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Resumen para el Primer Parcial  |  Sociología del Trabajo (Cátedra: Angélico - 2017)  |  Cs. Sociales  |  UBA

TEORICOS

 

1er. clase, Trabajo, Revolución Industrial y División del Trabajo

La Revolución Industrial es el punto bisagra: es una transformación a nivel mental, social, económico y cultural. Constituirá un proceso lento en el cual el modelo económico feudal-artesano comienza a decaer y cobra fuerza el sistema económico capitalista.

En la segunda mitad del siglo XIX, se da la Segunda Revolución Industrial, caracterizada por los grandes inventos. Comienzan a pensarse los métodos de trabajo; se incluye la ciencia en los estudios del trabajo. Finalmente, en la década del 70 se da la Tercera Revolución Industrial, caracterizada por dar lugar a las Nuevas Tecnologías.

 

En la primera Revolución aparece una nueva clase social, la burguesía.

Con el Liberalismo, el hombre finalmente es libre. Ahora es un individuo que decide vender su fuerza/capacidad; a diferencia de antes que había una comunidad, primaba la tradición. Nacen las organizaciones, constituidas en base a un plan previo, buscando alcanzar los objetivos de la forma más eficiente, abaratando los costos y maximizando las ganancias. Comienza a primar la racionalidad y con ella aparece la productividad.

Se pasa del valor de uso de la mercancía, al valor de cambio, propio del sistema capitalista, donde la fuerza de trabajo se vuelve una mercancía que se compra. Así, también cambia la relación espacio-tiempo: en el modelo económico anterior, los trabajadores no se trasladaban a otros lugares, sino que los talleres o las tierras en las que trabajaban estaban en los lugares donde vivían. Lo mismo sucede con el trabajo y el ocio: la recreación antes no existía porque no había una jornada laboral marcada, sino que se trabajaba de forma constante como algo cotidiano. Ahora, tenemos un tiempo destinado al trabajo, y otro tiempo destinado al esparcimiento.

 

Finalmente, podemos apreciar la división del trabajo que, si bien siempre existió, en el sistema capitalista se va a dar la rotura del oficio: el mismo constituía un proceso artesano, el cual tenía un comienzo y un final, y le pertenecía al trabajador. Con el sistema capitalista y, luego, la aparición de las máquinas se redistribuyeron las tareas de forma tal que, poco a poco, se convirtieron cada más más racionales y repetitivas. Así, se llega a la desvalorización/descalificación de la fuerza de trabajo. Se quita el valor del trabajo artesano, particular en cada producto, pasando al trabajo en serie, monótono, acotado a simples movimientos sin pensamiento detrás de ellos. Ahora se valoriza el capital.

 

2da. Clase:La División del Trabajo marcaba la diferencia entre organizaciones pre-capitalistas y capitalistas. En la sociedad pre-capitalista, el trabajo se organizaba, primero por necesidades fisiológicas y. luego, conforme fué cambiando la sociedad, comenzaron a organizarse en base a oficios. En cambio, en la sociedad capitalista, se da la racionalización del proceso productivo. En un principio, con las manufacturas -previa a las fábricas-, se daba la reunión de varios individuos bajo un mismo techo que realizan trabajos/tareas diferentes que se relacionan entre sí: se da el fraccionamiento del oficio. Este tipo de de trabajo funciona en base a la “cooperación”, una relación recíproca donde los trabajadores necesitan los unos de los otros para poder completar el proceso productivo. Esta cooperación es simple cuando se realiza el trabajo de forma manual o utilizando herramientas simples; mientras que dicha cooperación es compleja cuando se da la introducción de la máquina, la cual marca el tiempo de trabajo. La racionalización va a consistir en preveer, planificar. Implica que la descomposición del oficio tenga una dirección.

Existen dos tipos de división del trabajo: la social, que se da por oficio, en sociedades pre-capitalistas; y la manufacturera o por detalle, que dividirá el proceso en tareas. De esta forma, se buscará una mayor eficiencia. La fuerza de trabajo es una mercancía, la cual es comprada/alquilada por el capitalista, dueño de los medios de producción. En esta nueva forma de división del trabajo, se busca la reducción de costos, dado que el valor del trabajador baja ahora que es “reemplazable”. Antes los trabajadores de oficio eran mucho más valiosos porque concentraban todos los conocimientos del proceso productivo. De esta forma, reemplazarlo, implicaba que su suplente debía estar preparado para realizar dichas actividades (muchas veces se recurrían a aprendices, que tomaba tiempo formar, o eran oficios que se transmitían de generación en generación, dentro de la propia familia). Ahora, como el trabajador se dedica sólo a una pequeña parte del proceso, que consta de movimientos repetitivos y mecánicos, la persona pierde su valor y se vuelve reemplazable de manera mucho más fácil.

De ésta forma, se da un control mayor, tanto administrativo como técnico, por parte del capital: al romper el oficio, le quita el poder de acción al obrero, el cual llevaba a cabo todo el proceso.

El Estado va a regular el proceso productivo; será un árbitro que, ante los intereses opuestos de capital y trabajo, va a intentar mediar para atenuar las tensiones entre explotadores y explotados. De esta forma, se da la Institucionalización del Conflicto Social (se da la negociación, basada en un “reglamento no escrito”).

 

3er. Clase: Con Taylor, cuando ingresa la máquina, también se desvaloriza al supervisor/ejecutor ya que el que trabaja es el aparato. Taylor buscará el único y mejor modo de trabajar, desde los movimientos que realiza el trabajador, hasta los procesos que completará y las herramientas que utilizará.

Con Ford, se da un cambio macrosocial, a través del fortalecimiento del Estado quien mediará entre capital y trabajo.

4ta. Clase: En la crisis del 30 se sucede la puja entre los nuevos métodos de producción con los viejos, ya que las economías que trabajan mediante el sistema viejo comienzan a cerrar y se produce una etapa de transición, entre uno y otro. En esta época tendrá lugar lo que se conoce como Estado de Bienestar o Estado Plan, el cual se basará en políticas de seguridad social, buscará asegurar buenas condiciones de trabajo, luchará por seguros sociales. De esta forma, encuentra un nuevo modo de gestionar la fuerza de trabajo. Ahora, el trabajador consume lo que produce, a diferencia de la época Taylorista. Se da una expansión macro-social, el consumo masivo. Surge el “deseo” por aquellas cosas no vitales pero que, de todos modos, queremos consumir.

 

Resúmen, Harry Braverman, Trabajo y Capital Monopolista, “La División del Trabajo”:

El principio innovador del sistema capitalista fué la división del trabajo en las manufacturas, el cual constituye hasta hoy día el principio fundamental de la organización industrial. Dicha división del trabajo no se refiere a la distribución de tareas, oficios o especialidades de producción a lo largo de la sociedad pues, si bien todas las sociedades conocidas han dividido su trabajo en especialidades productivas, ninguna sociedad antes del capitalismo dividió cada oficio o especialidad productiva en operaciones racionales, sistematizadas. Pasan a dividirse las operaciones individuales implicadas en la manufactura de cada producto.

Esta forma de división del trabajo, característica de todas las sociedades, es llamada -según Marx- división social del trabajo. Es un derivado del carácter específico del trabajo humano: “Un animal forma cosas de acuerdo al nivel y a las necesidades de la especie a la cual pertenece (...). La araña teje, el oso pesca, el castor construye  presas, pero el ser humano es, simultáneamente, tejedor, pescador, constructor. Esto es posible de forma conjunta, cuando el hombre comienza a vivir en sociedades y divide el trabajo en oficios, para especializarse cada hombre en uno diferente. Así, alcanza la excelencia en cada oficio, cosa que de forma individual no podría. La división social del trabajo es inherente al trabajo humano, tan pronto como ése se convierte en trabajo social -es decir- trabajo desarrollado en y a través de la sociedad.

La división social del trabajo, divide a la sociedad en diferentes ocupaciones, cada una adecuada a una rama de producción; la división detallada del trabajo destruye las ocupaciones, el oficio, e imposibilita al obrero de poder realizar el proceso de producción completo. Frente a esta división general o social del trabajo, se alza la división del trabajo en detalle, la división del trabajo manufacturero. Este consiste en la ruptura de los procesos de los procesos implicados en la hechura del producto en múltiples operaciones realizadas por diferentes obreros. Dicha división del trabajo es impuesta por la planificación y el control. Así, los productos de la división social son intercambiados como mercancías, mientras que los resultados de la operación del obrero son poseídos por el mismo capital.

Mientras que la división social del trabajo subdivide a la sociedad, la división detallada del trabajo subdivide a los humanos. Mientras la subdivisión de la sociedad puede enaltecer al individuo y la especie, la subdivisión del individuo, cuando es realizada sin consideración para las capacidades y necesidades humanas, es un crimen contra la persona y la humanidad.

La división del trabajo en la producción comienza con el análisis del proceso de trabajo, lo que significa la separación del trabajo de producción en sus elementos constitutivos. Dicha fragmentación va a tener por objetivo lograr las tres ventajas de la división del trabajo dadas por Adam Smith: incremento de la destreza en cada obrero en particular, el ahorro del tiempo (...), y la invención de máquinas que facilitan y abrevian el trabajo y permiten a un solo hombre hacer muchos…”. Las actividades no solo están separadas unas de otras, sino que están asignadas a diferentes obreros. Cad paso significa un ahorro en el tiempo de trabajo.

Babbage encuentra una causa aún más importante e influyente: el hecho de que la sociedad se base en la compra y venta de la fuerza de trabajo, el dividir el trabajo abarata sus partes individuales. Así, da expresión, o al aspecto técnico de la división del trabajo, sino a su aspecto social. Esto significa que la fuerza de trabajo capaz de ejecutar el proceso puede ser comprada má barata en forma de elementos disociados, que como capacidad integrada en un obrero singular. La fuerza de trabajo se ha convertido en una mercancía.

Todo paso en el proceso de trabajo está divorciado, lo más posible, de un conocimiento o entrenamiento especial y reducido a trabajo simple. Por otro lado, las relativamente pocas personas a las que está reservado el conocimiento y el entrenamiento, se ven liberadas, lo más posible, de las obligaciones del trabajo simple. El principio de Babbage es presentado como un esfuerzo por preservar las “pericias escasas”, dando a los trabajadores calificados tareas que sólo ellos pueden ejecutar, con el objetivo de no desperdiciar “recursos sociales”. De esta forma, podemos ver cómo las capacidades técnicas son distribuídas sobre estrictas bases de la “necesidad de saber”. (Según Babbage se realiza la ruptura del oficio para abaratar la mano de obra, ya que el obrero pasa a ser reemplazable, lo desvaloriza)

Así, todos los procesos de trabajo se ven dotados de una estructura que polariza en sus extremos a aquellos cuyo tiempo es infinitamente valioso y a aquellos cuyo tiempo casi no vale nada. Esta puede ser llamada ley general de la división capitalista del trabajo; si bien no es la única, es la más poderosa y general. Da forma no sólo al trabajo, sino también a las poblaciones, porque a la larga crea la masa de trabajo simple, rasgo característico/primordial.

 

Resúmen, R. Castel, La metamorfosis de la cuestión social, “La sociedad salarial”:

Condición proletari, condición obrera, condición salarial. Tres formas dominantes de cristalización de las relaciones del trabajo en la sociedad industrial, también tres modalidades de las relaciones del mundo del trabajo con la sociedad global. Si bien se sucedieron en el tiempo, su encadenamiento no fue lineal.

La condición proletaria era una situación de cuasi exclusión del cuerpo social. El proletario era un eslabón esencial en el proceso naciente de industrialización, el cual “acampaba en la sociedad sin ubicarse en ella”.

La relación de la condición obrera con la sociedad era más compleja: se constiituyó una nueva relación salarial, en la cual el salario dejó de ser la retribución puntual de una tarea. Ahora, aseguraba derechos, daba acceso a prestaciones fuera del trabajo y permitía una participación ampliada en la vida social: consumo, vivienda, educación.

La salarización de la sociedad rodea al asalariado obrero y vuelve a subordinarlo, esta vez sin esperanza de que pueda llegar alguna vez a imponer su liderazgo. Si casi todos son asalariados, la identidad social deberá definirse a partir de la posición que se ocupa en el salariado. La condición obrera sigue ocupando la parte inferior de la escala.

