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Sociedad y Estado

Orígenes del Peronismo Cat: Villarruel

 2º Cuat. del 2007

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Debate sobre los orígenes del peronismo

A la hora de explicar los orígenes del peronismo, es decir la relación entre la clase obrera y Perón, existen al menos dos posturas contrapuestas. Por un lado, encontramos la posición de Germani cuya hipótesis plantea que existe una división entre una vieja y una nueva guardia sindical. Esta última habría sido manipulada por Perón por tratarse de una masa disponible y pasiva compuesta por obreros provenientes del interior del país sin ningún tipo de experiencia gremial. Por otra parte, encontramos la posición denominada a veces revisionista que sostiene que el apoyo a Perón se debió a que la clase obrera encontró en él la mejor forma de canalizar sus demandas. En este sentido, los obreros no constituían una masa inexperta y pasiva, sino una clase activa dotada de conciencia, aunque más no sea, reformista. En función de esta caracterización es posible agrupar a diferentes autores que abordaron la temática sobre los orígenes del peronismo. De esta manera, James y Juan Carlos Torre quedarían agrupados en la primera posición, mientras que Murmis, Portantiero y Doyon se agruparían en torno a la segunda.
En su libro Resistencia e integración, James, si bien reconoce que la clase obrera encontró en Perón la mejor forma de canalizar sus demandas económicas, no cree que este haya sido el principal motivo por el cual la clase obrera se hiciera peronista. En realidad, este autor levanta la posición de Germani ya que sostiene una serie de argumentos que enfatizan el carácter de Perón en tanto líder carismático. Esto se evidencia en la importancia que el autor otorga al análisis del discurso peronista, a la personalidad de Perón y a los aspectos emotivos y sentimentales por sobre las cuestiones materiales. En definitiva, tanto para James como para Germani, la clase obrera fue creada por Perón:
“La clase trabajadora no llegó al peronismo ya plenamente formada y se limitó a adoptar esa causa y su retórica como el más convenientes de los vehículos disponibles para satisfacer sus necesidades materiales. En un sentido importante, la clase trabajadora misma fue constituida por Perón; su propia identificación como fuerza social y política, dentro de la sociedad nacional fue, al menos en parte, construida por el discurso político peronista, que ofreció a los trabajadores soluciones viables para sus problemas y una visión creíble de la sociedad argentina y el papel que les correspondía en ella” .
Juan Carlos Torre se alinea también bajo la posición germaniana porque si bien, al igual que James, reconoce que las masas se ligan a perón porque ven en él la mejor manera de canalizar sus demandas materiales, sostiene que no es este el principal motivo de adhesión. Plantea entonces la necesidad de considerar como factor explicativo la existencia de una crisis de participación, que se manifiesta en la marginación política de los trabajadores. Con la llegada de Perón al poder se termina con esta situación ya que éste los reconoce como miembros de pleno derecho en la comunidad política nacional. Torre plantea que durante los años 30 se vive en Argentina un momento de modernización y de crecimiento económico industrial que sin embargo, no se corresponde con un cambio a nivel de las instituciones políticas, que excluyen a la mayoría de la población de cualquier tipo de participación:
“Aunque desde un punto de vista estructural la sociedad se halla “madura”, la pérdida de autonomía de las instituciones políticas impide la emergencia de movimientos sociales de base, puesto que éstos no pueden formarse y crecer sin la existencia previa de un mínimo de libertades y garantías” .
Este autor, al igual que James, considera que el creador de la clase obrera fue Perón. De hecho, Torre sostiene que al abrir los canales de participación política a los sectores populares, la nueva elite dirigente contribuye a constituir al movimiento obrero. Por otra parte, este movimiento recientemente creado, se subordinará a la elite dirigente, pues carece de una experiencia política propia.
