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Resumen de "Origen de la Biopolítica" |  Principales Corrientes del Pensamiento Contemporáneo (Cátedra: Rodríguez - 2015)  |  Cs. de la Comunicación  |  UBA

Origen de la Biopolítica

La finalidad de Foucault no es estudiar el poder en sí mismo. Su objetivo es estudiar el sujeto. No busca obtener la verdad sino analizar campos de verificación.

· Retoma de la tradición marxista a la idea de comprender el capitalismo a partir de la transformación.

· Retoma de Weber la problemática entre capitalismo y subjetivididad.

· El método que va a utilizar es la Genealogía à Para rastrear el origen de la lógica del funcionamiento del orden constituido, y así poder encontrar nuevos espacios de libertad.

· Le interesan las experiencias límite porque en estas se juega el orden social.

Clases 28 de marzo y 4 de abril de 1979

Neoliberales norteamericanos à Aplican análisis economicistas de ámbitos, comportamientos o conductas que no eran de mercado Ej. Matrimonio, educación, criminalidad. Hay un problema tanto en la teoría como en el método. Todos estos problemas giran en torno al Homo Económicus: El hombre económico.

è Se puede aplicar el esquema de Homo Económicus a cualquier actor social en todos los aspectos de su vida?

Homo Económicus


Conducta económica: asignación óptima de recursos escasos = conducta racional.

Acepta la realidad.

Es racional en toda conducta.

Obedece a su interés que de manera espontánea va a converger con el interés de otros.

Es aquel que no hay que tocar se lo deja hacer.

Sujeto del laissezfaire.

Sujeto del interés.


El homo economicus en el siglo XVIII se muestra como el correlato de la gubernamentalidad que va a actuar sobre el medio y modificar sistemáticamente sus variables.

¿El homo economicus es un átomo de libertad frente a todas las condiciones, todas las empresas, todas las legislaciones, todas las prohibiciones de un gobierno posible? ¿O no era ya cierto tipo de sujeto que justamente permitía a un arte de gobernar regularse según el principio de la economía, en los dos sentidos del término: economía como economía política, y economía en cuanto restricción, autolimitación, frugalidad del gobierno? ¿Cómo puede tomarse este problema del homo conómicus y su aparición? Para simplificar y a la vez en forma un poco arbitraria, partiré, como dato previo, del empirismo inglés y de la teoría del sujeto desplegada efectivamente por la filosofía empírica inglesa.

Lo que aporta el empirismo inglés es un sujeto no ambiguo sino como sujeto de elecciones individuales a la vez irreductibles e intransmisibles. (Irreductible: que no remite a ningún juicio, a ningún razonamiento o cálculo)

Interés: elección individual, irreductible, intransmisible, atomística e incondicionalmente referida al sujeto mismo.

Sujeto de interés vs. Sujeto de derecho

Los contractualistas como Blackstone consideran que al contrato se suscribe por interés. Los intereses se encuentran bajo amenaza entonces para protegerlos hay que resignar otros. Entonces la voluntad jurídica, el sujeto de derecho que se constituye a partir de este contrato es un sujeto del interés pero calculador, racionalizado. Y una vez que se suscriben al contrarto el sujeto esta en cierto modo dometido, obligado a mantenerlo porque ya se ha convertido en un sujeto de derecho. Para Hume por otro lado para Hume el contrato se sigue cumpliendo no porque se haya dejado de ser sujetos de interés para pasar a ser sujetos de derecho, sino porque el comercio por ejemplo necesita del respeto de compromisos. Si se respeta el contrato no es por el contrato en sí sino por el interés en que haya un contrato.La aparición y el surgimiento del contrato no sustituyen al sujeto de interés por un sujeto de derecho. En un cálculo interesado, el primero ha constituido una forma, un elemento que va a seguir presentando hasta el final cierto interés. Y si ya no presenta ningún interés, nada puede obligarme a continuar obedeciendo el contrato.19 Por lo tanto, interés y voluntad jurídica no se relevan. El sujeto de derecho no ocupa el lugar del sujeto de interés. Este último permanece, subsiste y prosigue mientras hay estructura jurídica, mientras hay contrato. Mientras existe la ley, el sujeto de interés sigue existiendo. Desborda de manera permanente al sujeto de derecho. No es absorbido por éste. Entonces, con respecto a la voluntad jurídica, el interés constituye un elemento irreductible.

