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Resumen de Ingeniería Constitucional Comparada |  Fundamentos de Ciencia Política (Profesor: Cecilia Galvan y Hernan Toppi - Cátedra: Galvan - 2015)  |  Cs. Sociales  |  UBA

Presidencialismo

1. Definición de sistema presidencial

A los sistemas políticos democráticos se les divide en presidenciales y parlamentarios. En su mayoría los sistemas presidenciales no son definidos adecuadamente y los sistemas parlamentarios difieren tanto entre ellos que hacen que su nombre común sea engañoso.

Para definir los sistemas presidenciales, utilizaremos tres criterios.

· El primer criterio es la elección popular directa o casi directa del jefe de Estado por un tiempo determinado.

· El segundo criterio es que en los sistemas presidenciales el gobierno no es designado o desbancado mediante el voto parlamentario. Los gobiernos son una prerrogativa presidencial: es el presidente el que a su discreción nombra o sustituye a los miembros del gabinete.

· El tercer criterio es que la línea de autoridad es del presidente hacia abajo. El presidente dirige el Ejecutivo.

Podemos decir que un sistema político es presidencial cuando el jefe de Estado es electo popularmente; no puede ser despedido del cargo por una votación del Parlamento o Congreso durante su periodo pre establecido y dirige el gobierno que designa. Cuando se cumplen esas tres condiciones se da un sistema presidencial puro según el autor.

A partir del primer criterio surge la pregunta acerca de que tan directa es la elección. En el caso de Argentina y EUA, tuvieron o tienen elecciones casi directas, en las que el presidente es elegido por el Parlamento cuando ningún candidato recibe la mayoría absoluta del voto popular. En cambio, Bolivia practica la elección parlamentaria entre los tres candidatos que obtienen el mayor número de votos y es discutible que se trate de una elección directa. En el caso de Finlandia, el colegio electoral designaba al presidente, pues su libertad de elección no tenía límites. La marca divisoria estriba en que el organismo intermedio pueda tomar o no sus propias decisiones.

Los sistemas presidenciales lo son por una lógica sistémica, conforme a la cual se les puede agrupar. Antes de reasignar algún presidencialismo a otra clase debemos comprobar si una determinada variación viola o no es lógica. Pero no nos apresuremos a descubrir o inventar nuevos sistemas cada vez que un país toma prestado algún instrumento de otro sistema.

En la actualidad tenemos 20 países concentrados en su mayoría en América Latina. La razón por la que Europa no tiene sistemas presidenciales puros es histórica y no se trata de una decisión deliberada. Mientras que Europa no daba cabida a los presidentes electos, en el nuevo mundo casi todos los nuevos países conquistaron su independencia como republicas y por tanto debieron elegir a sus jefes de Estado.

El presidencialismo ha funcionado mal. La única excepción ha sido EUA y es importante, porque aparte proporcionan el original del que se derivaron todos los demás sistemas presidenciales.

2. El prototipo estadounidense.

El modelo de Washington está caracterizado por la división y separación de poderes entre el presidente y el Congreso.

Para Neustadt los padres fundadores dieron lugar a “un gobierno de instituciones separadas que comparten el poder”. Jones lo corrige y dice que “Tenemos un gobierno de instituciones separadas que compiten por el poder compartido”. Considera al sistema político estadounidense como un sistema truncado. Lo esencial es que la división consiste en separar al Ejecutivo del apoyo parlamentario.

Con la separación de poderes, el Parlamento no puede interferir en los asuntos internos del campo que corresponde al ejecutivo y no puede destituir a un presidente. La separación de poderes implica también que un presidente no puede disolver un Parlamento.

Algunos autores caracterizan al sistema estadounidense como un sistema de balances y contrapesos. Esta difícilmente es una cualidad clasificatoria porque todos los verdaderos sistemas constitucionales son sistemas de balances y contrapesos.

La característica definitoria y central del modelo de Washington es un poder Ejecutivo que subsiste separado como un organismo autónomo. Cuando más dividida esta la estructura del poder, tanto más se necesita un gobierno unido.

Sin embargo, ahora el patrón prevaleciente se ha convertido en el del gobierno divido. La tendencia durante los últimos 40 años ha sido elegir presidentes cuyo partido no tiene la mayoría en las cámaras del Congreso. Acerca de esto Mayhew dice que “el control unificado o el control divido no han influido de manera significativa en la aprobación de la legislación importante común se han aprobado leyes importantes con una rapidez que no está relacionada con el control partidista”

Para Sartori, Maythew está equivocado, ya que la diferencia entre estos dos tipos de gobiernos no puede ignorarse.

Sartori expone su visión acerca del caso de EUA:

Para el supuesto básico de un sistema presidencial es que conducen a un gobierno fuerte y efectivo pero cree que este supuesto tiene poco fundamento.

Para Sartori a pesar de que el sistema estadounidense haya logrado solucionar sus problemas, eso no quita que la estructura de poder dividida genera parálisis y estancamientos. Observa años previos y expone que la división de poderes ha sido compensada porque el partido que obtuvo más votos para la presidencia también obtuvo la mayoría en el congreso, además por la costumbre de prácticas consocietales.

A pesar de lo anterior, la pauta que ha surgido desde los años cincuenta en adelante nos enfrenta a un organismo político divido antagónicamente, cuyos dos principales elementos componentes consideran que sus intereses electorales radican en el fracaso de la otra institución.

La opinión de que los sistemas presidenciales son sistemas fuertes se apoya en el peor de los acuerdos estructurales y no comprende que el sistema estadounidense funciona a pesar de su Constitución. En la medida en que puede seguir funcionando requiere de tres factores

· Falta de principios ideológicos

· Partidos débiles e indisciplinados

· Política centrada en los asuntos locales

Con estos elementos un presidente puede obtener en el Congreso los votos que necesita negociando favores para los distintos electorales.

Sartori define que lo que se da en EUA es un Estado débil.

Para Sartori lo que define Maythew señala la creciente atomización de los partidos estadounidenses. Es decir, que el factor o variable de que estamos hablando es el de cruzar la línea y elegir al otro partido en las votaciones legislativas.

El que un presidente tenga o no su mayoría en el Congreso es importante y hace la diferencia si aceptamos el supuesto de que el concepto de mayoría es significativo en el sentido de que hay algo que está unido y actúa cohesivamente.

Sin embargo, si la mayoría existe solo en el papel entonces es razonable decir que la diferencia entre el gobierno unido y el dividido es pequeña.

El problema es que incluso cuando la mayoría no está dividida en el papel, la realidad es que un presidente de los EUA nunca tiene una mayoría verdadera y confiable en el Congreso.

Lo que más importa, para cada miembro del Congreso, es que tan bien luce su registro de votación, voto por voto, en su distrito electoral. Se admite que los partidos estadounidenses son poco más que partidos electorales y lo son solo en el débil sentido de que proporcionan un símbolo para que dos candidatos se enfrenten entre sí en distritos electorales que eligen a un solo representante.

La creciente disolución de los partidos electorales debe reflejarse de alguna manera en el Congreso. Por tanto somos testigos de una fragmentación cada vez mayor y más localista orientada a los distritos electorales, de los partidos estadounidenses en el Congreso. Y un parlamento en que la política se convierte en una política al menudeo, en que más y más miembros se desempeñan como cabilderos de sus distritos en un Parlamento en que las mayorías se convierten en algo vaporoso y voluble.

Para Polsby en la política actual el acto de legislar requiere una clase complicada de acuerdo, debe formarse una coalición que pase los límites de los partidos. Esta coalición es el resultado de una serie de negociación acerca del contenido de varias medidas y de la distribución del crédito por los beneficios que puedan generar esas medidas sino también de la distribución del crédito por los beneficios que puedan generar esas medidas o de la culpa por los inconvenientes que puedan causar. Aprobar legislaciones que causaran perjuicios es algo riesgoso para los funcionarios electos.

En base a esto, Sartori critica lo propuesto por Polsby y pregunta si se puede considerar al proceso previamente descripto se lo puede considerar como una forma para formar coaliciones.

Sartori aclara que, según su criterio, el termino coalición esta usado en forma poco precisa. Para él, lo que describe Polsby no es una coalición.

Sartori define a las coaliciones como acuerdos pero no sobre un solo tema o a los que se llega diariamente. El concepto de coalición supone un mínimo de constancia, es decir, alguna clase de entendimiento duradero que abarca una gama congruente de temas.

Para Sartori los tratos que describe Polsby no corresponden a las coaliciones, sino que se trata más bien de parches.

Para terminar, Sartori agrega que se ha añadido otra característica básica: que el control partidista común de ninguna manera asegura una mayoría partidista común. Entonces, sin importar que el gobierno estadounidense este o no dividido, en ambos casos gran parte de su toma de decisiones requiere pagos laterales localistas a cambio de mosaicos mal unidos, en vez de compromisos sólidos.

El sistema estadounidense funciona porque los estadounidenses están decididos a hacerlo funcionar. Los estadounidenses tienen una maquinaria constitucional diseñada para la parálisis gubernamental, defecto que surge con toda su fuerza cuando se exporta su presidencialismo.

3. La experiencia latinoamericana

En América Latina se encuentra la mayoría de los sistemas presidenciales. Y también es donde estos tienen un impresionante historial de fragilidad e inestabilidad.

Hasta la fecha Costa Rica es el que mejor se ha desempeñado porque no se ha roto el orden constitucional desde 1949, luego sigue Venezuela porque hay continuidad desde 1958, Colombia y Perú. Los más de los países de la región han restablecido su democracia presidencial solo en los años ochenta.

Todavía muchos países son considerados como democracias inciertas y como sistemas políticos “muy vulnerables al colapso o al golpe de Estado”.

Por todo el historial de los países gobernados por un presidente varia de malo a desalentador y nos lleva a preguntarnos si su problema político no se debe al propio presidencialismo.

En el caso latinoamericano debe reconocerse en especial que las dificultades del gobierno presidencial están relacionadas y son poderosamente intensificadas, por el estancamiento económico, las flagrantes desigualdades y las herencias socioculturales.

Que es lo que está mal en el presidencialismo latinoamericano? Un problema es que muchos presidencialismos latinoamericanos se fundamentan en sistemas partidistas “equivocados”. Pero el principal argumento, es que los presidentes latinoamericanos de ninguna manera son todopoderosos, aunque puedan parecerlo. La mayoría de los presidentes latinoamericanos enfrentan fuertes problemas para cumplir sus programas de campaña.

Ante este panorama, surge la pregunta de porque no remediarlo reforzando el poder de los presidentes? Se ha seguido este camino, se les ha dado el poder de vetar secciones de leyes, se les permite gobernar en gran medida por decretos, aunque en diferente grado, y a menudo se les conceden amplios poderes de emergencia.

En última instancia el problema reside en el principio de la separación de poderes, el que mantiene a los presidencialismos de la América Latina en una perenne e inestable oscilación entre el abuso del poder y la falta del mismo.

Linz y otros han llegado a la conclusión de que el remedio no es mejorar el presidencialismo sino eliminarlo del todo, y adoptar en su lugar una forma parlamentaria de gobierno.

El argumento de Linz era que el presidencialismo probablemente es menos capaz que el parlamentarismo de sostener regímenes democráticos estables. Pero su argumento central es que los sistemas presidenciales son rígidos mientras que los parlamentarios son flexibles, y que debe preferirse esta flexibilidad a la rigidez porque reduce al mínimo los riesgos.

Linz se basa en el argumento de que un ente político parlamentario esta menos expuesto al riesgo.

Valenzuela lo resumió de esta manera: “las crisis de los sistemas parlamentarios son crisis de gobierno, no de régimen” Sartori agrega que los sistemas presidenciales no pueden manejar las crisis importantes.

