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Hist. Ec. y Soc. Gral. La Gran Guerra y sus consecuencias (1914-1930) Altillo.com

Las causas de la Primera Guerra Mundial
Los intereses económicos
  Aumentaron las tensiones entre los Estados; sobre todo, en el caso de Alemania que había ampliado el espectro industrial desarrollando su producción hacia nuevos sectores como la electricidad, la química y la metalurgia. A partir de allí comenzó una agresiva campaña de inversiones en diferentes partes del mundo, disputando determinados mercados a Inglaterra. Incluso en algunas zonas, como los Balcanes y Medio Oriente, Gran Bretaña quedó claramente desplazada al segundo lugar.
  También Japón necesitaba expandirse para seguir creciendo; desde 1868 se había transformado muy rápidamente en una economía industrial que necesitaba recursos energéticos y nuevos mercados para desarrollarse. En 1905, después de ganar la guerra contra Rusia, Japón decidió reservarse para sí el inmenso mercado chino que los europeos no habían logrado conquistar, multiplicando de esta manera las inversiones y los intercambios con esa región.

Los motivos políticos
  En el caso de Francia, por ejemplo, después de perder la guerra en 1871, buscó vengarse de Alemania. Su objetivo era recuperar las regiones de Alsacia y Lorena perdidas en la guerra y expandirse hacia el este de los Vosgos. Italia, por su parte, reclamaba los territorios de Tirol, Trento, Istria y Dalmacia al Imperio Austro-Húngaro. Los serbios, en cambio, deseaban liberar a sus hermanos eslavos del sometimiento a ese imperio. Finalmente, en Alemania, la propaganda del nacionalismo pangermánico alemán sostenía la idea de la hegemonía sobre la Europa central.
  Esos y otros enfrentamientos que esgrimían razones de prestigio nacional generaron la conformación de dos bloques antagónicos. Por un lado, Alemania, el Imperio Austro-Húngaro e Italia se aliaron en la Triple Alianza en 1882, mientras que por el otro lado Francia, Inglaterra y Rusia formaron la Triple Entente en 1909.
  La red de alianzas se complicaba porque en cada bloque uno de sus miembros mantenía con terceros países otra serie de acuerdos bilaterales. Por ejemplo, Alemania protegía al imperio otomano y Rusia hacía lo mismo con Serbia.
  La guerra estalló cuando el 28 de junio de 1914 fue asesinado el archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austríaco, en Sarajevo. El asesino era un estudiante bosnio que pertenecía a una sociedad secreta relacionada con los servicios secretos de Serbia.
  El 18 de julio de 1914 Austria realizó el primer pasó declarando la guerra a Serbia; detrás de ella, Alemania, Francia, Rusia e Inglaterra se declararían la guerra, dando comienzo a la Primera Guerra Mundial. Turquía, Italia, Rumania y Grecia fueron entrando después y alineándose las dos primeras junto a la Triple Alianza mientras que las otras dos lo harían con los Aliados. De esta manera, gran parte de Europa se había embarcado por distintas razones en esa larga y desgastante empresa que fue la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, fue recién en 1917, a partir de la entrada en guerra de Estados Unidos, cuando el equilibrio entre las alianzas se rompió y la balanza se inclinó rápidamente a favor de los aliados.

El tratado de Versalles
Las dificultades para firmare los acuerdos de paz
  Al terminar la guerra, surgieron problemas entre los vencedores porque no tenían todos los mismos intereses y a veces, incluso, las ambiciones de unos eran inaceptables para los otros.
  Francia, por ejemplo, estaba obsesionada por alejar definitivamente el peligro alemán de sus fronteras, y para ello solicitaba que el territorio de Alemania recorrido por el Rin se separase de Alemania y pasara a ser territorio internacional.
  Inglaterra, en cambio, seguía defendiendo su política secular del equilibrio europeo; en ese sentido, al terminar la guerra, el Foreign Office se esforzó por conseguir que Alemania mantuviera el status de gran potencia para balancear el poderío francés en el continente.
  Las discusiones entre los vencedores fueron muchas; a veces, incluso, parecía que las negociaciones de paz entraban en un callejón sin salida; pero de todas maneras los tratados se firmaron y, en todo caso, fueron compromisos más o menos endebles entre las partes que sólo habían logrado un equilibrio internacional bastante inestable.

