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Teoría del Estado Resumen del libro "Las ideas políticas en Argentina" de José Luís Romero Cát.: Resnik - Gargarella 1° Cuat. de 2011 Altillo.com

Parte Primera: La Era Colonial

Capítulo I: La época de los Austria

El capítulo que da inicio al libro está separado en dos partes. La primera habla sobre los sucesos en España desde el siglo XV hasta fines del siglo XVII. Este segmento comienza con el reinado de Isabel y Fernando y el contexto en el cual se produce la conquista de América. Hacia 1492, con la desaparición del reino de Granada y el descubrimiento de América aparece una esperanza de grandeza. A la vez, Castilla y Aragón cesan su proceso de unión y España alcanza la gloria imperial. De allí se pasa al fin del reinado de Carlos V, desde donde se vislumbra un futuro prometedor con la conquista de América.

Después, pasa a explicarse el reinado de Felipe II, con sus ideales de hispanidad y catolicismo, que lo llevan a guerras a favor de la hegemonía política y los ideales católicos amenazados. Estas guerras, costeadas con las riquezas que llegan de América, provocan miseria y desempleo en España, además de anticipar los problemas que tendría que enfrentar el rey que lo sucediera. Sin embargo, su sucesor Felipe III en lugar de intentar mejorar la situación del país, empobrece al pueblo para mantener el lujo de la corte. Felipe IV, quién continúa con estas políticas, es definitivamente vencido y firma el tratado de los Pirineos en 1659.

Mientras todos estos sucesos transcurren en España, Europa es afectada por el mercantilismo y los ideales de la Refoma, que España rechaza desde el principio, centrada en la política de Felipe de "acentuar lo hispánico". Así, se aferra el catolicismo español como un pilar fundamental de la Contrarreforma.

Desde el reinado de Carlos V, el orden político se había vuelto absolutista, incluso en contra del papado. Sin embargo, su sucesor Felipe II era muy religioso y su poder se transformó gradualmente en una teocracia. Surgidos de esta teocracia, tan retrasada en cuanto a cuestiones económicas y sociales, fueron los conquistadores que llegaron a América.

Con el ambiente político español planteado de esta manera, comienza la segunda parte del capítulo. Ésta establece, en un principio, la poca importancia que se le dió a la zona del Río de la Plata y su llanura con respecto al Alto Perú y sus riquezas. Pero, aún así, el Río de la Plata era el acceso más rápido para llevar las riquezas a España y es con esa función que se decide fundar Buenos Aires en 1536.

Los conquistadores que salieron de Buenos Aires buscando la ruta hacía el Perú fundaron la ciudad de Asunción en la confluencia de los ríos Paraguay y Pilcomayo creyendo que les sería más útil, y en 1541 se despobló Buenos Aires. Su propósito de ascender hacia el Perú se convirtió rápidamente en una empresa imposible por la naturaleza frondosa y las tribus aborígenes. Sin embargo, Diego de Rojas inició el camino en sentido inverso y en su recorrido fue fundando ciudades como Santiago del Estero, Tucumán, Córdoba y finalmente fundó Buenos Aires por segunda vez en 1580. Así, Asunción, una ciudad ya constituída, comenzó a declinar frente a Buenos Aires.

Una de las razones principales por la cual Buenos Aires cobró importancia rápidamente fue que era más propicia para la vida de los colonos y la cría de ganado.Además, una gran cantidad de barcos comenzó a arribar a la ciudad en poco tiempo. Durante el siglo XVII, Buenos Aires continuó creciendo y en 1640, adquirió importancia política, en la orilla de enfrente del río los portugueses fundaron Colonia del Sacramento en un intento por ganar las tierras de las cercanías.

Uno de los objetivos principales de los fundadores de Buenos Aires –y del cual dependía el progreso de la ciudad-, era poner en orden la situación de los indígenas. Esta política colonizadora fracasó y dio paso a una política de catequesis protagonizada por religiosos. Este sistema educó a los indigenas y los convirtió a la fe cristiana, pero a la vez evitó que los indígenas se adaptaran a la vida con los colonizadores.

El suelo fértil fue la riqueza que brindó Buenos Aires a sus pobladores. Ésta, debía ser trabajada y fue en ese momento cuando los indígenas encontraron su lugar en el orden social. Además de los españoles y los indígenas, surgió un nuevo grupo étnico: el mestizo. Este se ubicó por debajo de los españoles junto con los criollos, ambos considerados inferiores; los primeros por descender de indígenas, los segundos por haber nacido en América.

La vida en la ciudad y en los campos era muy distinta. En el campo, el colonizador era el que mandaba debido a la ausencia de leyes que rigeran sus vidas, y debía bastarse y defenderse a sí mismo y a los de sus tierras. La ciudad, en cambio, sí tenía leyes, pero muchas veces eran pasadas por alto incluso por los funcionarios ávidos de riqueza.

La Iglesia, como era el único credo que se practicaba, consiguió mucho poder. Este prestigio llegó incluso a sacarle poder a las autoridades en varias oportunidades, lo que creaba una situación tensa entre ambas instituciones.

El último párrafo del capítulo resume las ideas principales que se extraen de él: la formación del espíritu autoritario en todas las esferas de la vida social y la conciencia política que se manifiesta como una autoridad indiscutida.

Capítulo II: La época de los Borbones

El siglo XVIII comienza en Europa con cambios en la situación política. La declinación del absolutismo en Inglaterra es el inicio de las transformaciones que más adelante darán lugar a la Revolución Francesa y sus consecuencias. A la muerte de Carlos II en España, éste lega sus posesiones al duque de Anjou, francés, ocasionando la guerra por la sucesión. Francia sale vencedor y los Borbones toman el control de España. Los Borbones eran ilustrados y progresistas, y el espíritu liberal se impuso lentamente como la nueva actitud política, sobre la antigua teocracia de los Austria.

Felipe V fue el primer rey de la dinastía de los Borbones. Su objetivo principal fue que España recuperase su antiguo poder y esplendor. Para lograrlo, originó cambios en la economía, la administración y la política, siempre basándose en los ideales iluministas. Además, abrió el reino a las influencias Europeas, que durante años habían sido negadas por los Austria.

Las nuevas ideas promovidas por los Borbones impulsaron el pensamiento científico, así como progresos en la educación y en la economía. También consideraron necesario fomentar el trabajo en una sociedad empobrecida y atrasada. A la vez, debían evitar que el progresismo se desviara al terreno político porque esto podría provocar cuestionamientos al régimen monárquico.

La concepción absolutista del poder fue levemente modificada por los cambios introducidos a principios del siglo XVIII. La religión, base del poder del los Austria, fue reemplazada por un régimen cada vez más laico. Aún así, en muchos aspectos de la sociedad, la Iglesia todavía conservaba su antiguo poder.

