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Resumen para el Final  |  Sociología (Cátedra: Zambrini - 2017)  |  FADU  |  UBA

MILLS – La imaginación sociológica.

 

DURKHEIM – Las reglas del método sociológico. ¿Qué es un hecho social?

 

MARQUES – Uno, casi todo podría ser de otra manera.

 

 

BAUMAN Y MAY – Pensando sociológicamente.

  1. la sociología a diferencia del sentido común, hace un esfuerzo por subordinarse a las reglas rigurosas del discurso responsable.
  2. En segundo lugar, se halla el tamaño del campo del que se extrae el material para el pensamiento sociológico. Para la mayor parte de nosotros este campo está confinado a nuestro propio universo de vida. Para la sociología se necesita esta perspectiva más amplia.
  3. El sentido común y la sociología difieren en el modo en que cada uno da sentido a la realidad humana, en términos de como comprender y explican acontecimientos y circunstancias. Mientras que el sentido común se hace de manera individual y singular, en la sociología se realiza de manera general y colectiva. Pensar sociológicamente es dar sentido a la condición humana a través de un análisis de las múltiples redes de interdependencia humana.

La sociología se opone a la visión del mundo personalizada.

  1. El sentido común es auto evidente no se cuestiona, la sociología cuestiona a partir de una desfamiliarización de los hechos.

 

MACIONIS Y PLUMMER – Sociología.

 

RIVIERE - ¿Comunicación o incomunicación?

 

EINTWISTLE – El cuerpo y la moda. Capítulo 1.

 

EINTWISTLE – Moda y género. Capítulo 1.

Introducción.

Sexo, género y sexualidad.

 

ZAMBRINI – Modos de vestir e identidades de género.

Introducción.

Breve recorrido por los orígenes de la moda.

Eran sociedades estratificadas a partir de estamentos rígidos.

Principales acontecimientos históricos que dieron lugar a este nuevo orden: Rev. Francesa, Rev. Industrial y la consolidación del capitalismo.

El capitalismo hizo que las Leyes Suntuarias perdieran sentido dando paso a la lógica de la distinción social. (Bourdieu).

En esta etapa surgió la moda propiamente dicha.

Este proceso estuvo acompañado por las mutaciones en el sistema productivo y en las tecnologías. Trabajo de la industria fabril como principal organizador de lo social.

Crecimiento de las ciudades, la necesidad de ampliar los mercados y el intercambio de materias primas entre las colonias fueron los impulsos necesarios para el desarrollo de la industria de la moda.

El cambio social y la moda se unieron de manera significativa.

Nacieron los recambios de las ropas por temporadas. La moda burguesa introdujo el gusto por el cambio constante en el vestir. La moda burguesa introdujo el gusto por el cambio constante en el vestir.

Sistema del vestir basado en el cambio continuo, ya que la moda necesitó una sociedad que tenga relativa movilidad interna para su pleno desarrollo.

Surgimiento de la alta costura que marcaba los parámetros de la elegancia y el buen vestir. La creación de la máquina de coser dio lugar a la confección seriada dirigida al consumo masivo (prendas de menor calidad y costos). De este modo se consolidó un sistema de moda bipartito.

La democratización de las prendas fue sólo a modo parcial, ya que mediante la Alta costura la elite burguesa conservó el privilegio del vestir al igual que la aristocracia en la época anterior.

Por un lado estaba la elite portadora de los bienes de distinción y por el otro una mayoría que intentaba adoptar y/o imitar dichos símbolos distintivos. La elite trataba de alejarse lo más posible de la masa creando nuevos símbolos de distinción social.

En la etapa burguesa de la moda se conformó un sistema del vestir bipolar cuya función era manifestar y salvaguardar la distinción social. El sistema de la moda brindo identidades a los sujetos y los mimetizo en lo masivo sentando las bases culturales para el pleno desarrollo durante el S XX de una cultura de masas.

Lo binario como ordenamiento social.

El vestir como técnica corporal: Moda y Género.

 

SAULQUIN – La moda en Argentina.

 

MORIN -  Cultura de masas. El gran público.

BOURDIEU – La lógica de la distinción.

 

Consumo, ocio, arte… todos estos niveles de interacción de la vida cotidiana, se explican por una cosa muy obvia aunque no por ello insignificante, a saber, el gusto. El gusto limita nuestras preferencias, nuestras actitudes, ideas, acciones, pero, ¿qué es lo que limita y da forma a nuestro gusto? En principio podríamos señalar que el gusto pertenece a un orden abstracto que conforma nuestros criterios y disposiciones hacia las cosas, y que en este orden, se definen las relaciones diferentes e incluso antagónicas con la cultura, según las condiciones en que hemos adquirido nuestro capital cultural y los mercados en los que podemos obtener de él, un mayor provecho. Este orden al que Bourdieu hace referencia no es otro que el habitus.

El habitus es a la vez el principio generador de prácticas objetivamente enclasables y el sistema de enclasamiento de estas prácticas. Es decir, es el conjunto de prácticas generadas por las condiciones de vida de los grupos sociales así como la forma en la que éstas prácticas vislumbran una relación concreta con la estructura social, esto es, el “espacio de los estilos de vida”. Estos estilos de vida, son aquellos productos del habitus que devienen en sistemas socialmente clasificados. Es decir, se puede observar como aquellas prácticas cotidianas que conforman un estilo de vida se corresponden con un habitus determinado (de clase alta, de pequeña burguesía, etc.).

Bourdieu propone una diferenciación de clases atendiendo no únicamente a las propiedades o a las relaciones de producción sino a la manera en que estas propiedades en relación conforman un habitus de clase determinado y cómo éste se sostiene con las prácticas de las que es producto. De una manera concreta, el habitus depende de las relaciones que existen en un individuo / grupo entre el capital económico y el capital cultural. Bourdieu propone una diferenciación de los habitus en función de la clase social, encontrándose en cada una, una multiplicidad de matices al modelo general.

 

BARREIRO – La moda en las sociedades modernas.

Capitulo IV. Moda y estratificación, de las teorías clásicas a las teorías contemporáneas.

En los estudios de la sociología clásica y moderna se destaca que la moda constituye un fenómeno típicamente contradictorio ya que mientras su existencia pide la participación de un cierto número, su pervivencia se ve destruida cuando supera cierto límite. Se trata de que hay una lucha entre clases, las elites suelen adoptar unos símbolos de distinción y las clases más bajas aspiran a acercarse lo máximo posible al estilo de la elite.

 

  1. La bipolaridad imitación-diferenciación como generadora de moda

 Spencer sostiene que la moda se diferencia de los comportamientos ceremoniales ya que éstos tienden a resaltar las diferencias sociales mientras que ésta pretende producir la semejanza, la igualdad de las clases más humildes con las superiores a través de una imitación competitiva. Hay dos tipos de imitación, uno es la imitación respetuosa donde se trata de agradar al superior implicando una profunda subordinación; la otra es la imitación-rival, que es el deseo de afirmar que se es igual a él.

