Altillo.com > Exámenes > UBA - Cs. Sociales - Relaciones del Trabajo > Historia Social Contemporánea


Resumen de Traverso  |  Historia Social Contemporánea (Cátedra: Angélico - 2017)  |  Cs. Sociales  |  UBA

“La violencia Nazi” Traverso

La guillotina y la muerte en serie

La Revolución Francesa constituyó un giro histórico en la metamorfosis de la violencia en Occidente. Así como la ejecución de Luis XVI simboliza el fin del Antiguo Régimen, su instrumento, la guillotina, anuncia el advenimiento de la modernidad a la cultura  las prácticas de la muerte.

Durante la Revolución, el verdugo dejó de ser el dueño absoluto de la ceremonia punitiva y fue reemplazado por la guillotina como nuevo símbolo de soberanía.

El temible verdugo y su hacha salieron de la escena y en su lugar, una máquina asumió el papel más importante, convirtiéndolo en su técnico y obrero. El antiguo verdugo desapareció junto con el esplendor que rodeaba al monarca.

La guillotina produce un verdadero giro antropológico, inaugurando una nueva era: la de la muerte en serie que los totalitarismos del siglo XX se encargaron de concretar.

El inicio de la era de las masacres modernas, en las que la ejecución indirecta, cumplida técnicamente, elimina el horror de la violencia visible y abre el camino a su multiplicación infinita, acompañanada por la transformación del verdugo en un “supervisor” de la máquina, es parte de una tendencia histórica de la primacía de las máquinas por sobre el hombre. Las cámaras de gas son la aplicación de este principio en la época del capitalismo industrial.

A lo largo del siglo XIX, la “fiesta punitiva” es convertida en una ejecución oculta, alejada de la mirada del público, y surge la institución carcelaria como lugar cerrado, laboratorio de una “técnica de coerción de los individuos” antes desconocida (Foucault). El principio de encierro se impone en las sociedades occidentales, la creación de las casas de trabajos forzados para vagabundos ociosos y miserables, prostitutas e incluso para niños, durante la Revolución Industrial, conocidas como las Workhouses, coincide con el nacimiento de las clases modernas.

Las cárceles y las fábricas estaban regidas por el mismo principio de encierro, la disciplina del tiempo y de los cuerpos, la división racional y la mecanización del trabajo, la sumisión de los cuerpos a las máquinas.

Marx y Engels y también, Max Weber, vincularon la disciplina de la fábrica capitalista con la del ejército y la del obrero con la del soldado: “Masas de obreros se amontonan en las fábricas, donde se los organiza  como si fueran soldados, simples soldados de la industria ubicados bajo la supervisión de suboficiales y oficiales”.

En el primer libro de “El Capital” Marx, fue mucho más lejos, denunciando a la fábrica moderna como un lugar de pérdida sistemática de las condiciones de vida del obrero, que comparaba con trabajos forzados atenuados.

Weber,  veía en la disciplina militar el modelo ideal de la empresa capitalista moderna.

La metamorfosis de las cárceles.

Las cárceles de principios del siglo XIX, e las que el trabajo,  a menudo sin finalidad productiva,  se concebía con un objeto de persecución y humillación, constituyen los antecedentes históricos del moderno sistema concentracionario.

Sin embargo, vincular ambas instituciones acentuando su afinidad morfológica no significa asimilarlas. Existe una diferencia sustancial entre sus finalidades: el disciplinamiento e un caso y el aniquilamiento en el otro. Los campos de concentración nazis no eran “cárceles más duras” o más perfeccionadas en sus técnicas coercitivas, sino un fenómeno nuevo que respondía a una lógica diferente.

Digresión sobre el sistema concentracionario nazi: el sistema de los campos de concentración dio un giro que consistió en hacer productivo el trabajo que hasta entonces había sido solo punitivo y para disciplinar a los detenidos.

Al emplear la fuerza de trabajo de los prisioneros de guerra y de los deportados, disponían de una numerosa mano de obra utilizable a discreción y sumamente barata, con la cual, muchas empresas importantes que instalaron sus talleres de producción en los campos, lograron multiplicarse considerablemente.

Según la visión nazi del mundo, la división del trabajo coincidía con una brecha racial que establecía la jerarquía interna de esta categoría de obreros esclavos.

En la cúspide de este ejército de trabajadores extranjeros se encontraban los civiles de los países ocupados de Europa Occidental (franceses, italianos, belgas, holandeses, etc.), seguidos por los prisioneros de guerra de Europa del Este; en la base se encontraban los prisioneros de guerra soviéticos y polacos, que eran los más explotados y estaban destinados al aniquilamiento rápido; al final, estaba la minoría de judíos y cíngaros deportados que habían logrado escapar de las cámaras de gas pues habían sido elegidos para el trabajo.

Como en la esclavitud, la alienación de los trabajadores era total. A diferencia de la esclavitud clásica, los deportados no constituían una mano de obra destinada a reproducirse, sino a consumirse hasta su agotamiento, en el marco de un auténtico exterminio a través del trabajo.