Mientras tanto, la situación de las colonias mejoraba tanto en demografía como en economía. Hacia fines del siglo XVII, Buenos Aires ya contaba con cuarenta mil habitantes, y su riqueza agropecuaria, principalmente la ganadería, había hecho crecer la economía colonial. La agricultura no era fomentada por conveniencia de los comerciantes españoles de Buenos Aires, a quienes el comercio de cueros, sebo y productos ganaderos brindaba buenos dividendos. El régimen del monopolio de productos provenientes de España no era suficiente para la población porteña, por lo que se producía un contrabando para satisfacer las necesidades de los habitantes. En 1776, Buenos Aires se convirtió en la "capital" de un nuevo virreinato que abarcaba Paraguay, Tucumán y Cuyo, y se organizó económica y políticamente a Buenos Aires.

Gracias a la importancia que toma Buenos Aires, se van perfilando en su sociedad las posturas de dos grupos sociales con interses diferentes pero influencia en el virreinato, los españoles y los criollos. Los españoles, quienes ocupaban funciones públicas, preferían la vida urbana y estaban preocupados por el destino rioplatense. Los criollos escogían la vida rural en un intento por escapar de la segregación a la que eran sometidos por los españoles. Este sentimiento generalizado entre los criollos los hizo poseedores de un sensación de formar parte de un grupo bien diferenciado de los demás: una clase social.

Los criollos, que aventajaban en cantidad a la "aristocracia" colonial, buscaron educarse para alcanzar el nivel de los españoles y los ideales liberales que llegaban a la colonia les sirvieron para oponerse a los españoles tradicionales y buscar mejorar su posición. Esto dió paso a la aparición de una burguesía criolla, la cual aspiraba al desarrollo de la agricultura, la libertad de comercio y el desarrollo de pequeñas industrias campesinas; además, el pensamiento liberal formó criollos con ideas revolucionarias y emancipadoras.

Estas ideas pasaron a ser los objetivos de hombres como Mariano Moreno, que no dudaban en exponer su opinión sobre el libre comercio, y muy pronto el pensamiento liberal se ramificó a sus creencias políticas. La Revolución francesa de 1789 afianzó estos pensamientos y les dio ánimos, así como las invasiones inglesas les proporcionaron confianza en el movimiento criollo y una conciencia de nacionalidad.

Todas estas nuevas ideas eran planes todavía incipientes, si consideramos los opositores que tenían, a saber: funcionarios de ideas anteriores al iluminismo, comerciantes beneficiados por el régimen monopolista, el clero jesuítico y las autoridades, que si bien no eran mayoría, tenían poder suficiente para acallar a la burguesía criolla.

A pesar de que los criollos aún no habían conformado un poder político, y sus ideas eran una minoría en las ciudades, el pensamiento liberal había llegado finalmente a la colonia, y con él llegaría más tarde la independencia.

Parte Segunda: La Era Criolla

Capítulo III: La línea de la democracia doctrinaria

La Revolución francesa se presenta ante los ojos de los americanos como el triunfo de los ideales de Montesquieu y Rosseau, sin embargo el rumbo que toma el movimiento plantea dudas sobre qué consecuencias podrían tener las mismas ideas en este lado del mundo. Esta situación hace que muchos busquen un modelo político en Inglaterra.

La independencia argentina que venía gestándose tomó forma entre 1806 y los inicios de 1810. En esos cuatro años se refinaron las ideas principales y se esbozaron los objetivos políticos de los criollos, que dieron paso a los hechos de mayo de 1810. La revolución trajo cambios políticos, pero principalmente sociales. Se acentuaron las diferencias entre criollos y españoles, llegando incluso a la xenofobia.

Los criollos que habían logrado el éxito de la revolución eran los ilustrados que vivían en la urbe porteña. Estos eran una minoría que empezaba a tener bienestar económico. Sus ideas eran similares a las de los españoles liberales, con una influencia del pensamiento francés e inglés. Sin embargo, los criollos urbanos, que habían convocado a los del interior para apoyar su causa, eran muy distintos de estos últimos. Los criollos rurales en conjunto no tenían conocimientos sobre doctrinas o política. Por otro lado, aquellos que vivían en el Litoral tenían desaveniencias constantes con Buenos Aires por cuestiones económicas; y los pertenecientes al interior mediterráneo estaban influídos por los españoles del Perú y despreciaban la modernidad. Todas estas diferencias entre ambos grupos hicieron que cada uno defendiera sus propios intereses, provocando una rivalidad temprana que complicaría en un futuro cercano los intentos de formar una nación.

Las ideas que guiaban a los iniciadores de la revolución eran liberales en el aspecto económico. Cuando estuvieron en el gobierno, los ilustrados desarrollaron el libre comercio y estimularon la producción. Sin embargo, el liberalismo no se notaba en otros aspectos. El respeto por las creencias tradicionales y por el poder monárquico hacían ver que habían adoptado una posición moderada.

Uno de los primeros objetivos que se propusieron fue la instalación de un gobierno y la preparación de una Constitución. Según Moreno, ésta debía elaborarse sobre la base de la experiencia histórica y de la ciencia política, con dos puntos imprescindibles, el sistema representativo y la división de poderes. La reacción en contra de estos principios básicos no tardó en llegar por parte de los criollos del interior, que no veían representadas sus necesidades en esos ideales.

Otra de las aspiraciones que tenían era la de consolidar una administración centralizada, asegurando que era la única forma de crear una nación. Asimismo, como eran ellos quienes habían llevado a cabo la independencia, consideraban que Buenos Aires debía estar al frente de toda la nación, dejando en un segundo plano a los territorios del interior. Lo único que lograron por medio de estas ideas fue acrecentar aun más la rivalidad entre los porteños y los criollos del interior, los cuales se aglutinaron bajo la dirección de caudillos regionales.

Ante esta reacción del pueblo, los ilustrados de Buenos Aires, en lugar de buscar una solución al conflicto, tomaron una actitud hostil con sus opositores. Por otro lado, adoptaron una política reaccionaria como respuesta a los sucesos europeos. El regreso de Fernando VII a España y la derrota de Napoleón les hizo buscar una posición de simpatía con los aliados europeos, por lo que ocultaron su preferencia por el sistema republicano proponiendo a la monarquía como sistema de gobierno.

Hacia 1816, el Congreso (formado por representantes de Buenos Aires y las provincias de pensamiento colonial) se expresó a favor del regimen monárquico, unitario y antiliberal. Como la mayoria de los representantes estaba en contra de Buenos Aires, pero a la vez no aceptaban la anarquía, propusieron establecer la monarquía en Cuzco, proyecto que no tuvo aliados suficientes y fracasó desde un principio.

En 1819 se preparó una constitución que afirmaba el régimen monárquico, pero los caudillos del Litoral la rechazaron y cortaron toda relación con Buenos Aires. Después de la batalla de Cepeda en 1820, comenzó la era de autonomía provincial. Durante ese período los caudillos gobernaron cada una de las provincias; en algunas se hicieron constituciones para demostrar su preferencia por el sistema republicano, en otras, se mantuvo una organización feudal. Buenos Aires, entre tanto, inició una era de reformas, estimulando el desarrollo de la riqueza minera y agropecuaria, reformando el clero y el ejército, desarrollando la educación pública e instaurando el voto universal en la provincia.

