Altillo.com > Exámenes > UBA - FADU > Estética
En la Edad Media, el cristianismo
redefine radicalmente la estética en función de la fe. El primer filósofo en
redefinir el pensamiento estético y el concepto de belleza fue San Agustín,
influido por Platón, sostiene que la belleza verdadera está en Dios, y todo lo
bello en el mundo es apenas un reflejo de eso divino. El arte no tiene valor en
sí mismo, sino solo si sirve a la alabanza o comprensión de lo sagrado. En este
marco, el artista no es un creador autónomo, sino un instrumento. La
contemplación estética es posible, pero está subordinada a la contemplación de
Dios. Además, como Dios es incognoscible, esa contemplación estética está
siempre mediada por la fe. Esta postura encierra una paradoja: el arte puede
acercarnos a lo divino, pero también puede distraernos de él. El pensamiento
estético de San agustín arraiga ideas platónicas y las enmarca dentro del
contexto de la religión cristiana. Más adelante, con Santo Tomás de Aquino y la
escolástica, aparece una mirada más racional. En este caso,influido por
Aristóteles, Santo Tomás de Aquino sostiene que la fe puede entenderse mediante
la razón, y que el arte puede ser analizado desde principios objetivos como la
integridad, la consonancia y la claridad. Así, la contemplación estética deja de
ser un acto puramente devocional y se convierte también en un ejercicio
intelectual. La belleza ya no es sólo divina, sino que puede producirse mediante
el hacer humano. El artista empieza a ocupar un lugar propio, aunque siempre
dentro del marco religioso. En ambos casos no se llega a redefinir en sí la idea
de belleza, son más bien influencias de pensadores griegos (Platón y
Aristóteles) adaptadas a la doctrina cristiana.
Con el surgimiento de la modernidad, junto con el inicio de la revolución
francesa, surge la figura de Kant, quien produce una transformación radical del
concepto de belleza. Para Kant, lo bello no es una propiedad del objeto, ni una
manifestación de lo divino, sino una experiencia subjetiva. El juicio estético
es desinteresado, libre, sin finalidad práctica, y se basa en una armonía entre
la imaginación y el entendimiento, este juicio aspira a una validez universal.
Esta visión instala definitivamente lo que Kant llama la autonomía del arte y de
la experiencia estética, la cual ya no se necesita una finalidad externa para
justificar el valor de una obra. El rol del artista se basa en un sujeto
racional que intenta materializar en la obra una idea que no tiene contorno
definido. Producir arte es enfrentar la tensión entre lo que se piensa y lo que
se puede realizar. La contemplación estética, por su parte, es una forma de
libertad, ya que el sujeto contempla sin poseer, simplemente sintiendo el juego
libre de sus facultades.
Esta concepción será desafiada por Hegel, quien considera que la razón no es
simplemente una forma de organizar el conocimiento, sino el motor mismo de la
historia. Para Hegel, la historia no es una sucesión de hechos, sino el
desarrollo de la conciencia racional que busca reconocerse a sí misma. El arte
es una etapa en la manifestación del espíritu absoluto. La belleza, en este
marco, es la unidad entre la materia y la idea, el lugar donde el sujeto y el
objeto se reconocen como lo mismo. La dialéctica del amo y el esclavo se traduce
también en la estética, siendo el amo quien representa el mundo hecho, mientras
que el esclavo representa el mundo del amo junto con su deseo de ser amo. Por lo
tanto, el arte es la síntesis entre ambos. La contemplación estética es entonces
una forma de reconocer ese proceso histórico-filosófico. El artista ya no es
solo un creador para Hegel, sino una figura que encarna las tensiones de su
tiempo y las convierte en forma sensible.
Nietzsche, por su parte, reacciona contra toda esta tradición racionalista.
Considera que la filosofía ha perdido contacto con el origen vital del arte,
atrapada en la filología y debates lógicos sin sentido. Su propuesta es una
estética del caos que se origina de una manera mítica y ya no histórica como
plantea Hegel. Nietzsche brinda una búsqueda del origen del arte en el conflicto
entre Dionisio (el caos, la embriaguez, la naturaleza) y Apolo (el orden, la
forma, la ley). En este conflicto, lo bello no es armonía sino tensión y el arte
verdadero surge cuando ambas fuerzas se enfrentan y coexisten. El artista
entonces ya no es un pensador ni un técnico, sino un médium que canaliza esas
fuerzas primordiales. La contemplación estética, desde esta perspectiva, cambia
radicalmente ya que según él, debe ser una experiencia vital, total, corporal.
Sin embargo, Nietzsche afirma que la modernidad ha perdido esa capacidad. Ya no
contemplamos a Dionisio transfigurado, sino que reducimos el arte a técnica,
consumo o imitación.
A través de este recorrido durante todo el cuatrimestre, es posible ver cómo el
concepto de belleza se ha desplazado desde una concepción funcional, como la de
Sócrates, quien entendía lo bello en términos de su funcionalidad, hacia una
dimensión espiritual o trascendente, como propuso Platón, para quien la belleza
verdadera residía en el mundo de las Ideas. Luego, con San Agustín, esa belleza
espiritual se vuelve divina, vinculada directamente con Dios, inaccesible por
los sentidos y sólo alcanzable por la fe, adaptando conceptos platónicos a la
doctrina cristiana de la época. Luego, Santo Tomás de Aquino introduce la razón
como herramienta para acceder al concepto de belleza. Kant, a su vez, traslada
la belleza al terreno del sujeto, proponiendo que lo bello es una experiencia
subjetiva basada en el juicio desinteresado. Con Hegel, esta concepción estética
se basa en el devenir histórico de la razón, lo bello es la síntesis entre
materia e idea. Finalmente, Nietzsche rompe con la tradición racionalista y
recupera el origen mítico de la belleza, entendiendo la belleza como una fuerza
que surge de la lucha entre el orden (Apolo) y el caos (Dionisio).
El arte, en ese mismo movimiento, ha pasado de ser herramienta religiosa, como
en San Agustín. En Kant, el arte en sí mismo se independiza de cualquier
utilidad práctica; en Hegel se vuelve en la conexión entre el amo y el esclavo;
y en Nietzsche, estallido vital contra la decadencia cultural. La contemplación
estética, también ha cambiado, ha sido entendida como fé (San Agustín),
comprensión racional (Santo Tomás, Hegel), experiencia subjetiva libre (Kant), o
conmoción dionisíaca (Nietzsche). También Platón la concibe como un acto
profundo del alma, orientado al recuerdo de lo eterno e imposible de alcanzar en
el mundo terrenal, y Aristóteles como una experiencia sensible que puede
purificar emocionalmente al espectador a través de la catarsis que conlleva la
producción de arte.
El rol del artista ha cambiado durante la historia, ha sido escriba cristiano en
la Edad Media; ha sido técnico y filósofo, como pensaron Aristóteles y Kant; ha
sido un productor de sentido histórico, como lo propone Hegel; y finalmente, un
ser instintivo, libre e irracional, como lo imagina Nietzsche.
En conclusión, cada uno de estos pensadores aporta una forma distinta de
entender los conceptos del arte, la belleza, la producción y la contemplación
estética. Sin embargo, a pesar de sus similitudes y contraposiciones, nos
permiten diferenciar y entender cómo se percibían
los conceptos de belleza, arte, artista y estética a lo largo de la historia.
Nos permite entender la forma de pensar de manera filosófica a la humanidad, su
modo de habitar el mundo, de relacionarse con las formas, con las imágenes, con
los sentidos y los significados. En síntesis, pensar de manera estética no
conlleva a pensar sobre el arte solamente, sino que también conduce a hablar
sobre la formforma en que nos vinculamos con el mundo, desde lo sensible, lo
simbólico y lo espiritual.
Preguntas y Respuestas entre Usuarios: