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Resumen de "Las Democracias Contemporáneas"  | Sistemas Políticos Comparados (Cátedra: Aznar Saguir - 2017)  |  Cs. Sociales  |  UBA
Lijphart: Las democracias contemporáneas

Este texto de Lijphart es importante porque en el pone a prueba su método comparado, tomando como objeto de estudio a las democracias que existían en las segunda mitad de los años 70’.
Para esto establecerá dos modelos básicos de democracias: de mayoría (Westminster) y de consenso. La hipótesis de Lijphart es que: La estabilidad de la democracia se expresa por la relación entre el diseño institucional y el tipo de sociedad. “Nuestro análisis sugerirá que la democracia mayoritaria es particularmente apropiada para sociedades homogéneas a la vez que con ellas funciona mejor, mientras que la democracia de consenso es más apropiada para sociedades plurales. Aparte de eso, hay relativamente poca variación en el comportamiento de las democracias analizadas en este libro” (pág. 81).

Cuando Lijphart toma en cuenta la idea de democracia, considera que existen dos errores. Por un lado, el concepto de democracia es problemático porque la definición de democracia se hace a partir de la idea de soberanía popular, pero hay que tomar en cuenta la representación. Para solucionar este primer error, Lijphart recupera la noción de poliarquía de Dahl, con la que construye una macrovariable. Dahl construye su definición de democracia a partir de ocho garantías institucionales:
• Libertad para constituir e integrarse en organizaciones.
• Libertad de expresión.
• El derecho de voto.
• Elegibilidad para cargo público.
• Derecho de los líderes políticos a competir por el voto.
• Fuentes alternativas de información.
• Elecciones libres y limpias.
• Que las instituciones para hacer política de gobierno dependan del voto y de otros signos de preferencia.

El segundo problema es que la idea imperante de democracia es la de la mayoritaria. Esta relación entre democracia y dominio de la mayoría funciona en las sociedades homogéneas, pero esto es problemático en las sociedades heterogéneas. Si en las sociedades segmentadas se adopta el modelo de mayoría, se niega la posibilidad de que gran parte de la población participe en política. Es por esto que Lijphart propone el modelo de democracia consensual.

Ahora bien, ¿cómo logra Lijphart homogeneizar el universo de análisis? Lo hace a través de dos criterios: deben ser poliarquías desde 1945 y deben encontrarse en el cuadrante nor-occidental ya que estos países comparten origen cultural, desarrollo económico y procesos de socialización política.
¿Cómo logra explicar las diferencias en el universo de análisis? Lijphart considera que existen dos tipos de sociedad: homogéneas y plurales. Las primeras son aquellas que presentan un solo clivaje social, por lo general el clivaje socio-económico. Además, agrega como criterio ad-hoc que el 80% debe compartir la lengua y la tradición. De todas maneras, Lijphart reconoce que el criterio no es muy útil para identificar que tan plurales son las sociedades de ese tipo.

Criterios modelo de mayoría

Criterios de democracia consensual

Caso de EEUU

Lijphart pasa a continuación a enunciar los criterios para comparar las democracias. Si bien estos son ocho, pueden agruparse en cuatro: Poder ejecutivo, relación entre poder ejecutivo y poder legislativo, sistema de partidos y sistema electoral. De todas maneras, los dos modelos son tipos ideales, por lo que se puede describir un continium en el que los países se posicionan más o menos cerca de cada extremo.

Los criterios para el modelo de mayoría son:
1) Concentración del poder ejecutivo: gabinetes de un solo partido y estricta mayoría.
2) Fusión de poderes y dominio de gabinete.
3) Bicameralismo asimétrico.
4) Bipartidismo.
5) Sistema de partidos unidimensional
6) Sistema electoral de mayoría relativa.
7) Gobierno unitario y centralizado.
8) Constitución no escrita y soberanía parlamentaria.
9) Democracia exclusivamente representativa (después se aclara esto).
Lijphart pasa después este modelo al caso de Gran Bretaña y al de Nueva Zelanda. Con respecto a la última regla, el autor considera que las experiencias de la década de 1970 demuestran que puede existir un modelo de mayoría con referéndum.

Los criterios para la democracia de consenso son:
1) Participación en el poder ejecutivo: grandes coaliciones.
2) Separación formal e informal de poderes.
3) Bicameralismo equilibrado y representación de la minoría.
4) Sistema pluripartidista.
5) Sistema de partidos multidimensional.
6) Representación proporcional.
7) Descentralización y federalismo territorial y no territorial (hace referencia a ciertos grupos sociales).
8) Constitución escrita y veto de la minoría.
Con respecto al último criterio del otro modelo, Lijphart da el ejemplo de Suiza donde recurren mucho al referéndum. Sin embargo, no debe pensarse que porque en el modelo de la mayoría predomine la democracia exclusivamente representativa, en el modelo de consenso exista un modelo de democracia directa.

Finalmente, Lijphart se refiere al caso de EEUU que se encuentra entre los dos modelos ya que sus características son:
1) Concentración del poder ejecutivo.
2) Separación de poderes.
3) Bicameralismo equilibrado.
4) Bipartidismo.
5) Partidos políticos heterogéneos con programa similares.
6) Sistema electoral mayoritario.
7) Federalismo.
8) Constitución escrita y veto de la mayoría.

Lijphart: Presidencialismo y democracia de mayoría

Lijphart comienzo el texto indicando que revisará algunas falencias de su trabajo sobre las democracias de mayoría y consenso, con respecto al presidencialismo y el parlamentarismo. Además, será crítico con la primera forma, aunque siguiendo argumentos distintos a los de Linz. “Concuerdo absolutamente con Linz (…) Mi crítica, en este artículo, se centrará en una debilidad adicional de la forma presidencial de gobierno: su fuerte inclinación hacia una democracia de mayoría y el hecho de que, esos muchos países en lo que falta un consenso, se necesita una forma de democracia consensual en vez de una mayoría” (p. 112).
Lijphart comienza recordando que en su otro texto se definen a los regímenes presidencialistas y parlamentarios en base a dos diferencias: 1) la dependencia del jefe de gobierno del legislativo (o su elección como período fijo) y 2) la elección por voto popular del presidente (o por los cuerpos legislativos).
A estos dos criterios, Lijphart agrega un tercero. “El presidente es un ejecutivo unipersonal, mientras que el primer ministro y el gabinete forman un cuerpo ejecutivo colectivo” (pág. 53). En base a estas tres variables, Lijphart establece una clasificación (Figura 1, pág. 115).
La dificultad aparece –como siempre- con el semipresidencialismo. Para dar cuenta de él –principalmente de la Quinta república francesa- Lijphart considera que “no es una síntesis del sistema parlamentario y del presidencial, sino una alternancia entre las fases presidencial y parlamentaria” (pág. 118).

El introducir la variable democracia de mayoría y de consenso, le permite al autor empezar con las críticas al presidencialismo. “El presidencialismo, invariablemente, comprende creciente mayoría y menores opciones para una política de consenso” (pág. 120). Sin importar si es un gobierno monocolor o una gran coalición, el presidencialismo va a implicar la concentración del poder en una sola persona.
¿A qué lleva esto? A que sea muy difícil introducir el poder ejecutivo compartido en los sistemas presidenciales. “El presidencialismo es enemigo de los compromisos de consenso y de pactos que puedan ser necesarios en el proceso de democratización y durante periodos de crisis, en tanto que la naturaleza colegiada de las operaciones ejecutivas parlamentarias las conducen a tales pactos” (pág. 121).
Luego, el autor agrega el sistema de partidos. Ya que el ganador se lleva todo el premio, existe un fuerte impulso de multipartidismo al bipartidismo. Recuerda, que el número de partidos se relaciona con la dimensionalidad del sistema de partidos. Así, el bipartidismo suele implicar una única división temática. En cambio, el multipartidismo permite agregar otras.
A su vez, el presidencialismo afecta el sistema electoral. Para elegir al presidente es imposible utilizar un sistema proporcional.
Entonces, “mientras la separación del poder ejerce alguna presión en la democracia de consenso, la elección popular del Presidente y la concentración de Poder ejecutivo en una persona son fuertes influencias en dirección a la democracia mayoritaria” (pág. 123).


Otros atributos

En la sección siguiente, Lijphart da otras características del presidencialismo que no son fundamentales para su caracterización. Estas son:
• El presidente no tiene poder para disolver el Congreso
• El presidente tiene poder de veto sobre la legislación
• El presidente puede nombrar a miembros del Gabinete sin interferencia del legislativo
• El presidente no es solo el jefe de gobierno sino también Jefe de Estado.
• El presidente no puede permanecer más de dos periodos en el cargo
• El presidente no puede ser simultáneamente miembro del legislativo.

Al final del artículo, Lijphart descarta que los problemas del presidencialismo puedan resolverse quitándole poder al presidente. “Aunque una carencia de poder decisorio del Presidente lo induciría hacía la búsqueda de consenso y compromiso, el sentimiento de una legitimidad democrática superior puede hacer que el Presidente no esté dispuesto ni psicológicamente capacitado para tomar compromisos (…) El presidencialismo es inferior al parlamentarismo, independientemente de la fortaleza o debilidad del presidente” (pág. 128).

Lijphart: Cáp. 9

Lijphart busca aplicar el estudio de los sistemas electorales a su distinción entre democracia de mayoría y de consenso. Así, en las primeras existirá un sistema de mayoría de distrito uninominal o de mayoría relativa y en las segundas habrá un sistema de representación proporcional. ¿Por qué? Porque en las democracias de mayoría se busca que quien obtenga una mayoría relativa obtenga una mayoría desproporcionada en términos de escaños y en las democracias de consenso se busca que tanto mayorías como minorías obtengan representación.
Pero esto no acaba con el tema. Lijphart sostiene que se hace necesario tratar otros factores que se agrupan en cinco dimensiones: 1) fórmula electoral, 2) tamaño de los distritos, 3) previsión de escaños suplementarios, 4) umbral electoral y 5) estructuración de la papeleta de voto.

Con respecto a la primera dimensión, las fórmulas de mayoría pueden dividirse en tres clases. Primero, la fórmula clásica de mayoría relativa. Segundo, la misma fórmula pero estableciendo una segunda vuelta entre los más votados que superan cierta cantidad de votos. Tercero, el voto alternativo en el que los electores señalan un orden de preferencia de los candidatos.
Al mismo tiempo, las formulas proporcionales se dividen en la forma más común de sistema de listas y la forma de voto personal transferible en la que se vota a candidatos individuales extraídos de las listas.
Existe un tipo intermedio de representación semi-proporcional (Lijphart solo señala que se usa en Japón).

La segunda dimensión es la magnitud del distrito. Esta depende de la cantidad de representantes del distrito no teniendo relación con la población o la geografía. En las formular proporcionales (o semi) se requiere de que haya como mínimo dos representes. El máximo posible es convertir a todo el país en una jurisdicción en la que se elige a todo el parlamento.

Con respecto a los escaños suplementarios –tercera dimensión- estos suponen una reserva de escaños para los partidos que quedan sin representación.

El umbral electoral implica “umbrales mínimos de representatividad que se definen en función de un número mínimo de escaños a ganar a nivel de distrito y un porcentaje mínimo de votos del total nacional o ambos” (pág. 86).

La última dimensión es la papeleta de voto que puede ser de partidos u ordinales. Las primeras implican entregar el mandato a uno más candidatos de un solo partido y las ordinales permiten dividir el mandato entre candidatos de diferentes partidos.

Para continuar, Lijphart recuerda la ley sociológica de Duverger que establecía relaciones entre el sistema electoral y el de partidos. Luego, retoma los tres aspectos que Rae considera tienen los sistemas electorales sobre el de partidos: 1) Todos los sistemas electorales suelen reflejar resultados no proporcionales; 2) Todos los sistemas electorales

reducen el número efectivo de partidos parlamentarios en relación con los que se han presentado a elecciones y 3) Todos los sistemas electorales pueden manufacturar una mayoría parlamentaria .

Saguir: Las democracias latinoamericanas

Saguir trata en este artículo el tema de los regímenes democráticos y sobre como “si bien todos esos regímenes parecen pertenecer al género democrático, no todos son lo que parecen, por que resultó y resulta crucial responder al siguiente interrogante: ¿Qué son aquellos regímenes que no son lo que parecen? (pág. 33). Es así como Saguir realizara un estado de la cuestión y luego propondrá una tipologia para poder clasificar a los distintos regímenes .

Para realizar ese estado de la cuestión, Saguir empieza por las consideraciones de Collier y Levitsky y descarta la definición que estos dan porque no toma en cuenta la accountability horizontal. Luego, Saguir toma en cuenta a Munck quien retoma la diferenciación de O’Donnell de poliarquías informalmente y formalmente institucionalizadas. Para Munck, lo que O’Donnell ha hecho es crear un subtipo híbrido de democracia con el que se evita el estiramiento conceptual.
De manera tal que O’Donnell indica que las poliarquías informalmente institucionalizadas se caracterizan por la falta de accountability horizontal. Saguir plantea dudas sobre que, siendo así, sigan siendo poliarquías. Por lo tanto, de lo que se trata es de incluir esa dimensión en la definición de poliarquía de Dahl para mostrar que esos regímenes no son poliarquías sino un tipo propio.
Antes de continuar, Saguir también relata la postura de Huntington en la tercera ola . Más tarde descarta la idea de Cassino de que la ciencia política ha muerto por no poder resolver problemas como este. Para Saguir, los problemas de la ciencia política son producto del tiempo que se requiere para culminar el esfuerzo necesario para dar cuenta de ciertos objetos de estudio .

Para resolver las dificultades, Saguir propone una tipologia que “sea lo suficientemente exhaustiva y excluyente de manera que los tipos resultantes sean precisos y definitorios y permitan distinguir, diferenciar y denominar todo régimen político, incluyendo y diferenciando a las mal llamadas “democracias dudosas”” (pág. 41). La tipologia es la forma más adecuada para marcar los límites de cada concepto. Así, “los tipos resultantes de una tipología excluyen lógica y operativamente el contrario, con lo que el referente empírico no puede pertenecer al mismo tiempo a dos tipos opuesto (con lo que se evita el estiramiento de casos) (…) ni un mismo concepto tipo puede aplicarse a casos diferentes (con lo que se evita el estiramiento de conceptos)” (pág. 44).
La tipologia se elabora a partir de dos conceptos presentes en toda sociedad: el poder político y el régimen político.
El concepto de poder político es weberiano, implica una relación que se concretiza cuando una voluntad se impone sobre otras. No es algo que se posea sino que se ejerce. Cuando las relaciones de poder conducen hacia una última instancia de decisión, esta suele coincidir con el gobierno.

Con respecto al régimen político: “al observar distintas sociedades pasadas y actuales, vemos que todas ellas tienen un rasgo común,, están regidas por un régimen (…) y definimos como el conjunto interrelacionado de normas procedimientos, institucionales, roles de gobierno y comportamientos formales e informales que culminan en una última instancia de acción y decisión (poder político) y que en una sociedad determinan a) el modo y las condiciones de acceso al ejercicio del poder y b) la manera en que se ejerce el poder” (pág. 45/46). El acceso al poder puede ser: 1) competitivo; 2) parcialmente competitivo y 3) no competitivo. El ejercicio del poder puede ser: 1) limitado; parcialmente limitado o 3) ilimitado.
Saguir entonces cruza las tres categorías de esas dos últimas variables y elabora 9 tipos:
Poliarquía: acceso competitivo al poder y ejercicio limitado del mismo .
Demiarquía: ejercicio limitado del poder con acceso parcialmente competitivo. Esto no es un tipo intermedio entre la poliarquía y un régimen autoritario, sino un tipo en si mismo .
Monarquía constitucional: ejercicio limitado del poder con acceso no competitivo .
Régimen electo delegativo: ejercicio parcialmente limitado del poder con acceso competitivo. Aquí hay poca accountability horizontal y suele haber mucho particularismo en el Congreso. Corresponde a las poliarquías informalmente institucionalizadas .
Régimen hegemónico delegativo: acceso parcialmente competitivo al poder con ejercicio parcialmente limitado. La competencia esta semiabierta y por eso existe una mínima posibilidad de que gane la oposición .
Autoritario: acceso no competitivo al poder con ejercicio parcialmente limitado.
Autocracia electiva: proceso razonablemente competitivo pero con ejercicio ilimitado del poder.
Autocracia hegemónica: acceso parcialmente competitivo con poder ilimitado.
Monocracia: acceso no competitivo y poder ilimitado .

“El gobierno de la democracia presidencial: Argentina, Brasil, Chile y Uruguay en una perspectiva comparada” Por Berhard Thibaut

Propósito: análisis comparativo del funcionamiento de los sistemas de gobierno presidenciales reintroducidos luego de las transiciones democráticas. Para ello, examina la interacción de aspectos formal-institucionales de los sistemas de gobierno, las características de la representación política y algunos rasgos propios de los procesos de formación de los gobiernos y de su conducta en los países estudiados.

• Bases institucionales y político-estructurales de las relaciones entre presidentes y parlamentos

El argumento más fuerte contra el presidencialismo, es la posibilidad de “gobierno dividido” (el partido del presidente posee minoría parlamentaria), trayendo conflictos entre los poderes ejecutivo y legislativo y consecuentes problemas de eficacia y estabilidad política (Linz y Valenzuela plantean una relación directa entre la estructura institucional presidencial y los problemas de gobernabilidad e inestabilidad del régimen, aduciendo que estructuralmente producen constelaciones de gobierno dividido).
Es indudable la existencia de esta posibilidad, aunque haya diferencias en cada caso estudiado; la magnitud de esta probabilidad depende de variables relacionadas con la vinculación mandato presidencial y los parlamentarios y otras referidas al sistema de partidos.
Probabilidad (siempre ceteris paribus) más alta donde no hay sincronización entre los períodos electorales presidencial y parlamentarios; o donde de haberla, la vinculación técnica electoral es baja (voto separada, diferentes boletas) y la estructura parlamentaria corresponde a un bicameralismo fuerte.
En cuanto a las variables relacionadas con la estructura de los sistemas de partidos, la probabilidad de “gobierno dividido”(mayorías no concordantes aunque sea en una de las cámaras) parece disminuir a medida que aumenta el grado de institucionalización y concentración de un sistema de partidos. (Ver cuadro 1).
Advertencias:
1) lo dicho vale plenamente sólo en un sistema con estrecha vinculación entre mandato presidencial y mandatos parlamentarios; sólo así la institucionalización y concentración de un sistema de partidos pueden considerarse condiciones suficientes para disminuir la probabilidad de “gobierno dividido”. En el caso en que haya poca vinculación entre ambos tipos de mandatos, serán condiciones necesarias, más no suficientes.

2) Estructura y grado de institucionalización de un sistema de partidos, pueden ser explicados parcialmente con referencia a variables institucionales. Cuanta más cercanía haya entre elecciones presidenciales y parlamentarias, mayor será la influencia que el sistema electoral presidencial (siempre mayoritario y con efectos de concentración) pueda ejercer sobre la estructuración de un sistema de partidos.

Para el análisis histórico-empírico considera oportuno distinguir entre variables puramente institucionales y los aspectos organizativos de la representación política para evaluar la probabilidad de “gobierno dividido”. Por eso prefiere tratar un sistema de partidos en 1º lugar como una realidad independiente buscando sólo en una 2º etapa aquellas variables institucionales que podrían explicar su estructura. (Ver en el cuadro 2 para cada caso la evolución de los sistemas de partidos, y el aspecto de fragmentación partidaria).
En resumen, las bases institucionales y político-estructurales de las relaciones entre Presidentes y parlamentos en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay no son “favorables” en el sentido de que disminuyan por sí mismas la probabilidad de un “gobierno dividido”. Esto significa que en todos los casos, hay fuertes obstáculos contra un efectivo gobierno mayoritario; queda claro que no pertenecen al grupo de democracias de mayoría aunque no pueda afirmarse por su formato institucional que sean democracias de consenso.

• La formación de los gobiernos y las relaciones entre PE y PL desde la redemocratización

En la medida en que la institucionalidad y la estructura representativa de un orden político definen las exigencias que los actores políticos deben satisfacer en la lógica de funcionalidad democrática, la configuración de los sistemas políticos de los 4 casos demanda que los ppales actores políticos sean capaces de negociar y concertar compromisos. Desde la redemocratización a 1996 hubo 12 presidencias, de las cuales sólo una contó con mayoría parlamentaria en ambas cámaras; aunque cabe recordar que muchas veces esto no se debió al presidencialismo per se, sino al bicameralismo.
Para la investigación empírica, se considera que la conformación de las relaciones entre PE y PL comienzan cuando un presidente asume o cuando se constituye una nueva legislatura. Por lo que dicha conformación puede ser analizada en dos niveles:

1) A nivel de los procesos de la formación del gabinete: momento en que el presidente tiene la posibilidad de conseguir el respaldo político-institucional para un gobierno exitoso.
Tipos de gabinete:
1.1) Gobierno presidencial partidario (pudiendo tener un gabinete más presidencial o más partidario); 1.2) Gobierno de coalición; 1.3) Gobierno de cooptación parlamentaria; 1.4) Gobiernos de cooptación extra-parlamentaria (actores poderosos extra-parlamento o equipo de tecnócratas). Durante la fase posautoritaria, la formación de gobiernos tenía como objetivo el fortalecimiento del respaldo político de los PE en el parlamento, e incluso la formación de <rías.

2) A nivel de las interacciones entre el gobierno y las fuerzas parlamentarias con respecto a las políticas públicas: necesario ver las distintas categorías de estrategia presidencial:
a) Supremacía presidencial: dominación del proceso de toma de decisiones sin intervención significativa de actores parlamentarios; b) relaciones coordinadas: proceso de tomas de decisiones marcado por negociaciones y gralmente se llega a resultados que reflejan un compromiso entre las distintas posiciones; c) bloqueo: los actores utilizan sus ppales recursos de poder como veto, no pudiendo gobernar efectivamente el presidente, ni tampoco influir positivamente la oposición. ( cuadro 3).

Afinidades entre los 4 casos en torno a ambos puntos; ya que en los casos en que los presidentes tomaron en consideración las relaciones de mayoría dentro del parlamento en la formación del gabinete, se pudo contrarrestar en gran parte el potencial “gobierno dividido”, predominando procesos de toma de decisión coordinados y orientados hacia el compromiso. Donde esto no se logró, hubo esfuerzos por organizar, en cada circunstancia, mayorías parlamentarias. (recordar que los 4 países lograron llevar adelante proyectos de reforma controvertidos y complejos).
A pesar de los eventuales conflictos, las relaciones entre PE y PL no mostraron en ninguno de los 4 casos, las tendencias a la confrontación antagónica de los procesos de quiebre democráticos.
Los presidentes usaron sus recursos de poder para entablar negociaciones con los parlamentarios; por lo que no necesariamente los mismos son disfuncionales para la gobernabilidad y consolidación democrática. Y en aquellos casos donde la formación de gabinetes no fue realizada teniendo presente la constelación de fuerzas parlamentarias, las relaciones PE-PL fueron determinadas a través de bloqueos estructurales o a través del modelo de supremacía presidencial (sólo un caso: Menem).
Los factores de influencia más importantes que inciden sobre la configuración de las relaciones PE-PL vienen caracterizados por los sistemas de partidos. Especial importancia revisten los aspectos de la institucionalización y de la polarización; esto se relaciona directamente con los procesos de aprendizaje y de adaptación en el comportamiento de los actores políticos.
Las experiencias de los 4 casos hablan en contra de la idea extendida acerca de la existencia de una hostilidad estructural de los sistemas presidenciales frente a la formación de gobiernos de coalición. Los problemas en la formación de coaliciones en los 4 países son el resultado de las características del sistema de partidos, antes que de la falta de una obligación de coalición institucional. El modelo de relaciones entre ambos poderes no depende del poder formal del presidente; en estos casos sucede que el escenario central para la regulación de conflictos en forma de negociaciones es mucho más el gobierno que el parlamento, y continúa teniendo un rol ppal el respaldo parlamentario (aunque sea latente) del partido del presidente.
(Casos según la clase: Sólo Uruguay presenta posibilidades de <rías concordantes porque tiene= coincidencia de mandatos+vinculación técnica=misma boleta+ bicameralismo débil+ sist de partidos altamente institucionalizado y estructurado (Chile igual en este aspecto).
En los otros 3 hay sincronización electoral parcial+bicameralismo fuerte (en Arg y Brasil se elegían con distintos ppios de representación). El sist de partidos en Arg institucionalizado al momento del artículo; en el caso de Brasil, no institucionalizado y con el rasgo de pluralismo extremo).


• A modo de conclusión: formas de funcionamiento del sistema presidencial en América Latina
Las explicaciones de los diferentes funcionamientos de los 4 sistemas estudiados, no pueden basarse sólo en la división horizontal de los poderes; dichas diferencias están explicadas por las diferentes configuraciones de instituciones políticas, estructuras políticas y actores políticos. (cuadro 4).
El aspecto decisivo de la capacidad funcional de las democracias presidenciales en Latinoamérica, es que la formación de gobierno (gabinete) y la actividad gubernamental tengan en cuenta las relaciones de mayoría en el parlamento. Que esto se logre depende menos del nro de partidos en el parlamento, que sobre todo de la capacidad de agregación y representación de dichos partidos y del grado de polarización del respectivo sistema de partidos. Tmbn desempeñan un rol ppal la sincronización de los períodos presidenciales y del parlamento, así como la estructura del parlamento (si existe o no un bicameralismo fuerte=cámaras con igual peso); más, las características del sistema electoral (vinculación técnica, en relación a la sincronización, por caso de voto diferenciado, con boletas separadas o urnas distintas) que influyen indirectamente sobre la institucionalización y la fragmentación de los sistema de partidos. Sin embargo, la influencia que ejercen las instituciones sobre la estructuración de los procesos políticos parece depender en gran parte de condiciones históricas, estructurales y culturales. “…Las instituciones cuentan, pero su impacto muchas veces es indirecto, y sobre todo, sólo efectivo a mediano y largo plazo…”.
Por lo tanto el autor considera más prometedores los análisis que apuntan a captar la interacción entre variables macroestructurales, institucionales y relativas a los actores, que aquellos intentos de establecer relaciones causales (=considerar estas condiciones como suficientes para la explicación del quiebre democrático) entre instituciones y fenómenos del desarrollo político (como estabilidad política, consolidación democrática o efectividad gubernativa).


 

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