El sujeto de derecho y el sujeto de interés no obedecen de ningún modo a la misma lógica. ¿Qué caracteriza al sujeto de derecho? Que al principio tiene derechos naturales, claro está. Pero en un sistema positivo se convierte en sujeto de derecho cuando acepta al menos el principio de ceder esos derechos naturales, de renunciar a ellos, y suscribe una limitación de esos derechos, acepta el principio de la transferencia. Es decir que el sujeto de derecho es por definición un sujeto que acepta la negatividad, acepta la renuncia a sí mismo, acepta, de alguna manera, escindirse y ser en cierto nivel poseedor de una serie de derechos naturales e inmediatos, y en otro nivel, acepta el principio de renunciar a ellos y se constituye por eso como otro sujeto de derecho superpuesto al primero. La división del sujeto, la existencia de una trascendencia del segundo sujeto en relación con el primero, una relación de negatividad, de renuncia, de limitación entre uno y otro, caracterizarán la dialéctica o la mecánica del sujeto de derecho, y en ese movimiento surge la ley.

Los Fisiócratas van a decir al respecto que en la mecánica de los intereses jamás se pide a un individuo que renuncie a su interés.

En consecuencia, con el funcionamiento del sujeto de interés tal como lo des— criben los economistas, tenemos una mecánica muy diferente de esa dialéctica del sujeto de derecho, pues es una mecánica egoísta, una mecánica que multiplica de inmediato, una mecánica sin ninguna trascendencia y una mecánica en que la voluntad de cada uno va a coincidir de manera espontánea y como si fuera involuntaria con la voluntad y el interés de los demás. Estamos muy lejos de la dialéctica de la renuncia, la trascendencia y el vínculo voluntario que encontramos en la teoría jurídica del contrato. El mercado y el contrato funcionan exactamente al revés uno de otro y hay, de hecho, dos estructuras heterogéneas entre sí.

De algún modo, en el punto de convergencia entre esta concepción empírica del sujeto de interés y los análisis de los economistas podrá definirse un sujeto que es sujeto de interés y cuya acción tendrá valor multiplicador y benéfico a la vez en virtud de la intensificación misma del interés: El Homo Económicus.

En el siglo XVIII, el homo Económicuss, creo, una figura absolutamente heterogénea y no puede superponerse a lo que podríamos llamar el homo juridicus o el homo legaíis, como prefieran.

Hay entre ambos una diferencia esencial en la relación que mantienen con el poder político. O, si se quiere, la problemática del hombre económico plantea a la cuestión del fundamento y el ejercicio del poder un interrogante muy distinto del que podían plantear la figura y el elemento del hombre jurídico, del sujeto de derecho.

El hombre económico queda situado así en lo que podríamos denominar un campo de inmanencia

El homo Económicus está entonces situado en lo que podría llamarse un doble aspecto involuntario: lo involuntario de los accidentes que le suceden y lo involuntario de la ganancia que produce para los otros sin haberlo buscado.

Sigue su propio interés, y en definitiva, esa actitud beneficia a todo el mundo. Aunque uno sólo piense en su propio lucro, a la larga toda la industria sale ganando. La gente, dice Smith, piensa únicamente en su propio lucro y no en la ganancia de todo el mundo. hay entonces dos elementos que están resueltamente acoplados uno a otro. Para que exista la certeza de una ganancia colectiva, para que exista la seguridad de alcanzar el mayor bien para la mayor cantidad de gente, no sólo es posible sino absolutamente necesario que cada uno de los actores sea ciego a esa totalidad.

