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Resumen de Lutero  | Teoría Política y Social I (Cátedra: Rossi - 2018)  |  Cs. Sociales  |  UBA

Martín Lutero

 

Escritos políticos

 

I- A LA NOBLEZA CRISTIANA DE LA NACION ALEMANA ACERCA DE LA REFORMA DE LA CONDICIÓN CRISTIANA (1520)

 

Lutero se dirige a las autoridades seculares porque ya no acepta la tesis medieval de la superioridad del orden eclesiástico sobre el laico, ya que “todos los cristianos pertenecen, en verdad, al mismo orden y no hay entre ellos ninguna diferencia excepto la del cargo”.

 

Lutero ofrece una reforma, después de haber atacado las tres murallas que los romanistas se habían construido: 1) la superioridad del poder eclesiástico. 2) el monopolio de la interpretación de la Escritura 3) la supremacía del papa sobre el concilio.

 

Considera al cristiano con dos naturalezas, una espiritual (alma) y una corporal (carne).

 

Reúne algunas propuestas referentes a la mejora del orden cristiano para presentárselas a la nobleza cristiana de la nación alemana, por si “Dios quiere ayudar a su iglesia mediante el orden seglar, porque el orden eclesiástico, al que con mayor razón corresponde, se ha convertido totalmente en indigno para semejante tarea”.

 

Se las envía a su “Excelencia” (Majestad Imperial y a la Nobleza cristiana de Alemania), para que sea juzgada por las mismas. Es un doctor en Sagrada escritura con juramento.

 

La miseria y las cargas que oprimen a todos los órdenes de la cristiandad, especialmente a los territorios alemanes, lo han movido a él (como en esta oportunidad) y a muchos más a gritar en muchas ocasiones y pedir ayuda.

 

Lo primero que se debe hacer para emprender esta obra es proveerse de seriedad y no emprender nada con la confianza puesta en una gran fuerza o en la razón. Hay que emprender la tarea con confianza a Dios, renunciando a la fuerza física. Si no se hace así, a medida que se avance, los espíritus malos causarán tal confusión que el mundo entero nadaría en sangre. Procede, por tanto, con el temor de Dios y con sabiduría. Cuanto mayor es el poder mayor es la desgracia si no se actúa con el temor de Dios y con humildad.

 

Los romanistas se rodearon de 3 murallas con las que se han defendido, hasta ahora, de que nadie los pueda reformar, por lo que la cristiandad entera ha caído terriblemente. En primer lugar: cuando se les ha presionado con el poder secular han establecido y proclamado que el poder secular no tiene ningún derecho sobre ellos sino que, al contrario, es el poder espiritual quien está por encima del secular. En segundo lugar: si se les quiere censurar con la Sagrada Escritura responden que nadie, excepto el papa, tiene la capacidad de interpretar la Escritura. En tercer lugar: cuando se les amenaza con un concilio, pretextan que nadie puede convocar concilio, excepto el papa.

 

 

 

Primera muralla:

 

Comienza diciendo que se inventó que el papa, los obispos, los sacerdotes y los habitantes de los conventos se denominan orden eclesiástico, y que los príncipes, los señores, los artesanos y los campesinos forman el orden seglar. Considera esto como una fantasía, ya que todos los cristianos pertenecen al mismo orden y no hay ninguna diferencia entre ellos excepto la del cargo. Todos juntos somos miembros de un cuerpo, pero cada miembro tiene su propia función que les sirve a otros. Todos tenemos un solo bautismo, un solo evangelio, una sola fe y somos cristianos iguales. Todos somos sacerdotes por el bautismo, si no existiera en nosotros consagración más alta de la que da el papa o el obispo, nunca jamás se haría sacerdote por la consagración por el papa y por el obispo y no se podría celebrar misa ni predicar. Por esta razón, la consagración por el obispo no es nada más que la elección por él de uno de entre la multitud en lugar y nombre de la asamblea al que le ordena ejercer ese mismo poder para los demás.

 

Aclara que el poder secular está bautizado igual que nosotros y tiene la misma fe y el mismo evangelio, por lo que debemos dejarles ser sacerdotes y obispos y debemos considerar su oficio como un ministerio que pertenece y sirve a la comunidad cristiana. Todos somos igualmente sacerdotes, nadie debe darse la importancia y atreverse a desempeñar ese cargo sin nuestro consentimiento y nuestra elección. Lo que es común nadie puede tomarlo por sí mismo sin la voluntad de la comunidad. Por ellos, en la cristiandad un orden sacerdotal no debería ser otra cosa que un cargo. Si es destituido se vuelve un ciudadano como los demás, pero ellos se inventaron el carácter imborrable, es decir, que aunque sean destituidos, siguen siendo diferentes a un simple laico. Todo esto son leyes inventadas por los hombres.

 

Seglares, sacerdotes, príncipes, obispos y, como se dicen ellos, “eclesiásticos” y “seglares” no tienen en el fondo ninguna otra diferencia que la de su cargo o función. Pertenecen todos al mismo orden como verdaderos sacerdotes, obispos y papas, pero no poseen una única función (al igual que los sacerdotes y monjes tampoco). Cristo no tiene dos cuerpos, uno seglar y otro eclesiástico, si no que es una cabeza y tiene un solo cuerpo.

 

Los “eclesiásticos” no están separados de los demás cristianos y no tienen mayor dignidad que la de tener que administrar la palabra de Dios y los sacramentos; esta es su función y su cargo; la autoridad secular tiene en su mano la espada y el látigo para castigar a los malos y para proteger a los buenos.

 

Se ha dicho que la autoridad secular no está por encima de los eclesiásticos y que tampoco puede castigarlos. Lutero dice que ya que el poder secular está ordenado por Dios para castigar a los malos y proteger a los buenos, hay que dejarles desempeñar su cargo libremente, sin impedimentos.

 

En fin, esta primera muralla está derribada desde que el poder secular se ha convertido en

 

 

un miembro del cuerpo cristiano y, aunque tiene una función material, pertenece sin dudas al orden eclesiástico; por esta razón, su función debe ejercitarse libremente, sin impedimentos, en todos los miembros de todo el cuerpo; debe castigar o actuar donde la culpa merezca o la necesidad exija, sin tomar en consideración a los papas, obispos o sacerdotes. Las diferencias entre todos los cristianos provienen simplemente de leyes humanas.

 

Segunda muralla:

 

Dice que es más débil y absurda que la anterior, ya que trata de que quieren ser ellos los únicos maestros de la Escritura aunque no emprendan nada de ella a lo largo de su vida.

 

La Escritura dice que “si a alguien se le revela algo mejor, aunque esté sentado y escuche al otro en la palabra de Dios, el primero que está hablando deberá callar y ceder”, “todos los cristianos están enseñados por Dios”. ¿Quién va a ayudar a la cristiandad cuando el papa se equivoque, si no se pudiera creen en alguien diferente que tenga la Escritura a su favor? Por ésta razón no pueden aportar ni una letra para demostrar que sólo el papa puede interpretar la Escritura o confirmar su interpretación. Deben reconocer que hay cristianos que poseen la verdadera fe, el espíritu, el entendimiento, la palabra y el pensamiento de Cristo. ¿Por qué hay que desechar su entendimiento y seguir al papa que no tiene ni fe ni espíritu? A demás, como aclaró en la primera muralla, todos somos sacerdotes, tenemos un solo bautismo, un solo sacramento, un evangelio y una sola fe, por lo que también tenemos poder para juzgar lo que es justo y lo injusto.

 

En fin, por todo esto hay que convertirse en hombres libres y valientes y no hay que dejar enfriar el espíritu de la libertad con palabras imaginarias de los papas, si no que debemos juzgar libremente todo lo que ellos hacen según nuestra comprensión de la Escritura y obligarles a seguir el mejor entendimiento y no el suyo propio. Corresponde a todos los cristianos, por haber aceptado la fe, defenderla y condenar todos los errores.

 

Tercera muralla:

 

Cae por sí misma cuando caen las dos anteriores. Si el papa actúa contra la Escritura, nosotros estamos obligados a defenderla y castigarlo. No hay fundamentos en la escritura para abalar que solo el papa puede convocar concilio, si no sólo en sus propias leyes. Si el papa es culpable, esas leyes pierden vigencia, ya que es perjudicial para la cristiandad no juzgarlo mediante un concilio.

