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Sociología para Historiadores | Resumen de Marx "El Suicidio" | Cat: Jenkins | 2° Cuat. de 2007 | Altillo.com |
EL SUICIDIO
INTRODUCCIÓN
Durkheim pretende con esta introducción dejar perfectamente delimitado el
concepto objeto de nuestro estudio. Par ello da una definición objetiva del
suicidio, eliminando las posibles alteraciones que las palabras sufren al
incluirse en el vocabulario cotidiano. Así define el suicidio como toda muerte
que resulta mediata o inmediatamente de un acto positivo o negativo realizado
por la misma víctima. Tras dar esta definición observa en su argumentación que
pueden quedar incluidos los hechos accidentales, así establece la siguiente
matización: “Hay suicidio cuando la víctima, en el momento en que realiza la
acción, sabe con toda certeza lo que va a resultar de él.”
A continuación se ocupa del interés que este fenómeno puede tener para la
sociología, ya que el suicidio puede considerarse además de en su vertiente
individual, en su vertiente colectiva, ya que cada sociedad presenta una cifra
casi invariable suicidios aun cuando el periodo estudiado sea demasiado largo.
Es así un fenómeno independiente, con naturaleza propia, de cuyo estudio se
encarga la Sociología y en concreto esta obra.
LIBRO SEGUNDO: CAUSAS SOCIALES Y TIPOS SOCIALES
CAPITULO PRIMERO: MÉTODO PARA DETERMINARLOS
En el libro anterior se ha determinado que para cada grupo social existe una
tendencia específica al suicidio, que nos basta para explicar la constitución
orgánico-sociológica de los individuos y la naturaleza del medio físico.
Sólo puede haber tipos de suicidios distintos cuando sean diferentes las causas
de las que suceden, como no podemos estudiar los suicidios por sus diferentes
formas o caracteres morfológicos, ya que no se dispone de casi nada de la
información necesaria.
En base a esto podemos constituir los tipos sociales de suicidio clasificándolos
no directamente y según sus caracteres, sino comprobando las causas que los
producen, esta será a primera vista una clasificación etiológica, así penetramos
mucho mejor en la naturaleza de un fenómeno, ya que conocemos sus causas.
A través de este método se puede establecer la naturaleza de los suicidios y su
número pero no sus caracteres distintivos.
¿Cómo podemos investigar las diferentes causas?
En primer lugar hay que fijarse en la causa inmediata de un suicidio, que es la
que figura en las diligencias judiciales, y en las tablas estadísticas sobre los
mismos donde las causas tienen un apartado especial. Esos nos indican los
antecedentes inmediatos de los distintos suicidios.
Aunque hemos de considerar estas informaciones con cierto escepticismo, ya que
son informaciones ofrecidas por personas cercanas al suicida u otro tipo de
informadores, que tal vez no sepan la causa real del suicidio.
CAPITULO II: EL SUICIDIO EGOISTA
En primer lugar observaremos como influyen sobre el suicidio las diversas
confesiones religiosas.
Si se estudian los suicidios europeos, vemos que en países católicos son menos
numerosos que en los países protestantes. Aunque hay que tener en cuenta que no
en todos los países sus habitantes no están al mismo nivel social y moral, pero
las semejanzas son lo suficientemente importantes para que tenga algún
fundamento el atribuir a la diferencia de cultos el contraste tan marcado que
presentan desde el punto de vista del suicidio.
Para poder comparar esto deberemos comparar ambas religiones, catolicismo y
protestantismo desde el seno de la sociedad.
En lo que respecta a los judíos, su actitud para el suicidio es también inferior
a la de los protestantes, y generalmente también inferior aunque en menos grado
a la de los católicos.
La única diferencia que existe entre católicos y protestantes es que el segundo
admite el libre examen con mayor extensión que el primero. Sin duda el
catolicismo concede al pensamiento y a la reflexión un menor espacio que el
protestantismo o que el judaísmo, lo que busca es reinar sobre las conciencias.
El protestante es el más autor de su creencia, la Biblia se deja en sus manos y
ninguna interpretación de ella se le impone, esto hace más sensible el
individualismo religioso.
Así llegamos a un primer resultado; la inclinación del protestantismo por el
suicidio debe estar en relación con el espíritu de libre examen, que anima esta
religión.
Si el protestantismo da una mayor eficacia al pensamiento individual es porque
cuenta con menos creencias y prácticas comunes.
Como conclusión podrá decir que la superioridad del protestantismo con respecto
al suicidio, proviene de que se trata de una iglesia integrada con menor fuerza
que la Iglesia Católica.
De la misma forma puede explicarse lo que sucede con el judaísmo.
Debido a su historia de numerosas persecuciones, los judíos han creado en sus
comunidades una sociedad compacta con un alto sentido de la unidad y de la
solidaridad, todo el mundo piensa y vive en ella de la misma manera, por eso la
Iglesia Judía resulta ser más fuertemente concentrada que ninguna otra, en
consecuencia y como analogía del protestantismo es a esta misma causa a la que
debe atribuirse la débil inclinación de los judíos por el suicidio.
El Judaísmo, como todas las religiones inferiores, consiste esencialmente en un
cuerpo de doctrinas que reglamenta de un modo minucioso todos los detalles de la
existencia y deja poco lugar al juicio del individuo.
Durkheim comprueba la veracidad de esta hipótesis en el caso de Inglaterra.
De todo lo anterior se deducen dos conclusiones importantes; por un lado, vemos
como el suicidio progresa con la ciencia; y por otro lado vemos como cuanto más
numerosos y fuertes son los estados colectivos, más fuertemente integrada está
la comunidad religiosa y más virtud preservativa tiene. Lo importante no son los
dogmas y los ritos, sino que sirvan por su naturaleza para alimentar una vida
colectiva de una suficiente intensidad: Porque la iglesia protestante no tiene
el mismo grado de consistencia que las otras, es por lo que no ejerce sobre el
suicidio la misma acción moderadora.
CAPITULO III: EL SUICIDIO EGOISTA (Continuación)
En este punto y una vez visto que la religión no preserva del suicidio vamos a
observarlo desde el punto de vista de la familia y la sociedad política.
En un principio se pensó, y si se miran las cifras a priori, sin una mayor
profundidad es lo que se ve, que las personas casadas se suicidaban más que las
solteras, pero esta afirmación es completamente falsa y lo demostró Berlinton
padre que tras un detenido estudio concluyo que no es causa del matrimonio, sino
causa de la edad, ya que si se estudia a todos los solteros frente a todos los
casados, tenemos en cuenta también a personas de corta edad que en ningún caso
están casadas y debido a su corta edad tampoco tienen en general tendencia al
suicidio, por lo tanto si queremos comparar estos dos grupos, habremos de
hacerlo con personas de igual edad tanto solteros como casados, y así se
comprueba que la cifra de suicidios es mayor en los primeros que en los
segundos.
Podemos decir que el estado del matrimonio disminuye aproximadamente en una
mitad el peligro del suicidio.
De otro estudio similar se deduce que las personas viudas se suicidan mucho más
que cualquier otro grupo de población de la misma edad.
De todos estos estudios se desprenden una serie de leyes:
Los matrimonios muy precoces ejercen una influencia agravante en el suicidio,
sobre todo en lo que se refiere a los hombres.
A partir de los veinte años los casados de ambos sexos se benefician con un
coeficiente de preservación con relación a los solteros.
El coeficiente de preservación de los casados en relación con los solteros,
varia según los hechos.
La viudez disminuye el coeficiente de los esposos de ambos sexos, pero
frecuentemente no lo suprime por completo.
La inmunidad de la que gozan los casados, puede deberse únicamente a dos causas:
Por un lado la influencia del medio doméstico, que entonces sería la familia o
por otro lado podría ser la selección matrimonial, no se casa el que quiere, hay
pocas probabilidades de formar una familia cuando no se reúnen ciertas
cualidades de salud, de fortuna o de moralidad.
Fuera de estas consideraciones, los numerosos hechos demuestran que la situación
respectiva a los casados y a los solteros se debe a causas muy distintas.
Si fuese un efecto de la selección matrimonial, en el momento en el que los
jóvenes empiezan a casarse debería empezarse a ver que la diferencia iría
creciendo poco a poco, a medida que los matrimonios aumentan, finalmente el
culmen debería darse en el momento en el que toda la población de una generación
admisible para el matrimonio ha sido realmente admitida y sólo quedan entre los
solteros aquellos que sufren de alguna inferioridad de las antes mencionadas,
este momento debe colocarse entre los 30 y los 40 años, ya que más allá no hay
matrimonios.
Por el contrario el coeficiente de previsión evoluciona de otra forma, los
casados muy jóvenes son más proclives al suicidio que los solteros de su misma
edad, en segundo lugar el máximum se da casi en conjunto y al llegar a la edad
de entre 30 y 40 años donde se supone que las diferencias deberían ser mayores
el coeficiente de preservación sufre un descenso brusco e importante.
Aquí hemos de tener igualmente en cuenta el sexo de la persona, ya que
dependiendo de que sociedad estemos tratando y como sean las condiciones para
cada sexo los coeficientes variaran de diferente forma dependiendo de cual de
los dos este más protegido.
Hemos de fijarnos igualmente si las parejas de las que estamos tratando tienen o
no hijos, ya que independientemente del estado civil de uno, la población con
hijos tiende mucho menos al suicidio.
Podemos decir que la inmunidad que presentan los casados no se debe a la
sociedad conyugal, sino a la sociedad familiar.
Si tomamos ahora como referente a las sociedades políticas, veremos que en las
sociedades jóvenes la tendencia al suicidio es menor que en otras.
Todas las crisis políticas o nacionales ejercen un efecto ralentizador para el
suicidio, y este no vuelve a sus cifras cuando termina la agitación, sino que lo
hace de forma pausada.
Las grandes conmociones sociales, así como las grandes guerras populares avivan
los sentimientos colectivos y estimulan tanto el espíritu como el patriotismo,
la fe política como la fe nacional y, conectando las actividades a un mismo fin,
determinan por cierto tiempo una integración más fuerte en la sociedad, por lo
tanto el individuo piensa menos en sí y más en la idea común.
Hasta aquí se establece que el suicidio varía en razón inversa del grado de
desintegración de la sociedad religiosa; domestica y política. Esta proximidad
demuestra que, si esas diferentes sociedades ejercen un efecto ralentizador
sobre el suicidio no es por consecuencia de caracteres particulares de cada una
de ellas, sino por una causa que es común a todas; El suicidio varía en razón
inversa a del grado de desintegración de los grupos sociales de que forman parte
los individuos.
¿Cómo puede tener tal origen el suicidio?
Cuando la sociedad está completamente integrada tiene los individuos bajo su
dependencia; considera que están a su servicio y por consiguiente no les permite
disponer de sí mismos a su antojo; Se opone, pues, a que eludan, por la muerte,
los deberes que con ella tienen.
Como conclusión dirá que el egoísmo, así es como hemos definido este tipo de
suicidio, no es un factor simplemente auxiliar; es una causa generadora. Si el
lazo que liga al hombre con la vida se afloja, es porque el nexo que le une a la
sociedad, se ha relajado. Los incidentes de la existencia privada, que parecen
inspirar inmediatamente el suicidio y que pasan por sus condiciones
determinantes, en realidad no son más que causas excepcionales. Si el individuo
cede al menor choque de las circunstancias es porque el estado en que se
encuentra, la sociedad ha hecho de él una fuerza dispuesta al suicidio.
CAPITULO IV: EL SUICIDIO ALTRUISITA
Si como hemos visto hasta ahora una individualización excesiva conduce al
suicidio, una individualización insuficiente produce los mismos efectos. Cuando
el hombre está desligado de la sociedad se mata más fácilmente.
En las sociedades denominadas inferiores, el suicidio egoísta como el que hemos
visto hasta ahora es prácticamente desconocido, pero se encuentra en otras
formas; y cada una de ellas tiene caracteres muy particulares.
Todos los hechos entran en una de las tres categorías siguientes:
· Suicidios de hombres llegados al dintel de la vejez o atacados por una
enfermedad.
· Suicidios de mujeres a la muerte de su marido.
· Suicidios de clientes o servidores a la muerte de sus jefes.
Si el hombre se mata por alguna de estas causas no es porque se arrogue el
derecho de hacerlo, sino porque cree que es su obligación. Si falta a esta
obligación, se le castiga con el deshonor y también, lo más menudo, con penas
religiosas.
Para que la sociedad pueda constreñir así a ciertos miembros suyos a matarse, es
preciso que la personalidad individual cuente muy poco, para esto, es preciso
que este casi totalmente absorbido por el grupo y por consiguiente que está
fuertemente integrado.
Llamamos a este tipo de suicidio altruista porque como hemos llamado egoísta al
estado en que se encuentro el yo cuando vive su vida personal y no obedece más
que a si mismo, la palabra altruismo expresa bastante bien el estado contrario,
aquel en el que el yo no se pertenece, en que se confunde con otra cosa que no
es él, en que el polo de su conducta está situado fuera de el, en uno de los
grupos de que forma parte.
Esta variedad de suicidio altruista la podemos denominar suicidio altruista
obligatorio, porque no todos los suicidios altruistas los son; ahora vamos a ver
otras formas de este.
Uno de ellos puede ser el suicidio por no tener ningún apego a la vida, y a la
menor indicación renuncian a ella.
Estos podremos llamarles suicidios altruistas facultativos. Por esta palabra ha
de entenderse solamente que son los mismos exigidos por la sociedad que cuando
son estrictamente obligatorios.
Por último hablaremos del suicidio altruista agudo, cuyo perfecto modelo es el
suicidio místico.
Estas diferentes formas contrastan del modo más notable con el suicidio egoísta,
el uno está ligado a esa moral ruda que estima en nada lo que sólo interesa al
individuo; el otro es solitario de esta ética refinada que pone tan alta la
personalidad humana que esta ya no puede subordinarse a nada. Hay pues entre
ellas toda una distancia que separa a los pueblos primitivos de las naciones más
cultas.
Pero aun en las sociedades más cultas aún existe un medio especial donde el
suicidio altruista está en estado crónico; El ejercito.
En todos los países europeos se ha observado que la aptitud de los militares
para el suicidio es muy superior a la de la población civil de la misma edad.
CAPITULO V: EL SUICIDIO ANÓMICO
Es sabido que cuando se producen crisis económicas la cifra de suicidios aumenta
de forma vertiginosa, pero cuando se produce lo contrario la cifra de suicidios
no disminuye en la misma proporción.
Tras numerosos estudios se ha llegado a la conclusión que no es por que la
crisis en sí empobrezcan a la población, sino porque son perturbaciones del
orden colectivo.
El estado de irregularidad o de anomalía está, pues, reforzado por el hecho de
que las pasiones se encuentran menos disciplinadas en el preciso momento en que
tendrían necesidad de una disciplina mucho más fuerte.
Esto hace que las ambiciones sobreexcitadas vayan siempre más allá de los
resultados obtenidos, cualquiera que sean, porque no se les advierte que no
deben ir más lejos. Nada pues les contenta y todo la agitación se gasta sobre sí
misma sin llegar a saciarse.
Entonces si la pobreza protege contra el suicidio es porque por si misma, es un
freno. Cuanto menos posee uno, menos intenta extender el círculo de sus
necesidades. La riqueza al contrario por los poderes que confiere, nos da la
ilusión de que nos engrandecemos por nosotros mismos. Al disminuir la
resistencia que nos oponen las cosas, nos induce a creer que pueden ser
indefinidamente vencidas, ahora bien, cuanto menos limitado se siente uno, más
insoportable le parece toda limitación.
En épocas pasadas la religión servia de consuelo tanto para ricos como para
pobres pero hoy en día la religión ha perdido toda su fuerza, esto ha llevado a
la consagración del materialismo, que el desarrollo económico se sitúe en primer
lugar, nos lleva a considerar si no será esto el causante de que en crisis
económicas se dispare el numero de suicidios.
La anomia es en las sociedades modernas un factor regular y especifico de
suicidios, el suicidio anómico proviene de que la actividad de estas personas
está desorganizada y esta es la razón de su sufrimiento.
Comparando este tipo de suicidio con el suicidio egoísta podemos decir que
aunque guardan cierta relación ocupan parcelas sociales diferentes: el primero
se ocupa del mundo empresarial mientras que el segundo se centra en carreras
intelectuales.
Hay otros tipos de anomia como la que se da en el enviudamiento y en la que nos
vamos a detener a continuación que es la referente a los divorcios; M. Bertillon
establece que el número de suicidios varía con el de divorcios, en todo Europa,
y este autor dice que esto depende de un mismo factor que es el numero de
personas equilibradas, este tipo de suicidio no deriva del hecho del divorcio,
sino que ambos juntos derivan de la misma causa.
Tras descartar varias hipótesis Durkheim establece que sólo queda una
posibilidad y es que la institución misma del divorcio por la acción que ejerce
sobre el matrimonio predisponga al suicidio.
El debilitamiento de la disciplina matrimonial agrava la tendencia ala suicidio
de los hombres y disminuye el de las mujeres
CAPITULO VI: FORMAS INDIVIDUALES DE LOS DIFERENTES TIPOS DE SUICIDIOS
En este capitulo se va a intentar realizar una división etiológica de los
suicidios. Cada suicida da a su acto una huella personal, que expresa su
temperamento, las condiciones especiales en las que se encuentra y que por
consecuencia no puede explicarse por las causas sociales y generales del
fenómeno, pero estas a su vez deben tener una marca colectiva que es la que se
pretende averiguar.
Existe una primera forma de suicidio, que se distingue por un estado de
languidez melancólica, que hace que el individuo se encierre en sí mismo
haciéndose insensible a lo que le rodea. El desenlace no tiene nada de violento
ni de precipitado, pudiéndose ligar con el suicidio egoísta. El carácter
meditativo e intelectual de este tipo de suicidio se explica si se recuerda que
el suicidio egoísta tiene por contenido necesario un desarrollo de la ciencia y
una inteligencia reflexiva.
Durkheim dice que esta es una forma elevada del suicidio egoísta, pero existe
también una forma más vulgar.
El individuo se impone satisfacer como única tarea satisfacer sus necesidades y
si se le impide este fin último la existencia deja de tener sentido. Es el
suicidio epicúreo. La melancolía se reemplaza por sangre fría especialmente en
el momento último. Como ejemplo están los vividores que cuando ya no pueden
continuar con su existencia fácil se matan con tranquilidad.
Bajo el prisma común del suicidio altruista, caracterizado por ser un suicidio
activo, encontramos el suicidio obligatorio en el que el sujeto se mata porque
su conciencia se lo ordena.
Hay una tercera clase de suicidios que se diferencias de los anteriores porque
están marcados por un carácter pasional, no es el entusiasmo, la conciencia o la
fe religiosa, sino la cólera y lo que acompaña a la decepción. Son un ejemplo
las personas que tras cometer un asesinato seguidamente se suicidan. Parece ser
que este tipo de suicidios está bajo la naturaleza del suicidio anómico.
Existe también el tipo de suicidio que efectúan los incomprendidos, que se da
sobre todo en épocas donde no hay una clasificación reconocida.
Conviene con todo añadir, que no se presentan siempre en la experiencia,
aisladas y sin mezcla, sino que sucede a menudo que se combinan entre sí, de
suerte que dan nacimiento a especies compuestas; caracteres pertenecientes a
muchas de ellas se encuentran conjuntamente en un mismo suicidio. La razón de
esto es que las diferentes causas sociales del suicidio pueden actuar
simultáneamente sobre un mismo individuo y mezclarse en él diferentes efectos.
Singularmente hay dos factores del suicidio que tienen el uno con el otro una
afinidad especial, y son el egoísmo y la anomia; Sabemos que generalmente no son
más que dos aspectos diferentes de un mismo estado social, no es extraño pues
que se den en un mismo individuo.
La anomia puede igualmente asociarse al altruismo, una misma crisis basta para
trastornar la existencia de un individuo, romper el equilibrio entre él y su
medio y, al mismo tiempo, poner sus disposiciones altruistas en un estado que le
incite al suicidio. Este es el campo de lo que denominamos suicidios de
obsesión.
Otro tipo de suicidio que trata Durkheim, es el suicidio estoico, que aunque ya
se ha tratado desde el punto de vista del suicidio egoísta puede verse desde
otro punto de vista completamente diferente. Si es estoico profesa una absoluta
independencia para todo lo que traspasa el recinto de la personalidad
individual, y al mismo tiempo se coloca en estado de estrecha dependencia frente
a la razón universal y le reduce a no ser más que el instrumento por el que ella
se realiza. También el suicidio que practica a veces es apático como el del
egoísta y realizado como un deber igual que el altruista.
En principio parece lógico que los medios empleados para la ejecución dependan
de los sentimientos del sujeto y por lo tanto lo reflejen. Podríamos utilizar
los datos de las estadísticas para delimitar desde las formas exteriores las
diferentes especies de suicidios, pero de este modo sólo obtenemos resultados
negativos.
Las causas sociales de las que dependen los suicidios difieren de las que
determinan la manera de ejecutarse, por lo que no se puede establecer ninguna
relación entre los tipos de suicidio y el modo de ejecutarlo. La muerte escogida
por el suicida es un fenómeno distinto al mismo suicidio, el estudio del primero
no podría añadir nada a nuestro estudio, con lo cual queda obviado.