Yo.
Ese Ideal animal nos ofrece una visión de completitud, de realización, porque 
supone el ajuste perfecto. El desarrollo del funcionamiento instintual nos 
muestra la extrema importancia de la imagen. El sujeto animal está como captado 
por una gestalt. El sujeto se identifica literalmente al estímulo 
desencadenante. En el momento de apareo, el sujeto es totalmente idéntico a la 
imagen a la que dirige el desencadenamiento completo de determinado 
comportamiento motor, el cual produce y remite al compañero, en determinado 
estilo, la orden que le hace continuar la otra parte de la danza. La 
manifestación natural de este mundo cerrado de dos ilustra la conjunción de la 
libido objetal y la libido narcisística. El apego de cada objeto para con el 
otro está hecho de la fijación narcisística a esa imagen, porque esa imagen, y 
solo esa, es lo que él esperaba. En el orden de los seres vivos, solo un 
compañero de la misma especia puede desencadenar esa forma especial llamada 
comportamiento sexual. En el mundo animal, todo el ciclo del comportamiento 
sexual está dominado por lo imaginario. Por otra parte, es en el comportamiento 
sexual donde se manifiesta la mayor posibilidad de desplazamiento, incluso en el 
animal. La posibilidad de desplazamiento, la dimensión imaginaria, ilusoria, es 
esencial a todo lo que pertenece al orden de los comportamientos sexuales. En el 
hombre esta imagen podría ser el Ideal – ich. La imagen real puede ser producida 
por el espejo esférico, ser vista en su lugar, insertarse en el mundo de los 
objetos reales, aportar incluso a estos objetos reales una ordenación 
imaginaria, incluirlos, excluirlos, situarlos, completarlos. Esto no es más que 
el fenómeno imaginario detallado para el animal. El animal hace coincidir un 
objeto real con la imagen que está en él. La coincidencia entre imagen real y 
objeto la refuerza, le da cuerpo, la encarna. En ese momento se desencadenan 
comportamientos que guiarán al sujeto hacia su objeto, por intermedio de la 
imagen. La manifestación de la función sexual en el hombre se caracteriza por un 
desorden inminente. Existe una especie de juego de escondite entre la imagen y 
su objeto normal, suponiendo que adoptemos el ideal de una normal en el 
funcionamiento de la sexualidad. La imagen real solo puede verse de manera 
consistente en determinado campo del espacio real del aparato, el campo que está 
delante del aparato constituido por el espejo esférico y el ramillete invertido. 
La visión de una imagen en el espejo plano es exactamente equivalente, para el 
sujeto, a lo que sería la imagen del objeto real para un espectador que 
estuviese más allá de ese espejo, en el lugar mismo en el que el sujeto ve su 
imagen. Podemos reemplazar el sujeto por un sujeto virtual situado en el 
interior del cono que delimita la posibilidad de la ilusión, o sea en el campo 
x’ y’. El aparato inventado por Lacan muestra que, estando colocado en un punto 
muy cercano a la imagen real, puede vérsela en el espejo en estado de imagen 
virtual. Eso es lo que se produce en el hombre, dejando como resultado una 
simetría muy particular. El sujeto virtual, reflejo del ojo mítico, es decir, el 
otro que somos, está allí donde primero hemos visto a nuestro ego: fuera 
nuestro, en la forma humana. Esta forma está fuera nuestro, no en tanto está 
hecha para captar un comportamiento sexual, sino en tanto está fundamentalmente 
vinculada con la impotencia primitiva del ser humano. El ser humano solo ve su 
forma realizada, total, el espejismo de sí mismo, fuera de sí mismo. Lo que el 
sujeto ve en el espejo es una imagen nítida, o bien fragmentada, inconsistente, 
incompleta. Esto depende de su posición en torno a la imagen real. Solo en el 
cono puede obtenerse una imagen nítida. De la inclinación del espejo depende que 
veamos más o menos perfectamente la imagen. En cuanto al espectador virtual, 
basta con que el espejo plano esté inclinado de cierta forma para que esté en el 
campo desde donde se ve muy mal. Por este solo hecho, ustedes también ven muy 
mal la imagen en el espejo. Digamos que esto representa la difícil acomodación 
de lo imaginario en el hombre. Podemos suponer ahora que la inclinación del 
espejo plano está dirigida por la voz del otro. Esto no existe al nivel del 
estadio del espejo, sino que se ha realizado posteriormente en nuestra relación 
con el otro en su conjunto: la relación simbólica. Pueden comprender entonces 
que la regulación de lo imaginario depende de algo que está situado de modo 
trascendente, siendo lo trascendente en esta ocasión el vínculo simbólico entre 
los seres humanos. El vínculo simbólico es lo que nos define socialmente por 
medio de la ley. Situamos a través de simbólicos, nuestros diferentes yos: los 
unos respecto de los otros. Estamos en determinada relación simbólica que es 
compleja, según los diferentes planos en que nos coloquemos. La relación 
simbólica define la posición del sujeto como vidente. La palabra, la función 
simbólica, define el mayor o menor grado de perfección, de completitud, de 
aproximación de lo imaginario. La distinción se efectúa entre el Ideal – ich y 
el ich – Ideal, entre Yo Ideal e ideal del Yo. El Ideal del Yo dirige el juego 
de las relaciones de las que depende toda la relación con el otro. Y de esta 
relación con el otro depende el carácter más o menos satisfactorio de la 
estructuración imaginaria. Semejante esquema ilustra que lo imaginario y lo real 
actúan al mismo nivel. Una coincidencia entre ciertas imágenes y lo real. Los 
objetos reales, que pasan por intermedio del espejo y a través de él, están en 
el mismo lugar que el objeto imaginario. Lo propio de la imagen es la carga por 
al libido. Se llama caga libidinal a aquello por lo cual un objeto deviene 
deseable, es decir, aquello por lo cual se confunde con esa imagen que llevamos 
en nosotros, de diversos modos, y en forma más o menos estructurada. Según la 
inclinación del espejo, la imagen en el espejo esférico se obtiene, en forma más 
o menos bien lograda, en el centro o en los bordes. En el hombre no puede 
establecerse ninguna regulación imaginaria, verdaderamente eficaz y completa, si 
no es mediante la intervención de otra dimensión. Esto es lo que busca, al menos 
míticamente, el análisis. Un guía que esté más allá de lo imaginario, a nivel 
del plano simbólico, del intercambio legal, que solo puede encarnarse a través 
del intercambio verbal entre los seres humanos. Ese guía que se dirige al sujeto 
es el Ideal del Yo. La transferencia ocurre en el plano imaginario. El amor 
también es un fenómeno que ocurre a nivel de lo imaginario, y que provoca una 
verdadera subducción de lo simbólico, algo así como una anulación, una 
perturbación de la función del Ideal del Yo. El amor vuelve a abrir las puertas 
a la perfección. El Ideal del Yo es el otro en tanto hablante, el otro en tanto 
tiene conmigo una relación simbólica, sublimada; es a la vez semejante y 
diferente a la libido imaginaria. El intercambio simbólico es lo que vincula 
entre sí a los seres humanos, o sea la palabra, y en tanto tal permite 
identificar al sujeto. El ich – Ideal, en tanto hablante, puede llegar a 
situarse en el mundo de los objetos en tanto Ideal – ich, en el nivel donde 
puede producirse una captación narcisística. “Cuando se está enamorado, se está 
loco”. En el amor se ama al propio yo, al propio yo realizado a nivel 
imaginario. La producción de la transferencia tiene un carácter absolutamente 
universal, verdaderamente automático, mientras que las exigencias del amor son 
específicas. No todos los días encontramos lo que está hecho de tal modo que 
pueda brindarnos justo la imagen de nuestro deseo. 
Seminario 3: Las Psicosis
El discurso concreto es el lenguaje real. Los registros de lo simbólico y de lo 
imaginario los encontramos en los otros dos términos con los que articula la 
estructura del lenguaje: el significado y el significante. El material 
significante es lo simbólico. Lacan refuta la existencia de las lenguas 
artificiales, que intentan moldearse sobre la significación, razón por la cual 
no suelen ser utilizadas. El significante puede quedar metido ahí dentro a 
partir del momento en que le dan una significación, en que crean otro 
significante en tanto que significante, algo en esa función de significación. No 
hay dudas de que la significación es de la índole de lo imaginario. Es, al igual 
de lo imaginario, a fin de cuentas, siempre evanescente, porque está ligada 
estrictamente a lo que les interesa, a aquello en lo que están metidos. Pero, 
gracias a la existencia del significante, vuestra pequeña significación personal 
los arrastra mucho más lejos. Cuando habla el sujeto tiene a su disposición el 
conjunto del material de la lengua, y a partir de allí se forma el discurso 
concreto. Hay primero un conjunto sincrónico, la lengua en tanto sistema 
simultáneo de grupos de oposiciones estructurados, tenemos después lo que ocurre 
diacrónicamente, en el tiempo, que es el discurso. No podemos no poner el 
discurso en determinada dirección del tiempo, dirección defina de manera lineal. 
Es cierto que no hay discurso sin cierto orden temporal, y en consecuencia sin 
cierta sucesión concreta; aún cuando sea virtual. Pero no es totalmente exacto 
que sea una simple línea, es más probable que sea un conjunto de líneas, un 
pentagrama. El discurso se instala en este diacronismo. La existencia sincrónica 
del significante está caracterizada suficientemente en el hablar delirante. El 
libro de Schreber señala las palabras que adquirieron para el sujeto ese peso 
tan particular: Lacan lo llama una erotización: cuando el significante está 
cargado de este modo, el sujeto se da cuenta perfectamente. A nivel de la 
significación, la injuria es siempre una ruptura del sistema del lenguaje, la 
palabra amorosa también. Esta significación remite a otra significación. Es 
precisamente lo que aquí caracteriza la alusión. Puede que ella misma no esté 
segura de la significación, y que esta remite, no tanto a un sistema de 
significación continúo y ajustable, sino a la significación en tanto inefable, a 
la significación intrínseca de su realidad propia, de su fragmentación personal. 
Luego, está en lo real, la articulación real de verdad verdad, que por un juego 
de manos pasa a otro. La palabra real, la palabra en tanto articulada, aparece 
en otro punto del campo, pero no en cualquiera, sino en el otro, la marioneta, 
en tanto que elemento del mundo exterior. El S mayúscula, cuyo medio es la 
palabra, está la persona real en tanto que ante uno ocupa un lugar, está lo que 
ven, que manifiestamente los cautiva, y es capaz de hacer que de repente se 
echen en sus brazos, acto inconsiderado que es del orden imaginario; y luego 
está el Otro, que también puede ser el sujeto, pero que no es el reflejo de lo 
que tiene enfrente, y tampoco es simplemente lo que se produce cuando se ven 
verse. Eso quiere decir el inconsciente. Existe la alteridad del Otro que 
corresponde al S, es decir al gran Otro, sujeto que no conocemos, el Otro que es 
de la índole de lo simbólico, el Otro al que nos dirigimos más allá de lo que 
vemos. En el medio están los objetos. Y luego, a nivel del S hay algo que es de 
la dimensión de lo imaginario, el yo y el cuerpo, fragmentado o no, pero más 
bien fragmentado.
El seno mismo del fenómeno de la palabra, trata de integrar los tres planos de 
lo simbólico, representado por el significante, de lo imaginario, representado 
por la significación, y de lo real que es el discurso realmente pronunciado en 
su dimensión diacrónica. El sujeto dispone de todo un material significante que 
es su lengua materna, o no, y lo utiliza para hacer que las significaciones 
pasen a lo real. El punto pivote de la función de la palabra es la subjetividad 
del Otro, el hecho de que el Otro es esencialmente el que es capaz, al igual que 
el sujeto, de convencer y mentir. En ese Otro debe haber un sector de objetos 
totalmente reales; esta introducción de la realidad es siempre en función de la 
palabra. Para que algo, sea lo que fuere, pueda referirse, respecto al sujeto y 
al Otro, a algún fundamento en lo real, es necesario que haya en algún lado algo 
que no engañe. El correlato dialéctico de la estructura fundamental que hace de 
la palabra del sujeto a sujeto una palabra que puede engañar, es que también 
haya algo que no engañe: lo real es ese algo que no engaña. Lo real no puede 
jugarnos sucio. La referencia al Dios no engañoso está fundada en los resultados 
de la ciencia. Nunca hemos probado nada que nos demuestre que en el fondo de la 
naturaleza a un demonio engañoso. Pero de todos modos es un acto de fe que fue 
necesario en los primeros pasos de la ciencia y de la constitución de la ciencia 
experimental.
El narcisismo es la relación imaginaria central para la relación interhumana. Es 
una relación erótica (toda identificación erótica, toda captura del otro por la 
imagen en una relación de cautivación erótica se hace a través de la relación 
narcisista), y también es la base de la tensión agresiva. Para eso exactamente 
sirve el estadio del espejo: evidencia la naturaleza de esta relación agresiva y 
lo que significa. Si la relación agresiva interviene en la formación del yo, es 
porque le es constituyente, porque el yo desde el inicio es por sí mismo otro, 
porque se instaura en una dualidad interna al sujeto. El yo es ese amo que el 
sujeto encuentra en el otro, y que se instala en su función de dominio en lo más 
íntimo de él mismo. Si en toda relación con el otro, incluso erótica, hay un eco 
de esa relación de exclusión, él o yo, es porque en el plano imaginario el 
sujeto humano está constituido de modo tal que el otro está siempre a punto de 
retomar su lugar de dominio en relación a él, que en él hay un yo que siempre en 
parte le es ajeno. Hay conflicto entre la pulsiones y el yo y es necesario 
elegir. Adopta algunas, otras no. Esta es la función de síntesis del yo; o mejor 
sería decir función de dominio. Este amo está siempre a la vez adentro y afuera, 
por esto todo equilibrio puramente imaginario con el otro siempre está marcado 
por una inestabilidad fundamental. Este punto limítrofe entre el Eros y la 
relación agresiva del que hablaba en el hombre, no hay relación alguna para que 
no exista en el animal. Lacan cita el ejemplo del picón, el cual cuando no sabe 
que hacer en el plano de su relación con un semejante del mismo sexo, cuando no 
sabe si hay o no que atacar, se pone a hacer lo que hace cuando va a hacer el 
amor (cavar agujeros en la tierra). La imagen es funcionalmente esencial en el 
hombre, en tanto que le brinda el complemento ortopédico de la insuficiencia 
nativa, del desconcierto, o desacuerdo constitutivo, vinculados a la 
prematuración del nacimiento. Su unificación nunca será completa porque se hace 
justamente por una vía alienante, bajo la forma de una imagen ajena, que 
constituye una función psíquica original. La tensión agresiva de ese “yo o el 
otro” está integrada absolutamente a todo tipo de funcionamiento imaginario en 
el hombre. El comportamiento humano nunca se reduce pura y exclusivamente a la 
relación imaginaria. El complejo de Edipo significa que la relación imaginaria, 
conflictual, incestuosa en sí misma, está prometida al conflicto y a la ruina. 
Para que el ser humano pueda establecer la relación más natural, la del macho a 
la hembra, es necesario que intervenga un tercero, que sea la imagen de algo 
logrado, el modelo de una armonía. No es decir suficiente: hace falta una ley, 
una cadena, un orden simbólico, la intervención del orden de la palabra, es 
decir del padre. No del padre natural, sino de lo que se llama el padre. El 
orden que impide la colisión y el estallido de la situación en su conjunto está 
fundado en la existencia de ese nombre del padre. El orden simbólico debe ser 
concebido como algo superpuesto, y sin lo cual no habría vida animal posible 
para ese sujeto estrambótico que es el hombre. Su nombre nada tiene que ver con 
su existencia viviente, la sobrepasa y se perpetúa más allá. 
Seminario 5: Las formaciones del inconsciente
La distinción entre el Nombre del Padre y el padre real, incluye que este puede 
no estar tan presente, y sin embargo que no falte el Nombre del Padre. Un nombre 
nunca es un significante como los otros. El Nombre del Padre hay que tenerlo, 
pero también hay que saberse servirse de él. La esencia de la metáfora paterna 
consiste en el siguiente triángulo: madre – padre – niño. De esto puede depender 
el destino de todo el asunto. Todo lo que se realiza en S, el sujeto, depende de 
los significantes que se colocan en A. A, si es verdaderamente el lugar del 
significante, ha de ser él mismo portador de algún reflejo de aquel significante 
esencial que le represento aquí en este zigzag. Tres de estos cuatro puntos 
cardinales vienen dados por los tres términos subjetivos del complejo de Edipo, 
en cuanto significantes, que encontramos en cada vértice del triángulo. El 
cuarto término es el S, que no posee su significante. Está por fuera de los 
vértices del triángulo edípico, y depende de lo que ocurra en ese juego. En esta 
partida es el muerto. Incluso, si el sujeto resulta ser dependiente de los tres 
polos llamados Ideal del Yo, Súper Yo y realidad, es porque la partida está 
estructurada así, se desarrolla como una partida que se instituya como regla. 
Por muy muerto que esté el sujeto, puesto que hay sujeto, en esa partida no 
obtiene nada a cambio. Desde este punto inconstituído desde donde se encuentra 
va a tener que participar con su piel, es decir, con sus imágenes, su estructura 
imaginaria y todo lo que de ello deriva. Por eso el cuarto término, S, se 
representará en algo imaginario que se opone al significante del Edipo y que ha 
de ser también, para que case, ternario. Hay todo un stock, todo un bagaje de 
las imágenes. Con respecto a la dialéctica íntersubjetiva, hay tres imágenes 
seleccionadas para tomar el papel de guías. Hay algo en cierto modo 
completamente dispuesto, no solo a ser homologado a la base del triángulo: madre 
– padre – niño, sino a confundirse con ella. Es la relación del cuerpo 
despedazado, y al mismo tiempo envuelto en un buen número de esas imágenes de 
las que habábamos, con la función unificante de la imagen total del cuerpo. La 
relación del Yo con la imagen especular nos da la base del triángulo imaginario, 
indicado en la línea de puntos. El otro punto, ahí es donde se ve el efecto de 
la metáfora paterna. Este punto es el tercero, con la madre y el niño. Este 
tercer punto es el falo. Por eso el falo ocupa un lugar de objeto central en la 
teoría freudiana. La función fundamental del falo es permitir que el sujeto se 
identifique imaginariamente.
La metáfora paterna concierne a la función del padre, en término de relaciones 
interhumanas. La función del padre tiene su lugar en el corazón de la cuestión 
del Edipo. Lo importante de la revelación del inconsciente es la amnesia 
infantil que afecta a los deseos infantiles por la madre y al hecho de que esos 
deseos están reprimidos. Se ha olvidado que esos deseos son primordiales, y 
están todavía presentes. Lacan distingue tres polos históricos: el primero se 
preguntaba si el neurótico lo era en consecuencia de un accidente en el Edipo, y 
también si existía la neurosis sin el Edipo. También, luego de comprobar que 
podía existir la neurosis sin Edipo, se cuestionaron si detrás del Súper Yo de 
origen paterno, no había uno de origen materno mucho más severo y devastador. El 
segundo polo establecía que los orígenes de la patologías posteriores se 
originaban en el campo preedípico. Para Freud es importante lo que ocurre 
preedípicamente, pero solo adquiere importancia después del Edipo, 
retroactivamente. En torno al campo preedípico se juntan las cuestiones 
relacionadas con la perversión y la psicosis. Se recalca la importancia de la 
imagen en ambos registros, por supuesto desde distintos ángulos. Se trata de 
perturbaciones psicopatológicas donde el campo de la realidad está perturbado 
profundamente por las imágenes. El tercer polo también es relevante, y trata de 
la relación del complejo de Edipo con la genitalización. El complejo de Edipo 
tiene una función normativa, no solamente en la estructura moral del sujeto, ni 
en sus relaciones con la realidad, sino en la asunción de su sexo. Por otra 
parte la función propiamente genital es objeto de una maduración después de un 
primer desarrollo sexual de orden orgánico. La relación entre este crecimiento 
orgánico y la existencia en la especie humana del complejo de Edipo plantea 
mucha oscuridad. La cuestión de la genitalización es doble, hay por un lado, un 
crecimiento que acarrea una evolución, una maduración. Hay, por otro lado, en el 
Edipo, asunción por parte del sujeto de su propio sexo: lo que hace que el 
hombre asuma su tipo viril y la mujer asuma cierto tipo femenino, se reconozca 
como mujer, se identifique con sus funciones de mujer. La virilidad y la 
feminización son los dos términos que traducen lo que es esencialmente la 
función del Edipo. Aquí nos encontramos en el nivel donde el Edipo está 
directamente vinculado con al función del Ideal del Yo. Todo gira alrededor de 
tres polos: el Edipo en relación con el Súper Yo, en relación con la realidad, 
en relación con el ideal del Yo. El Ideal del Yo porque la genitalización, 
cuando se asume, se convierte en elemento del Ideal del Yo. Súper Yo  R .i 
(amenaza imaginaria); Realidad  S  S’ .r (necesidad de un objeto real); ideal 
del Yo  I .s.
Un Edipo puede muy bien constituirse cuando el padre no está presente. El padre 
existe incluso sin estar. Lacan s opone a la visiones ambientalistas. No es lo 
mismo la normalidad del padre que la de su posición normal en la familia. Este 
es el a b c del complejo de Edipo: al principio está el padre terrible. El padre 
interviene en diversos planos. De estrada prohíbe a la madre. Este es el 
fundamento, el principio del complejo e Edipo, ahí es donde el padre está 
vinculado con la ley primordial de la interdicción del incesto. Es el padre e 
encargado de representarla interdicción. Es mediante toda su presencia, por sus 
efectos en el inconsciente, como lleva a cabo la interdicción de la madre, bajo 
amenaza de castración. El vínculo de la castración con la ley s esencial. La 
relación entre el niño y el padre está gobernada por el temor a la castración. 
La agresión parte del niño, y es una represalia dentro de una relación agresiva. 
Su objeto privilegiado, la madre, le está prohibido, y va dirigida al padre. 
Vuelve hacia él en relación de la función dual, en la medida en que proyecta 
imaginariamente en el padre intenciones agresivas equivalentes o reforzadas con 
respecto a las suyas, pero que parten de sus propias tendencias agresivas. El 
temor experimentado ante el padre es netamente centrífugo, tiene su centro en el 
sujeto. La castración se manifiesta en el plano imaginario, ahí tiene su punto 
de partida. Esto es la ley, pero dicha ley no ha llegado de dicha forma en 
especial a los oídos de los neuróticos; por lo general la han dejado en la 
sombra. La forma en que la neurosis encarna la amenaza castrativa está vinculada 
con la agresión imaginaria. Es una represalia. La solución del complejo de Edipo 
se da vía la identificación: el sujeto se idéntica con el padre porque lo ama y 
encuentra la solución terminal del Edipo en un compromiso entre la represión 
amnésica y la adquisición de que el término ideal gracias al cual se convierte 
en el padre. Si todo va bien, en el momento de la pubertad tendrá listo su pene, 
con su certificado. No ocurre esto si la neurosis estalla, por la misma vía, la 
del amor, puede producirse la posición de inversión, que en lugar de una 
identificación benéfica el sujeto se encuentra afectado por una posición 
pasivizada en el plano del inconsciente. Se trata de una posición en la que el 
sujeto está atrapado, que ha descubierto por sí mismo, y que es muy ventajosa. 
Frente a ese padre temido, pero que por otra parte es tan amable, colocarse en 
el lugar adecuado para obtener sus favores, hacerse amar por él. Pero como 
hacerse amar por él consiste en primer lugar en pasarse a la categoría de mujer, 
y uno siempre conserva su pequeño amor propio viril, esta posición supone el 
peligro de la castración, aquella forma de homosexualidad inconsciente que deja 
al sujeto en una situación conflictiva con múltiples repercusiones (el retorno 
constante de la posición homosexual, con respecto al padre, y por otra parte su 
represión, debido a la amenaza de castración que supone. Aquí el padre llega en 
su posición de importuno. No solo porque sea molesto debido a su volumen, sino 
también porque prohíbe. El padre prohíbe al niño pequeño hacer uso de su pene en 
el momento en que dicho pene empieza a manifestar sus veleidades. La prohibición 
del padre refiere a la pulsión real.
Agente Operación Objeto
Padre real Castración Imaginario
Madre simbólica Frustración Real
Padre imaginario Privación Simbólico
El nivel de la amenaza de castración se trata de la intervención real del padre 
con respecto a una amenaza imaginaria, puesto que sucede poco a menudo que se lo 
corten realmente. La castración es un acto simbólico cuyo agente es alguien 
real, el padre o la madre le dice “te lo vamos a cortar”, y cuyo objeto es un 
objeto imaginario: si el niño se siente cortado es que él lo imagina. El padre 
prohíbe a la madre. En cuanto objeto es suya, y no del niño. En este punto se 
establece, tanto en el niño como en la niña, la rivalidad que por sí misma 
engendra una agresión contra el padre. El padre frustra claramente al niño de su 
madre. El padre interviene como provisto de un derecho, no como un personaje 
real. Aquí es el padre en cuanto simbólico el que interviene en una frustración, 
acto imaginario que concierne a un objeto bien real, la madre, en tanto que el 
niño tiene la necesidad de ella. Finalmente viene el tercer nivel, el de la 
privación, que interviene en la articulación del complejo de Edipo. Se trata del 
padre en tanto que se hace preferir por la madre, la que conduce a la formación 
del ideal del Yo. En la medida en que el padre se convierte, de la forma que 
sea, por su fuerza o por su debilidad, en un objeto preferible a la madre, puede 
establecerse la identificación terminal. La cuestión del complejo de Edipo 
invertido y de su función se establece en este nivel. Aquí es donde se centra la 
cuestión de la diferencia del efecto del complejo de Edipo en el niño y en la 
niña. Esto, en lo que a la niña se refiere, se produce por sí solo, y por esta 
razón se dice que la función del complejo de castración es disimétrica entre el 
niño y la niña. Para ella la dificultad se encuentra a la entrada, mientras que 
al final, la solución se ve facilitada porque el padre no tiene dificultad para 
ser preferido por la madre como portador del falo. Para el niño, por el 
contrario, el asunto es distinto, y ahí es donde permanece abierta la hiancia. 
¿Cómo llegará a ser preferido el padre a la madre? Ya que así es como se produce 
la salida del complejo de Edipo. Para el niño el complejo de Edipo es siempre lo 
menos normativizante, y sin embargo, lo implica aquello que es lo más 
normativizante según nos dicen, puesto que la virilidad es asumida mediante 
identificación con el padre. El problema es saber como la función interdictora 
del padre no conduzca en el niño a lo que es la conclusión muy neta del tercer 
plano: la privación correlativa de la identificación ideal, que tiende a 
producirse tanto para el niño como para la niña. En la medida en que el padre se 
convierte en el Ideal del Yo, se produce en la niña el reconocimiento de que 
ella no tiene falo; pero esto es lo bueno para ella, para el niño sería una 
salida absolutamente desastrosa. Aquí el agente es imaginario, mientras que el 
objeto es simbólico. En el momento de la salida normatizante del Edipo el niño 
reconoce no tener (no tener verdaderamente lo que tiene, en el caso del varón) 
lo que no tiene, en el caso de la niña. Lo que ocurre en el nivel de la 
identificación Ideal, nivel donde el padre es preferido a la madre y punto de 
salida del Edipo, debe conducir a la privación. Para la niña este resultado es 
del todo admisible y del todo conformizante, aunque nunca se alcance por 
completo, porque siempre queda un regusto como prueba de que en verdad eso no 
funciona rigurosamente. El niño, por su parte, siempre tendría que estar 
castrado. En el complejo de Edipo el padre no es un objeto real, aunque deba 
intervenir como objeto real para dar cuerpo a la castración. Tampoco es 
únicamente un objeto ideal. El padre es un padre simbólico: esto es, una 
metáfora. Una metáfora es un significante que viene en el lugar de otro 
significante. El padre es un significante que sustituye a otro significante. 
Este es el mecanismo esencial de la intervención del padre en el complejo de 
Edipo. La función del padre en el Edipo es la de ser un significante que 
sustituye al primer significante introducido por simbolización: el significante 
materno. El padre ocupa el lugar de la madre, S en lugar de S’, siendo S’ la 
madre en cuanto vinculada ya con algo que era x, es decir, el significado en la 
relación con la madre.
Es la madre la que va y viene. Y si el pequeño puede decir que va y viene es 
porque ya está capturado en lo simbólico y ha aprendido a simbolizar. La 
cuestión que le surge al niño es “¿Qué es lo que quiere ella? Me encantaría ser 
yo lo que quiere, pero está claro que no solo me quiere a mí”. Le da vueltas a 
la x, el significado. Y el significado de las idas y venidas de la madre es el 
falo. El niño se ve llevado a preguntarse que significa que ella se vaya y 
venga, es porque él es el objeto parcial, y lo que eso significa es el falo. El 
niño puede llegar a entrever muy pronto lo que es esa x imaginaria, y una vez lo 
ha comprendido, hacerse falo. Pero la vía imaginaria no es la vía normal. Por 
esta razón se supone lo que se llaman fijaciones. La vía simbólica es la vía 
metafórica. El resultado ordinario de la metáfora se producirá en tanto que el 
padre sustituye a la madre como significante. El elemento significante 
intermedio cae, y la S entra por vía metafórica en posesión del objeto de deseo 
de la madre, que se presente entonces en forma de falo. La metáfora se sitúa en 
el inconsciente. Ubica el deseo de Otra cosa. La Otra cosa está presente en el 
deseo, el enclaustramiento, la vigilia, el miedo.
El complejo de castración es el mecanismo del complejo de Edipo. Estos dos se 
articulan satisfactoriamente gracias a la metáfora. Esta estructura dice que, 
apenas hay un sujeto hablante, la cuestión de sus relaciones en tanto que 
hablando podría reducirse a un otro, siempre hay un tercero, otro con mayúscula, 
constituyente de la posición del sujeto como hablante, y también, como 
analizante. La metáfora paterna es lo que se ha constituido de una simbolización 
primordial entre el niño y la madre, poner al padre, en cuanto símbolo o 
significante, en el lugar de la madre. Este “en lugar de” es lo central en el 
Edipo. El triángulo madre – padre – niño se establece en lo real una vez 
constituida la relación simbólica. La establece objetivamente, porque podemos 
convertirla en un objeto. La primera relación de la realidad se perfila entre la 
madre y el niño, y es ahí donde el niño experimenta las primeras realidades de 
su contacto con el medio viviente. Para el niño el padre todavía no ha entrado 
en el triángulo. El padre es real en tanto las instituciones le confieren el 
Nombre del Padre. Lo importante no es que la gente acepte que una mujer no puede 
dar a luz salvo cuando ha realizado un coito, lo importante es que sancione en 
un significante que aquel con quién ha practicado el coito es el padre. Pues de 
lo contrario, tal como está instituido por su naturaleza de orden simbólico, 
nada puede evitar que eso que es responsable de la procreación siga siendo, en 
el sistema simbólico, idéntico a cualquier cosa. La posición del Nombre del 
Padre, la calificación del padre como procreador, es un asunto que se sitúa a 
nivel simbólico. Puede realizarse de acuerdo con las diversas formas culturales, 
pero en sí no depende de la forma cultural, es una necesidad de la cadena 
significante. Por el solo hecho de instituir un orden simbólico, algo 
corresponde o no a la función definida por el Nombre del Padre, y en el interior 
de esta función introduce significaciones que pueden ser distintas según los 
casos, pero que en ningún caso depende de una necesidad distinta de la necesidad 
de la función del padre, a la cual corresponde el Nombre del Padre en la cadena 
significante. Este triángulo simbólico, que se ha instituido en lo real a partir 
del momento en que hay cadena significante, articulación de una palabra. En 
tanto que el niño depende del deseo de la madre, de la primera simbolización de 
la madre, y de ninguna otra cosa. Mediante esta simbolización el niño desprende 
su dependencia efectiva respecto del deseo de la madre de la pura y simple 
vivencia de dicha dependencia, y se instituye algo que se subjetiva en un nivel 
primordial o primitivo. Esta subjetivación consiste en establecer a la madre 
como aquel ser primordial que puede o no estar. Se trata de la apetición de su 
deseo. Su deseo es deseo del deseo de la madre. Se abre una dimensión por la 
cual se inscribe virtualmente lo que desea objetivamente la propia madre en 
cuanto ser que vive en el mundo del símbolo, en un mundo donde el símbolo está 
presente, en un mundo parlante. Esta simbolización primordial le abre al niño la 
dimensión de algo distinto: que la madre puede desear algo en el plano 
imaginario. Hay en ella el deseo de Otra cosa para satisfacer su propio deseo. 
El ser primero lee o anticipa la satisfacción de sus deseos en los movimientos 
esbozados del otro, en esta adaptación dual de la imagen a la imagen que se 
produce en todas las relaciones interanimales. No se efectúa sin la intervención 
de algo más que la simbolización primordial de aquella madre que va y viene, a 
la que se llama cuando no está y cuando está es rechazada para poder volver a 
llamarla. Ese “algo más” que hace falta es precisamente la existencia detrás de 
ella de todo un orden simbólico del cual depende, y que, como siempre está más o 
menos ahí, permite cierto acceso al objeto de deseo, que es ya un objeto tan 
especializado, tan marcado por la necesidad instaurada por el sistema simbólico, 
que es absolutamente impensable de otra forma sin su prevalencia. Este objeto es 
el falo. Este objeto es necesario en este lugar porque es privilegiado en el 
orden simbólico. Hay una simetría entre el falo y el padre, un vínculo. La 
posición del significante del padre en el símbolo es fundadora de la posición 
del falo en el plano imaginario como objeto privilegiado y prevalente. Este 
deseo del Otro, que es el deseo de la madre y que tiene un más allá; ya solo 
para alcanzar ese más allá se necesita una mediación, y esta posición la da el 
padre en el orden simbólico. La relación del niño con el falo se establece 
porque el falo es el objeto de deseo de la madre. Este elemento desempeña un 
papel activo esencial en las relaciones del niño con la pareja parental. El 
padre, en tanto que priva a la madre del objeto de su deseo, especialmente del 
objeto fálico, desempeña un papel del todo esencial en toda la neurosis y a lo 
largo de todo el curso del complejo de Edipo. En la experiencia siempre verán 
que el sujeto ha tomado posición de cierta forma en un momento de su infancia 
respecto del papel desempeñado por el padre en el hecho de que la madre no tenga 
el falo. Este es el nivel de la privación: el padre priva a alguien de lo que, a 
fin de cuentas, no tiene; de algo que solo tiene existencia porque lo hace 
surgir en la existencia en cuanto símbolo. El padre no puede castrar a la madre 
de algo que ella no tiene, eso ya ha de estar proyectado en el plano simbólico 
como símbolo. Toda privación real requiere la simbolización. Es en el plano de 
la privación de la madre donde en un momento dado de la evolución del Edipo se 
plantea para el sujeto la cuestión de aceptar, de registrar, de simbolizar él 
mismo, de convertir en significante, esa privación de la que la madre es objeto. 
Esta privación el sujeto infantil la asume o no la asume, la acepta o la 
rechaza. Este punto es esencial, nodal en el Edipo. Cuando el padre entre en 
función como privador se perfila detrás de la relación de la madre con el objeto 
de su deseo como el que castra, pero aquí lo que es castrado, no es el sujeto, 
sino la madre. La experiencia demuestra que si el niño no franquea ese punto 
nodal, no acepta la privación del falo en la madre operada por el padre, 
mantiene una determinada forma de identificación con el objeto madre, ese objeto 
que es desde el origen un objeto rival. En este nivel de la cuestión se plantea, 
en el plano imaginario, ser o no ser el falo. La fase que se ha de atravesar, 
pone al sujeto en la posición de elegir. Aquí el sujeto es tan pasivo como 
activo, sencillamente porque no es él el que mueve los hilos de lo simbólico. La 
frase ha sido empezada antes de él, ha sido empezada por sus padres. Del 
complejo de castración depende que el niño se convierta en un hombre y que la 
niña se convierta en mujer. En ambos casos la cuestión de tener o no tener se 
soluciona por el complejo de castración. Lo cual supone que, para tenerlo, ha de 
haber un momento en que no lo tenía. Para tenerlo se tiene que entender que no s 
puede tener, aceptar la castración, y desde ahí conquistar el falo. Acepta o no 
acepta, y en la medida en que no acepta eso lo lleva, hombre o mujer, a ser el 
falo. En primer lugar es necesario que el padre esté fuera del sujeto, 
constituido como un símbolo. Para prohibir las primeras manifestaciones del 
instinto sexual no hay ninguna necesidad del padre. Cuando el sujeto se muestra 
a la madre y le hace ofrecimientos, momento muy arcano a la identificación 
imaginaria con el falo, lo que ocurre se desarrolla la mayor parte del tiempo en 
el plano de la depreciación imaginaria. Con la madre bastan perfectamente para 
mostrarle al niños hasta que punto lo que le ofrece es insuficiente. El padre 
entra en juego como el portador de la ley, como interdictor del objeto que es la 
madre. Sabemos que la función del padre, el Nombre del Padre, está vinculada con 
la interdicción del incesto hace obstáculo entre el niño y la madre, es el 
portador de la ley, de derecho, mientras que de hecho interviene de otra forma, 
y es de esta forma como se manifiestan sus faltas de intervención. Solo después 
de haber atravesado el orden de lo simbólico, la intención del sujeto, su deseo 
que ha pasado al estado de demanda, encuentra aquello a lo que se dirige, su 
objeto primordial: la madre. El deseo s algo que se articula; el mundo donde 
entra y progresa no es solo un lugar donde puede satisfacer sus necesidades, 
sino un mundo donde reina la palabra, que somete al deseo de cada cual al deseo 
del Otro. La demanda del sujeto franquea la línea de la cadena significante, que 
está ahí latente y ya estructurada. La primer prueba de su relación con el Otro, 
la tiene con aquel primer Otro que es su madre, en tanto que ya se ha 
simbolizado. Si la demanda puede hacerse valer ante el objeto materno es que ha 
atravesado la cadena significante. Por eso el niño, que ha constituido a su 
madre como sujeto sobre la base de sobre la base de la primera simbolización, se 
encuentra enteramente a la ley. La ley de la madre es que la madre es un ser 
hablante. Reside para el sujeto en que algo de su deseo es completamente 
dependiente de otra cosa. No hay sujeto si no hay significante que lo funda. El 
significante madre se funda por el juego del Fort – Da. El niño empieza como 
súbdito porque experimenta y de entrada está profundamente sometido al capricho 
de aquello de lo que depende. El miedo, que tiene su fuente en lo real, es un 
elemento de aseguramiento del niño. Gracias a sus miedos le asigna un más allá a 
aquel sometimiento angustiante del que se percata cuando se pone de manifiesto 
la falta de ese dominio externo, de ese otro plano. Para que no sea pura y 
simplemente súbdito es necesario que aparezca algo que le de miedo. Esa Otra a 
la que se dirige tiene una particular relación con el padre. Se trata de la 
relación de la madre con la palabra del padre, con el padre en tanto lo que dice 
no es del todo equivalente a nada. Lo que cuenta es la función en la que 
intervienen el Nombre del padre, la palabra articulada del padre, y la ley, en 
tanto que el padre está en una relación más o menos íntima con ella. Lo 
importante es que la madre fundamente al padre como el portador de lo que está 
más allá de su ley, la de ella, y la de su capricho, a saber: la ley propiamente 
dicha. El padre, en tanto Nombre del Padre, estrechamente vinculado a la 
enunciación de la ley. Los tres tiempos del Edipo:
1. Primer tiempo: Lo que le niño busca, en cuanto deseo de deseo, es poder 
satisfacer el deseo de su madre. Ser o no ser el objeto de deseo de la madre. 
Así introduce su demanda (∆), y aparece su fruto (∆’). En el trayecto se 
establecen dos puntos: el ego, y enfrente su otro, aquello con lo que se 
identifica, eso otro que tratará de ser: el objeto satisfactorio para la madre. 
La madre por su parte, persigue su propio deseo. En esta etapa se trata de que 
el sujeto se identifica en espejo con lo que es el objeto de deseo de la madre. 
Es la etapa fálica primitiva, cuando la metáfora paterna actúa en sí, al estar 
la primacía del falo ya instaurada por la existencia del símbolo y de la ley. 
Para gustarle a la madre basta, y es suficiente, ser el falo.
2. Segundo tiempo: En el plano imaginario el padre interviene realmente como 
privador de la madre, y esto significa que la demanda dirigida al Otro, si 
obtiene el relevo conveniente. Eso con lo que el sujeto interroga al Otro, al 
recorrerlo todo entero, encuentra siempre en él al Otro del Otro, su propia ley. 
En este nivel se produce lo que hace que al niño le vuelva la ley del padre 
concebida imaginariamente por el sujeto como privadora para la madre. Lo que 
despende al sujeto con su identificación, lo liga, al mismo tiempo con la 
primera aparición de la ley, en la forma de este hecho: la madre es dependiente 
de un objeto que ya no es simplemente el objeto de su deseo, sino un objeto que 
el Otro tiene o no tiene. El estrecho vínculo de la madre a una ley, que no es 
la suya sino la de Otro, junto con el hecho de que el objeto de su deseo es 
soberanamente poseído en la realidad por aquel mismo Otro a cuya ley ella 
remite, da la clave de la relación del Edipo. Lo decisivo es la relación de la 
madre con la palabra del padre. El padre todopoderoso priva
3. Tercer tiempo: la tercera etapa es tan importante como la segunda, ya que de 
ella depende la salida del complejo de Edipo. El padre ha demostrado que solo da 
el falo en la medida en que es portador de la ley. De él depende la posesión por 
parte del sujeto materno del falo. En esta etapa depende de que el padre 
mantenga lo que ha prometido. Puede dar o negar, porque el lo tiene, peor del 
hecho de que él lo tiene que dar alguna prueba. Interviene en este tiempo como 
el que tiene el falo, y no como el que es el falo. Esto restaura el falo como la 
instancia de objeto deseado de la madre, y no solo como objeto del que el padre 
puede privar. El padre puede darle a la madre lo que ella desea, y puede dárselo 
porque lo tiene. Aquí interviene la potencia en el sentido genital de la 
palabra: el padre debe ser potente. Por esto la relación de la madre con el 
padre se vuelve al plano real.
La identificación que puede producirse con la instancia paterna se ha realizado 
en tres tiempos. En primer lugar se introduce bajo la forma velada o no 
manifiesta; en segundo lugar el padre se afirma en su presencia privadora; y en 
tercer lugar se devela el padre como el que tiene. La identificación favorable 
con el padre se produce en el tercer tiempo. Esta identificación se llama Ideal 
del Yo, y hace declinar al complejo de Edipo. Esto no quiere decir que el niño 
vaya a tomar control de sus poderes sexuales y a ejercerlo, aparentemente está 
despojado de las funciones que empezaban a despertarse. El niño tiene todos los 
títulos en reservas para usarlos en un futuro. La metáfora paterna conduce a la 
institución algo perteneciente a la categoría del significante; está en reserva 
y su significación se desarrollará más tarde. En cuanto viril, un hombre es 
siempre su propia metáfora. Para la mujer, esta tercera etapa es mucho más 
simple. La mujer no se enfrenta con la identificación ni con los títulos de 
virilidad. Sabe donde está eso y sabe donde ir a buscarlo, al padre, y se dirige 
hacia quien lo tiene. La verdadera femeneidad siempre tiene hasta cierto punto 
la dimensión de coartada. El padre es, en el Otro, el significante que 
representa la existencia del lugar de la cadena significante como ley, se coloca 
encima de ella. 
Fundamentos de la clínica: Bercherie
La clínica psiquiátrica es esencialmente la observación morfológica, la 
descripción formal de las perturbaciones psicopatológicas. El psicoanálisis está 
lejos de abarcar el inmenso campo que abarcaba la psicología clásica. Hay que 
retomar la psiquiatría clásica para no cometer los mismos errores que esta. Las 
escuelas principales fueron la francesa y la alemana, ya que fueron las que 
estuvieron en permanente contacto y oposición. La clínica apreció con Pinel. 
La psicopatología: de la psiquiatría al psicoanálisis, Godoy.
Lacan dice que la historia no es el pasado, sino que es la lectura que se hace a 
posteriori, desde el presente, que ordena y da su razón de ese pasado. El pasado 
no cambia, pero la historia puede renovarse. Hay una clínica desde que hay tipos 
clínicos. La clínica es anterior al psicoanálisis, es lo que construyeron los 
clásicos ordenando y nominando los tipos clínicos. Los términos que utilizaron 
Freud y Lacan provienen de la psiquiatría clásica. A través de la psicopatología 
el psicoanálisis incide en la psiquiatría. Los tipos clínicos no son especies 
naturales, sino que son el recorte, producido en el campo de la clínica, a 
partir de ciertos conceptos que, explícita o implícitamente, agrupan un conjunto 
de síntomas. Lanteri Laura aplica el término de paradigma a la psicopatología, y 
aclara que el pasaje de un paradigma a otro no es absoluto, sino que con 
discontinuidades y residuos. Distingue tres paradigmas fundamentales: el de la 
alienación mental, el de las enfermedades mentales, y el de las grandes 
estructuras psicopatológicas. Los dos primeros paradigmas corresponden a los dos 
primeros tipos de clínicas descriptos por Bercherie.
1. Paradigma de la alienación mental: corresponde al pasaje de la noción socia y 
cultural de “locura” al concepto médico de “alienación mental”. Es el paso 
fundacional de la psiquiatría que introduce a la locura dentro del campo de la 
medicina, pasa a concebirla como una enfermedad. La alienación mental se 
constituye como una especialidad autónoma. Está representada por autores como 
Pinel y Esquirol. Consideraban que distintas manifestaciones eran variedades de 
“la alienación mental” como forma única. La única forma de tratar la enfermedad 
era el tratamiento moral, inventado por Morel. Surge el dispositivo de la 
intención con el fin de aislarlo de los lazos familiares y los problemas del 
mundo, a fin de evitar un agravamiento de la enfermedad. A mediados del siglo 
XIX, gracias a la obra de Falret, este paradigma entre en crisis. El autor 
sostenía que n se trataba de una única enfermedad mental, sino que la patología 
mental se componía de un serie de especies mórbidas (específicas e 
irreductibles) caracterizadas por síntomas y una marcha determinada. Esto otorga 
las bases para el segundo paradigma.
2. Paradigma de las enfermedades mentales: habla de las enfermedades mentales, 
en plural. Pone el acento en la sintomatología y la observación clínica del 
paciente. Se multiplican las entidades mórbidas. Empieza la evaluación 
diagnóstica, a fin de elucidar que enfermedad padece el sujeto. Se despliega la 
semiología psiquiátrica para hacer un pronóstico e idear un tratamiento. La 
clasificación y la descripción de los cuadros se realizaba por observación: 
empirismo estricto. La crisis de este paradigma llegó con la multiplicación de 
las especies mórbidas, que se tornan difíciles de ordenar y surge el 
cuestionamiento por la teoría de las localizaciones cerebrales. La obra de Freud 
inaugura este tercer paradigma, por la noción de hipótesis psicopatológicas y la 
distinción entre neurosis y psicosis. La crisis del segundo paradigma, y el 
pasaje al tercero esta marcado por Bleuer cuando, para marcar una diferencia con 
Kraepelin, introduce el concepto de esquizofrenia.
3. Paradigma de las grandes estructuras psicopatológicas: un grupo de conceptos 
y la psicopatología se instalan en el ámbito de la psiquiatría. Surge en 1926 
con la intervención de Bleuer en el colegio de psiquiatría, y finaliza con la 
muerte de Henry Ey. Crea la noción de estructura, con origen en la teoría de la 
Gestalt que destaca el valor operatorio de una organización de elementos 
irreductibles a la suma de sus partes. Se impone la oposición entre neurosis y 
psicosis (proveniente del psicoanálisis) que permite organizar todo aquello que 
no corresponde a lesiones exógenas. Con la noción de estructura se invierte la 
relación: la psiquiatría clínica pasará a segundo plano, muy empírica y carente 
de amplitud. La psicopatología devendrá dominante. Ribot crea el método 
patológico que busca comprender el psiquismo normal a partir del estudio de lo 
patológico, la enfermedad es tomada como una experimentación en favor de lo 
natural, que era el campo de estudios privilegiado. La psicopatología nace como 
disciplina teórica, opuesta a la psiquiatría como práctica. Janet, discípulo de 
Ribot, funda la psicopatología dinámica, introduce la noción de estructura de 
tipo evolutiva del aparato psíquico. Jaspers es quien opone la psiquiatría como 
profesión práctica a la psicopatología como ciencia. Su objetivo es saber como y 
que experimentan los seres humanos en lo patológico. Propone estudiar los 
estados tal como los enfermos los experimenta. Bleuer marca un quiebre con el 
concepto de esquizofrenia, que marca el pasaje entre el segundo y el tercer 
paradigma. Kraepelin planteaba, desde su ubicación en el segundo paradigma, que 
la demencia precoz es una enfermedad que puede ser abordada a partir de la 
descripción clínica y cuya evolución asegura su unicidad. Bleuer, por su parte, 
se diferencia de esto introduciéndola noción de hipótesis psicopatológicas y no 
meramente descriptivo – semiológicas. Esto trae una reducción de las 
enfermedades mentales y una ampliación del concepto de esquizofrenia. Los 
psiquiatras de los ’30 conforman “l’ evolution psychiatrique”. Entre ellos se 
encuentra H. Ey que realiza una crítica a la psiquiatría del segundo paradigma. 
La psiquiatría objetiva es insuficiente y analiza los elementos psíquicos 
artificialmente aislados a los se les atribuye falsamente una realidad propia. 