El conflicto con Brasil es la razón principal por la cual era necesario intentar unificar el territorio, y fue con esa excusa que se pretendió convencer a los caudillos del interior, pero nuevamente las diferencias entre ambas partes hicieron que la unidad nacional fracasara en 1827.

Capítulo IV: La línea de la democracia inorgánica

Durante los años de esplendor y decadencia del régimen liberal en nuestro país, se venía gestando en algunos sectores de la sociedad una concepción política democrática con rasgos propios autóctonos, y surgió como la oposición a la democracia doctrinaria que caracterizó al período 1810 – 1827. Esta democracia inorgánica se basaba en tres argumentos, que eran la emancipación, la revolución criolla y la democracia. Asimismo, algunas de sus características eran el patritosmo local, la tendencia localista (aprovechadas por los caudillos para afianzar su poder regional), el aborrecimiento a las ideas y costumbres españolas y el antiliberalismo.

Una de las razones por la cual el regimen del federalismo tuvo una rápida aceptación fue que cada región tenía sus propias características que la diferenciaban de las demás. Así, mientras el Paraguay estaba regido por su pasado jesuítico, el Tucumán conservaba fuertes rasgos de la influencia altoperuana, y el Litoral veía frustrado su desarrollo económico gracias a la importancia de Buenos Aires.

La autonomía que habían conseguido las provincias fue un triunfo muy importante, pero las diferencias entre los caudillos principales aparecieron muy pronto. Aún así, todavía estaban unidos por su oposición a Buenos Aires.

Buenos Aires recibió la nueva forma política de las provincias con desaprobación por parte de algunos liberales y con tolerancia por parte de otros. La mayoría subestimó al federalismo, sin embargo éste triunfó en 1820 con la Batalla de Cepeda. Las provincias firmaron el tratado de Pilar para establecer las autonomías provinciales y la libertad del comercio fluvial.

Los caudillos eran los dirigentes del pueblo de las provincias y, ante todo, poseían un carisma especial para ser admirados por las masas, que constituían todo el apoyo que tenían en su territorio a falta de leyes que rigieran su mandato, además de ser su ejército personal. Al mismo tiempo, tenían habilidad de mando, virtudes que la muchedumbre admiraba y, lo que era igualmente importante, los caudillos defendían los intereses del pueblo.

Las acciones de Rivadavia, dirigidas a anteponer los intereses de la nación a los beneficios de Buenos Aires impulsaron el movimiento de los federales Dorrego y Rosas que desembocó en la secesión de Buenos Aires. Dorrego fue nombrado gobernador de la provincia. Luego vinieron el Golpe de Estado de Lavalle en 1828 y más tarde la guerra civil. En esa situación se conformaron dos ligas, una liderada por el general Paz, la otra por Estanislao López y Rosas. En 1831 Paz cayó prisionero de López, y, como Dorrego había muerto en 1828, el país quedó gobernado por Facundo Quiroga, Estanislao López y Juan Manuel de Rosas.

Así comienza la era del Estado rosista. Su primer gobierno fue de 1829 a 1832. En ese tiempo se constituyó la Confederación, y Rosas fue encargado de la representación del país. De 1832 a 1834 la dirección de la provincia la delegó en personas de su confianza. Rosas no consideraba prudente la organización de un Estado y se oponía totalmente a esta idea. En 1835 vuelve al poder, y pocos años después mueren Quiroga y Estanislao López. Así, Rosas se transforma en el caudillo más importante del país. Éste tenía numerosos enemigos, y se deshizo de ellos por medio de violentas persecuciones. A través de los años, Rosas logró imponer su autoridad en toda la Confederación, unificando al país. A su vez, transformó un régimen que había empezado siendo federalista en tiranía.

Capítulo V: El pensamiento conciliador y la organización nacional

Cuando Rosas accedió al poder por segunda vez en 1835, los grupos ilustrados vieron frustradas sus luchas por los derechos del pueblo a manos de la misma gente que ellos intentaban defender. La primera generación de proscriptos (que habían emigrado a partir de 1928), despreciaron a Rosas desde el primer momento y a la vez se propusieron cambiar sus teorías para conseguir la aprobación del pueblo.

La generación de 1837 reflexionó sobre la actitud que había tomado el pueblo a fin de analizarla y formar ideas políticas que mejoraran la situación reinante. La doctrina que se habían propuesto fundar estaba basada en primer lugar en crear leyes provenientes de las costumbres y el estado social del país en vez de adoptar ideas extranjeras y después adaptarlas a nuestra realidad.

Los integrantes de esta asociación se agruparon y formaron el Salón literario primero (clausurado por Rosas) y luego la Asociación de la joven generación argentina. Ellos prepararon un documento conocido como Credo y en 1846 Echeverría escribió el Dogma Socialista, donde establecía las bases del pensamiento conciliador. A estos hombres se les reconoce ser quienes reconocieron que los problemas políticos estaban en su mayoría determinados por los conflictos sociales y económicos.

También cuestionaron la sociedad de la época y descubrieron las dos formas de vida en las que ésta se dividía, Sarmiento los calificó como "civilización y barbarie". La ciudad representaba para ellos la civilización, mientras que la gente del campo les evocaba la época de la colonia y suponía obstáculos para la prosperidad de la nación. Por esta razón, aunque sabían por experiencia de la importancia del pueblo en la política, admitían que en un futuro esta importancia debía menguar para no caer en los problemas del pasado.

La generación de 1837 analizó diversos aspectos de la historia del país y la consecuencia de esto fue la creación de una doctrina política pacificadora y realista que triunfó porque atendía a las diversas franjas sociales, algo que ninguno de los partidos anteriores se había propuesto.

Con las ideas elementales de esta doctrina, Domingo Faustino Sarmiento , Juan Bautista Alberdi y Esteban Echeverría escribieron libros y artículos periodísticos donde se reconocía su preocupación por como iba a ser el gobierno posterior a la caída de Rosas. El proyecto que tenían preparado abarcaba muchos aspectos, no repetir las equivocaciones de los gobiernos anteriores fue una de las primeras decisiones. El punto de partida para el cambio recaía en poblar las grandes extensiones de terreno que estaban deshabitadas, haciendo proliferar las ciudades. Para lograr sus objetivos a través de una política racional y previsora juzgaron necesario preparar una constitución a la brevedad.

La tiranía de Rosas finalizó a principios de 1852 con la batalla de Caseros, después de 13 años de luchas entre el ejército de Rosas y el del general Justo José de Urquiza, formado este último por los federales que comprendieron la dominación que ejercía Rosas y decidieron oponerse a él. Se firmó el Pacto de San Nicolás, pero los porteños desconfiaron de las buenos propósitos de Urquiza y Buenos Aires se aisló de las demás provincias. A fin de año, todas los representantes de las provincias del interior se reunieron en Santa fe para formar el Congreso General Constituyente.

