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Historia Social General I Furet, " La pasión revolucionaria"

Cátedra: Lettieri

2° Cuat. de 2011

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 Antes de deshonrarse por sus crímenes, el fascismo constituyó una esperanza que sedujo a millones de hombres e intelectuales. El comunismo como mito político y como ideal social sobrevivió largo tiempo a sus fracasos y a sus crímenes, sobre todo en los países europeos que no sufrieron directamente su opresión. Duró más tiempo gracias a la victoria de 1945 y porque la fe tiene por apoyo el encuentro de épocas históricas sucesivas: supuestamente, el capitalismo abriría la puerta al socialismo y después al comunismo.
La Segunda Guerra Mundial presenció el arbitraje entre las dos fuerzas que aspiraban a suceder a la democracia burguesa. Pero son episodios breves, enmarcados por lo que quisieron destruir. Productos de la democracia, fueron derribados por ésta. Furet intenta comprender el papel que desempeñaron estas ideologías, principalmente la pasión comunista, porque este rasgo diferencia el SXX. Antes del SXX no había ningún gobierno ni régimen ideológico, entendido este como: sistemas de explicación del mundo por medio de los cuales la acción política de los hombres adquiere un carácter providencial, con exclusión de toda divinidad. Estos regímenes suscitaron el interés y el entusiasmo de una parte de la Europa de posguerra, tanto de las masas populares como de las clases educadas. Así, el nacionalsocialismo amalgama brumosa de autodidacto, es insuperable; el leninismo posee un pedigree filosófico.
El fascismo y el comunismo debieron mucho de su éxito a la suerte. Pero la proyección de sus ideologías habría existido aún sin su triunfo, independientemente de las circunstancias que lo llevaron al poder. Provocaron sentimientos poderosos y alimentaron fanatismos individuales.
Para comprender estas cuestiones, Furet analizará las pasiones que le dieron fuerza. De las pasiones la más poderosa y antigua es el odio a la burguesía:
-Tanto para Lenin, como para Hitler, constituye la desdicha del mundo. Encarna al capitalismo, precursor, según uno, del imperialismo y el fascismo, y según el otro, del comunismo; origen para ambos de lo que detestan.
-Es el otro nombre de la sociedad moderna. Designa a la clase de hombres que, con su libre actividad, han destruido la antigua sociedad aristocrática.
-Ya no tiene el lugar que le sea atribuido en la comunidad. Se basa por entero en la economía. Le importa la riqueza.
- El trabajo ya no define a los esclavos, sino a la humanidad entera. Así, el burgués se considera liberado de la tradición (religiosa, política). Debe inventarse a sí mismo e inventar a la comunidad de la que forma parte.
-Propone una sociedad que sólo ponga en común lo mínimo para vivir, ya que su principal deber es garantizar el libre ejercicio de sus actividades privada y el goce asegurado de lo que han adquirido.
-No deja de producir desigualdad mientras que proclama la igualdad como derecho imprescriptible del hombre.
-Su dinámica está en la contradicción entre la división del trabajo, secreto de su riqueza, y la igualdad de los hombres. Pero el trabajo resulta ser en la misma época la maldición del proletariado, explotado por la burguesía que se enriquece a sus expensas. Por lo tanto hay que combatir esta maldición para realizar la promesa de la universalidad.
-No tiene ningún proyecto económico en particular, no quiere a la aristocracia, pero la imita; teme al pueblo, pero comparte con él la prudencia de los campesinos.
-El odio al burgués tan viejo. Proviene de los partidarios del Antiguo Régimen.
-Los burgueses de la Revolución Francesa proclamaron la igualdad de todos los franceses, pero privaron a muchos del derecho a voto, a ser elegidos. Proclamaron la libertad, pero mantuvieron la esclavitud en “las islas”, en nombre de la prosperidad del comercio nacional.
-Los hombres del siglo XIX creyeron que la democracia liberal moderna exponía a la sociedad a uno constante peligro de disolución, debido a la atomización de los individuos y a su indiferencia por el interés público, al debilitamiento de la autoridad y al odio de clases. Son sobrevivientes de una revolución popular a la que pudieron poner fin sólo con un despotismo más absoluto que la monarquía. Por ello, el burgués propietario teme a la revolución. Teme que se reinicie el desorden. Entonces por temor, se convirtió en tradicionalista. Detesta la revolución pero se encuentra ligado a ella por la fuerza. Fuera de ella no tiene más que la tradición de la aristocracia o de la monarquía. La democracia ha revelado la fragilidad de sus gobiernos y la amenaza de los pobres.