La inoperancia de la Sociedad de Naciones
  Wilson pensaba que la creación de la Sociedad de Naciones sería el ámbito de resolución pacífica para los diferendos internacionales futuros; su objetivo era erradicar las guerras para siempre. Para ello se planteaba la necesidad de reducir los armamentos y resolver los conflictos internacionales recurriendo a la Corte de Justicia Internacional de la Haya. En caso de agresión por parte de algún país, todos los demás miembros debían sancionar económica y financieramente al agresor.
  La sociedad de Naciones no tuvo poder, y la mayor parte de las veces fue inoperante para solucionar los conflictos internacionales. Las razones de su endeblez fueron varias: por un lado, Estados Unidos y China no reconocieron los acuerdos de Versalles y por lo tanto no fueron miembros del organismo; por otro lado, porque todas las decisiones importantes de la Sociedad de Naciones debían ser aprobadas por unanimidad de votos, hazaña de difícil concreción. Por último, su debilidad se debió también a la falta de un mecanismo o, alternativamente, un ejército que pudiera imponer sus decisiones de manera efectiva.

Transformaciones producidas por la guerra
Transformaciones territoriales
  Entre junio de 1919 y agosto de 1920 se firmaron cinco tratados de paz con cada uno de los países vencidos que modificaron completamente el mapa de Europa central.
  Alemania fue la nación más perjudicada por ser considerada la responsable de la guerra. Perdió importantes territorios en Europa y todas sus colonias, su poderío militar desapareció y además debió pagar grandes sumas de dinero como reparaciones de guerra a los países damnificados.
  El Imperio Austro-Húngaro desapareció y se transformó en cinco países, de los cuales, tres eran nuevos: Checoslovaquia, formado por las provincias de Bohemia, Moravia y Eslovaquia; Yugoslavia se formó por la fusión de los Estados de Serbia y Montenegro, además de las provincias de Croacia y Dalmacia; Polonia se reconstituyó con territorios del Imperio Austro-Húngaro, de Alemania y de Rusia; Rumania recibió Transilvania que pertenecía también al Imperio Austro-Húngaro.
  Italia recibió las provincias de Istria y el Tirol que pertenecían al Imperio Austro-Húngaro.
  El Imperio Otomano se transformó en Turquía, habiendo perdido los territorios del Medio Oriente que se repartieron entre Francia e Inglaterra.
  Por último, Bulgaria cedió su costa sobre el Egeo a Grecia, Dobrudja a Rumania y una pequeña parte de sus provincias occidentales a Yugoslavia.