Los principales elementos de la relación salarial de los inicio de la industrialización, correspondientes a la condición proletaria, se caracterizan por una retribución próxima a un ingreso mínimo que aseguraba sólo la reproducción del trabajador y su familia; una ausencia de garantías legales en la situación del trabajo; el carácter débil de la relación del trabajador con la empresa: cambiaba a menudo de lugar, trabajaba para el mejor postor y luego descansaba un par de días. La relación salarial supondrá un modo de retribucón de la fuerza de trabajo, el salario, una forma de disciplina del trabajo que regula el ritmo de la producción y el marco legal que estructura la relación de trabajo, es decir, el contrato y las disposiciones que lo rodean. Las cinco condiciones siguientes aseguraron el pasaje desde la relación salarial prevaleciente en los inicios de la industrialización hasta la relación salarial fordista: una separación rígida entre quienes trabajan efectiva y regularmente y los inactivos o semiactivos, que hay que excluir del mercado de trabajo (el principal obstáculo a la racionalización del mercado de trabajo era la existencia de esos trabajadores intermitentes que se negaban a someterse a una disciplina rigurosa. En consecuencia, habia que dominarlos, y se utilizará a la máquina para ello ); en segundo lugar, la fijación del trabajador a su puesto de trabajo y la racionalización del proceso de trabajo en el marco de una gestión del tiempo precisa, dividida, reglamentada (los intentos de regular la conducta obrera a partir de las coacciones técnicas del propio trabajo, florecerían con el taylorismo. La ventaja de hacer operar infatigablemente, reduciendo a la menor duración los intervalos de reposo, introduciendo en el taller a los dos sexos y a las tres edades, arrastrados sin distinción por el motor mecánico hacia el trabajo prolongado,para acercarse cada vez más al movimiento perpetuo). Con la organización científica del trabajo, el trabajador no es fijado por una coacción externa sino por el despliegue de las operaciones técnicas cuya duración es definida por el cronometraje. Se elimina así el pase y, con él, el margen de iniciativa y libertad que el trabajador había logrado. Al hacerse las tareas simples y repetitivas, se le quitaba al obrero el poder de negociación que le daba el oficio. Asimismo, la racionalización científica contribuyó a la homogeneización de la clase obrera; se forjó una conciencia obrera que desembocó en una conciencia de clase agudizada por las malas condiciones de la organización del trabajo. En tercer término, la tendencia a la homogeneización de las condiciones de trabajo no podía llevarse hasta el extremo, más bien, al agudizarse, producía efectos inversos de diferenciación. La producción en masa exige por sí misma que se distinga entre un personal de pura ejecución - el obrero especializado- y un personal de control o mantenimiento. Estos métodos desbordarán de las sedes industriales para implantarse en las oficinas, el “sector terciario”. Así, más que de Taylorismo, sería preferible hablar del establecimiento progresivo de una dimensión nueva de la relación salarial, caracterizada por la racionalización máxima del proceso, sincronización de tareas, separación estricta entre el tiempo de trabajo y de no-trabajo, lo que permitiría el desarrollo de la producción en masa. Este modo de organización del trabajo, regido por la búsqueda de productividad máxima a partir del control riguroso de las operaciones, fue un componente esencial en la constitución de la relación salarial moderna.

La tercera condición establecerá el acceso, a través del salario, a nuevas formas de consumo obrero que convertían al obrero en el propio usuario de la producción en masa. Henry Ford fue quien sistematizó la relación entre la producción en masa (la generalización de la cadena de montaje semi-automática) y el consumo de masas. El five dollars day tendía a darle al obrero moderno la posibilidad de acceder al puesto de consumidor del producto de la sociedad industrial. Hasta ese momento, por el contrario, era considerado como un productor máximo y un consumidor mínimo. El consumo legítimo del trabajador era reducido a lo necesario para que reprodujera decentemente su fuerza de trabajo y mantuviera a su familia en el mismo plano de mediocridad. Un mayor consumo podría llevarlo al vicio, al alcoholismo, el ausentismo (según la mirada de la patronal ante la holganza obrera).

Por parte de los trabajadores, fue también con los inicios de la producción en masa cuando apareció la preocupación por el bienestar y por el desarrollo del consumo; esta preocupación responderá a una transformación de los modos de vida populares, generada por el retroceso de la economía del hogar y la creciente concentración de trabajadores en la industria. Al perder el contacto con la economía del hogar, se veían en un aprieto, dado que todavía en la sociedad preindustrial y a principios de la industrialización, el trabajador podía sobrevivir a salarios miseria ya que gran parte de su consumo dependía de sus vínculos conservados con el medio rural. Dicha situación cambiará ante la expansión de las concentraciones industriales; así, se dará la homogeneización de las condiciones de trabajo, acompañada de una homogeneización de los ambientes y modos de vida.

Se llamará “fordismo” a la articulación de la producción en masa con el consumo masivo, una articulación que dará una nueva relación entre el aumento del salario, el aumento de la producción y el aumento del consumo. Se bosquejaba una política salarial ligada al aumento de la productividad, utilizando al obrero como consumidor, dando lugar a un nuevo registro de existencia social. Accedía al deseo, esa forma de libertad que pasa por el dominio de los tiempos y se satisface con el consumo de objetos duraderos no estrictamente necesarios.

La cuarta condición establecía el acceso a la propiedad social y a los servicios públicos.

La quinta condición planteaba la inscripción en un derecho del trabajo que reconocía al trabajador como miembro de un colectivo dotado de un estatuto social, más allá de la dimensión puramente individual del contrato de trabajo.También se asistió a una transformación profunda de la dimensión contractual de la relación salarial; una transacción entre dos individuos, en principio “igualmente libres”, cuya asimetría profunda ha sido evidente en diversas situaciones. Se ve allí el “derecho subjetivo”, el poder de una persona para imponer a otra su propia personalidad. Ese derecho subjetivo será reemplazado por un derecho social “que une entre ellos a los miembros de la humanidad y, particularmente, a los miembros de un mismo grupo social”. Al tomarse en cuenta esta dimensión colectiva, la relación contractual se desliza desde la relación de trabajo hasta un estatuto del asalariado.

Condición Obrera: Las reformas de 1936 constituyen una etapa significativa de la promoción del salariado obrero, las cuales otorgaban cierto reconocimiento de la condición obrera; marcó una etapa decisiva de su reconocimiento como fuerza social determinante, una ampliación de sus derechos y la toma de conciencia de su poder, lo que sancionó el particularismo obrero y su asignación a un lugar subordinado en la división del trabajo social y en la sociedad global.

Una de las principales reivindicaciones era el descanso semanal y la jornada de ocho horas: la financiación de un tiempo libre equivalía al reconocimiento oficial de la humanidad del trabajador y de la dignidad humana del trabajo. Las vacaciones pagas podían simbolizar el acercamiento de dos condiciones y dos modos de vida distintos: en ese breve tiempo, la vida obrera adquiría una característica esencial de las existencia burguesa, tendría la libertad de elegir qué hacer o no hacer nada. Algunos días por año, la condición obrera coincidía con la condición burguesa.

Pero, al mismo tiempo, subsistía con fuerza el particularismo obrero vivido en la subordinación, la cual mantenía el antagonismo de clases. La hostilidad burguesa al “trabajador que no trabaja”; para el trabajador, la única modalidad de existencia posible era el trabajo, encerrándolo siempre en la realización de tareas materiales. Se constituía así una relación social de subordinación y desposeimiento, instaurada por mediación de la relación técnica de trabajo. Se lo destinava a las tareas de ejecución, mientras que la concepción, relfexión, imaginación, quedaba fuera de su alcance. Esto, como se trataba de una situación social y no sólo de una relación técnica de trabajo, generaba una condición de dependencia que se daba tanto dentro como fuera de la fábrica: la conciencia del déficit entre la importancia del rol del trabajador-productor en la fuente de creación de la riqueza social, y el reconocimiento, o más bien el no-reconocimiento que le otorga la colectividad. La condición de los obreros entremezclaba una situación de dependencia en los lugares de trabajo y una posición socialmente desvalorizada. El trabajo obrero constituía, así, el estrato inferior de trabajo. De esta forma, la conciencia obrera se forjó en el conflicto, a partir de la percatación colectiva del despojo de los frutos de su trabajo. Así, su propia postura, reivindicaba la conciencia de subordinación; el motor de la lucha para recobrar la dignidad social de su trabajo (el cual era alienado por la org. capitalista de la producción) era constituído por este sentimiento de dependencia. La conciencia de esa división entre “ellos” y “nosotros” era mantenida por las experiencias de la clase obrera en los principales sectores de la vida social: el consumo, la vivienda, la educación, el trabajo. El debilitamiento del presupuesto por parte de los gastos alimentarios, impiden acceder a otros consumos que no tienen por finalidad la reproducción biológica, amputando así la participación en la vida social. Las viviendas, si bien habían mejorado, aún se veían en situación de insalubridad y amontonamiento.

Si bien la clase obrera no fue derrotada en una lucha frontal, su postura radical fue erosionándose progresivamente porque, por debajo de las vicisitudes políticas, la estaba socavando una transformación: la clase obrera fue destituída de la posición férrea que ocupaba en la promoción del sector asalariado. El particularismo obrero no fue abolido pero dejó de desempeñar el papel de “atractor” que había ocupado en el proceso de constitución de la sociedad industrial. La sociedad obrera no había generado otra forma de sociedad, sino que sólo se había inscrito en un lugar subordinado de la sociedad salarial.

Los asalariados obreros corrían el riesgo de quedar “ahogados” en una concepción cada vez más amplia del salariado, y aplastados al mismo tiempo por la proliferación de situaciones salariales siempre superiores a la suya. Se lo había desposeído de su papel como atractor, desempeñada en la constitución del sector asalariado. Con el desarrollo de las actividades terciarias, se generó la proliferación de un sector asalariado no obrero, el cual superaba en ingresos y en prestigio al salariado obrero. Se constituyó, así, una clase media asalariada ya muy compleja; la cual rodeaba y superaba la condición obrera.

Las transformaciones de la condición obrera podían dar lugar a dos interpretaciones aparentemente opuestas: se constituirá una nueva clase obrera, a través del desarrollo de las formas más recientes que tomaba la división del trabajo, pero los nuevos agentes que asumían un rol cada vez más decisivo en la producción seguían careciendo de poder de decisión, y la organización capitalista de la producción continuaba despojándolos de lo esencial de los beneficios de su trabajo. En el antagonismo de clases, ocupaban de tal modo una posición análoga a la del antiguo proletariado, y eran herederos privilegiados para retomar la empresa de la transformación revolucionaria de la sociedad. A la inversa, la tesis del “aburguesamiento” de la clase obrera aducía que la elevación general del nivel de vida había atenuado los antagonismos sociales. El “deseo de integrarse en una sociedad en la que primaba la búsqueda del confort y el bienestar” había llevado a la clase obrera a fundirse progresivamente en las clases medias. Estas dos posiciones opuestas son complementarias.

El análisis de los conflictos sociales, incluso de los conflictos sociales “nuevos”, demostraba que la tendencia principal de los técnicos, ejecutivos e ingenieros los impulsaba a defender sus intereses específicos, que pasaban por el mantenimiento de la diferenciación social y el respeto a la jerarquía, que a alinearse con las posiciones de la clase obrera.

El discurso opuesto, que proclamaba la disolución de la condición obrera en la nebulosa de las clases medias, parecía subtendido por el deseo de exorcizar definitivamente los conflictos sociales. Era la ideología de quienes proclamaban el fin de las ideologías. Ellos escrutaban el apetito de consumo de la clase obrera y constataban el debilitamiento de los compromisos políticos y sindicales. Pero omitían que, a pesar del incuestionable mejoramiento de sus condiciones de existencia, la clase obrera no se había refundido en absoluto con las clases medias.

La transformación decisiva que maduró durante las décadas de 1950 y 1960 no fue, por lo tanto, la homogeneización completa de la sociedad, ni el desplazamiento de la alternativa revolucionaria hacia un nuevo operador, la “nueva clase obrera”. Consistió en la disolución de esa alternativa revolucionaria y la redistribución de la conflictividad social según un modelo diferente del de la sociedad de clases: la sociedad salarial.

Disolución de la alternativa revolucionaria; no es posible fijar una fecha rigurosa al debilitamiento de esta convicción de que la historia social podía desembocar en otra parte, esa convicción fué caracterizada por Crozier como la “fase religiosa del proletariado”.

La oscilación entre revolución y reforma, que nunca dejó de atravesar el movimiento obrero, fue fijándose cada vez con mayor insistencia en el segundo polo, y la división entre “ellos” y “nosotros” dejó de alimentar un imaginario de cambio radical.

El potencial revolucionario de la clase obrera se basaba en el hecho de que ella encarnaba a ese “asalariado sin dignidad” que no tenía nada que perder salvo sus cadenas, y cuya emancipación cambiaría el rostro del mundo.

La concepción secular del trabajo asalariado desapareció en las décadas de 1950 y 1960, arrastrando consigo el rol histórico de la clase obrera. La lenta promoción de una clase asalariada burguesa abrió el camino y desembocó en un modelo de sociedad ya no atravesada por un conflicto central entre asalariado y no-asalariado. La “nueva sociedad” para retomar un lema de principios de la década de 1970, pretendía ser la traducción política de ese cambio, el cual estaba organizado en torno a la competencia entre diferentes polos de actividades salariales. Esta sociedad no era homogénea ni estaba pacificada, pero sus antagonismos tomaban la forma de luchas por los puestos de trabajo y las categorías (y no ya de la lucha de clases).

