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Fundamentos de la Ciencia PolíticaResumen para el Primer Parcial: Arendt, Weber, Marx y FoucaultCátedra: Fernández1º Cuat. de 2010Altillo.com

Hannah Arendt: ¿Qué es la política?

Prejuicio y juicio

Hay perjuicio de la gente hacia la política. Por eso la política siempre ha tenido que ver con la aclaración y disipación de los prejuicios. Existe el prejuicio como criterio de la vida cotidiana, y no dependen de un vínculo personal. El prejuicio representa un gran papel en lo puramente social. En el ámbito político, no podemos movernos sin juicios porque el pensamiento político se basa esencialmente en la capacidad de juzgar. La eficacia y peligrosidad de los prejuicios ocultan un pedazo del pasado. Para disolver los prejuicios debemos redescubrir los juicios pretéritos que muestran su contenido de verdad. Juzgar, tiene en nuestra lengua dos significados totalmente diferenciados:       1) alude al subsumir clasificatorio de lo singular y particular bajo algo general y universal, al medir acreditar y decidir lo concreto mediante criterios regulativos.          2) cuando nos enfrentamos a algo que no hemos visto nunca y para lo que no disponemos de ningún criterio, presupone la capacidad humana del juicio, que tiene que ver con la capacidad para diferenciar. La capacidad del juicio no es más que la amplitud para clasificar correcta y adecuadamente lo particular según lo general que por común acuerdo le corresponde. La perdida de los criterios determina al mundo moderno, es una catástrofe para el mundo moral si se acepta que los hombres no están en condiciones de juzgar las cosas en sí mismas. El punto central de la política es siempre la preocupación por el mundo y no por el hombre. Si se quiere cambiar una institución, sólo se puede renovar su constitución, sus leyes, sus estatutos y esperar que todo lo demás se de por sí mismo. Surge entre los hombres un espacio que los une y los separa a la vez (privado o social y público). Los hombres son capaces de producir algo que no son ellos mismos, a saber, cosas, e incluso los ámbitos anímicos o espirituales son para ellos realidades duraderas. Este mundo de cosas en que los hombres actúan los condiciona y por este motivo toda catástrofe que sufre repercute sobre ellos y les afecta. El mundo humano, el resultado de producir y actuar humanos entendidos comúnmente es la esencia del hombre. Si fracasan deberían pensar en cambiar la esencia del hombre antes de cambiar el mundo. 
 

El sentido de la política

La política se justifica como un medio para alcanzar un fin más elevado. La política es una necesidad ineludible para la vida humana. El hombre depende en su existencia de otros. La misión y fin de la política es asegurar la vida en el sentido más amplio. Donde los hombres conviven, hay política. Es una particularidad del hombre que pueda vivir en una polis y su organización representa la forma de convivencia humana. La convivencia es una forma de vida marcada por la necesidad. Lo que distingui la convivencia humana en la polis era la libertad. Los antiguos explotaban a los esclavos para liberar completamente a los señores de la labor, de manera que éstos pudieran entregarse a la libertad de lo político.. lo político se centra en la libertad comprendida como no ser dominado y no dominar. Sin los otros que son mis iguales, no hay libertad. Hay que unir el concepto de igualdad con el de justicia y no el de libertad, malentendiendo así, en nuestro sentido de igualdad ante la ley, la expresión griega para una constitución libre, la isonomía. Isonomía significa que todos tienen el mismo derecho a la actividad política, es por lo tanto libertad de palabra. Para la libertad no es necesaria una democracia igualitaria en el sentido moderno, sino una esfera restringida en la que al menos unos pocos o los mejores traten los unos con los otros como iguales entre iguales. Esta igualdad no tiene que ver con la justicia. En la edad antigua la pérdida de lo político es la pérdida de libertad. Lo político empieza donde acaba el reino de las necesidades materiales y la violencia física. La libertad no se localiza ni en el honbre que actúa y se mueve libremente, ni en el espacio que surge entre los hombres, sino que se transfiere a un proceso que se realiza  a espaldas del hombre que actúa, y que opere ocultamente, más allá del espacio visible de los asuntos públicos. Los estados totalitarios han descubierto los medios políticos para sumergir al hombre en la corriente de la historia. Ser libre significaba que no se estaba sometido a la coacción de ningún hombre sino también que uno podía alejarse del hogar y de su familia. Esta libertad la tenía únicamente el señor de la casa. La casa era el lugar donde la vida era garantizada, por lo tanto, sólo era libre quien estaba dispuesto a arriesgar la vida. La valentía es la primera de todas las virtudes políticas y forma parte de las pocas virtudes cardinales de la política. El espacio público, sólo llega a ser político cuando se establece en una ciudad, cuando se liga a un sitio concreto. La constante presencia de los otros, el trato con los iguales en la publicidad del ágora, pasará a ser el contenido de ser libre. La actividad más importante para el ser libre se desplazó del actuar al hablar, del acto libre a la palabra libre. La filosofía política de Kant se ha convertido en una filosofía de la libertad por que se centra esencialmente en el concepto de espontaneidad, esta libertad reside en el poder comenzar. La libertad de expresión, que fue determinante para la organización de la polis, se diferencia de la libertad de sentar un nuevo comienzo, propia de la acción, en que aquélla necesita en mayor medida de la presencia de otros. La libertad de la espontaneidad es todavía prepolítica. La libertad de hablar trata más bien de darse cuenta de que nadie comprende adecuadamente por sí mismo y sin sus iguales lo que es objetivo en su plena realidad porque se le muestra y manifiesta siempre en una perspectiva que se ajusta a su posición en el mundo y le es inherente. Esta libertad de movimiento es más bien el contenido auténtico y el sentido de lo político mismo. En este sentido política y libertad son idénticas. Arendt entiende la libertad misma como algo político y no como el fin supremote los medios políticos que comprende que coacción y violencia eran ciertamente medios para proteger o fundar o ampliar el espacio político pero como tales no eran precisamente políticos ellos mismos.

La fundación de la Academia apareció como el espacio específicamente político greco-ateniense. Los pocos, si querían seguir siéndolo, debían exigir para su actividad, desligarse de las actividades de la polis y de la ágora. Del mismo modo que la liberación de la labor y de la preocupación por la vida eran presupuesto necesario para la liberación de lo político, la liberación de la política lo era para la libertad de lo académico. La relación entre polis y hogar ya no es válida. No se puede aplicar en lo absoluto a la  categoría de medios y fines: el fin de la vida es el mantenimiento de la misma. Siempre que los pocos se han separado de los muchos, han dependido de los muchos. La política cristiana ha tenido siempre dos misiones: por un lado, asegurarse mediante la intervención de la política secular que el lugar de reunión de los creyentes, no político en sí mismo, fuera guarecido del exterior; y por otro, evitar que el lugar de reunión se convirtiera en uno de apariencia, que la iglesia convirtiera en un poder secular y mundano. La política secular siguió ligada a las necesidades vitales resultantes de la convivencia de los hombres y la protección de una esfera superior que hasta el fin de la Edad Media se concretó especialmente en la existencia de la iglesia. Ésta necesita de la política para mantenerse y afirmarse sobre la tierra y en este mundo como iglesia visible. Debemos diferenciar políticamente entre democracia igualitaria del sigloXIX (señal imprescindible de la libertad del pueblo) y el despotismo ilustrado de comienzo de la Edad Moderna. Como sea la relación de ciudadanos y Estado: libertad y política permanecen separadas en lo decisivo y ser libres en el sentido de una actividad positiva.