La teoría de Spencer presupone una sociedad estratificada pero estimulada por exigencias democráticas en la cual las clases superiores pretenden siempre diferenciarse de las inferiores y éstas a su vez imitando el modo de vestir de las primeras pretenden  satisfacer el deseo de pertenecer a una clase más alta como también distinguirse de las clases sociales aún más bajas.

Simmel sostiene que la moda es un producto de la división de la sociedad en clases cuya doble función es unir y diferenciar y si faltaría alguna de las dos, la moda no llega a formarse. Las raíces de la moda tienen dos tendencias antagónicas que actúan en conjunto: la imitación o la igualación social, y la diferenciación individual. La imitación social aparece como una herencia psicológica que le brinda al individuo la sensación de pertenencia en un grupo. Pero cuando se busca una distinción individual, la imitación es un obstáculo. Entonces la moda es imitación de un modelo dado y satisface la necesidad de apoyo social, ya que conduce al individuo por el camino que todos llevan, pero no satisface la necesidad de distinguirse y destacarse.

Destaca que las modas son modas de clase. La nueva moda solo afecta a las clases superiores, cuando las clases inferiores logran acceder a ella, la elite abandona ésta moda inmediatamente y accede a una nueva con la que se diferencian otra vez de las masas.

 

  1. El vestido como expresión de la cultura pecuniaria.

Veblen sostiene que los fenómenos del consumo de moda dependen de la estructura social y no de las necesidades naturales. Explica cómo a través del gasto en materia vestimenta bajo la regla del derroche ostensible, el individuo no sólo ha de mostrar que es capaz de consumir por un valor relativamente grande, sino que ha de indicar a la vez que consume sin producir, mostrando así su capacidad económica. La necesidad del vestido es una necesidad espiritual ya que el valor de los materiales y su confección no está en su valor comercial, sino en el hecho de que esté de moda y en el aumento de la propia reputación. Lo barato es indigno, las cosas son bellas y útiles en proporción a su costo.

Una apariencia elegante ha de dar siempre la impresión de que el usuario no realiza habitualmente ningún trabajo manual o esfuerzo, la vestimenta así constituye un símbolo de ocio. (Vestimenta derroche-ostensible). El vestido de las mujeres en este puto llega más lejos que el de los hombres ya que la una de las finalidades de su indumentaria era dificultar todo movimiento para la realización del trabajo productivo. Y a las mujeres respetables se les exige que se abstengan de todo esfuerzo útil con mayor firmeza que los hombres de las mismas clases sociales y que exhiban en mayor grado su ociosidad.

Por último, el vestido tiene que estar a la última moda y bajo la ley del derroche ostensible, cada una de las innovaciones de la moda tiene que lograr alguna forma de exhibición que pueda ser más aceptable que la que desplaza.

 

III. La función social del objeto-signo y la lógica de clase.

Baudrilard sostiene que nunca se consume un objeto por sí mismo o por su valor de uso, sino en razón de su valor de cambio, es decir, según el prestigio, el estatus y el rango social que confiere. Por encima de la satisfacción de las necesidades, el consumo de moda es un instrumento de jerarquía social, y hay que reconocer en los objetos un ámbito de producción social de las diferencias y valores clasistas. La sociedad de consumo es un proceso de producción de valores-signos cuya función es otorgar connotación a los rangos y reinscribir las diferencias sociales.

El consumo no es motivado por el placer, sino que opera bajo el impulso de la competición de clases. Los objetos no son más que exponentes de clase, que funcionan como signos de movilidad y aspiración social.

Las novedades de la moda tienen como función volver a crear distancias, excluir a la mayoría incapaz de asimilarlas de inmediato y distinguir a las clases privilegiadas que sepan apropiárselas.

La moda, como la cultura de masas, se dirige a todos para poner a cada uno en su lugar.

 

  1. El capital cultural como generador de estilos de vida diferenciados.

Bourdieu habla de la teoría de la distinción donde se ejemplifica al capital cultural como generador de estilos de vida diferenciados. La posesión de ciertos bienes culturales atestiguan no sólo la riqueza de su propietario sino también su buen gusto como una garantía de legitimidad.

El poder distintivo de los consumos culturales tiende a disminuir cuando aumenta el número absoluto de quienes están en condiciones de apropiárselos. El capital cultural objetivo no existe más que por las luchas que se desarrollan en los campos de producción cultural y en el campo de las clases sociales.

Para Bourdieu las transformaciones de la moda en su búsqueda de la distinción son producto del objetivo por una parte, de la lógica de las luchas internas en el campo de producción, que se organizan según la oposición entre lo antiguo, lo nuevo, lo caro y lo barato y entre lo clásico y lo practico; y por otra parte, de la lógica de las luchas internas en el campo de la clase dominante que enfrentan a los pretendientes pretenciosos.

Los ocupantes de las diferentes posiciones en el espacio social, no es otra cosa que el balance de las luchas simbólicas que tienen como apuesta la imposición del estilo de vida legítimo, y que encuentra una realización en las luchas por el monopolio de los emblemas de clase y bienes de lujo o por el modo de apropiación legitima de esos bienes.

Aquellos a los que se considera distinguidos tienen el privilegio de no tener que preocuparse por su distinción. Por el contrario, el resto hace demasiado, traicionando así su inseguridad y se desvaloriza por la propia intención de distinción.

 

La escena presente: Debate modernidad-posmodernidad – CASULLO

La escena del presente va siendo configurada por distintos elementos que van a dar pie a un momento teórico, político y cultural, en la discusión de lo moderno y lo posmoderno. Nosotros estamos signados por una serie de elementos que forman parte de lo que está aconteciendo en relación a este mundo histórico cultural de ideas. Nuestro tiempo se arma a partir de diferentes elementos cuya conjunción nos da un entramado, una atmósfera en la cual estamos situados.

La escena de la actualidad nos muestra profundas mutaciones en todos los planos, aparición de actores sociales colectivos y desaparición de otros, nuevos horizontes de problemas, cambios en la sensibilidad de los hombres. Es un tiempo de metamorfosis de escenarios en lo económico, en lo político, en lo tecnológico, en lo cultural. Se plantea un tiempo reflexivo sobre QUÉ ES HOY LO MODERNO.  Un tiempo de la autoconciencia de la modernidad. Se instala un debate entre dos nociones: modernidad y posmodernidad. Posmodernidad como una noción conceptual que plantearía que estamos más allá de la modernidad. Es un corte cultural profundo, decisivo, terminante: se agotaron las razones de la modernidad, sus capacidades de dar cuenta de la propia historia, los irreal en las formas en que representó la verdad, lo real, los sujetos, la conciencia, la historia, los objetivos.

El debate modernidad-posmodernidad se da en el marco de estas crisis, de esta mutación de lógicas económicas capitalistas, en el marco de as lógicas políticas, dando cuenta de su incapacidad. También las lógicas de administrar el mundo aparecen modificadas, crisis en las lógicas sociales. Esta posmodernidad es un nuevo fenómeno, un nuevo tiempo sociocultural. Esta nueva escena mutante de pérdida de identidades, de globalizaciones, es la que nos compete, donde estamos ubicados en nuestro país con todas las variaciones nativas, vernáculas, de estas crisis y de la marcha del modelo neoconservador liberal que lleva adelante el gobierno.