Condición salarial: A partir de mediados de la década de 1950 emergió un nuevo discurso sobre “los hombres del futuro”, una especie de asalariados puros que habían logrado sus cartas de burguesía. Se constituyó en el marco de la modernización de la sociedad francesa. Se le asignó así, a una nueva constelación salarial, la función de “atractor” con la tarea de “arrastrar” la dinámica social. Esta promoción de los asalariados trastornó la oposición secular entre trabajo y patrimonio. Las posiciones asalariadas se volvieron cómodas, poderosas y prestigiosas, de modo que el liderazgo en materia de modos de vida y modas culturales, las cuales dejaron de vincularse necesariamente a la posesión de un gran patrimonio. Las posiciones sociales dominantes podrían ser también ocupadas por asalariados “puros”, es decir, por personas cuyos ingresos y posición en la estructura social dependerían exclusivamente de su empleo. La promoción de estas posiciones salariales estaba asociada a un desarrollo de segmentos profesionales.

La “constelación central” no era una configuración de posiciones salariales “puras”. Seguía siendo un núcleo de posiciones dominantes, que acumulaban y entrelazaban capital económico, capital social y capital cultural, administración de las empresas públicas y privadas, y poderes ejercidos en el aparato del Estado. Si bien no había ósmosis entre los diferentes bloques constitutivos de la sociedad salarial, tampoco había ya una alteridad absoluta. Los asalariados de gama alta desempeñaban el papel de atractores incluso para los grupos dominantes tradicionales, cuyas fracciones más dinámicas se actualizaron, sin renunciar a sus antiguas perrogativas, adquiriendo los nuevos atributos del éxito y los honores que pasaban por la asistencia a grandes escuelas y por la posesión de los mejores diplomas.

Así, la sociedad salarial se podría representar a partir de la coexistencia de una cierta cantidad de bloques, a la vez separados y unidos por esta lógica de la distinción que opera en el seno de cada conjunto y asimismo entre los diferentes conjuntos.

La omnipresencia del tema consumo denominaba el principio de diferenciación generalizada; regía un sistema de relaciones entre las categorías sociales, según el cual los objetos poseídos eran los marcadores de las posiciones sociales. A través de lo que consumían señalaban su lugar en el conjunto social.

Es preciso resaltar la existencia de un último bloque, que vamos a denominar periférico o residual: la relativa integración de la mayoría de los trabajadores, traducida por la mensualización, ahondó la distancia con una fuerza de trabajo que quedaba marginalizada, reagrupando a las ocupaciones inestables, estacionales, intermitentes. Estos trabajadores periféricos, sufrían antes que nadie las variaciones de la demanda de mano de obra. Ocupaban las posiciones más penosas y más precarias en la empresa, tenían los menores ingresos y estaban cubiertos por los derechos sociales. Estas situaciones periféricas se pueden comparar con las de las poblaciones que no han entrado en la dinámica de la sociedad industrial. Es lo que se denomina “cuarto mundo” como si en las sociedades más desarrolladas subsistieran islotes arcaicos poblados por quienes no pudieron o no quisieron pagar el precio de la integración social y quedaron al margen del trabajo regular. Aparte de la existencia de estas poblaciones periféricas, la sociedad salarial pudo desplegar una estructura relativamente homogénea en su diferenciación. Lo esencial de las actividades sociales quedó centrado en el grupo de los asalariados porque la mayoriía de los miembros de esta sociedad encontraban en el salariado un principio único que, a la vez, los unía y los separaba, y de tal modo daba fundamento a su identidad social: el salariado no era sólo un modo de retribución de trabajo, sino la condición a partir de la cual se distribuían los individuos en el espacio social.

El Estado de Crecimiento: La sociedad salarial no se reducía a un nexo de posiciones asalariadas; era también un modo de gestión política que asociaba la propiedad privada y la propiedad social, el desarrollo económico y el logro de derechos sociales, el mercado y el Estado. Se llama “Estado de Crecimiento” a la articulación de dos parámetros fundamentales que acompañaron a la sociedad salarial en su recorrido y que establecieron con ella vínculos esenciales tales como el crecimiento económico y el crecimiento del Estado Social. Así, la detención de esta promoción se podrá entender como efecto de la crisis económica pero sobre todo a través del cuestionamiento de ese montaje complejo de factores económicos y regulaciones sociales que le procuró su frágil consistencia al salariado moderno.

Ese enriquecimiento fantástico le dio margen a la sociedad salarial. El desarrollo económico integraba así el progreso social como finalidad común de los diferentes grupos en competencia. Así, se podían legitimar las reivindicaciones sectoriales e incluso se podría decir sublimarlas, llegando a la reducción de desigualdades. A través de sus modos de consumo, de sus inversiones en bienes duraderos, de su empleo del crédito, el asalariado preveía cotidianamente la continuidad del crecimiento y ligaba concretamente su destino a un progreso ilimitado.

De modo que el desarrollo de la sociedad salarial dependía de una condición: el crecimiento económico; pero también dependía estrechamente de una segunda serie de condiciones, como el desarrollo del Estado Social. Es cierto que la competencia y la búsqueda estaban en el principio de la condición salarial, su equilibrio exigía que se produjeran arbitrajes. Así, la sociedad salarial fue también la sociedad donde se instaló el Estado Social. Esta intervención del Estado se desplegó en tres direcciones principales: la garantía de una protección social generalizada, el mantenimiento de los grandes equilibrios y el pilotaje de la economía, la búsqueda de un compromiso entre los diferentes asociados en el proceso de crecimiento.

1-Por empezar, la instauración de la Seguridad Social constituyó una etapa decisiva de la protección de los asalariados, el fin definitivo de la vulnerabilidad de las clases populares. La población de referencia (los trabajadores) era todavía la clase obrera y el salariado de referencia era el salariado obrero, pero liberado de una precariedad secular. La ley apunta a esa fuerza de trabajo amenazada por “riesgos de toda clase”, para erradicarlos: Se instituyó una organización de la Seguridad Social para asegurarlos contra los riesgos de toda clase capaces de reducir o suprimir sus aptitudes. La sociedad salarial era aún el sostén principal y a la vez el segmento más maltratado de la sociedad industrial, de modo que el progreso del conjunto de la sociedad debía partir de su liberación. El organigrama de la Seguridad Social constituía, entonces un reflejo bastante exacto de la estructura de la sociedad salarial, es decir de una sociedad jerarquizada en la cual cada agrupamiento profesional, celoso de sus prerrogativas, se encarnizaba en hacerlas reconocer y en marcar su distancia con todos los otros. La subordinación jerárquica de la clase obrera traducía su destitución como atractor de la condición salarial. Las realizaciones de la Seguridad Social otorgaban un tipo de cobertura propio de una sociedad que apostaba más a la diferenciación que a la igualdad. Así, esta evolución representaba, al mismo tiempo, una promoción del sector asalariado y de la propiedad social, de la que el Estado era a la vez el iniciador y el garante.

2-Esta concepción del Estado que subtiende la protección social es complementaria del papel de actor económico asumido por el poder público, un rol que también se desarrolló plenamente después de la Segunda Guerra Mundial. Pero, mientras que con la seguridad social culminaba un proceso de generalización de la propiedad social, la intervención del Estado como regulador de la economía fue considerada una innovación. Primero en el marco de la reconstrucción, y después de la modernización, el Estado se hizo cargo de la promoción de la sociedad. Siguiendo los principios keynesianos, la economía dejó de ser concebida como una esfera separada; el Estado la piloteaba. Mediante sus políticas de reactivación, el rol que desempeñaba para garantizar los salarios, las elecciones industriales que efectuaba, el Estado no sólo intervenía como productor de bienes sino también como productor de consumidores, es decir de asalariados solventes.

3-El papel regulador del Estado actúa en un tercer registro, el de las relaciones entre los “asociados sociales”. Se trataba de acordar de un modo contractual, por iniciativa o con el arbitraje del Estado, los intereses divergentes de empleadores y asalariados. Dos medidas cuyo impacto fue considerable para la consolidación de la condición salarial: El salario mínimo interprofesional garantizado, que después se convertirá en el salario mínimo interprofesional de crecimiento, esencial dado que definía y otorgaba, junto con el aumento de precios y la tasa de crecimiento, un estatuto legal a las condiciones mínimas de acceso a la condición salarial. Así, el trabajador entraba en la condición salarial, es decir se ubicaba en el continuum de posiciones comparables que constituía la estructura básica de dicha condición. El trabajador ingresaba en una lógica de integración diferencial que preveía incluso la indexación con el progreso global de la productividad. Tenemos así el primer grado de pertenencia a un estatuto de asalariado gracias al cual el salario deja de ser sólo un modo de retribución económica.

La mensualización presentó otro punto fuerte de la consolidación de la condición salarial para los que se encontraban ubicados en la base de la escala de los empleos. Alineaba el estatuto de la mayoría de los obreros con el de los empleados, y que el salario dejaba de retribuir una tarea puntual para convertirse en una asignación global otorgada a un individuo. Además de esa contribución a la integración obrera, la mensualización, por la manera en que fue impuesta, ejemplifica el papel del Estado en el desarrollo de las políticas contractuales. Fue propuesta por el gobierno y recibida, al principio, con frialdad por los patrones y por los sindicatos, desconfiados ante una medida que con frecuencia había sido útil para la estrategia patronal de crear divisiones entre los obreros. Sin embargo, los acuerdos de mensualización se impusieron rápidamente

Había una poderosa sinergia entre crecimiento económico, con su corolario, el empleo casi pleno, y el desarrollo de los derechos del trabajo y la protección social. La sociedad salarial seguía una trayectoria ascendente que aseguraba el enriquecimiento colectivo y promovía un mejor reparto de las oportunidades y las garantías. Los logros de la sociedad salarial parecían re-absorber el déficit de integración propio de los inicios de la sociedad industrial (mediante el crecimiento del consumo, el acceso a la propiedad, la mayor participación en la cultura, etc.)

 

Resúmen, Benjamin Coriat, El taller y el cronómetro, Cap 6, “Los tiempos modernos”:

Al acabar la guerra, en la década de 1920, una nueva economía regula los aparatos de producción. Con ella, la sociedad civil en su conjunto parece presa de un ritmo nuevo y singular. La crisis que se presenta no es la simple repetición del pasado, sino la obra de fuerzas nuevas. Después de Taylor y Ford, Keynes viene así a terminar el edificio: “Tras la teoría y la práctica de la producción en masa en el taller, la teoría y la práctica del tipo de Estado y de regulación que le corresponden.” Así, la crisis da origen al Estado moderno, pero ¿De dónde viene la crisis en sí?

Se definió la producción en masa a partir de un juego entre normas nuevas, de trabajo, de producción y de consumo, y las condiciones concretas de su acumulación. Deben señalarse así varios puntos relativos a las condiciones del establecimiento de cada una de estas normas nuevas, por una parte,y a su articulación y funcionamiento en un proceso de conjunto, por otra. En primer lugar, en las mutaciones que afectan a la producción de mercancías, hay que señalar que la introducción y la hegemonía del taylorismo y el fordismo no se produce en un día ni de una vez. La racionalización del trabajo avanza, lo hace sólo progresivamente, a sacudidas, a un ritmo y una velocidad desiguales según las rama, las industrias y los talleres. De esta forma, habrá siempre diferencias de productividad entre unidades de producciones invertidas en la producción de las mismas mercancías. Estas acaban por traer a la ruina a las formas de producción basadas en soportes menos eficaces. Si el ritmo de la ruina de dichas unidades de producción se ve acelerado y afecta a una cantidad significativa de talleres, entonces nos encontramos ante una crisis, sea que se traduzca en una simple desvalorización del capital o en su pura y simple destrucción. Desde este punto de vista, la racionalización de los procesos de producción no podía desarrollarse más que por y a través de un incesante proceso de reestructuraciones industriales para permitir el necesario reajuste en las relaciones de valor entre mercancías de valor de uso comparable, pero producidas sobre bases diferentes y desigualmente eficaces. Reajustes que van a resultar periódicamente necesarios, los cuales se darán mediante quiebras industriales, comerciales o bancarias, eliminación de unidades de producción, etcétera. De esta forma podemos apreciar que la racionalización de los procesos de trabajo es un constante veh´culo y factor de crisis.

En segundo lugar, se darán las nuevas formas de consumo. A medida que se imponen las nuevas formas de producción, cambian a su vez las formas de relación, las condiciones de existencia y reproducción de las clases obreras. La afirmación de la producción en serie de las mercancías, creaba las condiciones del desarrollo del consumo en masa, pero la continuidad entre la producción y el consumo en masa sólo se establece tras un largo período de tiempo, y recurriendo a métodos forzados. “Nuestro propio éxito depende en parte de los salarios que paguemos. Si repartimos mucho dinero, ese dinero se gasta; de ahí que esta prosperidad se traduce en un aumento de la demanda.”