Pero para el no termina aquí la discusión porque una de las alternativas posibles del presidencialismo es el semi presidencialismo y este resuelve en gran medida el problema de la rigidez y porque la propuesta de Linz no explica por qué y de qué manera el cambio al parlamentarismo resolvería los problemas de gobernabilidad que el presidencialismo genera o no puede resolver.

4. Es el parlamentarismo un remedio?

La democracia parlamentaria no puede funcionar a menos que existan partidos adaptados al parlamentarismo, es decir, partidos que han sido socializados para ser organismos cohesivos y/o disciplinados. Los partidos disciplinados son una condición necesaria para el funcionamiento de los sistemas parlamentarios.

Lo que importa saber es si, en caso de que los países latinoamericanos adoptaran sistemas parlamentarios, el funcionamiento de estos sería mejor que el de las asambleas de gran parte de la Europa continental hasta 1930. Sartori duda de ellos porqué América Latina no tiene partidos adecuados al parlamentarismo y está lejos de tenerlos.

En Brasil en 1993 se propuso la adopción de un sistema parlamentario. En el caso brasilero, los partidos son entes muy volátiles y por tanto se deja al presidente brasileño flotando en un vacío, sobre un Parlamento ingobernable y fuertemente fraccionado.

En el caso Alemán, los partidos fueron partidos modelos pero nunca puedo superarse su fragmentación y su desempeño parlamentario entre 1919 y 1933 jamás mejoro ni propicio la gobernabilidad.

Sartori busca probar que la cohesión y disciplina partidista nunca han sido una consecuencia de los gobiernos parlamentarios. Si un sistema se basa en las asambleas fragmentadas, ingobernables y emocionales, seguirá tal cual es.

En América Latina hay tres países importantes que pueden concebiblemente permitirse un cambio al parlamentarismo, estos son Chile y los bipartidistas Argentina y Venezuela. Chile tiene el acuerdo multipartidista que más se acerca a los europeos. También tiene un pasado de pluralismo polarizado, una fuerte polarización aunada a una fuerte fragmentación partidista. Para Sartori lo que le conviene a los chilenos es la adopción de un sistema semi presidencialista y no uno parlamentarista.

En cambio, Argentina es un sistema bipartidista que en la actualidad casi disfruta de mayorías no divididas. Para Sartori, tampoco sería beneficiosa la transformación a un sistema parlamentarista, ya que el sistema presidencialista es quien mantiene a los partidos unidos.

Venezuela es el único pais sudamericano que puede enfrentar el riesgo de un experimento parlamentario, pero la solidez del bipartidismo venezolano está en ruinas.

Sartori termina el capítulo citando a Linz diciendo que los sistemas presidenciales funcionan mal en países muy divididos con sistemas partidistas fragmentados. Pero para Sartori, no funcionarían mejor bajo formas parlamentarias.


Parlamentarismo

Los sistemas parlamentarios no permiten una separación del poder entre el gobierno y el Parlamento: su característica primordial es que el poder Ejecutivo-Legislativo se comparte.

La palabra parlamentarismo no designa un solo sistema. Hay por lo menos tres variedades principales de sistemas parlamentarios: en un extremo está el sistema de primer ministro o de gabinete, en que el Ejecutivo forzosamente prevalece sobre el Parlamento; en el otro extremo está el gobierno por asamblea que casi impide gobernar; y a la mitad del camino entre ellos encontramos la fórmula del parlamentarismo controlado por los partidos.

El problema subyacente, común a todos los parlamentarismos, es el de tener partidos cuyos miembros no se aparten, en las votaciones de las cámaras, de los lineamientos del partido. Los partidos adecuados para el parlamentarismo son partidos que se mantienen unidos en el apoyo del gobierno que han designado.

La comprensión del parlamentarismo supone cierto conocimiento de quien controlan los partidos y de lo que estos controlan, así como de la forma en que ejercen ese control.

1. El poder compartido

Dije que los sistemas parlamentarios son todos sistemas en que se comparte el poder, pero la formula no es del todo clara porque compartir indica difusión e imprecisión.