Esta concepción moderna de la política, para la que el Estado es una función de la sociedad o un mal necesario para la libertad social, se ha impuesto. La participación de los ciudadanos en el gobierno, puesto que necesariamente es quien dispone de los medios para ejercer la violencia, debe ser controlada en dicho ejercicio por los gobernados. Se comprende que con el establecimiento de una esfera de acción política aparece un poder que debe ser vigilado constantemente para proteger la libertad. Un gobierno constitucional es esencialmente un gobierno limitado y controlado en cuanto a sus poderes y al uso que haga de la violencia por sus gobernados. En la relación entre política y libertad, la Edad Moderna entiende que la política es un medio y la libertad un fin supremo. Ya sólo el hecho de la emancipación de las mujeres y de la clase obrera, grupos humanos que jamás antes se habían mostrado en público. Por lo que respecta a lo político, tanto la política interior, cuyo fin supremo era la vida, como la exterior, que se orientaba a la libertad como bien supremo, descubrieron en la violencia su autentico contenido. Finalmente el Estado se organizo como poseedor de la violencia. En el espacio público, el poder potencial inherente a todos los asuntos humanos se ha traducido en un espacio dominado por la violencia. De ahí que aparezca que poder y violencia son lo mismo. Pero no son lo mismo, en cierto sentido son opuestos. Allí donde la violencia, que es propiamente un fenómeno individual, se une con el poder, que es un fenómeno colectivo, se incrementa el potencial de violencia, impulsado por el poder, crece y se despliega. La disminución de la violencia en la sociedad es equiparable con un incremento de libertad. No-ser-libre, tiene un doble sentido: estar sometido a la violencia de otro o sometido a la cruda necesidad de la vida. Lo necesario para conservar la vida es la labor. En la sociedad moderna el laborante no esta sometido a ninguna violencia ni a ninguna dominación, esta obligado por la necesidad inmediata inherente a la vida misma. La vida de la sociedad esta dominada no por la libertad sino por la necesidad. Para poder vivir cotidianamente sin violencia se fortaleció la violencia del poder público, del Estado, de la que se creyó seguir siendo dueño, por que se la había definido como mero medio para el fin de la vida social. La época considerada la más pacífica y la menos violenta ha provocado directamente el desarrollo más grande de instrumentos de violencia. La violencia se ha trasladado de la esfera privada de lo individual a la esfera pública de los muchos. Lo político ahora aparece en el centro de toda acción política y establece la violencia como medio cuyo fin supremo debe ser el mantenimiento y la organización de la vida. Los prejuicios representan siempre en el espacio público-político, cuando son legítimos son juicios pretéritos. Cuando los prejuicios entran en abierto conflicto con la realidad empiezan a ser peligrosos y se empiezan a convertir en fundamentos de ideologías. Los prejuicios que en la crisis actual se oponen a la comprensión teórica de lo que sea la política, conciernen a casi todas las categorías políticas en que estamos acostumbrados a pensar, sobre todo la categoría de medios-fines. La presunción de que el contenido político es la violencia y al convencimiento de que la dominación es el concepto central de la teoría política. todos estos juicios y prejuicios se originan en una desconfianza frente a la política en sí misma no legítima 
 

Labor, trabajo y acción 
 

¿Qué hacemos cuando actuamos? Hay que distinguir la vida activa de la vida contemplativa. La vida activa es aquello de lo que ningún hombre puede escapar totalmente porque está en la condición humana. Depende de la labor y necesita la acción. La vida activa fue definida siempre desde el punto de vista de la contemplación. La acción ocupa la posición más elevada, está conectada con la esfera política de la vida humana. Desde el punto de vista de la contemplación, la más alta actividad era el trabajo. La albor permaneció debajo de todo, pero la actividad política era algo necesario para la vida de la contemplación. En la época moderna la característica más importante es la glorificación de la labor, la labor productiva. Ahora la actividad política produce historia y esta historia tiene su producto final. Locke habla de “la labor de nuestro cuerpo y el trabajo de nuestras manos”. Labor tiene una inequívoca connotación de experiencias corporales, de fatiga y de incomodidad. Marx definió la labor como “la  reproducción de la vida individual”, y el engendrar, como la producción de una “vida ajena”. La labor es una actividad que corresponde a los procesos biológicos del cuerpo. Por medio de la labor, los hombres producen lo vitalmente necesario que debe alimentar el proceso de la vida del cuerpo humano. La labor no conduce nunca a un fin mientras dura la vida; es indefinitivamente repetitiva. A diferencia del trabajo, cuyo fin llega cuando el objeto está acabado, listo para ser añadido al mundo común de las cosas y de los objetos, labor se mueve siempre al mismo ciclo prescrito por el organismo vivo. Labor produce bienes de consumo, y laborar y consumir no son más que dos etapas del siempre recurrente ciclo de la vida biológica. La labor se halla bajo el signo de la necesidad de subsistir. El reino de la libertad empieza solamente donde la labor, determinada por la creencia y la inmediatez de las necesidades físicas acaba. El poder de la labor del hombre es tal que él produce más bienes de consumo que los necesarios para su propia supervivencia y la de su familia. La labor participa de la fatiga y de los problemas de la vida y también de la simple felicidad. La bendición de la labor es que el esfuerzo y la gratificación se suceden tan inmediatamente como el producir y el consumir. El trabajo de nuestras manos fabrica la pura variedad inacabable de cosas cuya suma total constituye el artificio humano, el mundo en el que vivimos. Los objetos de uso y su uso no causan su desaparición. Dan al mundo estabilidad y solidez. Lo que el uso agota es la durabilidad. Las cosas del mundo tienen la función de estabilizar la vida humana y su estabilidad descansa en el hecho de que los hombres, a pesar de su siempre cambiante naturaleza, recuperan su identidad gracias a sus relaciones con la persistente mismidad de los objetos. Durabilidad y objetividad son los resultados de la fabricación. La violación y violencia está presente en toda fabricación, y el hombre como creador del artificio humano ha sido siempre un destructor de la naturaleza. El proceso de la fabricación está determinado por las categorías de medio y fin. La cosa fabricada es un producto final en el doble sentido de que el proceso de producción termina allí y de que sólo es un medio para producir tal fin. La fabricación y el uso son dos procesos enteramente distintos. Tener un comienzo determinado y un fin predecible es la característica de la fabricación. El proceso de fabricación no es irreversible. El hombre se ha impuesto como el amo de toda la naturaleza. En la labor permanece sujeto a sus necesidades vitales y en la acción, depende de sus semejantes. En la fabricación el fin justifica, organiza y produce los medios. El fin justifica la violencia ejercida sobre la naturaleza, la madera justifica que matemos el árbol, y la mesa justifica la destrucción de la madera. El objeto es un fin con respecto al medio a través del cual ha sido producido y es el fin del proceso de fabricación. Se convierte en un medio para una vida confortable o como objeto de cambio. Una vez logrado, el fin cesa de ser un fin y se convierte en un objeto entre objetos que en cualquier momento pueden ser transformados en medios para lograr otros fines. Hay un solo objeto que no es aplicable a la cadena de medios y fines: la obra de arte. Por que su propósito es permanecer a través de las épocas. Todas las actividades humanas están condicionadas por el hecho de la pluralidad humana. La acción y la palabra están ligadas. Sin palabra, la acción pierde el actor y el agente de los actos sólo es posible en la medida en que es quien dice las palabras. En toda acción lo que intenta el agente es manifestar su imagen. A pesar de ser desconocida para la persona la acción es intensamente personal. La acción sin un nombre carece de significado. Existe una trama de relaciones humanas urdida por los actos y las palabras de innumerables personas, tanto vivas como muertas. Debido a esta trama, la acción casi nunca logra su propósito. La historia real no está fabricada. Esto explica la fragilidad y la falta de fiabilidad de los asuntos estrictamente humanos. Las consecuencias de cada acto son ilimitadas, toda acción provoca no sólo una reacción, sino una reacción en cadena. No tenemos ninguna posibilidad de deshacer lo que hemos hecho. Los procesos de la acción no sólo son imprescindibles, sino también  irreversibles. La redención posible de esta desgracia de irreversibilidad es la facultad de perdonar y el remedio para la impredecibilidad se halla en el contenido de hacer y mantener las promesas. Perdonar y hacer promesas son como mecanismos de control establecidos en el propio seno de la facultad de iniciar procesos nuevos y sin fin. Con la creación del hombre, el principio de libertad apareció en la tierra.  
 