Para asegurar mercados y establecer con la producción en masa el consumo en masa que requiere, se multiplican las técnicas de consumo forzoso. Esto será contemporáneo a los “economatos”, aquellos almacenes donde los obreros canjeaban sus vales de compra, elemento que utilizaban los patrones para pagarle -total o parcialmente- por su labor.

Este proceso no es sólo virtual y potencial, sino que es el proceso social necesario por el cual se extiende y desarrolla el salariado en una serie de desfases constantes y repetidos, a partir del juego entre normas nuevas de trabajo, de producción y de consumo en sus sucesivos niveles en el curso de su instalación. Al introducir en la base misma de los aparatos de producción unas diferencias acentuadas del rendimiento y productividad del trabajo, al acelerar la ruina de la pequeña industria, el alterar el modo de consumo y de reproducción de la clase obrera, al suscitar mediante el crédito y el consumo forzoso, la racionalización del trabajo, provocarán la ruptura brutal de los grandes equilibrios de la economía capitalista.

La crisis debe ser considerada como parte integrante y constitutiva del proceso de acumulación del capital; la entrada en vigor y como tal del Estado a través del New Deal, de asegurar una regulación de los nuevos equilibrios y de las nuevas relaciones de clase. Sobre la quiebra del capitalismo salvaje, el de Ford y Morgan, va a erigirse en adelante omnipresente el Estado (como fuerza última que sobreviene en la coyuntura de dos modos de acumulacióndel capital, para tratar de realizar por medios forzosos el ajuste de los nuevos equilibrios producidos por la producción en masa. Y esto mientras la clase obrera cuya fuerza se había conseguido quebrantar, encuentra o reencuentra con ocasión de la crisis un terreno de unidad y recomposición: a favor del empleo, el salario y la renta, en contra de la racionalización y las bruscas reestructuraciones que la acompañan.

A partir de la nueva eficacia de la resistencia obrera, hay que comprender e interpretar el gigantesco tren de reformas sociales que marca la entrada del Estado. Así, va a constituírse la política económica keynesiana, el cual debe ser relacionado directamente con el mecanismo en gestación de la producción en masa y, al menos, con dos de sus enseñanzas esenciales. En Keynes, se encuentra esa misma preocupación que inquietaba a Ford: mantener el poder adquisitivo, distribuir salario y renta, pues única y exclusivamente ahí está la condición del mantenimiento de un alto nivel de consumo y la salida de la crisis. La actividad de cualquier naturaleza es el único medio de poner de nuevo en marcha los engranajes del progreso económico y la riqueza. Así, recomienda una política vigorosa de consumo -que combata las tendencias al ahorro- y de inversión pública -sobre todo en obras públicas-.

Es de temer que, al no relacionar las nuevas condiciones del equilibrio con los nuevos mecanismos de la producción y del consumo en masa, se pase por alto lo que sea esencial en la interpretación de Keynes: registrar y formalizar las condiciones de reproducción de los mecanismos de la producción en masa.

Así, no sólo el fn de la ley de la oferta y la demanda y la nueva eficacia de la resistencia obrera van unidos, sino que también es preciso tomar nota de la legitimidad de la reivindicación obrera.

La segunda vertiente de la revolución keynesiana, después de establecer los nuevos fundamentos teóricos, mostrar la necesidad política de una nueva gestión de la fuerza de trabajo. El Estado se convierte en Estado Plan. Su resorte esencial la política del trabajo y el salario, como tendente a un triple objetivo: la fijación de un marco jurídico-legal, consistente en un conjunto de reglas y normas, sobre la misma relación de explotación; la instauración del salario indirecto para repartir de otro modo los beneficios (con el fin de asegurar sobre una base duradera la existencia de la mano de obra “barata” que necesita la gran industria); y, por último, la estructuración nueva de la asistencia a los parados y accidentados, concebida no ya como un sistema de ayuda a los más necesitados, sino como un medio de incorporación y control de las fuerzas de trabajo.

El Estado-Plan Keynesiano no se limita, sin embargo, al hecho de tomar a su cargo la reproducción de la fuerza de trabajo social, sino que consiste igualmente en acoplar la gestión de la fuerza de trabajo obrera a los ritmos y modalidades de la acumulación del capital. En efecto, a partir del New Deal la relación capital/trabajo se encuentra circunscrita por dos novedades: una, de forma, es el establecimiento de contratos debidamente negociados; otra, de fondo, es que el contenido del contrato consiste en hacer que la elevación del nivel del salario dependa del incremento de la “productividad”.

El New Deal lleva consigo dicha revolución: el derecho reconocido a los obreros de negociar colectivamente las condiciones de trabajo y remuneración. El Estado Plan Keynesiano se construye así, entre policía y welfare, un nuevo terreno de legitimación, la garantía más firme por lo demás del mantenimiento del equilibrio y del nivel de la demanda efectiva.

En la doble función (gestión de los grandes equilibrios del proceso de acumulación y de la relación de explotación y trabajo en el seno del taller) que asegura el Estado Plan, aparece como el tipo de Estado exigido por la producción en masa, como el Estado de la producción en masa. El crecimiento hará el resto. En la posguerra, la mecánica de la producción de masa va a desarrollarse plenamente y permitir una refundición casi completa de las líneas de fuerza y de las posiciones en la relación de las clases.

 

Resúmen, Dominique Meda, ¿Qué sabemos sobre el trabajo?:

Sociedades fundadas sobre el trabajo: El trabajo es el fundamento del orden social y determina el lugar de los individuos en la sociedad. Es el principal medio de subsistencia y ocupa una parte esencial de la vida de los individuos. El concepto del que disponemos hoy presenta una doble característica: por un lado, es un conglomerado de capas de significaciones diferentes que fueran depositadas y que se sedimentaron olvidando su carácter histórico. Hacemos como si el trabajo hubiera estado dotado de todos los atributos y de todas las finalidades que lo caracterizan hoy.

Sociedades no fundadas sobre el trabajo: Si los hombres debieron siempre confrontarse a la naturaleza para sobrevivir y transformar sus condiciones de vida, esas actividades no pertenecían a una sola categoría y  no estaban en el fundamento del orden social:

Es imposible encontrar una significación idéntica para el término trabajo empleado por las diferentes sociedades estudiadas.

Estas sociedades presentan diferencias considerables con nuestro concepto de trabajo, porque el tiempo dedicado a las actividades de reproducción de las condiciones materiales de vida es relativamente poco, así como el lugar ocupado por esas actividades de reproducción de las condiciones materiales de vida es relativamente poco, las necesidades eran satisfechas en poco tiempo y con mínimo esfuerzo. La idea de acumulación o de producción para la satisfacción de necesidades es inconcebible. La actividad de producción no se ejerce de manera individual ni por motivos meramente individuales. Así, si bien se realizan esfuerzos, estos no conciernen a las actividades relacionadas con la subsistencia, sino más bien a las actividades sociales ubicadas a mitad de camino entre esfuerzo y juego. Los hechos sociales que estructuran esas sociedades son de otra naturaleza que la económica. Son prioritariamente sociales y hacen intervenir los lazos de sangre.

El ideal consiste en liberarse de la necesidad para dedicarse a actividades libres, como actividades morales y políticas, que tienen en sí su propio fin. Mientras que esclavos y artesanos son sumisos a la necesidad, obligados a la reproducción de las condiciones materiales para otros, por lo que no disponen de la libertad necesaria para participar de la determinación del bienestar de la ciudad.

La “invención del trabajo” va a transcurrir entre los siglos XVIII y XIX, en tres tiempos, cada uno agregando una capa de significación suplementaria. Allí encontrará su unicidad, a partir del momento en el cual cierto número de actividades que no estaban relacionadas hasta ese entonces, que eran regidas por lógicas irreductiblemente diversificadas, van a volverse suficientemente homogéneas como para ser reunidas en un sólo término. El trabajo es, ante todo, una unidad de medida, un cuadro de homogeneización de esfuerzos. En una sociedad que debe ser totalmente orientada hacia la búsqueda de abundancia, la relación que reúne a los individuos es fundamentalmente la de contribución de ellos a la producción y de su retribución, de la cual el trabajo es la medida.

La doble dimensión de este trabajo que se inventa no debe ser descuidada: separable, abstracto y mercantil, el trabajo se vuelve al mismo tiempo la clave de la autonomía de los individuos. El trabajo aparece como esta energía, propiedad del individuo, que permite volver diferente, acomodar de alguna manera lo dado en estado natural y ponerlo bajo forma de uso para otros. Se inventará el trabajo como fundamento del orden social y marcará el inicio de una carrera por el aumento indefinido de la producción. Weber puso en evidencia el cambio de mentalidades que resultó en la inédita promoción del enriquecimiento individual y colectivo, elevado de repente en objetivo supremo de las comunidades humanas. Dicha revolución no hubiera podido existir sin la conversión de las mentalidades gracias a la re-interpretación de los textos bíblicos y que consistiría principalmente en la valorización de las actividades terrestres. Sobre el trabajo puede fundarse un orden social casi natural e intangible, que determina las posiciones de los individuos en la sociedad a partir de su contribución objetiva a la producción, un orden difícil de cuestionar, al contrario del que podría nacer de la política. El economicismo del siglo mutiló el aspecto abstracto, mercantil y separable del trabajo.

Aunque el trabajo se vuelve fundamento del orden social en el siglo XVIII, la actividad del trabajo no es de ninguna manera valorizada, glorificada. El trabajo es, para Smith y los contemporáneos, sinónimo de pena, esfuerzo y sacrificio.  

Ya en el siglo XIX, el trabajo era una libertad creadora por la cual el hombre podía transformar el mundo. Nadie como Marx reconocerá al trabajo como la actividad propiamente humana: toda actividad verdaderamente humana se llama trabajo y el trabajo es la única actividad verdaderamente humana, con la cual el hombre se distingue definitivamente del animal. El trabajo es la esencia del hombre y los pensadores políticos del siglo XIX no cesarán de convertirse a esa manera de ver las cosas.

El trabajo se vuelve sinónimo de obra: en el objeto que fabrico, pongo algo de mí, me expreso por su intermedio, él es simultáneamente obra colectiva (expresándome, muestro al mismo tiempo una imágen de mí mismo a los otros).. Como lo indica Marx, cuando el trabajo no sea más alienado y produzcamos de manera libre, entonces no tendremos más necesidad del médium del dinero, y los bienes o servicios que produciremos nos revelarán los unos a los otros. No es sólo la abundancia material que persigue la humanidad, sino la humanización, la civilización del mundo, y eso opera principalmente por el trabajo. Así, se fijaron sobre la esfera de la producción todas las expectativas y las energías utópicas: de ella vendría o solamente el mejoramiento de las condiciones materiales de vida, sino también la plena realización de uno mismo y de la sociedad. Pero Marx sabe bien que el trabajo no es aún la libertad creadora, sino que se llegará a ese momento sólo cuando produzcamos libremente, o sea cuando el asalariado hubiera sido abolido y la abundancia lograda. Entonces, el trabajo no será más pena o sacrificio sino pura realización de sí, no habrá diferencia entre trabajo y ocio.  

La tercer etapa fue teorizada en el discurso socialdemócrata alemán del final del siglo XIX, recuperando la herencia socialista (la creencia en el carácter realizador del trabajo y en el seguimiento necesario de la abundancia). En lugar de suprimir la relación salarial, el discurso y la práctica socialdemócrata van a hacer del salario el canal por el cual se difundirán las riquezas y un orden más justo y verdaderamente colectivo se instalará progresivamente. A partir de ese momento, el Estado está encargado de una tarea doble: oficia de garante del crecimiento y promover el pleno empleo.

La contradicción con respecto al pensamiento Marxista es inmensa, dado que el discurso socialdemócrata sostiene que el trabajo se va a volver realizador antes de ser esencial y central, por vía de aumento de los salarios y del consumo. El mecanismo que permite pacificar el antagonismo de clases sigue siendo la neutralización de la materia del conflicto que continúa teniendo el trabajo asalariado. La socialdemocracia reposa sobre una profunda contradicción ya que piensa al trabajo como la modalidad esencial de la realización humana, individual y colectiva, pero sin darse más los medios de hacer del trabajo una obra.

Hoy vivimos con un concepto del trabajo que es un conglomerado, el producto del agrupamiento no repensado de tres dimensiones del trabajo: como factor de producción, como esencia del hombre y como sistema de distribución de los ingresos, de los derechos y de las protecciones. Las contradicciones entre esas tres definiciones son múltiples.

En el siglo XIX se construyó -en la misma época durante la cual se desarrollaban condiciones inhumanas de trabajo- el mito del trabajo realizador, una verdadera ideología del trabajo. Una auténtica libertad creadora, como el símbolo de la actividad humana, de la cual el ejercicio completo es obstruido por las condiciones de organización de la producción pero que permitirá la fundación de un orden social más justo fundado sobre el aporte de cada uno a la producción. Durante el siglo XX, el término trabajo se volvió noble, gracias a la alianza entre el esfuerzo y la creación. Todo sucede como si el reconocimiento del valor de una actividad necesitase hoy que se la denomine trabajo.

