Altillo.com > Exámenes > UBA - Económicas > Historia Económica y Social General

Hist. Ec. y Soc. Gral. Guerra y reconstrucción (1940-1950) Altillo.com

El ascenso y la caída de la Europa de Hitler
  La marcha de Hitler a través del continente continuó virtualmente sin impedimentos y en la segunda mitad de 1942 el nuevo imperio alemán era prácticamente un sinónimo de la Europa continental.
  Las razones del fracaso en esta línea no son difíciles de discernir. En primer lugar, los nazis nunca tuvieron una idea muy clara de lo que implicaba el establecimiento del Nuevo Orden. En segundo lugar, en los dos primeros años de hostilidades la velocidad de la conquista militar fue mayor que la del plan del régimen para un nuevo imperio.
  Los éxitos iniciales de Hitler se derivaron en gran medida de la estrategia empleada para conquistar Europa. La estrategia de la blitzkrieg evitó cualquier compromiso de una guerra muy prolongada que implicase armamento en profundidad. Suponía más bien un ataque rápido sobre objetivos específicos pero limitados.
  Hitler nunca tuvo la menor intención de comprometerse en batallas muy largas para las que el país no estaba en absoluto preparado. Sólo cuando Alemania se vio obligada a abandonar sus tácticas "relámpago" y cambió a la lucha de campañas defensivas y de retaguardia de duración indeterminada, las limitaciones de sus preparativos militares se hicieron evidentes.
  La primera mitad de 1942 significó el final de la estrategia de la blitzkrieg y supuso que el régimen se viera obligado a comprometerse a una lucha larga.
  Hitler había cometido el error fatal de reducir el ritmo de la producción de guerra. Alemania se veía obligada ahora a concentrar todo lo que pudiera su energía en impulsar la producción de armas, utilizando en la mayor medida posible los suministros de trabajo y materiales de la Europa ocupada. Estos suministros empezaron a interrumpirse y en 1944 la creciente escasez de fuerza laboral y materias primas estaba obstaculizando seriamente el esfuerzo bélico.
  Hitler trató a todos los países no germánicos de Europa como territorios que había que explotar para servir a las necesidades alemanas. Esta política tuvo dos consecuencias desgraciadas en lo que se refería a Alemania. Eliminó la posibilidad de asegurar el apoyo voluntario de los no alemanes al esfuerzo bélico de Hitler. En segundo lugar, la abierta explotación de los territorios ocupados con el tiempo fue contraproducente.
  En la primavera de 1945 la situación se había hecho desesperada y el 7 de mayo se rindió Alemania. "Los hechos crueles del poder económico, expresados en forma del equipo militar y de los hombres que los manejaron, al final aplastaron a Hitler y a Alemania".

Aspectos económicos del esfuerzo bélico
  El esfuerzo bélico fue sostenido por tres factores principales: una producción creciente, una disminución del consumo y un agotamiento del capital.
  En el continente europeo fue Alemania la que probablemente lo pasó mejor. Esto puede explicarse en gran parte por el hecho de que Alemania pudo mantenerse mediante la exacción de grandes contribuciones en los territorios ocupados y la población sólo padeció inconvenientes moderados.
  Italia experimentó una gran decepción a causa de Hitler. Desde el punto de vista económico, la guerra fue un desastre para Italia. Incluso durante el período de victorias, el producto de Italia no consiguió aumentar, mientras que a partir de 1942 disminuyó fuertemente, regresando en 1945 a un nivel cercano al de la primera década del siglo. El consumo se redujo fuertemente, mientras que la inflación alcanzaba graves dimensiones. Rusia proporciona un contraste interesante, porque para ser un país pobre dedicó una elevada proporción de recursos a las actividades militares. El país fue devastado gravemente por la invasión alemana, perdiendo aproximadamente la mitad de su capacidad industrial; la producción descendió a un nivel bajo en 1942 y el nivel de vida descendió seriamente a partir de niveles ya bajos para los patrones occidentales.
  Los países aliados de Alemania y nominalmente independientes, como Finlandia, Hungría, Rumania y Bulgaria, no lo hicieron demasiado mal.
  Los peores efectos de la ocupación se dejaron sentir en Grecia, Polonia, Francia, Bélgica, Países Bajos y las partes ocupadas de la Unión Soviética. En todos estos países el producto cayó fuertemente, el capital fue gravemente agotado o dañado, los recursos laborales fueron explotados y los niveles de vida descendieron hasta niveles de subsistencia. Dinamarca no padeció privaciones graves, mientras que en Noruega la caída del producto fue ligera, pero el costo de las tropas de ocupación absorbió una gran proporción de la renta, reduciendo por ello el nivel de vida de la población del país.

Devastación de Europa
  Europa se encontraba en un estado extremadamente débil, con enormes déficits presupuestarios, ofertas monetarias infladas, una grave escasez de reservas de divisas y fuertes presiones inflacionistas.
  Hay varias estimaciones diferentes de las pérdidas en población. La cifra más aceptable para el conjunto de Europa es la de 40 millones, que comprende las bajas militares y civiles causadas por la guerra. Unos treinta y cinco millones de personas fueron heridas, mientras que fueron millones las que padecieron desnutrición.
  La pérdida y destrucción de activos de capital son aun más difíciles de cuantificar con precisión. Combates intensos, junto con fuertes bombardeos y devastaciones deliberadas significaron que el daño a la tierra, la propiedad y el equipo industrial fue más grave de lo que había sido en la Primera Guerra Mundial.
  Los sistemas de transporte también fueron gravemente dañados e interrumpidos. En varios países, especialmente en Europa oriental, más de la mitad de los puentes del ferrocarril, empalmes, estaciones de mercancías, sistemas de señalización, estaciones, vías y otras instalaciones fueron destruidos o necesitaban reparaciones más importantes.
  El catálogo de desastres era semejante en la industria y en la agricultura. El equipo industrial y los edificios de las fábricas sufrieron grandes daños así como el deterioro por el trabajo continuo y la falta de mantenimiento. Hubo un desequilibrio entre las industrias de bienes de consumo y de producción.
  El potencial agrícola fue gravemente desbaratado por la guerra, debido al daño a la tierra, la destrucción y el saqueo del equipo y las pérdidas de ganado. El daño al campo en sí supuso una grave pérdida de fertilidad.
  La reducción general de la actividad productiva fue mucho mayor de lo que parecía indicar la pérdida física completa de activos y población. La destrucción del capital era el menor de los problemas en 1945. Mucho más importantes eran la dislocación y la interrupción de la actividad productiva como consecuencia de la guerra; el movimiento a la baja de la producción de armamentos y los problemas relacionados con la conversión a las operaciones del tiempo de paz; la fuerte escasez de materias primas esenciales, componentes y piezas de recambio; la escasez de cualificación técnica y los estrangulamientos en las comunicaciones; y el absoluto agotamiento de una población generalmente subalimentada.
  La escasez de alimentos, materias primas y bienes de consumo en general fue aguda en Europa, pero esto era parte de un problema más amplio. En el período de la inmediata posguerra hubo una escasez mundial de materias y productos alimentarios. La escasez de buques y la dislocación de la infraestructura de transportes hacia el interior dificultaban el movimiento de suministros. Europa necesitaba importaciones desesperadamente, pero su capacidad de exportación era limitada; en consecuencia, la posibilidad de llevar a cabo la reconstrucción dependería en gran medida del volumen de ayuda procedente de Estados Unidos, el único país en situación de proporcionar bienes y ayuda financiera en gran escala.
  El problema inmediato no era de escasez de activos, sino de una grave escasez de suministros esenciales, incluyendo alimentos, y de una población debilitada y subalimentada.

La política de reconstrucción
  Una gran mejora fue que se evitó en gran medida el fiasco de las reparaciones y deudas internacionales a causa de la guerra.
En primer lugar, una gran proporción de la ayuda se desembolsó más bien indiscriminadamente con escasa consideración, tanto en el caso de naciones prestamistas como el de las prestatarias, de los usos más provechosos a los que podía destinarse. En segundo lugar, en las condiciones que entonces prevalecían una buena parte de la ayuda se utilizó simplemente para mantener viva a la población, especialmente en Europa oriental. En tercer lugar, gran parte de la ayuda se basaba en préstamos, lo que creaba problemas de deuda para los países prestatarios. Finalmente, las políticas nacionales no siempre llevaban a la recuperación inmediata.
  Se condicionó la ayuda a las naciones receptoras a que éstas cooperasen con el fin de asegurar que la ayuda fuera utilizada del modo más efectivo posible. Por el lado europeo dieciséis naciones se unieron para formar la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE), a la que correspondía la tarea de estimar las necesidades nacionales y distribuir la ayuda entre sus miembros, en tanto que actuaba como una cámara de compensación para los planes económicos nacionales.
  El Plan Marshall entró en vigor en abril de 1948 y fue diseñado para durar cuatro años, aunque de hecho se integró en el programa de asistencia para la defensa mutua en 1951, después de lo cual el énfasis se desplazó de la ayuda económica a la militar. La OECE utilizó los déficits comerciales y de pagos, especialmente los déficits de dólares, como criterio principal.
  Antes de acabar la guerra se estaban haciendo esfuerzos para asegurar una mayor cooperación económica internacional entre las naciones. Después de las negociaciones de Bretton Woods, en 1944 aparecieron dos importantes instituciones: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo (Banco Mundial), mientras que en 1947, después de una reunión de veintitrés naciones en Ginebra, se firmó el Acuerdo General sobre las Tarifas y Comercio (GATT).
  El Banco Mundial: la intención original era que esta institución ayudase al proceso de recuperación mediante préstamos con finalidades productivas. Así, mientras que en lo referente a la reconstrucción y a la cooperación económica el Banco Mundial contribuyó poco, más tarde se convirtió en una fuente importante de préstamos a largo plazo para la financiación de proyectos en todo el mundo.
  El FMI y el GATT tuvieron que ver más con la mejora de las relaciones internacionales en el campo del comercio y los pagos. Mientras que el GATT se relacionaba ante todo con los aranceles, el principal foco de atención del FMI estaba en las cuestiones monetarias. El Acuerdo se refería específicamente al restablecimiento de la estabilidad de los cambios con ajuste del tipo de cambio sólo en casos de desequilibrio fundamental de la balanza de pagos de los países miembros.
  La contribución más importante fue el flujo de ayuda norteamericana que se dirigió a Europa.

El camino hacia la recuperación
  El ritmo de recuperación de Europa en los cinco años después de la guerra fue impresionante.
  En lo que se refiere a Europa occidental, el período desde el final de la guerra hasta 1950-1951 fue de continua expansión, aunque hubo interrupciones menores. Hasta 1949 hubo pocos signos de deficiencia graves de la demanda, a causa de la gran contención de la demanda de bienes, el exceso de la liquidez y las presiones inflacionistas en una u otra forma, en la mayoría de los países. La mayor dificultad fue la de obtener suministros adecuados de alimentos, materias primas y combustible. Todavía no había transcurrido un año, y otro estímulo exterior, la guerra de Corea, produjo una violenta explosión de la demanda especulativa en la segunda mitad de 1950, que fue seguida por un incremento de la producción y aumentos adicionales de los precios en 1951.
  La gran tarea de reconstrucción junto con los nuevos compromisos gubernamentales en términos de bienestar social, pleno empleo y mayor igualdad de las rentas, entre otras cosas significó que generalmente los gobiernos intervinieran mucho más en materias económicas que antes de la guerra.
  Una de las tareas principales fue la de elevar el nivel de inversión, especialmente en las industrias básicas, para asegurar el crecimiento rápido del producto y de las exportaciones y para mejorar los logros de la productividad. El propio gobierno se convirtió en el mayor inversionista individual. Las políticas de inversión tuvieron éxito; contribuyeron a conseguir un alto nivel de inversión y los recursos no fueron demasiado mal asignados.
  El control de la inflación fue la tarea más difícil. Las autoridades no podían hacer más que mantener la inflación dentro de unos límites. El problema se agravó por las políticas de control del período bélico, incluyendo los subsidios a mercancías clave, que significaron la generación de un potencial inflacionista latente, mientras que del lado de la importación se produjeron fuertes presiones después de la guerra.
  No es difícil encontrar las razones de los grandes déficits. La guerra había destruido el comercio de exportación de Europa, lo que repercutió en la pérdida de mercados de bienes, tanto para los proveedores locales como para los norteamericanos. El resultado fue que los volúmenes de exportación disminuyeron más que las importaciones mientras que las tendencias desfavorables de los precios tenían el efecto de aumentar el déficit monetario total.
  La situación era ligeramente más complicada que esto, en virtud del hecho de que una gran parte del déficit era con el área del dólar. Esta área era la principal fuente de suministro de alimentos y materias primas, mientras que la capacidad de Europa para conseguir dólares para pagar estas importaciones era muy limitada. En otras palabras, el restablecimiento del equilibrio exterior no era simplemente una cuestión de un gran aumento de las exportaciones y una disminución de las importaciones, requería una amplia mejora de las relaciones comerciales europeas basadas en el dólar. Los resultados del área del dólar no fueron muy satisfactorios.
  Europa occidental logró una recuperación notable en el período de 1945 a 1950. Bajo estas condiciones se hizo cada vez más difícil mantener los controles y todo el sistema se vio seriamente debilitado por el ataque desde el lado de la demanda en 1950-1951, originado por las devaluaciones de 1949 y la guerra de Corea.
  La tarea más urgente era la de la reforma monetaria. La guerra había dejado el sistema financiero de Alemania en el caos, con una enorme sobreoferta de dinero en relación con la disponibilidad de mercancías, lo que significaba fuertes presiones inflacionistas. Éstas fueron suprimidas por completo durante un tiempo, mediante los sistemas de racionamiento y control de precios de las autoridades de ocupación.
  Cuando la reforma monetaria se promulgó finalmente en el verano de 1948, se mostró extremadamente rigurosa e injusta. El producto se disparó hacia arriba en la segunda mitad de 1948 y a partir de entonces la recuperación de Alemania continuó libremente. Fue apoyada por un gran flujo de ayuda exterior, que proporcionó divisas y fondos de inversión, un fuerte renacimiento de las exportaciones y una oferta de trabajo flexible, junto con políticas diseñadas para estimular la inversión y los beneficios, contener los salarios y asegurar la estabilidad monetaria.
  Cuando cesaron las hostilidades, la producción industrial en la mayoría de los países era la mitad o menos que antes de la guerra mientras que el producto agrícola se encontraba extremadamente deprimido. Casi todos los bienes escaseaban en gran manera, y a no ser por la ayuda recibida a través de la UNRRA (Administración de las Naciones Unidas para Ayuda y Rehabilitación) mucha gente habría muerto de hambre.
  Cuando la fase de reconstrucción iba a terminar, los gobierno de Europa oriental dirigieron su atención a la planificación global de sus economías a largo plazo, de acuerdo con el sistema soviético. El principal objetivo era desarrollar economías poderosas por medio de planificación central y la dirección de la actividad económica. Una segunda característica fue el cambio de la estructura fiscal hacia el modelo soviético, esto es, la adopción del impuesto sobre el volumen de ventas, lo que se convirtió en la principal fuente de ingresos.