Adam Smith: El gobierno tiene prohibido, entonces, poner obstáculos a ese interés de los individuos. el interés común exige que cada uno sepa entender su interés y pueda obedecerlo sin obstáculos. El poder, el gobierno no pueden poner trabas al juego de los intereses individuales. Es imposible que el soberano pueda tener sobre el mecanismo económico un punto de vista capaz de totalizar cada uno de los elementos y de combinarlos de manera artificial o voluntaria. La mano invisible que combina espontáneamente los intereses prohíbe, al mismo tiempo, todo tipo de intervención y, más aún, todo tipo de mirada desde arriba que permita totalizar el proceso económico. Con la condición de no infringir las leyes de la justicia, todo hombre debe poder dirigir su interés y su capital a donde le plazca. La economía política puede presentarse como crítica de la razón gubernamental. No hay soberano en economía. No hay soberano económico.

Adam Smith escribe oponiéndose a los fisiócratas: Hicieron sobre el mercado y sus mecanismos los análisis que probaban la necesidad absoluta de que el gobierno, el Estado, el soberano no intervinieran en la mecánica de los intereses por la cual las mercancías se encaminaban a los lugares donde encontraban con mayor facilidad compradores y el mejor precio. Pero consideraban que el soberano era copropietario del territorio de un país, por lo tanto coproductor, lo que le daba el derecho a cobrar impuestos. A su vez la existencia de un cuadro económico que permite seguir con mucha exactitud el circuito de la producción y la constitución de la renta brinda al soberano la posibilidad de conocer con precisión todo lo que ocurre dentro de su país, y el poder, por consiguiente, de controlar los procesos económicos. Es decir que el cuadro económico va a ofrecerle un principio de análisis y algo semejante a un principio de transparencia con respecto a la totalidad del proceso económico. El principio del Laissez-faire, el principio de la libertad necesaria de los agentes económicos, puede acertar a coincidir con la existencia de un soberano, un soberano tanto más despótico, tanto menos obligado por las tradiciones, las costumbres, las reglas, las leyes fundamentales, cuanto que su sola ley será la de la evidencia, la de un saber bien elaborado y construido que compartirá con los agentes económicos. Ahí, y sólo ahí, tenemos en efecto la idea de una transparencia de lo económico y lo político, de uno con respecto al otro

Creo que éste es uno de los aspectos más importantes de la historia del pensamiento económico, claro está, pero sobre todo de la historia de la razón gubernamental. La ausencia o la imposibilidad de un soberano económico: a la larga, las prácticas gubernamentales, los problemas económicos, el socialismo, la planificación, la economía de bienestar plantearán este problema a través de toda Europa y todo el mundo moderno. Todos los retornos, todas las recurrencias del pensamiento liberal y neoliberal en la Europa de los siglos XIX y XX, representan aún y siempre cierta manera de plantear el problema de esa imposibilidad de la existencia de un soberano económico.

La mano invisible de Adam Smith es todo lo contrario. Es la crítica de esa idea paradójica de una libertad económica total y dé un despotismo absoluto que habían procurado sostener los fisiócratas en la teoría de la evidencia económica. La mano invisible, en contraste, plantea como principio que eso no es posible, que no puede haber soberano en el sentido fisiocrático del término, que no puede haber despotismo en el sentido fisiocrático del término, porque no puede haber evidencia económica. De modo que, como se darán cuenta, desde el comienzo, en todo caso -si llamamos comienzo de la economía política a la teoría de Adam Smith y la teoría liberal-, la ciencia económica nunca se presentó como la línea necesaria de conducta, la programación completa de lo que podría ser la racionalidad gubernamental.

Pero ¿No puede haber, pese a todo, un aspecto por el que sea posible definir una soberanía económica? En una escala más pequeña, me parece que la función, el papel esencial de la mano invisible es la descalificación del soberano político. La economía política no constituye una mera refutación de las doctrinas o las prácticas mercantilistas. La ciencia económica no puede ser la ciencia del gobierno y el gobierno no puede tener la economía por principio, ley, regla de conducta o racionalidad interna. La economía es una ciencia lateral con respecto al arte de gobernar. Es preciso gobernar con la economía, es preciso gobernar junto a los economistas, es preciso escucharlos para gobernar, pero la economía no debe ser la racionalidad gubernamental; no es cuestión de que lo sea, ni es posible.