Propone “el síndrome mental”, no como una simple asociación de síntomas, sino 
como la expresión de una modificación profunda y característica de la persona 
humana entera. El diagnóstico estructural consistirá, entonces, en la 
identificación del trastorno generador que corresponde a que es la base 
anatomofísica de los síndromes somáticos, tomando la personalidad viviente como 
una e indivisible. El problema central de este paradigma es que se entiende por 
estructura. H. Ey fue el último en dotar de unicidad y homogeneidad a la 
psiquiatría, propone un ordenamiento jerárquico y dinámico de instancias 
superiores e inferiores: lo superiores contienen a los inferiores, así como lo 
normal contiene a lo potencialmente patológico. La crisis de este paradigma se 
debe a el uso abusivo del concepto de estructura, que gana amplitud pero pierde 
precisión; la declinación, a nivel práctico, de las nociones introducidas; del 
surgimiento y multiplicación de los psicofármacos; y de la diversidad de 
dispositivo terapéuticos que introducen nuevos problemas prácticos.
4. ¿Cuarto paradigma?: es una pregunta por la fragmentación y pérdida de la 
homogeneidad progresiva en la psiquiatría. El DSM se instala e base a la noción 
de síntoma de primer orden. Cada síndrome posee algunos síntomas que pueden 
servir para el diagnóstico.
Lacan propone una conjunción entre el segundo y el tercer paradigma: buscar la 
estructura en el fenómeno. Introduce la diferencia entre el significante y el 
significado. La psiquiatría excluye el campo del goce y trata de dar 
descripciones objetivas. El psicoanálisis, en cambio, considera que la 
consideración de la envoltura formal del síntoma es inseparable del goce, y cree 
en la clínica bajo transferencia. Cree en la moción de “describir y explicar”.
La psiquiatría clásica y sus dos clínicas, Zlotnik.
Durante décadas la psiquiatría prescindió de la psicopatología, por reducir el 
fenómeno a una descripción que pretendía ser objetiva (clínica de la mirada). El 
autor divide su historia en dos tiempos:
1. Clínica sincrónica: cuyos abanderados son Pinel y Esquirol. Su atención se 
centraba e el aspecto estático de un fenómeno. Toma la enfermedad mental en el 
momento preciso en que se la está bordando sin tener en cuenta sus antecedentes 
ni su evolución. Estudia el aquí y el ahora. Está fundada en la descripción 
sindromática de la patología (grupo de síntomas que se presentan en determinado 
momento). La enfermedad mental, la locura, es tomada como género unitario, que 
puede representa distintos tipos de síndromes. Hacen una descripción precisa y 
rigurosa. La causa no puede ser determinada, Pinel distingue causas físicas y 
morales pero o define causa clara. Pone el acento en la observación clínica y la 
descripción objetiva de los fenómenos, sin elaboración teórica. Consideran a la 
alienación mental como una perturbación de las funciones intelectuales 
(enfermedad orgánica), afecciones producidas en condiciones normales. Constituye 
una clínica médica basada en la observación y el análisis sistemático de los 
fenómenos perceptibles de las enfermedades, de lo que resulta su nosografía. La 
alienación mental forma parte del grupo de las neurosis cerebrales. Existen dos 
tipos: las comatosas (anulación de las facultades mentales, abolición del 
funcionamiento), y las vesanias (perturbación de las facultades mentales). 
Dentro de estas últimas se incluye la hidrofobia, el sonambulismo y la 
hipocondría. La locura es única dentro de ella se encuentra distintos síndromes 
entendidos como distintas apariencias de un fenómeno único. Pinel arma distintos 
grupos sintomáticos, sirviéndose de los síntomas más notorios:
o Manía: un delirio generalizado que cubre todos los objetos del mundo que rodea 
al sujeto. Están perturbadas todas las funciones del entendimiento, acompañado 
de una viva agitación. Es similar a la demencia precoz. Tiene una subversión que 
es la manía sin delirio o razonante: donde las funciones del entendimiento están 
intactas, pero hay alteración de la afectividad y excitación. Es similar a lo 
que hoy en día entendemos por manía. Retoma la idea de Hipócrates de que la 
enfermedad es una reacción saludable del organismo contra la acción de causas 
que perturban el equilibrio, cuya terminación natural es la cura. Por esta razón 
el médico debe abstenerse de toda interpretación que perturbe el desarrollo.
o Melancolía: es un delirio acotado a un objeto particular o una serie de 
objetos relacionados con el objeto originario, fuera de lo cual las facultades 
mentales permanecen intactos. Es un antecedente de la paranoia de Kraepelin.
o Demencia o abolición del pensamiento: incoherencia en la manifestación de las 
facultades mentales, desorden y movilidad, destrucción de a función de síntesis. 
Está muy relacionado con el concepto actual de demencia.
o Idiotismo: alteración de la facultades mentales, afectivas, supresión de la 
actividad mental. Esta enfermedad es adquirida.
Con respecto a la etiología distingue tres tipos de causas: físicas (cerebrales, 
simpáticas, traumatismo), herencia (transmisión hereditaria, procesos 
degenerativos), morales (lo psíquico: pasiones intensas, los excesos). Dice que 
estas últimas son las más numerosas. Propone un tratamiento para patologías 
cuyas causas morales serían perturbaciones de las pasiones: tratamiento moral. 
El sujeto se ve afectado por el contexto, por lo que es necesario incluirlo en 
un contento sano, más ordenado, que cuente con atención particularizada y 
cuidadosa: el lugar de internación. Busca ejercer poder sobre el alienado 
suscitando su respeto y confianza. Está en contra de la agresión y los métodos 
degradantes. Esta a favor del buen trato y la compresión. Esquirol es un sucesor 
de Pinel y establece que la locura es una afección cerebral ordinariamente 
crónica, sin fiebre, caracterizada por desórdenes en la sensibilidad, 
inteligencia y voluntad. Crea un modelo de descripción sindromática de un género 
único. Su nosología plantea:
o Idiotez: es diferente al idiotismo. Es congénita. Distingue tres grados: 
imbécil idiotez, cretinismo. Queda fuera del campo de la locura.
o Demencia: está dividido en una forma aguda (curable) y dos formas crónicas e 
incurables.
o Manía: plantea lo mismo que Pinel pero excluye la forma razonante. Hay una 
alteración intelectual primaria.
o Monomanía: dos formas a nivel de los afectos: la hípermania (pasión triste) y 
la monomanía (pasión alegre). Es una perturbación producida a nivel afectivo que 
genera exaltación a nivel intelectual. En la manía intelectual las ilusiones, el 
delirio y las alucinaciones están en primer plano. En la manía afectiva hay una 
alteración en la afectividad, el carácter y el comportamiento, sin alteración en 
el razonamiento, el juicio y el entendimiento. En la manía instintiva o sin 
delirio el enfermo es llevado a actos que la conciencia no acepta pero que o 
puede evitar.
Lo más importante de Esquirol es que separa los trastornos del humor de los del 
juicio. Define la alucinación como una percepción sin objeto, un estimulo a 
nivel de los sentidos del cual no hay correlato objetivo. La ilusión, a 
diferencia, es la percepción deformada de un objeto presente. La etiología de la 
locura la atribuye a causas físicas y morales predominantemente.
2. Clínica diacrónica: se toma un objeto y se estudia sus modificaciones en el 
tiempo. Se centra en la sucesión. Se debaten constantemente la escuela inglesa y 
la escuela alemana.la francesa propone la descripción precisa y detallista, 
mientras que la escuela alemana propone detallar rasgos más globales y 
ordenados. La escuela francesa está representada por Bayle, Falret y Ballet; 
mientras que los embanderados de la escuela alemana son Kraepelin, Bleuer y 
Griessinger. Bayle publica su tesis en 1822 donde intenta encontrar la patogenia 
de la alienación mental. Encuentra que la patogenia provocada por la meningitis 
crónica desencadena en una alienación mental acompañadas de perturbaciones 
motoras (parálisis general) que evolución en tres fases características: - 
delirio monomaniaco con excitación, - delirio maníaco general con excitación, - 
demencia. Él describe por primera vez en psiquiatría una entidad mórbida como un 
proceso secuencial desarrollando en el tiempo cuadros clínicos sucesivos que 
reposan sobre una base anátomo – patológica unívoca. La parálisis general se 
distingue como una entidad patológica que despliega en un ciclo diacrónico una 
secuencia de estados mórbidos. Introduce una modificación en el plano del 
diagnóstico. La locura como género único deja de ser estudiada a partir de un 
corte transversal y pasan a considerarse su evolución y diferentes etapas, se 
investigan los antecedentes y se ensaya un diagnostico del curso futuro. Este es 
el origen de la clínica diacrónica, donde la locura deja de ser un grupo único 
para convertirse en un grupo de enfermedades yuxtapuestas clasificables en sus 
diferencias, donde prevalece la noción de enfermedades mentales como cuadros 
clínico - evolutivos. Falret en 1840 desarrolla una nueva concepción de la 
clínica, considerando la evolución de cada paciente, determinando que cada 
especie tiene una forma de evolución propia y afirmando que el detalle de los 
signos es aquello que permite vincular el cuadro por su periferia (matices 
secundarios), con una especie mórbida. Recomienda la búsqueda de causas: 
etiopatogenia específica para cada enfermedad. Lo importante de este autor es 
que sienta las bases para la clínica diacrónica, donde se estudia la evolución 
de la enfermedad, la búsqueda de su patogenia específica, y el recuento de 
signos principales y secundarios. Morel, alumno de Falret, propone la teoría de 
la degeneración, donde toda desviación es una degradación y surge de la acción 
de circunstancias exteriores nocivas sobre el hombre. Es una herencia 
progresiva, transmisión hereditaria de la degeneración una vez adquirida. Surge, 
así, el concepto de predisposición. Magnan trata de situar la degeneración en la 
morfología cerebral. Introduce el concepto de delirio crónico de evolución 
sistemática, cuyo curso tiene cuatro períodos delimitados: de incubación, de 
persecución, de grandeza y de demencia. Es una descripción clínica evolutiva de 
una secuencia de cuadros con inicio, desarrollo y final. Por otra parte 
encontramos a la escuela alemana, cuyo fundador es Grienssinger, un 
intermediario entre los dos tipos de clínicas. Adopta el principio etiológico y 
el método de observación de los franceses. Presenta una nosología edificada 
sobre la idea de la evolución de las formas clínicas o fases dentro de un mismo 
proceso. La “locura sistematizada” es el objeto del debate. Kraepelin ordena las 
entidades clínicas, síndromes y patologías de la época es un claro representante 
de la escuela alemana porque se propone el orden y la sistematización de las 
enfermedades nosológicas. La primera edición de su manual de psiquiatría es de 
1883. Su sexta edición es un hito en la historia de la psiquiatría: establece 
una serie de trece enfermedades ordenadas de acuerdo a su etiología: las 
primeras exógenas (hay un agente exterior preciso), y las segundas endógenas (el 
agente causal ya no se puede precisar con claridad). Estas son: locuras 
infecciosas, locuras por agotamiento, intoxicaciones, locuras tiroideas, 
demencia precoz, demencia paralítica, locura de las lesiones del cerebro, locura 
de involución, locura maníaco – depresiva, paranoias, neurosis generales, 
estados psicóticos, detenciones de desarrollo psíquico. Introduce la diacronía 
como elemento esencial para la distinción del cuadro. Los síntomas son 
clasificados en: elementales o basales (elementos que siempre forman parte del 
cuadro clínico, el curso de la enfermedad en el tiempo: inicio, desarrollo y 
forma terminal, estado de las funciones mentales al inicio y al final); y 
accesorios (fenómenos clínicos más evidentes en la patología pero que no 
necesariamente están presentes en todos los casos). Con respecto a la paranoia 
crea un grupo homogéneo definido como delirio primitivo y crónico. Desarrollo 
dependiente de causas internas y su evolución continúa en un sistema delirante 
duradero e inquebrantable; conservando claridad, orden de pensamiento, voluntad 
y acción. No hay alteración de facultades mentales. Se instala un sistema 
producido por un delirio o por una manera especial de interpretar todo por medio 
del delirio. El ritmo es crónico y lento. Los pacientes comienzan teniendo 
sospechas que luego se vuelven certezas, para finalizar en una convicción 
inquebrantable. No hay alucinaciones sensitivas, pero se perciben errores de 
memoria. El delirio está sistematizado, tiene una lógica interna, rígida y 
rigurosa, que se extiende al objeto de la realidad. En cambio, en la demencia 
precoz no logra producir un grupo homogéneo. Se define como una perturbación de 
las facultades mentales, la voluntad y al afecto, en n comienzo. La evolución es 
discontinua y crónica, y termina en la demencia. Existen tres formas diferentes: 
1- la hebefrenia: donde predominan las alucinaciones, las ideas delirantes so 
fragmentadas y pobre, y la perturbación del afecto y la voluntad. Suele atacar 
en la juventud y el pronóstico es negativo. 2- la catatonia: suelen enfermar en 
la juventud generalmente, y el pronóstico es desfavorecedor. Hay un mayor 
compromiso corporal: estados de rigidez corporal y de gran excitación 
psicomotriz. La voluntad, la afectividad se encuentran perturbadas. Aparece el 
mutismo, que puede devenir en autismo. 3- demencia paranoide: el comienzo es más 
tardío. Predominan las alucinaciones auditivas, el delirio está sistematizado. 
Hay poca perturbación de la voluntad y el afecto. Es más leve que las 
anteriores, y el pronóstico es más favorecedor. La demencia fantástica es muy 
similar a la paranoide solo que los temas delirantes son más extravagantes. La 
locura maníaco depresiva consiste en una entidad clínica que incluye los 
trastornos de estado de ánimo, con evolución recurrencial que va desde La manía 
y euforia a la depresión (es el actual trastorno bipolar). La noción de demencia 
precoz fue criticada porque no todas terminan en una demencia, no todas 
comienzan precozmente (hay casos de inicios tardíos), y porque son cuatro formas 
clínicas muy disímiles como para agruparse en una misma entidad clínica. Ballet 
plantea que, aunque la demencia sea el estado terminal de las cuatro formas 
clínicas, no es suficiente para agruparlas bajo un mismo cuadro. Dice que se 
sintetizó demasiado uniendo los distintos tipos. El terreno conflictivo son las 
formas paranoides de la demencia precoz. Propone como entidad clínica la 
psicosis alucinatoria crónica, que se superpone con el campo de la demencia 
precoz paranoide aunque su evolución no conduzca necesariamente a la demencia. 
La evolución se da en cuatro etapas: 1- estado cenestésico penoso e inquietud; 
2- ideas de persecución y alucinaciones auditivas; 3- sustitución o agregado de 
ideas pretenciosas o de grandeza; 4- demencia. Lo toma de Magnan, pero se 
diferencia porque no sostiene que las cuatro tienen que estar presentes sí o sí. 
La base está conformada por la desagregación de la personalidad y por las 
alucinaciones. La persona pierde su unidad de conciencia, sus actos y 
pensamientos son adjudicados a una personalidad extranjera y a prueba de este 
fenómeno es el eco de pensamiento (se quejan de la repetición de su 
pensamiento). Bleuer llama síntomas fundamentales a los que Kraepelin llamaba 
basales. Es de la corriente psicodinámica alemana. Esta influenciado por el 
psicoanálisis, y pone el acento en el mecanismo de disociación. El término 
esquizofrenia sustituye la demencia precoz de Kraepelin porque considera que es 
impreciso, porque no siempre termina en demencia y no siempre es precoz el 
comienzo. Los síntomas fundamentales incluyen: - perturbación del curso del 
pensamiento, - perturbaciones afectivas (ambivalencia, indiferencia aparente), - 
autismo (desapego de la realidad y predominancia de la vida interior). En la 
esquizofrenia simple solo hay perturbación de afecto, voluntad y lenguaje (sin 
alucinaciones ni delirios, que son síntomas secundarios). Seglás comienza a 
problematizar la homogeneidad de la paranoia de Kreapelin. Intenta la 
unificación genérica de los delirios sistematizados. No le importa tanto la 
fórmula, sino la génesis de las ideas delirantes, que es el elemento capital 
para el diagnóstico. Centra el interés en el mecanismo de producción del 
fenómeno delirante. Propone dos delirios: - delirio de interpretación: psicosis 
sistematizada crónica. Las características incluyen: multiplicidad y 
organización de interpretaciones delirantes como sistema, contingencia de 
alucinaciones, persistencia de lucidez y actividad psíquica, evolución por 
extensión progresiva de interpretaciones, incurabilidad, pero sin demencia 
terminal, ausencia de síntomas negativos, no se presentan estereotipos ni 
neologismos. La evolución se da en tres períodos: 1- fase de incubación 
meditativa, 2- periodo de sistematización, 3- periodo terminal de resignación. 
Las formas clínicas incluyen el delirio de suposición (abundancia de 
interpretaciones, el enfermo permanece indeciso, dudas delirantes y sospechas), 
y el delirio fabulatorio (sistematización precisa y compleja, no hay duda ni 
vacilación, explicaciones clara y certeza absoluta). – Delirio de 
reivindicación: es una psicosis sistematizada. Las principales características 
incluyen: carácter primario de una idea obsesiva, prevalente y sectorizada, 
interpretaciones raras y circunscriptas a la idea, exaltación maníaca, pasional, 
crónica, ausencia de ideas delirantes absurdas, evolución caracterizada por un 
inicio brusco y brotes sucesivos, finaliza en la senilidad, . existen dos formas 
clínicas: egoísta y altruista. A partir de esta crítica Kraepelin en su octava 
edición ya diferencia ambos delirios. Clerambault fue el último autor de los 
clásicos. Disocio el grupo de los paranoicos en: psicosis pasionales (reúne 
síndromes erotomaníacos, delirio de celos y delirio de reivindicación, son 
pasiones mórbidas y desproporcionadas que producen una cristalización delirante) 
y delirio de interpretación (es más acotado).
Ética, psicopatología y psicoanálisis, Mazzuca.
La psicopatología surge a partir de la psicología patológica. Los conceptos de 
salud y enfermedad, así como lo patológico y lo normal cuentan con un componente 
ético indiscutible. En la psicopatología es sumamente importante el tema de las 
clasificaciones y de los trastornos por las implicancias éticas que acarrean. La 
psicopatología pasa a ser una tipología cuando estudia la diversidad de los 
tipos psicológicos el síntoma es menos el indicador de una enfermedad que la 
expresión de una estructura subjetiva subyacente. La noción de salud y 
enfermedad, y la de normalidad y patología están cargadas fuertemente por un 
componen ideológico, y de este depende su delimitación. La ética del 
psicoanálisis se ubica entorno a la supresión de las represiones, articular el 
deseo con la acción, transformar el deseo indefinido del neurótico en uno 
definido. La ética del psicoanálisis plantea “¿has actuado de acuerdo al deseo 
que te habita?”, la fuente principal de la culpa es haber cedido ante el deseo. 
La meta del análisis para Freud es el advenimiento consciente de lo 
inconsciente, anular las represiones. No hay que ceder ante el deseo, hay que 
actuar conforme este. Al final del análisis el sujeto está en una posición ética 
para hacerse responsable de su goce y de su deseo, aceptando algunas 
trasgresiones y desechando otras. El goce no debe ser rechazado porque siempre 
encuentra forma de expresión. 
Una introducción a los tres registros: Fabián Shejtman
La triada lacaniana consiste de lo simbólico, lo imaginario y lo real. Esta 
triada no es la misma que la de Freud. Los primeros tres de Freud consisten del 
inconsciente, el preconciente y la conciencia. Tampoco coincide la triada 
lacaniana con la última tripartición de Freud: Yo, Ello y Súper yo. La 
concepción de los tres registros lacanianos se inauguran en la conferencia ante 
la sociedad psicoanalítica francesa, en Julio de 1953. Los tres registros son 
ubicados como la puerta de acceso de la enseñanza de Lacan. Lacan propone, desde 
su enseñanza, un retorno a Freud y a sus escritos. Pero se puede decir que Lacan 
retorna a Freud armado de sus tres registros. Lacan supone entre sus 
contemporáneos, el llamado “posfreudismo”, una suerte de “ida de Freud”, y por 
eso propone recuperar sus concepciones. El retorno a Freud lacaniano es una 
corrección de un estrechamiento y degradación del modo en que se leía a Freud. 
