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Resumen del Texto de Ugo Pipitone |  Sociedad y Estado (Cátedra: Ruffolo - 2017)  |  CBC  |  UBA

                   El capitalismo que cambia

                                 Ugo Pipitone

Con la interrupción del largo ciclo expansionista que venía desde los años 50, las economías occidentales entran en una fase nueva de crisis y reestructuración múltiple.

Una fase de reajuste  de las estructuras productivas, cambios en las formas de funcionamiento del mercado de trabajo e inseguridad y accidentalidad en las normas y prácticas del comercio y de las finanzas internacionales. Uno de los aspectos decisivos del cambio en la organización del mundo capitalista, es el que se refiere al Estado. Por todas partes se levantan voces poderosas en contra de la sociedad de bienestar y a favor  de una progresiva retirada de la presencia socioeconómica del Estado.

Las nuevas relaciones de fuerza que la crisis ha generado en la sociedad se expresan en el renacimiento de una crítica conservadora del Estado, la inflación,  las “crisis fiscales”, las ineficiencias administrativas y el crecimiento de áreas socioeconómicas ineficientes y parasitarias, todo ello queda asociado con un modelo de política estatal que es cuestionado como uno de los principales responsables de las dificultades del presente.

 

         NEOCORPORATIVISMO Y REGULACION SOCIAL

Si hay una característica de la evolución económico-institucional de los sistemas capitalistas centrales que reúne los dos requisitos de antigüedad y generalidad, es la del progresivo debilitamiento de la autonomía de la economía respecto al marco institucional.

Cada vez es menos posible  pensar en la economía como un territorio autoregulado y regido por “leyes” abstractas de eficiencia y racionalidad. Aquel Estado que había sido sacado por la puerta en las primeras etapas del desarrollo industrial del capitalismo, por ser expresión de intereses localistas, inmovilistas y aristocráticos, vuelve a entrar por la ventana como expresión de intereses no fácilmente definibles pero con una clara orientación unitaria frente al sistema en su conjunto.

¿Cómo definir un territorio propio de la economía frente a una presencia estatal cada vez más determinante en el terreno de las políticas del desarrollo industrial, en la promoción de las exportaciones nacionales, en el control de ciertos tipos de importaciones, en leyes laborales cada vez más detalladas, en un gasto publico cada vez mas voluminoso respecto al conjunto de la riqueza nacional, en leyes fiscales orientadas a estimular o desestimular ciertas conductas de los sujetos económico? ¿Dónde termina la economía y donde empieza la presencia del Estado? ¿Es aun posible establecer fronteras seguras entre estos dos territorios?

Hay cuando menos cinco razones centrales que deben tomarse en consideración para comprender el origen de la dificultad para dar una respuesta sensata y univoca a estas preguntas.

A medida que cuotas crecientes de la producción social provienen de grandes unidades productivas las decisiones individuales de una empresa ya no pueden ser recicladas en el corto plazo en forma espontanea por el mercado, sino que tienden a afectar de manera duradera ciertos aspectos de la economía y la sociedad tomadas en su totalidad. Frente a esta nueva realidad, el retorno del Estado resulta inevitable como condición de coherencia interna de una organización social cada vez mas compleja, dentro de la cual el mercado ha dejado de funcionar con el necesario grado de extensión y automatismo.

 

El desarrollo y la transformación de la “mano de obra” en “clase obrera”, osea en un sujeto que tiende a mirarse a si mismo comoo un conjunto social homegeneo con intereses específicos, va trabando el funcionamiento de los mecanismos del mercado en la medida en que establece organizaciones capaces de impulsar sus propios intereses, tanto en los lugares de trabajo (sindicatos) como en la sociedad (partidos políticos). Gracias a la intervención del Estado, la presión obrera es reciclada dentro del sistema político, cooptada, reprimida, justificada, según exigencias generales y coyunturales que el mercado ya no puede expresar en forma plena.

 

Las dos grandes crisis de 1873 y 1929 pusieron en evidencia la imposibilidad o la excesiva lentitud de soluciones espontaneas generadas automáticamente por el mercado, frente al desarrollo de conflictos amenazadores para la unidad del sistema. Por esta razón, ante las crisis generales acctivadoras detensiones capaces de amenazar la estabilidad de las relaciones sociales y de poder centrales, el Estado interviene como ultimo recurso de unidad.

 

En la medida en que el desarrollo capitaliesta rompe las barreras nacionales por medio de la intensificación de las conexiones mundiales en el terreno del comercio, de las finanzas y del establecimiento de actividades productivas en el exterior, resulta mas evidente que la solidez de la posición internacional de un país depende de la solidez de sus negocios. De ahí que la iniciativa estatal se convierta en un apoyo poderoso a las “compañías de bandera”. De las cuentas externas de un país puede depender su estabilidad social interna y su futuro como potencia mundial. Promover las exportaciones, proteger las industrias nacionales amenazadas por la concurrencia internacional proporcionar garantías y seguros para las inversiones en el exterior, etc, son tareas frente a las cuales la frontera entre política y economia se hace cada vez mas insegura.

 

 

Dos guerras mundiales mostraron que el destino de un país como potencia mundial ( con todas sus consecuencias económicas ) depende en gran medida de la eficiencia y el poderío de su aparato En el curso de las guerras, las relaciones entre burocracia publica y grandes empresas (y/o asociaciones empresariales) se fortaleció, dando lugar a experiencias de coordinación cuyas enseñanzas se mantuvieron incluso después de su desaparición.  En síntesis el Estado llena los vacios funcionales del mercado y lo vuelve operativo, al costo sin embargo de ir reduciendo sus espacios de autonomía. La sociedad y la economía resultan moldeadas y orientadas por una “razón política” de estabilidad y de poder que va entremezclándose en formas cada vez mas estrechas con las necesidades de valorización del capital.

 

Visión de Keynes

Yo veo –dice Keynes– que son necesarias acciones coordinadas y juicios inteligentes acerca del nivel en que una comunidad debería ahorrar, acerca de la cuota de estas inversiones que debería dirigirse a las inversiones exteriores, acerca de la eficiencia del mercado de capitales, asi como esta organizando ahora, en distribuir los ahorros hacia las actividades productivas nacionales. Yo pienso que estas tareas no pueden ser dejadas por completo a criterios individuales y ganancias personales, como sucede en la actualidad.

 

La asunción por parte del Estado de un compromiso general frente a la sociedad es la ultima frontera para salvar al capitalismo de los propios capitalistas.

 

En un mundo de grandes organizaciones permanentes no es el mercado la única instancia que registra dificultades de funcionamiento; el sistema político liberal mismo resulta objeto de presiones que tienden a modificar sus formulas y sus practicas.

El liberalismo se basaba sobre algunos supuestos básicos que el universo capitalista ha ido modificando. En primer lugar, una difusa situación de atomismo social, o sea, la existencia de individuos que operan en la sociedad en cuanto tales, intereses permanentes capaces de incidir sobre – y hasta bloquear- decisiones mayoritarias alcanzadas en el seno del aparato institucional.

En segundo lugar, la visión del parlamento como sede decisional exclusiva en lo referente a los intereses generales de la colectividad, lo cual excluye la posibilidad que, fuera del canal parlamentario, los grupos de intereses ( sindicatos, asociaciones patronales, burocracia estatal) puedan llegar a acuerdos que afecten al conjunto de la sociedad.

En tercer lugar, el compromiso de que la actividad de gobierno se mantenga en los términos minimos.

En cuarto lugar, la idea central: La autonomía de la sociedad frente al Estado.