Entonces ¿De qué va a ocuparse el gobierno y cuál será su objeto, si es cierto que el proceso económico, la totalidad del proceso económico, no constituye por pleno derecho ese objeto? Me parece que éste es el lugar de la teoría de la sociedad civil.

La primera solución, que consiste en limitar la actividad del soberano a todo lo que no corresponda al mercado, pasa por mantener la forma misma de la razón gubernamental, la forma misma de la razón de Estado, y efectuar simplemente una sustracción, la del objeto mercado. La segunda solución, la de los fisiócratas, consiste sin duda en mantener la extensión total de la esfera de actividad de la gubernamentalidad, pero modificar en esencia la naturaleza misma de la actividad gubernamental, pues se cambia su coeficiente, se cambia su indicador, y deja de ser actividad gubernamental para convertirse en pasividad teórica, o bien en evidencia. De hecho, ninguna de las dos soluciones podía ser otra cosa que una especie de virtualidad teórica y programática que no tuvo consecuencia real en la historia.

Lo que se hizo a partir del problema del homo Económicus, de la especificidad del homo Económicus y de su irreductibilidad a la esfera del derecho es todo un reordenamiento de la razón gubernamental.

El arte de gobernar debe ejercerse en un espacio de soberanía está habitado y poblado por sujetos económicos. Ahora bien, estos sujetos económicos, si tomamos las cosas al pie de la letra y captamos la irreductibilidad del sujeto económico al sujeto de derecho, exigirán o bien la abstención del soberano o bien que la racionalidad de éste, su arte de gobernar, se inscriba bajo el signo de una racionalidad científica y especulativa. ¿Cómo hacer para que el soberano no renuncie a ninguno de sus campos de acción, e incluso para que no se convierta en geómetra de la economía? ¿Cómo hacerlo?

La gobernabilidad o la gubernamentabilidad de esos individuos que, en cuanto sujetos de derecho, pueblan el espacio de la soberanía, pero en ese espacio son al mismo tiempo hombres económicos, esa gubernamentabilidad sólo puede garantizarse y sólo pudo garantizarse efectivamente gracias al surgimiento de un nuevo objeto, un nuevo dominio, un nuevo campo que, de alguna forma, es el correlato del arte de gobernar que se construye en ese momento en función de este problema: sujeto de derecho-sujeto económico. Un objeto que pueda definir un nuevo conjunto que los englobe, a título de sujetos de derecho y a la vez de actores económicos, pero que no pondrá de relieve simplemente la conexión o la combinación de esos dos elementos, sino toda otra serie de elementos con respecto a los cuales el aspecto sujeto de derecho o el aspecto sujeto económico constituirán aspectos parciales, integrables en la misma medida en que forman parte de un conjunto complejo. Y lo característico del arte liberal de gobernar es, a mi parecer, ese nuevo conjunto: La sociedad civil

Sociedad civil

Es ese conjunto de objetos o elementos que se pusieron de manifiesto en el marco de esa noción, es en síntesis un intento de responder al inrerrogante de cómo gobernar, de acuerdo con reglas de derecho, un espacio de soberanía que tiene la desventura o la ventaja, según se prefiera, de estar poblado por sujetos económicos.

· No es una idea filosófica.

· Es un concepto de tecnología gubernamental.

· El correlato de una tecnología de gobierno cuya medida racional debe ajustarse jurídicamente a una economía entendida como proceso de producción e intercambio.

· Es lo que va a permitir a una práctica gubernamental y a un arte de gobernar, a una reflexión sobre ese arte de gobernar y, por lo tanto, a una tecnología gubernamental, una autolimitación que no transgreda ni las leyes de la economía ni los principios del derecho, y, tampoco transgreda su exigencia de generalidad gubernamental ni la necesidad de una omnipresencia del gobierno.

Un gobierno omnipresente, un gobierno al que nada escape, un gobierno que obedezca las reglas del derecho y un gobierno que sin embargo respete la especificidad de la economía, será un gobierno que ha de administrar la sociedad civil, administrar la nación, administrar la sociedad, administrar lo social. El homo ceconomicus y la sociedad civil son entonces dos elementos indisociables.El homo ceconomicus es, si se quiere, el punto abstracto, ideal y puramente económico que puebla la realidad densa, plena y compleja de la sociedad civil. Por lo tanto, homo ceconomicus y sociedad civil forman parte del mismo conjunto, el conjunto de la tecnología de la gubernamentalidad liberal!!!

Decir que forma parte de ésta no significa que es su producto liso y llano, y tampoco que no tenga realidad. La sociedad civil es como la locura, como la sexualidad. Se trata de realidades de transacción, es decir: precisamente en el juego de las relaciones de poder y de lo que sin cesar escapa a ellas, de alguna manera en la inrerfaz de los gobernantes y los gobernados, nacen esas figuras transaccionales y transitorias que no son menos reales por no haber existido desde siempre, y que en este caso podemos denominar sociedad civil, en otro caso locura, etc.

La sociedad civil, entonces, es un elemento de realidad transaccional en la historia de las tecnologías gubernamenrales, correlatica a otra tecnología el liberalismo: una tecnología de gobierno cuyo objetivo es su propia autolimitación, en la medida misma en que está ajustada a la especificidad de los procesos económicos.

La sociedad civil, fue hasta siglo una sociedad caracterizada por la existencia de un vínculo jurídico y político. Pero a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, precisamente en la misma época en que se plantean las cuestiones de la economía política y la gubernamentalidad de los procesos y los sujetos económicos, la noción va a cambiar, si no por completo, al menos de manera considerable, y se la revisará de arriba abajo.

Características esenciales de esta sociedad civil

1. La sociedad civil como constante histórico-natural: la sociedad civil es un dato más allá del cual no hay nada que buscar. Antes de la sociedad civil no existe nada o, si existe algo, nos resulta absolutamente inaccesible, tan remoto en el fondo de los tiempos, en cierta forma tan anterior a lo que constituye la humanidad del hombre, que es imposible saber lo que habría podido producirse, lo que habría podido suceder antes de la existencia de la sociedad civil. La condición de la naturaleza humana consiste en ser histórica, pues consiste en ser social. El lazo social se forma de manera espontánea. No hay una operación específica que pueda establecerlo o fundarlo. No hay que instaurar o autoinstaurar la sociedad. Estamos en ella de todas formas. El lazo social carece de prehistoria. Al hablar de carencia de prehistoria se quiere decir que es, a la vez, permanente e indispensable.

2. Como principio de síntesis espontánea: Nada de contrato explícito, nada de unión voluntaria, nada de renuncia a derechos, nada de delegación de derechos naturales a alguna otra persona; en suma, nada de constitución de soberanía mediante una suerte de pacto de sujeción. De hecho, si en efecto la sociedad civil lleva a cabo una síntesis, lo hará simplemente a través de una adición de las satisfacciones individuales en el mismo lazo social. Cada elemento de la sociedad se aprecia por el bien que produce o genera para el todo. Por consiguiente, cuanto más se avanza hacia un estado económico, paradójicamente más se deshace el lazo constitutivo de la sociedad civil y el hombre más aislado está por el lazo económico que tiene con uno y con todos. Esa es por lo tanto la segunda característica de la sociedad civil: una síntesis espontánea dentro de la cual el lazo económico encuentra su lugar, pero que ese mismo lazo económico amenaza sin descanso.