Transformaciones económicas
  Las transformaciones económicas producidas por el conflicto mundial también fueron muy profundas; entre ellas deben mencionarse la desarticulación de los mercados y la ruptura de las relaciones internacionales entre los diferentes países.
  Al finalizar el conflicto, las economías de todos los beligerantes sufrieron problemas semejantes: inflación, desempleo, huelgas, problemas monetarios, financieros y de comercio exterior; sin embargo, los caminos elegidos para la recuperación económica fueron recorridos solitarios y muy desiguales en los que la desconfianza mutua entre los países era más fuerte que las políticas de cooperación internacional
  La necesidad de responder rápidamente a la situación cambiante de la posguerra, modificó las habituales funciones del Estado. El Estado ocupaba cada vez mayor espacio en las decisiones económicas de cada país sin tener en cuenta que esas medidas modificaban las condiciones generales de funcionamiento del mercado internacional.
El aumento presupuestario financiado con emisión monetaria provocó el fenómeno de la inflación que afectó a todos los países aunque hubo casos más graves que otros.
  Todos los desequilibrios antes mencionados complicaron el intento de volver al patrón oro después de la guerra. Sin embargo, la presión por restablecer el statu quo fue tan fuerte que el patrón oro volvió a funcionar y la estabilización del cambio de las diferentes monedas se logró en distintos momentos de la década.
  La cuestión de las reparaciones de la guerra, que obligó a Alemania a pagar enormes sumas de dinero por los daños causados durante la guerra, constituyó también otro de los problemas mal resueltos de la posguerra y responsable, entre otras cuestiones, del segundo conflicto mundial a fines de la década del 30.
  En efecto, la idea de castigar a Alemania haciéndola responsable de todos los dalos causados por la guerra pagando enormes sumas de dinero, produjo el rechazo del gobierno y todo el pueblo alemán que consideraron el monto a pagar demasiado elevado e imposible de saldar. Alemania debió firmar esas obligaciones y comprometer su recuperación económica futura; sin embargo, lo que más pesó para los alemanes no fue el monto a pagar sino la humillación que tal castigo les ocasionaba.
  El tema se complicó hacia 1923 cuando Alemania debió desembolsar los primeros pagos y no cumplió. Sin tardar, Francia y Bélgica invadieron la región minera del Ruhr, presionando a Alemania a pagar inmediatamente.
  La invasión del Ruhr en 1923 por parte de Francia y Bélgica produjo una hiperinflación que hundió al país, y en especial a los sectores asalariados, en la miseria y la desesperanza, pulverizando los ahorros de años. Como consecuencia de ello, diez años más tarde, golpeados nuevamente por la crisis de 1930, estos sectores votarían masivamente a Hitler.
  Así fue como Europa central y oriental, aislada de Europa occidental e incapacitada para resolver sola sus problemas, se transformó en una zona vacía de poder y que tarde o temprano sería presa de alguna potencia que la dominaría, perjudicando la estabilidad y el equilibrio internacionales.
  Tal situación fue aprovechada por Alemania necesitada de mercados y materias primas después de la crisis de 1930, así fue como Hitler se expandió hacia esa región firmando pactos comerciales especiales y posteriormente, durante la Segunda Guerra Mundial lograría el control militar ocupando todos esos países.
  La primera guerra también produjo cambios tecnológicos y empresariales, que modificaron la organización de las empresas tanto en el aspecto administrativo como en el productivo; al mismo tiempo cambio el ritmo de crecimiento dentro de los sectores industriales; algunos como la producción de maquinaria y los equipos de transporte fueron más dinámicos; otros, en cambio, como el carbón, la siderurgia, la industria naval y la industria textil del algodón estaban excedidos en su capacidad y perdían competitividad.
  Francia, que había planificado su recuperación basada en el cobro de las reparaciones de guerra alemanas, no logró su objetivo puesto que tuvo que renegociar a lo largo de la década los pagos que se retrasaban o interrumpían. Tal situación provocaba permanentes desequilibrios económicos.
  Alemania estaba peor aún, no sólo perdió todas sus propiedades en territorio enemigo y fue obligada además a pagar indemnizaciones de guerra feroces, sino que soportó una hiperinflación atroz que empobreció a amplios sectores sociales que sentían una enorme humillación y alimentaban su revancha.
  No quedan dudas acerca de que Estados Unidos fue el país que más se benefició de la guerra puesto que durante el conflicto y después de él pudo proveer a Europa tanto de bienes manufacturados y tecnologías como de materias primas, alimentos y préstamos.
  En síntesis, a partir de la Primera Guerra Mundial comenzó el ocaso del liderazgo europeo en la economía mundial. Liderazgo que se había cimentado en el siglo XVI con la expansión colonial y que se mantuvo sin sobresaltos hasta la década del 20. Se podría agregar también que, al finalizar el conflicto, se inició una etapa de gran expansión económica norteamericana que le permitió desplazar a Europa y hegemonizar el poder económico mundial.