La definición extensiva presenta cuatro problemas: En primer lugar, el concepto, debido a su extensión, llega a no significar gran cosa; la casi totalidad de nuestras actividades son trabajo. El segundo problema consiste en que el término, tal como se lo utiliza, remite indiferentemente a un trabajo real (las actividades desarrolladas por individuos en un contexto real) y a un trabajo soñado (el trabajo como obra). La tercera observación, consiste en que hay un desfasaje profundo entre dos concepciones de la utilidad social: el uso extensivo de la noción de trabajo para actividades que no eran denominadas así antes, se explica por la voluntad de atraer la atención sobre el hecho que esas actividades tienen una utilidad social, son buenas para la sociedad, constituyen una contribución a la producción o a la riqueza aunque no la contabilicen como tales. Es así dado que nuestra contabilidad nacional se considera como trabajo sólo a las actividades que constituyen una participación a la producción de bienes y servicios a cambio de la cual se obtiene una contraparte monetaria. Sólo constituye un trabajo lo que va a encontrar un equivalente monetario en el mercado, sancionando así el carácter útil de la actividad implicada. A la concepción estrecha de la riqueza y de la utilidad se le asocia una concepción estrecha del trabajo, actividad que fabrica esa riqueza. Para hablar de trabajo en el conjunto de actividades enumeradas antes, deberíamos tener otra concepción de la riqueza de la sociedad, mucho más amplia, una definición sobre la cual habría un acuerdo colectivo hoy existente. Finalmente, existe un riesgo en llamar trabajo a todas las actividades, ya que el signo de la participación a la producción es la contraparte monetaria. El riesgo de llamar trabajo a un número demasiado grande de actividades, sea para mostrar que son importantes, es no conservar a las múltiples actividades humanas su carácter fundamentalmente diverso; es el riesgo de olvidar la naturaleza particularmente diversificada en su finalidad, de querer reducir cada acción al esquema de la producción. Llamar a todas las actividades trabajo es tomar un riesgo insensato con el concepto mismo de humanidad. Se considerará así al trabajo como una actividad humana, coordenada, remunerada, que consiste en poner forma a una capacidad o a algo dado para el uso de otros, de manera autónoma o bajo la dirección de otro a cambio de una contraparte monetaria. Para medir la importancia del trabajo en la identidad de las personas y en la vida cotidiana, se trata efectivamente de analizar el devenir de los asalariados y de las comunidades privadas de trabajo. Cuando el trabajo falta, las comunidades se desintegran, los lazos se distienden, los hombres y las mujeres se encuentran ociosos en el sentido propio de la palabra. En nuestra sociedad el trabajo es la norma: es trabajando que se adquiere los medios para vivir, pero también el trabajo es el lugar principal donde se puede mostrar sus capacidades, darle utilidad, participar a la construcción de nuevas realizaciones.

 

Resúmen, Hobsbawm, “Industria e Imperio”:

La primera etapa de la Revolución Industrial fue técnicamente un tanto primitiva, no porque no se dispusiera de mejor ciencia y tecnología, o porque la gente no tuviera interés en ellas, o no se les convenciera  de aceptar su concurso. Lo fue tan sólo porque, en conjunto, la aplicación de ideas y recursos sencillos, normalmente nada caras, podía producir resultados sorprendentes. Esta situación minimizó los requisitos básicos de especialización. Surgimiento de la nueva clase industrial. En el contexto del siglo XVIII fue una industria revolucionaria. Supuso una nueva relación económica entre las gentes, un nuevo sistema de producción, un nuevo ritmo de vida, una nueva sociedad, una nueva era histórica. Desaparecieron las constituciones y limitaciones medievales que pesaban sobre la industria. Como la maquinaria redujo el potencial humano, el capital triunfó sobre el trabajo y creó una nueva forma de esclavitud. La mecanización y la minuciosa división del trabajo disminuyen la fuerza e inteligencia que deben tener las masas y la concurrencia reduce sus salarios al mínimo necesario para subsistir.

La difusión general de manufacturas a través de un país engendra un nuevo carácter en sus habitantes; y como que  este carácter está basado en u principio completamente desfavorable para la felicidad individual o general, acarreará los males lamentables y permanentes.

El nuevo sistema se componía de tres elementos: el primero era la división de la población industrial entre empresarios capitalistas y obreros (que no tenían más que su fuerza de trabajo) que vendrían a cambio de un salario. El segundo era la producción, una combinación de máquinas especializadas con trabajo humano especializado. El tercero era la sujeción de toda la economía a los fines de los capitalistas y la acumulación de beneficios.

Es evidente que tuvo lugar un notable crecimiento económico generalizado y ciertas transformaciones industriales, pero todavía no una revolución industrial. Un gran número de industrias, siguieron trabajando según las pautas tradicionales, aunque utilizando esporádicamente los nuevos materiales. La industrialización no creó fábricas de vestidos, sino que produjo la conversión de artesanos especializados y organizados en obreros míseros, y levantó aquellos ejércitos de costureras y camiseras tuberculosas e indigentes que llegaron a conmover la opinión de la clase media, incluso en aquellos tiempos tan insensibles.

Otras industrias mecanizaron sumariamente sus pequeños talleres y los dotaron de algún tipo de energía elemental, pero sin cambiar el carácter artesanal o doméstico de su producción.

Una industrialización así limitada, y basada esencialmente en un sector de la industria textil, no era ni estable ni segura. Sin embargo, ni la teoría económica ni la práctica económica de la primera fase de la Revolución Industrial se cimentaba en el poder adquisitivo de la población obreras, cuyos salarios, según el consenso general, no debían estar muy alejados del nivel de subsistencia. Por el contrario, tanto la teoría como la práctica económicas hicieron hincapié en la crucial importancia de la acumulación de capital por los capitalistas, del máximo porcentaje de beneficios y la máxima transferencia de ingresos de los obreros que o acumulaban a los patronos. Los beneficios, que hacían funcionar la economía, permitían su expansión al ser reinvertidos. Esta opinión descansaba en dos supuestos: que el progreso industrial requería grandes inversiones y que sólo se obtendrían ahorros insuficientes si no se mantenían bajos los ingresos de las masas no capitalistas. Las primeras fases de la Revolución Industrial, de 1780 a 1815, las cuales fueron limitadas y relativamente baratas.  

Resúmen, Película “Recursos Humanos”

Resúmen, Enrique De La Garza Toledo, “Tratado Latinoamericano Sociología del T.”:

 

PRACTICOS

 

Para el trabajo no hay una única definición, sino que ésta responderá a diferentes paradigmas, ideas generalmente aceptadas por la mayoría.

 

Resúmen, Harry Braverman, Trabajo y capital monopolista, “Trabajo y fuerza de trabajo”:

El trabajo es una actividad que altera materiales, partiendo de su estado natural, para mejorar su utilidad. Así, la especie humana compartirá con otras la actividad de actuar sobre la naturaleza para cambiar sus formas según sus necesidades, pero se verá diferenciada por una característica: al final de todo proceso de trabajo, obtenemos un resultado que ya existía en la imaginación del trabajador en su comienzo. El trabajo humano es consciente y tiene siempre un propósito, mientras que el trabajo de los animales es instintivo. Las actividades instintivas son innatas, inflexibles, que responden directamente a estímulo específicos. En el trabajo humano, el mecanismo rector es la fuerza del pensamiento conceptual.

En la naturaleza, la división de funciones en otras especies animales ha sido asignada por la naturaleza bajo la forma de instinto; por su parte, la humanidad es capaz de una infinita variedad de funciones y divisiones de funciones sobre la base de la familia, el grupo o el asentamiento social. En todas las otras especies, la fuerza directiva y la actividad resultante, el instinto y la ejecución, son indivisibles. En los humanos, no es inviolable la unidad entre el motivo de la fuerza de trabajo y la fuerza de trabajo misma; por el contrario, la unidad de concepción y ejecución puede ser disuelta. La concepción siempre debe preceder y regir la ejecución, pero la idea, concebida por alguien, puede ser ejecutada por otra persona. La fuerza ejecutora del trabajo sigue siendo la conciencia humana.

El trabajo humano representa el único recurso de la humanidad frente a la naturaleza. Así, el trabajo es una categoría especial, separada e inintercambiable con ninguna otra, simplemente porque es humana. Desde el punto de vista de la especie en u conjunto, cada individuo es propietario de una porción del total de la fuerza de trabajo de la comunidad, la sociedad y la especie. Constituirá el punto de partida para la teoría del valor del trabajo, desde la cual los burgueses creen que, impunemente, pueden despreciar dado que ven sólo el precio de las relaciones y no las relaciones sociales en sí, ven la producción y no el trabajo, ven desde la burguesía y no ven lo humano.

Así, el trabajo humano y sus variadas formas, son productos, no de l biología, sino de la compleja interacción entre herramientas y relaciones sociales, entre tecnología y sociedad.

La relación capitalista se diferencia de las demás dado que consiste en la compra y venta de la fuerza de trabajo. Para éste propósito, se han generalizado, a través de la sociedad, tres condiciones básicas: que los trabajadores se vean separados de los medios con los que es realizada la producción; los trabajadores están liberados de constreñimientos legales, como servidumbre o esclavismo, los cuales impedirían disponer de su propia fuerza de trabajo; y el propósito de la contratación del obrero se conviene en la expansión de una unidad de capital que pertenece al que da el empleo. El proceso de trabajo comienza, así, con un contrato que rige las condiciones de la venta de la fuerza de trabajo por parte del obrero y, su compra, por parte del patrón. El obrero acepta el convenio de trabajo porque las condiciones sociales no le dejan otra manera de ganarse un sustento. El patrón es el poseedor de una unidad de capital, la cual desea ampliar y, para lograrlo, utiliza parte de ella en salarios. La fuerza de trabajo es la única mercancía que genera valor. Así, el proceso de trabajo es un proceso que tiene por objetivo crear valores útiles, para la creación de una ganancia. Se ha convertido en un proceso de acumulación de capital, el cual domina la mente y las actividades del capitalista, a cuyas manos ha pasado el control del proceso de trabajo.

El trabajo es una propiedad inalienable del individuo humano, como todos los procesos y funciones físicas; ninguna persona puede dotar a otra de su capacidad para el trabajo. En el intercambio el trabajador no otorga al capitalista su capacidad para el trabajo, sino que el trabajador la retiene y el capitalista puede aprovechar la oportunidad solamente poniendo a trabajar al obrero. Obviamente, todos los efectos útiles o productos del trabajo pertenecen al capitalista. Pero lo que el trabajador vende, no es una cantidad convenida de trabajo, sino que alquila su fuerza de trabajo por un período convenido de tiempo.

La capacidad distintiva de la fuerza de trabajo humano es, por tanto, no su capacidad de producir un excedente, sino más bien su carácter inteligente y orientado hacia alguna meta, lo cual le da una adaptabilidad infinita y produce las condiciones sociales y culturales para la ampliación de su propia productividad, en forma tal que su producto excedente puede ser continuamente ampliado. Desde el punto de vista del capitalista, esta múltiple potencialidad de los seres humanos en sociedad es la base sobre la que se construye la ampliación de su capital. Esto es todavía más cierto desde que las características técnicas del proceso de trabajo están dominadas por los rasgos sociales que han introducido los capitalistas: las nuevas relaciones de producción. Habiendo sido forzados a vender su fuerza de trabajo a otro, también entregan su interés en el proceso de trabajo, el cual ahora ha sido alienado. El proceso de trabajo ha pasado a ser responsabilidad del capitalista.

 

Clase: (Planteará la desnaturalización del trabajo). Define el trabajo desde el Marxismo, como una actividad que transforma/altera los materiales/elementos de la naturaleza.

Lo diferenciará del trabajo animal, dado que en el trabajo humano interviene la conciencia; la persona realiza una tarea, de la cual es consciente y que es promovida por una idea o pensamiento. Por el contrario, los animales hacen trabajos de manera instintiva, no racional.

Por otro lado, expone que, cuando el hombre altera elementos de la naturaleza, el también se ve alterado. (Pensamientos de Marx) Plantea que las diferentes formas de producción se van a ver acompañadas de cambios históricos. Es decir, que cada forma de producción fué avanzando/cambiando ante las diferentes experiencias que vivió la humanidad a lo largo de su historia. Analizará las formas de trabajo a través del tiempo. Focalizará en la sociedad Capitalista.

División del trabajo: En el caso del trabajo animal, el mismo es asignado por la naturaleza. Es instintivo e indivisible. Por otro lado, el trabajo humano si es divisible. Permite partir las instancias del trabajo: es decir, puede la idea ser de una persona, pero que la ejecute otra.

Fuerza de trabajo: Capacidad para realizar el trabajo. No es intercambiable. Es el único recurso con el que cuenta la humanidad frente a la naturaleza.