 

Max Weber: El político y el científico

¿Qué entendemos por política? El concepto es extraordinariamente amplio y abarca cualquier género de actividad directiva autónoma. Por política entenderemos la dirección de una asociación política en nuestro tiempo, de un Estado. Estado es definible por referencia a un medio específico que él, como toda asociación política, posee: la violencia física. “Todo Estado está fundado en la violencia” dijo Trotsky. La violencia no es naturalmente, ni el medio normal, ni el único medio de que el Estado se vale, pero sí es su medio específico. Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio, reclama para sí el monopolio de la violencia física legítima. Política significa la aspiración a participar del poder o a influir en la distribución del poder entre los distintos Estados o, dentro de un mismo Estado, entre los distintos grupos de hombres que lo componen. Quien hace política aspira al poder como medio para la consecución de otros fines o al poder por el poder. El Estado es una relación de dominación de hombres sobre hombres. Existen tres tipos de fundamentación de la legitimidad de una dominación: la legitimidad del “eterno ayer”, de la costumbre consagrada por su inmemorial validez y por la consuetudinaria orientación de los hombres hacia su respeto. Es la legitimidad “tradicional”. En segundo término, la autoridad de la gracia (carisma) personal y extraordinaria, la entrega puramente personal y la confianza, igualmente personal, en la capacidad para las relaciones es una “autoridad carismática”. Por último, una legitimidad basada en la “legalidad”, en la creencia de la validez de preceptos legales y en la competencia objetiva fundadas sobre normas racionalmente creadas, es decir, en la orientación hacia la obediencia a las obligaciones legalmente establecidas. La obediencia está condicionada por motivos de temor y de esperanza. El carisma arraiga la idea de vocación, el “llamado” a ser conductor de hombres, los cuales obedecen por que creen en él. Y él mismo vive para su obra. Lo propio del occidente es el “caudillaje político”, que surge con la figura de un demagogo.

El cuadro administrativo que representa hacia el exterior a la empresa de dominación política está  vinculado por dos medios que afectan directamente al interés personal: la retribución material y el honor social. Las organizaciones estatales deben ser clasificadas en dos categorías:

  1. el equipo humano, con cuya obediencia a de contar el titular del poder posee en propiedad los medios de administración
  2. el cuadro administrativo está separado de los medios de administración en el mismo sentido en que hoy en dia el proletariado o el empleado están separados de los medios materiales de producción dentro de la empresa capitalista

la administración política en la que los medios de administración son propiedad del cuadro administrativo dependiente, la llamaremos asociación “estamentalmente” estructurada. En el Estado moderno se realiza pues, al máximo, la separación entre el cuadro administrativo y los medios materiales de la administración. El Estado moderno es una asociación de dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de monopolizar dentro de un territorio la violencia física legítima como medio de dominación y que ha reunido todos los medios materiales en manos de su dirigente y ha expropiado a todos los funcionarios estamentales que antes disponían de ellos por derecho propio, sustituyendo con sus propias jerarquías supremas. Inicialmente, los servidores del príncipe eran gente que no quería gobernar por sí mismos, actuaban al servicio de jefes políticos. Se puede hacer política ( tratar de influir sobre la distribución del poder entre las distintas configuraciones políticas y dentro de cada una de ellas) como político ocasional. Políticos ocasionales lo somos todos nosotros cuando depositamos nuestro voto o aplaudimos o protestamos en una reunión política. Políticos semiprofesionales son los delegados y directivos de asociaciones políticas que desempeñan esas actividades por necesidad, sin vivir principalmente de ellas. Hay dos formas de hacer de la política una profesión. Quien vive para la política hace de ello su vida en un sentido íntimo; o goza del ejercicio del poder, o alimenta su conciencia dándole un sentido a su vida. Quien vive de la política trata de hacer de ella una fuente duradera de ingresos. Quien vive para la política tiene que ser además económicamente libre. La dirección de un Estado o Partido por gente que vive para la política significa un reclutamiento plutocrático de las capas políticamente dirigentes. Los políticos profesionales de esta clase no están obligados a buscar una remuneración por sus trabajos políticos. Con el ascenso funcionariado profesional se opera también la evolución de los políticos dirigentes. La transformación de la política en una empresa, hizo necesaria una preparación de los individuos para la lucha por el poder y sus métodos y determinó la división de los funcionarios públicos en dos categorías: funcionarios profesionales y funcionarios políticos. Éstos últimos pueden ser trasladados o destituidos a placer. El ministro era simplemente el representante de la constelación de poderes políticos existente, y su función era defender las medidas políticas que estos poderes determinasen. Una vez que consiguieron desposeer a la nobleza de su poder político estamental, los principales la atrajeron a la Corte y la emplearon en el servicio político y diplomático. La función de los abogados es dirigir con eficacia los asuntos que los interesados le confían. El abogado es superior a cualquier funcionario. El auténtico funcionario no debe hacer política, sino limitarse a administrar, sobre todo imparcialmente. El funcionario ha  de desempeñar su cargo sin ira y sin prevención. Parcialidad, lucha y pasión constituyen el elemento del político y sobre todo del caudillo político. Toda actividad de éste es colocada bajo un principio de responsabilidad. El funcionario ejecuta precisa y concienzudamente una orden de la autoridad. El honor del caudillo político está en asumir personalmente la responsabilidad de todo lo que hace, responsabilidad que no puede ni debe rechazar o lanzar sobre otro. Los funcionarios son malos políticos, irresponsables en sentido político y por tanto éticamente detestable. Desde la instauración de la democracia, el demagogo es la figura típica del jefe político en Occidente. El publicista político, y sobre todo el periodista son los representantes más notables de la figura del demagogo en la actualidad. El trabajador del periodismo tiene cada vez menos influencia política, en tanto que el magnate capitalista de la prensa tiene cada vez más. La carrera periodística es una de las vías más importantes para la profesionalidad política. la empresa política es necesariamente una empresa de interesados. Los primariamente interesados en la vida política, reclutan libremente a grupos de seguidores, se presentan ellos mismos o presentan sus protegidos como candidatos a las elecciones, reúnen los medios económicamente necesarios y tratan de ganarse los votos. Sólo en las grandes ciudades existen círculos partidistas que reciben aportaciones moderadas de sus miembros y celebran reuniones periódicas y asambleas públicas para escuchar los informes de los diputados. La vida activa se reduce a la época de elecciones. El número de quienes hacían de la política su profesión principal era pequeño y se limitaba en lo esencial a los diputados electos, los escasos funcionarios de los organismos centrales, los periodistas. La dominación de los notables y el gobierno de los parlamentos han concluido. La empresa política queda en manos de profesionales a tiempo completo que se mantienen fuera del parlamento. El poder está en manos de quienes realizan el trabajo continuo dentro de la empresa o de aquellos de quienes ésta depende. Esperan que el efecto demagógico de la personalidad del jefe gane votos y mandatos para el partido de la contienda electoral. Uno de los móviles más poderosos de la acción reside en la satisfacción que el hombre experimenta al trabajar, para la persona de un jefe al que él se entrega confinadamente. Éste es el elemento carismático de todo caudillaje. El riesgo principal lo constituye la posibilidad de que la maquinaria caiga bajo el dominio de los funcionarios ¿Qué significa el spoils system, esta atribución de todos los cargos federales al séquito del candidato victorioso? Se enfrentan entre sí partidos totalmente desprovistos de convicciones, organizaciones de cazadores de cargos. El boss es un empresario político capitalista que reúne votos por su cuenta y riesgo, va extendiendo sus redes hasta que logra controlar un determinado número de votos. Llegado aquí, entra en relación con los bosses vecinos y comienza a ascender. El boss es también indispensable como preceptor inmediato del dinero que entregan los grandes magnates financieros, no busca prestigio social. El boss no tiene principios políticos firmes, carece totalmente de convicciones y sólo pregunta cómo pueden conseguirse los votos. Sólo nos queda elegir entre la democracia caudillista con maquinaria o las democracias sin caudillos, es decir, la dominación de políticos profesionales sin vocación, sin esas cualidades íntimas y carismáticas que hacen al caudillo. Son tres las cualidades decisivamente importantes para el político: pasión, sentido de la responsabilidad y mesura. Pasión en sentido de posibilidad de entrega apasionada a una causa. La pasión no convierte a un hombre en político si no está al servicio de una causa y no hace de la responsabilidad para con esa causa la estrella que oriente la acción. Mesura es la capacidad para dejar que la realidad actúe sobre uno sin perder el recogimiento y la tranquilidad, para guardar la distancia con los hombres y las cosas. No hay más que dos terrenos mortales en la política: la ausencia de finalidades objetivas y la falta de responsabilidad, que frecuentemente coinciden. La vanidad, la necesidad de aparecer siempre que sea posible en primer plano, es lo que más lleva al político a cometer uno de estos pecados o los dos a la vez. Una nación perdona el daño que se hace a sus intereses, pero no el que se hace a su honor, y menos que ninguno el que se le infiere con ese clerical vicio de querer tener siempre razón. Existe una diferencia abismal entre obrar según la ética de convicción o la ética de responsabilidad, asumiendo las consecuencias. Cuando las consecuencias de una ética de convicción son malas (dejar las cosas en manos de Dios) se responsabiliza el mundo, a la estupidez de los hombres o a la voluntad de Dios. Quien actúa conforme a la ética de responsabilidad toma en cuenta todos los defectos del hombre medio. Se condenará toda acción que utilice medios morales peligrosos. Quien actúa conforme a la ética de convicción no soporta la irracionalidad ética del mundo. Es un racionalista cósmico-ético. Todas las s religiones han lidiado con el problema de la ética política determinada sola y exclusivamente por la violencia legítima en manos de las asociaciones humanas. Quien quiera imponer justicia valiéndose del poder necesita seguidores, un aparato humano. Para que éste funcione tiene que poner premios internos y externos. Tiene que ofrecer como premio interno, la satisfacción del resentimiento y de la pasión pseudos ética de tener razón, difamar al adversario y acusarle de herejía. Como medios externos tiene que ofrecer la aventura, el triunfo, el botín, el poder y las prebendas. El jefe depende del funcionamiento de este aparato y de los motivos del aparato. Una de las condiciones del éxito es el empobrecimiento espiritual, la cosificación, la proletarización espiritual en pro de la disciplina. Quien quiera hacer política y quien quiera hacer política como profesión pacta con los poderes diabólicos que acechan en torno de todo poder. Quien busca la salvación de su alma y de los demás que no la busque por el camino de la política, cuyas tareas sólo pueden cumplirse mediante la fuerza. Nadie puede percibir si hay que obrar conforme a la ética de la responsabilidad o conforme a la ética de la convicción. la ética de la responsabilidad y la de la convicción no son términos absolutamente opuestos, sino elementos complementarios que han de concurrir para formar al hombre auténtico, al hombre que puede tener vocación política. No se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez. 
 

John Stuart Mill: Sobre la libertad

Introducción 

El objeto de este ensayo es la libertad social o civil, la naturaleza y los límites del poder que puede ejercer legítimamente la sociedad sobre el individuo. Hay una lucha entre libertad y autoridad. Se entendía por libertad la protección contra la tiranía de los gobiernos políticos. Se encontraban en una posición antagónica a la del pueblo que gobernaban. El poder de los gobernantes es necesario pero también altamente peligroso. El fin de los patriotas era fijar los límites del poder que al gobernante le estaba consentido ejercer sobre la comunidad, y esta limitación era lo que entendían por libertad. Se intentaba de dos maneras: obteniendo el reconocimiento de los derechos políticos y el establecimiento de frenos constitucionales. Llegó un momento en el progreso de los negocios humanos en el que los hombres cesaron de considerar una necesidad natural el que sus gobernantes fuesen un poder independiente, con un interés opuesto al suyo. Se exigía que los gobernantes estuviesen identificados con el pueblo, que sus intereses fueran la voluntad e interés de la nación. Cuando la república democrática ocupo gran parte de la tierra se hablaba del poder de los pueblos sobre sí mismos. No expresaban la verdadera situación de las cosas. El pueblo que ejerce el poder no es siempre el mismo pueblo sobre el cual es ejercido. Y el gobierno de sí mismo no es el gobierno de cada uno por sí, sino el de cada uno por los demás. La voluntad del pueblo significa la voluntad de la porción más numerosa del pueblo. La limitación del poder del gobierno sobre los individuos no pierde nada de su importancia aun cuando los titulares del Poder sean regularmente responsables hacia la comunidad. Es la tiranía de la mayoría, la sociedad misma es el tirano. Sus medios de tiranizar no están limitados a los actos que pueden realizar por medio d sus funcionarios políticos. Se necesita protección contra la tiranía de la opinión. Todo lo que da algún valor a nustra existencia, depende de la restricción impuesta a las acciones de los demás. El principio básico que guía en sus opiniones sobre la regulación de la conducta humana es la idea de que debería obligarse a los demás a obrar según el gusto suyo y de aquellos con quienes el simpatiza. En dondequiera que hay una clase dominante, una gran parte de la moralidad del país emana de sus intereses y de sus sentimientos de clase superior. Otro gran principio determinante de las reglas de conducta impuestas por las leyes o por la opinión, tanto respecto a los actos como a las opiniones, han sido el servilismo de la especie humana hacia las supuestas preferencias o aversiones de sus señores temporales o de sus diosas. Así, los gustos o disgustos de la sociedad o de alguna poderosa porción de ella, son los que principal y prácticamente han determinado las reglas impuestas a la general observancia con la sanción de la ley o de la opinión. El único fin por el cual es justificable que la humanidad, individual o colectivamente, se entremeta en la libertad de acción de uno cualquiera de sus miembros es la propia protección. Que la única finalidad por la cual el poder puede, con pleno derecho, ser ejercido sobre un miembro de una comunidad civilizada contra su voluntad, es evitar que perjudique a los demás. Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es soberano. El despotismo es un modo legítimo de gobierno tratándose de bárbaros, siempre que su fin sea su mejoramiento, y que los medios se justifiquen por estar actualmente encaminados a ese fin. Pero tan pronto como la humanidad alcanzó la capacidad de ser guiada, la compulsión no es ya admisible como un medio para conseguir su propio bien, y sólo es justificable para la seguridad de los demás. Hacer a uno responsable del mal que haya causado otro es la regla general, hacerle responsable por no haberle prevenido el mal es la excepción. Hay una esfera de acción en la cual la sociedad, como distinta del individuo, no tiene más que un interés indirecto, comprensiva de toda aquella parte de la vida y conducta del individuo que no afecta más que a él mismo, o que si afecta también a los demás, es sólo por una participación libre, voluntaria y reflexivamente consentida por ellos. Ésta es la razón propia de la libertad humana. Comprende primero, el dominio interno de la conciencia; exigiendo la libertad de conciencia en el más comprensivo de sus sentidos; la libertad de pensar y sentir. La libertad humana exige libertad en nuestros gustos y en la determinación de nuestros propios fines, libertad de expresar y publicar, libertad de asociación entre individuos. No es libre ninguna sociedad en la cual estas libertades no estén respetadas en su totalidad. La humanidad sale más gananciosa consintiendo a cada cual vivir a su manera que obligándola a vivir de la manera de los demás. Hay en el mundo una grande y creciente inclinación a extender indebidamente los poderes de la sociedad sobre el individuo, no sólo por la fuerza de la opinión, sino también por la de la legislación. Esta disposición del hombre a imponer sus propias opiniones e inclinación como regla de conducta para los demás, está tan enérgicamente sostenida por algunos de los mejores y algunos de los peores sentimientos inherentes a la naturaleza humana que casi nunca se contiene si no es por falta de poder. En la libertad de pensamiento es imposible separar la libertad de hablar y escribir. 
 

