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Hist. Ec. y Soc. Gral. Sociedad y economía en el Japón contemporáneo Altillo.com

La crisis del sistema shogunal
Organización política y social en la era Tokugawa
  En el siglo XIX el Japón era un país feudal, dominado políticamente por el shogun de la familia Tokugawa, convertido a la vez en el propietario de tierras más poderoso del Imperio. Si bien el emperador seguía siendo el soberano, éste y su corte, residentes en Kioto, carecían de funciones políticas concretas y su poder económico y militar era relativamente escaso. La administración del país descansaba en el shogun y su gobierno (Bakufu) con sede en Edo, la actual Tokio, alrededor de la cual se encontraban los principales dominios del shogunato.
  En el Japón de los Tokugawa, la tierra y sus habitantes se hallaban bajo el dominio de los grandes señores (daimyo) que ejercían su autoridad sobre otros señores de menor poder y sobre la clase militar (samurai) y gobernaban sus tierras con gran autonomía, obteniendo sus recursos de los tributos sobre las cosechas que debían entregar a los campesinos.
  Los daimyo podían ocupar cargos en el gobierno, debían consejo y apoyo militar al shogun y ciertos servicios relativos al mantenimiento de caminos, residencias y templos.
  La clase de los guerreros (samurai) fue perdiendo sus privilegios a causa de la prolongada paz vivida durante la última etapa de los Tokugawa. Fueron convirtiéndose en funcionarios de los daimyo y en representantes de una nueva cultura letrada, sustento de la futura transformación del país.
  Los artesanos y mercaderes, aunque considerados inferiores socialmente a los campesinos, se vieron beneficiados por una economía sustancialmente agrícola que fue transformándose de una economía de autoabstecimiento a una producción en buena parte destinada al mercado, con transacciones basadas en la moneda y en el crédito, y caracterizada por una mayor especialización y variedad en la producción agrícola y por una mayor demanda debida al proceso de urbanización.
  La producción artesanal se desarrolló tanto en el ámbito rural como urbano, sujeta en general al control de los mercaderes. En el ámbito rural, los comerciantes proveían la materia prima y las máquinas para la producción a domicilio, beneficiándose de mayor libertad frente al control gremial en las ciudades. Los comerciantes dominaron también las transacciones financieras y la recaudación de los tributos señoriales. Pese a que los mecanismos para expandir fueron diversos, el shogun y los señores requirieron cada vez más sus auxilios financieros para mantener la administración de sus territorios y los gastos que demandaba su estilo de vida. Por su parte, los samurai, dependientes de sus ingresos en arroz, también debieron solicitar la ayuda de los comerciantes que auxiliaban su economía con préstamos onerosos.

La apertura del Japón
  Desde el siglo XVII, Japón permaneció aislado de Occidente hasta la llegada del comodoro Perry a la bahía de Edo en 1853.
  El shogun inició una serie de consultas con los daimyo para conocer su parecer sobre la política a seguir con el extranjero. Una parte de las respuestas recogidas rechazó todo tipo de relación con los occidentales y otras, más realistas pero las menos, apuntaron a entablar negociaciones comerciales que podían beneficiar la economía japonesa, como también permitirle avanzar en la adopción de la tecnología occidental, que con el tiempo pusiera al Japón en pie de igualdad con las potencias occidentales.
  En febrero de 1854 Perry volvió en busca de una respuesta y logró firmar un tratado que establecía la apertura de los puertos e Shimoda y Hakodata para la provisión de naves norteamericanas. En 1858 el Bakufu firmó un tratado comercial con Estados Unidos que abrió diversos puertos japoneses al comercio, confirmó los derechos de extraterritorialidad a los ciudadanos norteamericanos y fijó aranceles aduaneros modestos a los productos extranjeros. Japón se vio obligado a firmar acuerdos similares con Holanda, Gran Bretaña, Rusia y Francia.
  En enero de 1868, pese a haber dimitido formalmente meses antes, el último shogun Tokugawa fue definitivamente desplazado y restaurado el poder del emperador Mutsuhito.

La restauración Meiji
Las reformas políticas, militares y educativas
  Recibe el nombre de era Meiji el período que va desde 1868 hasta la muerte del emperador Mutsuhito en 1912.
  La restauración del poder del emperador de origen divino y la abolición del cargo de shogun iniciaron las reformas políticas que lentamente convirtieron al Japón en un país de régimen monárquico constitucional y parlamentario.
  En sus efectos, se tradujo en la eliminación de los feudos, los derechos señoriales y los privilegios de los samurai, y en el establecimiento de la igualdad ante la ley y la libertad de elegir ocupación y lugar de residencia.
  Los órganos de gobierno se fueron simplificando hacia la conformación de un gabinete ministerial y con la figura del primer ministro, que reemplazaron el antiguo Consejo Ejecutivo. Finalmente, en 1889 se promulgó la Constitución imperial, inspirada en el derecho alemán. Otorgaba importantes atribuciones al emperador como jefe administrativo y los poderes legislativo y judicial, además de ser el jefe de las fuerzas armadas y tener atribuciones para firmar tratados, declarar la guerra, suspender la asamblea nacional e iniciar la reforma constitucional. El Poder Legislativo era bicameral. El Poder Judicial se conformó con una Corte Suprema y jueces independientes del gobierno y se sancionaron los códigos penal, civil, comercial y de procedimientos, inspirados en la legislación francesa y la alemana.
  Se logró un porcentaje notable de escolarización para fin de siglo, estableciéndose la obligatoriedad de cuatro años de escuela primaria para ambos sexos. Toda ciudad y aldea debía tener una escuela. También se desarrollaron las escuelas medias, normales y técnicas y se crearon universidades como la de Tokio (1871).

Las reformas económicas
  Algunos comerciantes y productores provinciales y grupos de samurai comenzaron a intervenir en los nuevos negocios, conformando los cuadros renovados de dirigencia económica japonesa.
  El Estado asumió en gran medida el papel de la burguesía. La abolición de las estructuras feudales fue un factor indispensable para permitir el desarrollo capitalista del Japón. Con la transformación del régimen de la propiedad de la tierra, la movilización de la mano de obra rural y la modificación del sistema fiscal, el Estado obtuvo además los recursos financieros imprescindibles.
  El Estado compensó a los señores por la entrega de sus tierras al emperador con pensiones que eran un décimo de las rentas de sus antiguos dominios.
  En los años 80 y 90 se inició la industrialización a gran escala. En una primera etapa, la industria giró alrededor de la expansión y modernización del textil de seda y del algodón.
  La industria pesada exigió la creación de grandes empresas con importante inversión en capital fijo. A fines del siglo XIX ya quedaron firmemente constituidas las fábricas de construcción naval, armas, ferrocarriles y máquinas industriales. Este proceso se vinculó con la preocupación de construir un país respetable bélicamente y con la presencia de Japón en los primeros planos del escenario internacional que lo forzó a contar con un potencial militar acorde a sus pretensiones.
  En los años 80, el ministro de Hacienda Matsukata concentró la emisión de papel moneda en el Banco del Japón y reformó el sistema de bancos nacionales inspirados en el modelo norteamericano. Con los años, el sistema bancario fue concentrándose y especializándose con la aparición del Banco Industrial y del Banco Hipotecario.
  El Estado decidió vender las empresas al sector privado. Esta transferencia favoreció a los zaibatsu, conglomerados de empresas industriales y/o financieras vinculadas por lo general a una familia fundadora del grupo, por ejemplo, Mitsubishi, Mitsui, Furukawa, Sumitomo y Yasuda.
  El proceso de industrialización influyó en el cambio de productos comercializados con el exterior. Las exportaciones de té, seda y cobre permitieron la importación de las máquinas, naves y armas sin recurrir masivamente al capital extranjero.

Las relaciones internacionales
  La expansión japonesa chocó inevitablemente con China y Rusia. Con la primera se llegó a la guerra (1894). El conflicto culminó al año siguiente con la victoria del Japón. Eliminada China como enemiga, Rusia se convirtió en competidora del Japón por Corea y por Manchuria. La guerra ruso-japonesa de 1904-1905 se saldó con la victoria del Japón, que obligó a Rusia a reconocerle la libertad de acción en Corea y el control de la Manchuria meridional.