Sociedad Capitalista: Implica un intercambio, sea de mercancía o dinero. En éste tipo de sociedad, la fuerza de trabajo se compra y se vende, como una mercancía más. Hay tres condiciones que deben darse para que la sociedad capitalista se desarrolle:

El obrero acepta esto porque el contexto en el que se ve inmerso no le deja otra opción. Se dificulta su situación ante la búsqueda de acumulación y expansión del capital (plusvalía). La única mercancía que genera valor es la fuerza de trabajo:

En base a la jornada de 8 horas, el salario percibido por el trabajador sólo representa 6 horas de producción, el cual es necesario para su reproducción y la de su familia. Es decir, las 2 horas restantes, el trabajador genera plusvalor el cual es apropiado por el dueño del capital. Ese plusvalor es el objetivo principal de los capitalistas.

Alienación: El trabajo es inalienable; no se puede quitar ésta capacidad, no puede ser comprada o transferida. Lo que sucede cuando el trabajador “vende” o alquila su fuerza de trabajo, es que el capitalista lo utiliza para realizar el trabajo y, al final del proceso de producción, se apodera del fruto de su trabajo. Es decir, se pasa de un trabajador con oficio, dueño de los medios de producción y de la producción resultante, a trabajadores que realizan una parte de la producción, reemplazables, donde el fraccionamiento del sistema de producción desvaloriza el oficio. Esta partición del sistema provoca que no se sientan involucrados en la producción de dicho objeto, no lo creen cercano o propio, sino que se limitan a realizar tareas repetitivas durante toda su jornada de trabajo, sin ninguna idea ni razonamiento. Estos nuevos tipos de trabajadores no toman como propio ese producto creado, el mismo es ajeno a ellos.

 

Resúmen, Louis Althusser, Lecciones de filosofía, “La práctica de la producción”:

Proceso de transformación de una materia prima dada, por parte de trabajadores que utilizan instrumentos de producción. La materia prima, la fuerza de trabajo y los instrumentos de trabajo son los tres elementos que se combinan (Según Marx) para producir un resultado esperado. Esto es lo que Marx llama el “proceso de trabajo”, que tiene lugar en todas las formas de sociedad, estén o no divididas en clases sociales. La combinación de esos elementos debe realizarse, debe ser posible y estar activa, de lo contrario, el proceso no funciona. Esta idea de combinación parece menor porque hay muchas combinaciones que funcionan desde hace mucho tiempo y, por lo tanto, ya están realizadas. Así, se llega a la comprobación de que ningún proceso de trabajo puede funcionar, salvo que esté determinado por leyes abstractas, que son a la vez científicas y técnicas (brindan conocimiento sobre la materia prima tratada, los procesos/instrumentos de producción y la experiencia de los trabajadores), e históricas (según el momento histórico, variaron las diferentes posibilidades). Por lo tanto, ningún proceso de trabajo es posible si o se cumple la condición de esas abstracciones que son las relaciones técnicas de producción. Estas relaciones técnicas de producción aseguran la combinación de los elementos concretos de la práctica de la producción y lo que obliga a los trabajadores a adquirir la experiencia adecuada para hacerlos funcionar. Dicha combinación también es social, ya que existe en una sociedad real, que subsiste gracias a dicha producción y que no existiría si no se hubiese reproducido.

Para que el proceso de trabajo exista, es necesario que haya trabajadores en el banco de trabajo o la obra en construcción o la fábrica. Es necesario que estén presentes, a la hora precisa, en cantidad suficiente y disciplinadas al trabajo. En las sociedades de clases, la respuesta es simple: los trabajadores están obligados a trabajar a cambio de su alimento (los esclavos) o de su salario (los obreros en la sociedad capitalista). Están obligados a trabajar ya que lo único que poseen es su fuerza de trabajo. Así, si los trabajadores están presentes a la hora convenida en su trabajo, es porque están obligados a hacerlo por la relación de clases. Cuando se trata de producción, Marx llama a esta relación social “la relación de producción”. Esta es una relación abstracta, puesto que pasa por encima de la cabeza de los trabajadores y los obliga, aún cuando se crean libres, a presentarse a su trabajo por razones vinculadas, o bien con la subsistencia de la comunidad, o bien con el mantenimiento de la clase explotadora. Es una relación abstracta dado que no tiene nada que ver con los gestos concretos mediante los cuales los trabajadores realizan su tarea.

Para que el proceso de trabajo tenga lugar, para que la combinación llegue a ser activa, hace falta que haya un lugar de trabajo, es decir, una porción de espacio donde se encuentren ya reunidos los medios de producción. Esos objetos no se desplazan ni se reúnen por sí solos, ni por casualidad: Es necesario que haya un propietario y que exista una razón para reunirlos así en el lugar de trabajo: así, en la sociedad de clases, los medios de producción pertenecen a la clase explotadora y su razón de reunirlos en un lugar es la apropiación del excedente producido por los trabajadores, el cual toma la forma de plusvalía.

Así, se permite el encuentro orgánico de los elementos en el mismo lugar y en el mismo momento, y existen relaciones sociales abstractas que, en las sociedades de clases, distribuyen a las personas en poseedoras y no poseedoras de los medios de producción. La riqueza y la pobreza ha sido fijada por un tercer término, los medios de producción. De ahí surge la estructura propia de la abstracción de la relación de producción: una relación de tres términos, en la que la relación de las clases entre sí está determinada por la distribución entre ellas de los medios de producción, el cual gobierna sus relaciones.

La naturaleza está dada anteriormente a todo trabajo de producción y los hombres son quienes la transforman para extraer de ella los productos que necesitan. Por otro lado, el hombre transforma energía, no la produce. Y el hombre mismo.. ¿No es también un producto natural? Su fuerza, la fuerza de los músculos y del cerebro, ¿no es un producto natural? Así, llevado el caso al extremo, se puede decir que en el proceso de trabajo una parte de la naturaleza -el ser humano- utilizando fuerzas o partes de la naturaleza transformadas -energía, herramientas- transforma otra parte de la naturaleza (lo cual tendría que probar que la naturaleza se transforma a sí misma).

Aristóteles expresaría “la idea de una práctica de transformarse uno mismo sin objeto exterior”. El problema subyace en que las leyes de la naturaleza no son conflictivas, mientras que las leyes que rigen la relación de producción son leyes que oponen una clase a otra, que suponen un conflicto. Así, las leyes de la naturaleza, aún cuando se las utilice en la producción, son exteriores a las leyes de las relaciones sociales que gobiernan la producción. Mientras las sociedades humanas pasan por revoluciones rápidas, mientras las clases aparecen y la clase dominante cede el lugar a otra clase, la naturaleza no cambia prácticamente nada. Está siempre ahí; exterior a la producción y a las relaciones que la rigen.

 

Clase; Capítulo 7: Se contraponen dos conceptos de práctica: está, por un lado, la “poiesis”, planteada por Aristóteles, donde constituye la acción por la cual la fuerza de trabajo y la inteligencia del sujeto, a través de la utilización de ciertas herramientas, transforma materias primas (naturaleza) en productos. Por otro lado, está la praxis, planteada por Marx, donde en esa acción no solo se transforma el objeto sino que el sujeto también se convierte en su propia acción. Aquí hay tanto exterioridad como interioridad: se transforma al objeto y se transforma a sí mismo. Althusser buscará romper la antinomia entre teoría y práctica: la práctica constituye el contacto activo con lo real. Así, se diferencia de la teoría, aunque la teoría dé lugar a la práctica. En toda práctica hay un nivel de conciencia ya que percibe lo que tiene enfrente. Tiene la capacidad de planificar y prever. Así, Althusser no los separará, sino que ve la unión en ambos (normalmente el pensamiento occidental tiende a pensar a través de la polarización de ideas; él rompe con eso). El trabajo, la práctica, no es sólo acción, trabajo animal, ni la teoría es sólo abstracción. Siempre hay una idea detrás del trabajo manual.

Por otro lado, una acción social es aquello donde se aplican conocimientos socialmente reconocidos, adoptados por el individuo, aunque el mismo crea que sea propio de él. Ésto es dado por la historia, por el contexto. Uno piensa que “crea” cosas nuevas, pero en realidad responde a conceptos sociales pre-concebidos. Esto implica un proceso donde un conjunto de elementos materiales, ideológicos, teóricos y humanos se adaptan para que su acción produzca un objeto.

Según los Materialistas, como Marx, las actividades de producción van a determinar el resto de las prácticas de la sociedad. Las prácticas de producción representarán la unión entre las relaciones de producción o los medios de producción y las fuerzas de producción o trabajadores. Según la relación social de producción que rija la producción de la subsistencia de los hombres, estos tienen tales o cuales ideas políticas, religiosas, etc., según el lugar que se ocupe en el sistema de producción.

Capítulo 8: ¿Qué vemos en la práctica de producción? Constituye un proceso de transformación de la materia prima por medio de instrumentos en busca de un objeto. Dicha práctica da lugar al proceso de trabajo, el cual es concreto y está presente en todas las sociedades. Para que se lleve a cabo tiene que darse una combinación de los elementos para que sea posible ese proceso de trabajo. Para que se lleve a cabo es necesario que se de una combinación; que se den ciertas situaciones para que la producción suceda. Pareciera que ésto fuese normal, que siempre fue así, que siempre estuvo ahí. Se da la naturalización de ésto, pero, en realidad, ésto es así gracias al sistema económico que nos regula.

Estas leyes abstractas, son científicas, dado que hay un conocimiento fijado. Son técnicas e históricas, que hacen que sean posibles ciertas combinaciones y no otras. Ese conjunto de leyes son las relaciones técnicas de producción. La obligación es dada por las leyes, las cuales condicionan y someten la persona a dicho proceso.

Así, desde el punto de vista de los trabajadores, la práctica productiva es concebida de forma abstracta; pasa por encima de la cabeza de los trabajadores y los obliga a someterse, aunque ellos se crean libres de decidir, crean que ellos van por su voluntad, crean que dicho sometimiento es natural. Así, el encuentro se da gracias a las relaciones sociales abstractas, generadas por las relaciones de clase, entre los dueños de los medios y los trabajadores.

 

Resúmen, Benjamin Coriat, El taller y el cronómetro, Capítulo 1 y 2:

Capítulo 1; Con Taylor, todo cambia: la holganza obrera es atacada hasta ser limitada. Las manufacturas fueron débiles e inestables, al estar obligadas a desplazarse a donde hubiera obreros hábiles.

Más que cualquier otro país, los EE.UU. se resintieron de la falta de obreros de oficio en número suficiente, e incluso hasta la década de 1860, de la falta de obreros a secas. Escasez e indisciplina de las fuerzas de trabajo son los obstáculos fundamentales. El obrero y su oficio no son ya cosa del capital, su valor incluso, sino el obstáculo fundamental para su desarrollo. No sólo por su escasez sino también y sobre todo porque permite y hace posible el dominio de un oficio, de un saber de fabricación. El oficio constituirá la organización obrera, su capacidad de resistencia, su fuerza.

Muy pronto, el pensamiento patronal se vuelve contra el oficio, dedicado por entero a quebrantarlo o soslayarlo para crear las condiciones de una acumulación del capital a gran escala. Primero, buscará una salida en la máquina: “El gran principio de la manufactura moderna es reducir, a través de la unión del capital y la ciencia, el trabajo de los obreros al simple ejercicio de la vigilancia y la destreza, facultades que alcanzan una especie de perfección en los niños”. Así, en la fábrica automatizada el trabajo especializado puede ser suprimido de forma progresiva y suplantado por simples vigilantes de máquina. Por otro lado, al no depender ya de los esfuerzos musculares, los cuales son inconstantes e irregulares, se obtiene la regularidad y rapidez de la fuerza de una maquinaria infatigable. Disminuirá el poder de la organización obrera y la insubordinación e indisciplina.

La máquina no sólo posee la virtud económica de hacer el trabajo más productivo, sino que puede ser instrumento de regularización y sometimiento de los trabajadores.

La entrada de los niños va a constituir una segunda línea de ataque. Complementaria a la primera, el consumo productivo de niños ayudará a romper la resistencia obrera: serán más económicos -ya que se les paga tres o cuatro veces menos que a los adultos-, más productivos -ya que son más enérgicos- y más dóciles, lo que contribuirá a romper con la holganza obrera. El niño asegura así la continuidad del flujo industrial entre el ritmo de las estaciones. Es elemento de permanencia y garantía de continuidad, lo que da regularidad y disciplina. Sin embargo, el oficio sigue siendo un paso obligado para muchas obras. El sistema de destajo fue, antes de Taylor, una de las fuerzas más eficaces utilizadas por los fabricantes para tratar de circunscribir el oficio. Utilizará el oficio contra sí mismo empleando a un hombre de oficio para vigilar y controlar el trabajo de los demás. El destajista evita todos los riesgo por su conocimiento de los hombres, y del oficio y porque, al trabajar con un presupuesto, debe contener los costos, ya que es personalmente responsable de todo rebasamiento del presupuesto previsto.