De los límites de la autoridad de la sociedad sobre los individuos

Todo el que recibe la protección de la sociedad debe una comprensión por este beneficio; y el hecho de vivir en sociedad hace que cada uno se obligue a conservar una cierta línea de conducta para con los demás, que consiste en no perjudicar los intereses del otro y tomar cada uno su parte de los trabajos y sacrificios necesarios para defender a la sociedad o a sus miembros de todo daño o violación. Lo que sostengo es que los enfrentamientos están estrictamente derivados del juicio desfavorable de los demás, son los únicos a los que debe estar sujeta una persona por aquella parte de su conducta y carácter que se refiere a su propio bien, pero que no afecta a los intereses de los demás en sus relaciones con él. Si una persona nos disgusta podemos expresar nuestra antipatía y mantenernos alejados de ella como de una cosa que nos desagrada; pero por eso no nos sentimos llamados a perturbar su vida. Ninguna persona es un ser enteramente aislado; es imposible que una persona se haga daño a sí misma sin que ese daño alcance por lo menos a sus relaciones más próximas. Quienquiera que falte a la consideración generalmente debida a los intereses y sentimientos de los demás, está sujeto, a la desaprobación moral. De igual manera, cuando una persona se incapacita por su conducta puramente personal para el cumplimiento de algún deber definido que a ella incumba respecto al público, se hace culpable de una ofensa social. El argumento más fuerte contra la intervención del público en la conducta puramente personal, es que cuando interviene lo hace torcidamente y fuera de lugar. Es fácil impugnar un ideal público que deje intactas la libertad y elección de los individuos en todas las materias inciertas, y sólo les exija abstenerse de aquellas maneras de conducirse que la experiencia universal ha condenado. Hay en el mundo moderno una declarada tendencia hacia una constitución democrática de la sociedad. El sentir de la mayoría, contrario de todo tipo de vida demasiado ostentoso, actúa como eficaz y tolerable ley suntuaria, y que en muhcas partes de la Unión es difícil que una persona poseedora de una gran renta encuentre modo de invertirla sin recurrir en la desaprobación popular. El estado de cosas que describen es un resultado probable del sentimiento democrático combinado con la noción de que el público tiene un derecho de veto sobre la manera que los individuos tengan de gastar sus ingresos. En nuestros días tienen lugar grandes ocupaciones de libertad en la vida privada y amenazan otras mayores con probabilidades de éxito: se expresan opiniones que afirman un ilimitado derecho del público a prohibir por la ley, no sólo todo lo que considera malo, sino a fin de que nada malo pueda escapar a la prohibición, un cierto número de cosas que reconoce ser inocentes. Las cosas pertenecientes a la conducta social, a las costumbres, a las relaciones, son las únicas que el mismo Estado, y no el individuo, está invertido. Otro ejemplo de intervención legítima en la justa libertad del individuo, que no es una simple amenaza, sino que desde largo tiempo se ha llevado triunfalmente a efecto, es la legislación sabatoriana. La idea de que es un deber de todo hombre procurar que otro sea religioso fue el fundamento de todas las persecuciones religiosas que se han perpetuado. Ninguna comunidad tiene derecho a forzar a otra a ser civilizada. Para que una civilización pueda sucumbir así ante su enemigo vencido necesita haber llegado a un tal grado de degeneración que ni sus propios sacerdotes y maestros, ni nadie, tenga capacidad ni siquiera tomarse el trabajo de defenderla. Si esto es así, cuanto antes desaparezca esa civilización, mejor. 
 

C. Marx/ F. Engels: Manifiesto del partido comunista

Burgueses y proletarios

Historia de la lucha de clases: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre. En épocas anteriores la sociedad se dividía en diversos estamentos. Nuestra época es la de la burguesía. Toda la sociedad va dividiéndose cada vez más en burguesía y proletariado. El mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio. Este desarrollo influyó a su vez en el auge de la industria. La burguesía va multiplicando sus capitales. La burguesía moderna es fruto de revoluciones en el modo de producción y en el cambio. Se ha establecido una explotación abierta, descarada, directa y brutal. Una revolución continúa en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, un movimiento y una inseguridad constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Surgen necesidades nuevas. Se establece un intercambio universal, una independencia universal de las naciones. En una palabra: la burguesía se forja un mundo a su imagen y semejanza. Se sustrae una gran parte de la población al idiotismo de la vida rural. Se ha subordinado el campo a la ciudad, se ha subordinado los países bárbaros o semi bárbaros a los países civilizados, los pueblos campesinos a los países burgueses, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente. Se centralizaron los medios de producción y concentraron la propiedad en manos de unos pocos, ello llevo a una consecuencia de centralización política. Durante cada crisis comercial se destruye sistemáticamente no sólo una parte considerable de productos elaborados, sino incluso en las mismas fuerzas productivas ya creadas. Durante la crisis hay una epidemia de superproducción. La burguesía vence esta crisis por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas o por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas. La burguesía ha empuñado las armas que deben darle muerte y ha producido a los hombres que empuñarán esas armas: los proletarios. Son una mercancía puesto que su trabajo incrementa el capital. El obrero es un apéndice de la máquina. Cuanto más fastidioso resulta el trabajo, más baja el salario. Masas de obreros son esclavos de la clase burguesa, esclavos de la máquina, del capataz y del patrón de la fábrica. Son instrumentos de trabajo cuyo costo varía según su edad y sexo. El proletario pasa por diferentes etapas de desarrollo. Su lucha contra la burguesía comienza con su surgimiento. No se contentan con dirigir sus ataques contra las relaciones burguesas de producción, y los dirigen contra los mismos instrumentos de producción. La industria en su desarrollo no sólo acrecienta el número de proletarios, sino que los concentra en masas considerables; su fuerza aumenta y adquieren mayor conciencia de la misma. La máquina reduce el salario. Los obreros empiezan a formar coaliciones contra los burgueses y actúan en común para la defensa de sus salarios. El verdadero resultado de sus luchas es la unión cada vez más intensa de los obreros. Las luchas locales se centralizan en una lucha nacional, en una lucha de clases. Mas toda lucha de clases es una lucha política. el proletariado se organiza en partido político. En los períodos en que la lucha de clase se acerca a su desenlace, el proceso de desintegración de la clase dominante, una pequeña fracción de la clase reniega de ella y se adhiere a la clase revolucionaria, a la clase en cuyas manos está el porvenir. De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las leyes, la moral, la religión, son para el mero prejuicio burgués, detrás de los cuales se ocultan otros tantos intereses de la burguesía. Los proletarios no tienen nada que salvaguardar; tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada existente. El proletario no puede enderezarse sin hacer saltar la superestructura formada por las capas de la sociedad oficial. Es natural que el proletariado de cada país deba actuar en primer lugar con su propia burguesía. La revolución abierta y el proletariado, derrocando por la violencia a la burguesía, implanta su dominación. La existencia de la burguesía es incompatible con la de la sociedad. El progreso de la industria sustituye al aislamiento de los obreros. La burguesía produce, ante todo, sus propios sepulteros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables. 
 

Proletarios y comunistas

Los comunistas destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad y en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y  la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto. El objetivo inmediato: constitución de los proletarios en clase, derrocamiento de la dominación burguesa, conquista del poder político por el proletariado. Las tésis teóricas de los comunistas son la expresión de un conjunto de las condiciones reales de una lucha de clases existente. El rasgo del comunismo es la abolición de la propiedad privada. La propiedad se mueve en el antagonismo entre el capital y el trabajo asalariado. Ser capitalista es una posición social. El capital es una fuerza social. Si el capital es transformado en propiedad colectiva, perteneciente a todos los miembros de la sociedad, el carácter social de la propiedad perderá su carácter de clase. El obrero asalariado se apropia de lo que necesita para la mera reproducción de su vida. El obrero vive para acrecentar el capital tan sólo en la medida en que el interés de la clase dominante exige que viva. El comunismo no arrebata a nadie la facultad de apropiarse de los productos sociales; no quita más que el poder de sojuzgar el trabajo ajeno por medio de esa apropiación. La cultura no no es para la inmensa mayoría el adiestramiento que los transforma en máquinas. Para el burgués, su mujer no es otra cosa que un instrumento de producción. Con la abolición de las relaciones de producción actuales desaparecerá la prostitución oficial y privada. Los obreros no tienen patria, el proletariado debe elevarse a la condición de clase nacional. En la misma medida en que sea abolida la explotación de un individuo por otro, será abolida la explotación de una nación por otra. Las ideas dominantes en cualquier época no han sido nunca más que las ideas de la clase dominante. Las ideas de libertad religiosa y de libertad de conciencia reflejan el reinado de la libre concurrencia en el dominio de la conciencia. La explotación de una parte de de la sociedad por otra es un hecho común. El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado. Se adoptarán medidas que desde el punto de vista económico parecerán insuficientes o insostenibles. Serán indispensables para transformar radicalmente todo el modo de producción:

  1. expropiación de la propiedad territorial y empleo de la renta de la tierra para los gastos del Estado.
  2. Fuerte impulso progresivo.
  3. Abolición del derecho de herencia.
  4. Confiscación de la propiedad de todos los emigrados y sediciosos
  5. Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un Banco nacional con capital del Estado y monopolio exclusivo
  6. Centralización en manos del Estado de todos los medios de transporte
  7. Multiplicación de las empresas fabriles en manos del Estado y de los instrumentos de producción, roturación de los terrenos incultos y mejoramiento de las tierras cultivadas.
  8. Obligación a trabajar para todos; organización de ejércitos industriales, particularmente para la agricultura
  9. Combinación de la agricultura y la industria; medidas encaminadas para hacer desaparecer el contraste entre la ciudad y el campo.
  10. Educación pública y gratuita de todos los niños: abolición del trabajo de éstos en las fábricas.