Lo moderno fue este proceso de racionalización a partir de la centralidad de la razón con base científico-técnica, que racionaliza el mundo y deja atrás las explicaciones en términos religiosos, míticos. La característica de lo moderno es esta conciencia del mundo racionalizado, objetivado racionalmente. El mundo pasa a ser un momento objetivable racionalmente, un proyecto que yo estoy trabajando. La racionalidad está planteando que se necesita saber y preguntarse permanentemente, humanamente, por el sentido de la historia. El mundo de la modernización social se ha desfasado, de aquella capacidad que tuvo la modernización cultural para orientar el proceso histórico. Esta última gran etapa de la modernización pareciera que ha quedado obsoleto e incapacitado de dar respuesta a aquellas preguntas: para qué la historia, por qué la historia, hacia dónde vamos, cuál es el punto de llegada. Hoy nos habríamos quedado sin las respuestas y necesitaríamos volver a discutir todo esto. Sin embargo, la historia, en su modernización estructural, sigue avanzando, y hoy ya no podemos decir si el avance tecnológico sirve siempre y en cualquier circunstancia porque a veces la más alta y avanzada tecnología sólo sirve para la muerte. Ya nos quedamos sin respuestas claras, confiables. Estamos en una etapa que exigirá reencontrar este proceso de racionalización explicativa, frente a los peligros que entraña salir del camino de la razón, cuestionar a la razón porque no da cuenta cierta el peligro de entrar en caminos irracionales. Pero vuelve a apostar a la razón, a su capacidad crítica y de criticarse a sí misma. Pone en cuestión la vigencia, la sobrevivencia de esta razón que fundó el mundo moderno capitalista burgués. La idea de progreso está en discusión. Se progresa o se está retrocediendo según qué parámetros tome uno. la idea del bienestar indefinido, de la conservación de los recursos naturales del planeta, de la fraternidad y libertado del fin de las guerras y violencias, de la superación de desigualdades sociales, de la capacidad de la política para conquistar la felicidad del hombre. Se habla de la crisis definitiva del sujeto, del sujeto conciencia, portador de esta razón, el sujeto de las críticas y explicaciones.

La tecnología ya no es una utopía, es una amenaza.

Lyotard, plantea que ha concluido el tiempo moderno porque los grandes metarrelatos modernos que le dieron referencia racional, horizonte, sentido, han claudicado. Plantea que a partir de eso podríamos estar en los bordes de la modernidad, trabajando en sintonía con un tiempo de carácter post-moderno, plural.

Para Subirats, lo posmoderno se evidencia en el abandono explícito de la filosofía crítica, el abandono de la crítica a la historia, a los poderes, a las nuevas lógicas de conocimiento. Hoy viviríamos en una época de difícil reconstrucción de una crítica al mundo dado. La filosofía crítica se da básicamente por los mismos factores tecnológicos de la civilización, que reestructuran el mundo de una forma absolutamente inédita.

Para Buci-Gluksman estamos caminando hacia un nuevo irracionalismo. Un nuevo irracionalismo de tendencia neoconservadora, frente a la pérdida de un mundo histórico. Plantea que la posmodernidad nacería de la poca realidad que tiene lo real. Lo real ya casi se ha extinguido como experiencia para nosotros, habitantes massmediatizados de las grandes urbes. Cuando uno discute en realidad ni sabe sobre qué está discutiendo.

Para Owens la posmodernidad es vista desde una esfera artística e implica el fin del hombre poniendo el sello en su obra. La estética massmediática no tiene autoría.

Deleuze – Posdata sobre las sociedades de control.

Foucault sitúo a las sociedades disciplinarias en los siglos XVII y XIX, las cuales alcanzan  su esplendor a principios del XX. Operan mediante la organización de grandes espacios de encierro, como la familia, la escuela, la fábrica, hospitales y la prisión que es el lugar de encierro por excelencia. El individuo no deja de pasar de un espacio cerrado a otro, cada uno con sus leyes.

Tras la segunda guerra mundial, Deleuze nos explica que comienza una crisis generalizada de todos los lugares de encierro y que las sociedades de control reemplazan a las disciplinarias. En la sociedad actual imperan ciertas técnicas de poder, poco evidentes pero eficaces, que permiten ejercer control total en espacios abiertos. Los encierros son moldes, pero los controles son modulaciones, un molde auto deformante que cambia continuamente.

- En las sociedades de disciplina siempre se estaba empezando de nuevo, mientras que en las sociedades de control nunca se termina nada.
- Las sociedades disciplinarias tienen dos polos: la firma (que indica el individuo) y el número de matrícula (que indica su posición en una masa). El poder es asimismo masificador e individualizador, constituye en cuerpo a aquellos sobre los que ejerce y moldea la individualidad de cada miembro del cuerpo. En las sociedades de control, lo esencial ya no es una firma o un número, sino una cifra, que marca el acceso o el rechazo a la información. Ya no nos encontramos ante el par masa-individuo, sino que los individuos se han convertido en “dividuos” y las masas en muestras, datos, mercados o bancos.
- En cuanto al dinero, el control refiere a intercambios flotantes.
- Hay una evolución tecnológica, pero más aún, una mutación del capitalismo. El capitalismo del S XIX es de concentración, para la producción y de propiedad. En la actualidad el capitalismo ya no se basa en la producción, ya no se compran materias primas y se venden productos terminados, se compran productos terminados o monta piezas. Lo que quiere vender son servicios, y comprar acciones. Es un capitalismo para el producto, para la venta y para el mercado. Así, la fábrica ha cedido el lugar a la empresa. El servicio de la venta es el “alma” de la empresa.
- En las sociedades de control, el marketing es el instrumento de control social. El control es a corto plazo y de rotación rápida, pero también es continuo e ilimitado; mientas que la disciplina era de larga duración, infinita y discontinua.
- El hombre ya no es un hombre encerrado, sino un hombre endeudado.
- Estamos ante un progreso hacia la individualización, se sustituye el cuerpo individual o numérico por la cifra de una materia “dividual” que debe ser controlada.

Zygmunt Bauman – Modernidad Líquida.

Bauman propone la idea de “modernidad líquida” utilizando el término fluidez como una metáfora para definir a la etapa actual de la era moderna. Los líquidos, a diferencia de los sólidos, no conservan fácilmente su forma y están constantemente dispuestos a cambiarla, no se fijan al espacio ni se atan al tiempo. Para ellos lo que cuenta es el flujo del tiempo más que el espacio que puedan ocupar, ya que después de todo, a ese espacio sólo lo llenan por un momento.

Los tiempos modernos encontraron a los sólidos premodernos en un estado avanzado de desintegración y los “diluyeron” con el objetivo de inventar sólidos cuya solidez fuera duradera, volviendo al mundo predecible y controlable. Para constituir este nuevo orden era necesario “derretir los sólidos” que significaba principalmente desprenderse de las obligaciones y los deberes éticos del viejo orden. Aunque todos los moldes que se rompieron fueron reemplazados por otros, la gente fue liberada de sus viejas celdas sólo para ser censurada y reprimida si no lograba situarse en el nuevo orden. En éste nuevo orden las pautas y configuraciones ya no están “determinadas” y no son autoevidentes.

La modernidad empieza cuando las dimensiones tiempo y espacio se separan de la práctica vital y entre sí. El tiempo adquiere historia cuando la velocidad de movimiento a través del espacio se convierte en una cuestión de ingenio, imaginación y recursos humanos. La distancia recorrida, el espacio, en una unidad de tiempo pasó a depender de la tecnología y los límites heredados de la velocidad de movimiento pudieron transgredirse.

La disolución de los sólidos condujo a una progresiva emancipación de la economía de sus ataduras políticas, éticas y culturales. Sedimentó un nuevo orden definido puramente en términos económicos. Éste orden económico afectó cada aspecto de la vida humana volviendo irrelevante todo aspecto que no contribuyera a su reproducción.

Zygmunt Bauman – Turistas y Vagabundos.

En la actualidad, todos vivimos en movimiento, nos mudamos, viajamos, revoloteamos por la web, nos conectamos con el otro lado del globo. La distancia dejó de ser un obstáculo porque se necesita menos de un segundo para conquistar el espacio. Uno en este mundo no puede “quedarse quieto”, la idea de “estado de reposo” sólo tiene sentido en un mundo que permanece inmóvil, en un lugar de muros sólidos, de caminos rígidos.

En la etapa anterior, en las sociedades industriales modernas, la sociedad era una “sociedad de producción”, donde utilizaba a sus ciudadanos como productores y soldados y debían obedecer y cumplir con esas dos funciones. En ésta era posmoderna, la sociedad es de consumo y los ciudadanos deben cumplir la función de consumidores. La lógica de ésta economía es que la satisfacción del consumidor deber ser instantánea pero debe terminar enseguida; para ello, los consumidores no pueden fijar su atención en un deseo u objeto durante mucho tiempo, deben ser impacientes, inquietos, e impulsivos. Su interés debe despertarse y perderse con la misma facilidad. Para el consumidor, estar en marcha, buscar, no encontrar, no es malestar sino promesa de felicidad, viajar es esperanza y llegar es una maldición. El consumidor es un viajero que no puede dejar de serlo.

Para aumentar la capacidad de consumo, jamás se debe dar descanso al consumidor. Hay que mantenerlo despierto y alerta, exponerlo a nuevas tentaciones para que permanezca siempre en un estado de excitación y de insatisfacción permanente. Constantemente se seduce al consumidor, despertando deseos. Una vez logrado su objetivo, deben ceder rápidamente su lugar a otros objetos de deseo para no detener esa búsqueda global de ganancias llamada hoy “crecimiento económico”. La industria actual está montada para producir atracciones y tentaciones.

A todos se les asigna el papel de consumidor y todos quieren serlo, pero la realidad nos muestra que no todos pueden. Esta sociedad de consumo es una sociedad también estratificada. Se diferencian a los “de arriba” y “los de abajo” según el grado de movilidad, de libertad para elegir el lugar que ocupan.

Los “de arriba” tienen la satisfacción de andar por la vida a voluntad, de elegir sus destinos de acuerdo con los placeres que ofrecen; en cambio a “los de abajo” los echan una y otra vez del lugar que quisieran ocupar, sus destinos son elegidos por otros y el placer no es uno de los criterios de elección.

Para el primer mundo, el de los globalmente móviles, el espacio ha perdido sus cualidades restrictivas y se atraviesa fácilmente tanto real como virtualmente. Viven en el tiempo, el espacio ya no rige para ellos, ya que cualquier distancia se recorre instantáneamente. En cambio, para los del tercer mundo, los “localmente sujetos”, el espacio real se cierra ya que están impedidos de desplazarse y en su tiempo “no pasa nada”, no tienen nada que hacer. Viven en el espacio, pesado e intocable.

Los primeros viajan a voluntad, se divierten mucho, se les seduce y soborna para que viajen, se los recibe con sonrisas y brazos abiertos. Los segundos viajan ocultos o a veces ilegalmente y nunca son bien recibidos, si tienen mala suerte los detienen y deportan apenas llegan.

Bauman define como turistas a aquellos del primer mundo y como vagabundos a los del tercer mundo. Los turistas se desplazan o permanecen en un lugar según sus deseos, abandonan un lugar cuando nuevas oportunidades desconocidas los llaman desde otra parte. Los vagabundos saben que no se quedarán mucho tiempo en un lugar por más que lo deseen, ya que no son bienvenidos en ninguna parte. Los turistas se desplazan porque el mundo a su alcance (global) es irresistiblemente atractivo; los vagabundos lo hacen porque el mundo a su alcance (local) es insoportablemente inhóspito. Los turistas viajan porque quieren, los vagabundos porque no tienen otra elección, se podría decir que son turistas involuntarios.

La globalización está estructurada para satisfacer los sueños y deseos de los turistas. Su efecto secundario, es la transformación de muchos más en vagabundos. Los pobres deben vivir en el mismo mundo creado para beneficio de aquellos que poseen el dinero.
El vagabundo es el otro yo del turista y también es su admirador, su aspiración es que se les permita ser un turista.

Se ha convertido al turista y al vagabundo en consumidores; pero el segundo es un consumidor defectuoso, su potencial para el consumo es tan limitado como sus recursos. No aportan nada a la prosperidad de la economía transformada en industria turística, son inútiles y por ello, indeseados, y por ser indeseados son marginados.

Entre los dos extremos, se encuentra una gran parte de la sociedad de consumidores-viajeros (la clase media), que nunca tienen plena certeza acerca de dónde están parados en un momento dado ni, menos aún, de si conservarán su situación actual el día siguiente. Así, el vagabundo es la pesadilla del turista. La visión del vagabundo es aterradora para el turista, no le teme por lo que es sino porque puede convertirse en él.
Paradójicamente, la vida del turista es tanto más soportable, incluso placentera, por cuanto se ve acosada por la alternativa aterradora de la existencia vagabunda. La vida del turista no sería ni la mitad de placentera si no existiera el vagabundo para mostrarle cómo es la otra cara.

Castells – Globalización y Antiglobalización.

La globalización no es una ideología, sino un proceso objetivo y multidimensional, no sólo económico. Su expresión más determinante es la interdependencia global de los mercados financieros, permitida por las nuevas tecnologías de información y comunicación favorecida por la desregulación y liberación de dichos mercados. Si el dinero es global, nuestra economía es global, porque se mueve al ritmo de la inversión del capital. Y si las monedas se cotizan globalmente, las políticas monetarias no pueden decidirse autónomamente en los marcos nacionales. También está globalizada la producción de bienes y servicios, en torno a redes productivas de empresas multinacionales y sus empresas auxiliares, en las cuales se genera el 30% del producto bruto global y 2/3 del comercio mundial.

También la ciencia y la tecnología están globalizadas en redes de comunicación y cooperación, estructuradas en torno a los principales centros de investigación universitarios y empresariales. La globalización incluye el mundo de la comunicación con la concentración de los medios de comunicación en torno a 7 grandes grupos de multimedia. Y la comunicación de la gente también se globaliza a partir de Internet.

Las instituciones políticas se han globalizado a su manera, construyendo un Estado red en el que los Estados nacionales se encuentran con instituciones supranacionales para tomar decisiones en forma conjunta. Los Estados nacionales no sufren la globalización, sino que han sido sus principales impulsores, mediante políticas liberalizadoras, convencidos de que la globalización crea riqueza, ofrece oportunidades, y al final, también les llegarán sus frutos a la mayoría de los hoy excluidos.

El problema es que las sociedades no son entes sumisos que pueden ser programados. La gente vive y reacciona con lo que va percibiendo y en general, desconfía de los políticos. Y cuando no encuentra los canales de información y de participación sale a la calle. Y así, frente a la pérdida de control social y político sobre un sistema de decisión globalizado que actua sobre un mundo globalizado, surge el movimiento antiglobalización, comunicado y organizado por Internet.

Unos piden mejor reparto de la riqueza en el mundo, rechazan la exclusión social y denuncian la paradoja de un extraordinario desarrollo tecnológico acompañado de enfermedades y epidemias en gran parte del planeta. Otros defienden el planeta mismo, amenazado de desarrollo insostenible, entre otras cuestiones.

El movimiento antiglobalización incluye una franja violenta, minoritaria, para quien la violencia es necesaria para revelar la violencia del sistema. Y lo que dicen los movimientos de antiglobalización es que esta democracia, si bien es necesaria para la mayoría, no es suficiente aquí y ahora. El principal mérito del movimiento global contra la globalización es el haber puesto sobre la mesa del debate social y político lo que se presentaba como vía única e indiscutible del progreso de la humanidad.

Sibilia – Capitalismo.

Mutaciones: la crisis del capitalismo industrial.

El capitalismo nació industrial y sus principales emblemas de la Revolución Industrial son mecánicos. Pero la máquina más emblemática es una mucho más cotidiana y menos sospechosa: el reloj, éste simboliza como ningún otro las transformaciones ocurridas en la sociedad. A lo largo de los siglos, luego de su origen en la Edad Media, su uso se fue expandiendo y aún más cuando las ciudades empezaron a exigir una rutina metódica, junto con la necesidad de sincronizar todas las acciones humanas y organizar las tareas a intervalos regulares. La sociedad industrial funcionaba con el ritmo cronometrado de infinitos relojes, este tipo de organización social surgió en el Occidente finalizando el S XVIII y alcanzó su apogeo en la primera mitad del S XX.

En las últimas décadas, se desencadenó un proceso de transición de aquél régimen industrial hacia un nuevo tipo de capitalismo, globalizado y posindustrial. La automatización de las industrias devaluó la fuerza de trabajo obrero, lo que produjo una crisis del empleo asalariado. Además la globalización de los mercados está provocando profundos cambios geopolíticos y se debilita el protagonismo absoluto de los Estados nacionales.
Simultáneamente, el capital financiero se yuxtapone al productivo y activa la circulación de sus flujos alrededor del planeta.

Se radicalizó la separación entre ambas esferas: la productiva y la financiera. Se acentuó en los años siguientes con la propagación de diversas tecnologías basadas en medios digitales, como las tarjetas de crédito y débito, los cajeros electrónicos, las transferencias automáticas, etc. Ese largo proceso que tiende a la virtualización del dinero, desembocó de manera triunfante en Internet. “Ahora también el dinero es información digital, circulando continuamente por el ciberespacio en el sistema nervioso digital del planeta Tierra.”

En una economía en la cual los cambios son la única constante, verbos como tener, guardar y acumular pierden sentido. Lo que cuenta ahora no es la posesión de los bienes en el sentido tradicional, es la capacidad de acceder a su utilización como servicios.

El marketing y el consumo son explotados con tecnologías nuevas y sofisticadas. La tecnología adquiere una importancia fundamental, pasando de las viejas leyes mecánicas y analógicas a los nuevos órdenes informáticos y digitales. En la sociedad contemporánea, marcada por cambios rápidos y constantes, imperan ciertas técnicas de poder cada vez menos evidentes, pero más sutiles y eficaces, que permiten ejercer un control total en espacios abiertos. Como sostiene Deleuze, los espacios de encierro de las sociedades disciplinarias están en crisis.
A medida que pierde fuerza la vieja lógica mecánica de las sociedades disciplinarias, emergen nuevas modalidades digitales que se dispersan aceleradamente por toda la sociedad. La nueva lógica de funcionamiento vinculada a los nuevos dispositivos de poder es total y constante, opera con velocidad y a corto plazo e ignora todas las fronteras, atraviesa tiempos y espacios. Nada nunca parece quedar fuera de control.

Del productor-disciplinado al consumidor-controlado.

Las sociedades industriales desarrollaron toda una serie de dispositivos destinados a modelar los cuerpos y las subjetividades de sus ciudadanos. Son las técnicas disciplinarias aplicadas en las diversas instituciones de encierro (escuelas, fábricas, asilos…). Estos mecanismos promovieron una autovigilancia generalizada, cuyo objetivo era la “normalización” de los sujetos. Se trataba de tecnologías de biopoder, un poder que apunta directamente a la vida, administrándola y modelándola para adecuarla a la normalidad, se construían cuerpos dóciles y útiles destinados a alimentar los engranajes de la producción fabril. Respondían a determinados intereses económicos y políticos.

El contexto actual difiere bastante de aquel escenario de la sociedad moderna industrial. El nuevo capitalismo se constituye sobre el inmenso poder de procesamiento digital y está constantemente lanzando y relanzando al mercado nuevas subjetividades. Los modos de ser constituyen mercaderías muy especiales, que son adquiridas y de inmediato descartadas por los diversos targets a los cuales se dirigen, alimentando a una espiral de consumo en aceleración constante. Se trata de modelos subjetivos efímeros y descartables, vinculados a las propuestas y volátiles intereses del mercado.

Las sociedades disciplinarias operaban con moldes y buscaban la adecuación a las normas, era una lógica al mismo tiempo masificante e individualizante. En un bloque único y homogéneo, se modelaban los cuerpos y subjetividades de cada individuo en particular. En cambio, en las sociedades contemporáneas de control, tanto la noción de masa como la de individuo han mutado y emerge una nueva figura: el consumidor. En lugar de integrarse en una masa, el consumidor forma parte de diversas muestras, nichos del mercado, targets y bancos de datos.
Se observa la transición del productor-disciplinado al consumidor-controlado.

