Altillo.com > Exámenes > UBA - CBC > Sociología

Sociología Resumen: Silvia Severini, "La sociedad, esa extraña idea" Cátedra: Raffin 2° Cuat. de 2007 Altillo.com

Silvia Severini – La sociedad, esa extraña idea.-

Introducción-.

El surgimiento de la sociología en la europea del S. XIX estuvo signado por tradiciones y aspiraciones contradictorias.

Las preguntas de la sociología apuntaron a conocer la naturaleza de aquellos vínculos sociales que habían sido sostén del viejo orden disuelto y que los efectos corrosivos de la modernidad habían conseguido quebrar.

Al finalizar la reacción antiiluminista del S. XIX, Robert Nisbet dice que las ideas que introdujo la sociología “tomadas conjuntamente, constituyen una reorientación del pensamiento europeo, tan trascendental, como aquella otra y tan diferente y aun opuesta, que señalo la decadencia de la Edad Media, y el avenimiento de la Edad de la Razón, tres siglos antes. El racionalismo individualista se afirmaba entonces contra el corporativismo y la autoridad medieval; a comienzos del S. XIX, ocurre lo inverso: la reacción del tradicionalismo contra la razón analítica, del comunalismo contra el individualismo, y de lo no racional contra lo puramente racional.”

En la modernidad, la “sociedad” es precisamente ese espacio en donde los intereses privados adquieren importancia publica.

Es en el ámbito de lo social en donde la modernidad iguala y regula las conductas de las personas por medio de normas que disciplinan externamente.

La sociología nació rescatando y revalorizando el “orden social perdido”, al tiempo en que distanciaba del racionalismo individualista que hegemonizaba el pensamiento de su época.

A cambio ofreció una visión orgánica de lo social.

El pensamiento iluminista y el antiiluminista han reflexionado sobre “lo social”, utilizando para ello dos nociones contrapuestas, que remiten a formaciones típicas de diferentes etapas históricas.

La sociología surgió como disciplina autónoma declarando como sujeto de estudio precisamente el lazo social propio de comunidades de extinción.

Émile Durkheim y la importancia de la moral.-

Durkheim creía que el conocimiento científico podía ser el pilar para la construcción de un nuevo sistema normativo, acorde a los principios de la sociedad de su tiempo.

El conocimiento científico no es accesible para todos y no puede, ser impuesto, no puede atribuírsele el carácter de obligatorio que es propio de la moral compartida y del hecho social.

Durkheim creyó posible encontrar el sostén moderno de la solidaridad en la división del trabajo.

Para Durkheim la condición de existencia de la vida colectiva esta indisolublemente asociada a la presencia de lazos sociales solidarios, a al cohesión social que solo surge del disciplinamiento, entendido éste como el consenso al orden establecido.

Durkheim afirma que el contrato social de Rousseau no es verificable históricamente.

La posible solidaridad contractual no sustituye a la solidaridad social. La solidaridad social debe ser el marco en el que se despliegan los acuerdos de intereses.

El orden social solo es posible cuando hay reglas compartidas y una moral común que se impone desde afuera a individuos que finalmente la hacen suya.

Durkheim introduce la idea de sociedad anomica para referirse a aquella en que la división del trabajo no produce solidaridad.

Para Durkheim la anomia no es el resultado necesario e inevitable del desarrollo de la división del trabajo, sino que depende también del grado de equidad que acompaña al proceso de creciente especialización.

La anomia característica de la modernidad es precisamente un producto de la ruptura de la moral. La división del trabajo solo puede ser fuente de solidaridad cuando es socialmente posible gestar un nuevo derecho y una nueva moral.

 

Max Weber y la importancia del mundo de los valores.-

El rasgo central de la sociedad moderna, que la caracteriza y la distingue de las comunidades anteriores, es lo que denominó “proceso de racionalización”.

Weber analiza las diferencias entre las relaciones sociales comunales y las asociativas y también describe a las primeras como relaciones solidarias, en donde cada una de las partes siente la pertenencia a universos compartidos; las relaciones asociativas, en cambio, son las que surgen de acuerdos de intereses.

Para Weber como para Durkheim, la naturaleza de lo “colectivo” tiene que ver con realidades internas de seres concretos.

Para Weber lo colectivo tiene que ver con los sentimientos y las emociones que sólo pueden ser estimulados por las ciencias compartidas y vivenciadas como fundamentales.

Cuando Weber habla de las “grandes profecías racionales” se refiere fundamentalmente al judaísmo y al cristianismo.

La racionalización de todos los procedimientos tiene un efecto homogenizador que produce la uniformidad de las acciones humanas, forzando a los individuos a desoír las necesidades de su propia identidad, para, en lugar de ellos, amoldarse a la organización externa.

El concepto de lo sacro en Durkheim y el carisma de Weber son los que les permitieron explicar tanto la cohesión de las comunidades en donde prevalecían los lazos sociales solidarios como la coerción que esas mismas formaciones sociales ejercían sobre las personas que las integraban.

A modo de conclusión.-

Émile Durkheim y Max Weber analizaron los lazos sociales comunales sobre los que en otras épocas se había asentado el orden social y un mayor encanto del mundo. La ruptura de aquellos lazos no devino en un mayor bienestar para las personas sino que, abrió el camino para la caótica sociedad que les era contemporánea. El desmoronamiento de la solidaridad comunal y su reemplazo por los conflictivos y modernos vínculos sociales, fue el acicate más importante para despertar la reacción del pensamiento sociológico en el S. XIX.

El origen de la sociología parece más paradojal que nunca cuando percibe que aún definiendo a la sociedad como objeto de estudio, la disciplina nació persiguiendo un orden que se correspondía con formas sociales anteriores, ya inexistentes en la época. El pensamiento sociológico clásico se resistió a concebir la sociedad como una obra de la razón, desconfió de la razón individualista como forjadora de algún ordenamiento que reestableciese el mundo de lo colectivo.