Las tendencias al crecimiento del Estado como regulador del proceso económico, la ampliación de sus funciones sociales y el fortalecimiento de su peso especifico, asi como la transformación de los canales del proceso decisional y el desarrollo de una “constitución material” (como conjunto de normas y reglas no formales de convivencia social que regulan algunas practicas socioeconómicas centrales, todo esto fue modificando el Estado de derecho cuyo punto de llegada ha sido indicado como: Estado social.

En este subsiste el parlamento como sede decisional central; sin embargo, un numero creciente de decisiones importantes son tomadas fuera del parlamento: en las oficinas donde opera una burocracia estatal cada vez mas numerosa, en las salas de reuniones de representantes sindicales, patronales y gubernamentales o en las cupulas de partidos de gobierno.

Subsisten el pluralismo, el derecho al voto y a la organización partidaria; sin embargo, se desarrollan poderosas y extendidas formas de persuacion de masa que convierten la información en instrumento de “normalización” social y satanización de lo diverso. Subsisten los partidos como organizaciones independientes del Estado y sin embargo, muchos de ellos operan como agencias estatales de organización popular, como instrumento para canalizar las inquietudes y orientaciones de “los de abajo”.

 

El Estado social no es el resultado de una forma liberal agonizante, es mas bien, la combinación contradictoria de dos lógicas de administración, de dos visiones distintas del mundo. La convivencia es posible en tanto que las dos lógicas ( una apunta a la igualdad formal y al respeto de reglas de procedimiento y otra que apunta a la efiiencia en la organización social y a la obtención de objetivos relevantes para el mantenimiento y fortalecimiento de la misma) combinan la existencia de cierto garantismo liberal con una necesaria elasticidad operativa. El Estado social se desarrolla entre los limites fijados del Estado de derecho y los fijados por el Estado de excepción.

 

Aunque el Estado social es el cumplimiento de un largo proceso histórico, su desarrollo mas pleno se dio a partir de los años cincuenta. Es desde entonces que el Estado social adquiere con mas consistencia las tres características centrales: el neocorporativismo, el Estado bienestarista y su carácter de Estado administrador.

El Neocorporativismo: Se trata de un corporativismo informal e imperfecto, en el ámbito del cual las organizaciones patronales, sindicales y gubernamentales intentan compatibilizar sus diversos intereses en materia de salarios, políticas de inversiones, empleo, impuestos, etcétera. En términos generales la existencia de un circuito decisional neocorporativo implica que los grandes grupos de intereses adquieren una capacidad decisional acerca de temas de relevancia nacional, una capacidad que es del todo exterior al circuito liberal tradicional, osea a aquel “circuito” que parte del individuo que vota y llega a la decisión ejecutiva a través del debate parlamentario. Hay dos importantes características de los procedimientos neocorporativos que es necesario subrayar.

 

La primera es que los sindicatos tienden a operar como representación conjunta de los trabajadores sindicalizados que disponen de una mayor capacidad de presión.

La otra característica importante es el elemento de rigidez, las organizaciones sindicales se convierten en un vinculo que debe ser tomado en consideración si se quiere que sigan asumiendo su función colateral de control sobre las reivindicaciones potenciales del conjunto de los asalariados. Pero este beneficio es pagado con una negociación permanente que reduce la  capacidad adaptativa del aparato productivo.

 

El Estado de bienestar: Es un concepto de las ciencias políticas y económicas con el que se designa a una propuesta política o modelo general del Estado y de la organización social, según la cual el Estado provee servicios en cumplimiento de derechos sociales a la totalidad de los habitantes de un país.

Es la extensión creciente de la red de seguridad social y de educación de masas. El Estado de bienestar se convierte en una pieza decisiva de la organización social del capitalismo avanzado. El elemento que activa la creciente importancia de los sistemas de jubilación, subsidio al desempleo, educación publica y asistencia sanitaria. Para garantizar la estabilidad social en un mundo caracterizado por la presencia permanente de grandes organizaciones sindicales y por una situación de casi pleno empleo, se va imponiendo una política de redistribución social del ingreso.

El desarrollo de las políticas de bienestar se ha dividido históricamente en dos grandes y distintos procesos: por un lado, las conquistas sostenidas por amplias luchas de trabajadores y, por el otro, las concesiones otorgadas “desde arriba” para evitar el desencadenamiento de conflictos potenciales.

A partir de los años 50, el Estado encuentra una formula legitimadora mas estable, gracias a su transformación en agente impulsor del desarrollo económico y coordinador del bienestar colectivo. Esta ultima tarea implica el desarrollo del llamado “salario social”, osea el conjunto de prestaciones que el Estado proporciona a ciertos grupos de ciudadanos. El Estado de bienestar se ha ido ampliando cada vez mas, cumpliendo una función de relativo amortiguamiento social frente a los vaivenes coyunturales de la economía.

 

Hay un área de acción legitima que corresponde al Estado: la de establecer los mecanismos financieros básicos (emisión del dinero, control de tasas de interés, etc), acción directa (pero no necesariamente como propietario) en ciertas áreas de interés común (tales como redes de transporte, provisión de energía, provisión de "derechos sociales", etc) y supervisión del funcionamiento de empresas privadas y economía en general. Dentro de estas premisas el Estado organizará la actividad económica, planificando y participando en determinados sectores.

 

        EL ESTADO SOCIAL EN EL CENTRO DE LA CRITICA

 

Una de las principales críticas que nacían desde los sectores liberales era que, justamente el Estado, denominado Estado de bienestar era el culpable de las crisis del momento y por la tanto debería ser reformulado.

La crisis en la que entran las sociedades occidentales desde mediados de los años setenta, puede expresarse justamente en las dos dimensiones señaladas: como crisis de la integración reciproca entre las practicas sociales dominantes en el capitalismo avanzado y como crisis de los sistemas de control de tales practicas sociales.

Estas entran en una lógica de movimiento que las conduce, en perspectiva, a la ruptura de los ámbitos de compatibilidad que representan el perímetro de la estructura social. Los aumentos salariales superiores a los aumentos en la productividad, el fortalecimiento de los sindicatos en la fabrica y en la sociedad, la ampliación de los terrenos de la democracia en la administración de aquella especie de archipiélago de institucionalidad periférica del Estado que son las escuelas , los hospitales, los municipios, etc, el cuestionamiento por parte de los movimientos populares, una conflictividad difusa: Todo esto puso en movimiento un proceso de cambio y renovación de las practicas sociales mientras, simultáneamente, se introducían fuertes factores de inestabilidad en su integración bajo la hegemonía burguesa.

 

La crisis pone en evidencia las tensiones internas a las practicas de control, en el sentido de que las nuevas realidades y presiones locales corren mas aprisa que la renovación de los instrumentos necesarios para garantizar su control dentro de las organización capitalista de la sociedad.

 

La izquierda retrocede golpeada, en parte, por la desorganización y desunión que la crisis produce en los trabajadores y por la amplitud de los procesos de reestructuración de los esquemas tradicionales de organización social del trabajo y, en parte, por sus propias contradicciones internas y sus deficiencias proyectuales.

 

En la perspectiva de lo que hemos llamado ”El bloque de orden”, el Estado social que fue creciendo desde finales de la segunda guerra mundial garantizo la paz social a costos excesivamente elevados. Como resultado, en el balance de efectos positivos y negativos para los equilibrios del poder, el Estado Social fue acumulando lentamente un mayo volumen de efectos negativos a los ojos de los sectores dominantes.

 

 

EFECTOS “NEGATIVOS” DEL ESTADO SOCIAL.