Lejos de encarnar lo universal, su única obsesión son sus intereses, el dinero. Y a través del dinero, es el más odiado: por los aristócratas, por los pobres, por los intelectuales. Lo que le da poder sobre la sociedad, es tu debilidad sobre el imaginario colectivo. Es un hombre que sólo tiene su trabajo productivo y que aplica todo su ingenio a su Proyecto utilitario. Su verdadera ambición es instituir un mercado, no una ciudadanía. Por eso representa sólo el lado malo de lo moderno, es el símbolo del capitalismo, no de la democracia.
-En el socialismo y en el hegelianismo de izquierda del que surgirá Marx, se elabora la crítica radical al burgués.
-Este odio es el odio el otro, pero en esencia es el odio a sí mismo.
-El sentimiento antiburgués se alimenta también de fuentes internas: nutre los conflictos en el interior de las familias, la rebelión de los hijos contra los padres en nombre de la libertad contra la naturaleza.
-Todo siguió siendo gobernable en el siglo XIX. El adversario de ayer, el aristócrata aún deja importantes huella. En Europa había un “gobierno mixto”, en el que coexistían: la monarquía, la aristocracia y la democracia. En esta situación encontró sus límites la pasión antiburguesa. Este siglo a pesar de que las ideas de la democracia lo recorren de principio a fin, no es democrático, las masa populares sólo desempeñan un papel menos y restringido al repertorio prescrito por las élites. Sin embargo, esto cambia a fines del siglo. El desarrollo del nacionalismo, la explosión del antisemitismo “democrático”, el crecimiento de partidos de masas como la socialdemocracia alemana serian inteligibles si no vemos en ellos las señales de ello. Pero este fenómeno podrá evaluarse mejor, después de la Primera Guerra Mundial.
El tiempo ha reducido la distancia que separa al burgués del aristócrata, ya sea en tanto gustos, ideas, géneros de vida: el culto a la nación, por ejemplo, que se demostrará en la guerra. Guerra que también renueva la idea revolucionaria: lleva al poder en Rusia a los bolcheviques, en Italia y Alemania ya no es monopolio de las clases residuales o nostálgicas, pasa al pueblo, el odio de la democracia se ha vuelto de democrática.
Es interpretada por actores inéditos: Mussolini o Hitler. Sorprende el resurgimiento de esta idea de revolución entre la derecha, que en el SXIX la detesta como maquinación y como amenaza. Es más violento, por cuando está dirigido por los hombres salidos de las filas populares, en nombre de la igualdad y de la nación.
Bolchevismo y fascismo son hijos de la Primera Guerra Mundial. El partido Bolchevique toma el poder en 1917, gracias a la guerra y que Mussolini y Hitler forman sus partidos luego de 1918 como respuesta a la crisis nacional producida por el resultado del conflicto. La guerra penetró tan profundamente en la más brillante de las civilizaciones moderna que no dejó sin transformar ningún elemento. Dos grandes movimientos salen de la guerra:
- La revolución proletaria: resurge como si se hubiera recubierto en 1914, pero con sufrimientos y desilusiones hasta en los pueblos vencedores, como Francia.
- El bolchevismo se ve fortalecido en Europa por su oposición a la guerra. A través de Lenin, los culpables de esta guerra son el imperialismo, los monopolios capitalistas, la burguesía internacional. Con ello los bolcheviques recuperan en su provecho lo universal. Toda la guerra estuvo permeada por las dos figuras de la idea democrática: lo nacional y lo universal.
La otra cara de lo democrático universal es la revolución social de octubre de 1917. Estos acontecimientos de 1917, ya no son rusos, se convierten en un acontecimiento modelo. El jefe bolchevique piensa que su victoria no será duradera sin el sostén de otras revoluciones, comenzando con la de Alemania. Se efectúa la primera bolchevización por parte de la izquierda europea.
El fascismo nace como reacción de lo particular con lo universal, del pueblo con la clase, de lo nacional contra lo internacional. En sus orígenes es inseparable del comunismo, ya que ambos crecieron sobre el terreno del socialismo italiano. Mussolini perteneció al ala revolucionaria del movimientos socialista antes de dar su apoyo a la entrada de Italia en al guerra.