Hoy en día, el sujeto de la sociedad contemporánea posee un sinnúmero de tarjetas de crédito y códigos de acceso, todos dispositivos digitales. La identificación del consumidor pasa por su perfil: una serie de datos sobre su condición socioeconómica, sus hábitos y preferencias de consumo. Todas estas informaciones se acumulan mediante formularios de encuestas y se procesan digitalmente para almacenarlos en bases de datos con acceso a través de las redes para ser vendidas, comparadas y utilizadas por las empresas en sus estrategias de marketing. De ese modo, el propio consumidor pasa a ser un producto en venta.

Las modalidades de trabajo también cambian y se expanden tanto en el espacio como en el tiempo. Se ha abandonado el esquema de los horarios fijos y las jornadas de trabajo estrictamente delimitadas en rígidas coordenadas espacio-temporales. Los muros de las empresas también se derrumban ya que los empleados están en conexión permanente mediante sus dispositivos electrónicos, se desdibujan los límites entre espacio y lugar de ocio, entre tiempo de trabajo y tiempo libre. Esos “collares electrónicos” constituyen una de las varias formas de control, ya que en la era de digitalización total, todo y todos pueden ser rastreados y deben estar constantemente disponibles.

El consumidor, es el hombre endeudado de la sociedad contemporánea. Feliz de poseer tarjetas bancarias, que ofrecen acceso a los más diversos bienes y servicios por medio de contraseñas en sistemas digitales está condenado a la deuda perpetua. El endeudamiento no constituye un estado de excepción sino una condena permanente. La finalidad de la deuda no consiste en ser saldada sino en permanecer eternamente como tal: flexible, inestable, negociable, continua. Hoy es señal de “pobreza” no tener deudas, no disponer del acceso al crédito.

Manzini – Lo interactivo.

Lo interactivo – MANZINI

Nuestra relación con el mundo, con las cosas como con las personas, es una relación interactiva. Pero sucedió algo que ha modificado un aspecto significativo de esta extensa interactividad.

En el pasado se había establecido una profunda y clara distinción entre la retroacción llevada a cabo por los seres vivos y aquella llevada a cabo por las cosas inanimadas. Hoy en día, la aparición de una generación de objetos que actúan de manera dinámica con los sujetos, pone en crisis esta tradicional y clara distinción. Este cambio, hizo que el tema de la interactivo sea uno de los más nuevos y estimulantes campos a partir del cual tanto diseñadores como productores deben relacionarse.

Lo interactivo consiste en la forma asumida en el tiempo por las relaciones de acción y retroacción entre sujetos y objetos. Todos los objetos son y siempre han sido interactivos. El dar una cierta forma física a un objeto, significa establecer un cierto programa de uso. La forma física es un programa de lo interactivo que se expresa de manera analógica (relación de semejanza entre dos cosas distintas).

Esta cuestión se hace más evidente con los objetos mecánicos dotados de dinamismo: cada uno lleva analógicamente inscrito , en las partes físicas, el modo (programa) con el que funciona y con el cual interactúa con el usuario o con el ambiente.

Si toda forma de lo interactivo presupone un programa, lo interactivo de que hablamos hoy cuenta con un programa que ya no está inscrito en la forma física macroscópica del objeto, sino que está grabado en soportes electrónicos. Lo que hoy ha cambiado, no es la repentina aparición de objetos capaces de interactuar, sino la nueva calidad de la interacción como consecuencia de las nuevas posibilidades de prestaciones de los objetos afectados por la difusión de las tecnologías informáticas y electrónicas.

Lo nuevo no consiste en lo interactivo en sí mismo, sino que lo nuevo es más bien, la calidad de la interacción, su paso de la forma mecánica-analógica a aquella electrónico-digital, y su apertura hacia el incremento de la complejidad de las prestaciones (servicio o comodidad que ofrece una cosa) que tal paso ha hecho posible. Este incremento conduce a una mutación tan profunda en la relación sujeto-objeto, que pone en entredicho su propia naturaleza.

El objeto tradicional interactúa con el usuario presentándose en podo pasivo: se limita a existir, mientras el sujeto elije sus posibles usos y le atribuye los diferentes significados posibles. Es una relación de interacción asimétrica.

Lo que caracteriza a la nueva familia de objetos es el poseer la capacidad de modificar sus comportamientos en función de ciertas variables externas. Estos objetos salen del estado de pasividad, instauran un coloquio (conversación dialogo entre dos o mas

personas), y definen con el sujeto una interacción que tiende a la simetría: ambos polos pueden actuar y reaccionar el uno en función del otro.

Por eso, el objeto tiende a ser menos objeto que antes: la nueva calidad de esta actuación recíproca lo hace más parecido a lo que siempre se ha considerado como sujeto, objeto-casi-sujeto.

El objeto tradicional funciona como una prótesis. Es una estructura que realiza fuera de nosotros mismos algunas de nuestras posibilidades biológicas, ampliándolas.

El objeto-prótesis tradicional, con su estructura física proporciona una referencia tangible en cuanto a la identificación de su función.

Con el objeto que elabora información, la cosa cambia: lo que encontramos es el interfaz no es el funcionamiento efectivo del objeto, sino la puesta en escena que se ha hecho necesaria para favorecer el encuentro entre esta lógica de funcionamiento y nuestra capacidad o deseo de comprenderla.

Producción de prótesis virtuales: a las prótesis reales (un auto o fotocopiadora) se les superpone un modelo virtual con el fin de describir, de forma sintética y comprensible, el estado de funcionamiento de dichas prótesis, indicar posibles problemas, o sugerir las operaciones a desarrollar para resolverlos (silueta del auto que muestra que las puertas están cerradas – mostrar el recorrido del papel para indicar atascos).

La definición del modelo virtual es donde se cruzan las temáticas técnicas, las temáticas pertenecientes a la ergonomía cognoscitiva, las temáticas antropológicas y socio-culturales y las temáticas referentes a una específica sensibilidad estética cuyos términos están por investigar.

Del objeto tradicional no nos esperamos nada más que su experiencia pasiva: lo que puede hacer es exclusivamente lo que le obligamos a hacer. Los significantes que puede asumir son exclusivamente los que nosotros le atribuimos al interpretarlo.

Del objeto interactivo si esperamos que haga algo: su prestación, su comportamiento, depende tanto de nosotros como de él mismo. Su capacidad de producir significados se configura como la articulación de un coloquio.

La prestación del objeto no se reduce a la pura funcionalidad, sino que se encuentra también cargado de una componente estética. El funcionamiento, que no se presenta como la fría y racional satisfacción de una necesidad, se insinúa sutilmente en un ámbito en el que la racionalidad funcional se entrelaza con otros juicios de valor.

Los objetos interactivos cuentan con otra particularidad: los objetos tradicionales pueden ser captados con una mirada y pueden ser eliminados de nuestro campos perceptivo con la misma rapidez; en cambio, los objetos interactivos se instalan en una parcela de nuestro tiempo, imponiendo su presencia, y pueden resultar más invasores que los tradicionales.