Una vez que en el curso del desarrollo hayan desaparecido las diferencias de clase y se haya concentrado toda la producción en manos de los individuos asociados, el Poder público perderá su carácter político; si mediante la revolución se convierte en clase dominante y suprime por la fuerza las viejas relaciones de producción, suprime las condiciones para el antagonismo de clase y las clases en general, y su propia dominación como clase. Surgirá una asociación en la que  el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos. 
 

Literatura socialista y comunista

A la aristocracia no le quedaba más que la lucha literaria. Para crearse simpatías era menester que la aristocracia aparentase no tener en cuenta sus propios intereses y que formulara su acta de acusación contra la burguesía sólo en interes de la clase obrera explotada. Nació el socialismo feudal mezcla de ecos del pasado y de amenazas sobre el porvenir. Los pequeños agricultores de la Edad Media fueron los precursores de la burguesía moderna. En los pises donde se ha desarrollado la civilización moderna, se ha formado una nueva clase social de pequeños burgueses que oscila entre el proletariado y la burguesía. El socialismo pequeño burgués es reaccionario y utópico. Se formó defendiendo a la clase obrera desde el punto de vista de las pequeñas burguesías. Los burgueses socialistas quieren perpetuar las condiciones de vida de la sociedad moderna, pero sin las luchas y los peligros que surgen fatalmente de ellas. Quieren perpetuar la sociedad actual, pero sin los elementos que la revolucionan y descomponen. Quieren la burguesía pero sin el proletariado. Otra forma de este socialismo quiere apartar a todos los obreros de los movimientos revolucionarios, demostrándoles que no es tal o cual cambio político el que podrá beneficiarles, sino solamente una transformación de las condiciones materiales de vida de las relaciones económicas. Este socialismo no entiende, la abolición de las relaciones de producción burguesas, sino únicamente unas reformas administrativas realizadas sobre la base de las mismas relaciones de producción burguesas. En el socialismo burgués los burgueses son burgueses en interés de la clase obrera. Como el desarrollo del antagonismo de clase va a la par con el desarrollo de la industria, ellos tampoco pueden encontrar las relaciones materiales de la emancipación del proletariado, y se lanzan en busca de una conciencia social, de unas leyes sociales que permiten crear esas condiciones. Desean mejorar las condiciones materiales de todos los miembros de la sociedad. Repudian toda acción política y toda acción revolucionaria. 
 

Prólogo a la contribución a la crítica de la economía política 
 

Marx investiga las condiciones económicas de vida de las tres grandes clases en las que se divide la sociedad burguesa moderna. Era menester buscar la autonomía de la sociedad civil en la economía política. en la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas relaciones, necesarias e independientes de su voluntar, relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual alza un edificio jurídico y político, y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina el proceso social, político e intelectual de la vida en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino su existencia social lo que determina su conciencia. En un estudio determinado de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se habían estado moviendo hasta ese momento. Se transforman en ataduras. 
 
 

Michel Foucault: Les redes del poder

Análisis de la noción del poder. Psicoanalistas intentaron elaborar un esquema freudiano de instinto vs. Cultura. La represión es el mecanismo del instinto que se constituye como pulsión. Hay que pensar el instinto no como un dato natural, sino como una elaboración, todo un juego complejo entre el cuerpo y la ley, entre el cuerpo y los mecanismos culturales que aseguran el control sobre el pueblo. Los psicoanalistas desplazaron considerablemente el problema, haciendo surgir una nueva noción de instinto, pulsión, deseo. Lo que me perturba es que ellos cambian tal vez el concepto de deseo, pero no cambian en absoluto la concepción de poder. Continúan considerando que el significado de poder es aún la prohibición, la ley, el hecho de decir no. Esta es una concepción jurídica, insuficiente y formal del poder. Voy a tratar mostrar en qué dirección se puede desarrollar un análisis del poder. La etnología siempre intento destacar sistemas de poder en sociedades diferentes a las nuestras en términos de sistemas de reglas ¿Porqué concebimos siempre al poder como sistemas de regla y prohibición? Se debe a la influencia de Kant, pero esta explicación es insuficiente. El problema consiste en saber si Kant tuvo tal influencia. El crecimiento del Estado en Europa fue garantizado por el desarrollo del pensamiento jurídico, representado en el derecho. La burguesía tenía un interés en desarrollar ese sistema de derecho que le permitiría dar forma a los intercambios económicos, que garantizaban su propio desarrollo social. Burguesía y monarquía instalaron una forma de poder que representaba como discurso, como lenguaje, el vocabulario del derecho. Cuando la burguesía se desembarazó de ese poder monárquico, ese discurso fue utilizado en contra de la propia monarquía. En el libro II de “El Capital” podemos encontrar que en el fondo no existe un poder, sino varios poderes. Poderes quiere decir, formas de dominación, formas de sujeción que opera localmente que poseen su propia modalidad de funcionamiento; procedimiento y técnica. Son formas de poder heterogéneas. El sistema de poder que la monarquía había logrado presentaba para el desarrollo del capitalismo como inconvenientes mayores:

  1. inconvenientes en procesos económicos, diversos mecanismos de algún modo quedaban fuera de control, y exigían la instauración de un poder continuo, de algún modo, atómico.
  2. El segundo gran inconveniente es que eran sistemas excesivamente onerosos. Por que la función del poder era esencialmente el poder de recaudar. Lejos de estimular el flujo económico era, permanentemente, su obstáculo y freno. Aparecía una segunda necesidad de encontrar un mecanismo de poder tal que al mismo tiempo que controlase las cosas y las personas hasta en sus más mínimos detalles, no fuera tan oneroso, que se ejerciera en el mismo sentido que el proceso económico.

Hubo una mutación tecnológica del poder en Occidente. En la tecnología política hubo toda una invención a nivel de formas de poder a lo largo de los siglos XVII y XVIII. De un lado existe la tecnología de disciplina, el mecanismo de poder por el cual alcanzamos a controlar en el cuerpo social hasta los elementos más tenues por los cuales llegamos a tocar los propios átomos sociales, eso es, los individuos. Técnicas de individualización del poder. Cómo vigilar a alguien, cómo controlar su conducta, su comportamiento, sus aptitudes, cómo intensificar su rendimiento, cómo multiplicar sus capacidades, cómo colocarlo en el lugar donde será más útil, esto es lo que es la disciplina. Un lugar en el cual vemos aparecer esta nueva tecnología de disciplina es la educación. Primero en los colegios y luego en la escuela secundaria, los individuos son individualizados dentro de la multiplicidad. A pesar de esa multiplicidad de alumnos, que se logre una individualización del poder, un control permanente, una vigilancia en todos los instantes, lleva a la aparición del vigilador o celador y las notas cuantitativas. Los ojos del profesor pueden individualizar a cada uno. Esa tecnología enfoca a los individuos hasta en sus cuerpos, en sus comportamientos. Una política que hace blanco en los individuos hasta anatomizarlos. Estas tecnologías se enfocan en la población, en un grupo de seres vivos que son atravesados, comandados, regidos, por un proceso de leyes biológicas. El poder se debe ejercer sobre los individuos en tanto constituyen una especie de entidad biológica. Esa población como máquina de producir todo, riquezas, bienes, hasta de producir otros individuos. La biopolítica aparece con los problemas como el del hábitat, el de las condiciones de vida de una ciudad, el de la higiene pública, o la modificación de las relaciones de natalidad y mortalidad. Hay dos grandes revoluciones en la tecnología del poder: descubrimiento de la disciplina y descubrimiento de la regulación, perfeccionamiento de una anátomopolítica y de una biopolítica. El poder se hace materialista. Deja de ser esencialmente jurídico. Debe lidiar con esas cosas reales que son el cuerpo, la vida. La vida entra en el dominio del poder. El sexo se vuelve a partir de ese momento (s XVIII), una pieza absolutamente capital, por que en el fondo el sexo está ubicado en el lugar de la articulación entre las disciplinas individuales del cuerpo y las regulaciones de la población. A través y so pretexto de ese control de la sexualidad se podía vigilar a los colegiales, a los adolescentes a lo largo de sus vidas, a cada instante, aún durante el sueño. El sexo se tornará un instrumento de disciplina, uno de los elementos esenciales de la anátomopolítica, pero por otro lado es el sexo el que asegura la reproducción de las poblaciones. El sexo es el eje entre la anátomopolítica y la biopolítica.