Se puede compartir el poder de muchas maneras, es posible dar cierto orden observando la estructura de autoridad nuclear en que se otorga poder al jefe del Estado para gobernar. El jefe de gobierno puede relacionarse con los demás integrantes del mismo como:

· Un primero por encima de sus desiguales

· Un primero entre desiguales

· Un primero entre iguales

He allí todas las fórmulas para compartir el poder porque excluyen la concentración del poder en una sola persona.

· Un primero por encima de sus desiguales es el jefe del Ejecutivo que a la vez es jefe del partido, quien difícilmente puede ser destituido por el voto del Parlamento, y que designa o cambia a los ministros de su gabinete según le plazca.

· Un primero entre iguales podría no ser el líder del partido oficial, y sin embargo no se le podría destituir en un mero voto parlamentario de confianza. Este primero puede destituir a sus ministros pero estos no lo pueden destituir a él.

· Un primero entre iguales es un primer ministro que cae con su gabinete, que generalmente debe incluir en el gabinete a ministros que le son “impuestos” y que tiene poco control sobre el grupo.

La escala indica que un primer ministro puede gobernar mucho más efectivamente que un presidente. Además, sugiere que no hay ninguna ventaja neta en remplazar a un presidente por un primer ministro. No podemos esperar que un primer ministro que no puede controlar a sus ministros y que no tiene siquiera la libertad de elegirlos, este en realidad al frente.

Las fórmulas para compartir el poder que ofrecen la promesa de gobernar son:

· Un primero por encima de sus desiguales

· Un primero entre desiguales

2. Los sistemas con un primer ministro

El sistema con un primer ministro en su más digna expresión tiene el mejor ejemplo en el sistema ingles de gobierno.

El sistema ingles de un primer ministro supone el gobierno de un solo partido, lo que a su vez presupone un sistema de distritos electorales de un solo representante, que engendra un sistema bipartidista.

El sistema de gobierno de Westminster depende de tres condiciones importantes, estas además sugieren una de la otra.

· Elecciones pluralistas

· Un sistema bipartidista

· Una fuerte disciplina partidista

Si bien el Reino Unido y los países que siguen el modelo ingles ejemplifican el caso fuerte del parlamentarismo con un primer ministro, Alemania presenta el caso débil.

La República Federal Alemana nunca ha tenido un sistema de dos partidos y solo por muy breve periodo ha sido gobernada por un solo partido. Durante mucho tiempo ha tenido un sistema de tres partidos, sus gobiernos de coalición siempre han sido de dos miembros y no utiliza un sistema electoral mayoritario. Además, el canciller alemán es elegido en y por el Parlamento y de ningún modo es el líder de su partido. Aun así puede ser clasificada correctamente entre los sistemas de primeros ministros.

Los factores y razones que explican el sistema alemán son

· La prohibición de los partidos opuestos al sistema

· La cláusula de exclusión

· El voto constructivo de censura

La mayoría de los observadores afirman que el sistema tripartidista alemán se debe a la cláusula de exclusión de 5% en combinación con un sistema electoral mixto. Pero están equivocados. El sistema electoral alemán obtiene una representación proporcional casi pura y es poco probable que un umbral del 5% reduzca el formato de un sistema de partidos a tres contendientes en algún lugar.

Los inicios del sistema político alemán no se encuentran en su sistema electoral, sino en la circunstancia de que las decisiones judiciales han modificado el desarrollo natural del sistema de partidos.

La prohibición de los partidos opuestos al sistema proporciona a los otros dos favotres una fuerza de la que carecen por sí mismos.

Debemos detenernos en el tercer factor que es el elemento constitucional del sistema alemán. Establece que un canciller no puede ser destituido por un voto de censura del parlamento, a menos que se haya designado a su sucesor.