Hitler: el “partido obrero alemán” existe antes que él. No tiene pasado socialista, pero al ser admirador de Mussolini, se lo atribuye con el adjetivo que hará su fortuna: nacionalsocialismo. La asociación de los dos términos tiene como objetivo poner de relieve la comunidad del pueblo alemán, la nación, que hay que proteger contra los intereses particulares de los capitalistas y contra los designios nihilistas del bolchevismo. Su innovación es el odio a los judíos, símbolos del capitalismo y del bolchevismo. Así reconstruyó con temas renovados la pasión nacionalista. Al finalizar la guerra, la cuestión de cómo defender a la nación contra la revolución comunista se vuelve más apremiante.
Bolchevismo y fascismo son fuerzas muy poderosas, efímeras y nefastas a la vez, simultáneas y meteóricas, dependientes entre sí. El comunismo prolongó su atractivo, gracias al antifascismo. Son enemigos que buscan su recíproca liquidación; y cómplices porque para enfrentarse necesitan liquidar antes a lo que los separa: la democracia.
Lenin: ve en los enfrentamientos políticos de los partidos burgueses no más que apariencias, con las que hay que terminar mediante la revolución proletaria. En ella, como heredero de Marx, ve la realización de una promesa democrática por la emancipación de los trabajadores explotados: una vez desaparecida la explotación del trabajo y la enajenación del trabajador se habrá dado un paso decisivo hacia la verdadera libertad de los hombres.
La ventaja del discurso leninista sobre el fascista es que reencuentra el sustento de la filosofía liberal: la autonomía del individuo. La ventaja es que el militante comunista puede considerarse a sí mismo como heredero y continuador del progreso, mientras que el militante fascista debe imaginar que su papel está destinado a quebrantar la concatenación fatal del curso de la historia moderna hacia la democracia. El atractivo del marxismo-leninismo es su universalismo, que lo emparenta con las ideas democráticas, con el sentimiento de igualdad de los hombres como resorte psicológico principal. El fascismo quebranta el individualismo burgués apelando a fracciones de humanidad: la nación o la raza. Estas excluyen a los que no forman parte de ella, y se definen contra ellos. La unidad de la comunidad sólo se rehace con base en su supuesta superioridad sobre los otros grupos, y en un constante antagonismo contra ellos.
El bolchevique tiene como objetivo la emancipación del género humano. Su universalismo contra con las condiciones concretas que rodearon su triunfo. Vemos así a esos hombres en el poder en el país más atrasado. No tienen posibilidad de poner a esta Rusia a la cabeza del progreso humano. Sin embargo, Lenin a esta situación responde: que el carácter democrático de la dictadura del Partido Bolchevique está destinado a suprimir el capitalismo y que la Revolución bolchevique en Moscú no es sino la primera de las revoluciones proletaria, otras la seguirán demostrarán la universalidad del movimiento.
Pero Stalin sustituirá las esperanzas revolucionarias de los años de posguerra por la idea del socialismo en un solo país. La revolución Rusa creyó haber superado el obstáculo de la francesa (su ambición universal, su particularidad nacional), pero quiso ser más universal porque era proletaria y no burguesa. El proletariado al que reivindica es tan problemático que sólo ejerce su papel a través equivalencias abstractas: la clase obrera que está representada por el Partido Bolchevique, y éste dirigido por un pequeño círculo de militantes en el que la opinión del primero entre ellos casi siempre es preponderante. Esta visión es organizada por Lenin y se afirman cada vez más después de Octubre, la destitución de la Asamblea Constituyente, la proscripción de los demás partido y luego la prohibición de las fracciones en el interior del Partido Bolchevique sustituye la fuerza de las leyes por el poder absoluto del Politburó y del secretario general.
Lo que fundamente en última instancia el sistema de la revolución es la autoridad de la ciencia, el conocimiento de las leyes de la historia. Lo asombroso es que el universalismo bolchevique haya encontrado tantos partidos incondicionales cuando fue denunciado como ilusorio y peligroso. Sin embargo, con su triunfo y con el mito que se creó a partir del logro de 1917 se incorpora en la izquierda europea como una fecha clave en la emancipación del trabajo en el mundo.