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Hist. Ec. y Soc. Gral. La burguesía industrial y la aparición de la clase obrera Altillo.com

Introducción
  El propósito de las páginas que siguen será dar una idea general de las razones subyacentes a este doble fenómeno: la subida al poder de la burguesía a través de la revolución económica, social y política que efectuó con una creciente conciencia de su papel y su fuerza, y la formación paralela de la clase trabajadora creada por la actividad industrial de la burguesía, alcanzó gradualmente las formas y valores de una clase social al adquirir conciencia de clase.

Situación de la burguesía
  En todo caso, en esta lenta, desigual pero inequívoca transformación, la burguesía fue perdiendo la unidad que originalmente le confirió su status legal. En realidad, incluso aún en el siglo XVIII, la condición de "burgués" conlleva ciertos privilegios. Pero estos privilegios fueron perdiendo paulatinamente su valor a causa de una serie de divisiones que afectaron a la propia burguesía. Estas divisiones se debieron a la especialización de la burguesía en profesiones y a la aparición de diferencias en la situación económica de sus miembros.
  Podemos fácilmente distinguir entre cuatro grupos de burgueses. El primero comprende a los rentistas, y que generalmente no eran muy poderosos en el seno de la burguesía. Su papel en el nacimiento de la industria fue más bien pobre, y su participación en ella fue tardía: los rentistas no tenían profesión, en muchos casos carecían de energía y de iniciativa, y durante cierto tiempo siguieron desconfiando de las inversiones industriales y prefiriendo los beneficios seguros de la renta del suelo, las ganancias comerciales o los préstamos gubernamentales. El segundo grupo comprende a los miembros de las profesiones liberales, de la magistratura o de la administración: ni sus deberes ni sus ingresos los llevaron a tomarse mucho interés por la industria.
  Los dos grupos restantes son más interesantes desde nuestro punto de vista. El primero está formado por la bourgeoisie d'affaires que tenía gran influencia al término del Ancien Régime. Sus ingresos eran a menudo más altos que los de la nobleza, y en muchos aspectos se consideraban sus iguales. De este grupo salieron los mejores funcionarios del Estado y en lugares donde la nobleza tenía poca importancia, la bourgeoisie d'affaires era el Estado. Estos burgueses eran grandes mercaderes o banqueros: en las mayores ciudades, unas pocas familias muy vinculadas por matrimonio entre sí, vínculo que a menudo se extendía de una ciudad a otra o de un país a otro. Esta reducida minoría poseía entonces la mayor parte del sector financiero y de la riqueza real de las naciones europeas y sus colonias.
  El cuarto y último grupo dentro de la burguesía, era el de los artesanos y tenderos, el de los innumerables oficios secundarios que se practicaban más o menos independientemente. ¿Cuándo un artesano se transforma en fabricante, o un tendero en comerciante? Para empezar, los ingresos eran más modestos en este último grupo, y su forma de vida manifiestamente distinta. El hombre de negocios extrae sus beneficios de sus inversiones, por los riesgos que corre; su trabajo es dirigir, calcular y tomar decisiones. El artesano y el tendero viven de su propio trabajo manual; la única diferencia entre ellos y sus empleados es que ellos dan las órdenes, mientras realizan directamente parte del trabajo.

El nacimiento de la burguesía industrial
  Es probable que ello se deba más a su escasa ambición política y a una falta de experiencia o incluso de gusto por esta clase de actividad que a una falta de interés en el gobierno como tal dependía la prosperidad de las empresas en dos aspectos: de una forma general, en lo que respecta a la legislación y a los empresarios; y de un modo más particular, con respecto a los pedidos que el gobierno hacía a las factorías.
  La burguesía industrial no se fusionó con la alta burguesía de los parlamentos y administraciones ni con la alta burguesía tradicional de los negocios y las finanzas.
  ¿Cuáles fueron los orígenes de esta burguesía industrial? ¿De dónde procedían los empresarios? Podemos empezar por preguntarnos qué significado tiene la palabra "empresario".
  La palabra "empresario" puede significar dos cosas, de las cuales sólo una nos interesa aquí. En su sentido más común, a partir de la Revolución Industrial, el término empresario se aplica a cualquiera que dirija, por cuenta propia, una empresa industrial y que emplee a trabajadores. Pero estudiosos más recientes, han reservado este término al creador o renovador de una empresa: al hombre con energía personal, inventiva y gustos por los resultados de "progreso" que presenten un riesgo a causa de la competitividad; "progreso" para su empresa se mide en términos de beneficio, o si se toma como parte de un esfuerzo colectivo, en el contexto de un sector industrial o de una nación, progreso en el bienestar de la sociedad considerada como un todo.
  Puede decirse que el empresario industrial se liberó de las limitaciones sociales que los capitalistas anteriores se habían impuesto, lo que explica parcialmente los conflictos sociales que la industrialización no tardaría en producir.
  Finalmente, una vez hechas las previsiones para las exigencias que hemos estado contemplando, tenían que establecer la mejor programación financiera posible para sus empresas.
  Los historiadores han establecido: 1) que la acumulación originaria de capital, que Marx detectaba ya en el siglo XVI y de hecho los siglos XVIII o XIX no fueron "más ricos" que el XVI, y 2) que la inversión inicial de la Revolución Industrial fue muy baja.
  Esto llevó a una pronta concentración, tanto vertical como horizontal. Pero esta concentración fue a un tiempo causa y efecto del severo proceso selectivo que eliminó a muchos industriales mal preparado y prácticamente los dejó a merced de sus más afortunados competidores. La concentración en la industria tuvo otro efecto: el de ayudar a conformar la nueva burguesía, ya que promovió la creación de nuevas sociedades con un número variable de socios. Aunque se diera el caso de que uno de los socios sobresaliera y actuara como "empresario" más que los demás, todos los socios activos tomaron parte en el desarrollo de la burguesía industrial.

Hacia la cohesión de la burguesía industrial
Dos factores principales que traspasaron las fronteras nacionales fueron sus causas determinantes: 1) el desarrollo de un ethos, una cultura peculiar de la burguesía industrial, y 2) la necesidad histórica, que ya existía aun antes de que fuera sentida o entendida, de una solidaridad dentro del grupo; una clase de mecanismo de defensa contra la animosidad del resto de la sociedad, cuyas estructuras la burguesía industrial, aunque era corta en número, ya había destrozado
  La burguesía industrial del tiempo de Luis Felipe o Robert Peel era en proporción más poderosa y efectiva como fuerza social. Pero su potencial resultaba limitado por el hecho de que no se había constituido en un grupo coherente; antes, tuvo que tropezar con obstáculos que sólo un gran esfuerzo colectivo logró superar.
  Los primeros fueron de índole política. Como ya hemos visto, los empresarios eran reacios a involucrarse en la política. Pero para ellos era importante que la política gubernamental sirviera a sus intereses. Como fue necesario, se pusieron de acuerdo entre ellos y adelantaron propuestas y hasta demandas.

Hacia la formación de las masas trabajadoras
  La clase trabajadora emergió lentamente de la informe masa de trabajadores gracias no a su número, sino al nivel de sus miembros, o mejor de sus elites.
  Se sigue de nuestra primera observación que el análisis de estas cuestiones debe considerar dos fases: la formación de las masas trabajadoras y su maduración en una clase social más o menos definida.
  La solidaridad en las sociedades del Ancien Régime no era horizontal sino vertical. Existía solidaridad entre el trabajador y su patrono y los hombres con los que trabajaba, pero no con aquéllos que realizaban la misma labor en el taller vecino.
  Las únicas excepciones las constituyeron los gremios o sociedades secretas de jornaleros artesanos. Aquí, ciertamente, había una forma de solidaridad horizontal. Pero fue limitada en su alcance por la escasez de miembros y su constante rivalidad. Su participación en la formación de la clase trabajadora puede considerarse inexistente, si no negativa.
  La formación de una masa trabajadora en torno a la industria se debió a dos factores fundamentales: uno geográfico y otro técnico. Por una parte, sólo escasos sectores de la industria crecieron muy rápidamente y eso en regiones especialmente favorables. Su necesidad de mano de obra atrajo a estas zonas a nuevos trabajadores. Por otra parte, las mismas industrias generalizaron lo que hasta entonces se había limitado a unas cuantas fábricas aisladas: juntaron a los trabajadores en una misma empresa, bajo el mismo techo, formando grandes factorías. El uso de la máquina de vapor para impulsar varios bastidores o telares a la vez, la necesidad de una producción racionalista en grandes cantidades para amortizar los costos de producción y por último la ansiedad del patrono, que llevaba a vigilar el trabajo realizado por los obreros, fueron los principales motivos para esta revolución en la organización del trabajo.
  Se tenía que encontrar una solución al problema del equipamiento, había que construir casas, traer alimentos y mejorar la circulación de monedas de poco valor para poder pagar los salarios.
  Los empresarios actuaron en varias direcciones. No sólo construyeron casas para sus trabajadores sino que también se esforzaron por establecer una política de salarios para atraer a la mano de obra.
  Una vez conseguida la concentración de trabajo, también la formación de la masa trabajadora fue completa. Pero ¿de donde provenía esta masa? La reserva inagotable de mano de obra industrial era el campo, donde vivía la mayor parte de la población y cuyas condiciones de vida, en el continente, eran casi deplorables; por consiguiente, multitud de trabajadores agrícolas se vieron forzados a emigrar a las ciudades y ocuparse en sus factorías por el movimiento concentrador.
  Es verdad que muchos campesinos se dirigieron hacia las fábricas. Sin embargo, recientes estimaciones realizadas por Habakkuk y Chambers han establecido: 1) que el éxodo de los campesinos peor acomodados fue apreciable, especialmente entre 1660 y 1740, mucho antes de la Revolución Industrial, y no coincidió con el momento de máxima concentración que tuvo lugar hacia 1800; y 2) que los inicios de la industrialización se corresponden justamente al contrario con un reforzamiento de la agricultura, que tenía que producir más para satisfacer una creciente demanda debido al gran incremento de la población y la expansión de las ciudades.
  Cuando creció el movimiento organizativo, en el período 1780-1800 y aun más tarde, fueron las propias poblaciones industriales, ya en su segunda generación, las que suministraron una gran parte de los contingentes requeridos. Pero a esta generación espontánea de la población trabajadora, debemos añadir el numeroso grupo de artesanos tradicionales quienes, superados por técnicas que no pudieron o no quisieron adoptar a tiempo, se arruinaron por la competencia de la industria y no tuvieron otra opción que la de incorporarse a las fábricas.
  En ausencia de toda la elevación de la demanda, los ingresos individuales se redujeron. En las relaciones más industrializadas la pobreza de los artesanos se hizo más aguda y los empujó a la rebeldía (1844). Pero fue solamente a partir de 1850, cuando tuvo lugar el acostumbrado trasvase de los oficios artesanales a la industria o la emigración allende los mares.
  Así, más pronto o más tarde, de acuerdo con un ineludible modelo de desarrollo, las fuerzas activas y vigorosas de las naciones, sus masas trabajadoras, convergieron en la industria. Invariablemente se enfrentaron a míseras condiciones de vida, tomaron conciencia de su situación y reaccionaron con todos los medios intelectuales, legales y políticos que tenían o pudieron crear.

La condición de los trabajadores
  Las condiciones de vida de los trabajadores dieron lugar a la masa; su acción fue la de retrasar y complicar el comienzo de la lucha de los trabajadores contra la burguesía industrial o contra toda la burguesía, la cual entretanto pudo obtener el control del gobierno y empleó su poder para defender sus posiciones.
  Trataremos tres cuestiones muy interrelacionadas que son a la vez específicas y universales dentro del fenómeno de la industrialización. Me estoy refiriendo a la relación entre hombres y máquinas; las horas de trabajo y las prestaciones de mujeres y niños.
  El trabajo en sí era esencialmente monótono, pues el producto era creado por la máquina y no por el trabajador que la manipulaba.
  En cuanto a la extensión de la jornada del trabajo, que estaba limitada sólo por el tiempo biológicamente necesario para el descanso, pero no regulada por ley o convención alguna hasta mucho más tarde, no era nada nuevo en sí mismo, pues artesanos y campesinos también trabajaban muchas horas al día. Lo realmente agotador era la monotonía estricta bajo supervisión permanente. La jornada de trabajo no daba respiro al trabajador para pensar, para considerar su situación, para organizarse con sus camaradas, ni tan siquiera para resistir.
  Ya que esto sucedía antes de que la legislación fuera respetada, la mayor parte de las esposas de los obreros trabajaba a su vez, lo que era pretexto para que los patronos bajasen los salarios, considerando que en la familia ingresaba más de un salario... No era raro que los empresarios abrieran talleres subsidiarios para las mujeres que no podían trabajar al lado de sus maridos. En cuanto a los niños, que estaban obligados a una jornada laboral de diez o doce horas desde la edad de tres años no podían recibir una enseñanza que los capacitara para tareas de responsabilidad.