 

En primer lugar, el garantismo difundido sobre todo entre los asalariados de las medianas y grandes empresas, garantismo que se expreso en las crecientres restricciones legales a las decisiones de despido por parte de las empresas en los limites sindicales a la movilidad de los trabajadores de un puesto de trabajo a  otro dentro de una misma planta y el fortalecimiento de las cargas fiscales asociadas al desarrollo del Estado De Bienestar.

 

En segundo lugar otro problema que plantea el Estado Social es el siguiente. El desarrollo de las practicas neocorporativas y del Estado de Bienestar implica el ingreso de amplios sectores populares ( por medio de sus representaciones sindicales, partidarias y otras) en el area de la toma de decisiones, el area propia de las clases dirigentes.

 

“El estado deja de aparecer como el territorio de los principios, los discursos y el bien común y se convierte sobre todo en el lugar de las negociaciones entre fuerzas sociales”

El estado Social ha hecho avanzar demasiado la democracia y esto ha producido un déficit de gobernabilidad que necesita ser recuperado con el avance de nuevas formas de control y de exclusión social.

 

Tambien tiene que haber una aceptación de la necesidad de autoridad en las diversas instituciones de la sociedad. Osea: hay que poner disciplina reduciendo al minimo la presencia de razones sociales de bienestar y la intromisión de organizaciones e instancias de tipo popular en los órganos centrales del policy making

 

Hay un tercer aspecto incomodo del Estado Social. La expansión del Estado de Bienestar vuelve cada vez mas insegura la línea divisoria entre sistema político y sistema económico, y con ello las relaciones sociales se politizan convirtiendo al Estado en un punto de condensación – altamente visible- de la estructura del poder. La eficiencia del poder estriba justamente en sus invisibilidad: El objetivo es la autodisciplina que surge de la subordinación mecanismos del poder – y su discrecionalidad- se hacen visibles, el poder pierde la capacidad de garantizar la cohesión social. Mientras mas se multiplican las acciones administrativas de regulación social, mas amplio se hace el ámbito de las consecuencias que no corresponden al espíritu o a los objetos de la accio administrativa originaria.

 

Por otra parte – y aquí el problema se complica aun mas- , cuanto mas poderosa se hace la maquinaria burocratica, tanto menos sus reacciones corresponden a un análisis frio y desapasionado de las exigencias del sistema: la misma maquinaria comienza a operar introduciendo en sus variables de comportamiento sus propios intereses.

 

A partir del momento en que la economía pasa abruptamente de una etapa de desarrollo acelerado a una etapa de crecimiento contenido e irregular, aparecen un serie de problemas que pueden resumirse en esto cuatro punto citados:

  1. Las rigideces asociadas con ciertas formas de “garantismo”.
  2. El debilitamiento del control exclusivo en los principales centros decisionales.
  3. La politización de la economía como consecuencia del mayor peso relativo del Estado.
  4. Las contradicciones internas de los grandes aparatos administrativos.

 

EL ASALTO AL CAPITALISMO:

Desde la segunda mitad de los años setenta, las clases dirigentes comienzan a acumular las fuerzas – ideologicas y políticas- para enfrentar estos problemas e intentar reorientar el rumbo de un desarrollo socio-institucional que se ha vuelto inseguro y amenazador para sus posiciones de poder.

A partir del comienzo de la crisis los términos del problema se invierten y en la cultura política se difunde cada vez mas una visión para la cual los objetivos del bienestar se han convertido en una traba para el desarrollo de los aparatos productivos, y en una carga que limita el dinamismo y las capacidades innovadoras de los sistemas económicos. Tambien se invierte la lógica a partir de la crisis, siendo ahora las sociedades las que deben adaptarse a las tareas de reestructuración de los aparatos productivos. Cualquiera que sea el costo social en el “corto plazo” (en términos de desempleo, reducción de la protección social, mayor selectividad escolar, mayor desigualdad en la distribución del ingreso, etc.

La renovación de los sistemas económicos queda estrechamente ligada al estancamiento y mas a menudo, al retroceso del carácter social del Estado.

Progreso económico y desigualdad social se convierten desde fines de los años setenta en las dos caras de una misma medalla.

El asalto al Estado de Bienestar es un intento por reducir y probablemente, revertir la dinámica de ampliación de los ámbitos de vida relativamente protegidos (contra enfermedad, desempleo, etc.) y es además un intento por recuperar amplios márgenes de discrecionalidad decisiónal por medio de la reducción del peso de los sindicatos en los acuerdos de tipo neocorporativo.

 

 

En las negociaciones entre grandes componentes neocorporativos, el componente sindical ha visto reducir su peso de manera clara en el curso de los últimos años, en la medida en que los procesos decisionales se han desarrollado cada vez mas por fuera de los esquemas neocorporativos.

Las razones son evidentes y son las siguientes:

El fuerte aumento del desempleo que fragmenta y debilita al frente negociador sindical. Desempleo y segmentación del mercado de trabajo son un sustituto “natural” de los acuerdos sindicales neocorporativos.

 

El éxito de los acuerdos neocorporativos dependia de la posibilidad de conducir un juego con saldo positivo osea obtenerse simultáneamente beneficios para las tres partes. Con la reducción de los ritmos de crecimiento, esta posibilidad ha sido borrada casi totalmente.

 

 

El éxito de los acuerdos neocorparativos dependia también de la capacidad, tanto de los sindicatos como de las asociaciones empresariales, para expresar los intereses y las inquietudes del conjunto de sus bases, sin embargo, si los sindicatos tienen una menor capacidad de representación frente a un mundo laboral cada vez mas fragmentado las mismas asociaciones patronales tienen un problema parecido. La vitalidad de las nuevas estructuras productivas que basan su fuerza sobre los altos niveles de productividad, sobre el uso de la mano de obra precaria y sobre la posibilidad de mover sus plantas de un lugar a otro, mas que sobre acuerdos generales de los sindicatos.

 

El objetivo real no es el debilitamiento del Estado sino el retroceso de las presiones sociales sobre el mismo y la reducción de los espacios de democracia que se abrieron en los años setenta gracias al fortalecimiento de los trabajadores en una coyuntura económica favorable.

El problema no es el Estado ni la expansión de su presencia económica, sino el peligro de que la multiplicación de sus funciones sociales vaya fortaleciendo su autonomía frente a las necesidades de las empresas y los bancos.

La continuidad de esta referencia al Estado como instancia de defensa del bienestar alcanzado y como palanca para la conquista de mayores niveles de bienestar es exactamente lo que debe ser roto.

En primer lugar, levantar mas los muros que separan al Estado de la sociedad para convertirlo nuevamente en el territorio del Poder y reducir sus funciones de redistribuidor de la riqueza social.

En segundo lugar, aprovechar la debilidad del frente del trabajo consiguiente a la crisis y a la profunda reestructuración de los aparatos productivos, para obtener una drástica reducción de las expectativas sociales y para convertir nuevamente al mercado en el instrumento exclusivo (“natural”) para el avance de los individuos desde el punto de vista de su status social.

 

Una de las componentes del Estado de Bienestar que la burguesía necesita desmantelar es el salario social, o sea, aquel conjunto de ingresos que complementan el salario directo y que provienen del Estado bajo formas de prestaciones sociales. El salario social representa la forma de reducir el impacto de los mecanismos espontáneos del mercado. De esta manera el salario social fortalece la capacidad de resistencia de los trabajadores.

 

El conservadurismo cambio de signo: ya no mira al pasado sino al futuro. El Estado debe fortalecer su función como garante del orden, pero ya no para mantener una estabilidad rigida en las realidades socioproductivas establecidas, sino para impulsar profundos procesos de modernización. Se trata de congelar – aunque solo sea parcialmente- un dinamismo social potencialmente desequilibrador, mientras se procede con las manos libres a reestructurar los aparatos productivos.


 

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