La primer parte de la Constitución eran las Declaraciones, derechos y garantías, donde se explicaba la estructura política En la segunda parte, se hablaba sobre las diferentes atribuciones de las autoridades nacionales. Ésta se sancionó en mayo de 1853, pero hubo que esperar hasta 1860 para que una convención la revisara y después de algunos cambios Buenos Aires la aceptara. En 1861 Urquiza fue derrotado en la batalla de Pavón y de esta manera se terminaron los tira y aflojes entre Bunos Aires y el interior.

Desde 1862 hasta 1880 se sucedieron en la Argentina los tres primeros presidentes constitucionales. Mitre, Sarmiento y Avellaneda fueron quienes llevaron a cabo las ideas proyectadas por los hombres de la generación de 1837 y los hombres de la proscripción. La afirmación de la unidad nacional fue uno de los objetivos que se lograron durante las tres presidencias. Mitre, cuyo período duró entre 1862 y 1868, tuvo una oportunidad muy importante para afianzar el sentimiento de unidad entre los argentinos, la guerra del Paraguay, que hizo apreciar a todos los pobladores la importancia de permanecer juntos en los momentos difíciles y luchar por un mismo objetivo.

Durante la presidencia de Sarmiento (de 1868 a 1874), éste se ocupó de corroborar la importancia y el papel de los poderes nacionales, entre muchas otras actividades. En 1870, después del asesinato de Urquiza, en el interior resurgieron grupos políticos que buscaban tener nuevamente un papel protagónico. El Presidente estaba enemistado con los integrantes del Congreso y con Mitre mismo, por lo que buscó apoyo en estos hombres, especialmente en Nicolás Avellaneda, que sería su sucesor.

Avellaneda (presidente de 1874 a 1880) tuvo que enfrentarse a Mitre porque éste último consideraba que un presidente del interior (tucumano en este caso) hacía peligrar la soberanía popular. Sin embargo, Avellaneda contaba con el apoyo de las provincias y de sus compañeros Alsina y Julio A. Roca, además aunque el representaba al interior sus ideas coincidían con las de los porteños. Cuando se acercaba el fin de su mandato, impulsó la candidatura de Roca, que tenía como competidor a Carlos Tejedor, gobernador de Buenos Aires.

Los principales problemas que debieron enfrentar estos presidentes fueron poblar el territorio, desarrollar económicamente el país e impulsar la escuela pública. En cuanto a poblar el territorio, esto se consideró imprescindible para desarrollar la economía, por lo que se promovió la inmigración europea. Hacia 1874 ya habían llegado al país más de 100.000 inmigrantes que se distribuyeron en la zona del Litoral para crear centros agrícolas.

Gracias a que la población crecía constantemente, así tambien progresó la economía y durante la presidencia de Avellaneda comenzó la exportación de cereales. Esto atrajo la aparición de actividades comerciales. El tendido de los ferrocarriles favoreció el asentamiento de comunidades en el interior. La ubicación de estos confluyendo hacia Buenos Aires además de la creación de un puerto moderno convirtió a esta ciudad en el puerto nacional.

Con respecto a la educación hubo grandes avances. Sarmiento creó numerosos colegios primarios y colegios nacionales así como escuelas normales para la preparación de los maestros. Avellaneda además de continuar su tarea organizó la universidad y presentó el proyecto de ley universitaria.

Parte Tercera: La Era Aluvial

Capítulo VI: La conformación de la argentina aluvial

El comienzo de la primera presidencia de Julio A. Roca (de 1880 a 1914) marcó el comienzo de una nueva etapa para la Argentina, caracterizada por la inestabilidad social y económica. La política inmigratoria, que como vimos antes fue uno de los objetivos principales de las tres presidencias constitucionales, trajo consigo cambios en el aspecto poblacional. De 1869 a 1939 la población aumentó de 1 millón a 11 millones de habitantes. La mayoría de los inmigrantes se concentró en la zona del Litoral y en las ciudades, especialmente en Buenos Aires, muy a diferencia de lo que se pretendía que era poblar los inmensos territorios desiertos del país.

Buenos Aires creció a partir de las corrientes inmigratorias que llegaron al país. La ciudad, que en 1852 tenía 85.400 habitantes llegó a tener más de 2 millones hacia el año 1930. Fue aquí donde se desarrollaron mas próspera y rápidamente las actividades económicas. La ganadería y la agricultura fueron las actividades que más progresaron con la llegada de inmigrantes. En el Litoral surgieron una gran cantidad de campos cultivados, en 1923 ya eran 26 millones de hectáreas las que se trabajaban. También en esta época se comenzó la explotación de los minerales y el petróleo. En 1880 apareció la actividad industrial y en poco tiempo e multiplicaron las fábricas hasta llegar a 410 mil operarios en 1913.

A su vez el comercio exterior se desarrolló a partir de la exportación de carnes y cereales. Esto provocó el crecimiento de la economía y proliferaron los créditos bancarios, así como también los préstamos contratados en el exterior con el propósito de construir obras públicas. La más importante fue la red ferroviaria, pero además se hicieron puentes, diques, edificios públicos y el puerto de Buenos Aires.

En 1889 se produjo una crisis financiera. Durante los años anteriores habían aumentado las exportaciones, y como consecuencia se habían incrementado desmesuradamente los gastos, a tal punto que era imposible afrontarlos. La emisión de moneda ocasionó la devaluación del peso frente al oro. La situación se normalizó en la época de la presidencia de Carlos Pellegrini (1890-1892), gracias a que éste logró estabilizar el peso y se normalizó la cuestión económica. Esta crisis fue uno de los causantes de la revolución de 1890, pero después de ésta la properidad económica volvió hasta 1920.

Los inmigrantes que llegaron al país estaban impulsados por las necesidades ecónomicas. Esto los llevó a dejar su tierra para probar suerte en América. Acá, no les fue difícil alcanzar su objetivo gracias a las condiciones que les ofrecía nuestra tierra. El progreso que conseguían los recién llegados debido a su dominación de la economía fue muy pronto envidiado por los criollos que apenas lograban salir de su pobreza. La mezcla de inmigrantes y criollos se produjo con rapidez. En la clase baja predominaron las características criollas, como el ocio y el abandono económico. Sin embargo en la clase media se destacaron los ideales económicos y sociales de los inmigrantes.

La élite en la que descansaba el poder de la nación era la propietaria del capital y los medios de producción. De esta manera se enriqueció y pasó de ser austera a transformarse en capitalista. Con este cambio, también se modificó su posición en la sociedad, la élite se transformó en la aristocracia argentina, ávida de lujo y riqueza. Asimismo, el grupo criollo-inmigratorio, también sediento de riquezas, buscaba el ascenso social a cualquier precio. Cuando salieron a la superficie los pensamientos políticos de este grupo, estas resultaron ser antioligárquicas y orientadas hacia la renovación y la democracia.

Capítulo VII: La línea del liberalismo conservador

La oligarquía aparecida a partir de la codicia de los gobernantes sabía que era inestable, no tenía una base social sobre la cual sostener su poder, pero a la vez creía que era mejor que ellos mismos representaran al país antes que los recién llegados de Europa. Con la presidencia de Roca, los antiguos ideales liberales se fueron confundiendo y modificando, siempre con el temor de que los inmigrantes le sacaran el poder a la oligarquía. Así, separaron de plano las cuestiones políticas y económicas. Las primeras orientadas en un camino conservador; con respecto a las últimas se tomaron medidas renovadoras.

Los oligarcas de turno consideraron prudente evolucionar en el aspecto económico. Por esta razón impulsaron la llegada de capital extranjero al país a pesar de los riesgos que esto podía acarrear. En cuanto a la política, se renovó el sistema jurídico para adaptarlo a la nueva sociedad que se estaba formando en Argentina; además pretendían eliminar la influencia de la Iglesia sobre el Estado a fin de que el poder de éste quedara solamente en manos de la oligarquía.

Para conseguir la concentración de poder en la presidencia Julio A. Roca y Miguel Juárez Celman recurrieron al unicato. Este sistema político basado en el autoritarismo, el fraude y la violencia se reservaba para sí toda la autoridad para tomar decisiones, y provocó la desaparición del régimen republicano y la centralización del poder de una manera casi absolutista.

Ante esta posesión anticonstitucional del poder ciertamente no había una oposición bien definida que luchara por devolver a la patria los derechos y valores que le habían sido arrebatados. Obviamente, los partidos políticos, como la Unión Cívica Radical; los diputados, como Eduardo Wilde; y aquellos que reconocían en las actitudes de la nueva generación de presidentes poco interés en la nación pero muchas ansias de riqueza eran los opositores al sistema surgido en los últimos años.

Para alcanzar sus ideales de fortuna, debieron lograr que las tierras aumentaran su valor y a la vez conseguir quien las trabajara, de ahí la necesidad de una política inmigratoria. Con el objeto de atraer capitales extranjeros que modernizaran el país, se ofrecieron beneficios muy provechosos para los que quisieran invertir, pero que a largo plazo iban a traer pérdidas a la nación. Los empréstitos destinados a la edificación de obras públicas debían ser devueltos en algún momento pero aún así continuaban endeudándose.

Después de la crisis de 1889, vieron que no eran convenientes las medidas económicas extremistas y se moderaron sin renunciar a sus anhelos iniciales. Así, los capitales extranjeros empezaron a llegar una vez más, proporcionando enormes beneficios a la oligarquía. En 1902, las primeras manifestaciones obreras que reclamaban mejores salarios y jornadas más reducidas fueron fuertemente reprimidas, poniendo a la vista el lado más conservador de los gobernantes. A pesar de esto, tuvieron un pensamiento muy liberal en el momento de sancionar las leyes de Registro Civil y de Educación Común, las cuales fueron largamente discutidas. La consecuencia de estas sanciones fue la disminución del poder de la Iglesia en la sociedad argentina.

La crisis de la oligarquía se produjo por la contradicción que se fue acentuando entre los ideales liberales y los democráticos. El presidente Pellegrini (1890-1892), quien en un principio era un arduo defensor del liberalismo y los principios antidemocráticos, cambió de parecer ante los reclamos democráticos del pueblo y modificó el sistema electoral. Estas modificaciones fueron suprimidas por el presidente Manuel Quintana durante su presidencia (1904-1906). Joaquín V. González, ministro de Interior durante la segunda presidencia de Julio A. Roca (1898-1904) y ministro de Justicia e Instrucción Pública durante la de Manuel Quintana (1904-1906), también reconoció la importancia de los problemas sociales que empezaban a desarrollarse.

Las actitudes que tomaron Pellegrini y González fueron las primeras que reivindicaron la decisión del pueblo, pero no las últimas. Por el contrario, ahora que la oligarquía se debilitaba era innegable la necesidad de perfeccionar el sistema electoral. En 1912, Roque Sáenz Peña (1910-1914) sancionó la ley de voto secreto y obligatorio, que le hizo perder su poderío a la oligarquía.

En 1916, Hipólito Irigoyen llegó a la presidencia por medio del sistema de voto establecido por Roque Sáenz Peña. Él estableció el nacionalismo como sistema de gobierno, y promovió un personalismo que provocó el desprecio de algunos hombres de otros partidos políticos. El liberalismo, sin embargo, siguió presente en los ideales de otros partidos políticos; el seguidor más activo de estas ideas fue Lisandro de la Torre, fundador del Partido Demócrata Progresista.

Capítulo VIII: La línea de la democracia popular

La crisis que se abalanzó sobre la sociedad argentina en 1889 y 1890, agravada por las medidas económicas negligentes tomadas por la oligarquía, arrastró al país a una situación de miseria generalizada. A la vez, la indignación pública crecía ante las reiteradas demostraciones de descaro y codicia por parte del unicato. Esto trajo como consecuencia que los ciudadanos tomaran conciencia y se comenzara a organizar un movimiento popular en contra del gobierno.

Los sectores identificados con este movimiento eran algunos grupos de la antigua elite que estaban en contra de la oligarquía, la juventud de Buenos Aires, la clase media, los grupos obreros y los católicos. Todos ellos estaban representados por la Unión Cívica, un partido político que cobró importancia en 1890 con la presidencia de Alem. La revolución que organizaron y llevaron a cabo con apoyo militar y del pueblo fue reprimida, pero desembocó en la renuncia de Juárez Celman.

Los ideales de la revolución encabezada por Mitre eran la lucha contra la oligarquía, la aparición de la democracia formal y la libertad de sufragio. Sin embargo pequeñas diferencias entre los distintos grupos que formaban la Unión Cívica causaron la división de esta en 1891, así apareció, entre otros, la Unión Cívica Nacional dirigida por Mitre y la Unión Cívica Radical, gobernada por Leandro N. Alem. Los seguidores de la Unión Cívica Nacional buscaban un acuerdo con la oligarquía que llevara a un régimen de legalidad y honradez. La Unión Cívica Radical, en cambio, se negaba rotundamente a un acuerdo y se guiaba por un principio de intransigencia.

El Partido Socialista Obrero agrupaba a una parte de los obreros y su objetivo era defender los intereses de la clase obrera de los capitalistas opresores. El anarquismo también se convirtió en un defensor de los obreros; poco después este pensamiento comenzó a desviarse hacia un socialismo anárquico y más tarde a un comunismo anárquico.

El partido que tuvo más repercusión e importancia de los que se habían fundado fue la Unión Cívica Radical. En 1893, éste cayó en una crisis debido a las hostilidades que había entre Alem e Yrigoyen, un hombre de influencia en Buenos Aires. Alem se suicidó en ese mismo año, e Hipólito Irigoyen impuso sus decisiones en el partido.

Desde un principio, Yrigoyen influyó en la Unión Cívica Radical, pero su forma de actuar desagradó a Lisandro de la Torre (a su juicio, era una influencia hostil y perturbadora que destruía la política de coalición). La decisión de Yrigoyen de rehusar un acuerdo con los mitristas permitió que Roca llegara a la presidencia por segunda vez.

En 1905 estalló la revolución que Yrigoyen planeaba desde principios de siglo, que fracasó pero permitió a la oligarquía darse cuenta de la importancia que había conseguido la Unión Cíviva Radical. En 1912, las gestiones de Yrigoyen lograron que Roque Sáenz Peña sancionara la ley de sufragio universal. Gracias a esta ley, la Unión Cívica Radical llegó a la presidencia en 1916.

El radicalismo en el poder eliminó a los grupos oligárquicos de los puestos de autoridad, y permitió a la clase media ascender a una mejor situación económica. Sin embargo, muy pronto fue evidente que los problemas políticos eran considerados como los más importantes por sobre los demás, y esto hizo obvia la ausencia de un plan para la transformación económica. El presidente Yrigoyen instauró un forma de gobierno que llamó "personalista", debido a su fuerte intromisión en el gobierno.

La Unión Cívica Radical buscaba la reparación de los vicios políticos y administrativos propios del régimen conservador, e Yrigoyen asumió la presidencia con este objetivo. Además, fue él quien afirmó los principios del nacionalismo económico y buscó defender el patrimonio nacional. Para eso estipuló el monopolio de la explotación y comercialización de los yacimientos petrolíferos. En poco tiempo el gobierno de Hipólito Yrigoyen llegó a ser muy centralizado gracias la fidelidad extrema que les exigía a sus funcionarios públicos.

Yrigoyen promovió la reforma universitaria que modificó los estatutos que regían las universidades; y favoreció con leyes protectoras a los obreros, aunque en 1919 éstos hicieron varias huelgas que fueron reprimidas de forma violenta. Marcelo T. de Alvear, su sucesor (presidente entre 1922 y 1928), modificó la política de acción de Yrigoyen y estableció una nueva forma de liberalismo conservador. Alvear rechazaba la forma de gobierno personalista de Yrigoyen, y el partido radical se dividió en "personalistas" y "antipersonalistas".

De 1928 a 1930 se desarrolló la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen, en la cual su política fue la misma que la de la primera vez, pero la corrupción política se acentuó causando descontento popular. En septiembre de 1930 estalló la revolución que venía gestándose desde la presidencia de Alvear. Ésta estaba conformada por los grupos conservadores (influídos por el fascismo italiano), los jefes militares con las mismas tendencias y los partidos políticos que buscaban la caída de Yrigoyen. Sin embargo, el pueblo no sabía que después de la revolución se impondría en el poder un gobierno militar encabezado por el General José Félix Uriburu.

Capítulo IX: La línea del fascismo

Los caminos de quienes buscaban una solución a la crisis de los años 30 eran principalmente dos, el fascista y el de la democracia fraudulenta. Ambos eran opuestas entre sí, y la segunda era la más aceptada por la mayoría liberal. Desde un principio, el General Uriburu dio a conocer sus expectativas: posponer la reorganización de la administración pública y reformar la Constitución para lograr que el pueblo sea verdaderamente representado por el Congreso. El gobierno del General tenía una orientación claramente fascista, apuntó a resolver los problemas del estado y organizó la Legión Civica Argentina para practicar un terrorismo moderado.

El movimiento fascista fue atacado por los políticos y sus respectivos partidos, los cuales se agruparon en la Federación Nacional Democrática. Ésta consideraba correcto defender las instituciones políticas y contener al Partido Radical, lo cual preveía un futuro con una democracia fraudulenta.

La época de la democracia fraudulenta comenzó cuando el General Uriburu le cedió la presidencia al General Justo en 1932, después de que su programa de reformas fuera un fracaso rotundo. El dominio de la oligarquía estaba respaldado por el Ejército y la Iglesia. El objetivo de este gobierno era restaurar el poder y los privilegios de los que había gozado la oligarquía. En 1938 llegó al poder el presidente Ortiz, cuyo plan era restablecer la libertad de sufragio, pero no pudo cumplir su propósito porque debió renunciar en 1942, aquejado por una grave enfermedad.

Durante esta etapa, comenzaron a proliferar las asociaciones con ideales fascistas como la "Acción Nacionalista Argentina", la "Milicia Cívica Nacionalista" y la "Legión Cívica Argentina", las cuales estaban influenciadas por la doctrina hitlerista. Durante la Segunda Guerra Mundial, se incrementó la propaganda nazi, a través de diarios y revistas. Una de las razones por la que se apoyó la ideología nazi fue la creencia de que era una oportunidad para liberarse de la opresión de Gran Bretaña cuando ésta fuera arrasada por las fuerzas alemanas.

Ramón Castillo, presidente entre 1942 y 1943, procuró en su último año de mandato que el candidato que se postulara como su sucesor tuviera sus mismos proyectos, pero Patrón Costas no satisfizo las expectativas de los defensores de las ideas fascistas, en este contexto se formó el GOU (Grupo de Oficiales Unidos). El GOU trabajaba para controlar la seguridad de los grupos comprometidos con el Reich. El propósito de este grupo era actuar por la fuerza para reducir la vida cívica del país en un contexto militar.

La revolución que se estableció en junio de 1943 y destituyó a Castillo, comenzó como una dictadura militar muy impopular, con las bases de un régimen totalitario. Sus primeras medidas fueron prohibir los partidos políticos, los gremios, las universidades y establecer la enseñanza religiosa obligatoria. Perón fue desde un primer momento uno de los revolucionarios más activos, y desde su puesto al frente del Departamento Nacional de Trabajo aprovechó sus dotes de orador para convencer al pueblo argentino. Esta característica logró que los ciudadanos finalmente apoyaran la revolución y aceptaran sus consignas fascistas.

En 1945, el presidente Farrell destituyó a Perón de sus cargos por atentar contra los intereses de la oligarquía y lo mandó encarcelar en la isla Martín Garcia. El 17 de octubre de ese mismo año un movimiento popular se desplazó hasta Plaza de Mayo para reclamar la liberación de Perón. Éste ´fue excarcelado y volvió, manifestando su separación del ejército para dedicarse de lleno a la vida política.

En febrero de 1946, a través de eleciones controladas por el ejército, Juan D. Perón asumió la presidencia. Desde ese puesto, pudo instaurar un "nuevo orden" en Argentina, gracias a que contaba con el apoyo de las cámaras de Diputados y Senadores, las gobernaciones de las provincias y las fuerzas militares y policiales, a su servicio, además de tener las universidades intervenidas, los periódicos censurados y los sindicatos controlados.

Durante la presidencia, Perón apartó del primer plano al sector agropecuario y estimuló el crecimiento de las pequeñas y medianas empresas de capital nacional. También nacionalizó el Banco Central, los ferrocarriles, el gas, el teléfono y la flota fluvial. En el plano político, aprovechó su carisma para inculcar ideas políticas al pueblo y a la vez creó organizaciones (de trabajadores, de estudiantes, etc.) para agrupar al pueblo.

Mientras el fascismo dominaba la escena política argentina, los partidos tradicionales perfeccionaron sus posturas teóricas. El Partido Socialista comenzó a defender los principios de la justicia social, y el Partido Comunista difundió sus principios revolucionarios entre la clase trabajadora. Después de la derrota que sufrió el Partido Radical en las elecciones de 1946, cobró fuerza la fracción del mismo llamada "Intransigencia". Ésta se preocupó por definir los principios del radicalismo y buscar soluciones a los problemas del país. El Partido Demócrata Progresista aprovechó para precisar su pensamiento liberal, e incluso entre los conservadores surgió la necesidad de interesarse por las cuestiones sociales.

Capítulo X: La busca de una fórmula supletoria

En septiembre de 1955, Perón fue derrocado por una revolución, y el poder volvió a ser de los sectores tradicionales. Pero su régimen había provocado cambios sociales y económicos que transformaron el estilo político del país en una "república de masas". La "Revolución Libertadora" se propuso instaurar una democracia formal que defendiera los principios republicanos, pero sin una verdadera preocupación por los problemas sociales y económicos.

El primer presidente elegido por la revolución fue Eduardo Lonardi, que buscaba la conciliación nacional, sin embargo nunca llegó a poner su plan en práctica porque en noviembre de 1955 tomó el poder Pedro E. Aramburu. La lucha entre peronistas y antiperonistas fue solamente el principio. También los grupos económicos buscaban defender sus intereses y se peleaban entre sí.

Además, salieron a la luz problemas estructurales, la escasez de capitales, la deuda externa y la crisis de la industria nacional. Las soluciones que se buscaron fueron de orientación liberal, y tambien se proscribió y persiguió el partido peronista. Una de las medidas que se tomó para afirmar la autoridad de la Revolución fue la creación de una Junta Consultiva para tratar problemas institucionales.

En 1957 el gobierno determinó la nulidad de la Constitución de 1949 e hizo una elección a través de la ley Sáenz Peña para elegir una Asamblea Constituyente que reformara la Constitución de 1853. El proyecto no llegó a llevarse a cabo pero la votación sí, y las consecuencias que trajo este plan fueron el alejamiento de la Unión Cívica Radical Intransigente del gobierno y la aproximación de este último al peronismo.

Arturo Frondizi es el Presidente que sucede a Aramburu en 1958, consigue alcanzar ese puesto gracias a una negociación con Perón y el respaldo de sectores militares, sindicales, empresarios y eclesiásticos. Estando en el poder promovió el crecimiento de las industrias básicas, promulgó una ley de radicación de capitales extranjeros, estableció una política petrolera, una política de estabilización, apoyó a las universidades privadas y normalizó la Confederación General del Trabajo (CGT) a través de una ley.

La ruptura con Perón se produjo en 1958. Durante las elecciones de 1960 Perón ordenó el voto en blanco, a la vez que comenzaron las acciones guerrilleras en Tucumán y las huelgas, por lo que el gobierno decidió optar por la represión. Las medidas económicas tuvieron cierto éxito, aunque disminuído por la influencia de capitales internacionales. La política, no obstante, se deterioraba. En las elecciones presidenciales de 1962 el frondinismo fue derrotado en ocho provincias, incluso en Buenos Aires, y aunque la intervino no pudo impedir que las fuerzas armadas lo derrocaran en marzo de 1962.

Posteriormente a 1955, comenzó la división de las antiguos partidos políticos. El primero fue el radicalismo, que después de la caída de Yrigoyen comenzó a definir su postura económica y social. Fue por esta razón que se separó una parte y formó el Movimiento de Intransigencia y Renovación. Dentro de este nuevo grupo surgieron diferencias entre Frondizi y Balbín. La división se produjo cuando Frondizi se postuló como candidato a Presidente en 1956.

Frondizi quedó al frente de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), la cual pacta con Perón y se aleja de sus principios; y Balbín dirigió la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), que toma una orientación hacia el nacionalismo económico y la estatización. En 1963 una parte de la UCRI se separa a su vez y forma el Movimiento de Integración y Desarrollo presidido por Frondizi. El Partido Socialista también terminó dividiéndose en el Partido Socialista Argentino y el Partido Socialista Democrático.

Durante la presidencia de José María Guido (1962-1963), el poder militar organizó asambleas y enfrentamientos para exponer su posición. La consecuacia fue la aparición y delimitación clara de dos grupos. El bando "colorado", grupo conservador ;y el bando "azul", comprensivo de la realidad social. Los "azules" fueron los vencedores, al mando del General Juan Carlos Onganía.

Para llegar al poder en 1963, Arturo Illia debió superar a su contrincante, el general Aramburu, que representaba a un nuevo partido, la Unión del Pueblo Argentino (UDELPA). Illia practicó una política económica prudente, anuló los contratos petroleros y estimuló el desarrollo industrial. Cuando en 1966 el presidente Illia fue derrocado, Onganía quedo en su puesto.

Las huelgas y los movimientos estudiantiles fueron habituales durante estos años. Se podría citar como ejemplo el Cordobazo de 1969. Éste, que comenzó siendo un reclamo de los obreros, pronto se vió apoyado por los estudiantes y gente de todas las clases sociales. La policia se vio superada y debieron intervenir las fuerzas armadas. Recién después de dos días se pudo finalmente controlar la ciudad.

Desde el Cordobazo se puso en evidencia la necesidad de devolver la poder a la masa popular. El primer paso para ese reconocimiento fue la aceptación mutua entre el peronismo y el radicalismo. En 1970 los radicales, los militares y los peronistas prepararon un acuerdo a través del cual restablecer la normalidad institucional del país. Éste documento fue conocido con el nombre de "La hora del pueblo".

Después del pacto, toda la opinión pública se puso del lado de Perón. Todas las clases sociales, los sectores agropecuarios, industriales, etc. encontraron razones por las cuales apoyar a Perón. Él se había convertido en un símbolo de la política nacional y popular, y en una representación de las esperanzas del pueblo. Finalmente, durante la presidencia de Héctor J. Cámpora, Perón volvió a Buenos Aires en 1973.

·                                 Hipótesis

A través de la lectura del libro podemos llegar a la conclusión de que, según Romero, las causas de los enfrentamientos, problemas políticos y demás que afectaron a la Argentina desde un principio fueron causados por las divergencias de opinión que trajeron diversas consecuencias al desarrollo de nuestra historia. Él mismo dice en la primera parte del libro (pág. 14):

"(...)Así quedaron frente a frente dos concepciones de la vida que se decantaron en otras tantas actitudes políticas: el autoritarismo y el liberalismo.

La aparición de estas dos concepciones fue decisiva para nuestra historia política. Si bajo ciertas formas lucharon entre sí durante la era colonial, su duelo continuó sin interrumpirse durante la época independiente, aun cuando revistieran distintas apariencias."

Algunos ejemplos de estos disentimientos son:

·                                 En la era colonial son claras las diferencias sociales entre los españoles y los criollos. Los españoles, colonizadores de estas tierras y superiores culturalmente, gobernaron a los criollos durante siglos. Sin embargo, los criollos triunfaron finalmente con la revolución de 1810 en la cual demostraron el poder que habían conseguido.

·                                 Durante la época de organización nacional surgieron las primeras posturas dispuestas a establecer un gobierno para el país. Los unitarios y los federales tenían posiciones opuestas, los unitarios buscaban los beneficios para Buenos Aires y los federales el bien de la nación en su conjunto. Una de las consecuencias de esta desigualdad de opiniones fue el gobierno tiránico de Rosas con su repectiva matanza, además de todas las batallas que se libraron hasta la victoria de los federales en la batalla de Cepeda.

·                                 La elite oligárquica gobernante durante principios de siglo encontró su oposición en el grupo criollo-inmigratorio. La elite codiciosa y expectante de riqueza sabía que su poder no tenía aceptación entre el pueblo, porque éste buscaba la renovación política, así que constantemente temía perder su autoridad en manos de los inmigrantes. La solución que encontraron Roca y Juárez Celman a esta cuestión fue el unicato. La crisis económica que más tarde resultó en el fin del poderío oligarquico, trajo consigo cambios que permitieron la elección de Hipólito Yrigoyen en 1916.

·                                 Las presidencias de Yrigoyen trajeron consigo al primer lider personalista de la historia argentina. Yrigoyen extrajo a todos los miembros que aún quedaban de la oligarquía de sus puestos, y organizó a su alrededor un gobierno fiel a sus propósitos. La segunda presidencia de Yrigoyen se vió empañada por la corrupción reinante y los problemas económicos. La consecuencia de esto fue el derrocamiento de Yrigoyen en 1930 por medio de una revolución (organizada por oligárquicos, jefes militares y partidos políticos) que finalmente llevó a una dictadura militar dirigida por el General Uriburu.

·                                 El gobierno de Perón logró lo que tantos otros no, tener al pueblo de su lado que lo apoyara y respaldara incondicionalmente. Incluso mucho después de ser derrocado en 1955, sus ideas persistieron en las mentes del pueblo, convirtiéndose en uno de los objetivos de los gobiernos siguientes la eliminación de la idolatría que originaba en las masas. Sin embargo, no lo consiguieron. Tanta fue su importancia que, aún estando exiliado por 15 años, seguía ejerciendo influencia sobre sus seguidores que lo veían como a un salvador.

En el capítulo IX, que trata sobre el periodo fascista en la argentina, aparece una insinuación propuesta por José Luis Romero, en la cual tilda al plan político de Perón como una imitación del fascismo y una dictadura de masas (pág. 253-254):

"El mismo Perón definió la singular naturaleza de este movimiento en el discurso que pronunció el 17 de octubre desde los balcones de la casa de gobierno cuando dijo: ‘Que sea esta hora histórica cara a la república y cree un vínculo de unión que haga indestructible la hermandad entre el Pueblo, el Ejército y la policía. Que sea esta unión eterna e infinita, para que este pueblo crezca en la unidad espiritual de las verdaderas y auténticas fuerzas de la nacionalidad y el orden. Que sea esa unidad indestructible e infinita, para que nuestro pueblo no solamente posea la felicidad sino también sea digno de comprenderla’.

¿Qué podía significar esa extraña identificación entre el pueblo, el ejército y la policía, sino una dictadura de masas, controlada, apoyada y dirigida mediante el aparato del poder? Todo hacía pensar que los planes políticos del nuevo líder no eran sino un remedo del fascismo, diseñado en sus líneas generales por Perón en la conferencia que, como ministro de guerra, pronunció en la Universidad de La Plata el 10 de junio de 1944."

Romero dedica algunos de los párrafos siguientes de su libro a demostrar esta hipótesis. Para hacerlo, propone diversas comparaciones entre el régimen fascista y las políticas implementadas por Perón:

·                                 Califica como "nuevo orden" al régimen establecido por Perón.

Durante el periodo en el cual Hitler gobernó Alemania bajo el régimen totalitario llamado nacionalsocialismo, debió instaurar un programa de reactivación económica conocido como nuevo orden, el cual buscaba el aprovechamiento pleno y rentable de la industria alemana, la construcción de una flota mercante adecuada y modernos sistemas de transporte ferroviario, aéreo y motorizado; así mismo consideraba que había que reestructurar el sector industrial para obtener la mayor productividad y rentabilidad posible. Los planes de Perón para la economía argentina eran similares a estos; Romero declara sobre el tema (pág. 254): "En rigor, no innovó demasiado, sino que se limitó a realizar, glosándolas y variándolas en ocasiones, viejas inspiraciones de los grupos nacionalistas." Y más adelante aparece un fragmento de un discurso de Perón en el que dice (pág. 258-259): "La teoría que mucho tiempo sostuvimos de que si algún día un peligro amenazaba a nuestra Patria, encontraríamos en los mercados extranjeros el material de guerra que necesitásemos para completar la dotación inicial de nuestro ejército y asegurar su reposición, ha quedado demostrada como utopía. (...) Es indudablemente necesaria una acción oficial del Estado, que solucione los problemas que ya he citado y que proteja a nuestras industrias si es necesario."

·                                 Hace alusiones constantes al fascismo.

a.             "La idea alrededor de la cual giraba el dictador era la de la organización. El Estado debía estar organizado, el gobierno debía estar organizado (...), y la masa debía estar organizada, y entonces podía llamársele ‘pueblo’. Cada uno de estos aspectos de su concepción política adquiría visos singulares. Pero nada tan singular como la imagen que el dictador se hacía del ‘conductor’.

La ‘conducción’ –término transferido al léxico político pero de origen militar- era para él un arte." (pág. 259-260)

"El ‘nuevo orden’ debía tener dos ceremoniales, dos máscaras diferentes. La severa tesitura propia de un ejército a la prusiana tenía que alternarse con la desmañada e informe exaltación de la masa de los descamisados (...)". (pág. 255)

b.             Según la teoría: El fascismo es una forma de totalitarismo del siglo XX que pretende la estricta reglamentación de la existencia nacional e individual de acuerdo con ideales nacionalistas y a menudo militaristas.

"Instrumento fundamental de esa política [la política económica implementada] fue el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, que debía desviar parte de los beneficios obtenidos de las exportaciones agropecuarias al sector industrial. Con eso acentuó el intervencionismo estatal en la economía, tendencia que se puso de manifiesto también en la nacionalización del Banco Central, de los ferrocarriles, el gas, los teléfonos y la flota fluvial." (pág. 259)

c.              Los intereses contrapuestos se resuelven mediante la total subordinación al servicio del Estado.

d.             El pueblo le debe lealtad incondicional a su líder.