Hacia la formación de la conciencia de clase de los trabajadores
  El problema con el que tenemos que enfrentarnos se desarrolla históricamente en tres fases muy distintas. En la primera fase, que podría llamarse la "prehistórica de la conciencia de clase", tuvo lugar la incubación de una serie de presiones que iban a provocar la toma de conciencia. Estas presiones eran ejercidas generalmente sobre las masas de trabajadores desde el exterior; por individuos, grupos o instituciones que o bien no pertenecían al mundo del trabajo o pertenecieron a él originariamente separándose más tarde en virtud de una situación privilegiada en la industria, por educación o por una propensión al liderazgo.
  En la segunda fase, durante la cual los trabajadores tomaron conciencia de su situación y de la lucha que tuvieron que llevar a efecto para transformarla; éste fue el nacimiento de la clase como tal.
  La tercera fase es el período de la lucha, la historia de las instituciones con las que la clase se dotó a sí misma, en una palabra, la historia del movimiento obrero.
  La concientización de la clase trabajadora provino menos de una colectiva comprobación de las condiciones del obrero, que de movimientos ideológicos que aparecieron en primer lugar en la burguesía. Pero sigue siendo muy difícil medir el impacto de estos movimientos que presentaban grandes diferencias y a menudo se contradecían entre sí; y es igualmente muy difícil establecer su orden de importancia.
  Ninguna de estas iglesias pensó en informar a las masas; todas ellas eran puritanas y se basaban en el principio de salvación individual, no en la fe colectiva. Su acción era caritativa; como ha mostrado E. P. Thompson eran iglesia para los pobres. Sólo quizá la Iglesia Metodista intentó ser la iglesia de los pobres. Pero después de 1795, esta iglesia se endureció y volvió a posiciones conservadoras.
  Unos cuantos empresarios intentaron tratar más humanamente a sus obreros. Pagaron salarios decentes, construyeron casas y escuelas, alentaron ciertos esparcimientos colectivos para el tiempo libre, etc. Esto era paternalismo. Pero en un principio el paternalismo era la actitud más efectiva que la burguesía podía adoptar para avanzar socialmente. En cualquier caso, los motivos que tenían sus practicantes no eran completamente limpios, y evolucionaron con el paso del tiempo, aunque el resultado final no cambiara. La política general continuó siendo la de producir las mercancías tan baratas como fuera posible y con los máximos beneficios. Cualquier preocupación por el bienestar de los obreros quedaba subordinada a aquella política.
  Eran las instituciones políticas las desafiadas. Pero estas ideas, que se originaban en círculos intelectuales, encontraron eco en las capas más bajas de la sociedad, la pequeña burguesía de artesanos, los tenderos y los sirvientes. Aunque se expresaron de formas distintas, estas ideas se basaban en el común principio de la "libertad", en cualquiera de sus sentidos: cada individuo, cada grupo social y pronto cada clase reclamó su propia libertad, que intentó imponer como la Libertad.
  El fugaz movimiento conocido con el nombre de "ludismo" fue una ilustración de esta ambigüedad. Su mal definida plataforma era una mezcla de rechazo del régimen político, reivindicaciones laborales puramente materiales y protestantes contra la legislación del laissez-faire que favorecía el capitalismo industrial. Bien organizado y bien dirigido, prefiguró el movimiento obrero. Pero no tuvo mucho apoyo en la masa: sus miembros eran artesanos o trabajadores especializados, principalmente de la industria textil. Esto explica su hostilidad hacia las nuevas y su deliberada destrucción de máquinas, las cuales, creían los ludistas, ocasionarían problemas de desempleo y sobre todo trastornos en los tradicionales métodos de producción.

El despertar de la conciencia de clase en el continente
  Dondequiera que se produjo el proceso de industrialización, la clase de los empresarios burgueses se enfrentó de modo inequívoco a la clase de los trabajadores. Los primeros tenían las riendas del gobierno y un gran poderío económico; aliados, por intereses comunes, si no completamente mezclados con los demás grupos de la burguesía, fueron, los amos de la sociedad. En contraste, la clase trabajadora no tenía poder en absoluto. Su función era trabajar. En todas partes llegó a tomar conciencia de sí misma y se transformó en una fuerza política, como resultado de la incitación externa, intelectual y burguesa.
  No resultaba posible una "acción obrera", excepto en forma de levantamientos populares espontáneos y desorganizados, revueltas contra las alzas de los precios en tiempos de crisis, o huelgas, que fueron numerosas bajo la Restauración y la Monarquía de Julio, pero que tenían una corta vida y se presentaban aisladas. La masa trabajadora se mantuvo íntimamente asociada con la clase que le suministraba los medios de vida, o sea, con la burguesía. En julio de 1830 se constató esta fidelidad que alcanzó su punto culminante. El pueblo había luchado y vencido para ser engañado en la hora de su victoria y en lo sucesivo lo comprendió. En Peterloo, burgueses y proletarios habían chocado; en París, en 1830, lucharon codo con codo contra las fuerzas de la reacción. Los dos hechos no podían ser más incongruentes y ambos desempeñaron un papel básico en la toma de conciencia de la clase trabajadora.
  Las condiciones de vida de los trabajadores, mujeres y niños incluidos, no eran mejores que las que se padecían en los países vecinos, pero el número de personas a ellas sometido, en el reducido contexto de los pueblos, y los bajos complementos de mano de obra empleados, probablemente las hacía menos apreciables.
  En Suiza el impulso vino de los propios trabajadores. O mejor de dos categorías precisas y limitadas de trabajadores: los refugiados políticos alemanes y franceses que los gobiernos de los cantones toleraron en su territorio, y los trabajadores especializados, particularmente los de la industria relojera cuyo nivel cultural era elevado.