En segundo lugar, el retorno a Freud es un intento de recuperar un abordaje 
racional de la experiencia analítica. El retorno de Lacan a Freud es también un 
retorno a la racionalidad. El retorno a los textos de Freud no es entendido como 
una reiteración del texto freudiano. Lacan propone diversos abordajes del texto 
de Freud: aquel por el cual Lacan continúa el trayecto freudiano extendiendo sus 
planteos en la misma dirección sostenida por Freud; muchas veces extrayendo 
consecuencias que no se hallaban del todo explicitadas. Lacan se encarga de 
hacer pasar la letra de Freud por un aparato lógico de su misma autoría: el 
aparato constituido por sus tres registros. El abordaje de algunos conceptos 
freudianos se esclarece, se ordena lógicamente a partir de su captura por la 
poderosa triada lacaniana. Pero también podemos encontrar, en determinados 
momentos, un Lacan sosteniendo una posición completamente diferente o 
extremadamente crítica frente a los planteos freudianos. Por esta razón, 
conviene leer la obra de Lacan como un largo debate sostenido con Freud.
La tripartición lacaniana de lo simbólico, lo imaginario y lo real se modifica 
completamente de un extremo a otro de su obra. Cada uno de los registros, y las 
relaciones que se establecen entre ellos, sufren modificaciones a lo largo de 
los veinte años de enseñanza de Lacan. Hubo dos cortes en la enseñanza de los 
tres registros de Lacan: el primero se ubica en los años ’50 en el inicio de su 
enseñanza, y el segundo en los años ’70, cerca del final de la misma. En los 
años ’50 existe una evidente prevalencia de los simbólico por sobre lo real e 
imaginario. Esta prevalencia de lo simbólico puede ser atribuida a la corrección 
de la desviación posfreudiana. Los posfreudianos, según Lacan, olvidaron del 
registro simbólico como eje crucial de la experiencia analítica y de la lectura 
de Freud; perdieron el hilo del descubrimiento fundamental de Freud el perderse 
en el frondoso bosque de lo imaginario. Lacan toma La interpretación de los 
sueños, Psicopatología de la vida cotidiana y El chiste y su relación con el 
inconsciente como las tres grandes obras de Freud, anticipatorios de la 
lingüística moderna. Hace notar que las formaciones del inconsciente (el chiste, 
el sueño, los síntomas, el acto fallido) son hechos del lenguaje y solo se 
resuelven por su relación con el registro de lo simbólico. En los años ’50 Lacan 
plantea que el inconsciente está estructurado como un lenguaje; un inconsciente 
que se haya más ligado al significante (simbólico) que al significado 
(imaginario). Veinte años después, Lacan termina suponiendo a los tres registros 
como homogéneos: ninguno debe considerarse como previo ni como prevaleciendo por 
sobre los demás. Lo que le permite dar cuenta de la relación entre sus tres en 
esta época es el nudo borromeo. En la cadena borronea los eslabones están 
engarzados de una manera tal que si se suelta alguno de ellos, cualquiera sea, 
se suelta el resto. Se puede observar en la figura que ninguno de los redondeles 
penetra al otro y, sin embargo, se mantienen encadenados. Lacan se refiere a 
esta propiedad del borromeo diciendo que los eslabones se anudan de no anudarse. 
El tercer anillo es la garantía que sostiene al nudo sin que se desarme. Lo que 
explica que el borromeo mínimo precise de tres eslabones y que si se corta uno, 
cualquiera de ellos, la cadena se desarma. El último Lacan supone entonces que 
sus tres se hallan anudados al estilo de borromeo. Y se sirve de ese anudamiento 
para destacar que esos tres son homogéneos. No hay prevalencia, primacía o 
superioridad de uno por sobre los demás. El planteo de Lacan descarta la 
posibilidad de una cadena simple de dos eslabones que se asocian pasando cada 
uno por el agujero del otro. El planteo de Lacan descarta tal posibilidad para 
los seres hablantes. Establece que no hay relación sexual, impugnando por 
completo la idea de que los seres son complementarios. Lacan no cree que de dos 
pueda hacerse uno. Los seres hablantes se enlazan, se anudan, al estilo del nudo 
borromeo. El nudo entre los sexos se establece a forma de nudo borromeo. 
Destacando el lazo borromeo entre los sexos, no deja de ponerse en manifiesto la 
función necesaria que en tal anudamiento cumple un tercero. El borromeo, donde 
el mínimo es de tres, es el encadenamiento obligatorio entre los sexos, allí 
donde falta la complementariedad, donde no hay relación sexual.
En el comienzo de su enseñanza, Lacan hace hincapié en considerar a las 
formaciones del inconsciente, aquellas que el inconsciente produce como fruto de 
su trabajo, del lado de lo simbólico, como hechos del lenguaje. El avance 
freudiano no consiste en establecer que el sueño porta un mensaje, sino en 
establecer que ese mensaje puede ser descifrado como se descifra un jeroglífico. 
Lacan dice que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, la materia de 
sus formaciones, de los productos de su trabajo, es el lenguaje mismo, y puede 
conocerse su sentido descifrándolo. Lacan sostiene que lo que hace Freud es un 
análisis lingüístico, que lo encuentra en los sueños, los chistes, los olvidos, 
los síntomas; es decir, lo que encuentra al nivel del retorno de lo reprimido. 
Es una instancia palabrera la del inconsciente estructurado como lenguaje. Las 
formaciones del inconsciente comporta la insistencia propia de un mensaje que 
quiere hacerse oír, y ese mensaje, ese saber no sabido que es lo reprimido, se 
hace oír de manera simbólica. Lo simbólico se asocia a esa insistencia propia de 
de esa memoria significante que es el inconsciente. Hay insistencia pero sobre 
el fondo de algo que resiste. La resistencia es conceptual izada por Lacan en 
los años ’50 como imaginaria. Así tendríamos insistencia de lo inconsciente, del 
retorno de lo reprimido, del lado de lo simbólico, y resistencia a nivel de lo 
imaginario. El Yo es aquello que resiste allí donde lo imaginario se interpone 
frente a la palabra que se quiere hacer oír. Los síntomas analíticos se producen 
en la corriente de una palabra que intenta pasar. Los síntomas analíticos, como 
formaciones del inconsciente, situados del lado de lo simbólico de una palabra 
que insiste, que intenta pasar. Esta palabra encuentra siempre la doble 
resistencia del ego del sujeto y de su imagen. Como contrapunto de esta 
insistencia simbólica que se manifiesta en lo sintomático del retorno de lo 
reprimido, a la pareja del yo (el ego del sujeto) y su imagen, del lado de la 
resistencia, como aquello que se interpone en el camino de esa palabra que 
intenta pasar. En este esquema se distinguen y se oponen lo simbólico y lo 
imaginario. En este esquema no hay lugar para lo real.
S a
a’ A
Esta oposición se construye a partir de dos ejes:
• a – a’: El eje imaginario, en el que se condensan todas la relaciones del yo 
con el semejante, del yo con el otro con minúscula, del yo con su imagen 
especular, a partir de la que se constituye como tal y por lo que es designado 
con la misma letra: a minúscula. Es el lugar de la resistencia en tanto que 
imaginaria.
• A – S: es el eje simbólico donde puede ubicarse la insistencia palabrera del 
inconsciente. Esa palabra que desde el Otro con mayúscula, el inconsciente es el 
discurso del Otro dice Lacan, se dirige al sujeto, convocándolo desde el lapsus, 
el síntoma o el sueño. Retorno de lo reprimido, palabra plena que viene del 
Otro, que se hace oír quebrando la cháchara de la palabra vacía del eje 
imaginario, con la irrupción de alguna formación del inconsciente.
El sujeto solo recibe el mensaje que le viene del otro, en el momento en que ese 
eje imaginario a – a’ trastadilla y se le revela, a aquel que supone un dominio 
sobre su hablar, que más que hablar, él es hablado. Se hace lugar a esa palabra 
plena que comporta a cualquiera de las formaciones del inconsciente en el 
momento mismo en que se desbarata la convicción que hace que creamos que somos 
nosotros los que comandamos nuestro discurso. a – a’ es el eje donde cada uno 
supone que dice lo que quiere decir. Es el discurso del yo. Corresponde al punto 
en el que nos reconocemos en lo que decimos y en el que creemos comprendernos, 
al semejante y a nosotros mismos. Pero eso no es más que palabra vacía, cháchara 
en la que el ego del sujeto se reconoce y se ensalza, puesto que allí se sitúa 
el narcisismo. Yo esencial del planteo freudiano consiste en que el yo no es un 
dato primario, se construye, como el cuerpo y la realidad. Lo primario es el 
autoerotismo, en el que reinan la satisfacción anárquica de las pulsiones 
parciales. El empuje de unificación de las mismas, nunca completado de forma 
absoluta, comienza en la etapa del narcisismo en la que el yo se constituye como 
anhelo de unidad. El pasaje del autoerotismo al narcisismo se consuma por el 
nuevo acto psíquico. El estadio del espejo lacaniano permite esclarecer el nuevo 
acto psíquico: una identificación debe producirse para que el yo se constituya 
como tal. Esta identificación es una identificación imaginaria. El yo se 
constituye sobre la base de la identificación con el semejante. El yo es, desde 
el comienzo, otro. El júbilo que despierta esa captura narcisista de la imagen 
especular es resultado directo de la ilusión de unidad con la que asoma esa 
instancia recién construida: el yo. El estadio del espejo es del año 1949, antes 
del comienzo de la enseñaza lacaniana de psicoanálisis. El Lacan más viejo hace 
una relectura de su estadio del espejo y estable que la identificación 
imaginaria con la imagen especular, debe estar hecha sobre la base del sostén 
simbólico. Lo imaginario deja de ser lo primario, a lo que se le suma lo 
simbólico. Los esquemas ópticos sirve para explicar de que forma lo simbólico 
sostiene y regula las relaciones de lo imaginario en la construcción de la 
realidad. El guía que dirige desde lo simbólico el plano imaginario es el ideal 
del yo, y lo hace a través de los intercambios verbales entre los seres humanos. 
La función del ideal del yo como instancia simbólica regula las interacciones 
del yo con sus objetos. Si bien es imaginaria la identificación con el otro 
especular, no sería posible sin el soporte del ideal del yo. Es decisiva la 
separación entre ideal del yo como simbólico, y yo ideal como imaginario. El 
ideal del yo es simétricamente opuesto al yo ideal. La exigencia del ideal del 
yo encuentra su lugar en el conjunto de las exigencias de la ley.