La comparación entre las formas británica y alemana de establecer un sistema de premir se limitó en las páginas anterior a observar que el principio de liderazgo alemán parecía tener cimientos más débiles que el inglés. Sin embargo, ahora debe decirse que esta debilidad es corregida por el voto de censura constructivo. Un refuerzo adicional del sistema alemán se debe a que el Parlamento solo nombra al canciller y no a todo el gobierno.

Cuál de los dos modelos es más fácil copiar? Para Sartori, el sistema ingles ha sido conformado constitucionalmente, mientras que el sistema alemán se debe a las circunstancias. Sin duda es más fácil replicar las estructuras que las circunstancias.

Si se opta por el modelo inglés, todo lo que tenemos que hacer es adoptar el sistema en que el triunfador se queda con todo. Si se opta por el modelo alemán, no funcionara si la elección solitaria en el Parlamento y el voto de censura constrictivo no lo sostienen.

3. El parlamentarismo funcional

Con respecto a la capacidad de gobierno, funcional tiene dos significados; estos son el gobierno efectivo y el gobierno estable. Esta distinción permite tres combinaciones de gobierno:

· Efectivo y estable

· Estable y posiblemente efectivo

La primera combinación incluye a los sistemas de un primer ministro pero también comprende a países con un sistema en que predomina un partido que ni pueden tener las estructuras de un sistema de primer ministro, ni un formato de dos o tres partidos, y que sin embargo tienen durante 10 hasta 40 años, el gobierno de un solo partido, debido a que en las legislaturas sucesivas ese partido consigue la mayoría absoluta de escaños.

Los sistemas de un partido predominante proporcionan la estabilidad y la efectividad que acompañan a todos los gobiernos de un solo partido, aunque en este esquema quizá no haya una correlación positiva entre eficiencia y duración, porque los países que no tienen gobiernos alternos carecen de los estímulos que proporciona la rotación de dos partidos en el poder.

Lo que no puede lograrse sobre la base del principio de liderazgo, puede obtenerse mediante una particular estructuración del sistema de partidos. Esto quiere decir que la lista de las democracias parlamentarias funcionales es ampliada por los casos que ya no pueden explicarse mediante algún acuerdo constitucional. Todavía es posible encontrar países de muchos partidos con gobiernos de coalición que resultan ser estables y efectivos.

Los gobiernos parlamentarios funcionan cuando su nombre no es el más adecuado, es decir, cuando el Parlamento no gobierna, cuando está limitado. El parlamentarismo funcional nunca es un parlamentarismo puro que incorpora el principio de la soberanía del Parlamento.


4. El gobierno por asamblea

El prototipo del gobierno por asamblea ha sido la Tercera República francesa, la llamada Republica de diputados. La cuarta República francesa e Italia la evitaron solo en la medida en que la partidocracia fue capaz de restringirla. Las más de las experiencias parlamentarias poscomunistas son del tipo asambleísta. La mayoría de las democracias latinoamericanas si abandonaran sus formas presidenciales caerían directamente en el asambleísmo.

En el esquema asambleísta:

· El gabinete no dirige la legislatura

· El poder no está unificado, sino disperso y atomizado

· La responsabilidad casi desaparece del todo

· Hay poca o ninguna disciplinas partidista

· Los primeros ministros y sus gabinetes no pueden actuar rápida y decisivamente

· Las coaliciones muy pocas veces solucionan sus desacuerdos y nunca tendrán seguridad de contar con el apoyo legislativo

· Los gobiernos nunca pueden actuar y hablar con una voz única y clara

5. Estabilidad y eficacia

Empecemos con la gobernabilidad, es decir, la eficiencia o eficacia en el gobierno. La advertencia preliminar es que estos conceptos no se aplican a los desempeños reales, sino a las capacidades estructurales. No podemos tener un gobierno capaz de tomar decisiones, sin un cargo de primer ministro que le permita tomar decisiones, pero incluso este tipo de primer ministro podría verse imposibilitado para actuar si el proceso de toma de decisiones está lleno de obstáculos y opera contra él.

