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Trabajo Práctico Final |  Estética (Cátedra: Herke - 2025)  |  FADU  |  UBA
Para comenzar, en este texto se indagarán los conceptos y temáticas aprendidas a lo largo de todo el cuatrimestre. Durante la cursada se han abordado muchos autores con distintas concepciones respecto a los conceptos de arte y belleza. Desde los filósofos griegos hasta los pensadores modernos, cada uno con su pensamiento estético, con su forma de contemplar la estética y de producir arte.
En primer lugar, el pensamiento filosófico griego, Sócrates proponía una concepción de belleza ligada a la finalidad. La belleza era aquello que cumplía con su propósito, por ejemplo, unas flores que decoran son bellas si efectivamente logran su fin, decorar. Esta perspectiva, ubica la belleza como concepto dependiente de la dualidad entre el objeto y su uso. En este sentido, lo estético está al servicio de lo útil. Platón, sin embargo, cambia radicalmente esta posición de Socrates ya que, para él, lo bello no está en los objetos sensibles ni en su función, sino en el mundo de las Ideas, una dimensión eterna, perfecta y verdadera. La belleza, es una Idea a la que sólo puede acceder el alma liberada del cuerpo y sus deseos. Esta concepción introduce una forma de contemplación estética que es intelectual y espiritual, por ende, se podría llegar a la conclusión de que Platón se preocupó por la contemplación estética. El arte, entonces, es solo una mimesis del mundo de las ideas, por tanto, el rol del artista según Platón no conduce a la belleza. Es aquí donde encontramos la primera diferencia fundamental para entender el concepto de belleza, mientras Sócrates vincula el concepto de belleza con su utilidad y no se preocupa por la concepción estética, Platón establece una jerarquía entre el mundo de las ideas (verdadero y bello) y el mundo material, incapaz de producir belleza verdadera mediante el arte, indagando y estableciendo de esta manera un pensamiento estético que será retomado en un futuro por San Agustín.
Sin embargo, la diferencia más grande de la concepción de la belleza ocurre con el pensamiento Aristotélico. Aristóteles retoma algunos elementos de Platón, pero introduce una visión mucho más integrada de la experiencia estética. Para él, la materia y la forma no pueden separarse; no existe una belleza ideal. Entonces, el arte deja de ser mímesis, y pasa a ser un proceso que lleva a lo bello. A través del concepto de catarsis, Aristóteles ubica en la tragedia una experiencia estética transformadora, donde el espectador se purifica emocionalmente al vivir simbólicamente el conflicto. La belleza, entonces, se encuentra en la estructura interna de las cosas, en la armonía, en el equilibrio. La contemplación estética es aquí tanto sensible como racional, y el artista aparece como un sujeto que domina la técnica (la techné) y produce sentido en la materia. Este proceso es lo que para Aristoteles es la belleza. Mientras que para Platón la belleza es ideal, perfecta y verdadera, para Aristoteles es una unión entre materia y forma, siendo posible así producir belleza a través de la producción artística.

En la Edad Media, el cristianismo redefine radicalmente la estética en función de la fe. El primer filósofo en redefinir el pensamiento estético y el concepto de belleza fue San Agustín, influido por Platón, sostiene que la belleza verdadera está en Dios, y todo lo bello en el mundo es apenas un reflejo de eso divino. El arte no tiene valor en sí mismo, sino solo si sirve a la alabanza o comprensión de lo sagrado. En este marco, el artista no es un creador autónomo, sino un instrumento. La contemplación estética es posible, pero está subordinada a la contemplación de Dios. Además, como Dios es incognoscible, esa contemplación estética está siempre mediada por la fe. Esta postura encierra una paradoja: el arte puede acercarnos a lo divino, pero también puede distraernos de él. El pensamiento estético de San agustín arraiga ideas platónicas y las enmarca dentro del contexto de la religión cristiana. Más adelante, con Santo Tomás de Aquino y la escolástica, aparece una mirada más racional. En este caso,influido por Aristóteles, Santo Tomás de Aquino sostiene que la fe puede entenderse mediante la razón, y que el arte puede ser analizado desde principios objetivos como la integridad, la consonancia y la claridad. Así, la contemplación estética deja de ser un acto puramente devocional y se convierte también en un ejercicio intelectual. La belleza ya no es sólo divina, sino que puede producirse mediante el hacer humano. El artista empieza a ocupar un lugar propio, aunque siempre dentro del marco religioso. En ambos casos no se llega a redefinir en sí la idea de belleza, son más bien influencias de pensadores griegos (Platón y Aristóteles) adaptadas a la doctrina cristiana.
Con el surgimiento de la modernidad, junto con el inicio de la revolución francesa, surge la figura de Kant, quien produce una transformación radical del concepto de belleza. Para Kant, lo bello no es una propiedad del objeto, ni una manifestación de lo divino, sino una experiencia subjetiva. El juicio estético es desinteresado, libre, sin finalidad práctica, y se basa en una armonía entre la imaginación y el entendimiento, este juicio aspira a una validez universal. Esta visión instala definitivamente lo que Kant llama la autonomía del arte y de la experiencia estética, la cual ya no se necesita una finalidad externa para justificar el valor de una obra. El rol del artista se basa en un sujeto racional que intenta materializar en la obra una idea que no tiene contorno definido. Producir arte es enfrentar la tensión entre lo que se piensa y lo que se puede realizar. La contemplación estética, por su parte, es una forma de libertad, ya que el sujeto contempla sin poseer, simplemente sintiendo el juego libre de sus facultades.
Esta concepción será desafiada por Hegel, quien considera que la razón no es simplemente una forma de organizar el conocimiento, sino el motor mismo de la historia. Para Hegel, la historia no es una sucesión de hechos, sino el desarrollo de la conciencia racional que busca reconocerse a sí misma. El arte es una etapa en la manifestación del espíritu absoluto. La belleza, en este marco, es la unidad entre la materia y la idea, el lugar donde el sujeto y el objeto se reconocen como lo mismo. La dialéctica del amo y el esclavo se traduce también en la estética, siendo el amo quien representa el mundo hecho, mientras que el esclavo representa el mundo del amo junto con su deseo de ser amo. Por lo tanto, el arte es la síntesis entre ambos. La contemplación estética es entonces una forma de reconocer ese proceso histórico-filosófico. El artista ya no es solo un creador para Hegel, sino una figura que encarna las tensiones de su tiempo y las convierte en forma sensible.
Nietzsche, por su parte, reacciona contra toda esta tradición racionalista. Considera que la filosofía ha perdido contacto con el origen vital del arte, atrapada en la filología y debates lógicos sin sentido. Su propuesta es una estética del caos que se origina de una manera mítica y ya no histórica como plantea Hegel. Nietzsche brinda una búsqueda del origen del arte en el conflicto entre Dionisio (el caos, la embriaguez, la naturaleza) y Apolo (el orden, la forma, la ley). En este conflicto, lo bello no es armonía sino tensión y el arte verdadero surge cuando ambas fuerzas se enfrentan y coexisten. El artista entonces ya no es un pensador ni un técnico, sino un médium que canaliza esas fuerzas primordiales. La contemplación estética, desde esta perspectiva, cambia radicalmente ya que según él, debe ser una experiencia vital, total, corporal. Sin embargo, Nietzsche afirma que la modernidad ha perdido esa capacidad. Ya no contemplamos a Dionisio transfigurado, sino que reducimos el arte a técnica, consumo o imitación.
A través de este recorrido durante todo el cuatrimestre, es posible ver cómo el concepto de belleza se ha desplazado desde una concepción funcional, como la de Sócrates, quien entendía lo bello en términos de su funcionalidad, hacia una dimensión espiritual o trascendente, como propuso Platón, para quien la belleza verdadera residía en el mundo de las Ideas. Luego, con San Agustín, esa belleza espiritual se vuelve divina, vinculada directamente con Dios, inaccesible por los sentidos y sólo alcanzable por la fe, adaptando conceptos platónicos a la doctrina cristiana de la época. Luego, Santo Tomás de Aquino introduce la razón como herramienta para acceder al concepto de belleza. Kant, a su vez, traslada la belleza al terreno del sujeto, proponiendo que lo bello es una experiencia subjetiva basada en el juicio desinteresado. Con Hegel, esta concepción estética se basa en el devenir histórico de la razón, lo bello es la síntesis entre materia e idea. Finalmente, Nietzsche rompe con la tradición racionalista y recupera el origen mítico de la belleza, entendiendo la belleza como una fuerza que surge de la lucha entre el orden (Apolo) y el caos (Dionisio).
El arte, en ese mismo movimiento, ha pasado de ser herramienta religiosa, como en San Agustín. En Kant, el arte en sí mismo se independiza de cualquier utilidad práctica; en Hegel se vuelve en la conexión entre el amo y el esclavo; y en Nietzsche, estallido vital contra la decadencia cultural. La contemplación estética, también ha cambiado, ha sido entendida como fé (San Agustín), comprensión racional (Santo Tomás, Hegel), experiencia subjetiva libre (Kant), o conmoción dionisíaca (Nietzsche). También Platón la concibe como un acto profundo del alma, orientado al recuerdo de lo eterno e imposible de alcanzar en el mundo terrenal, y Aristóteles como una experiencia sensible que puede purificar emocionalmente al espectador a través de la catarsis que conlleva la producción de arte.
El rol del artista ha cambiado durante la historia, ha sido escriba cristiano en la Edad Media; ha sido técnico y filósofo, como pensaron Aristóteles y Kant; ha sido un productor de sentido histórico, como lo propone Hegel; y finalmente, un ser instintivo, libre e irracional, como lo imagina Nietzsche.
En conclusión, cada uno de estos pensadores aporta una forma distinta de entender los conceptos del arte, la belleza, la producción y la contemplación estética. Sin embargo, a pesar de sus similitudes y contraposiciones, nos permiten diferenciar y entender cómo se percibían
los conceptos de belleza, arte, artista y estética a lo largo de la historia. Nos permite entender la forma de pensar de manera filosófica a la humanidad, su modo de habitar el mundo, de relacionarse con las formas, con las imágenes, con los sentidos y los significados. En síntesis, pensar de manera estética no conlleva a pensar sobre el arte solamente, sino que también conduce a hablar sobre la formforma en que nos vinculamos con el mundo, desde lo sensible, lo simbólico y lo espiritual.


 

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