Un objeto tradicional puede gustar o no gustar, pero raramente llega a irritar. En cambio, algunas veces los objetos interactivos pueden resultar irritantes.

La interactividad es algo que se da en el tiempo, proyectar la interactividad significa hacerlo en la cuarta dimensión temporal: atribuirle al tiempo el valor de parámetro organizador de la calidad. La calidad se produce precisamente organizando secuencias de acontecimientos.

El objeto interactivo pone en graves dificultades los criterios de valor con los que tradicionalmente han sido juzgados los productos. Esto sucede tanto con los criterios basados en la calidad estética, como aquellos que se refieren al criterio de función.

La flexibilidad funcional, es decir, la posibilidad de desarrollar funciones diferentes, se transforma en un aspecto de potencial ambigüedad con respecto a los parámetros tradicionales de lectura. La clásica división entre objetos útiles, rigurosos en su funcionalidad, y objetos inútiles y frívolos, por no estar encaminados a finalidades claramente productivas, entra en crisis frente a un objeto como el ordenador personal, que indistintamente puede manejar tanto un balance empresarial como un video-juego. Pero la crisis de la idea de lo útil y lo funcional, puede llegar a confundir la propia acción de trabajar con la del juego: la capacidad de manejo requeridas por muchos trabajos, no están lejos de las requerida por el video-juego.

Hay algunos parámetros acerca de la calidad de los productos interactivos: uno de ellos es el plus prestacional ofrecido, es decir lo que el producto sabe hacer de más en relación al de la generación precedente. El otro es la facilidad del coloquio propuesto, es decir, la mayor o menor dificultad que encontramos al interactuar con el producto.

Muy a menudo las innovaciones introducidas han sido percibidas por el público como una inútil complicación.

Es evidente que se trata de una carencia en cuanto a la oferta de plus prestacional. Las nuevas prestaciones no son suficientemente significativas y se ven como algo que los productores han introducido para atraer a los clientes potenciales. Las funciones accesorias se convierten en un ornamento electrónico sin calidad. Otras veces, existe la posibilidad de que el usuario sea plenamente consciente de la validez de lo que el producto con el que interactúa podría ofrecerle.

En el diseño de un producto interactivo dotado de calidad, los dos parámetros de juicio propuestos son necesarios aunque no suficientes. El plus prestacional ofrecido puede reunir funciones en sí interesantes, pero puede también reducirse a una acumulación de prestaciones cuya yuxtaposición no produce calidad alguna. La sofisticación de los interfaz puede llevar a tecnologías evolucionadas sin que por esto mejore la calidad de la interacción.

El producto para expresar verdaderamente calidad, tiene necesidad de algo más que no deriva sólo de la validez de cada una de las prestaciones ofrecidas o de la calidad técnica de los interfaz, este algo más es su concreta y reconocible “identidad”.

Nuestra relación con los objetos es ante todo una relación mental: frente a nosotros existe una entidad real, pero nuestra relación con esta depende de la imagen mental que nos hemos hecho de ella.

De esta imagen depende su aceptación, su propia identificación: la posibilidad del éxito pasa de su capacidad para encontrar un lugar en nuestro imaginario, de su capacidad para producto una imagen mental adecuada.

Los objetos surgidos a raíz de innovaciones formales y funcionales más violentas, requieren de training, ya que son más difíciles de comprender, y pasan por un período de desconfianza.

Hasta hoy, por muy innovadora que pudiera ser la forma y función de un objeto, su estructura mecánica y el carácter de sus componentes, constituían una línea directriz para su comprensión.  No es casual que uno de los recorridos clásicos para alcanzar la correcta imagen mental de un objeto técnico sea el de estudiar cómo funciona, pasando por el conocimiento de cómo está hecho.

A veces se puede producir un efecto boomerang, generalmente esto se plantea en productos totalmente nuevos, y también en aquellos que constituyen la última generación informatizada de una familia dotada de una larga historia, por la arraigada imagen mental que uno tiene.

Se genera un problema ya que ese “algo más” que los nuevos objetos ponen a nuestra disposición resulta también cada vez más difícil de comunicar a medida que abandonamos el campo de las prestaciones elementales y nos acercamos a prestaciones más complejas y articuladas, nos adentramos en un círculo en el que lo que querramos comunicar tiende a confrontarse con los límites culturales y psicológicos y fisiológicos del usuario.

El plus prestacional que puede ser ofrecido, se hace así inseparable de nuestras posibilidades para comunicarlo.

Mientras en el pasado la manera de afrontar el tema del diseño podía coincidir en partir de sus prestaciones y buscar la forma de comunicarlas, por el contrario, en el futuro lo que hará posible la propuesta de nuevas funciones será la apertura de nuevos canales de comunicación.

Es el campo cultural el que impone ciertos límites. Aquello en lo que técnicamente pudiera consistir el objeto, está construido dentro de los confines de lo que puede llegar a comprender nuestra cultura cognoscitiva y cultural.

De lo que se trata es de definir los límites de una multifuncionalidad que no impida la comprensión del producto.

El objeto que ofrece prestaciones complejas debe presentarse ante su usuario proponiendo una forma propia de ser que constituya una clave de interpretación de su funcionamiento. La clave es referirse a algo conocido, simular con el funcionamiento de la máquina situaciones relacionales que el usuario ya conozca. El valor de la metáfora como instrumento.

Si el objeto interactivo se convierte en un objeto-casi-sujeto, su diseño se convierte en definitiva en el diseño de una personalidad, en el diseño de un determinado conjunto de calidades que convierten a ese objeto en una individualidad reconocible y que hace que la relación con este resulte clara, estimulante y agradable.

La forma física del producto interactivo podría parecer un dato no esencial o una variable independiente en el espacio de los posibles lenguajes formales. Esto no es así, ya que la forma física, incluso en los productos interactivos, es un elemento importante en la definición de su identidad, al igual que lo es el aspecto en la definición de la personalidad de un sujeto.

Se trata de hacer esa relación forma-función, pero a diferencia del pasado, ya no resultan ser determinantes ni las estructuras, ni los mecanismos macroscópicos, sino las referencias culturales asociables al conjunto de las prestaciones propuestas.

La tarea del diseñador en la definición de un objeto interactivo, consiste en conectar el ¡que hace, como lo hace, que aspecto tiene” del objeto, a una amplia, articulada, concreta y discriminadora red de referencias técnicas y culturales. Dicha red constituye el espacio cultural en el que el objeto se situará y respecto a la cual podrá resultar más o menos eficaz la metáfora empleada.

Surge la posibilidad de producir en el potencial usuario, una imagen mental del propio objeto-interactor idónea para hacerle comprender lo que éste es capaz de hacer y cómo conseguir que lo haga. Aquí es de donde surge, cuando surge, la calidad de la performance del objeto, es decir el agrado general de sus formas de funcionamiento y la estética de las relaciones que con él se pueden mantener.

Saulquin - Desarticulación del sistema de la moda en el ocaso de la sociedad moderna.

Desde el año 1955 hasta entonces, se transita una etapa de superposición de la sociedad industrial, con una sociedad basada en la tecnología digital. En el corto lapso de estos 25 años, la sociedad industrial y el sistema de la moda compartirán el mismo destino de desarticulación. Esta desarticulación implica un reordenamiento en base a nuevos ejes. Un desorden creador de un nuevo orden que supone la reconversión de la industria textil y el desplazamiento de la moda, hacia un sistema general de la indumentaria.

Se desvanecen las fronteras que separaban hasta ahora la moda, la no moda y la anti moda. La moda entendida como cambio permanente de la producción de prendas con fabricación y difusión masiva, integrada por la alta costura, la confección seriada y el pret a porter. La no moda se conforma con el vestido estable y de carácter fijo, que indica pertenencia y la posibilidad de ser intercambiable ya que se borran todas las individualidades. La anti moda utiliza el vestido como medio de expresar la oposición a los valores centrales de la sociedad en una etapa determinada, es una protesta hecha vestimenta que permite comunicar un estilo de vida alternativo.

Se abandonan los principales condicionantes colectivos como estatus social, marca, prestigio de clase a favor de condicionantes individuales como autoestima, placer, valoración de imagen personal, presentarse como manera original, etc. Los adelantos tecnológicos aplicados al textil y los nuevos materiales darán esta posibilidad.

En las sociedades industriales se presentaba un sistema bi-polar de la moda con sus partes profundamente interrelacionadas. Por un lado, la alta costura, y por el otro la confección seriada que permitía vestir a los nuevos actores sociales que aparecieron por la estructuración de esta sociedad. La alta costura dirigida a las clases altas era utilizada para marcar una distinción social y era quien dictaminaba la moda. Luego estos modelos únicos se simplificaban al máximo, se adecuaban con texturas de menos calidad y con tinturas sintéticas para abaratar los costos y ser multiplicados en largas series industriales, eran dirigidos para las clases populares.
Los ciclos de la moda en ese entonces eran de 18 años, primero surge la nueva tendencia en los centros productores de moda donde en esta etapa los nuevos diseños tienen baja producción y bajo consumo. Luego de unos años llega a un periodo de furor y las vidrieras se ven colmadas del producto masificado y simplificado, el consumo es muy alto y el precio se reduce. Luego de 2 años aprox, con la saturación del mercado se marca la etapa del agotamiento y los sobrantes pasan a las zonas marginales donde se venden a precios de liquidación, aquí la producción consumo y precio son bajos. A partir de allí y luego de años el proceso vuelve a recomenzar aunque variando uno de los elementos que conforman su diseño, ya sea la forma, el color o la textura. Estos ciclos de la moda ayudaron a regular los ritmos del sistema de la moda.

En la actualidad, la alta costura como emblema de una clase social, ha perdido su poder distintivo y el sistema de moda se transforma en tri-partito: alta costura, pret a porter y confección seriada. El pret a porter buscaba configurar una imagen global que indicara estilos de vida. Estos estilos de vida remitían a la realidad de la calle y a enfatizar las formas de vida que representaban las publicidades. Se comienzan a producir entonces imágenes de atractivos y diversos estilos de vida divulgados en los medios audiovisuales. Aparece la juventud como grupo consumidor que buscaban y descubrían una identidad, a estos nuevos actores ya no les interesaba un vestido único y relativamente estable que demostrara a los demás el lugar que cada uno ocupaba en la escala social, les interesaba más bien que los afirmara en su belleza, juventud, y seducción de manera acelerada y cambiante. Con el desarrollo tecnológico, el poder estaba determinado por la posibilidad de información. Se pasó a una imposición de la moda inspirada en las necesidades de la vida cotidiana.
Buenas comunicaciones, nuevas tecnologías, procesos informatizados, grandes aglomeraciones de población, espacios atractivos para las ventas y una publicidad manipuladora y cómplice, habilitaban la vía rápida para el consumo.

Se puede afirmar que el inicio de la desarticulación del sistema de la moda para reorganizarse de acuerdo a otros parámetros, coincide con la culminación del reinado de la alta costura. A esta forma única, autoritaria y centralizada de imponer los dictados de la moda, se le oponen diferentes modas que responden a las estéticas de diferentes grupos sociales. Estéticas que son el reflejo de las necesidades fluctuantes de las personas. Necesidades ya no conformadas de manera artificial por la misma sociedad para impulsar el consumo, sino necesidades que surgen de motivaciones estrictamente personales.

Con la no consideración del vestido como símbolo emblemático de la distinción social, la alta costura permanece y participa del destino de obra de arte para ser admirada como una escultura con material textil.

En la actualidad se recupera el cuerpo que había sido negado, utilizado y sepultado por intereses grupales que lo transformaron en una cascara vacía apta para reflejar. Con la reterritorialización del cuerpo a partir de la expresión de necesidades de movimiento, libertad, deseos de bienestar, calidad de vida y comunión con la naturaleza, el vestido adquiere un nuevo protagonismo. Se comenzaron entonces a diseñar cantidades de productos reales y simbólicos que adecuadamente coordinados y publicitados, permitían armar estilos de vida alternativos y por supuesto, efímeros. Los ciclos de la moda se aceleraron y acortaron. Más que responder a un orden cíclico, los cambios en las formas de la indumentaria empiezan a responder a las necesidades fluctuantes de las personas, necesidades de comodidad, practicidad, de acuerdo con objetivos por función puntual y por intereses momentáneos.

El desarrollo de nuevos materiales lideraran y organizaran el diseño de las vestimentas y serán los responsables del afianzamiento de la relación entre identidad-cuerpo-vestido-naturaleza. Surgen nuevos textiles funcionales porque cumplen funciones específicas y responden a las necesidades reales del cuerpo humano en movimiento. La inspiración para el diseño y los nuevos materiales, se encuentra en la naturaleza y en los sistemas vivientes. Estas prendas eficientemente conectadas con el exterior a partir de sus materiales, se transformarán en el nexo idóneo del cuerpo y el entorno, al permitir la fusión de la identidad con la naturaleza.

La nueva forma cultural que está emergiendo, está basada en la información, la interactividad, la conciencia ecológica, en la tecnología digital y la creatividad. La nueva configuración del vestir pondrá su acento en la calidad de la confección, en la practicidad, funcionalidad y confort y en el cuerpo real de las individualidades. Estas estructuras de indumentaria únicas con diseño personalizado y tecnología incorporada, serán adoptadas en al nueva organización del vestir por los grupos de mayores recursos económicos. En cuanto a los grupos de menores ingresos y posibilidades, dispondrán del trueque y el reciclado de las prendas.

Aparecen emprendimientos artesanales que revalorizan la creación manual, individual y se revalorizan las etnias que fueron apartadas en la etapa de masivas producciones.

En las primeras décadas del S XXI la ecología como ideología dominante y la presencia de los materiales inteligentes, ayudaran a diseñar una nueva cultura del proyecto.


 

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