Capítulo 2; Taylor buscará el medio de destruir el oficio como tal. Procederá a un cambio radical de terreno, cuyo resultado histórico será la concepción de un tipo de proceso de trabajo que permitirá el despegue de la producción de masa.

Lo que determina la eficacia del oficio como modo de resistencia es el conocimiento y control de los modos operatorios industriales son propiedad exclusiva, monopolio de la clase obrera. Dicha exclusividad es lo que hace posible y, a fin de cuentas, ineliminable el control obrero de los tiempos de producción.

Sistemáticamente organizada para paliar la falta de mano de obra, la inmigración va a tomar una dimensión y a revestir unas características tales que va a alterar el conjunto de las condiciones de la acumulación del capital. Dos oleadas: la primera, de 1815 a 1860, en su mayoría inmigrantes de Europa del oeste y del norte. En el origen de esos inmensos desplazamientos de población está la revolución industrial. Allí donde el campesino no puede resistir o adaptarse a las nuevas condiciones, no queda más que el exilio. La inestabilidad política que la revolución industrial lleva a cabo en los aparatos de Estado provoca la fuga de personas ante las persecuciones de las minorías. Esta oleada proporcionará la primera reserva de mano de obra -dócil, disciplinada-, tan reclamada por el capital americano. De 1880 a 1915, se da una segunda oleada procedente de Europa del Sur y del Este. Todos desembarcan en la costa Oeste, mientras que la costa Oeste acoge a los inmigrantes provenientes de Asia. En su inmensa mayoría, se compone de trabajadores sin ninguna especialización. Su integración resulta todavía más difícil y problemática, porque las condiciones de acogida se han modificado profundamente. Las posibilidades de establecerse en el campo son casi nulas.

Así, existía un número relativamente escaso de obreros de oficio, los cuales construirían rápidamente sindicatos y asociaciones de defensa. La inmigración condujo así a alterar totalmente la composición técnica de la clase obrera. El desfase entre la diferencia de la composición técnica de la clase obrera y su composición política es donde se puede encontrar la significación del taylorismo como estrategia de dominación sobre el trabajo. Descomponiendo el saber obrero, desmenuzándolo en gestos elementales, haciéndose su dueño y poseedor, el capital efectúa una transferencia del poder. Así, el Taylorismo hará posible la entrada masiva de trabajadores no especializados en la producción. De esta forma, el sindicalismo es derrotado ya que, no sólo es expulsado el obrero de oficio, sino también el obrero sindicado y organizado.

Así, el último obstáculo importante ante el desarrollo de la acumulación del capital es la holganza obrera sistemática, con la que Taylor abre el Scientific Management: así, el análisis de los tiempos y de los movimientos, aparece como la respuesta para limitar y reducir la resistencia opuesta por el obrero de oficio y asegurar su expansión a gran escala.

Así, se instaurarán nuevas normas de trabajo: esto constituirá un proceso de doble dimensión, pues se cuestiona al mismo tiempo modificaciones que dependen del trabajo concreto -el valor de uso de las fuerzas de trabajo requeridas- y del trabajo abstracto -las condiciones de la formación de los valores de cambio-.

Desde el punto de vista del trabajo concreto, la novedad introducida por el Scientific Management consiste en la sustitución del control obrero de los modos operatorios por lo que se podría llamar un conjunto de gestos, preparados por la dirección de la empresa y cuyo respeto es vigilado por ella. De esta forma se produce la entrada del obrero no especializado y,  por lo tanto, el cambio en la composición de la clase obrera. Las “nuevas normas de trabajo” pretenden designar, también, aspectos cuantitativos de rendimiento del trabajo. E el punto de vista del trabajo abstracto, está asegurado un formidable icfremeno de la productividad y, sobre todo, de la intensidad del trabajo. Ante la reducción de los tiempos muertos, se producirá el alargamiento de la duración del trabajo. Por eso, a medida que las nuevas normas de trabajo se extienden a través de las ramas y las industrias, se manifiesta un cambio en las condiciones sociales de la extracción del plustrabajo. Las nueva normas de trabajo deben atribuirse a un aumento formidable de la tasa de explotación. Al organizar el taller y el trabajo sobre una nueva base científica, el cronómetro asegura un cambio de régimen a la acumulación del capital.

 

Clase: Con el Taylorismo se da el inicio de la Organización Científica del Trabajo. Utilizará la ciencia, utilizando una mirada estratégica a la hora de organizar los sistemas de producción. Así, nace la producción en masas, sirviéndose de la tecnología y de los elementos científicos, para ayudar a la racionalización.

En el capítulo 1, se hará un repaso de las formas de producción previas al Taylorismo. Los obreros eran poco disciplinados, ocupaban puestos de trabajo de forma transitoria. Estos eran trabajadores de oficio, los cuales poseían un conocimiento generacional, heredado de su familia. El conocimiento es propio del trabajador. Se irán introduciendo en las manufacturas, constituyendo su sostén, dado que dichos trabajadores saben cómo se debe hacer el producto. Ante esto, existen dos obstáculos principales en el desarrollo del capitalista: la movilidad (necesidad de obreros estables, instalados, ante la alta rotación de los mismos) y conocimiento del obrero (ante lo que Taylor analizará a los mismos para apropiarse del conocimiento y plasmarlo en manuales de procedimientos, lo que perfeccionará poco a poco la técnica). Este conocimiento constituye una forma de resistencia para los trabajadores; sin él, se desvaloriza su fuerza de trabajo. Este constituirá el más grande obstáculo, el oficio; es definido como un “saber de fabricación”. Esto, junto con la escasez de mano de obra, impedirá el desarrollo del capital. En la Federación Americana del Trabajo se afilian todo aquellos trabajadores de oficio, estableciendo así una tarifa por su labor, promoviendo la valorización de su trabajo. De esta forma, se enfrentaban con los unskilled, aquellos obreros no especializados, que eran explotados ante su “falta de valor”.

Aparecerán formas, herramientas, que utilizará el capital para circunscribir el oficio, tales como la máquina, la infancia y el trabajo a destajo.

Con la máquina, busca reducir el trabajo de los obreros a pequeños movimientos mecánicos. Así, reduce costos, aumenta el ritmo de trabajo (dado que la máquina no se cansa), ayuda a luchar contra la insubordinación/indisciplina obrera y el sindicalismo.

La infancia se dará de forma complementaria a las máquinas, ante la necesidad técnica por la anatomía de los niños, que utilizan dichos aparatos de forma más ágil, más activa. De esta forma, buscará romper con la holganza de los trabajadores, dado que el niño es una fuerza de trabajo más dócil por su inocencia.

Finalmente, el trabajo a destajo constituye un método muy eficaz. Es un subcontratista de mano de obra, el cual contrata obreros, les paga por día y pieza producida, administra las cuentas del empresario, etcétera. Se da con la incipiente división del trabajo, logrando cumplir con mayor eficiencia el reclutamiento y la organización de dicho trabajo ya que, al ser un trabajador de oficio, lo conoce bien. Así, “utilizará el oficio contra sí mismo”.

Capítulo 2, preguntas en grupo: ¿Qué dif. establece Taylor en relación a sus predecesores? ¿Cuál es el propósito de Taylor? ¿En qué condiciones se formó el Taylorismo? ¿Cuál fué el cambio de la composición de la clase obrera americana? ¿Cuál fue la estrategia Tayloriana en la dominación sobre el trabajo? ¿Cuáles son las nuevas formas de trabajo?

 

Resúmen, Benjamin Coriat, El taller y el cronómetro, Capítulo 3 y,  4:

Capítulo 3: En el orígen de la cadena de montaje se encuentra el sueño del capital en busca del movimiento perpetuo de la fábrica. La guerra había asegurado un mercado continuo para unos productos fabricados en serie. La guerra romperá las barreras que todavía se levantaban, además de ayudar al desarrollo del sector pesado y de la química.

Así, alrededor de la cinta, se desarrollará la nueva fábrica: así, en primer lugar, se asegura la circulación de un conjunto de piezas ante los obreros quietos en sus puestos de trabajo y la regulación autoritaria -mecánica- de la cadencia del trabajo, del ritmo de la caja que “pasa”. El trabajo estará regulado mecánicamente, de forma exterior al obrero, por la velocidad dada al transportador que “pasa” delante de cada obrero.

Ford aplica estas técnicas donde la iniciativa obrera -y por lo tanto el control obrero de los tiempos- está reducida al máximo.

Por otro lado, aparecerá otro principio: el de la especialización en el seno del taller. Aparecerán las máquinas especializadas en una sola operación, la cual no requerirá ya de obreros especializados. Esto, junto con la estandarización de las piezas, ahora idénticas e intercambiables, harán posible la introducción de éstos cambios. Así, ha nacido la fábrica racionalizada. La especificidad del fordismo residirá en asegurar el paso a la producción en serie y haber abierto con ello una brecha para la producción en masa. El fordismo así asegurará la aparición y la hegemonía de nuevas formas de productividad y de producción (progresos que asegura la línea de montaje en lo que concierne a las técnicas de extorsión del plustrabajo). El Scientific Management, potenciado por la instauración de la línea de montaje, lleva las cosas a unos grados cualitativamente nuevos.

Gracias al transportador, se puede suprimir gran parte de la mano de obra de mantenimiento y, a la vez, permitirá reintegrar al taller parte de ese tiempo suprimido en forma de tiempo de trabajo productivo, a una velocidad regulada de manera autoritaria. Eliminará los tiempos muertos del taller y los convierte en tiempo de trabajo productivo: esos “poros” por los cuales respiraba el trabajador, son reducidos al máximo. De esta forma, se produce una brutal prolongación de la jornada de trabajo.

Con Taylor, el obrero sigue siendo, a menudo, debidamente seleccionado y entrenado, ya que lo esencial consiste en la separación de los trabajos de concepción y ejecución. Por otro lado, la línea de montaje lleva hasta sus límites la parcelación del trabajo. Desarrolla a Taylor y asegura la subdivisión del propio trabajo de ejecución, la parcelación. Tal reducción del trabajo complejo sólo pudo obtenerse gracias a un desarrollo sin precedentes del maquinismo; la parcelación sólo pudo resultar de un enorme trabajo de análisis de una especialización cada vez más avanzada del maquinismo.

Con la entrada de la línea de montaje en el taller, no sólo se modifican las relaciones de trabajo. Al asegurar su hegemonía en las distintas ramas, debido a su eficacia, la economía industrial sufre finalmente una mutación en su conjunto. Se modifican, a la vez, la escala de la producción, la naturaleza de los productos y las condiciones de la formación de los costos de producción. Estos fenómenos serán designados por el concepto de normas de producción.

Serán examinadas dos series de hechos: los primeros se desprenden del análisis del proceso de trabajo o de fabricación propiamente dicho y, por tanto, del valor de uso de las mercancías; los segundos apuntarán a un análisis en términos de trabajo abstracto y por consiguiente del valor de cambio.

Desde el punto de vista del valor de uso, la linea de montaje aseguró las condiciones del paso a la producción en serie de mercancías estandarizadas. Por lo demás, estandarización y producción en serie son dos especificaciones complementarias, expresando la una en el orden de la calidad lo que expresa la otra en el orden de la cantidad. Para asegurar el paso a series prolongadas, la dificultad no consiste en el aspecto cuantitativo de la producción en serie. Los problemas nacen cuando se trata de montar y articular unos elementos tomados al azar entre las series disponibles. Para que sea posible el montaje hace falta que los elementos tomados al azar sean rigurosamente idénticos e intercambiables. Allí radica el aspecto cualitativo indicado. La estandarización supone un considerable trabajo previo de selección y uniformación de los modos operatorios, las herramientas, los materiales y las figuras elementales que entran en la formación de cualquier producto-mercancía. Esto era llamado normalización; la cual es la definición de tipos unificados que deben sustituir a los elementos dispares creados al azar de las fabricaciones. Así, la normalización reviste tres aspectos: la especificación de las normas de calidad o definición de las características de un producto o materia con vistas a definir sus resultados mínimos en condiciones normales de empleo; unificación de las dimensiones y las tolerancias con el fin de garantizar la intercambiabilidad de las piezas y los productos (aspecto más importante, ya que constituye la condición de la producción en serie); simplificación de la cantidad por eliminación de las variedades inútiles. La sustitución del ajustado por el montaje -la revolución técnica interna en el taller- tendrá como sanción una transformación de la norma correspondiente a la escala de producción: la fabricación en serie de mercancías estandarizadas toma impulso y se impone como nueva regla de la economía industrial.

Desde el trabajo abstracto y del valor de cambio, el cambio no es menor. Al mismo tiempo que la línea de montaje, permite un incremento del rendimiento del trabajo, hace también posible, a través de una gestión particular del capital circulante, una aceleración del ciclo del capital productivo. Ford llevará a cabo la producción sin depósitos; supo reducir la holganza de los materiales, como Taylor había sabido reducir la holganza de los hombres.