Los problemas políticos y sociales
  En cuanto a los aspectos sociales y políticos, en ese período se produjeron importantes transformaciones como el acceso de la izquierda a ciertos cargos de gobierno. En ese sentido, el hecho social y político más importante del período fue sin duda la revolución bolchevique en Rusia, que terminó con el régimen zarista e impuso un nuevo sistema político en el mundo: el socialismo.
  El avance de esta fuerza significó el derrumbe de las instituciones políticas en algunas naciones como Rusia, Alemania o España; para otras, en cambio, significó la consolidación del sistema democrático que incorporó el sufragio universal y el voto femenino, como en Inglaterra y Francia. En ellos, el laborismo o socialismo accedió al gobierno por medio de elecciones democráticas.
  El socialismo en Rusia llegó al gobierno por medio de una revolución social que tomó el poder por asalto e instauró un régimen autoritario liderado por el Partido Comunista; en Alemania, Italia y España en cambio, el clima revolucionario de la posguerra fue acallado por una fuerte represión realizada por partidos de derecha que llegaron al poder y gobernaron también por medio de dictaduras.
  Otra región de Europa que sufrió grandes transformaciones políticas fue la zona que ocupaba el Imperio Austro-Húngaro; éste desapareció por completo y en su lugar surgieron nuevos Estados, de los cuales muy pocos quedaron satisfechos con sus nuevas realidades. La mayoría quedó disconforme con las disposiciones de los tratados de paz, y pronto dejó aflorar sus litigios fronterizos, sus problemas étnicos y sus reivindicaciones religiosas.
  En síntesis, el mapa político de Europa se había modificado totalmente después del conflicto: mientras en Francia e Inglaterra el sistema democrático liberal se afirmaba, en Rusia, Alemania, Italia, España, éste se desplomó.
  Los nuevos regímenes políticos no democráticos tuvieron características opuestas; mientras en Rusia triunfó la izquierda con el partido comunista, en los otros tres casos ganó la derecha: el nazismo en Alemania, el fascismo en Italia y el falangismo en España.

Cuatro alternativas no democráticas
La revolución Rusa
  El Imperio Ruso de los zares era una sociedad con características muy particulares porque en ella coexistían elementos de una sociedad feudal y otros de una sociedad capitalista industrializada.
  Exhaustas por la guerra, la sociedad y la economía rusas se hundieron en la crisis a comienzos de 1917. Los tres sectores sociales más perjudicados: los campesinos, los obreros y los soldados que estaban organizados en consejos llamados "soviets" que se transformarían rápidamente en la punta de la lanza de la revolución bolchevique.
  Las huelgas y protestas se multiplicaron, y en febrero de 1917 la agitación social llegó a tal punto que produjo la abdicación del zar y el gobierno quedó en manos del Parlamento. El parlamento, llamado Duma, tenía escaso poder porque la burguesía y la nobleza liberal eran una minoría mientras que los partidos revolucionarios que ocupaban la mayoría de las bancas estaban divididos; unos tenían el apoyo mayoritario del campesinado mientras que los otros representaban a los obreros.
  El Partido Social Demócrata apoyado por los obreros se dividía en dos grupos: por un lado, los bolcheviques liderados por Lenin y con el apoyo de los soviets, que eran partidarios de apurar los tiempos y realizar la revolución popular, mientras que la izquierda moderada liberada por Kerensky pensaban que el régimen parlamentario debía prolongarse por un tiempo porque las condiciones no estaban dadas para la revolución socialista.
  La primera etapa de la revolución se llamó "comunismo de guerra" y abarcó el período de 1918-1921. Las primeras medidas económicas fueron la nacionalización de los ferrocarriles, las empresas con más de diez obreros y los bancos, se repudió la deuda externa y, en el campo, se repartieron las tierras entre los campesinos, pero se mantuvo la propiedad privada.
  La guerra civil estalló enseguida, los blancos sostenidos por generales del zar se levantaron contra el gobierno bolchevique y contaban con el apoyo de los terratenientes, la burguesía industrial, la nobleza, la iglesia, además de la colaboración de Francia e Inglaterra. Los bolcheviques armaron rápidamente el ejército rojo comandado por León Trotsky con el apoyo de los revolucionarios, que triunfó en 1921sobre el ejército blanco.
  El gobierno impulsado por Lenin decidió modificar la política económica adoptando una serie de medidas que se conocieron con el nombre de NEP (Nueva Política Económica) que abarcó el período 1921-1928. Los sectores considerados estratégicos, como el sistema bancario y el comercio exterior, se mantuvieron nacionalizados, en cambio, la pequeña industria volvió a ser manejada por particulares y la producción agrícola dejó de sufrir las confiscaciones forzosas del régimen anterior.
  A la muerte de Lenin, en 1924, los dirigentes que sostenían la NEP se debilitaron y en las pujas internas por el poder José Stalin logró en 1928 el control total sobre el partido y el Estado.
  Stalin abandonó la NEP e instauró un nuevo sistema económico centralmente planificado. Desapareció la propiedad privada en la industria y en el campo; se expropió las tierras de los kulaks, y los campesinos pobres fueron obligados a asociarse en granjas colectivas. La industria pasó toda a manos del Estado que utilizó un organismo de planificación (Gosplan) para establecer metas productivas en planes de cinco años. El Gosplan se complementaba con otro organismo del Estado, que se llamaba Gosnab y se encargaba de asignar los recursos necesarios a cada sector económico. El gobierno priorizó el desarrollo de la industria pesada y los resultados fueron excelentes porque logró aumentar rápidamente la producción industrial.