El sistema de prisión represiva, como castigo. La prisión va a ser un sistema de reeducación de los criminales. Después de una estadía en la prisión, gracias a una domesticación de tipo militar y escolar, vamos a poder transformar a un delincuente en un individuo obediente a las leyes. En los primeros tiempos no produjeron ese resultado, sino el opuesto. El sistema de prisiones debería haber desaparecido. Pero permaneció y continúa, producen delincuentes, y la delincuencia tiene una cierta utilidad económica-política en las sociedades que conocemos. Cuanto más crímenes haya más miedo tiene la población y cuanto más miedo hay en la población, más aceptable y deseable se vuelve el sistema de control policial. La delincuencia posee también una utilidad económica; la prostitución, el tráfico de armas, el de drogas, etc. La delincuencia sirve a toda una forma de alteraciones políticas tales como romper huelgas, infiltrar sindicatos obreros, servir de mano de obra y guardaespaldas de los jefes de los partidos políticos. La prisión que fabrica un delincuente profesional, posee una utilidad y una productividad. Vivimos en una sociedad en la que el crimen ya no es más simplemente la trasgresión de una ley, sino el desvío en relación a una norma ¿Cómo forma parte del desarrollo del capitalismo esta mutación de la tecnología del poder? Fue el desarrollo del capitalismo lo que hizo necesario esta mutación tecnológica, pero, por otro lado, esta mutación hizo posible el desarrollo del capitalismo. Si usted admite que la función del poder no es esencialmente prohibir, sino producir, producir placer, en ese momento se puede comprender, al mismo tiempo como se puede obedecer al poder y encontrar en el hecho de la obediencia placer, que no es masoquista necesariamente. Marx sabía perfectamente que lo que hace la solidez de las relaciones de poder es que ellas no terminan jamás, atraviesan en todos lados; la clase obrera retransmite relaciones de poder, ejerce relaciones de poder. Todos estamos en situación de poder. Es interesante saber, como en un grupo, en una clase, en una sociedad operan mallas de poder, cúal es la localización exacta de cada uno en la red de poder, cómo se ejerce, cómo se conserva, cómo impacta en los demás. 
 

Microfísica del poder

He intentado analizar el cómo del poder desde dos puntos de relación:

  1. las reglas del derecho que delimitan formalmente el poder
  2. los efectos de verdad que este poder produce, trasmite y reproduce ese poder.

Un triángulo; poder, derecho, verdad. En cualquier sociedad, relaciones múltiples de poder atraviesan, caracterizan, constituyen el cuerpo social. No pueden funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación, un funcionamiento del discurso. No podemos ejercitar el poder más que a través de la producción de la verdad. Estamos sometidos a la verdad en el sentido de que la verdad hace ley, elabora el discurso verdadero que promueve efectos de poder. Desde la Edad Media, la elaboración del pensamiento jurídico se ha desarrollado esencialmente en torno al poder real. Se cuestionan los límites de ese poder. El personaje central de todo edificio jurídico occidental es el rey. Es siempre del poder real de lo que se habla en esos grandes edificios del pensamiento y del saber jurídico. La teoría del derecho, desde la Edad Media, tiene esencialmente el poder de fijar la legitimidad del poder, el principal problema alrededor del cual se organiza es el de la soberanía. El discurso y la técnica del derecho han tenido que disolver en el interior del poder el hecho de la dominación para hacer aparecer; por un lado, los derechos legítimos de la soberanía y, por otro, la obligación legal de la obediencia. El derecho transmite, funcionaliza relaciones que no son exclusivamente relaciones de soberanía sino de dominación. El sistema del derecho y el campo judicial son el vehículo permanente de relaciones de dominación, de técnicas de sometimiento polimorfas. Creo que no hay que ver el derecho por el lado de una legitimidad a establecer, sino por el de los mecanismos de sometimiento que pone en acción. Por lo tanto, la cuestión es para mí eludir o evitar el problema, central para el derecho, de la soberanía y la obediencia de los individuos sometidos a ella y poner de relieve, en lugar de una y otra, el problema de la dominación y el sometimiento. Siendo así, eran necesarias cierta cantidad de precauciones de método para tratar de seguir esta línea, que intentaba eludir o rodear la línea general del análisis jurídico.

 Primer método: Se trata de coger el poder en sus extremidades, en sus confines últimos, allí donde se vuelve capilar, de aislarlo en sus formas e instituciones más regionales, más locales sobre todo donde, saltando por encima de las reglas del derecho que lo organizan y lo delimitan, se extiende más allá de ellas, se invierte en instituciones, adopta la forma de técnicas y proporciona instrumentos de intervención material, eventualmente incluso violentos. Antes de preguntarse cómo aparece el soberano en lo alto, intentar saber como se han, poco a poco, real y materialmente, constituido los sujetos, a partir de la multiplicidad de los cuerpos, de las fuerzas, de las energías, de las materialidades, de los deseos, de los pensamientos, etc.

 Segunda consigna: se trataba de no analizar el poder en el plano de la intención o la decisión, no procurar tomarlo por el lado interno, no plantear la cuestión (que yo creo laberíntica y sin salida) que consiste en decir: ¿quién tiene, entonces, el poder?, ¿qué tiene en la cabeza?, ¿qué busca quien tiene el poder? Había que estudiar el poder, al contrario, por el lado en que su intención —si la hay— se inviste por completo dentro de prácticas reales y efectivas: estudiarlo, en cierto modo, por el lado de su cara externa, donde está en relación directa e inmediata con lo que podemos llamar, de manera muy provisoria, su objeto, su blanco, su campo de aplicación; en otras palabras, donde se implanta y produce sus efectos reales. Por lo tanto, no preguntar: ¿por qué algunos quieren dominar?, ¿qué buscan?, ¿cuál es su estrategia de conjunto? Sino: ¿cómo pasan las cosas en el momento mismo, en el nivel, en el plano del mecanismo de sometimiento o en esos procesos continuos e ininterrumpidos que someten los cuerpos, dirigen los gestos, rigen los comportamientos? En otros términos, en vez de preguntarse cómo aparece el soberano en lo alto, procurar saber cómo se constituyen poco a poco, progresiva, real, materialmente los súbditos [sujets] el sujeto [sujet] a partir de la multiplicidad de los cuerpos, las fuerzas, las energías, las materias, los deseos, los pensamientos, etcétera.

 Tercera precaución de método: no considerar el poder como un fenómeno de dominación macizo y homogéneo —dominación de un individuo sobre los otros, de un grupo sobre los otros, de una clase sobre las otras—; tener bien presente que el poder, salvo si se lo considera desde muy arriba y muy lejos, no es algo que se reparte entre quienes lo tienen y lo poseen en exclusividad y quienes no lo tienen y lo sufren. El poder, creo, debe analizarse como algo que circula o, mejor, como algo que sólo funciona en cadena. Nunca se localiza aquí o allá, nunca está en las manos de algunos, nunca se apropia como una riqueza o un bien. El poder funciona. El poder se ejerce en red y, en ella, los individuos no sólo circulan, sino que están siempre en situación de sufrirlo y también de ejercerlo. Nunca son el blanco inerte o consintiente del poder, siempre son sus relevos. En otras palabras, el poder transita por los individuos, no se aplica a ellos. El individuo es un efecto del poder, el elemento de conexión.

La cuarta consecuencia es que cuando digo que el poder se libera, circula, forma redes es verdad, pero sólo hasta cierto punto. No se trata de una distribución democrática del poder a través de los cuerpos. Al contrario, creo que hay que hacer, que habría que hacer —es una precaución de método a seguir— un análisis ascendente del poder, vale decir, partir de los mecanismos infinitesimales, que tienen su propia historia, su propio trayecto, su propia técnica y táctica, y ver después cómo esos mecanismos de poder, que tienen por lo tanto su solidez y, en cierto modo, su tecnología propias, fueron y son aún investidos, colonizados, utilizados, modificados, transformados, desplazados, extendidos, etcétera, por unos mecanismos cada vez más generales y unas formas de dominación global. ver históricamente cómo, a partir de abajo, los mecanismos de control pudieron actuar en lo que se refiere a la exclusión de la locura, a la represión, a la prohibición de la sexualidad; cómo, en el nivel efectivo de la familia, del entorno inmediato, de las células, o en los niveles más bajos de la sociedad, esos fenómenos de represión o exclusión tuvieron sus instrumentos, su lógica, y respondieron a cierta cantidad de necesidades; mostrar cuáles fueron sus agentes, y no buscarlos en absoluto por el lado de la burguesía en general, sino por el de los agentes rea les, que pudieron ser el entorno inmediato, la familia, los padres, los médicos, los escalones más bajos de la policía, etcétera; y cómo esos mecanismos de poder, en un momento dado, en una coyuntura precisa y mediante una serie de transformaciones, comenzaron a volverse económicamente rentables y políticamente útiles. La burguesía no se interes por los locos, sino por el poder, no se interesa por la sexualidad infantil, sino por el sistema de poder que la controla.

En cuanto a la quinta precaución, es muy posible que las grandes máquinas de poder estuviesen acompañadas de producción ideológicas. El poder cuando se ejerce a través de estos mecanismos sutiles, no puede hacerlo sin formar, sin organizar y poner en circulación, unos aparatos de saber que no son construcciones ideológicas. Para resumir estas cinco precauciones de método, voy a decir lo siguiente: más que orientar la investigación sobre el poder por el lado del edificio jurídico de la soberanía, por el lado de los aparatos de Estado y las ideologías que lo acompañan, creo que el análisis del poder debe encauzarse hacia la dominación (y no la soberanía), los operadores materiales, las formas de sometimiento, las conexiones y utilizaciones de los sistemas locales de ese sometimiento y, por fin, hacia los dispositivos de saber. Más precisamente quiero decir esto: creo que la normalización, las normalizaciones disciplinarias, terminan por chocar cada vez más contra el sistema jurídico de la soberanía; cada vez surge con más claridad la incompatibilidad de unas y otro; cada vez es más necesaria una especie de discurso árbitro, una especie de poder y saber neutral gracias a su sacralización científica. Y es justamente por el lado de la ampliación de la medicina donde, en cierto modo, vemos no digo combinarse pero sí reducirse, intercambiarse o enfrentarse perpetuamente la mecánica de la disciplina y el principio del derecho. El desarrollo de la medicina, la medicalización general del comportamiento, de las conductas, de los discursos, de los deseos, etcétera se llevan a cabo en el frente en que se encuentran los dos estratos heterogéneos de la disciplina y la soberanía. En realidad las disciplinas tienen su discurso. Son creadoras de aparatos del saber y de múltiples dominaciones de conocimiento. Las disciplinas son portadoras de un discurso, pero éste no puede ser el del derecho. Las disciplinas conllevaran un discurso que será el de la regla, no el de la jurídica derivada de la soberanía, sino el de la regla natural, la norma. El proceso que ha hacho posible el discurso de las ciencias humanas es el choque de dos líneas: por un lado la organización del derecho en torno a la soberanía y, por otro, la mecánica de las sujeciones ejercidas por las disciplinas. Todo esto puede explicar el funcionamiento global de la sociedad de normalización. Hoy el único recurso aparentemente sólido es el de la vuelta al derecho organizado alrededor de la soberanía y articulado sobre este viejo principio. Para luchar contra las disciplinas en la búsqueda de un poder no disciplinario, no se tendría que volver al viejo derecho de la soberanía, sino ir hacia un derecho que sería antidisciplinario al mismo tiempo que liberado del principio de la soberanía. 
 

Historia de la sexualidad: derecho de muerte y poder sobre la vida.

Por mucho tiempo, el poder soberano de la vida y la muerte derivaba de la patria potestas que daba el padre de familia romano; el derecho de disponer de la vida de sus hijos, como los de sus esclavos; si había dado la vida, podía quitarla. Los únicos casos en los que el soberano se encuentra expuesto en su existencia misma; una especie de derecho de réplica. Podía hacer la guerra legítimamente y pedir a sus súbditos que tomen parte en la defensa del Estado. Es lícito para el exponer sus vidas. Ejerce sobre ellos un derecho indirecto de vida y muerte. Si su súbdito se levanta contra él, lo matará. Derecho de hacer morir o dejar vivir. El poder era ante todo derecho de captación: de las cosas, del tiempo, de los cuerpos y de la vida. En Occidente desde la edad clásica, se transformaron esos mecanismos de poder. El derecho de muerte se desplazó hacia un poder que administra la vida. Ese poder de muerte era el complemento de un poder que se ejerce positivamente sobre la vida, que procura administrarla, aumentarla, aplicarla, ejercer sobre ella regulaciones y controles. Las guerras ya no se hacen en nombre del soberano, sino en nombre de todos. El poder matar para poder vivir se ha convertido en las estrategias de los Estados. El poder reside y ejerce en el nivel de la vida, de la especie, de la raza y de los fenómenos masivos de población. Administrar la vida pasó a ser la lógica y razón del poder. El viejo derecho de hacer morir o dejar vivir fue reemplazado por el poder de hacer vivir y rechazar morir. En lo largo de la vida el poder establece su fuerza, la muerte es su límite. En el siglo XVII, el cuerpo era como una máquina. Los procedimientos de poder eran característicos de las disciplinas; anátomopolítica del cuerpo humano. Hacia el siglo XVIII, el cuerpo especie era la mecánica de lo viviente y que sirve de soporte a los procesos biológicos: la proliferación, los nacimientos y la mortalidad, el nivel de salud, la duración de la vida y la longevidad. Controles reguladores: una biopolítica de la población. Se desarrollo la organización del poder sobre la vida. La función más alta del poder ya no es matar, sino invadir la vida enteramente. Se desarrollaron diversas disciplinas (escuelas, colegios, cuarteles, talleres), para obtener la sujeción de los cuerpos y el control de las poblaciones. Se inicia así la era del bio-poder, que fue indispensable para el desarrollo del capitalismo. Se desarrollaron grandes aparatos de Estado, como instituciones de poder, aseguraron el mantenimiento de las relaciones de producción, los rudimentos de anatomo y biopolítica, actuaron en el terreno de los procesos económicos, operaron como instrumentos de jerarquización y factores de segregación sociales. Lo biológico se refleja en lo político. Hubo presiones mediante las cuales, los movimientos de la vida y los procesos de la historia se interfieren mutuamente (biopolítica) para designar lo que hace entrar a la vida y sus mecanismos en el dominio de los cálculos explícitos y convierte el poder saber en un agente de transformación de la vida humana. Nuevo modo de relación entre la vida y la historia. Una consecuencia del desarrollo del bio-poder es la importancia del juego de la norma a expensas del sistema jurídico de la ley. Un poder que tiene como tarea tomar la vida necesita mecanismos reguladores y correctivos. El derecho a la vida es a encontrar lo que uno es y todo lo que uno puede ser. Depende de las disciplinas del cuerpo. El sexo es el acceso a la vida del cuerpo y a la vida de la especie. Es utilizado como matriz de las disciplinas y principio de las regulaciones. Se convierte en tema de operaciones políticas, de campañas ideológicas de moralización o de responsabilización. Hay cuatro líneas de ataque en las que avanzó la política del sexo desde hace dos siglos. Las dos primeras se apoyaron en las exigencias de regulación, para obtener efectos en el campo de la disciplina; la sexualización del niño, como forma de campaña por la salud de la raza; la histerización de las mujeres que se llevo a cabo en nombre de la responsabilidad que les cabria respecto de la salud de sus hijos. El sexo se convirtió en un blanco central para un poder organizado alrededor de la administración de la vida y no de la amenaza de la muerte. Para una sociedad con sistemas de alianza, el poder hablar a través de la sangre es una realidad con función simbólica. El poder habla de la sexualidad y a la sexualidad, es objeto y blanco. La sociedad paso de una simbólica de la sangre a una analítica de la sexualidad. La sexualidad está del lado de la norma, del saber, de la vida, del sentido, de las disciplinas y las regulaciones.el honor político del psicoanálisis es lo que podría haber de proliferante en esos mecanismos de poder que pretendían controlar y administrar lo cotidiano de la sexualidad. Los dispositivos de poder se sitúan directamente en el cuerpo, donde lo biológico y lo histórico se ligarían conforme al desarrollo de las tecnologías modernas de poder que toman como blanco suyo la vida. La sexualidad es respecto del poder un efecto de sus arreglos o maniobras.