Contrariamente a lo planteado por los autores anteriormente citados, Murmis y Portantiero sostienen que en el proceso de formación del peronismo tuvieron una intensa participación los antiguos dirigentes y las viejas organizaciones gremiales. Plantean además que en lugar de subrayar una división entre nuevos y viejos obreros, hay que poner de relieve la homogeneidad existente al interior de la clase trabajadora respecto de sus condiciones de explotación. Es decir, que la clase obrera preperonista es una clase obrera homogéneamente explotada. En oposición a lo planteado por Torre, podemos decir que el crecimiento del sindicalismo argentino no se produce con la llegada de Perón, sino que existe desde antes una estructura sindical consolidada. Esto se debió principalmente a dos factores: por un lado, hacia 1935 la economía argentina repunta y crece la ocupación, lo cual robustece la capacidad negociadora de los sindicatos. Por otra parte, como ya dije, la clase obrera es altamente explotada y si bien se percibe un importante crecimiento económico no se produce un incremento en los salarios. Por esto, durante el período se incrementan las reivindicaciones gremiales. Estos dos factores, la alta tasa de ocupación y el aumento de las reivindicaciones gremiales, reforzaron las posibilidades de acción sindical, todo lo cual se expresó en el crecimiento de las organizaciones gremiales y en una elevada tasa de movilización. Sin embargo, hacia 1943 la clase obrera no ha conseguido aún resolver a su favor la mayoría de sus reivindicaciones. Es recién con Perón que logrará canalizar la mayor parte de sus demandas materiales y políticas.
Bajo esta misma línea encontramos por último la posición de Doyon. En su libro La formación del sindicalismo peronista, la autora demuestra que existe continuidad entre las formas de organización del movimiento obrero preperonista y el peronista. De esta manera, se opone a la tesis de Germani, que como vimos, marca una ruptura entre el movimiento obrero peronista y el anterior. Doyon observa a partir del estudio de la estructura sindical, que el modelo de sindicato, el sindicato industrial, que se difunde con Perón ya existía antes de su arribo al poder. Lo que hace el peronismo es otorgar apoyo político y legal a estas organizaciones, pero de ninguna manera surgen a partir de él. Ahora bien, la autora caracteriza también que sí existió un elemento nuevo durante el peronismo y que fue la fuerte intervención estatal tendiente a unificar bajo una única central obrera al movimiento sindical. El objetivo de Perón fue subordinar cada vez más al movimiento al estado. Sin embargo, se vio varias veces obstaculizado en su tarea por el peso que tenían en esa época las comisiones internas en las fábricas. Así, aunque el Estado podía la mayor parte de las veces negociar con los dirigentes sindicales, esto no era garantía de que las decisiones fueran a llevarse a la práctica pues todo dependía de que al interior de las fábricas se aprobara la iniciativa. Debido a esto, el estado comenzó a brindar apoyo político a aquellos dirigentes, oficialistas u opositores, que pudieran controlar a las bases.
En conclusión, las posiciones que se agrupan en torno a Germani, la de James y la de Torre sostienen que la clase obrera fue creada por Perón y parecen desconocer de esta manera toda la experiencia sindical previa. Ahora bien, pueden plantearse algunas objeciones a este planteo. Por un lado, y si se toma la definición de clase planteada por Thompson , esta afirmación se cae inmediatamente ya que antes de la llegada de Perón al poder existía un conjunto de hombres con una experiencia común de lucha, que constituían, por lo tanto una clase. Por otra parte, si consideramos que una clase posee conciencia de tal cuando es conciente de sus objetivos históricos, no es posible pensar que la conciencia peronista, una conciencia netamente reformista, le otorgue al movimiento obrero esa característica. Es decir, el peronismo no puede ser el punto de llegada final en la constitución de la clase obrera argentina, aunque sí constituye un hito importante en el conjunto de experiencias de la clase. Considero entonces más acertado el planteo de Murmis, Portantiero y Doyon, ya que si en el 43 la clase obrera se hizo peronista no fue por inexperiencia o irracionalidad sino porque, en ese momento histórico, el peronismo se presentaba como la alternativa más racional a la que podía apostar. Esto no implica pensar que con el reformismo de estado se solucionan los problemas de la clase obrera. De hecho, sólo una clase obrera autónoma de la burguesía y con conciencia revolucionaria puede encauzar un proyecto verdaderamente emancipador.