La segunda advertencia es que no debemos confundir “gobierno eficaz” con el “gobierno activista”. La diferencia entre un gobierno eficaz y uno activista, es que mientras el primero puede ser eficaz para deshacer y desmantelar algunas cosas, se supone que un gobierno activista hace, ya que parte del supuesto de que no hay ningún problema que no pueda resolver la política.

El tercer punto es que el gobierno ineficiente es la mejor defensa contra el mal gobierno: cuanto menos eficaz sea, menor será el daño.

Este último no es decisivo. El gobierno ineficiente también puede ser perjudicial porque una de las principales características de la ineficiencia es el desperdicio de recursos, la utilización de recursos sin conseguir ningún fin. Los daños de un mal gobierno pueden ser reducidos por el gobierno ineficaz. Pero no por ello, podemos darnos el lujo de gobiernos estancados, inmóviles e impotentes. El gobierno eficaz es un riesgo que debemos aceptar.

Con respecto a la estabilidad, una cosa es la democracia estable y otra el gobierno estable.

La estabilidad de un gobierno depende de una mera duración, y los gobiernos pueden tener una larga vida y ser impotentes: su duración de ninguna manera sirve como indicador e incluso menos como un detonante de la eficiencia o de la eficacia.

Después de establecer que un gobierno puede ser estable y ocioso, de larga duración y carecer de poder, es posible conceder que la duración ayuda a la ejecución de las políticas. Cuanto más afirmemos que el gobierno estable es una condición necesaria del gobierno eficiente, tanto más debemos asegurarnos de que el gobierno estable realmente lo sea y se trate de un mismo gobierno que dura. En cambio, se nos dice que los gobiernos inestables pueden ser gobiernos estables disfrazados de inestables, que la aparente inestabilidad es solo eso, mientras que la realidad subyacente es una de sustantiva continuidad.

Así el argumento es que los gobiernos inestables pueden ser tan buenos como los estables, siempre que el personal político que se rota los cargos sea aproximadamente el mismo. Para Sartori, esto no es así.

6. El primer ministro elegido directamente

El único país que ha adoptado la elección directa del primer ministro es Israel. No le proporciona al primer ministro una mayoría; sencillamente le da el garrote que significa el poder de disolver el Parlamento.

Para Bogdanor, la elección directa del primer ministro le dará a Israel un sistema de gobierno que se parecerá mucho al de la Quinta República Francesa. Pero esto es totalmente erróneo. El sistema semi presidencial francés permite un primer ministro que siempre dirige una mayoría parlamentaria. En vez de eso, el primer ministro elegido directamente no puede ser cambiado y queda atado al apoyo o a la oposición que le designa el electorado.

Casi no hay posibilidad de que en países fragmentados en múltiples partidos ocurra un efecto por el que los electores le den al partido del primer ministro que han elegido niveles de mayoría absoluta.

En los sistemas parlamentarios frecuentemente surgen gobiernos minoritarios pero son resultado de negociaciones con mayorías parlamentarias más o menos viables en las que se fundamentan y que son las que los sostienen en el gobierno.

Toda analogía con gobiernos minoritarios parlamentarios deja de tener validez cuando se hace con respecto a un primer ministro minoritario con el que no es posible negociar y al que no se puede destituir.

La elección directa de un presidente no basta para crear un sistema presidencial. Ese primer ministro seguiría estando sometido a los votos de confianza o de censura del Parlamento; su principal instrumento de poder es el típico de los sistemas parlamentarios, la disolución de la legislatura; mientras que a los presidentes generalmente se les permiten varios vetos y poderes extraordinarios y de emergencia, la elección directa del primer ministro no va acompañada de todos estos instrumentos.

La única analogía entre un primer ministro electo y un presidente electo radica en una desventaja común, que es la rigidez del periodo que estará en el cargo.

De manera que la elección directa de un primer ministro no es una especie de sustituto de un sistema presidencial. Si se desea el presidencialismo es necesario rediseñar todo el mecanismo. Por el contrario, injertar un primer ministro inamovible en un sistema parlamentario es como arrojar una piedra dentro de una máquina.


 

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