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Sociología

Resumen sobre Marx

Cátedra: Nievas

1º Cuat. de 2013 Altillo.com

La lucha de clases en la formación social capitalista: elementos invariantes para una primera aproximación
1.- La lucha de clases como ley social
"...La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos, se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes…" Marx, Karl y Engels, Friedrich; Manifiesto del Partido Comunista (1848).
a.- En la tradición engelsmarxiana se ha desarrollado la teoría de la lucha de clases como instrumento de observación y comprensión de lo social, centralidad que aparece en la formulación general que da inicio al Manifiesto Comunista: la lucha de clases rige la marcha de la historia.
Esta afirmación resume la materia prima con la que Marx y Engels comienzan a elaborar su concepción de la historia y sus análisis respecto de las clases y sus luchas. Pues bien: ¿en qué sentido podría entenderse esta proposición?
La "lucha de clases" es conceptualizada como una ley social, esto es, "lucha de clases" es un operador teórico que construye observables mediante el análisis de unos hechos o acontecimientos que llamamos "sucesos políticos", sucesos que observan una reiterabilidad y una regularidad tal que permite ordenar, analíticamente, el movimiento de lo social.
En tanto ley social, se considera objetiva, exterior y coactiva:
Objetiva, en tanto objetivación de acciones realizadas y, al mismo tiempo, síntesis de acciones individuales que exceden el sentido subjetivo de las mismas;
Exterior, pues escapa a las subjetividades de los individuos;
Coactiva, pues se impone a la voluntad de los hombres al "trazar los caminos" por los que se desenvuelven las acciones.
Al postular la lucha de clases con carácter de ley social Marx y Engels han abierto la exploración hacia un modelo de pensamiento cuya novedad teórica fundamental reside en los antagonismos sociales.
b.- En el enunciado de la lucha de clases con carácter de ley encontramos que la sociedad misma constituye, objetivamente, el territorio de la contradicción entre las clases ( en tanto antagonismo del proceso de producción social, la contradicción radica en la propia organización, en la propia disposición de los hombres entre sí y respecto de la naturaleza, en su modo de apropiación de la naturaleza. Desde esta perspectiva, se pone de relieve que los individuos, expresión de unas determinadas relaciones sociales, forman parte de unas luchas que resultan de un antagonismo que no es "individual", sino social.
 
 
2.- El carácter objetivo de la lucha de clases
c.- Dado que esta enunciación es aún demasiado general, ya que a todas las sociedades clasistas se ajusta este principio, es preciso restringirla para la formación social actual: la capitalista.
De la distinción de los dos tipos de circulación del dinero se desprenden los dos tipos de relaciones sociales:
a) "dinero como capital" o "relación de intercambio de mercancías" y, b) "dinero como capital" o "relación social de compra y venta de fuerza de trabajo".
Lo característico de la sociedad capitalista es la producción de valor determinada, esencialmente, por la relación social de producción que opone a capitalistas y obreros, siendo la explotación del proletariado lo que posibilita la existencia del capital como "valor que se valoriza". De modo que son las relaciones sociales de producción capitalistas mismas las que crean las condiciones objetivas para el desarrollo de la lucha de clases.

 
 
 
 
 
d.- Debemos aclarar que la relación social de compra y venta de fuerza de trabajo no completa el análisis de las clases sociales y sus luchas ( la compra y venta de fuerza de trabajo tiene como anclaje el ámbito del intercambio y la circulación, esto es, el ámbito del mercado, en tanto capitalistas y obreros se encuentran como compradores y vendedores de mercancías, en el "reino de la libertad, la igualdad y la fraternidad". Pero este es solo un aspecto de dicha relación.
La lectura que hemos presentado de las secciones segunda y tercera de El Capital estaba dirigida, justamente, a complejizar el análisis yendo hacia el ámbito de la producción, ya que es en el ámbito de la producción donde están las claves fundamentales para el entendimiento de la teoría de las clases sociales y sus luchas en el materialismo histórico ( la teoría marxista de las clases sociales es inseparable del concepto de explotación y dominación, cuya densidad se despliega en toda su dimensión ya en la producción misma:
"…La dominación del capitalista sobre el obrero es por consiguiente la de la cosa sobre el hombre, la del trabajo muerto sobre el trabajo vivo, la del producto sobre el productor, ya que en realidad las mercancías, que se convierten en medios de dominación sobre los obreros (pero sólo como medios de la dominación del capital mismo), no son sino meros resultados del proceso de producción, los productos del mismo. En la producción material, en el verdadero proceso de la vida social –pues esto es el proceso de la producción- se da exactamente la misma relación que en el terreno ideológico se presenta en la religión: la conversión del sujeto en el objeto y viceversa…"
Así, la propiedad como dominio exclusivo del capital se expresa, desde la condición misma del obrero asalariado, en su doble aspecto:
a) por una parte, obrero expropiado en su origen mismo de sus condiciones materiales de existencia, por lo que sólo puede vender (enajenar) su trabajo y el producto de su trabajo a cambio de medios de subsistencia (bajo la forma salario) y, por otra parte; b) también desde su situación como obrero asalariado, la proporción de la riqueza socialmente producida que se le asigna (trabajo necesario), es la mínima indispensable para su subsistencia y la de sus hijos.

 
 
Elementos de la variabilidad del sentido de la lucha (relaciones de fuerzas y correlación de fuerzas)
Marx nos brinda los elementos esenciales para analizar las relaciones de fuerzas en el proceso de desarrollo de la lucha de clases. La lógica de agregación/disgregación de fuerzas la describe con sumo rigor y en forma sistemática en sus análisis económicos sobre la regulación del mercado. Así, al analizar la determinación del precio de una mercancía, lo explica por la concurrencia entre tres aspectos:
1. Competencia en la demanda.
2. Competencia en la oferta.
3. Competencia entre compradores y vendedores.
El primer punto (competencia entre los demandantes), tiene como efecto, haciendo abstracción de los dos subsiguientes, la suba del precio de la mercancía en cuestión. El segundo punto, en idénticas condiciones, tiene como efecto la caída del precio de la mercancía.
En ambos casos Marx está analizando la competencia en el interior de cada conglomerado de acciones sociales (acción de compra —demanda—, y acción de venta —oferta—), desde un punto de vista global: el conjunto de la demanda y el conjunto de la oferta; el conjunto de los potenciales adquirentes y el conjunto de los potenciales vendedores. En ese sentido, lo que está analizando es la situación entre los demandantes y los oferentes, esto es, las relaciones internas entre iguales (demandantes, por un lado y oferentes, por el otro).
Y esas relaciones, nos aclara, no expresan unidad corporativa, sino conflicto, lucha, pelea; "competencia", en términos de mercado. Estas relaciones están estructuradas como contradicción, de donde surge el conflicto. Como toda lucha, implica el uso de distintos niveles y tipos de violencia, sea tanto estructural (para el sostenimiento de la relación) como emergente (para su reestructuración y eventual cambio). Está hablando, en síntesis, de confrontación entre iguales. En este sentido, establece una resultante que es la relación de fuerzas de ese conglomerado.
Pero hay un tercer punto, que no es entre iguales, sino entre contrarios, entre antagonistas. Y de allí es de donde surge el vínculo general, la relación social de compra–venta; es decir, no ya la relación intraclase de acción sino la relación interclase de acción, no ya la relación de fuerzas, sino la relación entre relaciones de fuerzas, correlación entre las fuerzas, o, simplemente, correlación de fuerzas.
En el trabajo citado establece:
"[...] hay la competencia entre compradores y vendedores; unos quieren comprar lo más barato posible, otros vender lo más caro que puedan. El resultado de esta competencia entre compradores y vendedores dependerá de la relación existente entre los dos aspectos de la competencia mencionada más arriba [entre iguales]; es decir, de que predomine la competencia entre las huestes de los compradores o entre las huestes de los vendedores. La industria lanza al campo de batalla a dos ejércitos contendientes, en las filas de cada uno de los cuales se libra además una batalla intestina. El ejército cuyas tropas se pegan menos entre sí es el que triunfa sobre el otro."
En este párrafo encontramos todos los elementos necesarios para nuestro análisis. En primer lugar, la base material en que se desarrolla la lucha (para el caso específico del precio de las mercancías, el mercado; para el de la lucha de clases en general, el sistema social en su conjunto). Marx lo caracteriza como el campo de batalla, el escenario de la contienda.
En segundo lugar nos brinda el primer operador metodológico con que aproximarnos analíticamente al proceso: la lucha (competencia) en un primer nivel de desagregación: entre iguales (la batalla intestina). E, inmediatamente, y en tercer lugar, la visión del conjunto: la lucha entre los contrarios, de lo cual surge el segundo operador metodológico: como contracara de la lucha, la cohesión ("el ejército cuyas tropas se pegan menos entre sí es el que triunfa sobre el otro").
Esto además nos brinda una indicación metodológica de importancia, pues advierte la permanencia de las contradicciones internas en cada bando. La cohesión nunca es completa y factores de desencuentro están permanentemente presentes. La tarea política consiste, por consiguiente, en minimizarlas teniendo en vista las contradicciones del bando opuesto. Por otra parte, si observamos sólo un bando notamos que nunca desaparece la lucha; cuando no tiene la capacidad de luchar contra el otro bando, la misma se reconduce dentro de sí, por lo que se diluyen los grados de cohesión, potenciándose de este modo la dirección general del proceso visto en su conjunto.
Nos brinda de esta manera un elemento analítico más, con el que completa el movimiento dialéctico: la correlación de fuerzas se establece por la relación de fuerzas en el interior de cada bando, pero estas relaciones primarias son producto, a su vez, de la correlación de fuerzas, que es la que tiende a disgregar al bando más débil y a la agregación del más fuerte. De forma tal que existen dos niveles de enfrentamiento, uno horizontal (entre iguales) y otro vertical (entre contrarios):
D D