 

Si la necesidad lo exige y el papa es dañino para la cristiandad, el primero que pueda, como miembro fiel de todo cuerpo, debe hacer algo para que se celebre un concilio auténtico, libre; y nadie mejor que la espada secular puede hacerlo (teniendo libertad para llevar a cabo su función sobre cualquiera). Si el papa quisiera utilizar el poder para impedir que se celebre un concilio, se impediría con ello una mejora de la Iglesia y por lo tanto, no se debe tomar en cuenta ni a él ni su poder. Si es para el mejoramiento de la cristiandad, no hay que obedecer ese poder sino oponérsele con el cuerpo, bienes y todo lo que se pueda. Si

 

 

sucediera un milagro en favor de ese papa, se tendrá como obra del diablo, por haberse roto la fe en Dios.

 

II- SOBRE LA AUTORIDAD SECULAR: HASTA DONDE SE LE DEBE OBEDIENCIA (1523)

 

Lo que lo llevó a realizar este escrito, preocupado por los excesos del poder secular, fue la prohibición de la venta del Nuevo Testamento traducido por él. Habla de la autoridad secular y su espada, sobre cómo debe usarse cristianamente y hasta dónde se le debe obediencia.

 

Escribe lo que deben dejar de hacer y lo que no debe hacer la nobleza alemana. Los príncipes piensan que pueden prohibirle a sus súbditos lo que ellos quieran. Justifican sus acciones diciendo que es una orden del emperador y que deben obedecer, como si realmente lo tomaran en serio y no se les notara su malicia.

 

En primer lugar, dice, hemos de fundamentar sólidamente el derecho y la espada seculares de modo que nadie pueda dudar de que estén en el mundo por la voluntad y orden de Dios.

 

Versículos que la fundamentan: “sométase todo individuo a la autoridad, al poder, pues no existe autoridad sin que Dios lo disponga”.”El poder que existe está establecido por Dios”, etc.

 

Este derecho a la espada existe desde el comienzo del mundo. “Si uno derrama la sangre se un hombre, otro derramará la suya”. Se dice del derecho de la espada que un asesino sea reo de muerte y que haya que matarlo por la espada. Está bastante claro que es voluntad de Dios que se emplee la espada y el derecho seculares para el castigo de los malos y la protección de los buenos.

 

En segundo lugar, en distintos pasajes, oponiéndose a lo dicho anteriormente, se habla permanentemente de que los cristianos en el Nuevo testamento no deben tener ninguna espada secular. Por esta razón (a demás de rebajar a Cristo para no convertir en paganos a los príncipes) los sofistas dicen que Cristo ha abolido la ley de Moisés (vida por vida, ojo por ojo, etc) y convierte estos mandamientos en consejos para los perfectos, y dividen la doctrina y la condición cristiana en dos partes: los perfectos, a laque le atribuyen los consejos, y los imperfectos a los que se le aplican los mandamientos. Hacen esta división por su propio arbitraje sin basarse en las Escrituras, y no se dan cuenta de que Cristo lo que hizo es, no abolirla, sino confirmarla, condenando al infierno a quien no ama a sus enemigos.

 

La perfección o imperfección, aclara Lutero, no está en las obras, ni en ninguna condición externa, si no que en el corazón, en la fe y en el amor. Quien más cree más perfecto es.

 

En tercer lugar divide a los hombres en dos partes: los que pertenecen al reino de dios y los que pertenecen al reino del mundo. Los primeros son los que creen rectamente en Cristo y están bajo él, ya que Cristo es el rey y señor en el reino de Dios. Esta gente no necesita

 

 

ninguna espada ni derecho secular, Si todos fueran verdaderos cristianos, no serían necesarios ni útiles los príncipes, ni los reyes, ni señores, ni espada ni el derecho. Esto es así porque los cristianos tienen una naturaleza por el espíritu y por la fe para obrar bien y justamente, más de lo que se les podría enseñar con todas las leyes y no necesitan para sí mismos ninguna ley ni ningún derecho.

 

Pero si esto es así, ¿por qué Dios dio tantas leyes a los hombres? Se dice que la ley ha sido dada a causa de los injustos, para obligar a aquellos que no son cristianos a evitar malas acciones. Como ningún hombre es por naturaleza cristiano si no que todos son pecadores, Dios les prohíbe a todos ellos, por medio de la ley, que pongan en práctica su maldad.

 

En cuarto lugar: al reino del mundo, o bajo la ley, pertenecen todos los que no son cristianos. Dios ha establecido para ellos otro gobierno distinto fuera del gobierno cristiano y del reino de Dios y los ha sometido a la espada para que, aunque quisieran, no puedan llevar a cabo sus maldades, y si las cometen, para que no puedan hacerlo sin miedo. Dios estableció estos dos gobiernos: el espiritual, que hace cristianos y buenos por el Espíritu Santo, bajo Cristo. Y el Secular que obliga a los no cristianos y a los malos a mantener la paz. Es imposible que haya un gobierno cristiano común para todo el mundo. Hay muchos más malos que buenos. Por lo tanto, es necesario distinguir ambos regímenes: uno, que hace piadosos, y el otro, que crea la paz exterior e impide malas obras. Se necesitan ambos. Si solo rigiera el gobierno secular, por más de que contenga las mismas leyes, no se llegaría a ser completamente buenos, ya que se necesita al Espíritu santo para serlo. No se llegaría a ser justos ante Dios solo mediante el gobierno secular. Y si solo rigiera el mundo espiritual, se suelta el freno a la maldad.

 

Por esta razón parecería en el punto 2 haber una contradicción, cuando en realidad no la hay. Cuando se dice que no pueden tener espada secular, le habla solo a los cristianos, estos actúan en consecuencia y no los convierten en consejos como decían los sofistas. Como no todos son cristianos, se les debe obligar a mantener la paz y obrar bien. Si bien Cristo confirmó la espada, el no la utilizó ya que no sirve para su reino que solo tiene piadosos.

 

En quinto lugar ¿si los cristianos no necesitan espada ni gobierno secular, por que se someten a la autoridad y el poder? Los cristianos entre sí, en si mismos no la necesitan, pero como un verdadero cristiano no vive en la tierra para sí mismo ni para su servicio si no que vive y sirve a su prójimo, hace lo que el no necesita pero que le es útil y necesario a su prójimo. Y como la espada es una necesidad en todo el mundo para mantener la paz, el cristiano se somete gustosamente al gobierno de la espada y hace todo lo que puede para favorecer a la autoridad, a fin de que esta se mantenga con honor y temor. No la necesita pero la toma en consideración porque ayuda a los demás.

 

En sexto lugar: ¿un cristiano puede disponer de la espada secular? Hasta ahora hay dos textos: uno que dice que no puede existir la espada entre los cristianos y no puede ser utilizada entre ellos porque no hay necesidad, el otro, dice que estás obligado a servirle a la

 

 

espada y apoyarla con todo lo que se pueda, porque aunque un verdadero cristiano no la necesite, le es útil a todo el mundo. Por eso si se necesita a una persona que ocupe un cargo de poder, y el verdadero cristiano se siente capacitado, debe solicitarlo, ya que el poder es necesario y el mundo no puede funcionar sin él. Este poder no serviría al cristiano y a sus propios bienes si no que lo haría para ayudar a su prójimo y para poder mantenerla paz. Ambos principios de complementan, el cristiano le sirve al reino de Dios y al reino del mundo. “Cuando se trata de ti y de lo tuyo te comportas según el Evangelio y sufres la injusticia; cuando se trata del otro y de sus intereses te comportas de acuerdo con el amor y no toleras ninguna injusticia hacia tu prójimo”. De esta manera muchos santos han llevado la espada. La espada es obligatoria cuando el prójimo la necesita.

 

El cristiano puede desempeñar el poder por ser este obra, orden y creación de Dios. La autoridad es servidora de Dios. No sería en absoluto cristiano decir que existen servicios a Dios que un cristiano no pueda realizar. La espada y el poder, como servicio especial a Dios, corresponden al cristiano con preferencia a todos los demás hombres en la tierra.

 

¿Por qué ni Cristo ni los apóstoles llevaron la espada? No lo hizo porque solo debía llevar a cabo la función con la que se gobierna su reino y que sirve propiamente a su reino. Su reino solo requiere la palabra y el espíritu. Al igual que con la espada, Cristo no desempeño todos los oficios y no por eso estos son contrarios a Dios. Si Cristo no utilizó la espada es suficiente con que no la haya prohibido si no que la confirmase. El cristiano debe estar en condiciones de sufrir todo mal y no vengarse, pero para los otros puede y debe buscar venganza, derecho, protección y ayuda.

 

Por lo tanto, Cristo no abola la ley de Moisés si no que él excluye a los suyos de que lo utilicen para sí mismos, deben dejárselo a los no creyentes. Ningún cristiano puede llevar la espada para beneficio propio pero cuando se trata de los otros, debe llevarla o recurrir a ella para que la maldad sea reprimida.

 

SEGUNDA PARTE

 

HASTA DONDE SE EXTIENDE LA AUTORIDAD SECULAR

 

Los dos grupos de hombres, uno de los cuales está en el reino de Dios, bajo Cristo, y el otro en el reino del mundo, bajo la espada, tienen dos clases de leyes. Cada reino tiene sus propias leyes y derechos: El gobierno secular tiene leyes que no afectan más que al cuerpo, a los bienes y a todas las cosas exteriores que hay en la tierra. Si el poder secular intenta dar una ley al alma, invade el gobierno de Dios y corrompe las almas. El poder secular, con su desatinado mandato, empuja a las almas a la muerte eterna al obligarlas a creer una cosa como si fuera verdadera y del agrado de Dios, cuando en realidad, es incierto que le agrade o incluso es cierto que le desagrada, ya que falta allí la palabra de Dios.

 

Dice que sus emperadores y príncipes se comportan en la actualidad de esta manera y se dejan conducir por el papa, por los obispos y por los sofistas, ordenando a sus súbditos que

 

 

crean como a ellos les parezca, sin basarse en la palabra de Dios. Los pensamientos y sentimientos del alma no se revelan a nadie si no solo a Dios, por lo que resulta inútil querer obligar a alguien a que crea de determinada manera. Creer o no creer depende de la conciencia de cada uno, con lo que no causa ningún daño al poder secular; también este está contento, puede ocuparse de sus asuntos y permitir que cada uno crea de cualquier manera, sin obligar a nadie. El acto de fe es libre y nadie puede ser obligado a creer.

 

Los señores eclesiásticos han abandonado la tarea de predicar la palabra de Dios gobernando con leyes temporales que solo concierne al cuerpo y a los bienes. Deberían gobernar las almas interiormente con la palabra de Dios pero gobiernan con palacios y ciudades y tormentan las almas. Los señores seculares deberían gobernar externamente al país pero no lo hacen, se encuentra su poder tan caído como el de los eclesiásticos. Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, esta frase pone también un límite al poder secular.

 

Si un emperador quiere orden creer de tal manera hay que ponérsele, ya que no le corresponde, y si el entra en cólera y decide quitarte todos los bienes, tendrás que estar agradecido de sufrir por causa de la palabra divina. Si no te opones a él y le permites que te quite la fe o los libros, has renegado de Dios.

 

Es raro que haya un príncipe piadoso, generalmente hay que esta preparados para lo peor con ellos y no puede esperarse nada bueno, especialmente en las cosas divinas que afecten a la salvación del alma. Si se da el cado de que haya un príncipe sensato, piadoso y cristiano es la señal más preciada de la gracia divina en un país.

 

Cuando el poder secular no impide que se crea de determinada manera pero si que se seduzca a las personas con doctrinas falsas también comete un error. Este es un problema que deben resolverlo los obispos, no los príncipes. La herejía no puede reprimirse con la fuerza (esta solo la fortalece), no debe luchar la espada si no que la palabra de Dios.

 

Sin embargo, los obispos no han de gobernar las almas con la palabra de Dios si no que ordenan a los príncipes seculares que la gobiernen con la espada. Por su parte, los príncipes dejan cometer, y cometen ellos mismos, usura, robo, asesinato y otras malas obras, dejando que los obispos los castiguen con la excomunión. De este modo todo está al revés: los príncipes seculares gobiernan espiritualmente y los príncipes eclesiásticos gobiernan secularmente.

 

Dice que las personas no quieren seguir soportando esta tiranía, pide que comiencen a actuar de acuerdo con la palabra de Dios y con justicia, y que si hay herejía que se venza con la palabra de Dios.

 

Entre los cristianos no hay ninguna autoridad, cada uno está sometido a los otros. ¿Qué son entonces los sacerdotes y los obispos? Su gobierno no es una autoridad si no que es un servicio y un ministerio, no deben imponer leyes o mandatos a los otros sin el

 

 

consentimiento de éstos, si gobierno consiste en predicar la palabra de Dios para dirigir a los cristianos y vencer la herejía. A los cristianos se los gobierna con la palabra de Dios, y los que no son cristianos no creen y no pertenecen al reino de Cristo si no que al reino del mundo donde se les obliga con la espada y con gobierno externo.

 

TERCERA PARTE

 

Cómo debe ser un príncipe cristiano

 

Un príncipe cristiano debe abandonar la idea de dominar y actuar con violencia.

