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Taller de Expresión I

1er Parcial

Cátedra: Reale

1er Cuat. de 2009

Altillo.com

(Parcial a libro abierto)

Leer atentamente el siguiente pasaje de Una excursión a los indios ranqueles y, teniendo como punto de partida las preguntas que se plantean a continuación, escribir una interpretación del relato que integre las respuestas de un modo coherente.

(pasaje del capítulo LXVI)


Le pedí permiso a Ramón para retirarme (...) Ramón vino a hablar conmigo y (...) me preguntó que a qué hora pensaba ponerme en marcha.
Le dije que en cuanto medio quisiera ladear el sol, estilo gauchesco, que vale tanto como, después de las doce.
Me hizo presente que entonces había tiempo de carnear una res gorda y unas ovejas para que llevara carne fresca.
Le expresé que no se incomodara, y me hizo entender que no era incomodidad sino deber y que extrañaba mucho de Mariano Rosas me hubiera dejado salir de Leubucó sin darme carne.
En efecto, de allí habíamos salido con una mano atrás y otra adelante, resueltos a comernos las mulas.
Yo me había hecho el firme propósito de no pedir qué comer a nadie.
Era una cuestión de orgullo bien entendida en una tierra donde los alimentos no se compran; donde el que tiene necesidad pide con vuelta. (...) Sentí el cencerro de las tropillas que llegaban, mandé ensillar y le dije a Ramón:
-Bueno, amigo, ¿qué tiene que encargarme?
-Necesito algunas cosas para la platería -me contestó.
-Yo se las mandaré -y esto diciendo saqué mi libro de memorias para apuntar en él los encargos, añadiendo- ¿qué son?
-Un yunque.
-Bueno.
-Un martillo.
-Bueno.
. -Unas tenazas.
-Bueno.
-Un torno.
-Bueno.
-Una lima fina.
-Bueno.
-Un alicate.
-Bueno.
-Un crisol.
-Bueno.
-Un bruñidor.
-Bueno.
-Piedra lápiz.
-Bueno.
-Atíncar.
Ramón había ido enumerando las palabras anteriores, sin necesidad de lenguaraz, pronunciándolas correctamente.
Al oírle decir atíncar, le pregunté:
-¿Atíncar?
-Sí, atíncar -repuso.
-Digame el nombre en lengua de cristiano.
-Así es, atíncar.
Iba a decirle: ése será el nombre en araucano; pero me acordé de las lecciones que acababa de recibir, de mi humillación en presencia del fuelle, de mi humillación ante doña Fermina, discurriendo como un filósofo consumado y en lugar de hacerlo, le pregunté:
-¿Está usted cierto?
-Cierto, atíncar es, así le llaman los chilenos -y esto diciendo se levantó, se acercó a la fragua, metió la mano en un saquito de cuero que estaba al lado de la horqueta de una tijera del techo, y desenvolviéndolo y pasándomelo, me dijo:
-Esto es atíncar.
Era una sustancia blanquecina, amarga, como la sal.
Apunté atíncar , convencido que la palabra no era castellana.
En cuanto llegué al Río Cuarto, uno de mis primeros cuidados fue tomar el diccionario.
La palabra atíncar trotaba por mi imaginación.
Atíncar hallé en la página 82, masculino, véase: bórax .
-¡Alabado sea Dios! -exclamé. Yo sabía lo que era bórax; sabía que era una sal que se encuentra en disolución en ciertos lagos; sabía que en metalurgia se la empleaba como fundente, como reactivo y como soldadura. ¡Loado sea Dios!, volví a exclamar, que así castiga sin palo ni piedra.
Tanto que declamamos sobre nuestra sabiduría, tanto que leemos y estudiamos, ¿y para qué?
Para despreciar a un pobre indio, llamándole bárbaro, salvaje; para pedir su exterminio, porque su sangre, su raza, sus instintos, sus aptitudes no son susceptibles de asimilarse con nuestra civilización empírica, que se dice humanitaria, recta y justiciera, aunque hace morir a hierro al que a hierro mata, y se ensangrenta por cuestión de amor propio, de avaricia, de engrandecimiento, de orgullo, que para todos nos presenta en nombre del derecho el filo de una espada, en una palabra, que mantiene la pena del talión porque si yo mato me matan; que en definitiva, lo que más respeta es la fuerza, desde que cualquier Breno de las batallas o del dinero es capaz de hacer inclinar de su lado la balanza de la justicia.
¡Ah! Mientras tanto, el bárbaro, el salvaje, el indio ese, que rechazamos y despreciamos, como si todos no derivásemos de un tronco común, como si la planta hombre no fuese única en su especie, el día menos pensado nos prueba que somos muy altaneros, que vivimos en la ignorancia, de una vanidad descomunal, irritante, que ha penetrado en la oscuridad nebulosa de los cielos con el telescopio, que ha suprimido las distancias por medio de la electricidad y del vapor, que volará mañana, quizá, convenido; pero que no destruirá jamás, hasta aniquilarla una simple partícula de la materia, ni le arrancará al hombre los secretos recónditos del corazón.


1) Reconstruir la escena narrativa a partir de los indicios que ofrece el relato: quién narra, a quién se dirige, en qué circunstancias se desarrolla la narración.
2) ¿Cómo se presenta a sí mismo el narrador? ¿De qué manera describe a Ramón? ¿Cómo interpela al destinatario?
3) ¿Qué sentido tiene esta anécdota en el marco de la crónica de Mansilla?
4) Dice Clifford Geertz en El antropólogo como autor que "los etnógrafos necesitan convencernos (...) no solo de que verdaderamente <<han estado allí>>, sino de que (...) de haber estado nosotros allí, hubiéramos visto lo que ellos vieron, sentido lo que ellos sintieron, concluido lo que ellos concluyeron." ¿De qué manera y a través de qué procedimientos narrativos se produce este mismo efecto en este fragmento de Una excursión a los indios ranqueles?
5) En el mismo texto, Geertz sostiene, a propósito del antropólogo Bronislaw Maliwski, que "hizo de la etnografía una curiosa materia interior, una cuestión de autoprueba y autotransformación y de su escritura una forma de autorrevelación". ¿Es cierto esta caracterización a la escritura de Mansilla? Justificar la respuesta con indicios extraídos del pasaje analizado y de la selección propuesta en Territorio Ranquel.