O O
La denominación que utiliza Marx en este pasaje, oferentes y demandantes, expresa la máxima abstracción en que se puede presentar a estos personajes contrarios en el territorio capitalista por excelencia: el mercado.
De lo expresado podemos concluir el siguiente corolario: el resultado general de las confrontaciones determina la aceleración o el retardo del tiempo social, siendo el primer caso el momento "ascendente" de la lucha, y el segundo, el momento "descendente" de la lucha de clases.
3.- Las nociones de "periodización" y de "estadio" en la teoría de la lucha de clases
e.- En el capitalismo los sujetos que produce esta lucha y en los que se ancla el antagonismo son, tendencialmente, burguesía y proletariado. ¿Por qué tendencialmente?
Porque la lucha de clases, en su formulación como ley social, reconoce diferentes tipos de enfrentamientos entre ambas clases que, a través de la teoría, permite ordenarlos y desentrañar la gradación que, tendencialmente, concurre en dirección al enfrentamiento entre los sujetos antagónicos, y tal enfrentamiento en sus diferentes niveles.

 
 
Cuando afirmamos que la lucha de clases recorre etapas, no nos referimos a un lapso temporal (pese a que está indefectiblemente vinculado a ello), sino a una configuración particular de correlación de fuerzas entre las clases sociales ( c/u de estas configuraciones tiene propiedades que le son específicas, siendo las mismas las que permiten el reconocimiento de las diferentes etapas dentro de un proceso que es continuo:

 
 