 

Un príncipe debe tener en su mano el derecho con tanta firmeza como la espada y debe estimar con su propia razón cuando y donde ha de aplicar el derecho, es decir, siempre ha de dominar el derecho y la razón. Sin embargo, no es suficiente obedecer al derecho escrito o a los juristas, es necesario algo más. La condición de príncipe es riesgosa, si el príncipe mismo no es tan inteligente que pueda gobernar ambos, a su derecho y a sus consejeros, no podría gobernar bien. Un príncipe debe actuar con temor y no ha de confiarse en libros ni cabezas vivas, ha de atenerse únicamente a Dios y pedirle un corazón sabio y entendimiento justo para gobernar a sus súbditos.

 

1-En primer lugar, debe estimar a sus súbditos y poner en ello todo su corazón. Hará esto si ordena todos sus sentidos a serle útil y servicial. Debe reflejar la imagen de Cristo en sus ojos. Debe hacer suyas las necesidades de sus súbditos y actuar conforme a ello.

 

2-En segundo lugar, el príncipe ha de prestar atención a los grandes señores y a sus consejeros, y estar con ellos en la actitud de no despreciar a nadie (escuchar a todos), pero tampoco confiarlo todo a uno solo (por más inteligente que sea). Debe confiar en sus poderosos y dejarles hacer, pero conservar las riendas y no estando confiado si no vigilando y recorriendo el país. A los verdaderos cristianos les gustará y estarán agradecidos de que el príncipe los vigile muy cuidadosamente, en cambio los que quieren tomar el control son de los que más hay que desconfiar. Sólo en Dios se puede confiar completamente.

 

3- En tercer lugar, que ponga cuidado en actuar rectamente con los malhechores. Debe castigar sin perjudicar a los demás. Si no puede castigar la injusticia sin cometer una injusticia mayor, que renuncia a todo su derecho, por más justo que sea. Ningún príncipe debe guerrear contra su superior. A la autoridad no se le debe resistir con fuerza sino con la verdad. Si el adversario es igual o inferior, en primer lugar de le debe ofrecer justicia y paz, si la rechaza, tiene que defenderse con la fuerza contra la fuerza, pero no debe mirar su propio interés sino que la protección de sus súbditos y ayudarlos. En este caso de peligro, los súbditos están obligados a seguirlo y arriesgar sus cuerpos y sus bienes, debe hacerlo por amor a los demás. En estos casos de guerra es cristiano aún el que mata, etc.

 

Si el príncipe está equivocado los súbditos no tiene la obligación de obedecerlo, nadie está autorizado a actuar en contra del derecho, deben obedecer a Dios antes que a los hombres.

 

 

Mientras que no sepan si tiene razón o no pueden obedecerlo sin peligro para sus almas.

 

4- En cuarto lugar, el príncipe debe comportarse cristianamente también respecto a Dios, debe someterse a él con total confianza y pedirle sabiduría para gobernar bien.

 

EN RESUMEN: un príncipe debe atender cuatro puntos: Primero, a Dios con una confianza perfecta, segundo, a sus súbditos, con amor y servicio cristiano. Tercero, a sus consejeros y a sus mangantes con una razón libre y un entendimiento independiente. Cuarto, a los malhechores con una seriedad y severidad mesuradas.

 

Sobre la devolución de un bien injusto:

 

si se presenta la situación en donde uno debe devolver algo al otro, siendo ambos cristianos, la situación se resuelve rápido, ya que ninguno retendrá lo de lo otro y tampoco ninguno de los dos pedirá la devolución. Si solo uno de ellos es cristiano, y precisamente a quien se debe la devolución, también se resuelve fácilmente debido a que no lo reclamará. Si el cristiano es el que debe restituir, lo hará.

 

Sean cristianos o no, si el deudor es pobre y no puede restituir y el otro no es pobre, hay que dejar actuar la ley del amor y liberar al deudor. Si el deudor no es pobre, hay que dejar de restribuya cuando pueda.

 

Si ambos no son cristianos o uno de ellos no quisiera guiarse por la ley del amor, hay que dejar que busquen otro juez y decirles que obran contra Dios y el derecho natural.

 

El amor y el derecho natural deben ocupar el primer lugar, si se olvida de esto, no se logrará actuar justamente ante Dios aun cuando se sepan todos los libros de derecho.


 

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