3. Se trata de una matriz permanente de poder político. En efecto, en esta sociedad civil que en cierto modo representa el rol espontáneo de contrato social ¿cómo llegará a ella el poder?, ¿cuál será el equivalente al pacto de sujeción que obliga a los individuos a obedecer a algunos otros? Pues bien, así como no hace falta un pacto de sujeción para unir a los individuos en la sociedad civil no son necesarias la renuncia a ciertos derechos y la aceptación de la soberanía de algún otro para que el poder político aparezca y actúe dentro de la sociedad civil. Hay una formación espontánea de poder. ¿Y cómo se produce esta formación espontánea de poder? Simplemente a través de un lazo de hecho que va a unir entre sí a individuos concretos y diferentes. Esas diferencias entre los individuos se traducen, por supuesto, en una serie de roles distintos que ellos van a desempeñar en la sociedad, tareas diferentes que van a asumir. Esas diferencias espontáneas van a inducir de inmediato divisiones del trabajo, y no sólo divisiones del trabajo en la producción sino en el proceso por el cual el grupo toma las decisiones de conjunto. Como individuos, unos ejercen ascendiente y otros dejan que se ejerza sobre ellos. Por consiguiente, el hecho del poder precede al derecho que va a instaurarlo, ya existe.

4. Constituye el motor de la historia: Es el motor de la historia porque, justamente, si retomamos los dos elementos por un lado la sociedad civil es síntesis y subordinación espontáneas y, en esa síntesis y esa subordinación espontáneas hay un elemento que ocupa su lugar con toda naturalidad y que es también su principio de disociación, a saber, el interés, el egoísmo del homo Económicus, los procedimientos económicos, tenemos ante todo, con esta idea de que la sociedad civil es síntesis y subordinación espontáneas, el principio, el tema, la idea o la hipótesis, como quieran, de que estamos ante un equilibrio estable. Después de todo, como los hombres se unen espontáneamente entre sí por medio de lazos de benevolencia, como forman comunidades, como en éstas las subordinaciones se establecen por consentimiento inmediato, la cosa no debería moverse y todo, por consiguiente, debería mantenerse en su lugar. En la teoría del homo oeconomicus el interés colectivo nacía de un juego necesariamente ciego entre los diferentes intereses egoístas. Pues bien, ahora vamos a encontrar, con referencia a la historia, esta misma especie de esquema de la totalidad por la ceguera de cada uno. En sus efectos globales, en su continuidad, en sus formas generales y recurrentes, salvajes, bárbaras, civilizadas, etc., la historia de la humanidad no es otra cosa que la forma perfectamente lógica, descifrable e identificable, la serie de formas que se originan en iniciativas ciegas, intereses egoístas y cálculos que los individuos no hacen sino referir a sí mismos. En resumen, entonces, los mecanismos que constituyen de manera permanente la sociedad civil y los que engendran constantemente la historia en sus formas generales son los mismos.

En primer lugar comprobamos la apertura de un ámbito de relaciones, de relaciones sociales, de lazos entre los individuos, que constituyen, más allá del vínculo puramente económico, unidades colectivas y políticas, sin ser a pesar de ello lazos esto es lo que caracterizará a la sociedad civil. En segundo lugar, la sociedad civil es la articulación de la historia con el lazo social. La historia no viene a prolongar, como un puro y simple desarrollo lógico, una estructura jurídica dada en el inicio. No es tampoco el principio de degeneración que pueda hacer que, con respecto a un estado de naturaleza o a una situación de principio dada, ciertos fenómenos negativos vengan a enturbiar esa transparencia originaria.

Tercero y último, la sociedad civil permite designar y mostrar una vinculación interna y compleja entre el lazo social y la relación de autoridad bajo la forma del gobierno. Estos tres elementos: apertura de un dominio de relaciones sociales no jurídicas, articulación de la historia con el lazo social en una forma que no es la de la degeneración y pertenencia orgánica del gobierno al lazo social y de éste a la forma de autoridad, son los que deslindan la noción de sociedad civil de 1) Hobbes, 2) Rousseau y 3) Montesquieu. Entrando en un sistema muy distinto de pensamiento político que la reflexión política interna a una nueva tecnología de gobierno o a un nuevo problema planteado a las técnicas de gobierno, a las tecnologías de gobierno, por el surgimiento del problema económico.

Conclusión

Estamos frente a una sociedad en cuya existencia hay fenómenos de subordinación y, por lo tanto, fenómenos de poder, y el problema va a ser simplemente saber cómo reglamentar el poder, cómo limitarlo dentro de una sociedad donde la subordinación ya actúa. Y así se planteará la cuestión que va a recorrer prácticamente todo el pensamiento político desde fines del siglo XVIII hasta nuestros días: la de las relaciones de la sociedad civil y el Estado.

Con la idea de sociedad civil hay una redistribución o una especie de recentramiento y descentramiento de la razón gubernamental.

A partir de los siglos XVI y XVII el ajuste del ejercicio del poder ya no se hace de conformidad con la sabiduría sino según el cálculo, es decir, el cálculo de las fuerzas, de las relaciones, de las riquezas, de los factores de poder. Entonces, ya no se procura ajustar el gobierno a la verdad, se procura ajustado a la racionalidad.

El ajuste del gobierno a la racionalidad constituye lo que podríamos llamar las formas modernas de la tecnología gubernamental. Ahora bien, ese ajuste a la racionalidad adoptó dos formas sucesivas:

· La racionalidad que se toma como vara para ajustar el poder puede ser la racionalidad del Estado entendido como individualidad soberana. La racionalidad gubernamental, en ese momento —estamos en la época de la razón de Estado-, es la racionalidad del soberano mismo, la racionalidad de quien puede decir "yo, el Estado. Lo cual planteaba, claro está, una serie de problemas. Ante todo, ¿quién es ese "yo" e incluso ese "yo" que refiere la racionalidad del gobierno a su propia racionalidad de soberano que maximiza su poder?

· Y tenemos la cuestión jurídica del contrato. También una cuestión de hecho: ¿cómo se puede ejercer esa racionalidad del soberano que pretende decir "yo", cuando se trata de problemas como los del mercado o, de manera general, los procesos económicos, en que la racionalidad no sólo se libra perfectamente de una forma unitaria, sino que la excluye por completo, y junto con ella excluye la mirada desde arriba? De ahí surge un nuevo problema, paso a una nueva forma de racionalidad como indicador de ajuste del gobierno. Ahora no se trata de ajustar el gobierno a la racionalidad del individuo soberano que puede decir "yo, el Estado", sino a la racionalidad de quienes son gobernados, quienes lo son como sujetos económicos y, en términos más generales, como sujetos de interés —interés en el sentido más general de la palabra-, [a] la racionalidad de esos individuos en cuanto, para satisfacer esos intereses en el sentido general de la palabra, utilizan una serie de medios, y los utilizan como quieren: esa racionalidad de los gobernados es la que debe servir de principio de ajuste a la racionalidad del gobierno.

Esto es, lo que caracteriza la racionalidad liberal: cómo regular el gobierno, el arte de gobernar, cómo fundar el principio de racionalización del arte de gobernar en el comportamiento racional de los gobernados. Ahí está el punto de división, la transformación importante lo cual sin embargo no significa —lejos de ello-que la racionalidad del Estado-individuo o del individuo soberano que puede decir "yo, el Estado" sea abandonada. Podemos decir incluso, de manera global, general, que todas las políticas nacionalistas, las políticas estatales, etc., van a ser políticas cuyo principio de racionalidad se ajustará a la racionalidad o, si se quiere, en otras palabras, al interés y la estrategia de los intereses del individuo soberano o del Estado en cuanto constituye una individualidad soberana.

Podremos encontrar el liberalismo, en formas diferentes pero simultáneas, como esquema regulador de la práctica gubernamental y tema de oposición a veces radical. ¿Qué es la política, en definitiva, si no el juego de esas diferentes artes de gobernar con sus diferentes ajustes y, a la vez, el debate que ellas suscitan? Es ahí, me parece, donde nace la política.


 

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