 
f.- ¿A qué refiere esa "forma"? ( Refiere a la distribución de fuerzas sociales que conforman un equilibrio inestable, dinámico, homeorrésico para cada período, que resulta peculiar respecto de los demás.
Así, cada estadio es una construcción internamente equilibrada, cuya característica principal es la de secuencialidad de equilibraciones con diferentes niveles de actividad, siendo los de orden "superior" —o más desarrollados— más dinámicos que los de orden "inferior" o primitivos, sin que los elementos estructurales "previos" (es decir inferiores) desaparezcan (en los superiores), quedando, por el contrario, subsumidos en el nuevo equilibrio, bajo otra organización.
Por ello, los estadios son "evolutivos y cada vez más complejos, sin que sea posible saltarse cualquier estadio, dado que cada estadio superior —superior según un modelo de desarrollo que se puede reconstruir racionalmente a posteriori— «implica» al precedente": no hay, en la sucesividad de los estadios, preestablecimientos determinantes, sino elementos concurrentes que son los que permiten la reequilibración ( cada estadio desarrolla y contiene los elementos que le son característicos: una determinada subjetividad, una visión del mundo más o menos generalizada, valores que tienden a universalizarse, una dinámica social propia, etc., y no excluye su reversibilidad.
4.- La periodización de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista
g.- Marx y Engels realizaron una periodización en general —es decir, una periodización que reconoce particularidades—, recorriendo una dualidad analítica: a) por una parte, toman como objeto de la periodización al sujeto dinamizador de la lucha —el proletariado— en su punto de máximo desarrollo —el sujeto revolucionario—, cuyo origen rastrean desde la propia constitución del mismo.
Pero ese es sólo un aspecto del análisis; b) del mismo modo que parten del sujeto revolucionario constituido, sistémicamente parten del momento de máximo desarrollo de la lucha de clases: de la revolución, que es una guerra, no entre Estados, sino una guerra civil. Precisamente, caracterizan al proceso de lucha de clases como una "guerra civil más o menos encubierta". Desde este punto van a analizar las diferentes etapas que conducen al mismo.
Los siguientes son los párrafos en los que tratan este asunto:
El proletariado pasa por diferentes etapas de desarrollo. Su lucha contra la burguesía comienza con su surgimiento.
Al principio, la lucha es entablada por obreros aislados; después por los obreros de una misma fábrica; más tarde, por los obreros del mismo oficio de la localidad contra el burgués aislado que los explota directamente. No se contentan con dirigir sus ataques contra las relaciones burguesas de producción, y los dirigen contra los mismos instrumentos de producción: destruyen las mercancías extranjeras que les hacen competencia, rompen las máquinas, incendian las fábricas, intentan reconquistar por la fuerza la posición perdida del trabajador de la Edad Media.
En esta etapa los obreros forman una masa diseminada por todo el país y disgregada por la competencia. Si los obreros forman en masas compactas, esta acción no es todavía la consecuencia de su propia unidad, sino de la unidad de la burguesía, que para alcanzar sus propios fines políticos debe –y por ahora aún puede- poner en movimiento a todo el proletariado. Durante esta etapa los proletarios no combaten, por tanto, contra sus propios enemigos, sino contra los enemigos de sus enemigos, es decir, contra los vestigios de la monarquía absoluta, los propietarios territoriales, los burgueses no industriales y los pequeños burgueses. Todo el movimiento histórico se concentra, de esta suerte, en manos de la burguesía; cada victoria alcanzada en estas condiciones es una victoria de la burguesía.
Pero la industria, en su desarrollo, no sólo acrecienta el número de proletarios, sino que los concentra en masas considerables; su fuerza aumenta y adquieren mayor conciencia de la misma. Los intereses y las condiciones de existencia de los proletarios se igualan cada vez más a medida que la máquina va borrando las diferencias en el trabajo y reduce el salario, casi en todas partes, a un nivel igualmente bajo. Como resultado de la creciente competencia de los burgueses entre sí y de las crisis comerciales que ella ocasiona, los salarios son cada vez más fluctuantes; el constante y acelerado perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en situación cada vez más precaria; las colisiones entre el obrero individual y el burgués individual adquieren más y más el carácter de colisiones entre dos clases. Los obreros comienzan a formar coaliciones contra los burgueses y actúan en común para la defensa de sus salarios. Llegan hasta formar asociaciones permanentes para asegurarse los medios necesarios, en previsión de estos choques eventuales. Aquí y allá la lucha estalla en sublevación.
A veces los obreros triunfan; pero es un triunfo efímero. El verdadero resultado de sus luchas no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de los obreros. Esta unión es propiciada por el crecimiento de los medios de comunicación creados por la gran industria y que ponen en contacto a los obreros de diferentes localidades. Y basta ese contacto para que las numerosas luchas locales, que en todas partes revisten el mismo carácter, se centralicen en una lucha nacional, en una lucha de clases. Mas toda lucha de clases es una lucha política. Y la unión que los habitantes de las ciudades de la Edad Media, con sus caminos vecinales, tardaron siglos en establecer, los proletarios modernos, con los ferrocarriles, la llevan a cabo en unos pocos años.
Esta organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político, vuelve sin cesar a ser socavada por la competencia de los propios obreros. Pero resurge, y siempre más firme, más potente. Aprovecha las disensiones intestinas de los burgueses para obligarles a reconocer por la ley algunos intereses de la clase obrera; por ejemplo, la ley de la jornada de diez horas en Inglaterra…"
Podemos observar aquí que los autores localizan tres momentos de la lucha de clases ( c/u de estos momentos expresa diferentes grados de desarrollo de la fuerza social de la burguesía y el proletariado, en tanto clases antagónicas, donde fuerza social significa alianzas de clases, esto es, articulación de fracciones o clases que potencian su acción.
Así, el primer momento se corresponde con una situación de máxima disimetría de poder entre las clases, dado que la correlación de fuerzas es absolutamente favorable a la fuerza social acaudillada por la burguesía: la clase obrera existe por acción del capital, como un conjunto de obreros aislados, geográficamente dispersos, y fuertemente divididos aún entre sí, es decir, "disgregados por la competencia".
Pero aunque la lucha de clases se encuentre en su nivel más bajo, aún así hay luchas "entabladas por obreros aislados", pero que constituyen una fuerza solamente en la medida en que actúan como "fuerza de maniobra" de la burguesía contra los enemigos de ésta (la monarquía, los terratenientes feudales, etc.). Este sería un momento embrionario de la lucha de clases del proletariado moderno, dado que la clase obrera carece de autonomía de clase.
En el segundo momento, con la aparición de la gran industria, comienza a desarrollarse la organización de tipo corporativa de la clase obrera, es decir, una situación donde la clase obrera construye espacios sociales propios: la organización en asociaciones de clase, las coaliciones. Con ellas, se crean las condiciones para reordenar parcialmente las relaciones de fuerzas entre las clases, pues los obreros, al organizarse por fábrica y por "oficio" (primero adoptando la forma de coaliciones para defender sus salarios y luego transmutando estas coaliciones –antes aisladas- en verdaderas trincheras "nacionales"), imponen a la clase capitalista la posibilidad de las negociaciones.
Nótese además que al constituir la clase obrera sus propias organizaciones de clase -las coaliciones-, los obreros toman conciencia de la necesidad de luchar no solamente por reivindicaciones inmediatas, sino además asumen que "hay que organizarse", pues esta organización (la coalición) debe permanecer aún en los momentos en que "no hay lucha". De modo que la mera agregación por fábrica, por localidad, por oficio, y en su dimensión finalmente de carácter nacional, no es la sumatoria de elementos simples, sino la potenciación de un sujeto colectivo que, en su desenvolvimiento mismo como sujeto, repotencia sus fuerzas.
Finalmente, aparece un tercer momento que se caracteriza por una paridad relativa de fuerzas entre los bandos antagónicos, situación que se expresa como la crisis de las formas en que se ejercía la dominación, y que se resuelve "…en base al fundamento último de toda relación de poder: mediante el ejercicio de la violencia física. La gestión de la violencia en escala social se realiza militarmente, por ello la forma y el nivel que adopta la violencia es la de guerra civil..."
h.- Ahora bien. Si recuperamos el enfoque relacional que la propuesta analítica marxengelsiana permite constituir respecto del problema teórico de las clases y sus luchas, y considerando que toda relación social implica un proceso, al volver la mirada sobre la periodización general de la lucha de clases del proletariado, tenemos que:
i) el sentido del proceso está determinado por la equilibración y/o la variabilidad de las relaciones de fuerzas entre las clases antagónicas, y vemos también que cada momento de la lucha de clases se corresponde con determinadas formas de lucha, determinadas formas de acción y, por tanto, determinados grados de desarrollo de la conciencia proletaria;
ii) cada uno de estos tres momentos se corresponde con diferentes tipos de relaciones que hacen a la constitución misma de las clases en la lucha de clases: el primer momento está caracterizado como relación de compradores y vendedores, pues se oponen los proletarios disgregados con la clase capitalista; en el segundo momento los proletarios aparecen ya organizados en coaliciones obreras y se enfrentan a las coaliciones capitalistas y, en el tercer momento, el proletariado aparece ya reagrupado junto con otras clases y fracciones de clase en el partido revolucionario, con fuerza político-militar, y que tiene frente a sí a una burguesía que ha perdido parte del campo de sus alianzas y que lucha desde el aparato estatal mismo;
iii) este mismo enfoque relacional nos permite también percibir que cada uno de estos momentos se distinguen, unos de otros, por la mutación misma de las clases sociales a través de los enfrentamientos que libran, esto es, a través de sus luchas de clases. Así, si el primer momento se corresponde con una situación en la cual la clase obrera libra luchas individuales y espontáneas de resistencia a la explotación del capital, dado que carece de organizaciones de carácter colectivo, el segundo momento supone el desarrollo de un mayor grado de articulación de fuerzas al interior del bando proletario, pues el proletariado comienza a dejar atrás la situación inicial de sometimiento y, como resultado de la dinámica de los enfrentamientos que libra, desarrolla un proceso de expansión organizativa que implica la estructuración de los obreros de una misma fábrica como punto de partida, para alcanzar luego, en su punto más alto, un nivel de estructuración de carácter nacional. Así, el proletariado evoluciona de fuerza de masas subordinada a la burguesía a movimiento de masas proletario, creando las condiciones favorables para el tránsito hacia una lucha política;
iv) con ello se dan entonces las condiciones para el tránsito hacia el momento más desarrollado, que es justamente aquél en el que el proletariado aparece como sujeto social armado (moral y materialmente), y por lo tanto implica la lucha política, sí, pero entendida como acción revolucionaria propia de una fuerza política con capacidad militar. Así, el proletariado despliega una mayor energía, pues es el momento en que los combates se generalizan y expanden a nivel nacional, sobrepasando el ámbito institucional del Estado y llegando incluso a las formas propias de la insurrección y de la guerra civil. Es el momento de constitución plena del partido revolucionario;
¿Qué resulta de todo ello? Que el proceso mismo de desarrollo de la lucha de clases es un proceso de producción de la burguesía y del proletariado como clases sociales fundamentales de las relaciones sociales capitalistas de producción. La esencia de la teoría de las clases y sus luchas en la tradición marxengelsiana se encuentra anclada entonces en las relaciones: relaciones de explotación, relaciones de conflicto y de lucha que operan como impulso mismo de los procesos de formación de las clases sociales a través de sus luchas.
De allí que si el punto de partida de esta periodización general estaba caracterizada por una relación de fuerzas desigual, con iniciativa burguesa, el punto más alto de dicha periodización es la modificación de aquella relación de fuerzas, ahora con iniciativa proletaria, que incluye la mutación de las personificaciones sociales: nuestro punto de partida ha sido la personificación del obrero-mercancía fuerza de trabajo (momento I), y nuestro punto de llegada es un sujeto revolucionario (momento III), pasando por un sujeto obrero-clase para sí (momento II). Las clases han mutado en su correlación de fuerzas como resultado de las confrontaciones, tanto de aquellas que se libran entre clases antagónicas como de aquellas que libran diferentes fracciones de una misma clase entre sí. El mismo proceso de lucha opera como vehículo de autotransformación de las clases.
i.- Los pasajes seleccionados para ordenar nuestra exposición refieren a un único sentido de la lucha de clases, esto es, el llamado sentido ascendente, entendiendo por esto último un tipo de confrontaciones donde el resultado de las mismas implica un proceso de acumulación de fuerzas por parte de la clase obrera la cual, estableciendo nuevas formas relacionales, le imprime al desarrollo del proceso social una tendencia hacia el equilibrio de fuerzas que resulta en la formación del partido revolucionario que confronta con la burguesía, eliminando la política como mediación simbólica de dicha relación, pues siendo este el momento de mayor radicalidad del proceso de confrontación entre las clases, las formas predominantes de lucha que imprimen su carácter a este tercer momento es la político-militar.
Sin embargo, la teoría marxengelsiana de la lucha de clases supone también el abordaje del sentido opuesto de la lucha de clases, es decir, el llamado sentido descendente, que se expresa en una situación donde solamente se encuentra constituido uno solo de los bandos, el burgués, con capacidad de establecer las condiciones de su dominación social, garantizando así la reproducción de las relaciones sociales que garantizan dicha dominación. Si bien su dominación no está exenta de diversas formas de enfrentamientos con la clase obrera, estas luchas no alcanzan a producir una torsión en la correlación de fuerzas.
Por razones de espacio y tiempo, no podemos dar cuenta debidamente de esta problemática, pero al menos podemos esquematizar ambos sentidos del proceso, recuperando los párrafos citados del Manifiesto del Partido Comunista y de Miseria de la Filosofía, en el siguiente cuadro:
PRIVATE Proceso de lucha de clases Grado Muy desarrollado (guerra) Poco desarrollado (paz) Sujeto social Fuerza A Fuerza B Fuerza A Fuerza B Fracción dirigente Proletariado revolucionario Burguesía Burguesía Burguesía Fracciones que mayoritariamente lo integran. Proletariado más otras fracciones sociales. Burguesía más otras fracciones sociales (y lumpenproletariado). Fracciones burguesas y proletarias. Fracciones burguesas y proletarias. Carácter Revolucionario Lucha interburguesa / Guerra entre pobres
En el primer sentido (ascendente), las confrontaciones resultan favorables al proletariado revolucionario, y de allí que éste tendrá cada vez mayor centralidad en la dirección del proceso y, por tanto, en su autotransformación de clase en sí a clase para sí, tal como lo llamaba Marx en Miseria de la filosofía. En el segundo sentido (descendente), por el contrario, el proletariado interviene como apéndice de otras fracciones y clases en el proceso de lucha (como "furgón de cola" de diversas fracciones capitalistas), y de allí que sus acciones no violenten aún su subordinación como capital variable y mercancía fuerza de trabajo. En este momento "descendente" es cuando, justamente, más relevancia tiene la lucha intraclase: "…lo que se presenta como competencia entre obreros por su «inserción en el mercado de trabajo» (lucha por la existencia biológica de una fracción de la humanidad en condiciones sociales de expropiación) no es más que lucha entre capitales. La lucha entre capitales asume importancia en la medida que decrece la importancia de la lucha contra el proletariado…"
5.- pregunta nº 5555555 Dos aportes teórico-metodológicos para la teoría de la lucha de clases (1): la categoría "personificación de relaciones sociales" y su doble determinación
Si para el análisis de la clase obrera y sus luchas ponemos en relación los análisis de El Capital con las indicaciones citadas más arriba del Manifiesto ( resulta una "unidad dialéctica" que se expresa en el "doble carácter" del productor directo como trabajador, esto es, como transformador de la naturaleza, de una parte, y como capital variable, de otra.
La unidad de ambas condiciones está expresada en la categoría "fuerza de trabajo": capacidad de trabajar, pero también mercancía, con los atributos propios de la misma, es decir, valor de cambio (suma de las alícuotas partes necesarias para su producción) y valor de uso (capacidad de transformación de la naturaleza). En la determinación del valor, cuyo precio se expresa en el salario, aparece nuevamente un núcleo contradictorio; en parte, el mismo, es moral e históricamente determinado.

 
 
 
 
Así, si volvemos la mirada a las etapas presentadas en el Manifiesto, recorriendo los distintos estadios progresivos, las formas que va adoptando el sujeto en el razonamiento de Marx y Engels, sucesivamente, tienen el siguiente carácter:

Partimos de la máxima dispersión ( hasta su plena autoconstitución, máximo nivel de agregación de fuerzas del total desarme (obrero individualizado, que sólo posee su fuerza de trabajo) al sujeto plenamente armado (fuerza política con capacidad militar).
a) La personificación estructural
Al analizar estructuralmente el capitalismo, Marx da cuenta de la acción social considerando los cuerpos (que realizan la acción) en tanto portadores de relaciones sociales:
"[...] se trata de personas en la medida que son la personificación de categorías económicas, portadores de determinadas relaciones e intereses de clase. Mi punto de vista, con arreglo al cual concibo como proceso de la historia natural el desarrollo de la formación económico-social, menos que ningún otro podría responsabilizar al individuo por relaciones de las cuales sigue siendo socialmente una creatura por más que subjetivamente pueda elevarse sobre las mismas."
Las acciones prácticas de los cuerpos quedan determinadas por las relaciones en que los mismos existen. Relaciones sociales, independientes del arbitrio de cada quien. Esa objetividad sobredetermina las voluntades, en tanto la voluntad es expresión de dichas relaciones ( se trata de personificaciones de relaciones sociales en sus distintas determinaciones particulares: comprador – vendedor, para la relación social de intercambio; como capitalista u obrero, para la relación social de producción.
Pero esto queda circunscrito al análisis sistémico. Cuando, por el contrario, analiza los hechos políticos, usa, sin mencionarla, una categoría similar, pero no igual, que corresponde a la polaridad, tanto analítica como social,
b) El carácter de la personificación política
A diferencia de la inmediatez inmanente en la categoría "personificación" en su identidad económico-estructural, en que el cuerpo se encuentra plenamente determinado por las relaciones sociales de producción (en su sentido amplio: producción + circulación), aquí Marx pone el acento aquí en la historia, en el aspecto genético de las mismas. ¿Ello que quiere decir?
Que los hombres, además de personificación estructural de relaciones sociales, son también personas, personajes históricos, que actúan de acuerdo a circunstancias peculiares, únicas, pero con asiento en las tradiciones, en las estructuras del pasado. De modo que estamos frente a lo que podemos denominar "personificaciones políticas" (es más preciso que hablar de personificaciones "históricas"), cuya peculiaridad residiría (en contraposición a las "personificaciones de relaciones de producción" o personificación de relaciones económicas) en ser expresión de relaciones políticas, miembros de clase en la medida que ésta está representada en el partido.
De modo que en el análisis estructural se pone el acento en que las acciones de los hombres son determinadas por las relaciones sociales, en tanto que en el análisis político, por así decirlo, se acentúa el carácter autoconstitutivo de la práctica social ("los hombres hacen su propia historia"), aunque "no la hace a su libre arbitrio". Ej: las definiciones de los atributos de la primera y segunda etapas del Manifiesto y el tránsito hacia una tercera.
 
 

 
 
 
 
De modo que a través de la categoría personificación estructural de relaciones sociales y personificación de relaciones política, tenemos tres indicaciones teórico metodológicas fundamentales:
i) el momento político tiene su propia especificidad respecto del momento estructural, tanto en lo sistémico cuanto en el sujeto. De lo que se puede colegir que en cada estadio rigen leyes histórico-naturales específicas a ese estadio y no a otro. Por ejemplo, la competencia entre iguales, propia del primer estadio, resulta de falaz aplicación para la fase ulterior del último estadio, en que rigen las leyes de la guerra.
ii) el carácter determinante para cada situación concreta dependerá del estadio y la fase de la lucha de clases que se está transitando; de modo que no se puede establecer, a priori, el uso de un método (lógico o histórico) ni de una categoría de personificación (económica o política). Para hacerlo debe precisarse la etapa de la lucha de clases por que atraviesa la formación económico-social dada.
iii) de los punto anteriores se desprende el carácter eminentemente dinámico, procesual y transitivo de la conceptualización de la lucha de clases; el desarrollo y la metamorfosis del proceso real es acompañado con un desplazamiento categorial, siendo esta una característica de este análisis. En efecto; la categoría personificación, que tiene sus dimensiones "económica" y "política", va cobrando más énfasis en uno u otro sentido, según el estadio de la lucha de clases en que se inscriba el proceso analizado.
6.- Dos aportes teórico-metodológicos para la teoría de la lucha de clases (2): los sentidos "ascendentes" y "descendentes" de la lucha de clases
Para evitar equívocos, dado que hemos escogido como disparador y ordenador del presente escrito ciertos pasajes del Manifiesto que en su exposición parecieran remitir a un único sentido, el "ascendente", resulta necesario un análisis más ajustado que presente ambas direcciones del proceso. Nos ocuparemos entonces de los sentidos que la misma puede adquirir.
Para considerar este aspecto debemos partir de los puntos máximos que alcanza dicha dinámica: los extremos de la lucha de clases son:
i.- la "paz" (Estadio I) ( indica una situación de dualidad: victoria/derrota, momento de máxima disparidad de fuerzas, que se expresa en la existencia de un solo sujeto constituido como "bando" organizado por sí mismo, y, por consiguiente, con capacidad de ordenamiento social; el orden social devenido es el que lo sustenta en su posición de dominio. El "otro", en tanto, aparece diluido como tal, y existe —en términos del diagrama de poder— como mero apéndice del vencedor, como realización de la victoria del sujeto antagónico. Aunque tal momento nunca es de absoluta "paz" ya que persisten de todas maneras formas solapadas de enfrentamiento (disturbios, delitos, reyertas, fricciones, etc.), podemos provisoriamente hacer abstracción de estas pequeñas disputas, pues carecen en sí mismas de capacidad de alterar el orden social. La "paz", por lo tanto, es simplemente un estadio de máximo dominio por parte de una fuerza sobre el conjunto de los demás sectores, pero no está exenta de enfrentamientos;
ii.- la "guerra" (Estadio III) ( tendencia al equilibrio de fuerzas, que se expresa en la existencia de al menos dos sujetos colectivos que confrontan en el grado de máxima tensión posible, eliminando la política como mediación simbólica, en el momento de mayor radicalidad en el proceso destructivo/constructivo de la relacionalidad social, por cuanto estos sujetos no son meros agentes, sino que también han tenido ya la capacidad de articularse como territorios que intentan lograr —uno— o sostener —el/los otro/s— su estructuración relacional sobre un mismo suelo, que es el que se disputa.

Si esto es así, la actividad social se desarrollará entre los mismos = hay, únicamente, dos posibilidades lógicas de movilidad en la actividad social, dependiendo de hacia qué extremo se aproxime y de cual se aleje —sin que esto signifique que necesariamente se deba arribar a uno de estos extremos, lo que solo ocurre excepcionalmente—: según sea el sentido llamaremos al sentido B(A "ascendente" y al sentido A(B "descendente":
Ascendente
A B
Proceso revolucionario Descendente Pacificación (dominio estable)
Aparecen los sentidos en función progresiva (la potencialidad revolucionaria, de establecer nuevas formas relacionales) y regresiva (la tendencia a la reproducción de las relaciones sociales establecidas). Así:
en el proceso "ascendente", se constituyen alianzas cuyo carácter es de un dinamismo creciente, y que sólo puede sostener su homeorresis en la radicalización, en una mayor intrepidez que su predecesor;
el proceso inverso, el "descendente", se caracteriza por la ruptura progresiva de alianzas, en un movimiento de "deslinde" de los sectores más radicales.
El operador teórico, entonces, está dado por la constitución/deconstrucción de alianzas políticas entre distintos sectores sociales.
Así, en el Manifiesto Marx y Engels al señalar el carácter revolucionario del proletariado, se le reconoce una cualidad particular: es la clase que no tiene nada que perder, excepto sus cadenas. No se trata, en consecuencia, de una esencia por cualidades metafísicas, lo que sería una forma aristotélica de concebirlo, ajena en absoluto al pensamiento de Marx y Engels, sino de su situación relativa en la disposición de las clases en el capitalismo.
Esto explica por qué es el agente social sobre el cual centran su atención y, a partir de ello, por qué es ascendiente el movimiento en el cual éste extiende su actividad autónoma, y descendiente el movimiento opuesto (ambos movimientos, como todo desplazamiento, es siempre relativo).
a. El punto de partida lógico
Desde un punto de vista teórico, el momento inicial, punto de partida del análisis, no es un momento histórico, sino un lugar de partida lógico.
Y dado que, como sugerimos con las lecturas de los pasajes de El Capital, las relaciones sociales capitalistas de producción suponen ya un tipo de ordenamiento social en el que constituyen dos sujetos; uno, la burguesía, vencedor; el otro, el proletariado: vencido, toda acción que emprenda el proletariado desde esas condiciones constituirá, primariamente, un avance respecto de la situación en que se encuentra. De allí que consideremos como lógicamente lo primero la etapa del ascenso en la lucha de clases.
(continuar)
2. El ascenso de la lucha de clases
Partiendo de ese "punto cero" lógico, en que la clase existe en sí, diseminada en una multitud de obreros aislados unos de otros, sólo articulados por el capital (que decimos "lógico" porque históricamente nunca se verifica que esté totalmente atomizada, pues por mínimas, precarias, pocas y esporádicas, siempre existen formas asociativas defensivas), la única posibilidad de variación (y la historia necesariamente varía) es la agregación de unos con otros. Comienza así el movimiento de ascenso. Pero la mera agregación, por fábrica, por localidad, por oficio, y finalmente nacional, no es una simple sumatoria. Se potencia: el colectivo actúa exponencialmente y desarrolla una capacidad que lo repotencia, transformándolo cualitativamente: su capacidad de cooptación de elementos de otras fracciones sociales.
La radical importancia de esta capacidad de cooptación (que involucra, por supuesto, capacidad de alianza con otras fracciones sociales) está fundada en la posibilidad de establecer el pasaje al estadio político, etapa en que se lucha por la emancipación, cuya fase superior es la revolución propiamente dicha, y para llegar a la cual resulta imprescindible que trascienda sus límites estructurales, como sostiene Lenin con la teoría de la vanguardia. La construcción de estas relaciones, de estos vínculos con otras fracciones sociales es de carácter artesanal (del mismo modo que cada guerra, e incluso cada batalla, vistas en su conjunto, lo son), sumamente compleja y rica en particularidades. Obsérvese la multiplicidad de factores determinantes que tenemos indeterminados en la apreciación del núcleo de la actividad al caracterizarla de artesanal. Y del resultado de tal artesanía depende la constitución material de las condiciones de variabilidad del proceso.
En el proceso de ascenso, cada hecho se monta, potenciado, en uno anterior. Ese es el sentido de la acumulación histórica del proletariado en la lucha de clases: acumulación de experiencia, de conocimientos concretos de lucha, de potenciación por el entrelazamiento con otras fracciones de clase distintas de sí, que han infundido en él elementos de conciencia inasequibles por sí y, fundamentalmente, "maduración" de las condiciones de lucha (maduración del partido contrarrevolucionario y maduración del partido revolucionario), por cuanto divide con mayor claridad los ámbitos de pertenencia y, por lo tanto, la fisonomía del enemigo y el escenario de lucha. Acumulación que potencia la lucha, en virtud de lo cual cada vez la misma es más profunda, cada vez más medular.
Un punto sobre el que conviene insistir, dado que no para todos parece resultar obvio, es que cuando nos referimos a un proceso de "ascenso" (o "descenso") estamos indicando la tendencia general de un proceso complejo, que reconoce permanentes avances y retroceso y en el que todas las fracciones consideradas social y espacialmente tienen sus propios ritmos de desarrollo y sus propios vaivenes, de cuya composición total surge el sentido del movimiento histórico.
 