La República de Weimar
  El jefe del partido mayoritario, Federic Elbert, quedó a cargo del gobierno con la misión de llamar a una Asamblea Constituyente para proclamar la república.
  Tres partidos políticos apoyaban la idea de constituir este nuevo régimen: el Partido Social Demócrata Mayoritario, el Partido Demócrata Alemán y el Partido de Centro Católico; en cambio, la Liga Espartaquista y el Partido Social Demócrata Independiente, ambos de tendencia más revolucionaria, no estaban de acuerdo con la conformación del sistema liberal capitalista. Ellos pensaban en tomar el poder por medio de la insurrección popular.
  En 1919 se proclamó la República de Weimar con el apoyo de los partidos de centro izquierda antes nombrados pero que tenían escaso poder dentro de la sociedad. La nueva república nació débil entre 1919 y 1923, le tocó transitar un período de gran inestabilidad se debieron a la existencia de poderosas fuerzas antirrepublicanas que yacían dentro de la sociedad alemana de la época. Éstas eran:
- Los partidos políticos representaban los extremos a la derecha o a la izquierda mientras que el centro era casi inexistente.
- El Estado Mayor del ejército pensaba que la república era sólo una etapa de transición hacia la restauración de la monarquía en el trono, o en todo caso hacia el establecimiento de un gobierno militar.
- El movimiento obrero muy organizado y radicalizado, expresaba su descontento con huelgas generales y motines porque desconfiaba del sistema democrático y sostenía la idea de la lucha revolucionaria.
- En 1923 la crisis monetaria y la hiperinflación generaron un clima de caos económico y mucha desconfianza. En ese momento, los rentistas, la pequeña burguesía y la clase media se empobrecieron bruscamente y muchos de ellos tomaron posiciones políticas más radicalizadas hacia la derecha.
- En varias regiones alemanas se formaron movimientos separatistas que buscaban independizarse de Alemania.
- Finalmente, los movimientos y organizaciones nacionalistas pangermánicos contrarios a la república eran numerosos y sus adeptos aumentaban constantemente alimentados por la vergüenza de la derrota y las humillantes condiciones que fijaba el tratado de paz de Versalles.

  El ascenso del nazismo al poder fue imparable; comenzaron a aparecer formaciones paramilitares que perseguían a los dirigentes obreros y de izquierda. En ese clima, el partido Nacional Socialista se armó de dos secciones militarizadas: las Secciones de Asalto (SA) y las Secciones de Seguridad (SS); los propios sindicatos también tenían su milicia y los comunistas hacían otro tanto con el grupo de combatientes rojos.
  Ese ámbito fue el caldo de cultivo para el ascenso de Hitler al poder cuando estalló la crisis de 1929 que asfixió a la República de Weimar. 
  Ante la crisis mundial, las reacciones en Alemania fueron:
- Los capitales extranjeros abandonaron el país y se repatriaron.
- Los bancos necesitados de dinero pidieron el reembolso a sus prestatarios.
- La parálisis industrial y comercial fue brutal.
- En 1930 había cuatro millones de desocupados, en 1933 había aumentado a diez millones.
- En las elecciones de 1930 y 1932, el caudal de votos del Partido Comunista y más aún del Partido Nacional Socialista aumentaron.
- La muerte de la República de Weimar comenzó en 1933 cuando su presidente Hindenburg, apoyado por los grandes industriales, llamó a Hitler para formar el gobierno como canciller del Reich.