El movimiento obrero en los orígenes del peronismo

Murmis y Portantiero.

El tema del texto trata sobre los orígenes del peronismo. En términos generales, el objetivo de los autores es analizar la forma de participación de la clase obrera y sus organizaciones en el régimen nacional popular (populismo) entendido este como una situación de desplazamiento en que llegan a encontrarse grandes contingentes de humanos, lo que los transforma en masas manipulables.
Los autores discuten, fundamentalmente, con las posturas teórico-académicas de Gino Germani y otros. En el análisis del proceso de industrialización sin intervensionismo social y la posterior emergencia de un régimen nacional y popular, estos autores analizan, en primer lugar, sólo un aspecto: el de la incorporación de contingentes de obreros “nuevos” ; en segundo lugar, descartan el papel que los viejos obreros y sus organizaciones pueden llegar a tener en la estructuración de un movimiento populista. Así planteado, parece ser que habría una ruptura entre las viejas tradiciones sindicales con respecto a las nuevas. En este sentido, Murmis y Portantiero sostienen la idea de que no hay ruptura entre las viejas y nuevas organizaciones sindicales, sino, más bien, una relación de continuidad.
El objetivo más específico de Murmis y Portantiero es presentar un panorama del papel de los sectores obreros en el surgimiento del peronismo. En este sentido, plantean tres hipótesis: 1) en el surgimiento del peronismo hubo una intensa participación de organizaciones y dirigentes del sector de obreros “viejos”; 2) que no es pasiva y heterónoma la participación obrera en la constitución del movimiento nacional y popular; y 3) que la participación conjunta de obreros viejos y nuevos implicaba un proyecto social de continuidad programática con reclamos previos de las organizaciones obreras, como también, era ya una tendencia con antecedentes en el sindicalismo anterior al peronismo, la posibilidad de participación obrera en una alianza policlasista.
Los autores utilizan una serie de argumentos para reforzar las hipótesis planteadas. En primer lugar, el número total de sindicatos hacia 1941 era de 356 con cerca de 450.000 afiliados, cifra que no difiere demasiado del año 1945 en el que Perón llega al poder. Esto explica que el apoyo gremial al populismo fue instrumentado por una estructura sindical en lo esencial preexistente, sin que pueda hablarse de una discontinuidad marcada con el pasado inmediato. En líneas generales, la composición interna de los sindicatos era la misma durante el período 1941 - 1945.
Otro argumento, tiene que ver con las tendencias predominantes en el sindicalismo. Algunos autores plantean un punto de ruptura en 1943 en tanto finaliza la etapa del sindicalismo tradicional y comienza el sindicalismo de masas ligado al aparato del Estado. Sin embargo, hasta 1946 – 1947, las orientaciones del movimiento obrero se hallarán fuertemente ligadas con la secuencia anterior. Esto puede observarse ya desde 1930 en donde había un sector con una tendencia a establecer alianzas con sectores estatales y con un grupo de propietarios industriales. Entre 1930 y 1935, es un momento de extrema debilidad del movimiento obrero. Esta situación cambia a partir de 1935. La ocupación crece y la capacidad de negociación del sindicalismo se robustece. Estas distintas etapas marcaron ciertos realineamientos en la dirección de la CGT. Finalmente, hacia comienzos de la década del ´40, la situación del sindicalismo desde el punto de vista de las tendencias predominantes era la siguiente: por un lado la CGT (abarcaba la mayoría de los trabajadores sindicalizados, en cuya dirección participaban socialistas, comunistas y sindicalistas); por otro lado, la USA (liderada por sindicalistas); y, por último, los sindicatos autónomos.
En lo que refiere a las luchas obreras previas al peronismo, la capacidad de movilización de las organizaciones gremiales se iba acrecentando. Todo el período que arranca en 1939 se caracteriza por un crecimiento sostenido en los niveles de ocupación, mientras que el salario real se mantiene estancado. Esto lleva a la agudización de conflictos y de movilización hasta llegar a 1942 a cifras topes. El total de huelgas fue de 113 con un total de 39.685 huelguistas. Esto explica que en momentos previos al surgimiento del peronismo, el movimiento obrero estaba activo luchando por reivindicaciones salariales.
Un último argumento tiene que ver con la orientación del sindicalismo en los orígenes del peronismo. En 1943, la CGT se halla nuevamente dividida en dos sectores. Por un lado, la CGT N°1, que buscaba la máxima independencia de la CGT con respecto a los partidos políticos. Por otro lado, la CGT N°2, integrada por los gremios dirigidos por aquellos afiliados socialistas más integrados a la estructura partidaria y por los sindicatos dirigidos por los comunistas. El 27 de septiembre, el General Perón es designado Director del Departamento Nacional del Trabajo. A partir de ese momento, comienza a gestarse una etapa de relaciones entre el sindicalismo y el Estado: es el origen del peronismo. En junio de 1945, luego de un manifiesto de las entidades patronales en protesta contra la política del estado, comienzan las respuestas sindicales a favor del gobierno que culminaron con un mitín callejero con una consigna en defensa de las mejoras obtenidas por los trabajadores obtenidas por la Secretaría de Trabajo y Previsión. Este proceso culmina con los sucesos de octubre del ´45 y con la fundación del Partido Laborista, que tendría una gran influencia en la victoria electoral de Perón en 1946. Este sector gremial que apuntalará el surgimiento del peronismo, no hizo más que profundizar una tendencia preexistente por lo menos desde 1930. Por otro lado, estaba la otra coalición, es decir, la Unión Democrática. El choque entre ambas coaliciones representaba la contradicción de dos alianzas entre distintas clases y grupos sociales. El vuelco final del sindicalismo hacia el peronismo es la respuesta obrera frente a una ofensiva contra sus conquistas reivindicativas por parte de sectores de grandes propietarios, agrícolas y comerciantes.
Los autores concluyen que durante el proceso de génesis del peronismo tuvieron una intensa participación dirigentes y organizaciones gremiales viejas, participación que llegó a ser fundamental a nivel de los sindicatos y de la CGT y muy importante en el Partido Laborista. Es decir que más que la división o ruptura de interna de la clase obrera, Murmis y Portantiero subrayan la unidad de la misma como sector social sometido a un proceso de acumulación capitalista sin distribución del ingreso, durante el proceso de industrialización en la década del ´30. Esto produjo una serie de reivindicaciones que abarcaban al conjunto de la clase obrera y que el sindicalismo no pudo satisfacer hasta que en 1944 y 1946, a partir ciertas políticas estatales, se van solucionando. De esta manera, los sindicatos (viejos y nuevos) articulan una política de alianzas con un sector del aparato del Estado.