3. El proceso descendente
Pero, como la historia no es lineal ni acumulativa, como supone el positivismo, sino que su orientación general depende del resultado global de las confrontaciones parciales, lo que incluye un sinnúmero de contingencias, cada momento superior al inicial implica la posibilidad de retroceso, de descenso a fases y aún estadios anteriores.
Sin embargo, este carácter descendente no equivale a reversibilidad. De hecho, cada retroceso en la lucha significa retorno al estadio previo, pero no a la situación anterior, es decir que tiene una variación cualitativa respecto de su anterior "paso" por dicho estadio. Si el movimiento fuese, hipotéticamente, estadio I – estadio II – estadio I’, I’ es diferente, en cuanto situación, de I, pese a que ambas situaciones corresponden al estadio I (compárense, por ejemplo, los puntos 1 y 3 del Gráfico 1).
El movimiento histórico es, en código hegeliano, en forma de espiral. Figura que toma Marx en las líneas iniciales del 18 Brumario de Luis Bonaparte, lo que significa, no que la historia se repite, sino que existe una determinada lógica de la cual no puede escapar. Esta lógica es la que estudian Engels y Marx, cuya ley fundante la encuentran en el proceso de la lucha de clases. En esto es justa la apreciación de Labriola: no se trata de una visión determinista de la historia, sino de su morfología, o, en palabras de Engels, de la historia despojada de su forma histórica.
Si concebimos el movimiento histórico como una perpetua espiral ascendente (en la que la altura indicaría el avance cronológico), el recorrido de las distintas etapas, en tanto no exista una resolución superadora (revolución triunfante), nos instala nuevamente en posiciones anteriores, aunque no en la misma situación. En efecto, cada "vuelta" a una etapa ya transitada implica una profundización de esa situación. Si lo planteásemos como una onda, diríamos que la amplitud de la onda es creciente. ¿Qué significa esto en palabras corrientes? Que el nivel de desarrollo es cada vez más profundo. Nada más que observar los movimientos históricos para verificar esta proposición: tanto los intentos revolucionarios son cada vez más profundos (después de casi un siglo de intentos fallidos se logra la primera victoria estable; distante, a su vez, en otro medio siglo de un triunfo pasajero), como la sumisión impuesta por la derrota luego de cada alza revolucionaria es también más profunda y consistente: desde las reformas urbanas de Haussmann, después de 1848, al taylorismo, después de 1871, el fordismo como respuesta a 1917; el toyotismo como corolario de las revoluciones de los ’60.
Los niveles de derrota son necesariamente mayores en tanto los niveles de enfrentamiento son cada vez más complejos. Al proto-proletariado parisino de 1830, y aún a los de 1848 y 1871, bastó con fusilarlos y/o deportarlos. Al proletariado revolucionario de las décadas del ’20 y del ’30, hubo que derrotarlo, además, con una tecnología estatal que combinó dos modalidades: espacios de fascismo articulados con "Estados de bienestar". La aplastada revolución de los ’60 y ’70 incorporó una nueva tecnología: la desaparición histórica del sujeto.
De modo que todo el proceso de descenso de la lucha de clases está teñido de derrota, de desagregaciones, de reconstrucción de condiciones de dominación, más sofisticadas y eficaces que las precedentes. Por ello los resurgimientos revolucionarios no pueden plantearse en idénticas condiciones a las anteriores. Si hay algo de lo que todo revolucionario debería tener certeza, es que el camino transitado nunca se repetirá.
 
4. El retorno al ascenso
Cada vez que el proletariado sale derrotado de una confrontación, se rearma y vuelve a la lucha. Esta reiterabilidad no depende ni de una virtud especial (moral o de otro tipo) ni de una tara particular (intelectual o la que fuere) de los obreros individuales, sino que es producto de su posición de clase, que lo reconduce permanentemente, en tanto fracción humana alienada en su realización, a buscar la emancipación.
Por ello, a pesar de sus reveses parciales —y aún históricos— "esta organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político, vuelve sin cesar a ser socavada por la competencia entre los propios obreros. Pero resurge, y siempre más fuerte, más firme, más potente." No es una sentencia moral ni teleológica; el resurgimiento del que hablan Marx y Engels engarza lo lógico con lo histórico en tanto expresa 1) la persistencia de las contradicciones, y 2) del grado de transformación que el proletariado ha tenido en su lucha previa, aunque haya "fracasado". De modo que tal proposición no es una profecía, sino una predicción razonable (desde una perspectiva científica) que simplemente evalúa la repetición de las acciones ante la persistencia de las condiciones que dieron lugar y origen a tales acciones.
El primer punto habla de la inevitabilidad de la lucha de clases, tema que ya hemos abordado, en tanto el segundo refiere a que, en la permanente reconstitución de las clases a partir de sus confrontaciones, los sujetos van variando; no hay una identidad inmanente; todo lo que persiste son los antagonismos, pero el sujeto que la encarna varía en su constitución. Si esta variación es permanente, aunque en grado ínfimo en el corto plazo, es notoria en grandes espacios temporales.
Nos vemos en la necesidad de incorporar la dimensión de la dirección en el tránsito lógico de los procesos históricos: constatar si, pese a que el sentido del almanaque es irreversible, tales procesos sociales avanzan o retroceden, desde la perspectiva del desarrollo histórico, es decir desde la perspectiva de la revolución.
 