Italia en la posguerra. El ascenso de Mussolini
  La política italiana de acuerdo con el Statuto de 1848 era una democracia de fachada que se desenvolvía en manos de una oligarquía. Los grupos que se enfrentaban eran la aristocracia, la gran burguesía liberal y una pequeña burguesía de tradición democrática, el resto de la población carecía de canales de expresión. La democracia italiana se desarrollaba en un clima de corrupción y presiones administrativas por parte de los grupos de poder.
  La mayoría de la población excluida del juego político manifestaba su descontento por medio de explosiones de violencia anárquica, a menudo sangrientas.
  Los problemas italianos se podrían resumir en cuatro temas principales: la crisis de la clase media, los problemas agrarios, las demandas y la acción de los obreros y la crisis política.
  La inflación de los precios junto a un sistema impositivo basado en la imposición directa perjudicó especialmente a la clase media, la pequeña burguesía, los rentistas, los profesionales, los pequeños propietarios rurales y los comerciantes. Es así como esos grupos empobrecidos que formaban una masa electoral de peso dejaron de apoyar políticamente a la monarquía parlamentaria y se volcaron hacia el fascismo.
  En 1922 en un clima de guerra civil, las escuadras de Mussolini atacaron municipios, sindicatos y partidos políticos en manos de la izquierda, asesinando a sus dirigentes.
  Vencido por las circunstancias, el rey Víctor Manuel llamó a Mussolini a formar gobierno en octubre de 1922.
  Durante los primeros tres años, el gobierno de Mussolini mantuvo la fachada parlamentaria formando un gabinete de coalición en el que participaban los partidos políticos de siempre pero seguía utilizando sus escuadras para realizar acciones punitivas violentas. Mediante ese método logró obtener plenos poderes para actuar con mayor eficacia frente a la situación reinante. Gracias a ellos, creó una milicia para su partido y obtuvo en la elección siguiente el 65 por ciento de los votos y 374 bancas en la Cámara de Diputados, transformándose en el partido mayoritario del Parlamento italiano.
  Mussolini no utilizó la planificación sino que organizó campañas publicitarias que anunciaban a través de una intensa propaganda los objetivos buscados por el gobierno. El resultado fue exitoso en el sentido de que la producción aumentó y que se construyeron autopistas, centrales hidroeléctricas y se electrificó el ferrocarril.

España en la primera posguerra
  El general Manuel Primo de Rivera, preocupado por la agitación social de la izquierda española, encabezó un golpe de Estado en 1923 e instauró una dictadura que fue aceptada por el rey. La dictadura que mantenía la figura del monarca duró hasta 1930. Durante ese período puso un muro de contención transitorio a las explosivas tensiones sociales que se reavivarían con la crisis económica de 1930 y desembocarían en una atroz guerra civil entre 1936 y 1939.
  Como consecuencia de la crisis, en las elecciones de 1931 triunfó por amplísima mayoría un grupo de partidos de izquierda. Ante esa situación Alfonso XIII abdicó y dejó paso a la Segunda República. El nuevo gobierno republicano era una coalición de republicanos de izquierda y socialistas que intentaron atender los graves problemas causados por la crisis, nacionalizando las propiedades de la Iglesia y repartiéndolas entre los campesinos. Esa medida produjo inquietud entre las fuerzas conservadoras que lograron ganar las elecciones de 1933 y detener las reformas que se llevaban a cabo. A su vez, la izquierda agrupada en el Frente Popular se tomó la revancha en las elecciones de 1936. En ese contexto España se estancaba en una lucha de clases estéril; era un empate político en el que ninguna de las dos fuerzas podía hegemonizar el resto de la sociedad.
  El 17 de Julio de 1936, el general Francisco Franco lanzó un pronunciamiento y marchó sobre Madrid para tomar el gobierno. El gobierno republicano decidió organizar la resistencia al golpe militar y se desató una encarnizada guerra civil que enfrentó durante tres años a todos los españoles entre sí. Se formaron dos bandos: los falangistas que apoyaban a Franco mientras que los republicanos defendían los intereses de la coalición gobernante de izquierda.
  La guerra civil terminó en marzo de 1939 cuando el ejército de Franco ganó la batalla de Ebro y tomó Madrid. Franco impuso un gobierno dictatorial que duró hasta su muerte en 1975, y en sus inicios tuvo algunos elementos de los gobiernos nazi y fascista.