Todo proviene de la circulación constante, asegurada por el transporte de piezas y materiales necesarios, permitiendo así un aprovisionamiento continuo y regulado a los obreros quietos en sus puestos de trabajo. Los sistemas de transporte son así los simples soportes de una fluidez ordenada. Las ventajas económicas que tienen lugar son múltiples: se reduce al máximo la inmovilización improductiva del capital, que se analiza como un costo suplementario de almacenaje; se reducen los tiempos muertos de la fabricación, antes necesarios entre cada aprovisionamiento; se han eliminado todas las detenciones del proceso de transformación que podían resultar de un defecto de ajuste, en calidad o en cantidad, en la producción de los distintos componentes elementales. El hecho de tener todas las piezas en curso de fabricación permite al jefe ver de una simple ojeada qué operación no sigue a las otras por el amontonamiento de piezas; asimismo, permite remediarlo enseguida (a comparación del método antiguo, el cual no permitía que dichos desfasajes se noten).

Capítulo 4: El salario sigue siendo lo que ha sido siempre: un instrumento patronal de estímulo al trabajo. Se busca conseguir que el obrero -y su sindicato- renuncien a la holganza y a las prácticas restrictivas, a través de la garantización mediante el salario de métodos mejores que los que les pueda ofrecer el sindicato y sus prácticas de resistencia. Se da aquí una objetivización del salario; pasa de ser un simple instrumento de estímulo, a ser un instrumento de reproducción del trabajador dado que la incorporación al trabajo, el establecimiento de la relación salarial misma dependen de eso.

Además, la intensificación del trabajo que resulta de la entrada del cronómetro en el taller lleva a que se creen nuevas modalidades de reconstrucción de las fuerzas de trabajo, más adecuadas al nuevo modo de consumo productivo de la fuerza de trabajo.

Se dará la generalización de las nuevas normas de trabajo y las mutaciones en el salario, como resultado de un mismo movimiento: se precisan tanto el objetivo económico como el social de ésta política de sustitución: busca privar a los sindicatos de las funciones generales que los hacían populares. La lógica de la explotación y la del control del trabajo obrero conjugan así sus efectos: el nuevo uso del salario responde a unas funciones diferentes para permitir el desarrollo del nuevo esquema de acumulación de capital.

El five dollars day consiste en un acuerdo general sobre los salarios el cual consiste en un fuerte aumento del salario nominal. Un examen más minucioso pone rápidamente de manifiesto la complejidad del dispositivo y la multiplicidad de las funciones que Ford pretende asumir. Las causas se resumen a la preocupación por asegurar un aprovisionamiento continuo de fuerza de trabajo. Las cosas van a degradarse rápidamente: se da el desembarco de grandes masas de trabajadores procedentes de Europa Central y Oriental, así como de Oriente Medio. La extraordinaria expansión de la industria automovilística exige el consumo de mano de obra cada vez mayor. De esta forma, el principio de solidaridad fue difícil de mantener: los obreros no tenían antigüedad dado que eran contratados por día, dirigidos de forma autoritaria, comprendiendo así el por qué de la deserción de los trabajadores de las fábricas de automóviles. Este constituía el terreno ideal para el sindicalismo.

El five dollars day instaura, mediante el control del gasto del salario, una influencia en las condiciones de existencia de la población obrera. De este modo, no se verá aplicado en obreros que no tengan, por lo menos, seis meses de antigüedad, a los jóvenes menores de veintiún años y a las mujeres. Asimismo, se exigirá una moral intachable, estaba prohibido el uso de tabaco y del alcohol, así como el juego y la frecuentación a bares. La misión es esencial: controlar, desplazándose a los hogares obreros y a los lugares que frecuentan, su comportamiento general y, en particular, de qué manera se gastan el salario. Se aplicarán sanciones en caso de ausencia, retraso o falta de cuidado en el trabajo. El five dollars day significa el triunfo de la cadena, desde el punto de vista de la repetitividad y de la parcelación del trabajo, sino como principio despótico que rige las condiciones de trabajo de los ejércitos de trabajadores que la sirven. La cadena es el principal organizador del conjunto de la fábrica y de las relaciones que en ella se establecen entre los diferentes grupos de trabajadores.

El trabajador queda así enteramente disponible para poner en funcionamiento su fuerza de trabajo allí donde la producción lo requiera.

Los resultados obtenidos serán excelentes; el ausentismo y la rotación caen en picada; se da la intensificación del trabajo y, pese a las alzas salariales y a la reducción de la jornada de trabajo, el costo de producción por coche bajó; se aseguró el aprovisionamiento de una mano de obra seleccionada y dócil. Ha nacido la producción en masa del automóvil.

Tanto dentro como fuera del taller, la racionalización tayloriana y fordiana actúa como un formidable vector de transformación de la composición de la clase obrera y de las condiciones de su reproducción.

Según Ford, “pagando mal a los hombres, preparamos una generación de niños subalimentados y subdesarrollados, tanto física como moralmente; una generación de obreros débiles de cuerpo y de espíritu, ineficaces cuando entren en la industria”.

La racionalización actuará de dos formas: por un lado, favorecerá la aparición de las grandes concentraciones industriales y urbanas, contribuyendo a distanciar progresivamente al trabajador de las condiciones domésticas; por otro lado, a medida que asienta su poderío, la racionalización contribuirá a que estos bienes de uso sólo sean disponibles n forma de mercancías, los cuales sólo podrán ser adquiridas por mediación de la forma dinero, es decir, por el salario. Este doble proceso (Ruina del equilibrio doméstico-Producción sobre bases capitalistas de bienes de uso necesarios) dará origen a las nuevas formas de consumo obrero. Marca el paso de la dominación de las condiciones propiamente mercantiles sobre las condiciones no propiamente mercantiles de la reconstitución de la fuerza de trabajo.

 

Clase: La cadena permitirá un flujo continuo, perpetuo. Influirá la guerra en este proceso (1er guerra mundial, de 1914 a 1918) la cual permitirá la racionalización ya que exige un consumo y producción continuos. La producción se volverá foco de análisis, en especial la rama automotriz. Influirán las distintas técnicas-instrumentos que ayudan a la racionalización, como las líneas de montaje profundizadas por el fordismo. Se asegura la circulación -el flujo continuo- ante los obreros, quietos en su puesto de trabajo. Se da la economización de la manutención, así como la regulación autoritaria y mecánica del ritmo del trabajo -ahora lo controlará la máquina-. Así, se le quita la autonomía al trabajador, su iniciativa; el montaje fijará la pieza al transportador, la cual será transportada delante de cada trabajador, impidiendo así su desplazamiento, su “respiro”.

Se dará, junto con la implementación de la línea de montaje, la estandarización de las piezas -idénticas e intercambiables-, la especialización (como no habrá más oficio, ahora la máquina especializada realiza una operación específica, la cual no necesita de un obrero capacitado. De esta forma, surge la fábrica racionalizada: veloz, donde se lleva al extremo la racionalización y la división del trabajo, en la cual las nuevas normas de producción darán lugar a la producción en masa.

Estas nuevas formas de producción constituyen progresos que aseguran la línea de montaje; habilitarán la extracción del plusvalor. Suprimirán gran parte de mano de mantenimiento y los tiempos muertos, los cuales son convertidos en tiempo productivo. Así, se alarga la jornada laboral. Todo esto lleva a la parcelación del trabajo: si bien Taylor ya divide el trabajo entre concepción y ejecución, Ford subdividirá también el trabajo de ejecución. Ya no se necesitan trabajadores con destrezas o habilidades; ahora, se puede emplear a cualquier trabajador

Se dará un proceso de control donde los trabajadores no pueden parar el proceso productivo, no pueden ir contra él dado que están siendo vigilados, controlados. “El despotismo de la máquina”. De esta forma, a través del Scientific Management, aumenta el plusvalor apropiado por el capitalista, dado que aumenta la productividad.

En resúmen, se dará: la mutación de la economía industrial (ya que, no sólo se modifican las relaciones técnicas, sino que se modifican también las formas de trabajar, las normas de producción); se dará un proceso concreto (o también conocido como “de fabricación”, constituye el valor de uso, el proceso de normalización donde se da la producción en serie, constituída por procesos idénticos).

 

Resúmen, Cortes y Marshall, Estrategias Económicas, intervención social del Estado y regulación de la fuerza de trabajo:

Clase: Analizará el período que va de 1890 a 1990 y hará foco en el rol y la participación del Estado en dicho período, haciendo foco en el trabajo. El mismo, tomará dos roles a lo largo de éste período: el pasivo,, donde sólo compensará las desigualdades generadas por la economía; y el rol activo, donde su papel constituye la obligación de la conformación de la oferta, en la determinación del salario en las condiciones del trabajo y en la regulación del conflicto social. Particularmente, se hará foco en este rol activo: se verá cómo evolucionará en esos 100 años de historia y cómo intervino en el mercado del trabajo. Dicho rol se verá condicionado por dos variables contextuales: el modelo de crecimiento económico y los factores ideológico de los gobiernos en el poder.

¿Qué implica la intervención social del Estado? A través de políticas públicas, sean sociales, demográficas, laborales, dirigidas a toda la población o a sectores determinados. Así, el Estado intervendrá en el Mercado Laboral a través de tres instrumentos: las políticas laborales, la provisión estatal de bienes y servicios y la seguridad social.

Las políticas laborales están comprendidas por la legislación que establece las condiciones de trabajo, las características de los contratos, los distintos grados de remuneraciones, los mecanismos de negociación, etc. Puede incentivar o desincentivar la movilidad de los trabajadores, ej: sube los salarios en ciertas zonas geográficas para fomentar la industrialización en dichos lugares.

La provisión por parte del estado consiste en, por ejemplo, la facilitación de servicios de salud, vivienda, educación, los cuales se ofrecen a partir de la recaudación tributaria, la cual administra, actuado como mecanismo de regulación. Así, adaptará las ofertas de mano de obra según los requerimientos del capital; influirá sobre el nivel de vida de los asalariados, redistribuyendo el ingreso; e incidirá sobre las tasas de participación en la fuerza de trabajo.

La seguridad social constituye ingresos a los asalariados en situación de inactividad forzada, por razones de enfermedad, por ejemplo.

Estos elementos se relacionan con el control del conflicto social (cuando los elementos de intervención son mal utilizados, las estrategias y las políticas, según su naturaleza, aumentará o calmará el conflicto social) y con la coerción como medio de controlar el trabajo (se utiliza la represión para controlar ya que el Estado es el único que posee la fuerza de forma legítima).

Hipótesis del Análisis Histórico; expresará que la intervención social del Estado se adaptará a las variaciones en los requerimientos de la mano de obra y al peso que las estrategias económicas asignan al consumo de los asalariados en el mercado interno.

Etapas: Inicios de la Economía Nacional, que irá de 1890 a 1930. Se dará la construcción de la protección social. La economía funcionará en base al modelo agroexportador, el cual buscará subsidiar el proceso de industrialización. Se fomentará la inmigración masiva. Surgirán los sindicatos ante las condiciones inhumanas de vida y de trabajo. No existían leyes reguladoras de ésta situación. Comienzan a aparecer poco a poco las leyes proteccionistas: se da lugar a la educación gratuita y laica, los primeros sistemas jubilatorios, así como sistemas de seguros a los trabajadores. Este período se caracterizará por la escasez de la mano de obra, por las luchas sindicales para reivindicar su condición y por la modernización de la sociedad teniendo como modelo Europa.

En 1930 se dará un golpe de estado en argentina, sumado a una crisis mundial. En este contexto se dará el derrumbe del modelo basado en importaciones, dado lugar al modelo intervencionista. Así, de 1943 a 1976, tiene lugar el segundo período, el cual se dividirá en dos sub-períodos:

De 1943 a 1955, se dará la expansión y consolidación de la Intervención Social Protectora. Se sucederán dos gobiernos peronistas, caracterizados por una actividad sindical fuerte. Nacerá la CGT y se consolidará un vínculo paternalista entre los trabajadores y los gobernantes. Se otorgarán mayores beneficios a los trabajadores, se crearán las asociaciones para desarrollar la seguridad social. Ausencia de conflictos de la fuerza de trabajo, ante las políticas salariales favorecedoras. En este proceso se dará un sistema económico por sustitución de importaciones.

De 1955 a 1976 se buscará desperonizar a la población. Entrará en crisis el modelo de sustitución de importaciones. La protección laboral sufrió golpes, así como también los sindicatos. Intervención laboral por parte del ejército. Luego, se prohibirá directamente el derecho a huelga.

De 1976 a 1990, se dará una reestructuración económica, la desindustrialización del país. Se desmantelará la protección, se dará el endeudamiento externo (ante la estatización de la deuda privada). Hegemonía del mercado, reducción del intervencionismo estatal, caída total de los sindicatos.


 

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