 
"…Pequeños industriales, pequeños comerciantes y rentistas, artesanos y campesinos, toda la escala inferior de las clases medias de otros tiempos, caen en las filas del proletariado; unos, porque sus pequeños capitales no les alcanzan para acometer grandes empresas industriales y sucumben en la competencia de los capitalistas más fuertes; otros, porque su habilidad profesional se ve depreciada ante los nuevos métodos de producción. De tal suerte, el proletariado se recluta entre todas las clases de la población…" Marx, Karl y Engels, Friedrich; Manifiesto del Partido Comunista; obra ya citada; p.12. En lo que sigue, el análisis se concentra en la relación que opone a burgueses y proletarios, como las clases sociales fundamentales de la sociedad capitalista. Ello no quiere decir que el capitalismo reconozca solo estas clases, pero en el análisis marxengelsiano las demás clases sociales tienden a aproximarse a estas dos.
Marx, Karl; El Capital. Libro I Capítulo VI (inédito). Resultados del proceso inmediato de producción (1863-1866); Siglo XXI Editores; México; 2009; p.19.
Marx, Karl; "Trabajo asalariado y capital", en Marx – Engels; Obras escogidas, tomo I, pág. 158.
Marx, Karl; Op. cit. (cursivas nuestras).
Concepto tomado de Piaget, Jean; Psicología y epistemología, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985, pág. 65. La homeorresis indica una forma de equilibrio histórica, temporal, procesual, a diferencia de la homeostasis, que indica un equilibrio definitivo, como estado final. Debo esta observación a Mariano Millán.
"…Cada uno de [los] estadios se caracteriza [...] por la aparición de estructuras originales, cuya construcción las distingue de los estadios anteriores. Lo esencial de estas construcciones sucesivas subsiste en el curso de los estadios ulteriores en formas de subestructuras sobre las cuales habrán de edificarse los nuevos caracteres..." Piaget, Jean; Seis estudios de psicología, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985, pág. 15.
"…Al esbozar las fases más generales del desarrollo del proletariado, hemos seguido el curso de la guerra civil más o menos oculta que se desarrolla en el seno de la sociedad existente, hasta el momento en que se transforma en una revolución abierta [...]" Marx, Karl y Engels, Friedrich; "El Manifiesto del Partido Comunista".
Esta expresión para denominar la lucha de clases aparece en, por lo menos, otras tres ocasiones: en "El Manifiesto del Partido Comunista", op. cit., pág. 121), y en Marx, Karl (Miseria de la filosofía, pág. 187, El capital, tomo I, pág. 361). La caracterización de una revolución como guerra civil está en el estudio del proceso de la lucha de clases que condujo al establecimiento del primer Estado proletario en la historia de la humanidad, en Francia en 1871.
Marx, Karl y Engels, Friedrich; Manifiesto del Partido Comunista; obra ya citada; pp.12/13.
Aunque hacia 1847-1848 la idea de que "…el antagonismo entre el proletariado y la burguesía es una lucha de clase contra clase, lucha que, llevada a su más alta expresión, implica una revolución total..." era solo una hipótesis deducida de la tendencia de la evolución de los estadios anteriores, "…tal hipótesis cobró realidad tanto en 1871 en Francia como en 1905 y 1917 en Rusia: las revoluciones fueron guerras civiles…" Nievas, Flabián; Lucha de clases: isomorfismo y metamorfosis en las categorías analíticas de los pensadores marxistas clásicos; obra ya citada; p.27.
"Por oposición a las demás mercancías, pues, la determinación del valor de la fuerza laboral encierra un elemento histórico y moral." Marx, Karl; El capital, Libro I, pág. 208.
"No basta con que las condiciones de trabajo se presenten en un polo como capital y en el otro como hombres que no tienen nada que vender, salvo su fuerza de trabajo. Tampoco basta con obligarlos a que se vendan voluntariamente. En el transcurso de la producción capitalista se desarrolla una clase trabajadora que, por educación, tradición y hábito reconoce la exigencia de ese modo de producción como leyes naturales, evidentes por sí misma. La organización del proceso capitalista de producción desarrollado quebranta toda resistencia [...]." Marx, Karl; El Capital, Libro I, pág. 922.
Marx, Karl; El Capital, Libro I, pág. 8. (Prólogo a la primera edición alemana).
"Aquí [en el intercambio], las personas sólo existen unas para otras como representantes de mercancías. En el curso ulterior de nuestro análisis veremos que las máscaras que en lo económico asumen las personas, no son más que personificaciones de las relaciones económicas como portadoras de las cuales dichas personas se enfrentan mutuamente." Marx, Karl; El Capital, Libro I, págs. 103/4.
"Al dejar atrás la esfera de la circulación simple o del intercambio de mercancías [...] se transforma, en cierta medida, según parece, la fisonomía de nuestras dramatis personæ (personajes). El otrora poseedor de dinero abre la marcha como capitalista; el poseedor de fuerza de trabajo lo sigue como su obrero [...]." Op. cit., pág. 214.
Aunque no existe una definición satisfactoria de "guerra" podemos asumir razonablemente como tal a todo proceso en el cual el orden social se instituye / sostiene / desarrolla con el uso generalizado y primordial de la violencia física, con características propias tales como: derramamiento de sangre, enfrentamiento de al menos dos "bandos", o colectivos, que tienen algún grado de coordinación (subjetiva u objetiva) en sus acciones.
"De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar." "El Manifiesto del Partido Comunista", en Obras Escogidas, Moscú, Progreso, 1974, Tomo I, pág. 120.
Debido a esta visión relacional del proletariado es perfectamente explicable por qué los proletarios de los países con el capitalismo más desarrollado durante el siglo XX y XXI carecen de capacidad revolucionaria, dado que ellos sí tienen qué perder. No era la situación en el siglo XIX, en que con un capitalismo recién expandiéndose sólo allí donde este sistema estaba consolidado (los más desarrollados por entonces, y en los que habíase operado una subsunción formal del trabajo al capital), era de esperar que fuese en esos países, y no en los menos desarrollados, donde acontecieran movimientos revolucionarios. Cf., por ejemplo, su análisis de la ley tendencial de la baja de la tasa de ganancia, en lo que respecta a los países con diferente desarrollo capitalista. El capital, Libro III, págs. 273 ss. Asimismo es ilustrativo de este análisis la formulación realizada en el cap. XXV del Libro I de dicha obra.
Lenin valoró extraordinariamente tanto La Comuna de París cuanto la revolución rusa de 1905. Y lo hizo como elemento analítico para la revolución que encaraba: Informe de la revolución de 1905, en enero de 1917; El Estado y la revolución (en donde analiza las revoluciones francesas de 1848 a 1851 y la Comuna de París), en agosto/septiembre de 1917. Cf. R. Jacoby; El asalto al cielo, cap. II, págs. 12/4, CINAP, 1994. "La falta de preparación de la mayoría de los revolucionarios, fenómeno completamente natural, no podía despertar grandes recelos. Dado que el planteamiento de las tareas era justo y que había energías para repetir los intentos de cumplirlas, los reveses temporales eran una desgracia a medias. La experiencia revolucionaria y la habilidad de organización son cosas que se adquieren con el tiempo. ¡Lo único que hace falta es querer desarrollar en uno mismo las cualidades necesarias! ¡Lo único que hace falta es tener conciencia de los defectos, cosa que en la labor revolucionaria equivale a subsanarlos en más de la mitad!" Lenin, Vladirmir; "¿Qué hacer?", en Obras completas, Moscú, Progreso, 1981, tomo 6, págs. 35/6. Claro que Lenin presupone la mediación de una teoría; el mero transcurso del tiempo, por sí, nada modifica.
"Exceptuando unos pocos capítulos, todos los apartados importantes de los anales de la revolución de 1848 a 1849 llevan el epígrafe de ¡Derrota de la revolución!
Pero lo que sucumbía en estas derrotas no era la revolución. Eran los tradicionales apéndices prerrevolucionarios, las supervivencias resultantes de las relaciones sociales que aún no se habían agudizado lo bastante para tomar una forma bien precisa de contradicciones de clase: personas, ilusiones, ideas, proyectos de los que no estaba libre el partido revolucionario antes de la revolución de febrero y de los que no podía liberarlo la victoria de febrero, sino sólo una serie de derrotas.
En una palabra: el progreso revolucionario no se abrió paso con sus conquistas directas tragicómicas, sino por el contrario, engendrando una contrarrevolución cerrada y potente, engendrando un adversario, en la lucha contra el cual el partido de la subversión maduró, convirtiéndose en un partido verdaderamente revolucionario." Marx, Karl; "Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850", en Marx – Engels; Obras escogidas, Moscú, Progreso, 1974, Tomo II, pág. 209.
Quizás resulte útil asimilar esta tendencia general a otra que opera socialmente, que es la tasa media de ganancia. Se trata de fenómenos diferentes, pero la analogía puede echar luz sobre la composición del mismo, de manera independiente a los elementos que lo componen.
En este sentido, el positivismo elaboró un importante concepto, el de progreso, que, adoptado por la burguesía decimonónica, derivó en la ilusión del "progreso" (desarrollo) indefinido, principal obstáculo epistemológico con que chocaron los socialistas de aquellos años. Auguste Comte, padre del positivismo, fue también quien sintetizó el programa del mismo es la frase "orden y progreso". Carecía de pensamiento dialéctico, lo que daba como resultado esa linealidad que expresa cuando dice que "es evidentemente el avance continuo de los conocimientos positivos lo que ha inspirado, hace dos siglos, la célebre fórmula filosófica de Pascal, la primera noción racional del progreso humano, necesariamente ajena a toda la antigua filosofía." (Comte, Auguste; Discurso sobre el espíritu positivo, Buenos Aires, Orbis, 1984, pág. 149).
"Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces." Op. cit., pág. 107.
"Las condiciones del proceso que genera progreso pueden ya reducirse a una serie de explicaciones, y nosotros, hasta cierto punto, tenemos ante la vista el esquema de todos los desarrollo históricos entendidos morfológicamente." Labriola, Antonio; Del materialismo histórico, México D.F., Grijalbo, 1971, pág. 34.
Sobre el significado preciso de estas reformas puede consultarse, además del clásico y célebre prólogo de F. Engels a La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850, un minucioso y exquisito análisis urbanístico en Segré, Roberto; Arquitectura y urbanismo modernos, La Habana, Arte y Literatura, 1988, cap. 3.
No estamos afirmando que los hechos de París llevaron a Taylor a pensar el dominio de la fuerza de trabajo, la doblegación del obrero frente al capital, sino que sugerimos que tales hechos crearon condiciones propicias para que surgiera lo que, de hecho, surgió.
Seguimos la tesis de Toni Negri, respecto a la política del New Deal, que se estructura a partir del "crac" del ’29, pero no se nos oculta que dicha política se apoyaba, necesariamente, en el fordismo, que era aproximadamente contemporáneo al triunfo soviético del ’17. "John Maynard Keynes y la teoría capitalista del Estado en 1929", en Negri, Antonio; La forma-Estado, Madrid, Akal, 2003, págs. 183/213.
En buena medida, siguiendo las tesis de Potere operaio, en esos años se asistió a una reestructuración capitalista, que posibilitó el "relajamiento" de la dominación (en un momento de fuerte disputa interburguesa), lo que permitió el surgimiento de poderosos movimientos revolucionarios a escala planetaria.
Esta desaparición histórica se verifica en el "hueco" tanto mnémico como cognitivo que hay sobre ese período, ese sujeto y su lógica de acción. Hoy no se sabe lo que pasó, ni se conoce quién lo hizo, ni se entiende porqué se actuó: la idea de "un mundo mejor" resulta sinceramente incomprensible e inasequible en el mundo actual.
A esta altura parece necesario aclarar los términos, habida cuenta que los funcionarios del consenso (como acertadamente llamara Franco Basaglia a los intelectuales que acríticamente aceptan las prácticas institucionales, aún cuando se revistan de barnices más o menos progresistas) cuestionan la posibilidad de existencia de un sujeto revolucionario, y la importancia relativa del proletariado.
Resulta casi obvio que la figura del proletariado industrial de mediados del siglo XIX es prácticamente una pieza digna de atención paleontológica. Pero sólo desde una ingenuidad preocupante, o bien desde una operación ideológico-política puede circunscribirse el concepto de proletariado a esa figura social. El gran desarrollo del capital en su nueva etapa (que caracterizamos como "financiera" para diferenciarla de la industrial, siguiendo a Lenin) ha desarrollado también nuevas condiciones para la alianza. Hoy hay grandes fracciones sociales que están, en ciertos niveles, dentro de un espacio común de exclusión. De modo que hay menos "distancia" social entre, por ejemplo, determinadas capas de intelectuales, fracciones de trabajadores de servicios, desocupados, etc. Conforman, desde esta perspectiva, las bases objetivas para la constitución del nuevo proletariado. Al respecto pueden consultarse diversas obras de Toni Negri; la más importante de las cuales, creemos, es Del obrero-masa al obrero social. Asimismo puede verse, del mismo autor, Fin de siglo. Para una aproximación empírica a la segmentación de las clases, puede consultarse el sugerente artículo de Robert Castel "¿Por qué la clase obrera perdió la partida?", en las Actas de Actuel Marx 2000, Las nuevas relaciones de clase, Congreso Marx Internacional II, volumen II, Buenos Aires, K&ai, 2000.
"Manifiesto del Partido Comunista", op. cit., pág. 119.
Es ciertamente riesgoso (por lo ambiguo que resulta) categorizar como "éxito" o "fracaso" un hecho o proceso en abstracto, es decir sin especificar en qué términos se lo está mensurando. Al respecto es altamente instructiva la siguiente reflexión de Agustín Tosco: "El 1º de marzo [de 1967] se cumplió el paro general en todo el país. Indudablemente acusó muchos defectos: los principales por debilidad, falta de organización, carencia de firmeza de las autoridades de la CGT, también por las amenazas del Consejo Nacional de Seguridad y los distintos ministerios, todos aprobadas por el general Onganía, que se concretaron luego en un abierto ataque a las instituciones sindicales, con retiro y suspensión de personería, intervenciones, sanciones de suspensión, quitas de sueldos, rebajas de categoría y despidos a los trabajadores adheridos al paro del 1º de marzo.
En distintas reuniones sindicales se tomó como un fracaso el paro general y los dirigentes conciliadores quisieron probar con ello que no era posible seguir la lucha, que había que esperar, que había que conciliar y comenzó a acentuarse el criterio de demanda de «participación».
¿Fue realmente un fracaso el paro? Yo afirmo rotundamente que no. Si bien no se consiguió un cambio de conducta en el gobierno, desenmascaró definitivamente su contenido ultrarreaccionario y antipopular, quemó todo tipo de expectativa, llevó plena luz a sus verdaderos objetivos antinacionales y antipopulares y acortó indudablemente su posibilidad real de vigencia en la escena histórica argentina. Fue una victoria a lo Pirro de la que el gobierno salió profundamente debilitado." Tosco, Agustín; Escritos y discursos, págs. 32/33.
El elemento que pone a la luz Tosco no es la subjetividad de una opinión, sino el componente de clase en el análisis. No es, en efecto, cuestión de "opiniones". Cada análisis está condicionado por los intereses del sector social que representa. De allí que lo que para algunos, con intereses inmediatos, representó un fracaso, para el proletariado revolucionario, cuya meta no es la suba salarial sino el derrocamiento de un régimen, resultó un éxito. Un mismo hecho tiene valoraciones distintas para las distintas fuerzas sociales intervinientes. Aquella fuerza que realice una lectura (momento subjetivo) más aproximada a la relación de fuerzas establecida (momento objetivo) tendrá mayor "capacidad de maniobra", es decir, de transformación de la realidad de acuerdo a sus intereses.
 
LAS RELACIONES SOCIALES CAPITALISTAS PRODUCEN SUS CLASES SOCIALES; ( EL CAPITALISTA Y EL TRABAJO ASALARIADO, MEDIADAS POR LA RELACIÓN SOCIAL DE COMPRA Y VENTA DE FUERZA DE TRABAJO.
DOS CLASES SOCIALES FUNDAMENTALES, PENSADAS A PARTIR DEL OPERADOR TEÓRICO "RELACIONES DE PROPIEDAD", EXISTEN Y SE DESARROLLAN DEFINIDAS COMO UN ORDENAMIENTO CONTRADICTORIO ENTRE QUIENES CONTROLAN LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN Y QUIENES NO TIENEN DICHO CONTROL.
 
 
A DIFERENCIA DE LA SOCIOLOGÍA ACADÉMICA, EL CONCEPTO DE CLASE SOCIAL EN EL MATERIALISMO ES INSEPARABLE DEL CONCEPTO DE EXPLOTACIÓN Y DOMINACIÓN, DADO QUE EL CONTROL DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN SUPONE Y REPRODUCE, SIMULTÁNEAMENTE, UNA RELACIÓN ASIMÉTRICA DE PODER ENTRE LAS CLASES.
 
 
ESTA GRADACIÓN —DISTINTAS ETAPAS DE DESARROLLO— ES LÓGICO-ESTRUCTURAL, E, HISTÓRICAMENTE RECONOCE AVANCES Y RETROCESOS, MOMENTOS DE ACELERACIÓN Y MOMENTOS DE LENTITUD Y APARENTE ESTATICIDAD ( TIEMPOS DE LA LUCHA DE CLASES ( PERIODIZACIÓN DE SUS ETAPAS
 
 
ESTAS PROPIEDADES O ATRIBUTOS DE LAS ETAPAS SON LAS FORMAS EN QUE SE PLANTEAN Y RESUELVEN LOS ENFRENTAMIENTOS SOCIALES EN TODA FORMACIÓN SOCIAL DE CLASES, Y LAS FORMAS QUE ADOPTAN LOS SUJETOS –SOCIALES- DE LA MISMA.
 
 
EL DESENVOLVIMIENTO DE ESTA CONTRADICCIÓN DINAMIZA LA LUCHA DE CLASES
=
EN TANTO PORTADOR DE CAPITAL VARIABLE, EL TRABAJADOR ES ABORDADO COMO UNA PERSONIFICACIÓN ESTRUCTURAL; EN TANTO SUJETO TRANSFORMADOR DE LA NATURALEZA Y, POR LO TANTO, CONSTRUCTOR DEL MUNDO PROPIO, ES ABORDADO COMO PERSONIFICACIÓN POLÍTICA.
 
 
ATOMIZADO – FRAGMENTARIO – CENTRALIZADO – UNIFICADO
 
APARECE UN NUEVO ASPECTO ANALÍTICO, INSTALANDO EL NÚCLEO DE TENSIÓN DIALÉCTICA, COMO EN EL CASO DE LOS ANÁLISIS DE LA MERCANCÍA, PERO ESTA VEZ EN EL PROPIO SUJETO. LOS DOS COMPONENTES DE ESTA POLARIDAD SON, DE UNA PARTE, LAS RELACIONES QUE LO INVOLUCRAN, PERO DESDE EL EXTERIOR, SOBREIMPUESTAS, Y, DE OTRA PARTE, LA CAPACIDAD PROPIAMENTE HUMANA DE CREACIÓN, DE AUTORREALIZACIÓN (CAPACIDAD "POLÍTICA").