 

-La fábrica y la división del trabajo

La guillotina marca el primer paso hacia la serialización de las prácticas de la matar; Auschwitz constituye su epílogo industrial en el período fordista del capitalismo. La transición fue larga, entra la cuchilla mecánica utilizada para las ejecuciones después de 1789 y el exterminio industrial de millones de seres humanos, se ubican varias etapas intermedias. La más importante, sin lugar a dudas, fue la racionalización de los mataderos.

El desplazamiento de los mataderos hacia fuera de los centros urbanos, coincidió con su racionalización, comenzaron a  funcionar como verdaderas fábricas: se exterminaba a los animales en serie, según procedimientos estrictamente racionalizados.

Existió una analogía entre los mataderos y los campos de exterminio, reinaba en ambos lugares el mismo carácter metódico de los dispositivos de matanza y la misma organización del espacio. Muchos historiadores resaltaron esta afinidad, definiendo a los campos de exterminio nazi como “mataderos para seres humanos”.

Estos también funcionaban lejos de la vista de la población civil, en ellos la producción y eliminación industrial de cadáveres reemplazaba la producción de mercancías.

Según los principios tayloristas del “Scientific management” el sistema de matar se dividía en distintas etapas: concentración, deportación, expoliación de los bienes de las víctimas, recuperación de ciertas partes de su cuerpo, gaseado e incineración de los cadáveres; todo con el fin de aumentar el rendimiento. Los responsables de los campos de exterminio no tenían dificultad alguna en reconocer esta estructura típicamente industrial, un médico de Auschwitz lo había descripto exactamente como “la cadena”. Por la mañana, los trenes de carga llegaban y descargaban su cargamento de judíos deportados, los médicos procedían con la selección, una vez separados los aptos para el trabajo, se expoliaban los bienes a los deportados y se los enviaba a las cámaras de gas; por la noche, ya había sido incinerados.

Como en la fábrica taylorista, la distribución de las tareas completaba la racionalización del tiempo. Taylor nunca imaginó tal abismo de oscuridad, pero los diseñadores de las cámaras de gas y de los hornos crematorios estaban familiarizados con los métodos modernos de la organización del trabajo. Los principios del tayloristas y fordistas fueron aplicados en la industria alemana, como en el resto de Europa, desde la Primera Guerra Mundial y admirados por Hitler y los ingenieros nazis.

Auschwitz presentaba afinidades esenciales con la fábrica: en su arquitectura, en los procedimientos industriales para matar y en su localización en medio de una zona industrial y de una importante red ferroviaria.

La masacre industrial no se desarrollaba como una matanza de seres humanos en el sentido tradicional del término sino, más precisamente, como una “producción de cadáveres”.

-Burocracia especializada: como toda empresa, la fábrica productora de muerte contaba con una administración racional fundada en los principios de cálculo, especialización, segmentación de las tareas en una serie de operaciones, aparentemente independientes pero coordinadas. Los agentes de este aparato burocrático no controlaban el proceso en su conjunto y cuando conocían su finalidad se justificaban diciendo que ellos no tenían responsabilidad alguna, que sólo ejecutaban órdenes o que su función era limitada y que nada tenía que ver con lo criminal.

Weber consideró esta indiferencia moral como un rasgo constitutivo de la moderna burocracia especializada.

La Burocracia tuvo un papel irreemplazable en el genocidio de los judíos en Europa. Se encargó de organizar el censo de los judíos, las expropiaciones, las operaciones de deportación, la gestión de los campos de concentración y de los centros de matanza.

Este aparato burocrático tuvo un papel clave en la concentración de los crímenes nazis y no obstaculizó nunca la radicalización del régimen

 

 

.

 

Los campos de exterminio nazi realizaban la fusión de ambos paradigmas dando origen a algo horrorosamente nuevo e históricamente inédito: un sistema industrial de muerte en el que la tecnología moderna, la división del trabajo y la racionalidad administrativa se integraban como en una empresa.

Conclusión:

La idea de que la civilización implica la conquista y el exterminio de las “razas inferiores” y la concepción instrumental de la técnica como medio de eliminación organizada del enemigo no fueron inventadas por el nazismo. Estas ya eran un “habitus mental” en Europa desde el siglo XIX y el advenimiento de la Sociedad industrial. Desde este punto de vista, la singularidad del “judeocidio” no es la de un suceso sin precedentes, sino una síntesis única de un conjunto de modos de dominación y de exterminio que ya habían sido experimentados por separado en el transcurso de la historia occidental moderna.

La guillotina, el matadero, la fábrica fordista, la administración racional y el racismo, las masacres coloniales y las de la Primera Guerra Mundial ya habían moldeado el universo social en el que se concibió la “solución final”. Dieron origen a las premisas técnicas, ideológicas y culturales, construyendo al mismo tiempo el contexto antropológico en el que Auschwitz fue posible.

Entre las masacres del imperialismo conquistador y la “Solución final” no existen simplemente “afinidades fenomenológicas”, hay una continuidad histórica que hace a la Europa Liberal un laboratorio de la violencia del siglo XX y de Auschwitz un auténtico producto de la civilización occidental.


 

Preguntas y Respuestas entre Usuarios: